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One Love; Two Souls por Emmyllie

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Notas del fanfic:

Dragon Ball es propiedad de Akira Toriyama. Lo único mío aquí es la historia que leerán a continuación.

Fanfic ligeramente basado en el videojuego Beyond: Two Souls.

Notas del capitulo:

¡Lo prometido es déuda! Aquí yo otra vez con un nuevo VegeKaka :D

Es más que nada una prueba a ver si les gusta, ya que siéndoles sincera no sé qué vaya a resultar de esto, porque ciertamente es una idea súper bizarra. Es primera vez que ahondo en temas de horror, misterio y asuntos sobrenaturales, pero luego de terminar de jugar (por enésima vez) mi videojuego favorito "Beyond: Two Souls, no pude dejar de pensar en una trama con características similares para mezclar con mi amada OTP. Si no saben de qué va el juego, mejor todavía XD Así no hay spoilers ^^ Aunque de todas maneras tomaré sólo algunos aspectos, no es como si fuera a replicar la trama original o algo así >:v

¿Han escuchado el término "íncubo"? Bueno, podría decirse que la interacción romántica del VegeKaka tendrá mucho de eso, ya que técnicamente aquí Vegeta es un ente sobrenatural y bueno... entre las advertencias hay lemon y de alguna forma hay que hacerlo *o*

No esperen mucha coherencia, porque al inicio de esto todo es confuso, hasta para los personajes. Tampoco se vean venir el romance pronto, ya que para eso deben pasar un par de cosas y bueno... al haber una brecha de tipo "humano"/"ente sobrenatural", va a costar un poquito que les lleguen los sentimientos :)

Pero les aseguro que cuando llegue el momento de explicar lo que sucede, se les encogerá de amor el corazón <3

¡En fin! Ya dejo de hablar tanto para que lean este primer capítulo ^^

¡Que comience la historia!

One Love; Two Souls

Chapter 1: Routine

            Diario:

Sé que esta será, probablemente, la única vez que escriba aquí.

Sólo necesito desahogarme; sacar de mí, aunque sea, una mínima fracción del continuo y aterrador peso que cargo encima.

No estoy seguro cómo o cuándo comenzó todo esto. Llevo años intentando entenderlo, años intentando explicarme a mí mismo qué es lo que realmente ocurre.

Y es que, aunque a simple vista parezca así, nunca estoy solo.

Conmigo convive una entidad sobrenatural que responde al nombre de Vegeta, gracias al cual jamás he podido saber lo que es una vida normal.

Lo siento, aquí, todo el tiempo. Está ahí, siempre conmigo, asechando desde dentro.

Es tan parecido al rozar constante de una brisa. Tan idéntico al perseguir eterno de un depredador. Tan nocivo, tan etéreo. Como si fuera un fragmento de mi propia esencia; un trozo de alma que una vez se desprendió, mismo que ahora ansía volver a formar parte de un único ser.

No recuerdo en mi existir un sólo instante que estuviera sin él. Cada una de mis memorias, sin excepción, lleva tatuada la indeleble marca de su presencia. Desde que tengo uso de razón, sé que está allí, deteriorándolo todo a su paso, dejándome a mi suerte muy en el fondo de una oscuridad abismal e intensa.

Porque él es el único culpable de que yo, a ojos del mundo, sea diferente. La responsabilidad de que cada uno de mis días sea un infierno, sólo es gracias a su inexplicable e indeseada existencia.

Y es tan injusto, porque jamás habría deseado estar ligado a esta entidad. Todo el tiempo añoro que se vaya, que desaparezca de aquí y me deje en paz. Pero es imposible; no importa cuánto le insista, Vegeta no se irá, nunca lo ha hecho y dudo mucho que realmente sea porque lo quiere así. Sé que está vinculado a mí de una manera que nadie entiende, lo que sume cada interacción entre los dos en un eterno e interminable bucle de sensaciones y sentimientos sumamente inverosímiles.

Ya son dieciséis años. Dieciséis largos años de exámenes y estudios sofocantes. Dieciséis años sintiéndome la persona más infeliz que pise el planeta, sumido en este oscuro e inmenso mar de soledad por culpa de esto que muchos llaman don, pero que para mí no es más que un brote perpetuo de anormalidad. Dieciséis malditos años, siendo la rareza preferida del más reconocido y prestigiado centro de investigación paranormal.

Es tan asfixiante…

Ver como el tiempo avanza, mientras sigo aquí barado sin hallar respuesta alguna a tantas dudas.

Mucho tiempo atrás, durante varios meses que podrían catalogarse como los más tranquilos y felices de mi vida, estuve al cuidado de una pareja amorosa y dedicada, quienes se flecharon con mis ojos inocentes y mi frágil apariencia en ese tiempo en que vivía bajo el amparo de un orfanato. Era un niño, tenía apenas ocho años, pero ya sabía que algo andaba mal conmigo. En ese entonces Vegeta era muy violento, mucho más de lo que es ahora, porque lo frustraba no poder alejarse de mí más allá de unos cuantos metros, pues si se atrevía a hacerlo, lo único que conseguía era provocarse a sí mismo un inmenso dolor. Mis padres adoptivos llegaron a su límite un día que, mientras jugaba en el parque, “ataqué” a uno de los niños del vecindario, luego de soportar más de una hora escuchando sus burlas. Pero no fui yo, fue él… eso que convive conmigo y no me deja en paz ni un mísero segundo. Nunca olvidaré los gritos de desesperación de esa madre al ver a su hijo tirado contra el pabimento en un charco de sangre, luego que la fuerza sobrehumana que vive en mí lo arrojara brutalmente del columpio. Fue por eso que terminé viviendo aquí, nadie quería cuidarme y es entendible, ya que a ojos de todos…

Soy un peligro.

Quedé al cuidado de dos personas que, desde entonces hasta hoy, son las únicas figuras de protección que he visto. La científica Bulma Brief, una atractiva mujer de cabello y ojos azules, quien se encarga de estudiar a fondo mi “condición”. Y el Doctor Lapis, a quien llamo Diecisiete por petición suya cuando estamos solos, quien ha sido mi psicólogo desde que llegué aquí, siempre procurando ayudarme a canalizar y tratar de comprender el cauce irregular de emociones que me dominan todo el tiempo, provenientes más que de mí, de él.

En este lugar llevan un registro minucioso de todo cuanto hago, ya sea por la mañana, la tarde o la noche. Se encargan de observar cada paso que doy, cada monótono suceso de mi vida. Sé que todo el tiempo buscan alguna particularidad que antes fuera invisible a sus ojos, con el único propósito de aclarar finalmente la razón del extraño lazo que me ha atado a Vegeta desde siempre.

Y, aunque quisiera depositar mis esperanzas en sus incontables intentos por aclararlo todo, muy en el fondo sé que les será imposible. Ni siquiera él sabe el por qué de nuestra unión, lo que torna esta situación incluso más agobiante de lo que ya es.

Se detuvo, entrecerrando abatido sus ojos negros, mientras una mueca acongojada le sombreaba el rostro. Se levantó de la giratoria silla en que se hallaba sentado, soltando un suspiro largo e insonoro. Dejó la pequeña libreta y el lapicero con que escribía sobre la superficie vacía de su escritorio, sin saber a ciencia cierta por qué rayos le contaba a un alguien inexistente sus problemas. Se encaminó hacia la cama, quitándose, de paso, el grueso chaleco azul que llevaba encima. Era principios de diciembre y el clima comenzaba a sentirse cada vez más helado, forzándolo a abrigarse en exceso.

Resopló, dejando caer todo el peso de su cuerpo sobre la mullida superficie del colchón, notando que la maraña de pensamientos que revoloteaban por su mente en esos instantes, se volvía poco a poco en un punzante dolor de cabeza. Los ojos le pesaban, los músculos le ardían y su piel escocía como una herida abierta. Todo indicaba que la reciente sesión sobre control de ira con Diecisiete, no había logrado nada más que lastimarlo.

—Muchas gracias— musitó entre dientes en el vacío de su habitación, percibiendo junto a él aquella más que conocida presencia.

«Lo siento…»

—En serio creí que ya habías aprendido a controlarte— continuó, cubriéndose el rostro con los brazos, su voz inmersa en reproche.

«Lo siento…»

Exhaló, girando sobre si mismo y dándole la espalda a la puerta, quedando de frente a la pared.

—Sólo déjalo así, ya no importa— zanjó el asunto, reemplazando el reproche por indiferencia.

«Sabes que no quiero hacerte daño.»

La presencia se acentuó, dándole a entender que se sentía culpable y que, por nada del mundo, pretendía terminar ahí la conversación.

—Pero lo haces…— espetó, sin intención alguna de aliviar su sentir. —Siempre lo haces.

 La verdad era que, en momentos así, cuando repercutían en sí mismo las emociones y actitudes de Vegeta, no deseaba otra cosa más que alejarlo, siendo sus recriminaciones verbales la mejor forma de lograrlo. Pues por más consciente que estuviera del enorme daño que provocaba a su ente personal, las molestias físicas que lo aquejaban junto a su inmensa frustración existencial, eran la mejor excusa para dejar de lado su usual actitud sumisa, cambiándola por máxima apatía.

Pero cuando se disponía a cerrar los ojos para descansar un poco de la agotadora jornada que había vivido ese día, notó como un peso se posaba sobre su cuerpo, volteándolo y dejándolo de cara al techo. La inverosímil sensación de sus manos siendo apresadas, por una fuerza sobrenatural, a cada lado de su cabeza, aunada a una brisa demencialmente fría entumeciéndole la piel, provocaron que la respiración se le agitara de golpe, desesperándolo.

—N-No…— susurró aterrado, cayendo en cuenta de lo que estaba a punto de suceder. —Por favor… ¡N-No empieces, Vegeta!

«¡Sabes perfectamente que odio cuando me ignoras!»

Horrorizado, oyó el estridente rechinar de despiadadas garras rasgando el cristal de la ventana que yacía situada encima de la cama, el peso de aquel cuerpo invisible haciéndose cada vez más insoportable. Intentó moverse, pero sabía que le sería imposible. Cuando despertaba en Vegeta su lado sádico y maníaco, no existía fuerza en el mundo que pudiera hacerlo entrar en razón.

—¡E-Está bien!— pronunció a duras penas, no entendiendo por qué insistía en razonar con lo irrazonable. —¡Tienes razón! N-No debí ignorarte— siseó al sentir como un par de puños invisibles golpeaban con furia su rostro, jadeando ante la dificultad que le significaba respirar al tenerlo encima. —No lo volveré a hacer… ¡No lo volveré a hacer! ¡Te lo prometo!

«¡No eres más que un maldito insecto mentiroso!»

Apreció como le alzaban violentamente del colchón, con algo que no era capaz de ver, pero que, podía jurar, era un brote de fuerza desmedida. Sintió como su espalda se estampaba con brusquedad contra una superficie sólida, acentuando en su cabeza el agudo dolor que ya existía, en su mente resonando el perturbador eco de una carcajada demasiado oscura y lúgubre…

Demasiado inhumana.

—Agh…— soltó un débil quejido, al sentir el agudo dolor que le provocó ser arrojado con sumo desdén contra el duro suelo, causando una herida semi profunda en su frente.

«Eres tan patético…»

—Tú… ganas… Vegeta— masculló, sintiendo su orgullo más quebrantado que nunca, ya sin energías suficientes para luchar contra él.

«Yo siempre gano, Kakarotto… ¡Siempre!»

~~~

Cuando Bulma Brief entró a la habitación de Goku, tras verificar en las cámaras de seguridad que algo no andaba bien, se tropezó de lleno con una escena alarmante.

Un caos de cosas se hallaban regadas por todas partes dentro del cuarto, tales como fragmentos de vidrio, madera y retazos de ropa. Las paredes parecían haber sido atacadas por un ser infernal, cuyas marcas de garras eran lo único que podía probar su existencia. Y, más allá, con su rostro contra el cerámico suelo, el cuerpo magullado de un joven pelinegro se encontraba tirado, brindándole a la escena una perversidad incluso mayor.

—¡Por amor a la ciencia, Goku!— la mujer peliazul se apresuró a ir en ayuda del chico, girándolo con cuidado para intentar levantarlo, procurando no lastimarlo todavía más. —¿Qué fue lo que…?

—S-Sal… de aquí…— emitió dificultosamente él, sintiendo que los rasguños en su piel ardían como el demonio, la presencia de Vegeta más fuerte y real que nunca. —Sólo yo… puedo calmarlo…

— No, no. ¡Sólo mírate, Goku! No puedo arriesgarme a dejarte así— la mayor se negó en rotundo, usando toda su fuerza para ponerlo de pie, comenzando a caminar hacia la salida de la habitación y empujando de a poco al menor para que caminara junto a ella.

Sin embargo poco antes de alcanzar la puerta, las cosas dentro del lugar comenzaron a ser arrojadas con violencia, dicho suceso denotando claramente lo inconforme que estaba Vegeta con la aparición en escena de aquella mujer. Afilados trozos de cristal volaban en todas direcciones, obligando a la científica a ocultarse tras la repisa donde el joven de cabellos azabaches y alborotados apilaba grandes cantidades de libros, tirando de su brazo para resguardarlo también.

—Las reacciones de Vegeta se vuelven cada vez peores— susurró Bulma, observando atónita el horroroso espectáculo a su alrededor.— Si continúa así, acabará matándote.

Goku se mantuvo en silencio, observando absorto un punto inexistente en la nada. En su cabeza, como un eco constante e insoportable, la indescriptible voz de su ente personal e indeseado se oía enfurecida, como cada vez que se encontraban juntos con la científica en un mismo lugar.

«¡Vete de aquí, maldita mujer asquerosa! ¡Aléjate de mí o juro que te mataré!»

Cerró los ojos con fuerza, llenándole la sensación de hastío que, claramente, Vegeta experimentaba en ese momento. No comprendía por qué mostraba tanta aversión hacia Bulma, siendo que lo único que ésta pretendía era ayudarlos a ambos. Sin embargo, y al ser parte de una misma identidad, el pelinegro no tuvo más opción que apartarse de la peliazul lo más posible, un fuerte sentimiento de rechazo llameando como un fuego inextinguible en su interior.

«¡Largo de aquí, humana insignificante!»

—Bulma, es mejor que te vayas— indicó, temiendo por su seguridad. — Vegeta no quiere que estés más tiempo aquí.

Y como si fuera la afirmación a sus palabras, la repisa en que la mencionada se hallaba resguardada se tambaleó peligrosamente, el sonido de un enorme trozo de cristal cayendo abruptamente justo a su lado actuando como la más siniestra de las amenazas.

—Está bien— accedió resignada, habiendo previsto desde su llegada que algo así ocurriría, pues no era secreto para nadie que la entidad sobrenatural que convivía con el joven Son manifestaba siempre una hostilidad inmensa hacia ella.— Le pediré a Lapis que venga, hay que curarte esa herida y ordenar este desastre.

—De acuerdo— asintió a su vez Goku, dirigiéndose a su cama con pesadez, resintiendo el dolor que le causaban los golpes, arañazos y contusiones recién plasmados por Vegeta en su nívea piel.

Sin importarle que el lecho  estuviera desordenado, lleno de polvo y trozos de cristal esparcidos por el edredón, se dejó caer encima como un peso muerto, apretando con fuerza sus labios con el afán de retener el consternado grito que pugnaba por escapar de su garganta. Y es que, más allá de sus heridas físicas, sentía que la lesión emocional que aquel hetéreo ser no humano provocaba en su vida, estaba a punto de volverlo loco. No podía más con semejante carga existencial, pues su integridad psicológica se resquebrajaba a cada segundo un poco más.

Suspiró consternado, un cúmulo de gruesas lágrimas agolpándose en su oscura mirada.

«Me odias, ¿verdad?»

Una vez más percibió junto a él aquella etérea presencia, una sensación de desasosiego infinito apoderándose de su sentir.

—Ese es el problema— sollozó, una mezcla de impotencia y frustración apretándole el pecho. —Por más que quiero, no puedo odiarte— sujetó su cabeza entre sus manos, un mareo repentino nublándole los sentidos. —¡Mereces que te odie, que te repudie, que te maldiga por ser parte de mí! Pero no puedo…— gimió al darse cuenta que estaba al borde de la inconsciencia, hilos de sangre resbalando por su rostro desde la herida que yacía en su frente. —No puedo odiarte, Vegeta… ¡No puedo!

«Kakarotto…»

~~~

Despertó de golpe, sintiendo el dolor de mil cuchillos punzando su cuerpo. A su nariz llegaba el inconfundible aroma a alcohol, antiséptico y medicamentos varios, dándole a entender que se encontraba, otra vez, en el área de curaciones. Aspiró hondo, exhalando lentamente el aire, intentando enfocar la mirada en algo más que no fueran las blancas paredes de la habitación.

—Bienvenido de vuelta al mundo real, pequeño Goku— su psicólogo desde siempre, el Doctor Lapis, estaba de pie frente a él, en sus labios trazada esa dulce sonrisa llena de confianza que siempre tenía para regalarle, sus ojos brillantes y tan azules analizándolo con cautela. —¿Cómo te sientes?

—Bien, creo— respondió el aludido, tratando de restarle importancia a su insufrible malestar físico. —Parece que a Vegeta no le interesa matarme todavía. Eso es bueno, ¿no?

Diecisiete lo miró con fijeza, tomando asiento en la silla junto a la cama.

—Dudo que matarte esté en los planes de Vegeta— señaló, utilizando un tono de voz suave y algo condescendiente. —Lo que sucede aquí es que ni él mismo entiende por qué está unido a ti de esta manera, lo que hace que pierda el control de sus acciones al verse tan limitado.

Un soplo de brisa fría revolvió los negros cabellos del psicólogo, estremeciéndolo ligeramente.

«Ni siquiera intentes congeniar conmigo, insecto. ¡No me agradas!»

—Tal vez tengas razón— concedió Goku, encogiéndose de hombros. —Pero te recomiendo que tengas cuidado, porque a Vegeta no le caes muy bien que digamos.

—Lo imagino— sonrió el ojiazul, siempre manteniéndose sereno. —Es muy celoso cuando se trata de ti.

«¡Aléjate de Kakarotto, estúpido humano inferior!»

—Supongo que sí…

Notas finales:

Ugh, lo sé. ¡Re confuso! ¿Cómo rayos lograré romance entre esos dos? Ya lo verán 7u7


Si les gustó no duden en hacérmelo saber, ya que es la única forma para continuarlo. Como les dije este primer capítulo es algo así como una prueba, porque es probable que se queden con cara de WTF al leer tamaña bizarrez (???)

Recuerden que el botoncito para dejar reviews no muerde ^-^


Ahora me voy, porque estoy escribiendo el final alternativo de "Sin ti" *llora (?)* Me ganó el remordimiento de consciencia, así que les daré un capítulo de consuelo a quienes destruí con mi crueldad a la hora de finalizar historias ;'v


Si apoyan esta rarísima trama, tendrán próxima actualización el viernes 19 de octubre :)

Nos leemos mis amores ^^


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