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Esposado por la maldad por AGR

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Notas del fanfic:

Informo que los personajes de Saint Seiya no son de mi auditoria. La historia plasmada en el fic es original.

Esposado por el mal.

 

Con una gesticulación marcada en su rostro impávido, se dirigió hasta las gradas que le llevarían al tercer piso donde estaba su estrecho apartamento de una habitación, el cuarto de baño y una pequeña estancia dividida con la cocina. Pero no era su apartamento lo que le producía tener cautela sino aquel repentino escalofrío que siempre aparecía justo cuando abría esa puerta para comenzar a subir.

 

Su parte racional buscaba las mejores explicaciones para ese estremecimiento que conseguía erizar su piel. El frío era una causa de ello, una idea bastante lógica para aferrarse a ella, así como las horas extenuantes de trabajo que te desgastan y te hacen ver cosas que no existen, pero su otra parte la intuitiva, le decía que tuviera cuidado o que se alejara de aquel lugar con prontitud.

 

Se animó así mismo a comenzar a subir escalón por escalón, sintiendo los pasos más pesados que de costumbre. Estaba comenzando a odiar ese edificio y por ello salía del trabajo a buscar un lugar mejor donde vivir, pero su presupuesto no podía abarcar un alquiler mayor, por eso terminaba ahí en ese hueco.

 

El azote rechinado de la puesta de metal le hizo darse de inmediato la vuelta, el viento no era lo suficiente fuerte para cerrarla con tal golpe, la bombilla que iluminaba esa escalinata bajaba y subía la intensidad de luz. Llevó su mano al pecho en forma de puño esperando encontrar algún fantasma que se presentara, pero en vez de eso el pomo de la puerta comenzó a moverse, pero la puerta no cedía, estaba fija en su lugar.

 

Dio la vuelta para subir de dos en dos los escalones, necesitaba llegar a su refugio aquel que le alejaba de su hiperactiva mente que no dejaba de causarle un temor innecesario. Al llegar cerró con doble llave y por si las dudas, colocó un pequeño estante lleno de libros bloqueando la puerta. Dejó caer su abrigo dispuesto a darse un baño, por suerte tenía agua caliente o si no se vería obligado a ducharse con agua fría y no le agradaba mucho aquella idea.

 

Media hora de un buen baño para relajar cualquier tensión de una larga jornada de trabajo. Fue así que al salir del baño se metió en la cama jalando una manta para dormirse casi de inmediato, para su suerte poseía un sueño bastante pesado, pero había ocasiones en que despertaba a mitad de la madrugada, escuchando en el pasillo voces que susurraban y no es que fuera un hombre fisgón, pero si precavido y por ende buscaba la forma de escuchar lo que decían más nunca podía entender alguna palabra de lo que tan secretamente hablaban.

 

–Hyoga.

 

Abrió sus ojos al escuchar que le llamaban cerca de su oreja, podía sentir un aliento nauseabundo penetrar por su nariz al punto de hacer que tosiera un par de veces. Intentó incorporarse, pero algo, una extraña fuerza le mantenía prisionero en su propia cama sus manos y pies estaban inmovilizados.

Gritó pidiendo ayuda cuando sintió la brutalidad de ser poseído, sus piernas estaban abiertas y ese algo sobre su cuerpo le profanaba. Luchaba sin conseguir liberarse, esos extraños susurros se volvían a escuchar, provenían del pasillo por lo que gritó más duro sintiendo el picor de ello en su garganta, pero nadie intentaba abrir su puerta para que le auxiliaran.

 

La agresión fue rápida y así como estaba inmovilizado, de inmediato le liberaron. Se bajó de la cama vomitando, mientras que todo su cuerpo temblaba, prendió las luces quedando despierto por el resto de la noche.

 

Cansado y adolorido fue al trabajo, recibiendo las burlas de sus compañeros por aquellas marcas de mordidas en su cuello, no se había percatado aquella mañana al darse un baño no estaban ahí pero el dolor si le era molesto. No podía contarle a nadie lo sucedido, seguro le dirían que está loco, fue su pensamiento inicial por lo que se mantuvo callado.

 

Esa tarde vagó por las calles, intentando comprender lo sucedido, esa voz dominante y luego la agresión, algo no estaba bien. Sin saber a dónde ir volvió a casa, pero sus pasos resultaban pesados y las palpitaciones se volvían erráticas en sus movimientos, el sudor comenzaba a mojar sus dorados cabellos y sus manos parecían dos marquetas de hielo, todo eso conforme se acercaba al viejo edificio.

 

Para su suerte un hombre estaba entrando así que corrió para darle alcance y sentirse acompañado, seguro era el nuevo inquilino que tenía apenas una semana de estar ahí. No era cobarde, pero hay cosas inexplicables que pueden aterrar al más valiente. Miró al hombre alto que iba subiendo así que le siguió.

 

–Soy Hyoga, no he tenido la oportunidad de saludarle. Vivo en el apartamento frente del suyo.

 

No recibió más respuesta que un gruñido por parte de aquel extraño, su mano quedó saludando a la nada, así que la bajó para continuar subiendo. Se dirigió a s puerta para abrirla, notando que el hombre le observaba de forma extraña, con una expresión inescrutable que le produjo un escalofrío. Apresurado entró sin despedirse, solo cerró la puerta y se fijó en la mirilla de esta percatándose de que el sujeto se mantenía en el mismo lugar mirando ahora a su puerta.

 

Se alejó hasta que el otro se adentró a su apartamento dando a Hyoga un respiro.

 

La cena solo se basaba en una ensalada de pollo, papas fritas, refresco, nada costoso, pero de buen sabor. Leía un poco mientras que degustaba su aperitivo si es así como se le puede llamar.

 

Un etéreo aroma a algo descompuesto bañó su hogar obligando abrir la puerta, solo para encontrarse a su extraño vecino frente de su puerta con esa mirada imperiosa que podían consumir a cualquiera que se dejara cautivar por ella.  

Retrocedió antes de chocar contra este arrugando la nariz por ese aroma que comenzaba a inundar el pasillo. 

 

– ¿Qué demonios haces frente a mí puerta? 

 

–Algo huele mal.

 

–Ya lo sé. Disculpa no quería ser grosero, solo que ese aroma es molesto y usted me ha dado un susto de muerte. 

 

–Quizá es un animal muerto. 

 

– ¿Se le ofrecía algo?

 

–Solo tenía curiosidad por ver de cerca ese pentagrama. 

 

– ¿De qué habla?, demonios, esto no estaba ahí cuando regresé.

 

–Es evidente que alguien quiere molestarle. Hyoga.

 

Limpió aquel extraño dibujo marcado con una tiza blanca, ignorando la despedida de su vecino, no le gustaban esas bromas y menos cuando estás eran relacionadas con índoles satánicas. Cerró la puerta observando una vez más por la mirilla, notando como ese hombre salía de su apartamento, mostrando una siniestra sonrisa al mirar a su puerta, es como si supiera que lo estaba vigilando, se apartó hasta chocar con su cama donde se dispuso a intentar conciliar el sueño.

 

Las voces eran cada vez más molestas, como si fueran el eco de los susurros de una Iglesia, eran aproximadamente las tres de la madrugada cuando prendió la luz para disponerse a callar a los que estaban platicando afuera. Un fuerte tirón en sus rubios cabellos le hicieron detenerse y ahí estaba de nuevo inmovilizado azotado contra la pared mientras que algo le penetraba haciendo que gritara pidiendo esa ayuda que no llegaba. 

 

Sus piernas estaban abiertas y sus pantalones de dormir hechos tiras en el suelo. El ardor era constante conforme le penetraba, era brusco, con una fuerza que no se puede describir con palabras cuando su cuerpo estaba suspendido y pegado a pared. Se disparó un dolor cuando ese algo mordía una de sus tetillas dejando un visible enrojecimiento que pronto se formaría en morete. 

 

Cayó de golpe al suelo, con su cuerpo temblando, mientras que se acurrucaba llorando al verse expuesto a una violación por segunda vez. No podía culpar a nadie de su desgracia. 

 

Despertó a eso del mediodía, su cuerpo doliendo, había perdido el día de trabajo así que llamó a su jefe excusando su ausencia de que estaba muy enfermo y apenas podía salir de la cama. 

 

–No se ve muy bien este día. 

 

–Disculpe debo de irme.

 

Escueta respuesta a esa afirmación, pero no gustaba de hablar con nadie en ese momento. Se subió más el abrigo al sentir el choque fresco de esa ventisca que anuncia un pronto invierno. Caminó por largo espacio hasta llegar a esa Iglesia, quizá podría buscar consuelo o una respuesta a lo que pasaba con él, pero no quería que le vieran como loco.

 

Rezó sin dejar de llorar, sacando en ese momento la frustración que mantenía oculta. Se sorprendió ver a su vecino platicando amenamente con el sacerdote que le miraba de forma furtiva, podía jugar que le estaba hablando a él en lugar de su acompañante. Se levantó para retirarse, sintiendo ese nudo en su estómago de que algo no estaba bien. 

 

Regresó a casa obligando a sus pies moverse para subir por la escalinata, el escalofrío erizando su piel, ese extraño aroma y el susurro de voces que parecían legiones que se venían sobre él. Con un impulso de desesperación corrió hasta llegar al tercer piso mirando el mismo pentagrama que estaba en su puerta, pero ahora en el suelo junto a su entrada.

 

Una camisa suya estaba ahí teñida con una especie de aceite o algo así. Sus orbes se abrieron cuando vio una foto en una de las puntas de ese pentagrama, pero esa imagen era la suya siendo poseído por esa fuerza. Las agarró, así como su camisa sin prestar atención al mechón de cabellos rubios que se encontraban envueltos en una cinta negra.

 

Quemó las fotos y botó su camisa sacó unos baldes llenos de agua para lavar aquello de su entrada. Un fuerte mareo le hizo sostenerse de la pared, todo daba vueltas y su mirada comenzó a nublarse. Varias veces respiró profundo para contra restar ese malestar tan repentino. 

 

Se aferró al marco de la puerta para entrar a casa, sentía un ardor cocinando sus entrañas, el aroma fétido robando su aliento, todo de pronto fue oscuridad. 

 

Dos hombres estaban frente a él, uno de ellos era su vecino y el otro el sacerdote que estaba platicando con él. Se incorporó sintiendo la presión en su cabeza, mientras que le obligaban a volverse acostar, necesitando saber qué fue lo que le sucedió. 

 

–No te precipites, es notorio que no está bien. 

 

– ¿Qué hacen aquí? 

 

–Mi hermano y yo te encontramos tirado en el suelo así que nos vimos obligados a entrar y traerte a la cama.

 

–Él es Shun, que su compasivo rostro no te engañe, puede ser un demonio. 

 

–Respeta mi orden Ikki. Te hice algo de comer tienes que alimentarte.

 

–No quiero, estoy bien, necesito estar solo. 

 

–No discutas, y bebe de la sopa, es un pecado desperdiciar los alimentos. Buen chico.

 

Terminó de comer sintiendo que su cuerpo recuperaba algo de estabilidad, pero aún no comprendía lo sucedido, recordó el pentagrama, las fotos y su camisa, estaba lavando el suelo y luego nada más podía recordar. Despacio y con ayuda de ese hombre se incorporó hasta quedar sentado al borde de su cama.

 

Nada parecía estar fuera de contexto más que sus pensamientos que se disparaban por todas partes. Los sucesos de la noche anterior, ver a ese sacerdote que estaba ahora frente de él mostrando una cálida sonrisa y no esa llena de malicia cuando le vio en la Iglesia, su mirada no era extraña.

 

El hombre al que llamó Ikki, salió de su hogar dejando al sacerdote a solas con él. Ninguno dijo nada, Hyoga miraba incómodo a la puerta, mientras que Shun le observaba directamente como si buscara algún secreto a descubrir. 

 

Estaba tenso, angustiado, y eso no le agradaba, pero su tensión aumentó al ver como a Ikki, ese era su nombre entraba a su casa con unas cuerdas en las manos. Intentó escapar ante lo que ya era evidente, pero el fuerte agarre de Shun se lo había impedido, se sentía débil y con sueño.

 

Los susurros eran más claros ahora, no podía diferenciar con exactitud el significado de aquellas palabras. Se obligó abrir los ojos para enfocarse o más bien adaptarse a esa oscuridad, podía sentir el delgado colchón sobre el suelo y esa maloliente colcha con que se había cobijado durante el tiempo que estaba perdido en los sueños o eso pensaba.

 

Se aferraba a la pared, era de concreto, pero en mal estado por lo que sus dedos podían sentir, siguió caminando despacio buscando algún interruptor o puerta. Nada no había nada y lo que más se asemejaba a una salida no tenía pomo para abrir. Dio vuelta a la habitación chocando con un balde, pero al parecer este no tenía nada adentro.

 

La voz que se alzaba sobre otras era de Ikki, su tono fuerte y demando silenció a las otras, pudo escuchar a Shun con su tono aniñado que informaba que era hora de la ceremonia. La luz iluminó de repente la habitación haciendo que Hyoga retrocediera hasta quedar al otro extremo de la habitación, notando que no había ni una ventana por donde escapar. 

 

Ikki acompañado de Shun entraron a su nuevo recinto, ellos vestían con sotanas negras con capuchas y una cadena con un pentagrama luciendo sobra sus pechos. No podía ver sus rostros, ni sus manos al estar enguantadas. Tenía miedo uno que calaba hondo hasta sus profundas entrañas.

 

–Pareces un cervatillo en una jauría de lobos. No debes de temer Hyoga, solo tienes que seguir nuestras órdenes y todo saldrá bien, si te resistes nos veremos obligados a castigarte y no querrás eso.

 

– ¿Qué sucede?, por favor dejen que me vaya.

 

–Llevas a mi hijo y la ceremonia debe iniciarse cuanto antes. 

 

– ¿Hijo?, eso es imposible, necesito irme.

 

Fue llevado a la fuerza no tenía escapatoria para ello, una gran mesa vestida con una aterciopelada tela de color negro, un altar con una copa de bronce o quizá de oro, al menos veinte hombres alrededor de esta que daban espacio para que ellos pudieran llegar a ese altar. 

 

Entre patadas y jalones le acostaron, ataron sus tobillos y muñecas, pero el igual seguía luchando por soltarse siendo ignorados por esos hombres que se acercaban más acariciando panza plana, estaba desnudo, expuesto a ellos que le tocaban metiendo sus dedos a su ano para luego hacer una reverencia.

 

Shun se había colocado frente de todos con Ikki a su lado, vertiendo gotas de sangre sobre su cuerpo al salpicarlas como si fuera agua bendita, mientras que elevaba plegarias que no entendía, eran esos susurros y ahora tenían rostros ya que cada uno de ellos cantaban junto a él con devoción. 

 

Una cruz invertida fue colocada en su pecho mientras que Ikki le cortaba lo suficiente para que su sangre fluyera libre. De nada valían sus gritos no podía más con eso. Cada uno le cortaba y pasaban sus lenguas por sus cortes, escociendo por el ardor causado de sus dientes al raspar.

 

Le azotaron según ellos para purificarle ya que el sacrificio del dolor era digno para congraciarse con los demonios que se alimentan de ello. Debía ser aceptado por su satánica y perversa pareja. No quería esa vida, no estaba dispuesto a ello, pero salir y escapar no podía. 

 

Cuando creyó que todo había terminado le violaron con tal brutalidad que sangraba, su aro de carne estaba sin duda quemado por la fricción. Le bañaron de sangre y se vio obligado a beber la sangre que Ikki había vertido en la copa mezclada con la de él. Taparon su nariz para que no volviera a expulsar.

 

Cuando terminaron con él fue llevado a esa habitación donde le acostaron ya aseado y curado. Así tendido en la cama dormido por días le mantuvieron en aquel estado. 

 

El tiempo para Hyoga era incierto, ya no recordaba cuando fue la última vez que se dirigió a su trabajo o comió una hamburguesa en el parque. Ahora solo pasaba los días encerrado en esa habitación y su piel se iba estirando conforme crecía aquella panza donde albergaba a un ser que ignoraba si era o no un demonio.

 

Le sentía moverse adentro, provocando incomodidad y dolor, pero era todo lo que tenía y la idea de ser padre ya no le aterraba tanto solo el pensamiento de que este fuera malo o lo quisieran sacrificar. Se acarició un poco teniendo como respuesta lo que parecían patadas por parte de ese neonato. Imaginando su rostro, pero esas imágenes de demonios le hacían querer sacar a ese infernal ser de sus entrañas, al punto de vomitar por el asco que sentía.

 

Ikki como Shun, llegaban a verle y darle de comer, en ocasiones Ikki le acariciaba su mejilla sonriendo con malignidad, logrando paralizar a Hyoga como sucedió en su viejo apartamento. Su vecino era el mal. Un fuerte dolor le hizo gritar haciendo que Shun entrara a su habitación.

 

Un líquido mezclado con sangre estaba saliendo, no entendía aquello muy bien, pero el dolor era insoportable y sabía que si pequeño estaba por nacer. Ikki, entró minutos después ayudando a Hyoga a incorporarse de ese colchón sucio hasta llevarle al mismo altar donde le torturaron. Comenzó a gritar en un vano intento por liberarse, pero su hijo estaba causando un dolor intenso. 

 

El llanto pronto alejó el silencio de la estancia, su hijo ahora estaba siendo aseado en una especie de tina, solo pudo ver unos castaños cabellos antes de quedarse dormido. 

 

–Está muy bien, cicatriza rápido. Me he preguntado, ¿ahora que tienes el hijo le matarás?, es un humano. 

 

–Y es mío, he sembrado mi semilla en él y lo ha parido. Me pertenece.

 

En el seno de esa pequeña habitación alumbrada por petición que le fue concedía, admiraba a su hijo correr en círculos hasta caer sentado y ponerse a llorar. Hyoga se acercó para consolarlo con alguna vieja canción de cuna que recordaba de su madre.

 

Acarició su espalda hasta que dejó de llorar, le separó sentando a este en el colchón, siempre buscando en este algo extraño que le pudiera ver como demonio o satánico, pero no había nada de eso, era perfecto.

 

Seiya resultó inquieto, muy vivas para sus cinco años, pero tenía un aura de maldad y en sus ojos se refleja la perversidad que le producía cierto temor, pero cuando sus pequeñas manos le sujetaban todo era distinto, no había miedo. Ikki les miraba desde la puerta, no se movía ni decía nada, solo miraba atento todo lo que pasaba con ellos. Hyoga por su parte le ignoraba, pero algo en sus entrañas le decía que nada terminaría con un final feliz.

 

-FIN- 

Notas finales:

Hola!

Aquí les dejo esta historia algo extraña. Como bien muchos saben los escritos de terror no son mi fuerte, pero gracias a ustedes voy aprendiendo un poco de como llevarlo.

Falta mucho, pero hago mi esfuerzo.

Gracias a todos ustedes que me leen y me dan su apoyo con sus lindos mensajes tanto en este foro como en mi correo.

Saludos!

Kisus pervertidos


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