- Has hecho el testamento, ¿verdad? No vas a salir de aquí con vida – gritó Marte.
- Me alegra tanto ver que habéis conseguido juntaros todos para visitarme…, ¡hoy es un buen día! – respondió en tono burlón. Seguidamente clavó sus ojos en mí. – Tú deberías de estar muerto.
- Las mala hierbas nunca mueren – dije mostrando seguridad. – No me asustas, he venido a poner un punto final a esta lucha interminable.
- Me gusta esa valentía tuya, chico. Ya le has escuchado, no le pierdas de vista – amenazó el líder.
El suelo comenzó a temblar de manera brusca, de las grietas que afloraron salían más Onwu, estábamos completamente rodeados por ellos. Eché una mirada rápida a Nea que mostraba una cara nerviosa mientras observaba la Luna. ¿Qué le pasaba que parecía tan preocupado? ‘Todo va a estar bien, acabaremos esto sanos y salvos’ le grité en medio de todo el barullo. Me dedicó una sonrisa, pero no parecía mostrar serenidad.
Comencé a cargar energía, a hacer que le agua se amontonara cerca de mí. Lume congeló mis disparos que acabarían dejando a los Onwu totalmente petrificados. Marte controlaba el perímetro con su espada y las pistolas de Daria. Todos estábamos luchando, todos nos estábamos esforzando para que la base siguiera en pie. Nea no se movía a más de un metro de distancia de mí, tenía los ojos puestos en cualquier cosa que se moviese.
Mientras, Tian estaba allí arriba, flotando como el polvo contemplando la lucha, riéndose, señalándonos hasta que le pillé mirándome con picardía. Aquello despertó una pequeña rabia en mí.
- Da igual lo mucho que te esfuerces, jamás vas a poder derrotarlos a todos – gritó mientras se relamía los labios.
Atravesé a uno de los Onwu con una espiral de agua movido por la ira.
- Te he preparado – continuaba hablando – una urna al lado de tu padre… Y pensar que eres igual de testarudo que él, batallando hasta el último momento solamente para morir, ¡qué idiota!
Paré en seco, miré a mis pies mientras mis lágrimas me pedían permiso para salir. La rabia, impotencia, ira y tristeza decidieron agruparse en uno solo, siendo aquel mi estado de ánimo. Empezaba a sentirme enloquecido, sus palabras resonaban dentro de mi cabeza como el golpe de unos tambores. Tapé mis oídos con las manos, cerré con fuerza los ojos, el traqueteo seguía sonando. Eché un vistazo y allí le vi, riéndose de mis desgracias. Sin pensarlo salí en su busca, corrí y en la primera colina que más cerca me pillaba de él, brinqué. Sentía que el agua me elevaba más hacia el susodicho y cuando ya parecía que casi podía agarrarle aquellas túnicas chinas largas que siempre llevaba, tan solos llegué a acariciarle. Se había movido a un lado y ahora yo estaba cayendo. Nuestras miradas se encontraron, y sus labios balbucearon una palabra: “Idiota”. Nea, que había estado corriendo detrás de mí, llamándome sin parar, consiguió alcanzarme antes de impactar.
- ¿¡Qué estás haciendo!? – exclamó nervioso.
- Nea podemos hacerlo entre los dos, atácale por delante, yo iré por detrás – dije exaltado.
- Estás loco, no podemos vencerle entre los dos. A su lado está la chica del tridente, ¿acaso no la ves?
- Chico – intervino Louis que corría hacia mí - ¿por qué has hecho eso? Ha sido muy peligroso.
- Son asuntos personales líder. Lo siento… - Una cabeza negra comenzó a acariciarme una pierna. – ¡Sáhara! ¡Qué alegría de verte! – El animal parecía tan entusiasmado como yo. Habían pasado siglos desde la última vez que la había visto.
- Necesitábamos toda la ayuda posible – explicó el presidente.
- Quiero que alguien se haga cargo de la secuaz, ¡dejadme a Tian a mí! – exigí.
- ¿Qué estáis comentando por ahí bajo? – preguntó Tian con su maléfica sonrisa.
Los Onwu comenzaron a amarrarnos por los tobillos, impidiéndonos cualquier posible movimiento. Fue entonces cuando Nea le susurró algo a Yanya, algo que no entendí, parecía otra lengua. El ave reaccionó emitiendo un gran estruendo que nos obligó a tapar los oídos de la fuerza del graznido. Todo se petrificó, nadie movía siquiera un pelo, y tras un batir intenso de alas, aquellos seres parecían muy aturdidos. Nos dio unos minutos para poder deshacernos de ellos. Tian que todavía mantenía sus orejas tapadas, mostró una cara rabiosa, aquello no le había gustado.
Necesitábamos crear una distracción para poder llegar al hombre de rubios y largos cabellos. Se me ocurrió por un momento usar una de las rocas de Mercurio para despistarle unos segundos. Decidido estaba a llamar la atención de Mercurio para comentarle mi idea, iba dispuesto a gritarle cuando Nea me propinó un empujón, y poco después escuché un ruido seco. El tridente de la secuaz estaba clavado en la tierra. Ella reía como loca. Nea lo partió por la mitad, y la secuaz comenzó a retorcerse de dolor. Con aquello descubrí que su fuente de poder era aquella arma, sin ella no podría hacer mucho más.
- ¡Sáhara! – gritó Nea.
Ambos salieron corriendo y por ambos lados saltaron para poder llegar a ella. Tian al percatarse de la intención de herir a la chica, creó una especie de barrera cristalina que no les permitió acercarse. De repente vi como Louis apareció detrás de Tian y rebosando en una luz blanquecina pudo llegar a golpearle.