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LAS ANFORAS por nurikosan

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Notas del capitulo:

 

 

Sorrento estaba sentado al borde del acantilado tocando una triste melodía en su flauta cuando de pronto algo en el horizonte le llama la atención. Al principio no hace caso de ello pensando que se trata de algún resto traído por la marea, pero al cabo de unos minutos logra percibir con más claridad de que se trata y su reacción es guardarse la flauta en el bolsillo interno de su chaqueta al tiempo que se pone en pie y baja corriendo por el sendero hasta la orilla. Se introduce en el agua y se acerca rápidamente al bulto que flota en el agua. Agarrándolo fuertemente lo arrastra hasta la arena donde se queda contemplándolo totalmente asombrado.

- Vaya - murmura arrodillándose a su lado para escuchar su corazón, pues se trata de un hombre joven, con largos cabellos azulados de piel muy blanca y suave- aún vives, me alegro, eres demasiado hermoso para morir. Será mejor que te lleve a casa.

Lo coge en sus brazos sorprendiéndose de su poco peso y se encamina a su hogar. Se trata de una pequeña casa construida bajo la sombra de varias palmeras. Tiene dos plantas: en la primera esta la cocina, el salón, un patio y un aseo, en la segunda un par de habitaciones, una biblioteca y un cuarto de baño completo.  Una vez en la casa deja al chico en una de las camas desnudándole y secándole a conciencia para ponerle uno de sus pijamas y dejarle descansar hasta que se despierte por si mismo.

Sorrento baja a la cocina a preparar caldo de pollo y algo de pescado hervido para su invitado mientras él se sirve un buen plato de estofado con abundante verdura. Después de la comida echa un vistazo al chico que aún sigue dormido y decide ir a la biblioteca para practicar con su flauta una nueva partitura que ha comprado el día anterior en el pueblo.

Al cabo de unas horas la puerta de la habitación se abre silenciosamente dejando ver la figura del muchacho misterioso enmarcada por el marco de la misma.

- Hola - dice el chico tímidamente y dando un paso al frente- Soy Julián Solo. El barco en el que viajaba naufragó y caí por la borda. Pude aferrarme a unos trozos de madera y lo último que recuerdo fue que una enorme ola abatiéndose sobre mí... ¿quién eres? ¿Dónde estoy? ¿Tú me has salvado? ¿Qué día es hoy?

- Tranquilo - responde Sorrento dejando la flauta sobre el atril- Hoy es 3 de agosto, y estas en una pequeña isla de Grecia, y efectivamente yo te saque del agua. Mi nombre es Sorrento y ahora mismo vas a volver a la cama.

- Te doy las gracias por ayudarme pero...

- Nada de peros. Que estés despierto no significa que estés recuperado. Has pasado por un mal trago, debes descansar y alimentarte para recuperarte del todo. Si quieres puedo ir mañana al pueblo y avisar a quien tu quieras para comunicarle que te encuentras a salvo.

- ¿No tienes teléfono u ordenador?

- No tengo ni uno ni otro, soy un solitario por naturaleza, me basta la compañía de mi flauta y de las gaviotas.

- Tocas muy bien - le dice Julian mientras se deja conducir dócilmente a la cama- Deberías dedicarte a ello profesionalmente.

- Lo intente, pero solo conseguí muchos dolores de cabeza así que decidí que solo tocaría para mi y para los pocos afortunados capaces de apreciar mi música.

Julian se mete de nuevo en la cama para quedarse solo al bajar su anfitrión a por un vaso de caldo y un plato de pescado. Mientras le espera se dedica a estudiar la habitación atentamente. No hay nada extraño en ella, salvo una cosa que le llama poderosamente la atención: un ánfora sobre una balda de madera flanqueada por un par de candelabros con sus correspondientes velas.

- Sorrento - le dice cuando este regresa con la bandeja de comida- ¿de dónde has sacado esa ánfora?

- ¿Esa? - responde mirando el objeto y encogiéndose de hombros- No lo se. La recuerdo siempre conmigo. Cuando era pequeño estaba en mi habitación, pero no sabría decirte si me la compraron mis padres, algún familiar o algún conocido. Solo se que siempre ha estado a mi lado. ¿Por qué?

- Es que da la casualidad de que yo tengo su pareja.

- ¿Pareja? ¿Qué quieres decir con su pareja? Imagino que debe haber montones como esa ánfora esparcidas por el mundo, el que tengas una igual en tu casa no significa que sea su pareja.

Julian mueve su cabeza negativamente mientras da pequeños sorbos del caliente líquido dorado que le devuelve la vida por dentro.

- Te equivocas, solo hay dos ánforas en todo el mundo. Se trata de unas piezas muy antiguas de gran valor. Yo herede la mía de mi padre al igual que él del suyo y este a su vez del suyo, y así durante muchas generaciones. La otra ha sido buscada desde hace mucho tiempo por innumerables excavaciones y colecciones privadas sin éxito.

- No tenía ni idea de que tuviera tanto valor - se levanta de la cama y se acerca a la balda para cogerla y acariciarla suavemente- Siempre me ha gustado tenerla cerca y poder acariciarla, pero nunca he sabido por que. A veces siento la necesidad de encender las velas, como si fuera una ofrenda u homenaje a alguien, pero no me preguntes a quien porque no tengo la más remota idea.

- ¿No conoces su leyenda? ¿Nunca las has visto en los libros de arqueología o mitología?

- No suelo leer ese tipo de libros. Me gustan de aventuras y siempre en relación con el mar, ya sabes, tipo Robinsón Crusoe o 20.000 Leguas de viaje submarino. ¿Tú la conoces?

El muchacho asiente después de tragar el último sorbo de caldo y comenzar con el pescado.

- ¿Quieres contármela mientras comes?

- Será un gran placer.  Se trata de una leyenda muy antigua, nacida en la Grecia clásica y relacionada con los dioses del mar. Concretamente Poseidón y su amado.

- ¿Amado? Siempre creí que Poseidón estaba liado con una sirena... Tetis, si eso es.

- Esa es la historia común, pero la verdad es que el dios de los mares amaba a un hombre mortal. Un hombre muy hermoso, un hombre por el que no dudaba en soltar a los titanes o en desencadenar furiosas tempestades si él se lo pedía. Era su esclavo, su amante, su dios, su dueño, su amigo, su compañero.

- Ese mortal tuvo mucha suerte - le interrumpe Sorrento acariciando el ánfora- no debió faltarle nada en vida.

- Te equivocas. Tetis estaba muy celosa de él y no dudó en conspirar en su contra. Le tendió una trampa. Eligio a la muchacha más bella de la época y le ordeno seducirle a toda costa.

- ¿Y lo logro? - pregunta muy interesado Sorrento sin poder apartar la mirada de los ojos de su invitado sorpresa.

- No, nunca pudo conseguir que ese chico le hiciera el más mínimo caso. Era galante y educado con ella pero jamás le cortejaba ni respondía a sus insinuaciones.

- Bien por él. Eso demuestra que estaba realmente enamorado del dios.

- Si, pero Tetis no quería renunciar a él así que una noche le dio una potente droga a la muchacha para que se la hiciera tomar de modo que este cayera totalmente dormido.

- ¿Y la tomó? - pregunta ansiosamente y apretando inconscientemente el ánfora contra su pecho.

- Si, la tomo una noche mezclada con una copa de licor. Ella logró engañarle para que lo hiciera. A los pocos minutos comenzó a sentirse mal y cayó en un profundo sueño. La muchacha con ayuda de un amigo suyo, al que pago generosamente, lo llevó a la orilla del mar donde lo desnudo junto a una gran hoguera previamente encendida por su amigo. Ella también se desnudó y consiguió que su inconsciente cuerpo respondiera a sus caricias tomándole de ese modo.

- ¿Y que pasó con Poseidón? ¿Se enteró del ardid?

- Poseidón... - Julián baja la mirada suspirando tristemente dejando los cubiertos sobre el plato ya vacío- Poseidón era un dios muy orgulloso. No perdonaba los engaños vinieran de quien vinieran y como un vulgar pardillo cayó en la trampa de Tetis.

- ¿Quieres decir que abandonó al chico? - pregunta Sorrento con un tono de voz tan triste y doloroso que hasta el mismo se sorprende al escucharse.

- Tetis le llevo a la orilla, le mostró como la muchacha cabalgaba frenéticamente sobre el hombre que él amaba más que a sus propios océanos. El dolor le atravesó el corazón pero también la ira.

- ¿Acaso el dios no veía que él no se movía?

- No, solo veía a la chica sobre él, moviéndose rítmicamente, besando y acariciando al que era su único amor, jadeando de placer como él jadeaba cuando estaba en sus brazos.

- ¿Y cuál fue su reacción? Porque imagino que debió de enfurecerse y hacer algo...

- Su reacción no se hizo esperar. Con su tridente lanzo un rayo que atravesó el corazón de la muchacha matándola en el acto. Y en cuanto al chico, a su único y verdadero amor borro todo rastro de su amor por él de su memoria, le condenó a la soledad y al eterno dolor causado por un amor imposible. Un amor que el chico buscaría durante toda la eternidad inútilmente.

- Que final tan horrible para alguien que no cometió ningún crimen - murmura encogido sobre si mismo y con el ánfora tan fuertemente aferrada que sus manos están totalmente blancas por la fuerza que hacen mientras que dos gruesas lágrimas se deslizan silenciosas sobre sus mejillas sin que las perciba.

- Si un final horrible, un final que más tarde el propio causante lamentaría profundamente durante cada uno de los segundos de su eterna existencia.

- ¿Y porque no deshizo semejante castigo? Poseidón era un dios, igual que lo impuso pudo haberlo quitado.

- Tetis se encargaba de recordarle cada minuto, cada segundo, cada instante la traición del muchacho.

- Que mujer más malvada y horrible. Supongo que de hay ha de venir la mala fama de las sirenas. Pero dime ¿qué tienen que ver las ánforas en todo esto? ¿Y alguna vez llegó a enterarse Poseidón de la verdad?

- Contestare primero a la última pregunta pero antes te diré que todos los esfuerzos de Tetis por conquistarle y llevarle a su cama fueron en vano. El dios nunca olvido a su muchacho mortal, nunca pudo dejar de pensar en él un solo instante, maldiciéndose por su furiosa reacción pero justificándose a su vez en el inmenso dolor de su divino corazón al verle con aquella moza. Poseidón se enteró de la verdad un día por casualidad. Estaba paseando por el jardín de uno de sus múltiples palacios submarinos cuando escucho una conversación de Tetis con uno de sus hijos. Esta le relataba como había logrado engañar al dios con un ardid tan simple y chapucero. Se reía a carcajadas de la ingenuidad del dios, y de como había conseguido que pasará su eternidad solo puesto que si no era para ella tampoco lo sería para ningún dios o mortal. Poseidón se enfureció tanto que desencadeno un potente tsunami perjudicando a un gran número de mortales inocentes, pero en esos momentos su furia era tanta que no podía contenerla. Cogió a la traidora Tetis por el cuello con una mano y con la otra le arranco el corazón, un corazón negro y lleno de maldad y del que hasta la sangre que goteaba entre sus dedos era negra como la pez. Arrojo el cuerpo sin vida de la diosa y el corazón a los pies de su hijo ordenándole que la enterrara fuera del Santuario Marino y que nunca más se pronunciara su nombre en presencia suya.

- Un justo castigo - murmura Sorrento muy cerca de Julián y con el corazón latiendo totalmente desbocado- Pero dime ¿y las ánforas?

- Las ánforas... cuenta la leyenda que la noche en que el dios castigo al muchacho al desamor eterno encerró en ellas el amor que le arrebató. Cada una de esas ánforas guarda el amor de ambos. Una para el amor del dios y otra para el amor del muchacho.

Sorrento agacha la cabeza llorando en silencio, dejando que las lágrimas caigan libremente sobre el ánfora que esta entre sus manos. Su cuerpo se convulsiona por los ahogados gemidos que no deja salir mientras siente como algo en su interior nace, algo maravilloso que le devuelve la alegría por vivir, por buscar la compañía de alguien muy especial, alguien que siempre buscaba pero no podía encontrar...

- Sorrento ¿me perdonas? ¿Puedes perdonar a este estúpido y egoísta dios que no supo ver más allá de su orgullo herido?

- Poseidón... - murmura Sorrento levantado la vista hacia él para reconocer inmediatamente al dios en el muchacho que había creído salvar del agua- tanto tiempo... tanto dolor... y tanta soledad...

- Lo siento amor mío, lo siento de verdad... no tengo palabras para expresar cuanto te he extrañado, cuanto te he llamado en vano... siempre seguía tu paso por este mundo, tus sucesivas reencarnaciones, tu vida siempre en soledad y cuidando de ese ánfora, tus dolorosas melodías junto a la orilla... mi amado niño no puedo borrar todo el dolor que te he causado con mi ceguera pero si puedo prometerte que a partir de ahora tratare de compensarte por todo el, que juro que si me das una nueva oportunidad nunca te arrepentirás...

- Una nueva oportunidad... siempre te buscaba al lado del mar, paseando por la orilla, no sabía porque pero nunca podía alejarme de esta isla más de dos días. Y siempre con este ánfora a mi lado... ahora lo se... y... y...

Sin decir nada más deja caer el ánfora al suelo y apartando la bandeja de un manotazo se lanza a abrazar y besar a su amado dios buscado tanto tiempo por él de forma inconsciente. Besa sus labios apasionadamente por toda respuesta, acaricia su hermoso y fuerte pecho mientras bebe de su divina boca hasta saciarse por completo.

- Lo siento - le dice cuando se separa para respirar- me he dejado llevar... no volverá a repetirse mi dios.

- No soy tu dios Sorrento, soy Poseidón tu amante, tu enamorado... puedo ser el dios de los demás pero para ti solo soy tu pareja enamorada hasta los huesos de ti. Tú si que eres mi dios Sorrento, tú eres quien me da la fuerza para ser quien soy, tú me das la vida, la energía, la alegría... sin ti no soy nada... absolutamente nada mi amado Sorrento.

Sin decir una sola palabra más se enlazan en un fuerte abrazo y en un apasionado beso para amarse durante el resto del día y la noche. Al día siguiente y muy de mañana Poseidón conduce de la mano a un asustado Sorrento hasta el mar para hundirse bajo el agua enlazados en un profundo beso hasta llegar al Santuario Marino donde el muchacho puede volver a respirar aire normalmente.

- Desde hoy vivirás a mi lado, nada ni nadie nos separará nunca más. Te concedo el don de la vida eterna Sorrento, serás mi pareja ante los demás dioses y mortales. Todos conocerán de ti y de nuestro amor.

El muchacho como única respuesta pasa un brazo por la cintura del dios y apoya la cabeza en su hombro suspirando feliz de estar por fin junto a su amado dios y dispuesto a recuperar todo el tiempo perdido.

Notas finales:

 


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