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Trascendencia por Lady_yuu

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Notas del fanfic:

Ya tenía rato que quería escribir algo místico sobre esta pareja. Debo decir que me emocionan la idea de las vidas pasadas y reencarnaciones que maneja Kurumada porque es real. En fin. Así que escribí este romance imposible. Igual en alguna otra vida si consiguen estar juntos. Espero que les guste.

Estaré escribiendo un poco más sobre Saint Seiya porque tengo tiempo :p y necesito mantenerme ocupada en lo que hay inspiración.

Disclaimer: Los personajes son de su autor Kurumada el fic mío.

Advertencias: lime ligero.

 

 

Notas del capitulo:

 

 

-o-

Trascendencia

Creí que jamás volvería a verlo. Cuando regrese al inframundo busque su esencia pero no encontré nada. Porque estaba buscando en el lugar equivocado y buscaba a quien yo conocí, no en quien se transformó.

Sabía que era el caballero dorado de piscis Afrodita. Lo vi frente a Hades cuando él y sus compañeros le pidieron volver a la vida, pero estaba tan enfrascado en la batalla que no puse atención a su existencia. Lune me comentó que los Santos de Dorados y algunos otros, regresaban al espiral de la vida, es decir la reencarnación una vez cumplida su misión. No creí esa tontería porque a lo largo de mi vida conocí distintos caballeros y ninguno se parecía a él, hasta ese día. En su libro de vida estaba escrito el nombre: Albafica última vida, además de información.

- ¿Dices que él fue Albafica?

La estrella del Talento asintió ordenando sus libros. No pude evitar sentirme alterado. ¿Por qué este caballero lucia excéntrico en comparación con la sencillez de Albafica? Eso fue lo que me atrajo. Esa inocencia y timidez de no dejarse tocar por nadie. De sentirse un peligro para quienes amaba.

Desde mi posición en la terraza de la entrada del Tribunal de los Muertos, lo observé… Lo reconocí por el aroma y su cosmos. Me recordó alguien que creí desaparecido, pero lucia distinto, por qué… Su rostro era idéntico, con ligeras variaciones en la nariz y los labios, el mismo lunar y color de cabello. Aunque tenía algo diferente. Altanero y presuntuoso. Su cuerpo se movía distinto, como si fuera un noble aristócrata. Debió sentir mi mirada porque antes de entrar al templó sus ojos celestes se encontraron con los míos.

- Él es la reencarnación pura del original avatar de la constelación de Piscis. r13; explicó Lune- Los demás caballeros que hayan portado la armadura son fragmentos de esa alma, pero la original es esta…

- Tengo que verlo con mis ojos… ¿quizá me recuerde?- di la vuelta no quería dejar pasar esa oportunidad.

- ¡No! ¡Minos! Si no te reconoció antes, qué te hace creer que lo hará hoy. No recuerda su vida pasada. ¿Por qué carajos nunca oyes nada?

Ignoré su advertencia y baje las escalaras. El caballero dorado esperaba su turno para ser juzgado  por sus culpas. Se miraba agobiado. El sonido de sus pasos inundó el pasillo. Observó a los espectros en túnica escribir sobre libros y continuó. Levantó la mirada a la decoración.

- Qué mal gusto tienen los espectrosr13; susurró. Caminó hasta llegar al tribunal de Lune pero él no se encontrabar- ¿Me harán esperar? Digamos que, hay muchos que esperaremos…

Baje despacio las escaleras, como un cazador que no quiere asustar a su presa. Tragué saliva. ¿En verdad era él? Aunque su cabello tenía un tipo de rizado femenino no me agradaba. Aun así la esencia de Albafica estaba en él, tal como lo recuerdo.

Ahora que lo observo, cada detalle en su cuerpo y movimientos son de él. No es distinto. Recuerdo sólo dos veces haber tocado e incluso besado a ese hombre hermoso que la nobleza de su alma me atravesó. Sólo dos veces pude besar su mano, tratándolo con el mayor respecto ya afecto que podía tener hacía él. Como si de una reliquia se tratara. Recordar la calidez y humedad de sus besos. “Hace doscientos años”. Y sin embargo, no había pasado ni un día porque siempre pienso en él. Ahora al ver a ese sujeto representando todo lo que admiré. Era mi arquetipo del amor.

- ¿Tú eres el juez de aquí?- preguntó Afrodita de mal humor.

Di un brinco, tuve que salir tras del muro. Me miró  de arriba debajo de forma despectiva. Me sentí basura, una suciedad en el camino de un noble Rey. Él no era mi Albafica.

- ¿Por qué no me respondes? ¿Qué clase de juicio es este? Estoy listo para recibir mi castigo. Créeme tengo muchas culpas que pagar.

No tuve el valor de mirarlo a la cara. ¿Por qué? ¿A caso los dioses me castigaban por pecador? Tener sentimientos poco decorosos hacia un hombre, hacia un Santo o hacía un muerto, eran mi perdición. Afrodita continuó mirándome confundido.

-Pensé que no volvería a ver tu horrenda cara. Te me haces familiar, sabes. Creo que te he visto en otro lado además de aquí…  pero dónde, no puedo recordarlo.

Mi corazón estuvo por salir y caer en la balanza de Pharoh. No lo noté, sonreí como idiota. Aquella vida se acordaba de mí. Aunque por más que quisiera articular palabra no podía. Estaba asombrado al verlo. Poseía la misma belleza, no, está belleza no era sencilla y humilde, esta belleza era irradiante y opacaba todo alrededor. Sí, era Albafica pero con una gran arrogancia.

¿Cómo explicarle lo que Lune le dijo? “Claro, nos conocemos porque en tu otra vida nos enamoramos. ¿Por qué tú también te enamoraste de mí? ¿Verdad?” No estaba seguro. Además este “Albafica con aires de nobleza” no parecía estar familiarizado con la atracción al mismo sexo. Ése hombre era más vanidoso y presumido. ¿Qué tanto puede una persona cambiar entre vidas?

-¿Te vas a quedar ahí mirándome como idiota? Sé que soy hermoso, pero me causa escozor que me mires con esa cara, pervertido- respondió fastidiador-Se ve que no hay mujeres en este lugar. Parece como si no conocieras la belleza.

-Te equivocas, la conozcor-por fin salió mi voz- conozco la belleza perfectamente. Una vez conocí un hombre casi tan o más hermoso que tú.

Se ofendió, lo note con esa mueca de enfado. La misma que él me dedicaba cuando decía algo en desacuerdo. Probablemente pensara: ¿Quién en el mundo es más hermoso que yo? ¿Por qué deseo hacerlo sentir mal?

- Al igual que tú, gustaba de las rosas. Como tú, amaba la naturaleza. Aunque ése hombre tenía miedo de herir a otros.

Me miraba con atención aunque agachó la mirada.

- Siempre estaba solo porque decía que de esa forma no hería a nadie. Tenía una enfermedad en la sangre…

- ¡Cállate idiota! - exclamó molesto- no sabes lo que dices. Como te atreves a hablarme así.

No entendí esa reacción. Así que permanecí en el mismo lugar a una distancia prudente donde no me hiciera daño su ira.

- No hables, con esa asquerosa boca tuya de él.

- ¿Cómo? ¿No eres su reencarnación?

Noté que apretó el puño derecho mientras desviaba la mirada a su izquierda. Sus mejillas coloradas le daban un aspecto angelical, casi infantil. Igual que Albafica.

- Discúlpamer- dije. Y de nuevo me encontré a sus pies, como siempre, no sabía cómo terminaba siendo su súbdito. Aceptando cualquier capricho.

-¿Quién eres tú? ¿Por qué hablas de él con tanta familiaridad? Yo no te recuerdo y créeme que recuerdo perfectamente todo lo que sucedió con él. Pero a ti, no te reconozco.

- Ta vez, es lo mejor que no me recuerdes. No es el momento. Vas a ser juzgado por tus culpas. Debes…

- ¿Rectificar? Sé lo que hice en esta vida y lo asumo. Al final voy a olvidarlo como en las anteriores vidas y trascenderé hasta los siguientes doscientos años. Sin saber nada… otra vez.

Fue entonces que de malos modos, explicó que hace mucho tiempo atrás, el Patriarca Shion. Le pidió al caballero de Virgo sanar a sus compañeros tras las pesadillas y sueños que tenían a causa de las vidas pasadas. Por orden zodiacal, Afrodita fue el último. En la terapia observó a detalle su vida como Albafica en el siglo XVIII, en el siglo XIV, XII, X hasta la era del mito donde conoció su origen y el avatar original de piscis. Sin embargo, pidió a su compañero borrar situaciones vergonzosas para él. No quería lidiar con eso. A lo que Virgo respondió, debía trabajar con ellas. Por lo que no las borró, sólo las guardo para que cuando llegara el momento las sanara. Afrodita reconoció que ese hombre era lo que NO quería recordar.

- Yo te amér13; solté una vez terminada su explicación.

Afrodita hizo una mueca de asco y negó con la cabeza.

-De los millones amantes que pude tener en esa vida del siglo XVIII tenía que tener  a un espectro del inframundo porque probablemente mi necesidad de atención era muy grande. No tenía amigos, familia, no quería que nadie me tocara y viví aislado de todos. Entonces aparece un hombre muy amable que resiste mi veneno y ¡bum! Se hace la magia o te aprovechaste de eso.

- No quisiste recordar porque probablemente en esta vida… tú no tienes ese tipo de fijaciónr13; respondí tristemente como si fuera un delito.

- Evidentemente no. ¡Qué asco! Quizá algunos de mis compañeros lo ven normal, acostarse con hombres pero yo no. A mí me vuelven loco las mujeres.

- Entiendo. Aquel que conocí… murió.

- Obviamente se murió. Si no yo no estaría aquí, esperando ser juzgado por milésima vez en el inframundo. Y a todo esto, recuérdame tu nombre.

- Minos…

Los ojos del hermoso caballero se expandieron. Sus manos comenzaron a sudar.

- Quítate el casco, déjame verter- ordenó de igual forma a como cuando estaba con él en el pasado. Como cuando ordenaba un beso, un vaso de agua o que le hiciera el amor, aunque fuera una sola vez.

Al quitarme el casco, acomode mis cabellos porque se enredaban en la armadura. Noté que esa acción lo atrapó. Su mirada estaba fuera de sí, incrédulo. ¿Me reconocería? Me miró igual que a una pintura exquisita, la catedral de DaVinci o una hermosa estrella fugaz. Dio dos pasos al frente y quedó a una distancia prudente de mí. Tuve que contener mis ganas de besarlo, sus labios eran carnosos aunque brillosos por el labial. Era tan hermoso que no pude quitar la mirada.

-Vaya que es curioso- dijo Afrodita- las mujeres que más me gustan tienen el color de tu cabello y el mismo largo… son parecidas a ti. No entendía porque seguía una y otra vez el mismo patrón. Mi primera novia era así, la segunda, tercera, todas tenían ese cabello blanco y esa mirada fuerte. Era por tu culpa.

Me sentí afortunado y culpable. Agache la cabeza con el mismo miedo que un hijo tiene a su madre antes que le golpee. Por una parte estaba feliz de haber marcado de tal manera su alma que incluso en esta vida me buscaba inconscientemente.

-No entiendo… ¿qué parte de mí deseaba verte? No te recuerdo. Sólo mírate… Aunque- meditó un momento- si recuerdo haberte pateado el trasero, bestia.

Un pinchazo en mi corazón dolió, recordaba más nuestra pelea mortal que todo lo que sucedió antes. Sonreí, al menos quedaba algo en mí en esa nueva memoria. Extrañamente no quitaba su mirada de mi rostro. Era una especie de desagrado y admiración, como si mirase una tumba cubierta de flores. Se acercó despacio como si bajo sus pies hubiera una viga de equilibrio.

-¿A qué hora me van a juzgar? Sabes, llevo prisa, todos mis compañeros ya han sido juzgados. Me esperan. ¿Y sabes por qué? Para largarnos a descansar otros doscientos años.

-Otros- dije con nostalgia. Otros más sin volver a ver la esencia de piscis.

Me contuve, abrazarlo sería como si asustara a un conejo curioso que llegó a olfatear mi almuerzo. Afrodita sonrió al encontrarse con mis ojos. De una forma familiar.

- No me quieres ver a mí- afirmó sin dejar de sonreír- lo siento señor Minos de Grifo yo no puedo traer a su amado Albafica.

-Lo sé…

- Vaya, ¡si me quisiste!- el tonó de voz que empleó para asegurar ese hecho fue idéntico a cuando Albafica reconocía un eventor-tú, eres un idiotar- volví a ser dichoso al sentir la calidez de su mano en mi mejilla- fuiste inmune a ese veneno… eres muy valiente o muy estúpido.

No pude resistirme, era igual a aquella vez que nos conocimos donde, su indiferencia me hizo menos hasta recordarme que no significaba nada a su lado porque él, estaba maldito y yo no tenía lugar en el mundo. Esa tarde en el bosque me recordó la miseria de mi existencia a la par de la suya. Tome a este individuo por la cintura. Intentó alejarme pero lo aprisione de tal forma que mis brazos fueran pinzas.

-Planeas violarme como aquella vez… con ayuda de tus hilos, maldito cobarde. ¿Crees que no lo recuerdo? Ya estoy empezando a ver… la case de desgraciado que eres. ¡Exijo que me sueltes!

-Yo no hice tal cosa…

- Claro que sí. Le pedí a Shaka que me borrara esa sensación… por eso yo en esta vida… ¡Decidí elegir mujeres!- me gritó entre lágrimas. Me aleje de él.

Las lágrimas de ese hombre eran pequeñas agujas en mi piel. Lo cierto es que fue la única forma de poder tenerlo. De otra forma no me quería cerca. Al final, él no estaba enfadado pero tampoco complacido, estaba agradecido como lo estuviera un ave a la que dejas libre de su jaula. Él jamás sintió un beso cálido, un abrazo, el rose de una caricia, el contacto físico ni el placer. Albafica se sintió vivo esa tarde, quizá no fue el mejor modo… Después desapareció y no busque su presencia, tenía bastante trabajo y en ese instante no me interesaba. Fue hasta el segundo encuentro cuando él me pidió, casi suplicando que volviera a tomarlo. Quería volver a sentir el contacto humano y ese placer adictivo que provoca el orgasmo. “Házmelo, casi o más fuerte que aquel día… lo necesito, me estoy muriendo. Hay días que no soporto mi soledad pero nada lo apaga. Sólo tú, asqueroso espectro” Me dijo al oído. Sus sucias palabras eran el motor de mi lujuria. Así que se lo hice pero esta vez, trate de no ser violento. De nuevo a mitad del bosque, sobre mi túnica o mi capa ya no recuerdo. Estaba desesperado por sentir el contacto humano.

Puede que los dos recordáramos esas escenas al mismo tiempo, los ojos de Afrodita seguían húmedos.

-En serio que eres repugnante… tu olor es desagradable y tu cara de degenerado también. Quieres cogerme… se te ve en la…- señaló con un movimiento circular de su dedo índice mi entre pierna-un poco de discreción.

No intente cubrir la evidencia. Sí, quería volver a sentir su piel.

- Te dije que no puedo devolverte a ese hombre que ya no soy. Incluso su cuerpo desapareció del inframundo, como lo hará este hermoso cuerpo.

-Volveré a buscarte. Esperaré otros doscientos años para volver a verte…-dije. Me arrodille. Me atreví a besar su mano derecha como cuando solía besar la mano de Albafica en nuestros pocos encuentros en el bosque.

-Masoquistar13; dijo el doceavo caballero- te asesiné una vez. ¿En serio estas muy enamorado de Piscis?

¿Era piscis y no Albafica, no Afrodita, no ningún avatar? Si no la constelación, la energía de ese cosmo lo que me arrastró a él. Lo observé con esa duda en mi mirada. Afrodita sonrió como lo hacía Albafica.

-Tú no quieres el avatar, tú quieres la esencia de la constelación que me rige. Me pregunto si en el origen tú hiciste algo inapropiado para marcar mi esencia. Asqueroso- alejó mi mano de la suya y después me dio un golpe en el rostro.

Contuve las ganas de golpearlo. Quede inmóvil razonando lo ocurrido. Aunque no era el momento, él no tenía armadura, sólo era un cuerpo perfecto con una cara bonita, igual que Albafica. Aunque no sé porque me siento ansioso. No recuerdo si algo paso en la era del Mito con el primer caballero de Piscis.

-Tú debes saberlo, tú recorriste tus vidas. Responde.

Guardo silencio. Cruzó los brazos y movió el pie derecho inquieto.

-¿Ya van a juzgarme?

- Ni siquiera tú lo sabes. No sabes lo que estás diciendo.

- Sólo sé que eres despreciable  y te aprovechaste de mi falta de afecto para hacerme esas cosas vulgares.

- Eso piensas ahora, pero antes…

- Acabemos con esto, señor Juez. En verdad debo irme. Mis compañeros me esperan.

- Lo sé

Más fastidiado que con humor se abalanzó a mí y me besó. Un beso sencillo, un toque de labios tibio. Albafica no besaba así, este beso fue forzado. Lo abrace, con la esperanza de aprovechar y volver a encontrarlo. Abrí sus labios con mi lengua y sentí la humedad de su boca. Se dejó hacer con los ojos cerrados. Sus manos acariciaban mis mejillas. Su cuerpo tembló. Desaparecían los risos de su cabello. Comencé a sentir su cuerpo más ligero con un aroma floral más intenso que antes.

-Déjame ir- susurró aquella figura de cabellos azules- Minos, deja ir a mí yo actual.

Abrí los ojos. No podía creer lo que estaba viendo. Ese Afrodita desapareció y en su lugar estaba él. Albafica con una mirada piadosa y débil. ¿Cómo, en qué momento?

-No preguntes… fue tanto tu deseo que fundí mi vida pasada con esta por un momento para poder hablar contigo. No queda mucho tiempo. Debes dejar que Afrodita se vaya. Nuestras almas tienen que volver a las constelaciones.

Perplejo sin poder entender nada. Quería escucharlo pero también besarlo. Explicó brevemente que sus almas siempre vuelven a la constelación para descansar y limpiarse. Preparados así para la siguiente vida.

-Albafica… te extraño - fue lo primero que se me ocurrió. Él sonrió, fue como aquel tiempo.

- Tú no cambias- me besó. Sus besos eran más por agradecimiento que por amor. Siempre lo supe-; siempre fuiste mi balsa en el naufragio. Si no hubiera sido por ti no hubiera conocido el placer o el afecto en forma de amor por otro.

-¿Por eso me mataste?

- Mi misión siempre será defender la Tierra. Por encima de cualquier emoción o sentimiento. No te confundas, Minos. Ni en esa vida, ni en esta u otra podremos estar juntos. Somos opuestos.

- Lo que más me gusta de ti, es que por más que lo dices no lo quieres creer. Siempre estas soñando con cambiar algo. Por eso en esta vida me buscabas inconscientemente en mujeres parecidas a mí.

Silencio mis palabras con otro beso. Lo abrace tan fuerte que creí que lo rompería. No recuerdo esta fragilidad de su cuerpo. Mientras nos besábamos, comencé a sentir como era arrancada una parte de mi corazón.

- No necesitas ese recuerdo, Minos… limpia tu memoria-susurró.

Al terminar su beso, observe que en su mano llevaba una piedra azul que ingirió igual a una pastilla.

- ¿Qué estás haciendo?

- Adiós, Minos. Cumple tu papel como yo el mío.

Dicho eso, el cabello lacio comenzó a ondularse igual que las olas del mar. Las pupilas se expandieron. Afrodita estaba frente a mí con el mismo semblante molesto.

- Ya estarás feliz…

- Creí que habías dicho que no podías hacer que volviera

r13; No podía, pero esa vida quiso salir a tu encuentro. Qué asco. Lo bueno que ya me morí y borraran mi memoria. No tendré que acordarme de esto. Ni tú tampoco por lo que vi.

- ¿De qué hablas?

-Al terminar el juicio y salir por esa puerta… no vas a recordar nada acerca de piscis ni sus avatares.

- Comprendo… lo que olvidas Albafica, es que cuando las almas tienen contratos y están ligadas, por más que borres la memoria, vuelven a encontrarse.

Afrodita no respondió. Hizo un ademán molesto y de fastidio.

- Sí eso es lo que crees, pues entonces veremos en la siguiente vida, a ver si nos encuentras. Por qué en esta… te tardaste mucho.

Caminó al tribunal. No noté cuando llegó Lune. Estaba en su silla escribiendo. Observó a Afrodita, habló sobre las culpas del ser humano y la justicia que debe ser ejercida en este lugar. Él respondió con orgullo cada uno de sus delitos mientras acomodaba su cabello azul celeste. Al terminar me miró de soslayo y me arrojó una rosa.

- Espero que tengas suerte para la siguiente… pese a ser un pobre espectro, no besas nada mal.

Lune continuó escribiendo como si no estuviera o como si no hubiera pasado nada. Afrodita cruzó la puerta. La escuché cerrarse y en ese momento, arroje la rosa al suelo. No sabía cómo había llegado a mis manos y yo odiaba las rosas, las flores y ese pestilente aroma de la naturaleza.

-o-

Notas finales:

Espero haber plasmado todas las ideas que tenía en la cabeza, sobre todo la onda de la reencarnada y los avatares de las constelaciones, que eso es lo que son los caballeros, pero sólo cada 200 años para la guerra Santa regresan con Athena los originales que pelearon con ella en la era del mito y los otros caballeros que hayan existido son sólo u otros caballeros u otro grupo de reencarnaciones. Suena divertido no? Un poco complejo quizá pero me gusta.

Gracias por el tiempo


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