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Un deseo imposible por tashigi94

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Notas del fanfic:

One Piece y todos sus personajes pertenecen a Eiichiro Oda.

Escrito sin ánimo de lucro, por y para fans.

Notas del capitulo:

Aquí llega mi fic por el cumpleaños de Marco (con un día de retraso :P) Felicidades piña!!!

MARCO'S POV


Estoy sentado en mi cama, leyendo el periódico. La puerta se abre y entra Ace con una montaña de comida entre sus brazos.


— ¿Quierefs un pfoco? - me pregunta con la boca llena.


Yo niego con la cabeza sin apartar la vista del periódico y él se sienta a mi lado. Cuando termina de devorar el resto de los alimentos (cosa que no le lleva más de tres segundos) me abraza por la espalda y apoya su cabeza en mi hombro.


— Hazme caso – protesta infantilmente al cabo de un rato.


— ¿Qué quieres, Ace? - pregunto sin dejar de leer.


— Un beso no estaría mal para empezar – dice sonriendo de forma provocativa.


Dejo el periódico en el suelo y me giro hacia él. Apoyo mi frente contra la suya, devolviéndole la sonrisa para después coger su cara entre mis manos y acercar mis labios a los suyos.


Pero en cuanto rozo su boca, su imagen se desvanece lentamente...


 


 


Las primeras luces del alba impactan contra mi cara, haciéndome soltar un leve gruñido de molestia. Con los párpados aún cerrados, me giro en la cama y estiro el brazo buscando el cuerpo de Ace; sin embargo, lo único que encuentro son sábanas frías.


Abro los ojos, observando mi camarote confundido. Un simple vistazo me basta para ser consciente de que todo había sido un sueño.


La mesita de noche, donde Ace solía dejar su sombrero y su collar, ahora está llena de botellas de alcohol con las que trato inútilmente de aliviar mi dolor. El armario sigue teniendo la mitad de los cajones vacíos. La cama continúa siendo demasiado grande para mí solo. Mis sandalias están en el suelo, sin ningún par de botas que les hagan compañía. La puerta del baño está abierta, mostrando solo una toalla, solo un cepillo de dientes, solo prendas mías desperdigadas por el suelo...


Cada detalle de esta habitación me golpea como una bofetada devolviéndome a la realidad. La triste, dura y jodida realidad...


Miro el calendario: cinco de octubre. Una nueva punzada de dolor me atraviesa el pecho. Hasta hace dos años este solía ser un día feliz, pero ya no lo es ni lo será nunca más... Porque ya no está Ace para despertarme cantándome “cumpleaños feliz”...


Será mejor que salga ya de aquí si no quiero empezar el día llorando, así que suspiro, me levanto y comienzo a vestirme.


 


 


Me apoyo contra la barandilla sintiendo la fresca brisa marina en mi piel y escuchando el ruido de las olas al golpear suavemente contra nuestro barco. El mar me llama, invitándome a saltar y encontrar la paz entre sus aguas.


— ¡Marco! ¡Por fin te encuentro! - dice Jozu alegremente a mis espaldas, sacándome de mis lúgubres pensamientos.


Me agarra del brazo y me lleva casi a rastras junto con los demás. La tripulación, o lo que queda de ella, me recibe con sonrisas y felicitaciones.


— Que comience la fiesta por el cumpleaños de nuestro capitán – anuncia Vista alzando su jarra de cerveza.


Todos gritan encantados, alzando sus bebidas también.


El resto del día transcurre entre risas, música, comida y alcohol. Las fiestas ya no son lo mismo sin brindar con Padre, sin las bromas de Thatch ni las sonrisas de Ace... Y es que, cuando miro alrededor y no los encuentro, siento que una parte de mí mismo también murió aquel día.


Pero aún así todos están muy alegres; sé que se están esforzando por animarme un poco, y no se imaginan lo mucho que se lo agradezco.


Han pasado ya dos años desde la guerra de Marineford en la que perdimos a tantos seres queridos. Después de aquello me pidieron que fuese el nuevo capitán, y yo acepté. Ha sido duro, y admito que muchas veces he estado tentado a tirar la toalla, pero no lo he hecho porque mi orgullo y mi sentido de la responsabilidad no me lo hubieran permitido, porque era mi deber como primer comandante, y porque sé que mis hermanos me necesitan tanto como yo a ellos.


Un grupo se acerca a mí sosteniendo una enorme tarta de cumpleaños. Tiene muy buena pinta; seguro que a Ace se le haría la boca agua si estuviese aquí.


— ¿Por qué solo tiene dos velas? - pregunta alguien desde el fondo.


— Pondremos las velas que le corresponden cuando nos confiese su maldita edad – contesta Izo.


— ¿Confesarás tú la tuya? – le respondo con una sonrisa burlona.


— ...Touché – dice dando la discusión por perdida.


Todos estallan en carcajadas y yo con ellos. No importa lo que pase, da igual cuantas veces me caiga, yo siempre me levantaré y seguiré adelante por ellos. Por mi familia.


Jozu da dos grandes zancadas acercándose a la tarta relamiéndose, pero antes de que se abalance sobre ella Haruta lo detiene.


— ¡Espera! ¡Que Marco tiene que soplar las velas y pedir un deseo! - dice el de menor estatura, conteniendo a Jozu con dificultad.


Los demás forman un círculo a mi alrededor, esperando que apague las velas. Siento una punzada de tristeza al contemplar las pequeñas llamas ondeantes; es curioso como todo lo que me rodea me recuerda a él.


Soplo, el fuego se extingue, y yo sonrío con amargura porque sé que es imposible que mi deseo se cumpla.


 


 


La fiesta continúa hasta bien entrada la noche, y seguro que piensan seguir hasta el amanecer, pero yo ya he vuelto a mi camarote. La habitación está a oscuras, iluminada únicamente por la luz de la luna que se filtra tras la ventana.


Me siento en la cama. Las sábanas están frías y hace tiempo que su olor desapareció de ellas.


Cojo una botella de ron y doy un largo trago hasta sentir que me arde la garganta. Cierro los ojos y paso las yemas de los dedos por la superficie de la botella, imaginando que se convierte en el cuerpo de mi Ace. Joder, cómo lo echo de menos... Daría cualquier cosa por tenerlo entre mis brazos tan solo una noche más...


Oigo a la tripulación gritar desde aquí; parecen muy felices. Me pregunto si algún día yo volveré a ser feliz.


Toc, toc. Llaman a la puerta.


— No quiero salir otra vez – contesto.


Toc, toc. Tocan de nuevo.


— En serio, no voy a volver, estoy cansado – digo esperando que dejen de insistir.


No vuelven a llamar, así que supongo que se habrá marchado, sea quien sea. Pero la puerta comienza a abrirse lentamente. Gruño por lo bajo y me dispongo a echarle, pero me quedo sin aliento al ver quién es.


Es imposible...


Tengo que estar soñando, o alucinando, o qué sé yo...


Es jodidamente imposible que Ace esté vivo.


— Me dijeron que estarías aquí – dice con esa sonrisa radiante que tanto le caracterizaba — ¿Me has echado de menos, Marco?


Creo que el corazón se me va a salir del pecho. Me levanto ignorando el temblor de mis piernas y me aproximo a él lentamente, temiendo que desaparezca en cualquier momento. Extiendo una mano y acaricio su mejilla. Ace sonríe y tira de mi camisa suavemente, acercándome más a él.


Todo en él es tal y como lo recuerdo: su piel suave y cálida, su cabello negro, sus ojos brillantes y profundos, sus pecas, su sonrisa, su cuerpo, su voz... Joder, es tan real...


— ¿C-co-cómo...? - intento preguntar cómo es posible que esté aquí, pero me he quedado sin palabras.


— Porque tú lo deseaste – contesta como si me hubiera leído el pensamiento — Y a veces los deseos se cumplen, por muy imposibles que parezcan...


Ace apoya sus manos tras mi nuca, atrayéndome hacia sí hasta juntar su boca con la mía.


Dejo escapar un suspiro al sentir sus labios. Normalmente, éste suele ser el momento en el que me despierto... Pero esta vez sus labios siguen ahí contra los míos, tan cálidos, tan dulces... Dios, ya casi había olvidado lo deliciosos que eran...


Sé que, por muy real que parezca, esto solo debe ser un sueño. Pero en ese caso, espero no despertarme jamás.


 


 


Los rayos del sol entran por la ventana iluminando mi dormitorio. Parpadeo hasta acostumbrarme a la intensa luz y sonrío al recordar mi sueño de anoche. Supongo que aquel deseo imposible que pedí al soplar velas se cumplió, aunque claro, no de la forma en que yo hubiese querido.


Paso la vista por la habitación. Todo sigue igual que siempre, sin embargo hay algo que llama mi atención... Sobre la mesita de noche hay un sombrero naranja y un collar de cuentas rojas.


Me quedo quieto unos segundos, sin comprender lo que está pasando. Y justo entonces, un par de brazos adormilados me rodean por la espalda.


FIN


 


 

Notas finales:

Espero que os haya gustado :) Saludos!


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