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Centinela por Mascayeta

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Notas del capitulo:

Como bien reza la filosofía popular: "No hay plazo que no se cumpla, ni deuda que no se pague", se corre el velo.

…todo fue creado de la nada, los contrarios se dieron desde el origen.


Con el principio llego el fin, con la vida, la muerte, con la verdad, la mentira, y con el Amor…el odio.


El amor era la emoción que lastimaba a las criaturas de las Tinieblas, porque el amor había sido hecho por la luz. Porque fueron los únicos que entendieron que el amor era un arma de su creador. El amor se manifestaba como puro y dulce, pero en realidad era la mezcla del egoísmo, la posesión y el deseo. Era el sentimiento que destruía al débil humano, inmovilizaba al oscuro, y envilecía al ser de luz. El amor nublaba la razón, la sabiduría y, por último, cedía ante la muerte.


Entonces ¿qué hacer? Fue cuando los seiscientos sesenta y seis se reunieron y buscaron una oportunidad en el conocimiento. Una nueva criatura que les permitiera mezclarse con los humanos, y confundir a los seres de luz y a los centinelas. Pero ¿quién tendría el valor de subyugar el engendro si algo salía mal?


Los hechiceros determinaron su esencia formándola de melancolía, sed de sangre, magia y lujuria. Ideado con el único fin de vencer a quienes aborrecían, su casta estaría vinculada a los hombres, a la de los hijos de Caín y de Set; y de ellos se alimentaría por el pecado que en el interior llevan como marca desde que fueron desterrados del paraíso.


Fue cuando lo crearon. Solo ella era tan fuerte para soportarlo, para ser su madre. Solo él era digno de instruirlo y de ser necesario, destruirlo. Porque al ser diferente, pero poseer voluntad, el resultado era impredecible. Sería catalogado como un No-Muerto, como un Vampiro, como uno de los trece mil; no obstante, era disímil a todos ellos. No pertenecería al reino de las Tinieblas, porque su ser tenía también de los seres de luz.


Nació como un humano, pero fue criado como descendiente de la Casa del Dragón, heredero de Drakull. Defendido por quien se denominó su padre. Por esto, la Gran Hécate lo protegía.


Recorrió con calma los objetos del despacho. El hombre era bastante quisquilloso con el orden en cada uno de los aspectos. Además, no podía negar que la sobriedad en los detalles marcaba gusto y elegancia en la decoración.


Miro los portarretratos en la biblioteca, uno revelaba a Sakura. La foto parecía de los días de universidad por la edad que aparentaba. La castaña reía mientras abrazaba a un pequeño gato de color miel que lamía su cuello. En el siguiente, la foto de Hiyo mostraba una preadolescente con una infinita tristeza en su mirada a pesar de la sonrisa que le daba a un gato negro con las patas blancas. Sin lugar a dudas se la habían tomado cuando ella estaba distraída. Aunque no había hablado con la niña, cada vez que la observaba, podía notar la soledad en sus ojos, sentimiento bastante conocido para él.


Se dirigió al sillón frente al escritorio, sentándose encendió el cigarrillo para acomodarse a esperar a la persona que se convertiría en su guardián desde ese momento. Lilith había hecho un pacto con el hombre, Kuro Hiromi debió pedir entre otras cosas, recuperar su fortaleza, cada día presentaba una mayor movilidad e independencia. Pronto podría caminar como el día que lo conoció. Pero no era lo único, e incluso, aunque sonara completamente egocentrista, suponía que él estaba en el contrato. Los ruidos en el corredor lo sacaron de sus pensamientos, apagando la colilla, miro hacia la puerta próxima a abrirse, iba a jugar sus cartas con toda la estrategia que años de entrenamiento le habían proporcionado, desafortunadamente al enfrentarse a quien apareció ante sus ojos, su fortaleza tambaleo. El castaño le retaba con la misma sonrisa que lograba sacarlo de su centro por completo.


Al verlo no pudo ocultar su satisfacción. Zen lo había sentido desde que llego al edificio; el entrenamiento que estaba recibiendo le estaba facilitando detectar no solo a Takafumi, sino a otras de las criaturas de las tinieblas. Bien se lo había dicho su antiguo profesor de Historia del Arte, era como un maldito GPS para ubicarlas. Disculpándose con Kayama, dejo a la mujer en el comedor para dirigirse lo más rápido que pudo a la oficina de su exsuegro. La chica trato de seguirlo, pero por suerte, tuvo que detenerse cuando uno de sus estudiantes se interpuso para preguntarle por algo que no alcanzo a escuchar.


El corredor se le hizo más largo de lo que estaba acostumbrado; los que trabajaban en el piso lo saludaban con familiaridad, se había vuelto costumbre verlo entrar y salir de esa área, así que su presencia allí no era sorpresa; ahora, solo esperaba no tener que encontrarse con Kuro y Yokozawa en el mismo espacio. A pesar de todo, quería primero confrontarlo para después poder cumplir su objetivo. Como se lo recalcaron, vivo o muerto era igual de valioso.


- Tu acompañante realmente debe estar desilusionada – argumento el ojiazul tratando de mantener su pantalla – Una “comida” bastante rápida.


La cara de Kirishima mostro satisfacción, si quería jugar había elegido un fuerte oponente.


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