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Poliamor por Lady_yuu

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Notas del fanfic:

Hola.

Verán, hice este fic con motivo de despedida. Fue el último fandom en el que estuve y como mi personaje favorito es Kiba quise hacer un in memorian por todo este tiempo que llevo de ficker. Así que, gracias a todos por leer y no comentar, a los que comentaros y todos los que hicieron posible que yo siguiera escribiendo. No sé que más decir, gracias. Lamentablemente ya no tengo tiempo ni ideas para escribir, porque me enfoque en otras cosas pero bueno… dejo este humilde aporte. Sé que no es nada común, digo yo casi no escribo cliches pero… en fin. A ver qué tal va mi despedida.

Saludos y gracias por todo. Si quieren contactarme, pueden hacerlo por este medio, si no pues pídanme el FB =)

GRACIAS!!

Nota: Las frases son de la canción Freedom del SoundTrack de la película de Dango Unchained de Tarantino. Parejas principales  KibaNaru y KibaTama, secundarias SasuNaru, GaaNaru, NaruHina.

Disclaimer: Pos no son mis personajes ya se sabe

Poliamor

 

Estoy buscando libertad

Y para encontrarla me costó todo lo que tengo

 

Llegó media hora tarde al sitio donde siempre se reunía con él. Se había convertido en un mal habito, en un vicio que por más que quisiera no podía dejar. Subió las escaleras de aquella vieja casa escondida entre el bosque y una montaña de rocas. La casa tenía lo necesario para unas visitas frecuentes. Se encontraba con él de una a dos veces al mes y eso dependía mucho de los caprichos, tiempos y compromisos del Hokage. Ya que se dividía entre él, el Kasekage y su amante preferido que por lo regular venía sólo una vez al mes.

Cruzó la puerta principal, encontró la sala y le comedor vacíos. La única luz visible en esa noche era la de la habitación principal. Él debía esperarlo un poco furioso por su retraso y un poco ansioso. Dejó el abrigo sobre la mesa. Antes de entrar a la recamara notó que no había nadie, la cama estaba intacta y sobre ella, la ropa de su “líder”. Escuchó el agua de la regadera caer en el baño. Esperó en la terraza. Desde ahí se observaba la villa y las grandes caras en el risco, bajo la noche estrellada. Observó fijamente el rostro tallado de quien se daba un baño en esos momentos. Ver su rostro en la piedra lo remontó a diez años atrás, cuando comenzó todo. Entre la bebida y el juego se le insinuó. No le dijo que no a esos ojos azules porque su lucha de poder no lo permitió.

Naruto siempre quería ser superior a todos y en todo. Arrogante y ególatra, aún más que él. Sobreponiendo su supremacía como el puto amo del mundo. Tomó la oportunidad, la revancha de ser quien estuviera arriba y de una forma metafórica. Sometiendo ese cuerpo dorado bajo sus garras. Ponerlo en cuatro, tirar de sus cabellos, oírlo gemir, pedir más, rogar que se detuviera. Esa lucha de poder se convirtió en una victoria. Finalmente estaba sobre él, aunque fuera en una situación intima. Hacerlo suyo como presa, objeto, la posesión más deseada. No era lo mismo que hacerle el amor a su esposa. Con él era diferente, había esa ventaja que lleva el ganador.

Por eso aceptó, para poder someterlo y sodomizarlo a su gusto. Descubriendo que ese pequeño rubio se convirtió en masoquista, un hombre fácil y lleno de erotismo. Abriendo sus piernas y la boca de forma sensual. Haciéndole creer que él era el amo, pero no, siempre fueron esos ojos azules los que imponían las reglas y en la cama no era la excepción. Aunque Kiba lo sabía, quiso quedarse con la idea de que era él quien había ganado poder sobre él. ¿Y por qué con él? Naruto le dijo no lo sabía al principio, pero que le llamaban sus ojos, las manos grandes, gruesas, fuertes y con vestigios de batallas. Sus manos que eran el fetiche de aquel que esperó. Porque le gustaba ver como sostenía sus piernas abiertas mientras lo penetraba. También la mirada felina y los colmillos que sentía con su lengua al besarlo. Se sintió más como una mascota que como un amante. Estaba bien para Kiba mientras él fuera quien quedara arriba o atrás.

Saber ser uno de tres no fue problema. Siempre supo que había algo entre Naruto y su “mejor amigo” habría que ser idiota para no notarlo. Muchas veces estuvo tentado a confesarle a su mejor amiga que su marido era una putita que abría las piernas para compensar la ausencia de Sasuke y entonces, esta vez destruiría todo del rubio y satisfecho de su venganza, volvería a su casa como si no pasara nada. Nunca lo hizo porque estimaba a su amiga y la pobre no tenía la culpa de la lujuria de su marido.

A pesar de no ser el único, era quien más lo frecuentaba. A excepción de Gaara que aprovechaba algunos días para escaparse y caer en la misma cama donde Naruto se revolcaba con todos, hasta con su amado Sasuke. Diez años han pasado con ese jueguito caprichoso del líder. ¿Hasta cuándo seguiría esto? Probablemente con Sasuke hasta que se hicieran viejos y murieran dentro de su propia mentira, con Gaara quizá un día Naruto le diga que basta, pero con él… era impredecible.

― Si vas a llegar tarde, avísame― escuchó su voz que interrumpió sus pensamientos.

Lo miró por encima del hombro. Llevaba una toalla cubriendo su cintura. Estaba acostumbrado a su forma seductora y lasciva que había adoptado después de tantos años.

― Lo siento― respondió el castaño sin muchos ánimos.

Entró tras del rubio a la recamara, cerrando la puerta que conduce a la terraza. Se sentó en la cama para poder quitarse los zapatos.

― Estoy cansado― lo oyó decir. Sin embargo, sabía que esa no era excusa. Cada vez que Naruto se sentía cansado, buscaba tener sexo para recuperar sus fuerzas.

Sabía, al igual que los otros dos amantes, que su mujer nunca satisfacía las necesidades de ese hombre llenó de energía y la testosterona al mil. Él necesitaba otro tipo de regenerizante. Uno que sólo un igual le puede dar.

Dejó caer la toalla al suelo, exponiendo su cuerpo desnudo sin pudor alguno, lamiendo su lengua y haciendo círculos alrededor de sus tetillas con sus dedos. Luego gateó sobre la cama hasta llegar a él. Sus ojos de animal en celo lo hicieron responder. El rubio comenzó a lamer su mejilla derecha mientras una mano buscaba bajar el ziper del pantalón.  Cuando consiguió tener entre sus manos la hombría del castaño, comenzó una delicada felación que produjo algunos gemidos.

― Estás muy callado… ni siquiera me has tocado― comentó el rubio suspendiendo el trabajo con su boca.

Ante el reproche, rápidamente arrojó al rubio a la cama y sin esperar una preparación, lo penetró. No escuchó quejas ni reclamos, sólo fuertes gritos de placer y dolor. Al rubio le gustaba que fuera así, salvaje, bestial. Que se dejara llevar por sus instintos como animal. Mientras se abría paso entre sus nalgas, oyó al rubio hablar sucio. Instantáneamente, Kiba le dio un golpe en el rostro, no tan fuerte para lastimarlo y no tan débil para dejarle una marca. El rubio sonrió lamiendo sus labios.

― Necesito castigarte para que obedezcas― dijo Naruto con las pupilas del zorro.

El castaño no quiso mirarlo ni escuchar sus sucias palabras. Lo giró para que quedara sobre sus rodillas. Oyó una risa sensual y un jadeó. Luego continuó con las embestidas, suaves y fuertes. No quería escucharlo pero Naruto seguía diciendo cosas sucias y vulgares que lo estaban desconcentrando. Siempre era así con él. Finalmente ambos llegaron al orgasmo.

Tumbados en la cama, escuchando a las cigarras y los grillos. Mirando el techo como si hubiera algo más allá. La paz que da el placer no es comparable con nada. Naruto suspiró tranquilo y se apoyó en el pecho de castaño. Pudo escuchar el latido de su corazón. ¿Hasta cuándo?

― ¿Estás cansado?― preguntó el rubio acariciando el pecho bronceado que se exponía a sus ojos.

― No

― Estás distinto. ¿Pasa algo?

― Nada… ¿quieres hacerlo de nuevo?

― No, creo ya no somos tan jóvenes como antes― la sonrisa del rubio era como las de antes, las de siempre, todo aquello que miraba esa sonrisa se contagiaba.

Kiba le dio un beso en la frente y pasó sus manos por los cabellos dorados que cada vez tenían menos volumen. Mientras que Naruto entrelazó su mano con la gruesa y grande mano de Kiba. La miró y besó en la palma.

― Gracias― susurró el Hokage.

― ¿Por?

― Nuestro único lazo es la amistad y por esa amistad has hecho estas cosas vergonzosas conmigo. Aun sabiendo que podíamos ser descubiertos por Sasuke.

Kiba rió. El único que ignoraba que Naruto se convirtió en una prostituta elegante era Sasuke. Pues, él y Gaara ya habían compartido una vez el lecho con Naruto. Una experiencia un poco extrema pero que quisiera volver a repetir. Profanar a Naruto tantas veces en una noche fue suficiente para reafirmar sus lazos. En cambio con Sasuke era distinto, porque había amor de por medio. Probablemente un poco de amor para Gaara porque él no perdía la oportunidad para profesarle su amor, pero Kiba, él no. Él se mantenía al margen porque el amor sólo era para Tamaki. La amaba demasiado como para traicionar su afecto. Podía revolcarse con hombres y mujeres y sentir placer, pero jamás sus sentimientos se verían afectados y eso era lo que le gustaba a Naruto.

― Tú eres mi verdadero amigo― soltó de pronto― mi amistad con Sasuke se transformó en amor y con Gaara… es un amante como en las novelas del viejo Ero-Senin. Pero tú… tú si eres mi amigo y el mejor amigo de la mujer con la que me case.

Después de sus palabras se besaron. Como si sellaran un contrato, un acuerdo, el secreto que se guardan los amigos.

Kiba lo sabía por eso también aceptó aquel habito. Cojerse a Naruto no trae repercusiones porque no hay nada más que amistad.

― En tres días regresa Sasuke― comentó.

― Muy bien, ya estarás feliz.

― Lo dirás como sarcasmo, pero lo estoy. Tú no sabes lo que es vivir con una persona que no amas.

Normalmente después del sexo, Naruto se desahogaba con él y quizá con Gaara sobre su fatal matrimonio. La queja de siempre, la infelicidad de un matrimonio sin amor. Y en efecto, Kiba no sabía que era eso. Él era feliz con Tamaki y sus gatos, era feliz en su cubito de amor, apartados de todo y todos. Queriéndose diario, cuidándose, protegiéndose mutuamente. Abrazó a Naruto mientras seguía quejándose. También sabía que su corazón era reanimado cuando aparecía Sasuke a la villa.

Algunas veces sentía pena por su amigo. Entonces pensaba: ¿dónde quedo el vivaracho y rebelde muchacho de ojos azules y cabello dorado? ¿Dónde estaba el Naruto de días pasados? Esa vida de líder y matrimonio fallido lo consumía. Si no fuera por Sasuke, estaría marchitándose en ese escritorio y en la sala de su casa.

― Perdona, sé que Hinata es tu mejor amiga y… ella no tiene la culpa. Sólo fue mi decisión y…

― La presión social. Evidentemente no podías llegar a ser Hokage si tenías una relación con un hombre y luego que hombre… Sé que quieres a Hinata pero no como se quieren los esposos.

― No como tú amas a Tamaki― miró el reloj. Kiba agachó la mirada, sintió como si amar a su esposa fuera incomodo ― ya es tarde, volvamos. No quiero que nuestras esposas se preocupen.

Lo vio vestirse despacio, como si no quisiera volver a casa, como si estuviera cansado del teatro. Su única motivación es que en un par de días regresaría el Uchiha y quizá su sonrisa volvería. Era inevitable no sentir pena, o sentirse culpable. Demasiadas cosas vivió en el pasado para hasta el amor se le negara.

― Pero tienes unos hijos preciosos. Valió la pena― explicó Kiba mientras abrochaba sus pantalones.

― A veces los hijos te atan también.

Y ante esa respuesta, Kiba no respondió, él no tenía hijos todavía y era un tema que aún seguía en la mesa. Por lo pronto para ellos sus hijos eran los gatos y perritos que tenían, los niños quizá llegarían luego o tal vez no, no entendía esa urgencia de su madre por darle nietos.

Antes de marcharse, Naruto besó a su amigo, esos besos que sólo les regalaban a ellos tres, besos profundos y llenos de su aliento, del sabor de su garganta, besos que olían a manzanilla y miel. Un abrazó fuerte ahondo más el beso.

Ambos salieron de la casa. Pronto darían las once en punto. Caminaron por el sendero que daba a la entrada de la aldea. Naruto platicaba de algunos asuntos diplomáticos que Kiba no estaba interesado pero lo escuchaba y le daba algunos puntos de vista.

Finalmente en la entrada de la aldea ambos tomaron caminos separados. Kiba suspiró. Antes de doblar en una esquina, miró la silueta de Naruto que se alejaba lenta, arrastrando los pies. No tenía muchas ganas de regresar a casa. Debía ser duro para él vivir siempre en una farsa.

Tamaki lo esperaba con té caliente y pan. Le dio la bienvenida y con un abrazo y un beso en la boca. La excusa que dio para desaparecer tres horas fue que vería un cliente que quería adoptar un perrito. Antes de cenar fue a darse un baño. No quería oler a la cama de Naruto, no quería que Tamaki fuera víctima de ese virus dorado que transitaba por toda su piel.

Después de la cena, la desvistió en el comedor. A Kiba le gustaba hacer el amor a su esposa en cualquier parte de la casa. Nadie podía interrumpirlos. Le gustaba tenerla desnuda sobre el suelo, con la mirada extasiada y sus cabellos sepia esparcidos por la duela. Invitándolo con los brazos abiertos a hacerla suya.

La televisión seguía encendida y el té se enfrió. Un costado de la mesa Kiba besaba a su esposa con delicadeza y pasión. Movía sus caderas ahondando en el cuerpo femenino que desde hace doce años era suyo. Le susurró al oído que la amaba, que sin ella su vida sería un fracaso, una frustración y… que no lo dejará jamás.

Ante las palabras, Tamaki se sorprendió y lo miró a los ojos, sonrió y lo besó. Después de vivir con él desarrolló una capacidad para entender sus movimientos corporales, leer su mirada y casi también adelantarse a sus deseos. Cerró los ojos cuando sintió la calidez de su semen dentro de ella. Él reposó su cuerpo unos segundos sobre ella. Volvió a susurrarle que la amaba, estaba agradecido con haberla conocido.

Tamaki preparó la cama después de recoger la ropa tirada en el suelo. Kiba le pidió no vestirse, le gustaba verla caminar por la casa desnuda. Su andar delicado, el vaivén de sus pechos firmes y de tamaño regular y suficiente. Sus muslos torneados y piernas largas, mientras que su cabellera ocultaba sus adorables nalgas. Tamaki no se sentía incomoda, le gustaba que él la mirara. Porque dejaba la lujuria para admirarla y quererla un poco más.

Cuando no era invierno o época de lluvias, dormían desnudos. Se acostumbró a la naturaleza de su alma, a vivir con un hombre sin prejuicios. Lo quería tanto.

― Hoy estás más callado que de costumbre― observó Tamaki metiéndose bajo las sabanas. La tela resbalaba sobre su piel desnuda. Kiba la miró.

― Estaba pensando… lo afortunado que soy de haberme casado con la persona que amo. No todos tienen esa suerte.

La respuesta fue un abrazó fuerte y un te amo en el oído. Tampoco imaginaba como sería su vida sin él, porque tampoco pensó en vivir con un hombre que la amara demasiado.

Sé muy bien que no es fácil

las cadenas del mundo parecen estar muy apretadas

Trato de caminar si estoy tropezando así que ven.

Tratando de levantarse pero la duda es tan fuerte

Hay que ganar en mis huesos

Notas finales:

Gracias siempre por el apoyo. Los quiero mucho y espero que este fic haya sido de su agrado. Besos y Gracias totales.

Los quiero =)


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