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Centinela por Mascayeta

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Notas del capitulo:

Al igual que el cazador. la criatura siente a su elegido, su vinculo sobrepasa la distancia y el tiempo. Es el simple juego del gato y el ratón.

La reunión con el grupo Aiwaka le dio una gran satisfacción, concretando aspectos en la edición del producto que ayudaron a agilizar el montaje de la película; no obstante, cuando llegaron a la oficina, Yasuda lo llamo. Una vez cerró la puerta, los reclamos por parte del pelinegro retumbaron en sus oídos.

No daba crédito a cada una de las palabras que escuchaba, ese idiota no le reclamaba por las condiciones del contrato, lo hacía por cómo, según él, había logrado cada una de esas ventajas. La gota que llenó la copa fue cuando metió a Ijuuin en la colada, antes de provocar un desastre, solo atino a dirigirse al archivo. Recogiendo cada una de las carpetas del proyecto, regreso a donde Gou.

- ¡Ahí tienes! – tiro los documentos encima del escritorio – Mañana a las diez estaré con la cotización de los materiales para divulgación, espero para esa hora tener sobre mi escritorio lo que bien te parezca que merezco.

Cuando salió tropezó con el castaño que no pudo menos que quejarse por el golpe; sin embargo, al sentir el ambiente tan pesado, prefirió guardar cualquier comentario.

Llego a su apartamento con un visible enojo, se dejó caer en la cama totalmente exhausto. Era cierto que Aiwaka en un principio había tratado de tener una aventura con él, pero después de ciento veinte minutos de intentos y evasivas, se rindió completamente sorprendida de la resistencia ante sus encantos. Cuando empezaron a trabajar en serio, la mujer reconoció que podían llegar a ser buenos amigos, eran muy parecidos cuando tenían un objetivo claro. Luego de eso, todas sus comunicaciones fueron en completa familiaridad.

Totalmente agotado, maldijo a Yasuda, odiaba tener esas explosiones de ira, le absorbían la energía dejándolo extenuado en cuestión de minutos. Aunque la comida humana podía mantener su cuerpo, para nutrirse solo la energía vital o la sangre eran el soporte. Se encamino al baño, tenía claro a donde dirigirse, a veces hasta él necesitaba algo de diversión.

En la oficina, Kirishima miraba al animador esperando una explicación por lo ocurrido, el hombre revisaba las carpetas que el administrador le había lanzado. Sin compararse con las depresiones de Kyou, la expresión del de lentes mostraba algo de las consecuencias de su acción. Ahí estaba detallado cada uno de los pasos de la negociación, incluidos los mails que Eri y Yokozawa se mandaron. En todos y cada uno de ellos se veía la gran camaradería que lograron tener en tan poco tiempo, al punto de haber comentarios propios sobre la pareja de mujer y porque algunas de las reuniones fueron pospuestas por compromisos previos con esta. Suspirando solo escucho las risas de Zen.

- ¿Entonces? Ese hombre mañana espera tus disculpas o la liquidación por su trabajo. – Devolviéndole la última carpeta, lo observó, si bien temió por la respuesta, pensó que era mejor saber a que atenerse – Los celos fueron por quien, ¿por Aiwaka o por Yokozawa?

- Te aseguro que no fueron ese tipo de celos – mascullo, organizando los papeles. Con frialdad por la insinuación le devolvió la mirada – Además, creo que es mejor que te marches, desde mañana trabajaras directamente con él, así que preparate.

El castaño sonrió. Iniciaba la etapa final de postproducción y en esta el mercadeo era lo principal, levantando la mano se despido. Al quedar solo en la habitación Yasuda giro su silla permaneciendo frente al ventanal que daba una bella vista de la ciudad de Tokio. Estaba irritado, después de que Ijuuin le contara lo ocurrido con el administrador había comenzado a investigarlo, pero cada vez que parecía tener algo, llegaba a una pared. Lo más prudente era alejarlo de ellos, pero igual se le estaba volviendo una necesidad tenerlo en el lugar. Quizás eso generaba en él un sentimiento de poder que lo envilecía, pero que le daba una satisfacción que en raras ocasiones había sentido, ¿acaso estaba pecando?

Se paro y apagó las luces, era verdad, tenían un don especial heredado a través de miles de generaciones, pero seguían siendo humanos, y por lo mismo, podían ser tentados. Era el último en la empresa, cerrando, salió para su apartamento.

Inmediatamente dejó a Yasuda con sus pensamientos, decidió caminar hasta su casa. No había llevado el auto, así que un poco de ejercicio no le haría daño, Durante esos paseos buscaba recorrer los espacios abiertos evitando, tal vez por los malos recuerdos, todo callejón o sitio oscuro que le provocara la sensación de peligro. Esa noche no fue la excepción, tomo primero por las calles concurridas de los restaurantes y almacenes, para desviarse por el parque que, aun a esa hora, estaba transitado por parejas, deportistas y uno que otro desprevenido turista. Antes de llegar al final del recorrido peatonal, diviso una figura que se le hizo conocida. Por curiosidad la siguió.

Sin notarlo quedo atrapado en las calles que cualquiera con sentido común sabía que no debía transitar a ninguna hora. El lugar parecía un laberinto, de repente el hombre desapareció. Frente a él estaba lo que parecía la puerta de un bar de mala muerte.

El tipo de la entrada lo detallo por encima de las gafas, con una clara mueca de burla lo dejo ingresar. Camino entre las parejas que se comían a besos por los diferentes espacios del estrecho corredor, llegando a una amplia sala donde el número de personas no le permitía transitar con libertad. En ese sitio los grupos bailaban y se besaban indistintamente rotándose entre hombres y mujeres, quienes, al establecer un contacto visual, simplemente le ofrecían con una sonrisa lasciva o un gesto sensual unirse a la colección. Podía jurar que en algunos de los cuerpos pudo ver pequeños hilos de sangre que resbalaban por las pieles desnudas, desde la boca de quienes los acariciaban.

Esquivando el espectáculo, diviso al ojiazul, quien besaba en el cuello a una mujer, que, entre jadeos y movimientos acompasados de sus caderas, se restregaba al cuerpo de su acompañante, con los ojos perdidos por el placer al que estaba siendo expuesta.

Yokozawa se irguió dejándola deslizar por la pared donde la sostenía, no había ninguna marca visible, dándose vuelta empezó a caminar sensualmente en su dirección.

El castaño se sorprendió por los ojos rojos del hombre, la sonrisa en sus labios a medida pasaba la lengua por el borde de sus dientes, le estremeció haciéndolo recordar los sueños de hace unos meses. Cuando lo sintió a su lado, cerró los ojos, al abrirlos, estaba solo en su cama.


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