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Centinela por Mascayeta

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En lo que llaman el saber popular, los humanos decían frases que siendo tan simples encerraban verdades innegables. Frente al espejo medito lo escuchado a uno de los sirvientes "no hay deuda que no se pague ni plazo que no se cumpla"; tan real era que en pocas horas estaría matando a la persona que alguna vez le hizo sentir algo restringido para los de su raza, y que casi lo lleva a la destrucción: El amor.

Colocándose la capa, salió de la habitación en la que había estado encerrado los últimos días. El olor de la sangre de quienes lo rodeaban era mucho más fuerte; durante esa semana su padre se había esmerado en prohibirle consumir cualquier tipo de alimento sólido o líquido, por lo tanto, estaba expuesto a sucumbir a su sed. Se burlo por lo especial del ritual, las condiciones le parecieron en si ridículas, un humano dispuesto a traicionar a alguien querido, una criatura de la oscuridad enceguecida por el hambre y una víctima impura que no hubiese tenido sexo en semanas.

Se asomo ante el altar ubicado en el patio del castillo, su padre junto al samurái estaba esperándolo a él y a Ritsu. En el centro sobre la roca de sacrificio, Takano amarrado, completamente vestido de blanco, con su cabello corto y sus ojos avellana, miraba intercaladamente las entradas al lugar, tratando de adivinar por donde saldría quien supuestamente le había traicionado.

El mago inicio la ceremonia cuando vio a los herederos en posición. Mientras recitaba los mantras y conjuros, los dos se acercaron hasta el hombre que les entrego las dagas que servirían para cercenar el cuello del que estaba hincado. Cada uno se colocó a un lado del sacrificio, se miraron esperando el turno de hablar. El primero fue Onodera, quien lo invoco en la lengua perdida de la Atlántida. Cerró los ojos tratando de evitar que su bestia apareciera por la convocación, la lucha interna duro en realidad muy poco, lo supo cuando el perfume de Masamune se introdujo en sus fosas nasales despertando todos sus sentidos, así como los recuerdos. Era delicioso y embriagador, pero ahí, enmascarado por el aroma de jabón, se encontraba la fragancia de su amante.

Con gran enojo y una mueca de asco, abrió los ojos que brillaban rojos mostrando su ascendencia, su boca salivaba pidiendo la sangre del que se había burlado de su Casa. Lanzó la daga en dirección del samurái.

- ¿Quién eres tú para venir a engañarme? – su voz salió ronca, irreconocible incluso para él. – ¿Te atreves a presentarme una ofrenda sucia, mientras bebes con mi padre y usas a tus guardias para protegerte?

- El sacrificio ha estado aislado por completo – levantándose, el hombre acertó a responder mientras sus guardias lo dejaban protegido tras ellos. Avanzo demostrando porque era descendiente del Dragón. Con un gesto de su mano los hombres fueron retirados como moronas. Sonriendo continuo.

- Me llamas mentiroso y cobardemente amenazas a tu protector -  aunque sabiendo que estaba libre de peligro, su progenitor permitió que el mayor de los Onodera se sintiera confiado por tenerlo rodeado de espadas. - ¿Eres consciente de las consecuencias de esta burla? – el hombre víctima del miedo dio la orden de atacarlos...

A lo lejos, mientras recorría el camino hacia su nueva vida con Takano abrazado a su espalda, Ritsu recordaría la escena más escabrosa de su existencia. Después de esa conversación sin sentido, el heredero de la Casa del Dragón demostró con creces sus poderes, las antorchas que rodeaban el patio iniciaron un incendio que acabo no solo con su hogar sino con su familia. En medio del fuego, los ojos del que su amante conoció como una mascota, brillaban en un rojo intenso enfurecidos arrasando con todo a su paso. En el único momento que cruzaron miradas, pudo ver el azul acero por unos segundos, le hizo una reverencia y modulo un "gracias". Tras ese breve espacio de contemplación, solo los gritos de quienes corrían quemándose fue lo que quedo en sus oídos. Realmente podía definirlo como el infierno en la Tierra.

Pasado el suceso, en la colina opuesta, Drakull marchaba con su descendiente de regreso al castillo. El incómodo silencio fue roto por el adulto que le ordeno bajar de la montura. La pequeña escolta rodeo al joven, quien se vio despojado de los símbolos de su casa. Ninguno de los sirvientes alzo su mirada, pero el miedo era más que perceptible.

- Por tu traición, desde ahora queda prohibido tu ingreso a la tierra de las criaturas de la oscuridad. Tu nombre será olvidado por todos aquellos que te conocieron como mi descendiente. – No pudo menos que reír, su padre se dio cuenta de su atrevimiento. Sin embargo, no se arrepentía, había salvado a su amigo. - Eres un peligro para ti y para los nuestros, por eso te alejo de nuestra casa. De ahora en adelante convive con los que salvaste y date a conocer por lo que tus acciones han demostrado. - Quiso hablar, pero los ojos del mayor completamente inexpresivos mostraban algo de dolor por lo que estaba haciendo, así que tan solo bajo la cabeza en señal de respeto. – Has manchado con lodo mi linaje, pero no niego tu poder. Por tanto, te dejo libre, utiliza lo que sabes para sobrevivir, porque desde ahora eres un paria entre los tuyos. - Casi en un susurro concluyo la sentencia - De ahora en adelante, solo se recordará el nombre que como humano llevaras hasta el fin de tus días: Yokozawa Takafumi.


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