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Espresso por kenni love

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Notas del fanfic:

Espero les guste :)

Notas del capitulo:

Antes que nada, quiero disculparme con las personas que lean este fic y también lean mi otro fic Wolfstar. No pude evitarlo, fui débil y caí en la tentación. Hace unos días leí un post en Tumblr, el cual use para basarme en esta historia, y no podía dejar de pensar en esa publicación y en todas las posibilidades para hacer un fanfic. No iba a hacerlo, no iba a empezar con otra responsabilidad, mas no pude evitarlo. Y si no sacaba esta historia de mi cabeza, no iba a poder seguir con el otro fanfic (del cual no he escrito casi nada xD)
Ahora sí, no creo actualizar seguido, y no pienso hacer un fanfic largo. Los capítulos serán cortos y precisos, puesto que tengo otro fic que atender. También, los capítulos los escribo en mi celular, así que lo más probable es que esté lleno de errores, si ven alguno no duden en avisarme.  Sólo espero les guste este pequeño AU Wolfstar.
Gracias por leer :)

Sirius observa al chico del café de enfrente. Es el que cobra y recibe la orden. Siempre sonríe con amabilidad, haciendo que sus ojos brillen de una manera inusual. Sirius lo observa más de lo que debería, pero es  imposible no hacerlo. El chico tiene un extraño atractivo, de esas personas que lucen simplonas y terminan siendo toda una caja de pandora. Sirius lo observa sin discreción, y el otro chico se da cuenta, aunque actúa como si no lo notara; incluso parece que le provoca, que juega el mismo juego que Sirius. Y eso, a Sirius, lo prende, y mucho.

Espera su descanso, contando los minutos cada diez segundos. Descuida su actitud con el cliente, no le importa. Lo único que le interesa es ese chico de mirada profunda y párpados caídos. Su descanso por fin llega y camina directo al Starbucks que está a unos cuantos pasos de su trabajo, en dónde el chico le ve llegar y sonríe, por educación, aunque Sirius sabe que está nervioso. Lo sabe porque él mismo lo está, cosa que nunca le ha pasado en la vida.

-¿Qué desea ordenar? —pregunta con una voz parsimoniosa, suave y grave. Sirius se pierde un poco en el sonido, lo graba en su memoria, en su piel que se eriza, en un lugar secreto especial para él. También se fija en sus labios, que son mucho más grandes de cerca, y en su nariz, larga y grande. Viéndolo de frente, es igual a cualquier otro chico, mas esos ojos lo vuelven completamente diferente, como una invitación a lo prohibido, a lo gamberro. Sirius está seguro que James y Peter se llevarían bien con él.

-Hola – Sirius baja la mirada y se fija en la pequeña placa plateada que tiene un nombre escrito, su nombre. Remus, forman las letras doradas. Remus, pronuncia en su mente, saboreando la palabra, repitiéndola sin descanso. Sirius pide un Espresso, lo primero que se le viene a la mente. Observa como los labios del chico se mueven al preguntar por el tamaño de su café, si lo quiere con panna o si gusta algo más. Sirius responde por pura inercia, perdido en esas largas pestañas que ocultan una tímida sonrisa.

-¿A nombre de quién?

-Sirius.-pronuncia enfatizando cada letra, con la mirada fija en el otro chico, en Remus.

Es lunes a mediodía, la plaza en la que trabajan está casi vacía, así que Sirius es el único cliente por el momento. También Remus es el único atendiendo, lo más probable porque sus compañeros se encuentran en descanso, al igual que Sirius. Así que este aprovecha y no aparta sus ojos de cada movimiento que hace Remus. Lo mira preparar su Espresso, como su larguirucho cuerpo se mueve con torpeza, como sus manos grandes y delgadas aprietan con fuerza el vaso del café, como su cabello pajizo le cae sobre los ojos, y como sus enormes pestañas aletean sobre esos parpados dormidos. Sirius suspira por dentro, sorprendido de todo lo que ese chico ha logrado causar en él en tan sólo un par de horas, y que nunca nadie ha podido causar en los 16 años de vida que tiene. Pero Sirius no es de los que observan, olfatea el terreno, se prepara para atacar.

-Te han dejado solo, eh. – Remus tarda en responder. Está sirviendo el Espresso. Sonríe un poco, se da a desear el muy cojonudo.

-Prefiero no tener descanso. Así me pagan la hora. – Sirius no responde. Lo mira y el chico le devuelve la mirada, coqueteando un poco, sonriendo nervioso.

-Te gusta trabajar, eh. – Remus se ríe entre dientes, un tanto extraño.

-No mucho. – El Espresso está listo, pero Sirius aún tiene cincuenta minutos libres y no piensa perder el tiempo observando desde lejos. Se recarga en la barra y le da un sorbo a su café.

-¿En qué escuela vas? – Remus le da la espalda antes de responder, con el pretexto de acomodar lo que ha utilizado para hacer el Espresso. Vuelve a tardar en contestar, impacientando a Sirius, provocándolo a hacer algo indebido. Se fija en la espalda de Remus, un poco ancha pero no tanto como la suya, y se fija en su trasero, compacto y abultado, opacado por el pantalón del uniforme.

-En  la preparatoria pública Rudston. – Sirius nunca ha oído hablar de esa escuela, lo más probable porque no conoce ninguna preparatoria pública. Siempre ha ido a las mejores escuelas privadas de Londres, ya que su podrida familia es asquerosamente rica, sin mencionar que mantiene una relativa cercana relación con la jodida reina de Inglaterra. Remus es lo opuesto a él, lo que su madre llamaría un andrajoso proletariado. - ¿Y tú? No eres de por aquí. – Sirius sonríe. El chico es astuto. A pesar de que Sirius detesta la sangre que corre por sus venas, no puede evitar ciertos ademanes inculcados, a la fuerza, por su adorada madre. Incluso su acento era diferente.

-Claro que sí. Nací en Londres. – Remus entrecierra los ojos, lo cual lo hace ver muy guapo, y mira a Sirius sin creer en sus palabras. Sirius se ríe, divertido de la expresión del chico, maravillado de su sencillez. – Es en serio.

-Tu acento es diferente. Más…

-¿Más qué? – Remus lo piensa por un rato, baja la mirada y sonríe ante su propio pensamiento, una sonrisa que incita a lo malo.

-Más refinado. – Cambia lo que iba a decir, Sirius se da cuenta. Ambos se ríen. A pesar de que Sirius siempre ha odiado su acento, ese día es la primera vez que agradece tenerlo. – Aún no me dices a qué escuela vas.

-Mmm – Es la primera vez que se siente así, avergonzado de su linaje, de su familia adinerada, de haber nacido en una cuna de seda. Por primera vez desea ser un chico de clase media, como Remus. Hace un ligero mohín, el cual Remus nota a la perfección. Le dice que no hay problema, que si quiere no le diga. Sirius no quiere que Remus piense que es un chico rico presumido hijo de mami, pero tampoco quiere crear un ambiente incómodo.  – No, está bien. Mi escuela es The Royal School of England. –

-¿No es ese un internado?

- Lo era. Gracias a Dios ya no lo es. Aunque a veces prefiero que lo sea, ya sabes, cuándo estoy en casa. –

-¿Y qué hace un chico de la Royal School of England trabajando en McDonald’s? – Remus no se burla de él, no pregunta con sarcasmo sino con curiosidad genuina. Una extraña calidez se apodera de Sirius, y, sin poder evitarlo, sonríe.

-Bueno, mi madre me odia, y el sentimiento es mutuo. Esto es un tipo de castigo por no hacer lo que ella quiere que haga. Me quitó todo mi dinero y pues tengo que sobrevivir. – Ahí está, esos ojos entrecerrados que comienzan a volver loco a Sirius.

-¿Sobrevivir?

-Claro, los cigarros, las cervezas, la ropa y la gasolina no se pagan solas.

-¿Gasolina?

-Yep. Tengo una moto. Si quieres puedo llevarte a tu casa para que la conozcas. – Remus abre los ojos, sorprendido ante esa invitación. Sin embargo, el chico es un hueso duro de roer; es reservado, inteligente e igual de pillo  que Sirius. Así que rechaza la invitación, aunque Sirius ya lo veía venir. Remus se vuelve  más interesante con cada segundo que pasa. Hay un ligero silencio, en dónde Sirius toma de su Espresso, sin dejar de ver a Remus, con la mirada penetrante y salvaje que tanto le gusta a las chicas. Este, por otra parte, mantiene el rostro sereno, evitando todo tipo de contacto visual, sintiéndose acorralado por Sirius, por su intensidad.

-¡Black! – Grita alguien. El mencionado no se inmuta, no aparta la mirada de Remus. Vuelven a gritar y Sirius se ve obligado a voltear. Es uno de sus compañeros, al parecer su descanso se ha acabado. Sólo duró media hora, la mejor media hora de toda su maldita existencia.

- Pensé que era una hora completa. – Refunfuña Sirius y Remus se ríe.

-Bienvenido al mundo laboral. – Sirius lo observa por última vez, de cerca, puesto que no dejará de observarlo desde la distancia. Remus se siento cohibido ante el encuentro de miradas, a Sirius le parece muy linda esa acción.

-Bah. Hasta luego, Remus. – Pronuncia con su acento refinado, con las ganas inmensas que tiene de tomarlo por el polo y besar esos labios anormalmente grandes, de bajar por su cuello y morderlo, de alterar esa expresión serena y perfecta que lo hacen ver común y corriente. Y Remus siente las intenciones de Sirius en sus palabras, en su cuerpo. Sirius lo sabe. No espera una respuesta. Da media vuelta y camina hasta McDonald’s, con el Espresso en la mano. No es hasta que llega y se da cuenta de lo que hay escrito en él. “Serious”. Y hasta abajo, con una caligrafía pequeña y apretada: “bonito nombre”. 


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