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Silver moon por KeikoHikari

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Notas del capitulo:

No os olvidéis del RW, nunca me cansaré de decirlo jijiji

No estaba entendiendo nada. Me limitaba a mirar de un lado a otro, intentando captar aquel mensaje silencioso que se trasmitía entre ellos. Mi estómago volvió a gruñir. El hombre de pello largo y lacio parecía odiarme juzgando sus ojos, que se clavaban en mí como espinas. Tras comer un poco y después de un exhaustivo test me sentí demasiado cansado psicológicamente. Me mostraron muchas fotos de diversas personas, por alguna razón todas las caras las conocía, incluso sabía algunos de los nombres, pero no era capaz de decir nada más. Los científicos locos también probaron con ponerme delante un vaso de agua, exigiéndome que lo moviera de sitio. Estaban chiflados. Lo único que hice fue bebérmela, era imposible hacer aquello, ¡imposible!
Todos me llamaban Oliver, ¿por qué? No me gustaba ese nombre, cada vez que alguien lo pronunciaba siempre iba acompañado de una orden, y no me gustaba obedecer a alguien que no conocía.
Después de todo me dejaron libre, tanta pregunta me había dejado con dolor de cabeza. Caminé unos metros por el luminoso palacio ornamentado hasta encontrarme con una puerta gigante. Paseé la vista por aquel simple trozo de madera, y sin pensarlo dos veces, la empujé. La puerta daba paso a un jardín exterior lleno de una verde hierba brillante. Tan solo con la brisa que corría allí y que acariciaba mi rostro, me hacía sentir tranquilo. Me acurruqué en el suelo que parecía acobijarme con amabilidad. Estar allí me llenaba de nostalgia, de algún momento o vivencia que ya había pasado y que yo no recordaba. <Sé que he olvidado algo importante> repetía en mi cabeza.
El trinar de los pájaros hizo que abriera mis ojos, una familia de gorriones se posaban felizmente en una rama para dar cariño a su pequeño polluelo. Una familia… ¿y la mía? Ah, eso sí lo recordaba… Mi madre murió en el parto, y mi padre…, me abandonó. Qué cobarde. Y…, ya no recordaba nada tan claro. Recuerdos difusos con memorias que ni siquiera sabía si eran ciertas o tan solo las había imaginado.

Como por arte de magia el cielo se encapotó y comenzó a llover muy débilmente. Poco a poco comenzó a caer con más fuerza, pero yo no me moví. No me molestaba mojarme, es más, me gustaba.

-          ¿Quién te ha ordenado salir? – preguntó alguien con voz afeminada. Al girarme certifiqué que era Tian, el chico de pelo largo y rubio.

Hizo un gesto con su cabeza, comprendí que quería que entrara.

-          Te dije que no te movieras a menos que yo te lo dijese.

El soldado que vestía de blanco depositó en mis manos una toalla.

-          Vamos, sécate. Mira, has mojado todo el suelo, eres tan… - Hizo una pausa y unos segundos después continuó hablando, pero con un tono de voz más suave. - ¿Por qué me miras con esos ojos de cachorro perdido?

Yo no había cambiado la mirada desde que me había girado en el jardín. ¿Por qué decía eso ahora?
El frío me recorrió la espalda y un estornudo hizo que me percatara de que las ropas mojadas me estaban congelando.
Tian se acercó a mí y frotó mi pelo con la toalla. Yo tan solo me quedé paralizado.

-          Si te enfermas y mueres, tenerte aquí no habría servido para nada.

-          <Sé por alguna razón que no debería de estar cerca de este hombre, sin embargo, ahora me siento cómodo>.

En el momento que puso sus cálidas manos en mí, los recuerdos de un hombre de ojos plateados se amontonaron en mi mente. Qué hombre tan hermoso. Él también tenía las manos grandes.

-          Es extraño que no tiembles, hace unas horas no dejabas de patalear. – Sentía una energía diferente a la de ese momento. Aun así, seguía sintiendo desconfianza. – Es mejor que me tengas miedo.

Su aliento en mi oreja me produjo más escalofríos. Le aventé de mi lado y me tapé con el paño. Escuché una pequeña risa salir de su boca y cómo paso a paso se volvió a colocar a mi lado.

-          Ojalá no regresen nunca tus recuerdos, eres más dócil así… Ni siquiera te puedes quejar porque no hablas – pronunció antes de soltar una gran carcajada. El comentario me enfadó, pero tenía más frío que ganas de buscar pelea.

Rodeó mi cuerpo con sus manos y observé como mi ropa comenzaba a despedir vapor. No tardé en adivinar que con ese gesto estaba secando mis ropas.

-          Qué pena que ese demonio se ganara tu confianza antes que yo. Contigo a mi lado seríamos imparables. – Un grupo de soldados entraron en la sala presididos por el chico que siempre vestía de blanco.

-          ¡Señor, en tus manos descansa mi luz! – exclamaron todos a la vez.

-          Dan, llévalo a los calabozos, que duerma allí toda la noche. Hoy estoy cansado, así que me retiro.

Ya sabía el nombre de aquel soldado que había visto varias veces por allí. Parecía más bien el líder de todos los secuaces juzgando su vestimenta.
Me ataron las manos y me encerraron en una de las prisiones inferiores. Todos los pasillos estaban plagados de Onwu que parecían querer devorarme si se me ocurría salir de allí. Andaban con dificultad, sus piernas parecían querer quebrarse de un momento a otro. De sus bocas salía una espuma blanca que me resultaba repugnante. Algunos de ellos tenían heridas abiertas en la cabeza o en los brazos. No podía evitar vomitar, todo aquello me daba arcadas. Al no llevar nada sólido en el estómago me era imposible hacerlo.
No pegué ojo en toda noche, mi estómago parecía una noria, el miedo que sentía me hacía estar en tensión. Los minutos parecían horas y cuando quería cerrar los ojos, aquellos seres comenzaban a gruñirme. Posiblemente esa noche pasaría a ser una de las peores de mi vida.

Cuando por fin el cansancio comenzaba a vencerme, un soldado traqueó la celda. Los científicos me estaban reclamando. Me agarró del brazo y me sacó de allí ante la mirada de todos los Onwu. Tras subir tres pisos y salir de los calabozos ya podía ver el palacio brillar, el sol ya había salido. Un olor dulce me embriagó y mi barriga no tardó en hacerse de notar. Tenía demasiada hambre, pero a aquel hombre no pareció importarle en lo más mínimo. Pasamos justo por en frente de una puerta completamente blindada, con tan solo ver la seguridad que tenía mi cuerpo experimentó un escalofrío. Seguimos caminando, dejando la puerta atrás, pero no podía evitar seguir mirándola. Algo me llamaba la atención de allí, ¿por qué tanta seguridad? Allí debían de tener algo muy importante, eso llamó mi curiosidad.

-          ¡Mira por donde andas! – gritó el soldado segundos antes de impactar con un florero.

Caí al suelo de espaldas y el recipiente de cristal se hizo añicos. El agua se esparció por todo el piso.

-          ¡Te lo he dicho! Ahora tendré que avisar a alguien. – El soldado se alejó de mí unos pasos, yo clavé mi vista en el agua que seguía propagándose. Inesperadamente el agua me rodeó sin llegar a mojarme. Al poner mis dedos en ella, salió disparada hacia la puerta blindada. Dejando un camino mojado en el suelo desde mi posición hasta allí.


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