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Prometo amarte por Umi chan

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Notas del fanfic:

Después de tanto tiempo no pensé que lo primero en escribir sería de Kuroshitsuji xD loool laksjdlasd pero me gustó mucho la idea y como no era largo, por había que aprovechar. 

Espero que les guste y desde ya gracias por leer~ :3

 

~*Prometo amarte*~

    El aire fresco de la noche se dejaba arrastrar entre las rendijas y agujeros de aquella oscura y solitaria mansión. El eco del silencio resonaba entre las elegantes y estampadas paredes, donde los cuadros, de serio parecer, miraban a la nada eternamente en sus perpetuas poses forzadas y glamorosas. Si no hubiera sido por la luz de la luna, medio oculta debido a las nubes negras y desgarradas como tajos producidos por un animal en mitad de la noche, nada de ello podría haber sido captado por la existencia.

     La única luz dentro la mansión bailaba cual danzarina sobre la cera de una vela a medio derretir, cubierta de caminos tallados por gotitas somnolientas que se dejaban caer al apenas nacer. Estaba posada sobre un mueble tallado en madera rojiza y veteada, provocando sobras danzantes rojas cual infierno oculto. En la misma habitación era posible observar una gran cama en medio de ella, cubierto con un dosel de seda rojo escarlata recogidas haciendo visible entre las mantas el vivir de dos corazones.

     La roja sangre se derramaba entre sus venas y sus corazones palpitaban tan fuerte que parecían perturbar el baile de aquella llama singular, única compañía en la mansión. Se miraban fijamente, preguntando con sus ojos, azul y plata, si estaban seguros de desertar tan cobardemente. Pero no había cobardía en ellos, no había miedo, había pura y sufrida felicidad.

     —Este mundo no ha sido hecho para nosotros, ¿verdad?

     —Nuestro amor es demasiado para este infierno llamado vida, en realidad.

     Una mano grande y blanca escaló entre las sombras, hasta tomar entre sus dedos largos y delgados el fino rostro frente a él. Esos ojos plateados que tanto encantaban, un plateado derretido y frío especial, le miraban de vuelta entre las penumbras de aquel rincón desolado como dos fuentes de luz natural; cual estrellas gemelas brillando en la noche.

     —Tienes unos ojos preciosos, cariño.

     —Prefiero los tuyos, son brillantes como un hermoso atardecer en una tarde al inicio de la primavera.

     —A mí me gusta la intensidad con la que me miras. Me hace sentir tan amado como jamás lo he sido en esta u otra vida.

     Una risa ligera se extendió en el silencio, como ondas salpicadas en la superficie liza de un manantial y desaparecieron cual suspiro en el viento.

     —Es usted un coqueto.

     —También me gusta tu cabello —dijo al tiempo que las yemas de sus dedos llegaron al nacimiento de esas hebras rojizas, suaves y lizas—. Estoy seguro que se habría visto precioso si lo hubieras dejado crecer.

     —Habría sido molesto.

     Sonrió ante la típica respuesta escueta. La mano entre los hilos rojizos masajeó el cuero cabelludo, nadando entre los cabellos, notando como la persona frente a él cerraba los ojos suavemente ante las caricias cual gato arrullado con desmesura.

     —Prométeme que, donde sea que terminen nuestras almas, jamás me olvidarás.

     Tenía la necesidad que escucharlo, de que saber que, a pesar que en realidad nada de ello sucediera, él estaría dispuesto a hacerlo de ser capaz. Aquellos hermosos y brillantes ojos volvieron a abrirse con lentitud, le sonrías sin seña alguna, él sabía que se reían de su ser. No una risa de burla o desgana, era una risa risueña llena de vida diciendo: “que cursilerías piensa este hombre” pero dispuesto siempre a decir que sí.

     —Como si fuera posible siquiera olvidarse de ti por un solo segundo…

     En calor recorrió su cuerpo. Él habría preferido no hacer aquello, quería ser feliz con él, abrazados al dormir y poder caminar entre las calles de la ciudad sin necesidad de guardar distancia alguna, sin las ganas retenidas de extender sus dedos para enredarlos entre los suyos. Poder reír junto a él en mitad de los bailes mientras las otras parejas coquetean sin necesidad de ser observados como si fueran algo más cómo demonios, solo por murmullos de viejas chismosas como en un baile normal. Solo el poder decir que él era el amor de su vida… con solo eso habría sido tan feliz.

     Pero ya no había vuelta atrás. Habían prometido que se amarían hasta el último de sus alientos, y aquel aliento terminaría por perderse aquella misma noche, a la luz de esa vela casi por completo consumida. Cuando terminase de consumirse el fin habría llegado, ya no habría vuelta atrás.

     Atrajo entre sus brazos aquel cuerpo hasta fundirlo en su calor, siendo casi inmediatamente correspondido. Aquellos cuerpos enredados entre la seda roja de aquella acolchada cama, deseando jamás separarse, buscando estar así por la eternidad, desesperados por una sola oportunidad.

     —Te amo.

     —Te amo.

     —Te amo.

     —Te amo.

     Te amo. Sus manos se aferraban al otro. Te amo. Se acercaban hasta no poder más. Te amo. Ya no había vuelta atrás. Te amaré hasta que mi cuerpo se pudra bajo la tierra. Sus labios se juntaron desesperados por un último toque profundo. Te amaré hasta que mi alma se consuma por la eternidad en aquel infierno donde la sociedad nos quiere enviar. Las lágrimas resbalan traviesas, mezclando su salino ser. Te amaré incluso si ya no tengo fuerzas para resistir. La vela chispeó una última vez antes de desaparecer en la oscuridad. Yo te amaré, tal y como te amo ahora…

     Y la noche volvió a aquel silencio, con la luna llena destellando mordida en el universo infinito. Solo con un trago se terminó de oscurecer. Con las manos entrelazadas y con el latido cada vez más lento, la vida se va extinguiendo, volviéndose un murmullo en la lejanía y recorriendo el sendero de la eternidad, llevándose el amor a carga en el hombre, tomando caminos oscuros y escabrosos.

Te amaré a pesar de que no me recuerdes…

     Primero perdiendo el tacto, luego el oído y finalmente el aliento. Entrelazados sus dedos quietos y moribundos, cadavéricos cuerpos de fino atuendo. Deseando juntos en un intento siempre estar se pierden en el mundo real, cayendo cerca del otro, para separarse sin más.

Te amaré tal como lo prometí aquella noche.

~*~*~*~*~*~*~*~*~* ~*~*~*~*~*~*~*~*~*~

     —¡Grell Sutcliff! ¡Despierta!

     La oscuridad fue tragada por una luz enceguecedora que envolvió por completo su ser. Respiró entrecortadamente, sintiendo el peso de los recuerdos acumularse en su garganta. Su mirada apenas se enfocaba, insuficiente sin importar el esfuerzo ante la ausencia de sus anteojos sobre su nariz. Sus pulmones parecían buscar oxigeno con brusquedad y desesperación, pero el nudo de recuerdos no permitía por completo su paso, dejando un camino de llanto en sus mejillas. Parecía ciertamente desorientado y aquello desorientó aún más a aquel que lo presenciaba.

     —Hey, Sutcliff, mírame, soy yo, William. ¡Reacciona!

     Entonces lo vio. De esos ojos verdes y amarillos la pena se derramaba desesperada en una cascada de infinita desolación. Y él, él apenas lo distinguía entre la borrosa imagen frente a él, notaba aquel cabello oscuro perfectamente peinado y un rostro blanco, pálido de tez, igual a la silueta de aquel que le sonría al despertar en aquellas noches que se fugaban del mundo en una habitación.

     Trató de alejarse a la vez que secaba sus lágrimas dejando espacio libre para las que siguieron cayendo a continuación. Su cabello largo y rojizo de agitó a la vez que se enderezaba en un intento de respirar correctamente. Sentado en aquel camastro en donde ya se le había hecho tarde para trabajar, con las yemas de su dedo gordo y el índice sobre sus ojos, trataba de sorber aquel sentimiento amargo y volverlo a encerrar.

     Cuando estuvo a punto de poder respirar como la vida le había dictado, un peso junto a él y una mano en su hombro interrumpieron el intento de auto-consolación. Vio la silueta oscura a su lado, con ese rostro pálido y sintió aquella gran mano por sobre la tela de su roja ropa.

     —Em… ¿Estás bien?

     El aire aun temblaba al salir de su cuerpo. Y sin poder evitarlo lo hizo. Junto su cuerpo ante aquella borrosa silueta, ocultando su lagrimoso rostro en su hombro, suplicando porque no lo corriese de un manotazo. Pero nada ocurrió. Y sintió su aroma. Aquel aroma que todo shinigami posee, el olor del momento de su muerte. Las lágrimas volvieron a acumularse en sus mejillas, recordando la penumbra de la noche y esos mismos brazos sujetándole fuertemente.

     Tal vez él también debió haberle hecho prometer amarlo toda la eternidad. Porque amarlo aún podía, pero no sabía si el dolor que venía atado a este amor olvidado valdría siquiera la pena. Sentía su cuerpo tenso e intranquilo, aquel cuerpo que tanto deseaba abrazar, estrechar con toda libertad entre sus brazos. Si, aquel cuerpo del cielo encarnado en donde tantas noches había soñado volver a estar.

Porque te he prometido amarte…

     —¿Grell? ¿Te encuentras bien?

     —Sí… —se levantó cual elegancia natural había adquirido obligadamente en su niñez y se acercó al escritorio donde reposaban unos silenciosos anteojos rojos. Se los puso secando una última vez sus ojos verdes y amarillos, y sonriendo como si nada hubiera ocurrido, como si las lágrimas no estuvieran marcadas aún en sus mejillas, o estas mismas aún humedecieran el hombre del hombre sentado en su cama, salió de la habitación diciendo—. Vamos, se nos hace tarde para trabajar y no quiero hacer más horas extras.

     Pero el silencio fue lo único que se fue con él, quedándose aquel hombre en su habitación, resguardando su propio silencio sin comprender, buscando entender sin éxito alguno lo que se acababa de desplegar frente a sus ojos.

Porque te he prometido amarte incluso después de la muerte.

Lo he prometido aquella noche de cálida primavera.

He prometido amarte.

Pero no has prometido recordarme.

Y he sido sentenciado a esperarte.

A ilusionarme al tan solo mirarte.

Y a escucharte despreciar mi ser.

 

 

~*Fin*~


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