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L'entente amoureuse por Marcianita

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Notas del fanfic:

Personaje/ Pareja (s): Lenalee Lee, Lavi (Bookman Jr.), Kanda Yuu.

Advertencias: Lenalee centric, adulterio, romance entre bastidores, por tanto romance a veces inentendible, es un fic de omisiones y verdades aparentes, un triángulo un tanto extraño y amorfo, homofobia, entorno machista, Au; del siglo XIX. Por tanto posibles discrepancias históricas, y contenido histórico. Ah, Lavi es un pintor. Se verá el paso de los años, por tanto personajes mayores ¡Este es el más grande testamento de mi vida! Posible Ooc. Con el tiempo creo que esto se pone algo cruel… Lavi… eres una rata. Muerte de algunos personajes.

Desclaimer: Ningún personaje me pertenece, todos son de Katsura Hoshino.

Aviso: Esta historia participó en el Reto de Mayo-2018: "El violinista" del foro "La Mansión de los Campbell”. Obtuvo el tercer lugar, y en realidad esta historia era un oneshot, que... por razones de comodidad partí en ¿5? partes a la hora de publicar aquí. 

Uno  


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Había pensado escribirle; era un pensamiento que se le había pasado por la cabeza en más de una ocasión. Al mes siguiente de su último encuentro, cuando los negocios de su hermano fueron de forma implacable hacia arriba y le aseguraron el éxito; cuando se le insinuó el compromiso… cuando accedió.


Aun con todo, las cartas pensadas jamás pasaron de una línea, y acabaron en el basurero en vez de en manos de un cartero. El nerviosismo de un error —que deseaba olvidarse— adolescente precedía a su deseo, y lo anulaba. Luego la idea de un escándalo póstumo le llenaba de desgana, o hasta la insensata idea de que alguien pensara urdir, entre ambos, una tardía historia de amor.


Y así había sido, hasta que su temple se desmoronó y quiso buscar algo de consuelo. Su matrimonio se generó en años posteriores a “La guerra del Opio*”, y pese a que ella nunca sintió ser parte de ese país, los rumores corrieron rápido, y pasó de ser la esposa, a un trofeo. La puta china, que vino a manos de un hombre ascendencia japonesa, pero al final de cuentas nacido en Inglaterra.


Fue más un impulso, que controló con rapidez sus acciones, cuando por fin en una hoja blanca se atrevió a escribir, una fecha, un nombre, y la pregunta: «¿Te apetecería venir a visitarme?».


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Nunca recibió respuesta y se creyó ignorada. Lavi era un artista de fama remota, pero suficiente como para poder rodearse de buenas amistades.


Ella aun lo recordaba siguiendo a un pequeño viejo, de aquí a allá, con varios lienzos en manos, y esperando el regaño consecutivo porque su técnica aun no era suficiente. Él siempre olía a pintura, hablaba a voz fuerte en multitudes, y cuando estaba a solas con ella; lo hacía casi a susurros. Aun recordaba cómo…


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El desencanto no duró mucho. Él apareció un día en su puerta, las ropas, conforme a la moda del momento, pero en vez de sobrios colores el color dominaba su atuendo. Se sacó el sombrero y haciendo ademanes, insulsamente dramáticos, preguntó:


 —¿Me esperaba?


Ella por supuesto que lo hacía.


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Lavi silbó a lo alto ni bien entró a sus recintos. Era una sonata que denotaba la clara impresión hacia lo observado… también había cierto toque de desprecio. Sin molestarse en fingir buenas dotes de anfitrión, ella le dio un codazo disimuladamente, y le hizo sentarse entre las mesillas que estaban dispuestas en el jardín. Su lugar favorito para merendar el desayuno.


La charla siguiente resultó incómoda. Lavi parecía observar consternado las cosas, Lenalee no sabía ni cómo comenzar la conversación. Decir, «¿cómo te fue en la vida desde que me fui?».  Sonaba fuera de lugar, y hasta tenía un deje de crueldad.


Ella aun recordaba promesas de huida y escape, dichos por labios ajenos. Aun se preguntaba si todo no era más que un juego para aliviar, o una propuesta presta a ponerse en marcha. Ella…


—¿Un hombre rico? —Él preguntó. Su ojo fijo en ella, la lengua serpenteante lista para proseguir…  —. No creía que tu hermano haría lo mismo que otros. ¿Darte al mejor postor?


Lenalee resopló casi con desprecio. Las palabras se injertaron en ella, y le susurraron que en algún momento pensó lo mismo. Komui dijo que no podía hacer mucho más, ahora que tenía dinero suficiente, no podía permitirse el dejarla sin nada. Las mujeres no podían heredar*, esa era la realidad, y una vez asumiéndola no quedaba más que buscar a quien podría convivir mejor con ella, aquel, que tal vez, ella algún día podría amar.


Kanda fue la propuesta que vino de improviso. Sir. Tiedoll creía a su hijo listo para tomar una mujer, y pese a que el joven caballero tenía un ánimo taciturno, poco a poco se volvió un compañero agradable. No tardó mucho tiempo, para que la misma Lenalee sienta que tal vez; solo tal vez, él de verdad podría hacerla feliz. Así que…


 —Claro que no fue así. Encontramos al mejor para estar conmigo y ya está.


—Apuesto a que es solo un mimado niño rico.


 —No, es un héroe de guerra, para que te conste.


—¿En serio? ¿Cuán viejo está, cuánto dinero movió para el puesto?


Revolvió los ojos, cansada.


—Eres el colmo. Es un hombre joven, que merece el título, fin. Lavi, por favor deja de hablar si no sabes nada.


Lavi ante su respuesta dejó el interrogatorio indecoroso, y solo rió la mar de entretenido.


—Deseo con ansia que me lo presentes.


—Hoy él volverá de viaje. Lo más seguro es que llegue para la reunión en casa de la señori*… de su hermano.


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La reunión fue pasada la noche, y Lavi rápidamente se volvió un tema fácil del que hablar.


Ella aun recordaba que él siempre fue así. Su nacionalidad lo volvía desde despreciable a entretenido. Francés*, decían, tanto sea con desdeño como curiosidad. El país que había caído ante la fuerza anglo-prusiana hace no demasiados años*, aquel que cimentó ideas muy salidas de lo común donde un rey ya no podía tener potestad; ese que al final tuvo que adoptar de nuevo uno. Francia el que creó la crisis común con Irlanda*, el común enemigo, el… Lavi, solo vivió en el país por unos seis años, y luego pasó su tiempo de lado en lado. No creía ser francés, aun sea que su lengua a veces lo traicionaba, y lograba hacer a sus palabras ricas en acentos, y rebosantes de plácidos ronroneos.


Aun con eso a él le gustaba llamar la atención. No quería a su patria, pero reconocía sus fortalezas con tranquilidad, hablaba de los fallos del gobierno inglés, y hasta se disponía a hacer tiernas burlas a la reina. Desagradable, decían, pero con el mismo cinismo, era visto como una bestia entretenida para platicar. Fuera de eso, era un buen sabedor de literatura, y por supuesto, arte.


Por supuesto, esa noche perdió a su compañero, y ante su soledad se fue a charlar y comer canapés con la señorita Miranda, y vio de minuto en minuto la puerta. Expectante a la llegada de su esposo.


Kanda llegó a eso de una hora. Como siempre tenía caminar firme y dominante, la mirada fija al lugar indicado. Y según el ceño fruncido de su rostro, pasó por un mal viaje. Ya se temía una charla que versaba acerca de gente incompetente, tonta y lenta. A sabiendas de eso, se acercó a él.


 —Por fin llegas, querido*.


Él resopló, y antes de contestarle miró fijamente a su rededor; descontento.


—El cochero era un imbécil, amarró mal al caballo y en medio del viaje el animal escapó y nos dejó barrados. Maldito idiota.


—Bueno, ahora cálmate, no viniste aquí para hacernos pagar lo de tu viaje.


Kanda chasqueó la lengua, con disgusto, pero aun así no opuso queja alguna cuando ella enganchó su brazo al suyo y lo arrastró a donde se reunía la gente. Había una aglomeración rodeando a Lavi, pero cuando ella se acercó lo suficiente, él sonrió a la par que levantaba una ceja y, sin muchas vueltas apartó a la multitud y se acercó a ella.


Previo a lograrlo, Lenalee notó como el ojo de Lavi recorría sin disimulo el cuerpo de su esposo, y ella estuvo segura que había un deje de sorpresa en su rostro, cuando notó que —¡oh! — Kanda no era ningún hombre viejo, y que su rostro no era el de un niño mimado.


Él adelantó una mano y dijo:


—Mi nombre es Lavi Bookman, ¿está bien que asuma que tú eres el esposo de mi querida Lenalee?


Kanda enarcó una ceja, seguramente preguntándose de dónde el hombre había sacado las agallas para hablarle sin rastro de etiqueta, e ir diciéndole “querida” a su esposa, o hasta simplemente tutearlo. Por supuesto, no le entregó la mano.


—¿Y tú qué eres, un pirata?


Lavi rió ante el comentario, y tras rozar con sus dedos el parche del ojo, se atrevió a acercarse más y tomar la mano no ofrecida. Estas eran más grandes, y parecían cubrir casi del todo las contrarias. Kanda lo miró furioso, pero el pelirrojo, sin rastro de miedo, no alivió la sonrisa del rostro y dijo:


—Sí, se podría decir que soy un ladrón.


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Kanda tragó saliva, lo más seguro, ahorrando la paciencia que ese día se le escapaba de entre las manos.


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Lavi la obligó a salir por las tardes —ya que en la mañana él dormía— recorrer calles estrechas que ella no conocía  —y que no eran adecuadas para una señora casada— y analizar el qué pensó dicho pintor cuando hizo un cuadro. La mantuvo entretenida y ocupada, como hace mucho tiempo no lo hacía; y ella casi le agradecía la visita, salvo que…


—¿Cuándo se irá?


La pregunta se repitió por vigésima vez en la semana, y Lenalee se sentía francamente harta. A respuesta, ella tan solo arrugó la nariz y dijo:


—Cuando lo vea adecuado. ¿No puedo tener un invitado de vez en cuando?


Kanda bufó por respuesta, y ella se preguntó si él abusaría de su misma condición masculina* y botaría a su querido invitado. No lo hizo, por supuesto, Kanda no era así, él era hecho de algo diferente. Pero en cambio, se vio reticente a almorzar con ella, ya que Bookman estaba ahí. Encontraba defectos más preponderantes del inquilino por día, y hasta lo vio dándose la vuelta cuando se encontraba con él.


Era un comportamiento infantil y absolutamente notable. Lavi solía reírse ante el hecho y a veces  hasta llegaba a preguntar:


 —¿Crees que le asusto?


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Kanda por supuesto que no temía a Lavi, pero notó en él un claro hilo de desconfianza.  Al punto que pese a no querer mantenerse en su presencia, sus ojos no paraban de observar el movimiento ajeno con precaución. Ella lo llamó secuela de guerra, y asimismo un tipo de animosidad inglesa. Animosidad nacida pese a su padre adoptivo francés…


No lo entendía, pero a ganas de mantener las cosas en calma insistió a Lavi en mejorar relación.


«Intenta hablar con él»; decía, pero Lavi tras sus: «Sí, sí… claro que sí»; no movía dedo alguno y todoseguía de la misma manera. Al pasar dos semanas de estadía de Bookman, y ante el aumento del ambiente opresor, ella pensó decirle en la noche —tras su salida a quién sabe dónde— que era hora de su retorno a casa. No pudo hacerlo.


Lavi no volvió a dormir, y pese a que esperó por él hasta muy entrada la noche, no logró localizarlo. Kanda criticó su preocupación: «Es un hombre grande, ya verá donde meterse ahora que no le pensamos abrir la puerta más tarde»; dijo, y ella sabía que era la oportunidad perfecta para que Kanda lo sacase de su casa. Mucho peor, cuando a eso de las tres de la madrugada sonó, en ruido ensordecedor, el timbre.


Los sirvientes dormían para esas horas, y estaba segura que ninguno de ellos tendría fuerza para levantarse de cama, y menos para buscar un cerillo, prender las velas e ir a recibir al inquilino. Fuera de eso, entre ellos no había ninguno que estuviera dedicado a mantener la seguridad de la casa, y menos uno que ocupase el lugar de portero. Kanda había despedido al último porque lo encontró como un cobarde, que solo servía para gritar estupideces en la puerta, y le daba dolor de cabeza. Y a estas horas encontró su presencia mucho más efectiva que la de cualquier otro guardia. Por tanto, una vez harto del sonido, él a punta de gruñidos se levantó y fue a abrir la puerta.


Lenalee sabía quién podía ser, y por un momento se le pasó por la cabeza el seguir a su esposo con tal de cumplir la labor de defensa. No logró hacerlo, el sueño la retuvo aun en contra de su voluntad.


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La risa de Lavi tenía la cualidad de ser demasiado estruendosa. Se escuchaba de lado en lado, y tenía un son preciso que hacía imposible el no reconocerla. Por ello, una vez despierta encontró demasiado sorprendente oírlo reír, no conjunto a sus sirvientas, sino junto a Kanda.


Ella pestañeó repetidas veces ante la escena, y notó que Kanda pese a no ser partícipe, no se alejaba.


—¿Algo nuevo pasó?


Ante sus palabras Lavi dio un respingo en su asiento, y en cambio Kanda entornó su mirada a ella. Se dio cuenta, recién, que antes, ellos no tenían ni mínima idea de su presencia, y al saberlo, Lenalee se permitió sonreír ante la dulce e inesperada travesura. Lavi la imitó en un santiamén.


—Buenos días, Lenalee. ¿Recién despierta?


—Sí, ¿a qué hora llegaste?


—Oh, no me acuerdo, era en la madrugada, me atrevo a decir que para eso de la una o tal vez media hora después.


—A las tres, idiota. —Kanda interrumpió.


Lavi en ese momento volvió su atención a él, y lejos de sentirse ofendido enarcó una ceja, y preguntó con sencillez:


—¿Ah, sí?


Kanda bufó con hastió, y luego de acabar su bebida de un sorbo, se levantó de la mesa. Tanto ella como Lavi, quedaron en silencio a su salida, mirándolo retirarse. Fue imposible no hablar de la buena nueva: 


—¿De qué reías antes?


La efervescencia recurrió a las facciones de Lavi, cuando tras una risotada dijo:


—Oh, él no sabe nada de arte.


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Nunca los volvió a ver platicar.


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1.5 


 


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Lavi se fue en una semana. El evento se dio de forma brusca y hasta inesperada. Salió por un momento a visitar a su hermano —del cual, Lavi rehusó encontrarse— y al volver, Lavi ya estaba con maletas prestas para un viaje, y frases de despedida en la punta de la lengua. 


Por el mismo tiempo transcurrido, ella supuso que ya era hora de su ida, y una vez tuvo promesas de cartas venideras y asegurar que no perderían contacto; no tuvo razones para quejarse.


Cuando él salió por la puerta, dijo como última sentencia:


—El día que vuelva aquí, te llevaré de visita a una exposición de arte, Yuu.


Ella rió ante la increpación, Kanda enfurecido no le contestó nada.


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La vida volvió a seguir su curso.

Notas finales:
  1. La primera Guerra del Opio se dio en años 1839-1842. Fue una guerra entre China y el Reino Unido. 
  2. Según he investigado para este fic, las mujeres aun en la época victoriana no tenían la capacidad de heredar nada –salvo la reina--. De esta forma me parece que Komui de verdad podría buscar pareja para su hermana, y no solo un hombre que ella ame, sino… uno que sea un buen conviviente. Alguien con el que ella se acople, y mejor si tiene un buen nivel de vida social. ¡Imagínense la desprotección de las mujeres!
  3. No importa mucho, pero quiero contarlo. Makie me dio la idea de que Marie vive con Miranda sin matrimonio de por medio. Esto porque Miranda no admite el matrimonio, por razones tales como que no se cree suficiente para tenerlo, y diferentes clases sociales. Sin embargo, él aun la deja vivir en su casa, y espera paciente por ella. Desgraciadamente eso la hace una mujer vista mal en la sociedad inglesa, y ella la pasa muy mal.
  4. Francia e Inglaterra alrededor de la historia han tenido una relación muy pesada de ser… catastrófica –guerra, guerra y guerra, ah, y ser aliados de otros países para igual pelear entre ellos—por tanto la animadversión de las dos naciones en muchos periodos de la historia fue terrible. A tal punto que en un incendio en Londres querían culpar a un francés del caos, o que en libros tales como “Drácula” uno pueda encontrar el claro desagrado entre los ciudadanos de unos con otros. Sin embargo esta época es… terriblemente extraña en su relación, es la previa a la Entente Cordiale, y una alianza en la guerra del opio –entre otras cosas--. Y fuera de los problemas entre ambos pueblos siempre hubo una relación extraña de odio y admiración. Inglaterra usó muchas ideas francesas a lo largo de su historia, y lo mismo pasa con Francia. Aunque aun así están lo que diré luego:
  5. La fuerza anglo-prusiana derrota a Francia tras las guerras napoleónicas, siendo así que se corta la expansión en Europa de Francia.
  6. En las mismas guerras napoleónicas, Francia desembarca en Gales –creo—y pelea por la independencia de Irlanda y Gales; pierde pero deja huella suficiente como para que la idea siga latente en los irlandeses.
  7. Lenalee ahora tiene el mismo apellido que Kanda. Y si bien, me parece que le puede nombrar con su apellido en su mente o a solas, en público, se me hace que debe ser de otra forma. Sin embargo tengo serios problemas con que le llame Yuu, así que…

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Como dije antes este fic tendrá 5 o tal vez seis partes. Como todo está acabado, aseguro poder publicar un capítulo por semana, y espero --en serio-- que haya gente que esté interesada en leerme pese a que soy una mierda tardona. 

 

¿En lo demás? La verdad es que este fic estaba pensado en ser tras --cierto suceso-- una recopilación de cartas mandadas entre Kanda y Lavi, que poco a poco hacían una historia. Desgraciadamente, son Kanda y Lavi, y no creo que ninguno tenga ganas de escribir ese tipo de cosas, entonces... no tenía sentido. Además quería a Lenalee como otro personaje de verdadera importancia. 

Espero ver lectores por aquí, en serio, que los deseo ver. 

¿Otras preguntas? ¿Cuándo actualizaré mis otros fics? Ufff, este tiempo me cuesta retomar cosas, pero yo no dejaré nada, así que me voy poniendo las pilas, mientras me re-introduzco en mi querido fandom de D. Graym-man. 

 

Y bueno, ¿a alguien le gustó este primer episodio? 


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