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Hojas de Almendro por Maria-sama

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Notas del capitulo:

Aclaraciones: IASON es un elfo y RIKI es un humano… mantuve eso del amo y esclavo un poco.

El suave aroma de las flores de almendro llegaba hasta su nariz. Ese olor era evidencia de que se acercaban al reino de los elfos… sólo un poco más y ya estaba.


-Torel, adelántate con cinco hombres y dime cómo están divididos los arqueros. Yo me iré por el lado opuesto.

Dijo el jefe de la horda de bárbaros humanos, planeando realizar el clásico movimiento de tenaza, por el que su banda había triunfado en sus tantos atracos contra los elfos, cosa que los hermosos seres ya no soportaban…

Había precio por sus cabezas.

-Riki, ¿la misma clave de siempre?

-Si, son dos no lo olvides.

-Entendido.

Los seis hombres se alejaron.

Su objetivo estaba a la vista, las caravanas del tributo que ofrecían las aldeas de los enanos estaban bien provistas… un verdadero deleite para los asaltantes de caminos.


NO había demasiado tiempo, ya que comenzaba a oscurecer y eso sería una enorme desventaja ya que los hermosos seres ven mejor que los humanos de noche… eso iba a resultar una desventaja.


Riki llevaba a su mando a otra media docena de hombres, en espera de la señal de Torel.


Dos aullidos se dejaron escuchar por el bosque… era hora de atacar.

Los siete se apresuraron a llegar al claro donde la caravana había parado a descansar. Las mulas necesitaban beber al igual que los elfos y esto fue su perdición.


Con espadas rústicas y dagas melladas los hombres empezaron a luchar. Tenían entre sus filas únicamente a dos arqueros que no se comparaban en lo más mínimo con los que los elfos poseían.

Sin embargo sus flechas distrajeron la atención de los bellos arqueros, dejándole a Riki y a sus hombres el camino libre para atacar con sus armas maltrechas.


Todo parecía salir a pedir de boca. Si bien no herían a los elfos e gravedad, al menos los dejaban fuera de combate.

No supieron cuando llegaron refuerzos y en menos de un parpadeo ya estaban rodeados.


Una emboscada.


-¿Son éstos los bárbaros que Lord Iason busca?… a mi no me parecen tan peligrosos- dijo con desdén un elfo en lengua común, disfrutando del enojo que reflejaban los rostros de los capturados.

-¿Cuál de ellos es el jefe?- preguntó con monocorde voz otro elfo ignorando las burlas de sus compañeros. El simplemente estaba allí para cumplir su misión y nada más.

-Debe ser ese- dijo otro señalando a Torel, pero el otro negó con la cabeza.

-Es aquél- dijo señalando a Riki, quien estaba atado y sometido por tres elfos a diferencia de sus hombres que sólo entretenían a uno cuando mucho a dos de ellos.

-¿Qué hacemos con él Raoul-sama?- dijo otro elfo de cabellos oscuros mientras pateaba a Riki.


-Iason-sama lo quiere vivo… con los demás hagan lo que les plazca- dijo el elfo sin inmutarse haciendo una señal a algunos de sus hombres para que llevasen al hombre en el falso carro de caravana.

Los elfos rieron ante la indiferencia de Raoul, pues tenían pensadas dos que tres cosas para los humanos quienes de antemano sabían que les esperaba una muerte horrible… peor que la que le dedicarían esos seres a un perro, ya que para ellos los humanos son menos que las otras razas de seres… quizá los tenían en peor estima que a los enanos.

Por su parte Riki maldecía por su estupidez pero no tenía nada más que seguir a ese tipo, además de que sus fieles amigos morirían por su descuido.

Ya no podría volver a casa a ver a sus hermanos y hermanas. En el clan en el que él se crió las mujeres tenían muchos hijos, pero no sabían hacer grandes cosas con la tierra, además de su condición nómada. Esa era la razón de tener que vivir de la manera en la que lo hacían.

Pero todo ello sería algo que no iba a importarle al jefe de los elfos.


Cada vez más sentía que su corazón palpitaba del creciente miedo.

Sabía que lo llevaban al corazón del bosque del Almendro, a la morada del elfo más poderoso de ese lado del mundo.


Ni si quiera la fragancia de los árboles ayudaban a tranquilizarlo.

Ya casi estaban en el reino escondido del elfo.

Un millón de torturas pasaron por su mente y quizá ni la mitad de cruentas cómo seguramente serían en la realidad.


Las cadenas estaban lastimándole la piel ya que trataba de deshacerse de ellas en vano.

-Hemos llegado humano- dijo Raoul despectivamente, mientras hacía que Riki se incorporara para llevarlo ante el rey.


Sus pies tocaron la suavidad del camino de pétalos que conducía al castillo del gran Iason.

Cerró los ojos rogando a los dioses que si debía morir lo hiciera con rapidez.

 

Continuara...


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