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Instante por Cristabelle

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Notas del fanfic:

Los personajes le pertenecen a Thomas Astruc, yo sólo escribo esto por diversión. No sé cuan bien quedo, pero deseaba aportar a otra ship crack que me agrada mucho.

Por cierto, planteo que Plagg es tan joven como Adrien en año kwami.

Una tarde aburrida de domingo en la cual para variar Adrian gozaba de tiempo libre, algo inusual siendo hijo de Gabriel Agreste el diseñador de modas más importante de París; siempre tenía una agenda muy ajetreada que difícilmente dividía entre los deberes académicos y amigos a los cuales apenas podía ver fuera de la secundaria sin escolta.

Sumado a actividades extracurriculares como ser clases de piano, esgrima, idiomas extranjeros, su trabajo de modelo que le daba un estatus de ídolo adolescente y sobre todo su deber secreto como el superhéroe enmascarado Chat Noir.

Lidiaba con mucha más presión de lo que cualquiera podría imaginar, pero ese día fue más duro a lo usual.

Tuvo otro grave inconveniente con su padre y se encontraba tan agobiado que aun siendo un día hermoso prefirió quedarse dentro de su habitación, sentado en el sillón azul frente a la pantalla de plasma jugando videojuegos en solitario, sin salir a patrullar como Chat Noir o siquiera atreverse a llamar o enviar un mensaje a su mejor amigo Nino para pasar el rato, pues simplemente no deseaba ser visto con un semblante tan decaído.

Por primera vez en mucho tiempo estaba almorzando junto a su padre, tal vez en total silencio, pero ya era algo, cuando de pronto el celular de Gabriel Agreste comenzó a sonar. Atendió la llamada y se fue de inmediato alegando que tenía algo muy importante que hacer ¿pero qué podía ser más importante que su hijo? ¿Por qué siempre lo dejaba solo o en segundo plano?

Dejando incidentes así de lado, la mayoría de los desacuerdos con su padre sucedían por su naturaleza reservada, estricta y sobreprotectora, que a veces podía dar la impresión de estarlo aislando del mundo en vez de cuidarlo.

Al menos ya no estudiaba en casa con tutores privados, pudiendo asistir a una secundaria normal, pero Adrien tampoco podía culpar a su padre. Sólo quería protegerlo para no perderlo de la misma forma que sucedió con su madre y como apenas podía verlo, le resultaba frustrante que ese poco tiempo que compartiesen fuese tan adusto.

No se sentía así desde navidad, pero aquella vez las cosas salieron inesperadamente bien y se encontró mejor al estar rodeado de muchas personas que apreciaba, no como esa tarde en que el malestar no se iba.

Al igual que en esa navidad que estuvo por ser solitaria, Plagg acompañaba a Adrien, esta vez recostado en un mullido almohadón cerca de él intentando guardar silencio.

La decisión más sensata de parte de Plagg tomando en cuenta que reconocía lo irritante que podía ser y lo arduo de animar a su portador en momentos tan infrecuentes como esos.

Plagg era un kwami, de pequeño tamaño y con forma similar a un gato que pese a su aspecto adorable poseía una personalidad apática, algo egoísta y sobretodo traviesa sin desmeritar su condición de entidad mística cedida a Adrien junto con un objeto de poder llamado Miraculous, con el cual se convertían en Chat Noir, uno de los tantos superhéroes que existían en ese mundo.

A todo eso Adrien se preguntaba si algún día podría saber qué eran exactamente los kwamis, quién creo los miraculous y por qué estaban conectados.

La mayor parte del tiempo parecía que lo único importante para el kwami era su bocadillo favorito, es decir apestoso queso camembert, pero su comportamiento tenía una razón muy importante de ser que ninguno de sus otros compañeros kwami conocía.

Plagg estaba bastante cansado de jugar a esa pantomima del bien contra el mal una y otra vez acompañando a gran cantidad de portadores de miraculous a través de los siglos. Ha vivido lo suficiente como para ver las atrocidades de las que es capaz la raza humana y siendo el catalizador del poder de la destrucción y el infortunio, llegó a la conclusión de que los humanos están lejos de tener salvación y que no basta que existan superhéroes intentando ayudarlos ya que ninguna generación de héroes guiados por kwamis consiguió hacer algún cambio verdaderamente trascendental para con el curso de la historia humana hasta ese momento.

A pesar de sus esfuerzos el mundo seguía repleto de injusticias, desigualdad social, pobreza, enfermedad y guerras. Eso sin mencionar nuevas problemáticas como la contaminación ambiental, la desensibilización de las personas y un individualismo alienante.

Plagg reconocía el peligro que representaba el villano Hawk Moth, pero la mayor parte del tiempo pensaba que era un desperdicio concentrarse tanto en él limitándose a vigilar París habiendo literalmente todo un mundo de problemas más allá, claro que seguía siendo demasiado pronto para exigirle tanto a Adrien, sobretodo con lo ocupado que ya se encontraba actualmente.

Cabe decir que con sólo Ladybug y Chat Noir apenas bastaba, Plagg ansiaba que otros kwamis y portadores hicieran aparición pronto, como Rena Rouge, pero sabía que esto asimismo era peligroso, sólo llamarían más la atención.

Los tiempos habían cambiado y tan sólo dos héroes encontraban imposible guardar un perfil bajo con toda la exposición que estaban teniendo en los medios de comunicación e internet convertidos en figuras públicas, aunque por eso mismo llegaron a inspirar en otros hacer el bien, como con el director del instituto Francoise Dupont, el señor Damocles.

Asombrosamente ni el gobierno, opulentas empresas, entidades extranjeras o criminales no los estaban persiguiendo de la misma forma que Hawk Moth en pos de obtener el poder que ostentaban sus miraculous, lo cual podía cambiar en cualquier momento y Plagg intentaba disfrutar la tranquilidad que gozaba residiendo con Adrien. Lo cual se dificultaba porque aun sin su identidad secreta Adrien ya tenía problemas para transitar apaciblemente por la calle debido a que lo reconocían por su trabajo de modelo.

Plagg no se rendía al ser consciente de que a pesar de todo el mundo seguía siendo muy bello, estaba lleno de maravillas y personas buenas que daban lo mejor de si, pero como el caos es un ingrediente indispensable para el equilibrio del universo, también se tomaba su rol de Kwami con suma despreocupación, sin mencionar que gran parte de los akumatizados que enfrentaban convenientemente eran conocidos o allegados de Adrien en algún nivel y hasta su padre tenía un adorno que se parecía inmensamente al miraculous del pavo real, pero no podía ser el verdadero, sería demasiada coincidencia.

En fin ¿ser o no ser héroe? Plagg tampoco tenía nada mejor que hacer, igual que ese sombrío domingo y no resistió más seguir en silencio.

—¿No quieres hablar de Ladybug? Eso siempre te anima.

Su portador no respondió, pero es que el kwami nunca perdía la oportunidad de mofarse por lo cursi que le parecía el flechazo que sentía por Ladybug y como no se rendía en intentar conquistarla pese a que ella siempre lo rechazaba. Hasta le contó que ya había alguien que le gustaba, pero esa ocasión saco el tema con intención noble, fue una lástima que se malentendiera pues Plagg sólo sacaba de quicio a Adrien en pos de sentirse especial para él.

—Así que ahora vas a ignorarme… debe ser la pubertad— comento Plagg encogiéndose de hombros, aunque él mismo en años kwami comparado a otros seres inmortales podría ser considerado tan joven como Adrien.

Adrien era amable con todos sin importar las circunstancias, nadie conseguía enfurecerlo a excepción de su padre a veces, ni siquiera Chloésu problemática amiga de la infancia, pero curiosamente Plagg era el único que realmente conseguía sacarlo de sus casillas.

Tenían personalidades opuestas que chocaban demasiado y si bien pasaban juntos las 24 horas del día, sus dinámicas distaban mucho de estar bien pulidas, comenzando con que Adrien debía ponerse muy firme con Plagg a la hora de transformarse en Chat Noir. Le disgustaba tratarlo con dureza, pero muchas veces él no le dejaba opción.

Convertirse en Chat Noir le producía mucha pereza a Plagg, pero más que nada cierta desolación, porque era lo más cerca que podría estar de Adrien.

Adrien era un chico muy hermoso e inteligente que pese a haber estado rodeado de lujos toda su vida era muy humilde y algo melancólico, características muy interesantes por las cuales Plagg no dudaba de que el maestro Fu Guardián de los Miraculous, realmente eligió bien a su actual portador, sobretodo porque adoraba las cosas brillantes y no había nada más luminoso que los ojos verdes de Adrien.

Entre eso el silencio siguió unos instantes, cuando de pronto Plagg escucho unos sonidos extraños.

—¿Estas llorando?

Tampoco respondió esa pregunta, únicamente soltó el mando del videojuego y corrió directo al baño para resguardarse de la mirada indagadora de Plagg ante sus lágrimas.

De pelo rubio tan amable y encantador que parecía irreal, pero Plagg que estaba junto a Adrien en sus peores momentos se jactaba de conocer algunas facetas muy únicas de él, que iban más allá del lema de su marca de colonia: “radiante, fresco, soñador” palabras que de alguna forma entristecían a Adrien cada vez que veía el comercial del perfume, porque sabía que no eran ciertas.

Tenía más de 5000 años de existencia, así que en perspectiva el tiempo que había pasado con Adrien hasta ese momento era insignificante, pero jamás pensó que lo vería llorar o que eso podría afectar a alguien que se creía tan displicente como él.

Siguió a Adrien, con su pequeña fisonomía de kwami no podía abrir la puerta del baño, pero sabía que él estaba apoyado al otro lado de la puerta sentado a ras del suelo.

—Todo esto es por tu padre ¿cierto? Por cosas así pienso que él no merece un hijo como tú y mucho menos tus lágrimas— afirmo apegándose a la superficie de madera en pos de escuchar si Adrien le respondía y así sucedió, luego de un largo silencio.

—Me halagas, pero lo creas o no, papá es buena persona.

—Igual me desagrada, sé que te quiere y aunque sea uno de esos importantes señores ocupados, no justifica que suceda esto.

Eso sin mencionar que su intuición decía que ocultaba algo y Hawk Moth estaría de acuerdo.

—Pero yo lo entiendo y soy un tonto por enojarme de todas formas.

Adrien nunca dejaba de asombrarlo, no muchos otros jóvenes de su edad reaccionarían ni la mitad de bien ante una situación así, tanto que le resultaba injusto.

—Como si quisieras que te acompañe las 24 horas del día o que sólo te atienda a ti.

—No es la gran cosa, otros tienen problemas reales…

—Sentirte abandonado por tu único familiar cercano es un problema falso… ¡y yo odio el queso! —Plagg suspiro— todos tienen problemas diferentes, no te quita el derecho a estar enojado y triste.

—Si tan sólo pudiera conversar estas cosas con papá…— se escuchó débilmente a través de la puerta, seguido de sollozos.

El hecho era que padre e hijo ni siquiera podían almorzar juntos así que la conversación se interrumpió sin mucha resolución.

—Estaré aquí en cuanto quieras salir— dijo sentándose en la perrilla de la puerta recibiendo como respuesta sólo el sonido de llanto.

Puede que no fuese algo a solucionarse fácil ni pronto, pero Adrien mostraba una madurez y comprensión ante sus problemas muy admirable para Plagg quien reconocía que usualmente se mostraba despreocupado respecto a sus deberes de kwami y las dudas existenciales que le acarreaba, pero sí entendía lo que era ansiar que las cosas fueran diferentes y conseguir un poco más de lo que en realidad se podía, como ser un mortal que Adrien pueda tomar en serio.

Pasaron más de veinte minutos, Plagg todavía aguardaba cerca de la puerta cuando esta se abrió y Adrian salió de su escondite con la mirada baja.

—Te extrañé.

—No paso ni una hora.

—Da igual, estaba preocupado por ti.

—¿Quién eres y qué hiciste con Plagg?— pregunto extrañado por la actitud del kwami.

—Lo creas o no soy un kwami muy considerado y si no salías ¿quién me iba a dar queso?

—Ese sí es mi Plagg.

—¿Yo? ¿Tu Plagg…?

Por un instante en el rostro de Plagg se formó una sonrisa imposiblemente tierna, pero Adrien mantenía la mirada en el suelo por lo cual no alcanzo a ver la forma en que lo hizo sonreír, pero eso se podía arreglar.

—Mírame…— pronunció flotando lentamente hacía el rostro de Adrien y levantándole el mentón.

—¿Qué?

De pronto comenzó a lamer los restos de las lágrimas de Adrien, dejándolo tan anonadado que en un principio no supo cómo reaccionar, pero pasados unos momentos se puso a reír.

—¡Cosquillas!

—Tu aliento huele a camembert.

—No te quejes, el camembert es vida y amor.

En medio de los jugueteos Plagg tomó impulso y beso a Adrien, tan sólo un roce de su pequeña boca contra los suaves labios de Adrien, momento en que las risas se detuvieron.

—¿Qué fue eso?— pregunto Adrien confundido.

—Sólo quería distraerte y h-hacerte sentir mejor…— arguyo un tanto inseguro.

—Ehh… si… comprendo— susurro Adrien con el rostro encendido en carmín.

Pudo ser peor, la arriesgada acción bien valdría el silencio incomodo que estaba por instaurarse, pero entonces Adrien añadió:

—Gracias…

—D-de nada— respondió Plagg nervioso y cuando estaba por alejarse su portador lo envolvió entre sus manos y volvió a adosarlo a su boca, momento en que cerraron sus ojos disfrutando el contacto.

Acabado ese segundo beso todo siguió como si nada; Plagg había subestimado el nivel de confianza que le tenía Adrien, para bien o para mal.

—Me siento mejor, salgamos un rato— comentó Adrien más tranquilo.

—Ya era hora— añadió Plagg aclarándose la garganta, procurando recuperar su típico talante relajado.

Fue hermoso, pero no tenía caso pensar más en el asunto, al fin que Adrien y Marinette o mejor dicho Chat Noir y Ladybug estaban destinados a estar juntos, pero de la misma forma que Adrien se mostraba comprensivo ante el poco tiempo que su padre le podía dedicar y a lo serio de sus tratos, Plagg aceptaba lo imposible de ese cariño y aún así no le brindaría la información de la verdadera identidad de Ladydug que le fue revelada cuando se enfrentaron a Dark Howl ni por el mejor camembert del mundo. No solamente porque el deber se lo impedía.

Ya había quedado prendado de alguno de sus portadorxs en el pasado y había presenciado historias similares cien veces antes, el amor puro siempre prevalecía, su humanx se iba y los seres como él sólo eran espectadores, pero ese era el precio por el gran poder que los kwamis debían guardar, siendo ajenos a muchas de las cosas maravillosas que la vida puede ofrecer, pero lo lamentable era que Plagg a diferencia de otros de su clase no estaba conforme con eso.

A veces un instante es todo lo que se puede tener y para un ser milenario como Plagg eso era una como una mala broma, pero siempre recordaría ese instante que pudo compartir con Adrien.

Notas finales:

Gracias por leer :)


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