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Errores del Pasado por Yushurija

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𝐏‘𝐈𝐌𝐄‘ 𝐂𝐀𝐍“𝐎: ‘‘‘‘‘‘‘‘ ‘‘‘‘

 

Harry siempre admiró a su padre. Su impotente estatura. Fornido debido al deporte que practicó en la escuela. El empleo de él, pues era auror, y para Harry no había mejor trabajo que ese. Su padre solía analizar las situaciones, cuidaba de su bella madre y siempre lo protegía a él. Un gran ejemplo a seguir.

Había llegado a la edad de once años y fue el día en que recibió su carta de admisión a Hogwarts Escuela de Magia y Hechicería. Estaba realmente emocionado, pues ahí conocería a gente como él. Gente mágica. Sin contar que en aquella escuela había estudiado su madre y padre, así como su padrino Sirius y Remus. Se habían ido al Callejón Diagon para comprar sus útiles, Harry no pudo aguantar la emoción al ver a tantos chicos de su edad y otros no tanto.

-Harry- le llamó su padre y Harry volteó a verlo. Ese día James llevaba una playera azul marino y pantalón gris, vestía de manera muggle. Estaba al lado de Lily, quien vestía una falda blanca y blusa verde claro. Ella observaba la lista de útiles sonriendo- ¿Te gustaría que comprara tu primera escoba?

Lily frunció el ceño y le dio un codazo a su esposo volteándolo a ver. Harry dirigió su vista a donde su padre había señalado y vio la tienda de escobas, lugar donde estaban amontonados tanto chicos como grandes.

- ¡Uau! Es la nueva Nimbus 2000- exclamó uno de ellos. Harry corrió a la tienda y pudo ver la hermosa escoba ricamente pulida y lisa, un dorado “Nimbus 2000” resaltaba en el mango. El pequeño acercó su cara hasta casi pegarla al vidrio, estaba maravillado con la escoba, ya había visto a su padre usar una escoba cuando llegaba Sirius y Remus, los tres se iban a las afueras del lugar donde vivían para volar. Harry montaba con su padre y se empezaban aventar pelotas muggles, las cuales eran a veces más ligeras que las mágicas, eso decía Sirius.

-Vamos, Harry. Los de primero aún no pueden llevar escoba a la escuela- escuchó la voz de su madre. Lily fulminaba a James con la mirada y él solo levantaba las manos en forma de rendición. Harry desilusionado se acercó a ellos- Tranquilo. Para compensarte el error de tu padre iremos a buscar tu mascota. Dejaré que elijas, aunque te recomiendo principalmente una lechuza- Lily le sonrió a su hijo y se agachó hasta quedar a su altura- ¿Vale?

-Sí…- Harry se había animado un poco más y siguió a sus padres tomando de la mano de Lily.

-Estoy seguro que mi hijo quedará este año en el equipo de Quidditch de Gryffindor- Dijo James totalmente seguro- Después de todo lo lleva en la sangre.

-Papá ¿Y si quedo en otra casa que no sea Gryffindor? - preguntó Harry un poco nervioso. Pues, él no se consideraba valiente.

-Tonterías, Harry. Es más que obvio que quedarás en la casa de los leones- respondió una voz proveniente de enfrente.

- ¡Sirius! - Gritó Harry y salió corriendo para abrazar a su padrino.

- ¿Qué pasó, mini James? - la voz de Sirius tenía un tono en burla y revolvió el cabello del menor, si es que era posible revolverlo más.

-Hola, Sirius- saludaron Lily y James acercándose al joven de ojos grises- ¿Y Remus? - preguntó James volteando a todos lados buscando a su amigo.

-Está comprando algunas cosas. Creo que dijo que le compraría grageas de todos los sabores a este pequeñín.

-Hola, Harry. James. Lily- saludó Remus llegando en ese instante.

- ¡Remus! ¿Me trajiste dulces? - preguntó Harry. El castaño volteó a ver molesto a Sirius y el Black solo le dedicó una sonrisa burlesca.

-Harry, primero saluda- regañó Lily.

-Lo siento. Hola, Remus- Harry se le acercó a Remus y extendió su mano. El lobo sonrió y respondió con el saludo de mano.

-Como ya sabía lo que haría Sirius, te traje esto- Remus buscó entre su ropa y sacó dos barras de chocolate- Aquí tienes.

-Gracias- y enseguida los tuvo destapó uno y empezó a devorarlo.

-Bien. Sirius, Remus, fue un gusto encontrarlos. Estamos buscando los útiles de Harry- dijo Lily observando a Harry con una sonrisa como éste se comía su chocolate.

- ¿Cuál es el problema? Los podemos acompañar, nosotros ya acabamos nuestras compras. Además- se puso en medio de Lily y James, pasó los brazos por sobre los hombros de ambos y los acercó a él- Remus tiene algo que comunicarles. Diles, Remus- y todos voltearon a ver al castaño.

-Bueno, planeaba decirlo para hoy en la noche en el cumpleaños de Harry, pero ya que Sirius habló- tomó aire y sonrió abiertamente- Seré el nuevo profesor de DCAO. Dumbledore me contrató hace dos semanas.

- ¡Eso es bueno! Significa que Harry estará en buenas manos- dijo alegremente James.

- ¿Qué es DCAO? - Harry parecía confundido, pues aún no conocía muy bien las materias.

-Es una materia que tendrás en Hogwarts. Te ayudará para defenderte contra la magia oscura. Aunque en estos tiempos no es tan común, es mejor prevenir- le respondió Lily. Sin embargo, sin haberlo querido, su mente viajó a cierto hombre que amaba la materia, así como otra más. ¿Qué sería de él?

-Lily ¿Estás bien? - James se preocupó al ver a su esposa un poco perdida y la mirada vacía. En cuanto la llamó, ella sacudió la cabeza y le sonrió en señal de estar bien. Sabía que estaba mintiendo.

 

- ¡Mira, papá! ¡Yo quiero esa! - Gritó Harry al ver una preciosa lechuza blanca como la nieve. El animal chilló felizmente de ser escogida por un niño, extendió sus alas e infló el pecho orgullosa.

-Parece feliz- dijo James estirando la mano y la lechuza enseguida se posó en su brazo.

-Sí, bueno. Ya lleva bastante tiempo así que la pone feliz ver que alguien la escogió y no a una cría. No entiendo a las personas, una cría es linda y tierna pero una adulta es más útil- dijo la vendedora.

-Sí, lo entiendo. Pero me imagino que se fijó más por el color- Respondió James.

Al salir de la tienda se encontraron con Lily sosteniendo dos helados, Remus también con dos y Sirius comiéndose el suyo. Lily le dio uno a Harry, chocolate con nuez. Y Remus le extendió a James otro, menta con fresa.

-Papá ¿Podemos comprar una lechuza nueva? - escucharon las voces de alguien más. Otro niño.

-Claro que sí. Después de todo Serena ya está más vieja y necesita descansar- Respondió una voz. Sirius se puso blanco y se cayó su nieve sin que se diera cuenta. James, Remus y Lily vieron a su amigo pálido y nervioso mientras Harry seguía consumiendo su delicioso helado ajeno a lo que pasaba.

Sirius tuvo que respirar profundamente y tratar de calmarse. Ya había pasado tiempo desde que lo había visto y solo fue por unos breves instantes en la graduación. Se volteó y ahí estaba, con el pelo ligeramente más largo, sus centelleantes ojos grises que lo caracterizaban. Como siempre, un poco más bajo que él. Llevaba una capa negra con un broche plateado de una serpiente en el pecho, pantalones formales y ni qué se diga de los zapatos. Regulus.

A su lado estaba un niño de la misma edad que Harry, con el pelo negro y ojos azules. Su piel era blanca y labios rosados. Era la imagen de Regulus cuando tenía la misma edad con la diferencia del color de ojos. Su sobrino. Tenía un sobrino y ni lo sabía. Pero, después de todo fue él quien se alejó de su familia, era más que obvio que Regulus no le diría que tuvo un hijo.

Padre e hijo iban sonriendo dirigiéndose a la tienda de mascotas. Hasta que Regulus se detuvo de golpe y vio a su hermano con sus amigos, tanto traidores de la sangre como sangre sucia. Tomó fuertemente la mano de su hijo. Su sonrisa se desvaneció al cruzar mirada con su hermano, hizo aquel gesto de orgullo y altivez.

-Vámonos, Arcturus. Venimos después- dijo con voz seria y potente para dar media vuelta y dirigirse a otro lugar con un mini Regulus algo confundido, pero sin preguntar.

-No sabía que tu hermano estaba casado y tenía un hijo- llamó James aun observando a Regulus marcharse. Sirius, sin ver a su amigo y con cierta tristeza, respondió.

-Yo tampoco…- la brisa movió suavemente su cabello mientras veía a su hermano alejarse. Arcturus volteó a ver la razón por la que su padre se marchaba rápidamente. Sirius, por un momento, vio en el niño a su hermano cuando tenía once años.

Suspiró con tristeza y aguantó una lágrima.                                                   

 

- ¡Feliz cumpleaños, Harry! - Gritaron todos al mismo tiempo y mientras Lily ponía un pastel de chocolate con cubierta de vainilla donde se leía con letras de dulce color rojo “Feliz Cumpleaños, Harry”. Harry sopló las velitas no sin antes pedir un deseo.

Esa tarde habían terminado las compras, se despidieron de Sirius y Remus quienes prometían ir a su casa en la noche para la celebración. Su padrino había estado un tanto extraño después de que fueran a comprar a Hedwing, su lechuza. Por mucho que hubiera preguntado, nadie le respondía, hasta que su madre le dijo que no volviera a preguntar, ella le diría cuando estuvieran solos. Y finalmente al llegar a casa, Lily le explicó acerca del encuentro de Sirius y su hermano, quien ni siquiera saludó.  

“Pero, mamá ¿Por qué no quiso hablarle? Seguro eso haría feliz a Sirius”

“No es tan fácil, Harry. Ocurrió tanto entre ellos que parece que su hermano sigue molesto”

“¿Y por qué no le pide perdón? ¡Estoy seguro que él lo perdonará y volverán a ser buenos hermanos!”

“No es tan fácil, querido”

“¿Tan malo es?”

Hasta ese punto, Lily lo abrazó y acarició su cabello negro y revoltoso como el de su padre, le besó la cabeza y susurró un débil “Algún día lo entenderás”.

 

Durante la fiesta de su cumpleaños número once, Sirius estuvo más animado bromeando con James y Remus, recordaban cómo se la pasaban en sus días en Hogwarts, los partidos, las bromas a distintas personas. A veces James y Sirius le explicaban a Harry algunos pasadizos secretos, pero el pequeño castaño no entendía casi nada, pues no sabía nada del castillo donde estudiaría los próximos siete años.

En cambio, Lily y Remus le explicaban algunas materias, así como los nombres de algunos profesores que seguramente encontraría. Después de tanta plática, Harry estaba somnoliento y se despidió de todos para subir las escaleras, apenas había llegado al final de las escaleras cuando escuchó la voz de Remus.

-Lily ¿Has sabido algo de Snape? –Todo se quedó en silencio, Harry pudo sentir el ambiente pesado. ¿Qué estaría sucediendo allí abajo? Se preguntaba Harry y decidió quedarse un poco más para escuchar, el nombre se le hacía desconocido, pero al parecer fue un personaje en vida de sus padres.

-Nada. La última vez que supe de él fue cuando lo vi en la graduación- Lily estaba de espaldas, pues había estado guardando algunas cosas. Se volteó para ver a los ojos a Remus, tenía los labios apretados y el ceño fruncido de manera que no parecía estar enojada, sino triste- Al final fue él quien terminó nuestra amistad.

-Sí. Después de todo fue él quien te insultó de aquella manera. No te merecía, Lily- finalmente habló James quien hasta entonces estaba callado y observaba el suelo. Dirigió su mirada a su esposa que parecía atormentada, sin embargo, no se sentía tan mal, pues Snape no salió ileso de aquella ocasión. Regresó su mirada al suelo, recordando lo que pasó aquella Navidad cuando estaban en sexto, Lily se había ido a celebrar la Navidad con su familia, también Remus y Sirius, sólo él y unos pocos se habían quedado en el castillo. Entre esos pocos estaba Snape, al parecer la única serpiente que se había quedado.

Hasta el momento no se arrepentía de sus acciones después de todo se lo tenía bien merecido ¿No? Insultar a Lily, su ahora querida esposa. Se mordió los labios y decidió tomar un poco más de whisky de fuego. Quería convencerse de que había hecho algo bueno. Sí, se lo merecía. Se quiso tranquilizar.

Harry se perdió por unos momentos, todos estaban tan callados que tenía miedo de que lo encontraran escuchando a escondidas, después de todo su madre no lo había educado para eso. Sabía que estaba mal, pero aquel nombre le causó tanta curiosidad que quiso escuchar más, sin embargo, sus deseos se vieron frustrados cuando Sirius decidió cambiar el tema para quitar el ambiente pesado. Entonces Harry decidió que lo mejor era irse a dormir.

 

El tiempo pasó rápido. Harry quería preguntarle a su madre quien era aquel Snape, sin embargo, cuando recordaba el ambiente pesado de su cumpleaños, desistía. Eso, sin contar que estaba escuchando a escondidas. Y su padre tampoco parecía ser una buena opción, por lo que decidió tragarse la curiosidad. Finalmente había llegado el día esperado. Lily lo había levantado temprano, la noche anterior su madre hizo la maleta, por lo que no se preocupó de ninguna cosa.

Sus padres lo llevaron hasta la estación King Cross y llegaron a los andenes 9 y 10, Harry estaba confundido, pues sus padres se habían detenido y volteaba a todos lados cuidando de que ningún muggle los viera atravesar la pared.

-Muy bien-dijo James- iré yo primero, después entran ustedes dos- Lily asintió y James corrió hacia la pared. Harry lo observó con miedo de que chocara, pero grande fue su sorpresa al ver cómo su padre desaparecía en esta.

- ¿Estás listo, cariño? - Preguntó Lily a Harry, pero él no respondió, solamente observaba con temor la pared- Tranquilo, amor. Yo también estaba asustada la primera vez ¡Y qué decir de tus abuelos! Ellos no sabían de magia, pero ahora, tu padre y yo, sí. Con nosotros estarás a salvo- le besó la mejilla y Harry la volteó a ver, a lo que la pelirroja le sonrió. - ¿Listo? - volvió a preguntar.

-Sí- Harry suspiró y empezó a correr hacia la pared acompañado de su madre. Cerró los ojos esperando un golpe. Algo que nunca llegó. Cuando abrió los ojos se encontró frente a un hermoso tren pintado de rojo y algunos matices de negro. El lugar estaba abarrotado de personas con túnicas y algunos de la edad de Harry vestían simples playeras con pantalones y tenis. Lily buscó con la mirada a su esposo hasta que lo encontró con Sirius y Remus, James levantó una mano para indicarle que ahí estaban. La pelirroja tomó a Harry y se acercaron a los hombres.

- ¿Por qué tardaron? - preguntó James.

-Harry tenía miedo de chocar- Respondió Lily.

-Al final fuiste valiente y atravesaste ¿No, campeón? - James se agachó a la altura de Harry para verlo a los ojos. Harry desvió la mirada un poco avergonzado por temer a algo tan simple. James rió por lo bajo y acarició su cabello- No te preocupes, a todos nos pasa.

Entonces sonó el pitido del tren asustando levemente a Harry. El niño volteó y se dio cuenta que muchos ya estaban dentro del tren y otros ya se despedían de su familia para enseguida abordarlo.

-Buena suerte, hijo- susurró James abrazando a Harry. Después Lily se le acercó para besarlo en la cabeza y abrazarlo igualmente.

-Nos vemos en Navidad- siguió Lily. Después volteó a ver a Remus y le sonrió para nuevamente regresar su vista a Harry – Si tienes algún problema, dile a Remus, seguro él te ayudará.

-Sí, así es. Todo mientras no te metas en aprietos- dijo riendo el castaño

-Está bien- respondió Harry y con ayuda de James subió sus maletas al tren para después subirse él.

- ¡Hasta luego, mini James! - se escuchó el grito de Sirius a lo que Harry sólo se despidió con un movimiento de mano y una sonrisa, para después meterse y buscar un compartimento separado. Lo encontró después de pasar por diez lugares que ya estaban ocupados.

Abrió la puerta y se encontró con un chico de pelo rojo y pecas que comía unos emparedados que habían estado envueltos en aluminio. Harry carraspeó llamando la atención del chico pelirrojo.

-Disculpa ¿Me puedo sentar aquí? - preguntó un tanto nervioso.

-Oh, claro. Nadie está conmigo después de todo- respondió el chico. Harry se sentó enfrente del chico dejando la jaula de Hedwing a un lado y su maleta en el suelo, pudo notar que el pelirrojo tenía una pequeña lechuza en su cabeza que estaba dormida.

- ¿Cómo te llamas? - preguntó Harry al pelirrojo.

-Ronald, Ronald Weasley- respondió- pero me puedes decir Ron- ¿Y tú?

-Mucho gusto, Ron. Yo soy Harry Potter- le respondió con una sonrisa que le fue devuelta por Ron.

-El gusto es mío. Oye ¿Ya escogiste a qué casa quieres quedar? - preguntó entusiasmado. Harry sabía a qué se refería, pues sus padres le habían explicado todo sobre la selección y distintas casas que había.

-Me gustaría Gryffindor. Mis padres estuvieron ahí.

-Cool. A mí me gustaría también esa casa. No digo que Ravenclaw o Hufflepuff fueran malas, aunque no me considero muy inteligente ¡Imagínate quedar en Slytherin!- Harry sabía mucho sobre la casa de las serpientes, sus padres no le juzgarían si quedaba en esa casa, pero preferían que se alejara de ahí. Su padre y Sirius le habían dicho que los magos más tenebrosos y oscuros eran mayormente de Slytherin. El mayor miedo de Harry era ser seleccionado para la casa de las serpientes.

-Sí, no lo puedo imaginar. Preferiría Ravenclaw o Hufflepuff a Slytherin- le respondió.

-No te preocupes, seguramente quedaremos en Gryffindro. Después de todo ambos somos de familia salida de la casa de los leones- tranquilizó Ron.

 

Después de tanto tiempo platicando de distintos temas relacionados a Hogwarts, una chica de pelo castaño, interrumpió su plática acompañada de un niño de cabeza ovalada y dientes separados, el cual se podía notar que era tímido.

-Disculpen ¿Han visto un sapo? Es de Neville, lo ha perdido- habló con mucha seguridad la castaña.

-No- respondió Ron.

-Bueno…si lo ven, por favor avísenos. Se llama Trevor- y con eso salió del compartimento aún acompañada del chico tímido.

Después de aquella interrupción, Ron y Harry siguieron platicando un buen rato hasta que, finalmente, el tren se detuvo y los chicos, bastante apresurados, se cambiaron para ponerse las túnicas y salir del tren, donde escucharon una potente voz que los llamaba a gritos a todos los de primer año.

Un gigante con barba espesa y cejas demasiado pobladas, llevaba en la mano derecha una linterna. Llamaba a los de primero a gritos para llevarlos por otro camino y llegar hasta donde estaban algunos botes para cuatro personas cada uno. Aquel hombre prominente se presentó con el nombre de Hagrid, dio instrucciones sobre tener cuidado y no jugar en los botes además de atender a su llamado cuando les de alguna orden.

Después de navegar por el lago hasta llegar al castillo, los chicos estaban realmente emocionados. Hagrid los llevó por todo el lugar hasta llegar a donde estaba una profesora frente a unas enormes puertas de madera. La mujer usaba gafas cuadradas y un moño le sostenía su cabello en un apretado molote en la nuca. Se podía notar que era una mujer severa y estricta.

-Gracias, Hagrid- dijo la mujer y luego de despedir al semi gigante volteó a ver a todos los chicos- Bienvenidos a Hogwarts, yo soy la Profesora Minerva McGonagall, les explicaré rápidamente las reglas, así que estén atentos. Primeramente, se hará la selección de casas mediante una prueba, seguido de eso el director dará unas palabras y al último será el banquete. Ahora, si se portan bien y siguen las reglas podrán ganar puntos para su casa y si, al contrario, no acatan el reglamento, los pierden sin contar que les esperará un castigo. Al final del año, la casa que haya obtenido más puntos gana un premio que la distinguirá, La Copa de las Casas. - la profesora los examinó a todos detrás de sus lentes cuadrados hasta que terminó preguntando- ¿Han entendido todo?   

Todos asintieron en silencio moviendo únicamente la cabeza de arriba abajo. La Profesora McGonagall, después de verlo dijo “Esperen aquí, ya vuelvo” y dio media vuelta entrando por aquellas enormes puertas dejándolos solos por unos momentos, donde algunos aprovecharon para tomar aire y tratar de calmar sus nervios, otros se empezaban a conocer y unos cuántos más platicaban simplemente.

-Mi nombre es Arcturus Black- un niño detrás de él parecía presentarse a otro, sin embargo, lo que llamó la atención de Harry fue el apellido, era el mismo que su padrino Sirius. Con disimulo volteó para encontrarse con un chico de pelo negro y ojos azules que se presentaba de la mano a uno rubio y de cabeza afilada.

-Un gusto, Arcturus. Yo soy Draco, Draco Malfoy- se presentó- He escuchado que uno de tus familiares es un traidor de la sangre.

-Oh, sí. Pero mi papá no me quiere hablar de ello ¡Ni mucho menos mi abuela! Dicen que convenció al Sombrero Seleccionador para que pasara a Gryffindor.

-Puaj, esa casa…- respondió Malfoy. Harry quería voltearse completamente para hacerle frente a ambos chicos que hablaban mal de la casa de los leones y posiblemente de su padrino, pues recordaba que una vez Sirius le contó que él había convencido al Sombrero para quedar en Gryffindor, sin contar que su apellido era Black y que siempre negaba el querer hablar de su familia, tachándola de personas narcisistas. Y Harry pensó que no se equivocaba.

En aquel momento regresó la Profesora McGonagall con un pergamino enrollado en la mano, lo último que dijo fue “Síganme”, las puertas se abrieron mostrando cuatro enormes mesas en fila que representaban a las cuatro casas. Había innumerables velas flotando y el techo mostraba el cielo. Llegaron hasta el frente de todas las mesas y al final del lugar se extendía otra mesa más donde estaban los profesores y en medio de todos ellos, una silla más grande y adornada se encontraba un mago de barba larga y blanca con túnica azul cielo con estrellitas. La Profesora McGonagall llevó un banco y encima de este un Sombrero bastante viejo y remendado, así como sucio.

-Los llamaré por su nombre, vendrán al frente para sentarse en el banco, les podré el Sombrero y éste les dirá a qué casa irán- La Profesora desenrolló el pergamino y empezó a leer- Black Arcturus- dijo y el chico que hablaba con Draco pasó al frente con confianza, se sentó en el banco. La profesora McGonagall le puso el Sombrero y pasados unos minutos éste gritó.

-¡SLYTHERIN”- Una horda de aplausos se escuchó en la mesa de las serpientes. Arcturus bajó y se dirigió a la mesa donde lo recibieron con vítores y saludos.

-Granger Hermione- habló la profesora. La misma chica que los había interrumpido en el tren se acercó al banco murmurando algunas cosas, se sentó en el lugar y le pusieron el Sombrero, el cual ni siquiera tardó para mandarla a una casa “¡GRYFFINDOR!” se escuchó y ahora de la mesa de los leones se escucharon gritos y aplausos.  La selección pasó algo rápido para Harry cuando ya le tocaba sentarse él, ion embargo, al igual que le había pasado a Malfoy, el Sombrero ni siquiera lo tocó para mandarlo a Gryffindor. Su amigo Ron, pasó después de él y también había quedado en Gryffindor.

-Te dijo que lo lograríamos- gritó emocionado el pelirrojo. Ron le presentó a Harry a sus hermanos, los cuales, al igual que él, eran de pelo rojo. Después de que terminara la selección, McGonagall retirara el banco y el director hablara, empezó el Gran Banquete. Pollo, pavo, papas, ensalada, fruta y demás cosas aparecieron frente a Harry quien ni lento y perezoso empezó a devorar todo lo que quería. Sin embargo, sentía una mirada posada en su persona de manera insistente, volteó a la mesa de profesores donde estaba Remus comiendo, pero en su rostro se notaba una expresión de nervios y preocupación. Harry volteó un poco más la cabeza, y al lado del castaño, estaban los ojos que lo observaban. Unos preciosos ojos ónix.

Notas finales:

Espero les haya gustado.

¡Hasta la próxima!


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