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Té de rosas por lpluni777

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Cuando Afrodita se encontraba solo, lo cual equivalía a la mayor parte de su tiempo, solía cuidar de sus rosas y verificar que todas ellas estuvieran en plena forma; él era el único capaz de sentir el dulce aroma de su veneno sin efectos secundarios y sabía que mientras más potente fuese el olor, más letales serían sus portadoras. No le gustaba hablar solo porque los sirvientes de su casa siempre comenzaban a murmurar entre ellos, completamente ignorantes de lo bien que les sentaba a las plantas oír la voz humana; por ésto es que durante esos momentos era capaz de oír una frecuencia relajante en una radio lejana que compró en alguna misión a Inglaterra pocos meses atrás. Sintonizaba una estación de música con pocos comentarios que le tomó mucho tiempo encontrar.

De cualquier forma, era una mejor manera de desperdiciar su tiempo que estar de pie frente a la entrada de su templo consciente de que nadie podría llegar hasta ahí —no al menos sin dar aviso en alguna de las once casas previas a la suya—, eso claro, suponiendo que algún enemigo siquiera fuese capaz de acercarse a Aries sin que los caballeros de menor rango lo detuviesen antes.

Admitía que su nueva manera de distraerse de las responsabilidades del día a día era bastante aburrida. Al menos en comparación a la de otros.

Uno de su compañeros, el escorpión, era quien más se escabullía fuera de las doce casas, yen la mayoría de ocasiones regresaba seguido por algún Caballero o guardia de menor rango con el cual al parecer había tenido una «tonta discusión sin importancia» como solía explicar ante el Patriarca. Afrodita suponía que tenía algo que ver con los crecientes rumores sobre Camus de Acuario, que hacía tiempo no regresaba al Santuario; algunos ya habían comenzado a compararlo con Mu de Aries.

Uno de esos días, cuando Piscis sintió la presencia del octavo caballero desaparecer, bajó hasta su Casa (agradeciendo silenciosamente que Shura no lo cuestionase al atravesar Capricornio) y se plantó al borde del porche ajeno, pues pensó que desde allí podría comprobar si estaba en lo correcto sobre el tema que irritaba tanto al escorpión como para salir a buscar pelea regularmente. Aunque tras un par de horas sin movimiento en la base de las doce casas, desistió; mas cuando se dispuso a regresar a su casa frenó en seco. Captó un aroma en aquél lugar, intenso, casi tanto como su veneno, pero mucho, mucho más dulce. Encontró un pastel de manzana casero dentro de un horno en lo que supuso sería la cocina de aquél templo, mas el postre no lucía para nada comestible pese al buen olor que emanaba de él.

Lo botó a la basura. Cosas tan desagradables a la vista no podían ser buenas para el estómago.

Esa misma tarde Piscis bajó al pueblo para comprar manzanas y regresó a la casa del escorpión para dejar un mejor pastel en el horno antes de que el caballero regresase.Llevó varias frutas sobrantes de regreso a su propia casa.

Le tomó una semana conseguirlo pero, con el sacrificio de cuatro decenas de manzanas y una rigurosa dieta, la siguiente vez en que cuidó de sus rosas —bañándolas con una buena cantidad de su propia sangre—, consiguió que éstas tuvieran el dulce aroma de las manzanas.

La siguiente ocasión en que Milo subió hacia el templo de Atenea, discutiendo con otra persona, el octavo caballero de oro se detuvo un momento y el doceavo notó como la vista del griego se dirigía por un momento a su jardín, el cual usualmente ignoraba con ímpetu e intentaba cruzar lo más rápido posible. En su camino de vuelta, Escorpio cuestionó si podía llevarse algunas con él, y aunque Piscis se sintió halagado, contestó que no pues las rosas seguían siendo venenosas, quizás no un gran peligro para un caballero dorado, pero venenosas aún con esas. Las personas no obsequian veneno, usualmente.

 

 

***

 

 

Aquello se volvió un mal hábito suyo, uno que no sería muy apreciado si sus compañeros se llegaban a enterar del mismo.

La próxima vez en que ocurrió, fue más bien una casualidad, pues él simplemente estaba regresando del entrenamiento un poco antes que los demás y el olor que invadió sus fosas nasales en Leo lo fascinó.

Así, por culpa de un león que sufría de insomnio y buscaba darle al café un sabor tolerable, unas rosas con aroma a crema batida vieron la luz del día.

Más tarde fue el turno de unas que apestaban a chocolate a causa de unos dulces de Aldebarán.

Finalmente llegaron otras que despedían un fuerte olor a vainilla, aunque esas las preparó tan solo para alardear un poco con Cáncer, quien apostó a que no sería capaz de conseguirlo. Y pese a la magnífica cara de perplejidad que arrebató a su compañero, bajó bastante de peso esas dos semanas, por lo que pensó dar aquél pasatiempo suyo por acabado.

Además, el único otro aroma fuerte que percibía entre los doce templos resultaba ser el característico de la casa de la virgen: incienso. Aroma que sí consideraba imposible de transmitir a sus rosas, así que se resignó a volver a su dieta habitual y esperar a que sus flores volviesen a tener su fragancia característica.

Pero la tarde en que decidió bajar al pueblo para reabastecerse de alimentos varios ocurrió algo que cambió sus planes en buena medida. Tras encontrarse al sexto caballero dorado en medio de su templo —cosa que no resultaba inusual— mientras bebía una taza de té —eso sí era algo que Afrodita nunca vio antes, a su compañero romper su rutina de meditación tan solo para beber té—, el doceavo notó algo al instante; los sahumerios de incienso se hallaban apagados pues el aroma no era tan abrumador en ese momento.

Piscis se acercó a Virgo y el caballero más joven dejó de beber.

—¿De qué es el té? —era extraño para el mayor que el líquido no produjese ningún aroma, pues incluso el la infusión más básica despedía alguna esencia que su nariz era capaz de captar, pero la bebida de Shaka no lo hacía, bien podría haber pasado por agua si no fuese por el color rojizo. El caballero rubio arqueó una ceja.

—Buenos días, caballero de Piscis —Afrodita bufó, pues los modales no le parecían necesarios ni apropiados considerando que Shaka siempre insistía en que podían atravesar su casa sin saludar, e interrumpir su meditación, pues sabía que eran ellos—… Puedes probarlo tú mismo —el muchacho hindú bajó su taza y el nórdico notó entonces a la acompañante vacía sobre la baja mesita de madera.

Que hubiera una acompañante cuando el caballero se encontraba solo, extrañó a Piscis. Algo allí estaba mal.

—¿No sería más sencillo si-

—No está envenenado Afrodita, tan solo pruébalo —como el rubio pareció volver a concentrarse más en su bebida que en su conversación, el mayor se resignó. Incluso si la infusión contenía veneno por cualquier motivo, estaba seguro de que no le afectaría, no a él justamente.

Además, tenía curiosidad.

Piscis llenó la otra taza hasta la mitad y tras olfatear el líquido más de cerca, con la esperanza de conseguir un aroma que pudiese relacionar con Virgo, volvió a caer en que no lo conseguía; no había nada de especial o diferente para él en la infusión, tan solo podía asegurar que no era té negro. Lo bebió de un trago y, aunque se hallaba caliente, no hizo ni una mueca pues el gusto sólo sirvió para reafirmar una cosa.

—Shaka… este té no tiene sabor —quizás fuere la imaginación del nórdico, pero creyó notar algo parecido a una sonrisa en el rostro del otro muchacho antes de que éste vistiera una expresión de confusión, inclinando la cabeza hacia un lado y todo.

—¿De veras? Supongo que coloqué muy pocas hojas de rosa, lo lamento, es la primera vez que intento esta infusión… Esperaba que te agradase —Afrodita sintió un tic en su ojo izquierdo.

—Espera, ¿rosa?, ¿te refieres a las plantas? —el hindú asintió—… ¿Por qué?

El rubio bajó su taza y pareció meditar seriamente su respuesta.

—Has estado bajando de tu casa con frecuencia últimamente, no es que el hecho me moleste en demasía, aunque sea una falta contra tus deberes de caballero. Tan solo pensé en invitarte algún día si volvías a bajar —Piscis frunció el entrecejo.

—Podrías haber preparado algo que supieses hacer de antemano, si planeabas hacer eso —aunque no llegó al extremo de abrir los ojos, el otro lucía sorprendido por su contestación.

—… Además extrañaba tu aroma, Afrodita —continuó Virgo.

Ambos se quedaron en silencio un buen rato, Shaka no era alguien de muchas palabras de por sí, por lo que en aquellos momentos se las arregló para no lucir incómodo en lo absoluto pese a lo que acababa de pronunciar… Eso fue una confesión, ¿no es cierto?

Al menos Afrodita sabía que nunca había tenido mucho contacto con Virgo como para que éste lo extrañase por cualquier otro motivo. El mayor suspiró viendo la taza vacía en sus manos; aquello explicaba un par de cosas.

—No soy capaz oler las rosas comunes Shaka, solo conozco el veneno de las mías, así que no asocio su aroma a cosas buenas y tú tampoco deberías.

—Nunca he dicho que lo asociase con algo bueno, tan solo, se sintió extraño que un día dejase de aparecer aquél rastro de olor que siempre dejabas atrás. Aunque fuese opacado por el incienso a las pocas horas, el tuyo es un aroma fuerte, Piscis.

Afrodita procesó esas palabras por algún rato, pero no consiguió llegar a una conclusión concreta, así pues, decidió continuar con algo que el otro seguro no se esperaba.

—Sabes que podemos dejar el Santuario por unas horas mientras aún haya tres Caballeros presentes en éste para custodiar —fue más un recordatorio que una pregunta—. He oído por parte de los novatos que el mes pasado una tienda de bebidas nueva realizó una inauguración… Estuve pensando en bajar a echarle un ojo —Shaka no se inmutó ante sus palabras.

—¿Me estás invitando a que vaya contigo?

—Yo solo te lo comentaba… Gracias por el té, aunque no fuera tan agradable. Supongo que fue un lindo gesto —uno de los pocos que el sexto caballero había realizado para con él, por lo cual lo apreciaba incluso si no había sido el mejor.

Ninguno se despidió aquella tarde, Afrodita simplemente retomó su camino en descenso después de recoger el cesto de mimbre que anteriormente había dejado a un costado suyo en el suelo, el cual planeaba llenar con verduras en la ciudad.

 

 

***

 

 

Al día siguiente Piscis pensó que no tenía sentido posponer su visita al pueblo para visitar aquella tienda, por lo que simplemente comenzó a descender las escaleras una vez que se vistió con su ropa de civil luego de ducharse.

No fue demasiada su sorpresa al encontrar a Virgo en condiciones parecidas a las suyas, «aguardando» por él en la entrada del sexto recinto. Compartieron un saludo y comenzaron a bajar la bajar las casas restantes sin conversar demasiado, saludando a sus demás compañeros en el camino.

Una vez fuera de las doce casas, Afrodita consiguió captar algo, algo que se sorprendió de no haber notado previamente...

—Apestas a jazmín, Shaka —soltó como si nada y el caballero más joven lo observó, literalmente, pues por un instante abrió los ojos aunque los volvió a cerrar enseguida.

—Es mi té favorito, mi especialidad, podría decirse —el rubio retomó su compostura.

—¿Acabas de tomar té aun cuando estamos dirigiéndonos a una tienda de brebajes entre los cuales, más que seguro, hay tés que nunca has probado? —aunque probablemente fueran imaginaciones del doceavo custodio, el sexto caballero lucía avergonzado—… Invítame luego a una taza de tu especialidad, si nuestra cita de hoy sale bien, ¿de acuerdo?

—De acuerdo —accedió el hindú.

 

 

***

 

 

Pocos meses después de aquello, en un rincón apartado por sobre las colinas que bordeaban las doce casas, un pequeño brote de jazmín finalmente mostró su color, un blanco inmaculado, frente al sol. Quien lo hubiera plantado allí se aseguraba de cuidarlo con cariño cada día.

 

 


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