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Notas del capitulo:

Advertencias del capitulo.

  • Escena sexual explisita (masturbación)
  • Manipulación emocional y psicologica 

II

Aquella fue la primera vez que Bill se presentó ante él. Pero, por mucho, no fue la única. Al principio sus apariciones fueron esporádicas, lo suficientemente inusuales para hacer que dudara de que se tratara de algo real, pero también tan peculiares como para darse cuenta de que no eran sueños comunes.

 

Desde niño se había dado cuenta que en algunas ocasiones, gracias a algún detalle que inesperadamente notaba (por ejemplo, el cómo al pasar de una habitación a otra terminaba en un lugar completamente diferente al que debería), tomaba conciencia de que estaba soñando. Era algo que había aprendido a disfrutar, especialmente esas primeras veces en su niñez, pues pronto descubrió que en los sueños podías hacer literalmente lo que quisieras sin estar atado a tontas leyes físicas o lógicas.

 

Algo parecido pasaba cada que Bill aparecía, había ciertos detalles que lo hacían poner en alerta desde instantes antes de que ocurriera; el mundo que de repente, literalmente, se volvía gris a su alrededor; o que siempre fuera justo cuando más cansado se encontraba. Entre otras cosas que hacían que, si bien las visitas del triangulo no eran precisamente bienvenidas, al menos no fueran del todo sorpresivas.

 

Lo más curioso era que Bill parecía llegar siempre justo en los momentos en los que sentía que estaba a punto de darse por vencido. Siempre era para lo mismo: señalarle que por sí mismo jamás lograría nada y ofrecerle “desinteresadamente” (¡sí, claro!) su ayuda.

 

Por supuesto, Stan jamás aceptaba sus propuestas, aunque siempre procuraba intentar sacar algo que fuera útil (por mínimo que fuera) de esos encuentros para así al menos reafirmar su determinación. Si bien Bill jamás se mostraba muy complacido con sus continuas negativas, tampoco insistía demasiado y siempre terminaba desapareciendo para después no volver sino hasta un indeterminado tiempo después.

 

Stan no diría que Bill le agradaba si alguien se lo preguntara (algo que nadie haría, claro, pues no había forma de que alguien supiera de esa extraña creatura hecha de sueños que lo acosaba continuamente), pero la verdad es que la presencia del demonio triangular se fue volviendo tan constante en su vida que poco a poco se fue acostumbrando a ella.

 

Con el tiempo las propuestas de Bill fueron disminuyendo, al menos de intensidad, y el triangulo se limitaba solo a aparecer ante él con la aparente única finalidad de fastidiarlo de vez en cuando, aunque claro jamás desperdiciaba realmente la oportunidad de volver a ofrecer sus “favores”.

 

-No entiendo por qué ese empeño en desear regresar a un hogar que sabes bien que ya no existe… especialmente sabiendo también  que fue todo por tu culpa.

 

Bill flotaba a su alrededor de una forma irritante, algo que parecía haberse vuelto ya su costumbre, recostado sobre la nada con despreocupación como quien no tiene nada mejor que hacer que estar molestando.

 

-No espero que lo entiendas.

 

Contestó Stan sin dejar de trabajar o siquiera levantar la vista, intentando encontrarle algún sentido a la cantidad de mecanismos de diferentes colores y formas que  lo rodeaban, sin tener más éxito que todas las veces anteriores. Para este punto había dejado de sorprenderse e intrigarse de que Bill pareciera conocer cada aspecto de su vida, después de todo él sabía “muchas cosas”. Aunque no por eso dejó de estar alerta, pues la actitud del triángulo no dejaba  de parecerle sospechosa. Después de un rato de silencio, añadió con voz queda:

 

-La familia es lo más sagrado que uno tiene… no puedes simplemente dejarlos de lado…

 

-¿No fue exactamente  eso lo que tu familia hizo contigo?- Preguntó a su vez el triangulo sin dejar de dar vueltas con aire pensativo, como si de verdad estuviera intentando encontrar sentido al actuar de Stan.

 

Stanley cerró los ojos con dolor ante las palabras dichas por el otro. Era verdad, su familia le había dado la espalda cuando más los había necesitado. Pero por mucho que algunas veces simplemente quisiera olvidarse de todo y huir de ese lugar para siempre, él jamás sería capaz de abandonar a Stanford, donde quiera que estuviera. No contestó, pues no le encontraba sentido a discutir con Bill; algo que sabía, solo terminaría por ser innecesariamente fastidioso.

 

-Lo único para lo que sirve la familia es para estorbar y tratar de retenerte en su pequeño y plano mundo de mediocridad… si realmente quieres lograr algo debes estar dispuesto a dejarlos atrás…

 

Bill seguía hablando, pero esta vez su tono había adoptado un tinte que más que reflexivo parecía contener una amargura que Stan no le había escuchado antes. Fue esto lo que hizo que levantara la vista por fin de su trabajo para dirigirla a su compañero indeseado. Bill seguía flotando, con los brazos cruzados en la parte de atrás de su punta superior a modo de almohada y su ojo mirando hacia arriba, más allá del techo y, Stan sospechaba, del laboratorio en sí.

 

-…eso es algo que el buen Fordsy si entendía…

 

Añadió por último el triangulo parlante, haciendo que Stan sintiera un retortijón doloroso en las entrañas, no solo por la mención de su hermano, sino por lo que implicaba esa sentencia, algo que él había tratado con todas sus fuerzas de negar en los últimos años, desde que se habían separado. Siempre era lo mismo cada que Bill mencionaba a Stanford. Stan podía darse cuenta que, efectivamente, el triangulo había conocido bastante bien a su hermano. Y, a juzgar por la escalofriante y ridícula cantidad de representaciones del demente ser que Ford había coleccionado dentro de su cabaña, podía decir que seguramente él también había tenido algún encuentro con el demonio triangular. Eso lo asustaba un poco, no era difícil darse cuenta que Bill Cipher no era alguien de fiar, así que era algo preocupante no saber qué clase de relación o trato habría tenido su hermano con ese ser. Algo le decía, sin embargo, que por su propia salud mental lo mejor era no indagar demasiado en ese asunto.

 

-¿Qué sabes tú, de todas formas? ¿No eres una especie demonio o hada omnipresente…de los sueños… o lo que sea? ¿Qué puedes saber sobre tener familia?

 

Stan habló esta vez con tono enojado. No necesitaba que Bill lo estuviera distrayendo en su precioso trabajo, y menos aún con ese tipo de cosas que solo provocaban que su amargura se agrandara dolorosamente. Bill le dirigió una mirada con su único ojo que Stan no logró descifrar pero que duró solo un instante pues, casi enseguida, su expresión regresó a ser ese gesto alegre de eterna burla que era más normal en él.

 

-Tienes razón grandote. Deberías darte prisa con esa cosa y traer a Stanford lo antes posible… así me darás una lección.

 

Su tono también había vuelto a ser el mismo alegre y molesto de siempre. Stanley no lograba entender sus cambios de humor, tan radicales y repentinos, pero no tenía tiempo de ponerse a reflexionarlos, tenía suficiente con sus propios problemas como para estar preocupado por los de alguien más. Especialmente los de un extraño ser con forma de dorito que parecía haber desarrollado un gusto por molestarlo cada vez que podía.  Soltando un suspiro cansado regresó su atención a su trabajo, dándose cuenta que, de nuevo, no lograría nada por esa noche. Seguía sin entender cómo se supone que trabajaba esa maldita máquina.

 

-Sabes que necesitas mi ayuda Stan. Ford ya estaría aquí desde hace meses si tan solo me escucharas… ni siquiera te pido gran cosa a cambio… solamente…

 

-Ya te dije que no pienso fiarme de ti bajo ninguna circunstancia-  lo interrumpió Stan- No puedo evitar que me vengas a molestar cada que puedes (y créeme que me encantaría poder hacerlo), pero no pienso caer en tus sucios juegos, cualquiera que sean.

 

Esta vez fue Bill quien soltó un ligero suspiro de cansancio, aunque después soltó otra risita.

 

-Como tú quieras, pececillo. Solo después no vengas llorando cuando estés por botarlo todo… otra vez.

 

Y desapareció con un “plop”.

 

Stan sintió el ligero mareo que significaba que el mundo a su alrededor volviera teñirse con sus colores normales. Trató de convencerse de que por fin lograría trabajar mejor, ahora que podía hacerlo en santa paz. Pero la verdad es que la aplastante soledad y silencio en el que se sumía una vez que Bill desaparecía era algo demasiado abrumador como para que le quedaran ganas de seguir trabajando.

 

 

 

***~~~***

 

 

 

Otra noche solo. A estas alturas de su vida ya debería estar más que acostumbrado. Tal vez ahora tuviera un techo sobre su cabeza (uno que no era suyo) y alimentos en su mesa (que conseguía a base de estafar ingenuos) pero aún así, la soledad que parecía haberse vuelto parte de él siempre resultaba deprimente.

 

Hacía poco que había rebautizado su trampa para turistas y ahora era conocida como la "Cabaña del Misterio". Su negocio prosperaba de una forma que no hubiera podido esperar, y por mucho que se sintiera contento y satisfecho con eso, la verdad es que al final del día, cuando todos los clientes se marchaban y él se quedaba completamente solo en esa fría cabaña del bosque, no podía evitar sentir sus ánimos derrumbarse, a veces tanto como para ni siquiera tener ganas de bajar al laboratorio de Ford a seguir intentando reactivar el portal.

 

Otras veces lograba juntar humor suficiente para salir al pueblo y convivir con algunos de sus habitantes en algún bar o cantina. Pero el solo hecho de saber que eventualmente tendría que regresar al aplastante vacio de su casa era suficiente para desanimarlo y simplemente buscar algún entretenimiento barato: comer helado u otras golosinas, ver la televisión,  leer alguna mala revista en la conocida soledad de su sala de estar; cosas que no le traían satisfacción alguna pero al menos lograban distraerlo un rato. 

 

Suspiró entrando a su habitación. Tal vez lo mejor que podría hacer por esa noche sería intentar dormir.

 

Se sentó sobre su cama, cerró los ojos y, lentamente, comenzó a pasar sus manos por su pecho, encima de la ropa al principio, después fue levantando la camiseta blanca que siempre usaba para dormir hasta tener un contacto directo de piel con piel. No era algo que hiciera a menudo, o que le llamara demasiado la atención, pero siempre lograba relajarlo lo suficiente para hacerlo dormir al menos gran parte de la noche. Dejó que un profundo suspiro escapara de sus labios entre abiertos.

 

Poco a poco sus manos fueron dirigiéndose más hacia abajo hasta que alcanzó su miembro que empezaba a despertar y lo acarició ligeramente  por encima de la tela de sus bóxers. Se lamió los labios.  Se levantó por un momento para bajar su ropa interior hasta quitársela por completo y después tomó su miembro cada vez más erecto en su mano derecha mientras la izquierda seguía acariciando su pecho, encontrando  un pezón y pellizcándolo, lo cual lo hizo pegar un pequeño brinco.

 

No pensaba en nada ni en nadie en particular. No necesitaba hacerlo, solo se concentraba en las sensaciones placenteras que estaba experimentando.

 

Abrió los ojos pues, de pronto, tuvo la desagradable sensación de que no se encontraba solo, a pesar de la cual no pudo evitar dar un brinco de sorpresa a la par de un pequeño grito cuando lo primero que vio fue a Bill flotando frente a él, con los brazos y las piernas colgando  laxos bajo su triangular figura y su único ojo bastante concentrado en cierta parte de su anatomía como si fuera la cosa más interesante que hubiera visto en mucho tiempo.

 

-¿Qué demonios...?

 

Stan ni siquiera supo cómo reaccionar, sin darse cuenta se había quedado paralizado. Bill en cambio, y con toda la tranquilidad del mundo, solo levantó la vista para mirarlo directamente a los ojos.

 

-¿Por qué te detienes?

 

Su tono tenía una curiosidad casi infantil que solo hizo que el rubor que se había apoderado del rostro de Stanley se intensificara a niveles casi preocupantes.

 

-¡FUERA DE AQUÍ

 

Finalmente había reaccionado, pero sus movimientos fueron bastantes torpes. Lo único que atinó a hacer fue bajar de manera apresurada su camiseta, que había estado enrolladla casi hasta el cuello, y después llevar ambas manos hacia su entrepierna, tratando de salvarla de la indiscreta mirada del triangulo. Bill tenía la desagradable costumbre de aparecerse en el momento en que menos lo esperaba, pero jamás lo había sorprendido haciendo algo tan… íntimo.

 

Pero Bill no se fue, por el contrario, comenzó a acercarse más a él, para horror suyo.

 

Stan nuevamente se había quedado paralizado sin saber cómo reaccionar. ¿Debería alejar al otro de una patada? Esa era una buena idea, pero no atinaba a moverse. Bill llegó hasta donde estaba y dirigiendo sus manos hacia la entrepierna de Stan retiró las del hombre para poder seguir observando la erección que (para gran vergüenza de Stan) seguía bastante despierta.

 

Bill enroscó sus propios dedos sobre el miembro palpitante, observando cómo una pequeña gota de liquido pre seminal escapaba de la ranura que coronaba la cabeza y descendía hasta perderse entre el bosque de vellos que descansaba en la base. Stanley no pudo reprimir del todo un gemido que lo traicionó. El toque de Bill se sentía… raro. No era desagradable, pero tampoco era como nada que hubiera sentido antes. Se sentía casi eléctrico.

 

En su mente seguía la idea de apartar al triangulo y exigirle que lo dejara en paz. Pero, en realidad no quería. No es como si súbitamente hubiera encontrado al extraño ser atractivo, y de hecho antes de esa noche jamás, ni remotamente, se hubiera imaginado en una situación similar con él. Pero ese toque, aunque inesperado y muy, muy extraño, se sentía inesperadamente bien. Se sentía bien que alguien más lo tocara, que le pusiera atención, incluso si  ese alguien  era un ser omnipresente y difícilmente real. Bill había comenzado a mover su mano por todo la longitud, jalando un poco. Stan se mordió los labios, buscando reprimir más de sus gemidos.

 

El demonio lo miraba directamente a los ojos, sin perderse ninguna de sus reacciones como si las encontrara increíblemente entretenidas. Siguió bombeando la erección del otro hasta que lo sintió derramarse en su mano, llenándola de ardiente semen. Se quedó mirando su mano, ahora manchada, por un par de segundos antes de dirigirla directo hacia su ojo que transformó en una boca y se encargó de probar el blancuzco líquido que la impregnaba.

 

La visión fue lo suficientemente rara y grotesca para que Stan se estremeciera. Sin embargo fue el siguiente comentario del otro el que lo hizo descolocarse por completo.

 

-Eres más dulce que Stanford.

 

¡Ugh! ¿Qué se supone que significaba eso? Era algo que no le interesaba saber y mucho menos de parte de ese triangulo entrometido y molesto.

 

Eso lo hizo tomar repentina conciencia de lo que acaba de pasar, su rostro ya de por si sonrojado llegó a nuevo tono que no sabía que era capaz de alcanzar debido a la vergüenza que lo embargó de pronto.

 

-¿Qué fue eso?

 

Preguntó con molestia. Ni siquiera tenía ánimos de ocultar su miembro (¿qué caso tenía ahora?) que poco a poco regresaba a un estado flácido entre sus piernas.

 

-Solo quería ayudarte a relajarte. ¿Para qué sirven los amigos?

 

Stanley no supo qué debería responder a eso. Pero Bill no le permitió atormentarse demasiado.

 

-Buenas noches, Stan.

 

Murmuró el triángulo antes de desaparecer como era su costumbre, dejando a Stan de nuevo solo en su habitación.

 

Stanley ni siquiera tuvo ánimos de recoger su ropa interior del piso para volvérsela a poner. Se acomodó sobre su cama y se cubrió con las mantas. Antes de caer dormido murmuró a la nada un quedo “Buenas noches, Bill”.

 

 

 

***~~~***

 

 

 

El tiempo siguió corriendo, continuo e inclemente. Y aunque Stan logró avances significativos, gracias a sus esfuerzos, su tiempo y su empeño; la verdad es que no dejaba de sentirse en un callejón sin salida. Gracias a sus arduos estudios había logrado entender un poco más a fondo el trabajo de su hermano, pero sin su otro diario (y realmente esperaba que solo fuera  uno más el que le hacía falta) jamás lograría echar a andar de nuevo ese artefacto.

 

Muchas veces estuvo a punto de rendirse. De olvidarse de todo. Ni siquiera sabía si su hermano realmente seguiría vivo en algún lado, y entre más pasaban los años, más disminuyan sus esperanzas de que así fuera, por mucho que Bill insistiera en lo contrario. Él mismo se sentía cada vez más cansado, más enfermo… más viejo.  Y aunque sabía que su edad no era realmente “tan” avanzada como la sentía, la verdad es que el peso de todos esos años y malos ratos comenzaron a pasarle factura.

 

Sin embargo Bill nunca dejó de aparecer ante él. Siempre intentando animarlo de una forma u otra. A veces de maneras muy extrañas y hasta perturbadoras, como cuando aparecía en sus sueños para llenarlos de imágenes dementes; en una ocasión lo hiso aparecer en un campo completamente cubierto de flores de un brillante color amarillo, las cuales de pronto comenzaron a sangrar y proferir gritos que lo hicieron estremecer. Solo algunas veces sus formas eran un tanto más normales. Lo más extraño de todo es que siempre, por alguna razón,  fuera como fuera, terminaba funcionando.

 

“¿Sabes lo que te hace falta? Una ruidosa y alocada fiesta. “

 

Decía alguna que otra vez (especialmente cuando notaba  que más fastidiado y cansado se sentía Stanley)  con entusiasmo.

 

“No hay nada mejor para despejarse que eso… además siempre puedes aprovechar para estafar a alguien…”

 

Y  por mucho que Stan no estuviera de ánimos para tales cosas, siempre terminaba cediendo. Encontrando que, efectivamente, después de una noche de diversión (y buenas ganancias) siempre lograba encontrar renovados ánimos para seguir adelante.

 

“Tú mismo has dicho que ni siquiera sabes si sigue vivo o no”

 

Le decía otras veces, esas en las que la duda de si de verdad valía la pena el estarse matando como estaba haciendo para recuperar a Stanford lo asaltaba.

 

“¿De verdad puedes vivir con tal duda?”

 

“Podría estar en algún lugar frío, casado y hambriento… preguntándose cuándo será el día en que su hermano vendrá a salvarlo”

 

Le susurraba quedamente con su vocecita molesta y nasal, de forma lenta, como tratando de asegurarse de crear la imagen correcta en su mente. Stan terminaba temblando de culpa y dolor; regresando a trabajar con un renovado y desesperado entusiasmo. Especialmente porque él conocía demasiado bien ese sentimiento, ese miedo. No, él jamás podría dejar que Stanford sufriera de una forma parecida, mientras la probabilidad existiera (por mínima que fuera), él no podía darse el lujo de rendirse.

 

Y aunque Stan terminó acostumbrándose a la presencia constante de Bill, ni su desesperación ni el encanto del otro llegaron jamás a un punto en el que le hicieran aceptar hacer un trato con el demonio. Aunque la verdad es que terminó por encontrar  su compañía como algo de alguna manera  reconfortante.

 

Después de todo Bill era el único que siempre estaba ahí cuando no había nadie más.

 

Bill era el único que conocía su horrible secreto.

 

Bill era el único ser en el mundo que aún lo llamaba Stanley.

 

 

 

***~~~***

Notas finales:

Gracias por leer >3<


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