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Stony Stories por Wind Girl

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Steve

Había sido duro, pero habíamos ganado la batalla, aunque no todavía la guerra. Sin embargo, me aterraba mucho más el enfrentarme a ver Tony después de la última vez. Probablemente ya tendría los papeles del divorcio preparados, e incluso él ya los habría firmado. Estaba tan decidido a hacerlo que me perforaba el pecho en solo pensar que se quería alejar de mí. Seguramente sino hubiera aparecido Thanos ni siquiera habría vuelto a dirigirme la palabra. Pero aquí estaba ahora, frente al complejo armándome de valor para entrar y enfrentarme a la realidad.
– Vamos, Steve –Bucky palmeó mi hombro para animarme.
Le di una mirada rápida y tomé aire profundamente para infundirme valor. Esto dolía más que todas las heridas que tenía en el cuerpo juntas.
Finalmente me atreví a entrar. Los pasillos se me hacían más largos que nunca mientras seguía a Nat a la enfermería. Había un gran ajetreo, había miles de heridos y los hospitales estaban desbordado por lo que los Vengadores habían ofrecido el complejo para ello. Había desde ciudadanos, agentes de Shield, hasta varios de los nuevos que habían llegado para luchar contra Thanos como los Guardianes o Strange. Aun me era inexplicable estar viendo una especie de árbol en el pasillo mirando a una mujer verde en una camilla. Era realmente inverosímil. Yo creía que a estas alturas ya lo habría visto todo.
Entré en uno de los cubículos y Nat acompañó a Bucky a otro para que les curarán. Una enfermera empezó a curarme las heridas que tenía en la cara en seguida y me quedé mirando al frente, viendo como pasaban personas corriendo de un lado a otro por el pasillo. Era la primera vez que veía el complejo tan activo, aunque nunca había habido una amenaza tan grande. Nadie había conseguido salir ileso. Aunque estaba intentado no preguntar estaba realmente preocupado por el estado de Tony y Peter. No les había vuelto a ver desde la batalla. Ellos habían sido los primero en venir al complejo mientras los que aun teníamos fuerzas ayudamos en los escombros.
La enfermera comenzó a coser la brecha que tenía sobre mi ceja y me tapó la visión al pasillo justo cuando pasaban corriendo varías personas. Tanto movimiento empezaba a alarmarme y aparté a la enfermera.
– No he terminado de coser... –dijo nerviosa por mi brusquedad.
Estire del hilo, que había quedado colgando, y lo rompí tirándolo sobre su bandeja.
Salí del cubículo y fui directamente hacia donde todos corrían. La presión de mi pecho se magnífico al entrar en la zona donde llevaba al quirófano del complejo. Natasha y Rhodey estaban parados en el pasillo hablando en susurros entre ellos. Cuando me acerqué lo suficiente Nat alzó la vista hacía mí y enseguida note en su mirada que algo no iba bien.
– ¿Tony está bien? –Pregunté, sintiéndome sin aliento.
– No es Tony... –respondió, Romanoff.
– Peter –aclaró, Rhodey.
Me apoyé en la pared al sentir como fallaban mis fuerzas. No podía estar pasando esto, no a él. Peter había hecho que supiera lo que era realmente tener una familia. Siempre tuve miedo de tener una relación con Tony, pero el día en que adoptamos a Peter todo fue diferente. Nos unió más, nos llenó de recuerdos, sonrisas, llantos y dolores de cabeza, pero siempre nos hacía mantenernos juntos. Nos cambió completamente la vida. Y aunque por mi estúpido error perdí a Tony, no podía perder a Peter. Él era todo lo que tenía, era mi hijo. Aún tenía toda su vida por delante. Quería seguir teniendo que castigarle por escaparse por las noches, o que siempre traiga chatarra de los contenedores aunque a Tony le moleste que reutilice aparatos viejos en vez de utilizar nuevos.
– ¿Dónde está? –Dije en apenas un susurro por la falta de aire que causaba la horrible presión en mi pecho.
– Le están interviniendo ahora. Tony está en la sala de espera de familiares –Rhodes me señalo la puerta–, a nosotros no nos dejan pasar.
Me tambaleé un segundo al separarme de la pared y Nat me sujetó con una mano para mantenerme derecho.
– ¿Estás bien? –Preguntó con preocupación.
Ignore totalmente su pregunta y fui directo hacía la puerta de la sala de espera. Al atravesarla mi mirada dio una vuelta por toda la habitación repleta de personas, pero tan solo me interesaba una. Quién estaba sentado al final de la sala sujetando la cabeza entre sus manos.
Mi corazón dio un vuelco y la presión del pecho cada vez me dificultaba más el respirar. Nunca había visto a Tony tan asustado como lo estaba ahora. Ni siquiera cuando Peter tenía 8 años y fue a cruzar la calle sin mirar y logré apartarle justo a tiempo para que un coche no le arroyara. Nos llevamos el susto de nuestras vidas. Esta vez era el mismo sentimiento pero amplificado por 10.
Comencé a caminar hacía a él sin siquiera saber que iba a decir o hacer. Solo quería abrazarle y poder ayudar a apaciguar el miedo que estaba sintiendo, al igual que yo. Tony levantó la cabeza cuando estaba a escasos pasos de él. Se levantó mirándome fijamente y por un segundo pensé que seguiría frío conmigo, pero no fue así. Cerró los metros que nos separaban y me abrazó. La fuerza de su agarré me hizo saber sin palabras lo grave de la situación.
Le abracé con la misma fuerza, tratando de no romperme para que él no se viniera más abajo. Hice mi mayor esfuerzo por retener las lágrimas, sin mucho éxito. Comenzaron a caer por mis mejillas y rápido las limpie.
– ¿Qué ha ocurrido? –Murmuré casi en un susurro ronco por el nudo en mi garganta.
Tony se separó, negando repetidas veces con la cabeza y se sentó nuevamente cuando sus piernas le temblaron.
– Yo... Yo no me di cuenta... –comenzó, con voz temblorosa–. Le golpeó el pecho y en la caída se dio en la cabeza...
Mi alma cayó a los pies y la presión terminó de perforarme, haciendo que no pudiera contenerme más. Todas mis fuerzas se fueron y caí sobre el asiento dejando salir todas las lágrimas sin control.
– Toda la culpa es mía, no estuve atento a él... –susurró–. Ni siquiera debería haberle dejado estar ahí...
Le miré, viendo reflejado en él la gran culpa con la que quería cargar. Sus ojos estaban completamente hinchados y rojos de llorar, y sus manos no dejaban de temblar aunque trataba de ocultarlo agarrando la una con la otra.
Tomé su mano e hice círculos en su dorso con mi pulgar. Cogí aire para alejar las lágrimas de mí.
– No hagas eso, Tony, sabes que no es así.
Apartó la mano y su mirada se tornó de enfado.
– No me digas que no es mi culpa, Rogers. He dejado que nuestro hijo sufra un maldito traumatismo cuando prometí cuidarle sobre mi vida –prácticamente escupió las palabras lleno de ira.
Sabía que nada de lo que dijera iba hacerle sentir mejor ahora mismo y comprendía su posición. De haberle pasado estando conmigo hubiera reaccionado exactamente de la misma manera. Aunque sabía que no era así, él no tenía culpa de ello. Ambos accedimos a que Peter fuera Spider-Man aun sabiendo los riesgos que corría. Creíamos que dejándole ayudar a la ciudad haría que no se escapara para hacer cosas peores, y nos prometió avisarnos cuando algo fuera mayor y no se pondría en riesgo. Además de que no podíamos culparle de querer ser como nosotros. Y contra Thanos era a todo o nada, cualquier ayuda era poca y Peter, aunque no nos guste, sabe hacerlo bien. Por eso no podía culpar a Tony de esto y en todo caso yo también la tendría. Sin embargo si me preocupaba lo que había dicho del traumatismo, eso sonaba realmente grave. Pero Peter es fuerte, siempre lo ha sido.
– Peter es fuerte, va a salir de esta, Tony. Ten fe.
– Basta con tus estupideces de fe, Steve –clavó en mí su mirada llena de rabia–. Me extraña que después de perder a tu familia aun tengas algo de fe.
Sus palabras fueron como cuchillas clavándose en mí. Sabía que estaba haciendo, quería hacerme daño para acallar su dolor por la culpa, pero con eso tan solo conseguiría hundirnos a los dos.
– No vayas por ese camino, Tony, eso no tiene nada que ver ahora –dije tratando de mantener la calma–. Insúltame cuando Peter este bien, ahora nos necesita enteros.
Apartó la mirada suavizando su expresión.
– ¿Familiares de Peter Rogers-Stark? -Anunció el doctor.
Me puse en pie en el acto, sintiendo como el corazón golpeaba contra mi pecho con brusquedad. Miré a Tony, que no se había movido ni un milímetro. Miraba al doctor pero parecía en un estado de shock.
– ¿Tony? –Puse una mano sobre su hombro y me miró con los ojos muy abiertos–. Prometo que va a estar bien.
– No prometas lo que no puedes cumplir –dijo en un susurró con lágrimas en los ojos.
Tenía razón, no tenía la seguridad de que fuera a estar bien, pero tenía que ser así, no podía pasarle nada a nuestro Peter.
Tomó mi mano cogiéndome por sorpresa y la apretó con fuerza, levantándose. Su agarré firme me dio valor para dar los pasos siguientes. Él siempre había sido mi fuerza, y con un simple gesto, como era tomar su mano, me daba la suficiente fuerza para continuar. Había extrañado infinitamente esta sensación.
– ¿Cómo está Peter? –Preguntó, Tony, casi sin voz.
– Está sedado pero estable –dijo en tono tranquilizador–. Ha sufrido un leve traumatismo en el cráneo, pero no creo que vaya a tener efectos graves en él, quizá una pequeña concusión. Sin embargo –esas dos palabras provocaron una presión sobre mi pecho–, se ha fracturado 3 costillas, dos son fisuras pequeñas, pero la tercera le ha causado una hemorragia interna.
La mano de Tony se aferró con más fuerza a la mía. El miedo se apodero de mí sabiendo todo lo que estaba sufriendo Peter y la gravedad de sus heridas.
– ¿Se recuperar? –Pregunté.
– Aún es pronto para saberlo, depende de cómo evolucione en las próximas 24 horas. Pero yo sería bastante optimista, si hace reposo no creo que vayan a haber complicaciones.
Tony y yo hicimos un suspiro de alivio casi a la vez y su agarré se suavizó.
– ¿Podemos verle? –Se apresuró a preguntar, Tony.
– Por supuesto. Acompáñenme.
Tony soltó mi mano finalmente y caminó frente a mí siguiendo al doctor.
Saber que a pesar de la gravedad Peter podría recuperarse era realmente tranquilizador. Ahora solo quedaba esperar que no sufriera secuelas permanentes. Por no hablar de ser Spider-Man, iba a pasar mucho antes de que el volviera a ponerse el traje. Iba a quedarme pegado a él si era necesario y no me importaba si Tony no me quería cerca, no pensaba alejarme otra vez de Peter. Ni Tony, ni el Estado, ni los Vengadores, ni los malditos acuerdos de Sokovia iban alejarme esta vez.
– Esta es la habitación –abrió la puerta–. Habitualmente solo dejaríamos pasar a uno, pero creo que la situación no es habitual, así que no veo problema para que pasen los dos.
– Gracias –le murmuró, Tony, entrando a la habitación.
– Muchas gracias, por todo lo que ha hecho por Peter, Doctor.
– De nada, Capitán. Gracias a vosotros por salvar la Tierra.
Asentí con una sonrisa fugaz y entre cerrando la puerta a mi espalda.
La presión de mi pecho reapareció al ver frente a mí a Peter repleto de tubos y máquinas a su alrededor. Se veía tan pequeño en esa camilla. Era como estar dentro de una pesadilla y no poder escapar de ella. Me desgarraba por dentro ver su pálido rostro con moratones y el vendaje sobre su frente. No pude contener más las lágrimas al verle así y dejé que salieran todas mientras me acercaba a sujetar su mano, queriendo darle todas mis fuerzas.

•••

El sonido repetitivo de las máquinas me había dado dolor de cabeza, pero aun así me negaba a salir de la habitación. Después de las 6 horas había perdido la cuenta de cuantas horas llevábamos aquí sentados. Tony estaba al otro lado y se había quedado dormido recostado junto a las piernas de Peter mientras agarraba su mano. Había intentado hacerle entrar en razón de que esto no era su culpa, pero tan solo había logrado que se enfadara mucho más conmigo, por lo que decidí desistir para no alterarle más y no provocar una discusión junto a Peter.
Llamaron suavemente a la puerta y Romanoff abrió un poco para hacerme señas de que saliera. Miré una última vez a Peter y a Tony y fui hasta la puerta.
– He traído café para los dos –alzó los vasos, forzando una sonrisa.
– Gracias, Nat –cogí los vasos y mire los nombres–. ¿Con leche y canela el de Tony?
– No lo sé, los ha comprado Visión –se encogió de hombros–. Y, ¿cómo está?
– Continúa igual, pero el Doctor es optimista.
– ¿Y tú?
Di un suspiro negando con la cabeza.
– No lo sé. Solo sé que me mata cada segundo más el verle así... –susurré.
Agachó la mirada frunciendo los labios.
– Es fuerte, va a salir de esta –sonrió forzadamente para infundirme ánimos–. Ve con ellos.
Dio media vuelta y entré rápidamente. Tony me sorprendió, mirándome fijamente. Mi corazón se aceleró por unos segundos, poniéndome nervioso repentinamente. Extendí el vaso con su nombre hacia él.
– Nat ha traído café.
– Lo he escuchado –respondió cogiendo el vaso.
Me senté en mi silla y di un sorbo del café, sintiéndome observado por Tony. Cuando hacía eso sabía que estaba pensado algo, y si era sobre mí probablemente no sería nada bueno.
– Recuerdas lo del café –ladeó la cabeza mirándome mientras daba un trago–. No lleva canela.
– ¿Por qué iba a olvidarlo?
– Después de casi dos años lejos con tu amigo...
Resoplé por lo que trataba de insinuar. Diez años que pasamos juntos y aún continuaba sin confiar en que pudiera amarle solo a él.
– Que me fuera no significa que no te siga amando, Tony –baje la mirada a mi vaso–. Aunque realmente fuiste tú quién me dijo que no quería volver a verme.
– Me mentiste –dijo con sequedad.
– No te mentí, solo omití...
– No te atrevas a decir eso nuevamente, Rogers. Sé que Bucky no tuvo la culpa, pero tú me ocultaste la verdad –miró a Peter al notar que estaba comenzado a subir el tono de su voz y soltó el aire para calmarse–. Esa era la clase de relación sincera que querías –dijo con sarcasmo.
Dejé el café mirando a Peter y luego mire a Tony dando un suspiro.
– Lo sé. Sé que fui la peor persona del mundo, Tony, y esa es la razón por la que no volví. Merezco tu despreció y el divorcio, estoy dispuesto a pagar por lo que hice –volví a mirar a Peter–. Pero tan solo te pido que me dejes estar cerca de él.
– ¿De verdad estas dispuesto a firmar el divorcio? –Preguntó incrédulo.
– Sí –dije sin pensar–. Y si tienes los papeles lo hago ahora mismo. No te obligare a seguir casado conmigo.
Se levantó sin decir nada y saco el teléfono mientras iba a la puerta. Cuando cerró golpeé con la cabeza en el asiento, frustado.
Hacía tanto que sabía que esta conversación llegaría a pasar, solo no esperaba que la situación fuera así. Ahora mismo lo último que deseaba era poner fin a nuestro matrimonio, era el remate en estos momentos. Pero quizá para él será algo positivo, le ayudara a cerrar las heridas que yo le hice, y prefiero su bien por encima de todo.
Tomé la mano de Peter y sentí lo fría que estaba. Cogí la manta que había a sus pies y le tape hasta los hombros, colocándola bien para que nada quedara fuera. Las lágrimas picaron tras mis ojos al venir el recuerdo de cuando le tapaba cuando solo era un niño. Ahora era como si volviera a serlo, necesitaría cuidados y mucho cariño para recuperarse. Y no le iba a faltar nada, pienso estar sobre él todo el día para asegurarme de ello, y por supuesto Tony hará lo mismo. Ya puedo imaginar los quejidos de Peter por estar pegados a él.
Tony entró abruptamente y di un respingo. Miró a Peter, acariciando su brazo al ver que estaba tapado. Se sentó y dejó una carpeta sobre las piernas de Peter. La miré y la realidad me sacudió por dentro haciéndome llorar. Cerré los ojos intentando frenar las lágrimas pero era inútil. Tomé aire profundamente y los abrí cogiendo la carpeta.
– ¿Tienes bolígrafo? –Pregunté con voz ronca.
Sacó una pluma de su bolsillo y se quedó viéndome.
– ¿De verdad quieres hacerlo? –Volvió a preguntar sin terminar de creerlo.
– No, no quiero hacerlo, pero si debo hacerlo para que tú estés mejor lo hare.
– ¿Yo? ¿Mejor?
– Tú eres quien quiere el divorcio, Tony.
Se quedó en un extraño silencio.
Ya no sabía que era peor, si cuando hablaba o cuando no. Cogí la pluma de su mano y abrí la carpeta. Mire por encima hasta encontrar donde debía firmar. Cerré los ojos con fuerza para frenar las ganas de llorar y tomar el valor para firmar.
La pluma fue arrancada de mi mano y abrí los ojos mirando a Tony frente a mí.
– ¿Qué pasa?
– ¿Me amas todavía?
Le miré perplejo al no esperar esa pregunta.
– Como el primer día.
Me arrebató también la carpeta y rasgó por la mitad los papeles.
Le miré descondertado con su repentina actitud.
– Tony... –me quedé sin palabras, todavía incrédulo.
– Me sigue doliendo lo que hiciste, pero si eres capaz de cargar con todo el daño para aliviarme a mí quiza si has aprendido del error.
– Me arrepiento completamente, Tony – susurré poniéndome en pie–, no hay nada que me haya dolido más que perderos a Peter y a ti.
Puso una mano sobre mi pecho y perdí el aliento. Traté de absorber su tacto para calmar todo el dolor y tension acumulados.
– Eres un idiota, Rogers –hizo una pequeña sonrisa–, pero mi idiota.
– Todo tuyo, siempre ha sido así –le devolví la sonrisa–. Te amo, Tony.
– Te amo, idiota.
Reí ante su extraña manera de mostrar cariño.
Tomé su rostro entre mis manos, acercándole despacio para no propasarme del límite que él me permitiera, pero no se negó. Junté mis labios con los suyos, dejando salir mi gran anhelo durante este tiempo. Se abrazó a mí, juntando nuestros cuerpos, mientras intensificaba el beso para tratar de saciar el ansía con el que le necesitaba.
– ¿Papá? –La voz suave y ronca de Peter nos sobresaltó.
Tony prácticamente me empujo para darse la vuelta y comprobar el estado de Peter. Tenía cara adormecida y se movía con dificultad haciendo muecas. Sin embargo sus ganas de moverse querían decir que se encontraba bien de ánimos.
– Hola, Pete –le sonrió, Tony–. ¿Cómo te encuentras?
– Me duele la cabeza –susurró tratando de sacarse la mascarilla.
– No, Peter –dije volviendo a colocársela bien.
Apartó mi mano y volvió a tirar de ella para quitársela.
– No comencéis –dijo con una pequeña mueca.
– ¿Porque siempre lo haces tan difícil, Peter? –se quejó, Tony.
Sonreí viendo como peleaban. Como había echado de menos estas locuras familiares. En un momento no se soportaban y al siguiente reían juntos. Eran toda una contradicción, pero los 3 lo somos y quizá eso es lo que nos termina uniendo. Y esta vez no dejaré que ninguno se aleje, porque son todo lo que necesito para vivir.


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