Obliviate.
La nieve caía copiosamente sepultando los jardines de Hogwarts. El sonido de los animales fantásticos desaparecía en la penumbra del atardecer y el bullicio de los estudiantes se extinguía dentro de las paredes del castillo. John podía imaginarse a todos y cada uno de los estudiantes aglomerados cerca de la chimenea tratando de evitar que el frio calara hasta sus huesos, y es allí cuando se preguntaba ¿Qué rayos hacia en los jardines de Hogwarts con el tremendo frío que hacía? Su vista se concentro en el causante de tal acción. Sherlock cubierto de pies a cabeza con un abrigo, bufanda y un gorro que combinaba a la perfección con los colores azul y bronce de su casa, escudriñaba el amplio terreno de Hogwarts en busca de algo en específico. Que John sabia que sería imposible de encontrar con la poca luz que el sol les otorgaba y la nieve no ayudaba mucho.
— Sherlock será mejor que entremos, se me están congelando las ojeras. — y no es que John fuera exagerado pero realmente ya no sentía ni la punta de sus extremidades.
— Tengo que encontrarlos John estoy seguro que fue por aquí, solo debo…— la voz de Sherlock se estremeció a causa del frío. — Solo debo buscarlos más a fondo.
La poca luz del sol que los iluminaba desapareció dejando una oscuridad absoluta, la varita de Sherlock se ilumino con un simple hechizo y siguió buscando. John saco su varita y pronuncio un ligero "Lumos" su varita se ilumino provocando sombras escalofriantes en la blanca nieve. Se acerco a su mejor amigo para tratar de disuadirlo, buscar una evidencia para un gran misterio en Hogwarts no ameritaba terminar congelados en la nieve.
— Vamos ya es demasiado tarde mañana podemos seguir con esto Sherlock.
John se acerco lo suficiente para iluminar el rostro del Ravenclaw con su varita, el frio calaba en el rostro de ambos y lo que John no llego a concebir es como se llegaba a estremecer con solo ver el rostro de Sherlock que le dirigía una mirada llena de tristeza, no había ninguna otra cosa que lo desilusionara mas a que dejar de investigar. Esos ojos imposibles que brillaban gracias a la luz proveniente de las varitas de ambos, pequeños mechones de sus rizos escapaban debajo del gorro y enmarcaban su rostro a la perfección, sus pálidas mejillas resaltaban en un color escarlata tal vez por la inclemencia del frío o por alguna otra razón John nunca estaría seguro. Pero aquello que había captado su atención eran esos labios carnosos en forma de corazón que siempre había querido saborear en más de una forma, estaban de un color azulado que le daban un mal aspecto.
La mano de John llego hasta una de las mejillas del contrario acariciándola con un gran cariño, el era consciente de lo que pasaba y era algo inevitable. Había estado conteniendo este sentimiento tan abrumador en lo más profundo de su corazón. El tiempo se detuvo y John avanzo los escasos centímetros que lo separaban de esos labios que tanto deseaba.
— John…— pronuncio Sherlock en un susurro que murió en los labios de su compañero.
Solo fue un corto y dulce beso, que provoco sensaciones fantásticas, una corriente eléctrica se apodero del sistema nervioso de John y tenía la sensación de que pequeñas mariposas danzaban en su estomago, al separarse y percatarse de lo que había hecho. Se encontró con la cara de desconcierto de Sherlock, que avanzo a una de completo miedo. Sus ojos estaban dilatados y su boca formaba una perfecta "o" de sorpresa.
John podía ver los ojos de Sherlock deduciendo rápidamente. Se había equivocado Sherlock no sentía lo mismo que él, podía darse cuenta por el rostro cubierto de incertidumbre que reflejaba, había cometido el peor error de su escasa vida. Y si Sherlock ya no lo quería a su lado por dejarse guiar por esas reacciones químicas como él las llamaba. No podría soportar no estar a su lado.
Había una solución, una que nuca se atrevería a utilizar si no fuera necesario. Solo tenía que apuntar a su objetivo y pronunciar un hechizo él era bueno en eso, mucho mejor que la mayoría de su clase. Un simple "obliviate" y todo volvería a la normalidad. Ese recuerdo desaparecería…
Tomo la varita con fuerza y justo cuando pronunciaría el hechizo, los ojos de Sherlock lo miraban de una manera que solo podía significar una cosa.
— Sherlock yo…
Su escusa quedo flotando en el aire, junto con la nieve y la escasa luz que los iluminaba. Los labios de Sherlock se había abalanzado contra los suyos, ese fue un beso mucho mejor que el primero.
— Yo también te quiero John. — pronuncio vehemente. Se quito su bufanda y la coloco en el cuello de John. — Pero será mejor que regresemos antes de que te congeles.
Definitivamente Sherlock nunca dejaba de sorprenderlo.
Muchísimas gracias por leer :3