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¿Los errores de los padres son también los de los hijos? por AOI SALUJA

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Notas del capitulo: Hola!!! antes que nada quiero hacer algunas advertencias sobre el capítulo como...
*no es de contenido de la página, más bien es heterosexual y otro, por lo que vendría siendo un 99.9% de ello.
*hay relación de alguien mayor con alguien menor (heterosexual)
*hay temas delicados como intento de suicidio, violacion, aborto y maltrato animal, aunque no son explicitos de todos modos mejor aviso.
y creo que es todo.
muchas gracias por todo a
*mayu-san
*megu-chan
*duraznito-chan
*dark kirito
*a ti
# Capítulo 18: Madres, padres e hijos (mosaico de historias) #


Adam tenía mucho en que pensar. Las cosas no íban a ser tan fáciles como un "¡que onda, ya llegó su hijo." Definitivamente no podía hacer algo como eso. Además había otro tema que tratar con ellos, algo pequeño si, tal como ¡amo a su hijo! Que por cierto ¡resulta ser siete años menor que yo! No... ¡no! ¿Cómo rayos iba a hacer para hablar con sus padres con la verdad? ¿Así tal cuál? Sí, como no. Quizá la forma más sensata era decirlo poco a poco... ¿pero eso no era técnicamente mentir? ¡Claro que no! Eso era solo... ¿aplazar lo inevitable? ¡A la mierda! ¡Todo era tan difícil! Lo único que tenía seguro en ese momento es que Morfeo no lo visitaría esa noche.


                                        ☆


Alejandra había odiado con todo el corazón a los padres de Adam. Siempre se preguntaba cómo es que alguien podía abandonar a su propio hijo, pero después de ver aquél objeto su opinión acerca de ellos cambio. Ahora pensaba que cualquier padre que mandara grabar un camafeo con el nombre de su hijo debía quererlo mucho y no sólo eso, tenía las fotos de ambos y para terminar ¡era de oro puro! Entonces ¿qué había pasado? ¿Por qué nunca lo buscaron? ¿O en realidad si lo hicieron? Vaya, todo era más complicado ahora. Todas sus opciones habían sido descartadas. Pero fuera cual fuera la situación ella lo único que deseaba era verlo feliz. Amaba tanto a Adam, además le estaba muy agradecida. Aún recuerda ese día en que se conocieron hace cinco años. Ella vivía con su abuela porque su madre murió durante el parto y el padre... hasta ese entonces no sabía nada él, a no ser de lo que decía la abuela, que por cierto, no eran cosas buenas. Y no decía eso sólo porque no le agradara, ella era así con todos. Sólo se acercaba para criticar, y lo demás de ella era fría y muy distante. Siempre diciéndole lo mismo. Las mujeres no deben llorar; tampoco opinar; mucho menos expresar libremente sus sentimientos. Eso cada día por doce años término enfermándola de los nervios, estaba harta, estaba cansada. Lo único que quería era liberarse de todo ello así que fué a la habitación de su abuela y subió a la ventana que daba hacia la calle. Extendió los brazos sólo deseaba volar y seguro que si creía fuertemente en ello pasaría. Y si no, a esas alturas ya le daba igual, así que se lanzó. Podía sentir el aire salvajemente tocando todo su cuerpo, era agradable, era refrescante y era... ¿esponjoso? Abrió los ojos y vió a un precioso niño de cabello castaño claro, ojos verdes y al parecer molesto.
-¿Estás cómoda?- la miró fijamente mientras ella estaba encima de su colchón.
-No... yo... perdón- se levanta rápidamente de él.
-Bien, no importa. Pero es mío ¡eh!
-De acuerdo... - se sonrojó hasta los oídos.
-Ya pues, no soy tan malo. Si quieres te puedes dormir un rato- pensó que seguro "el ángel" estaba cansado después de un largo viaje y es que el pequeño no vió que había caído por la ventana. Además él creía en todo tipo de seres fantásticos ¿y por qué no? En los ángeles también.
-Eres muy amable- sonríe dulcemente y le extiende su mano para presentarse-. Me llamo Alejandra ¿y tú?
-Adam.
Estaban tan metidos en su mundo que no notaron todas las miradas escandalizadas por lo sucedido. Y entre ellos el papá de Alejandra, quien visitaba la casa todos los días para poder ver a su hija, aunque fuera de lejos, ya que nunca le permitieron verla.
Y desde ese momento Adam y Alejandra se hicieron buenos amigos.


                                        ☆


El papá de Alejandra vivía tranquilo aún sabiendo que ella dormía bajo el mismo techo del chico que tanto le gusta. Y es que los conocía bien a los dos. Adam era un chico tranquilo y muy responsable, además tristemente sabía que no tenía ese tipo de sentimientos por ella. Por otra parte, Alejandra respetaba la decisión de su amigo y jamás lo obligaría ni tampoco lo iba a tentar a que hicieran ese tipo de cosas. Y si realmente pasaba algo entre ellos, pues ¿quién era él para interferir en su felicidad? Aún recordaba cuando se enamoró de la mamá de Alejandra. El apenas tenía diez años y había quedado hipnotizado con la amabilidad y belleza de una de las profesoras. Así que todos los días la espiaba por el jardín de la escuela. Verla sonreír era como si llenara su corazón. Amaba su voz, su forma de ser, su ternura, su hermoso cabello, sus ojos y sobretodo esa linda sonrisa. Pasó así un año más hasta que un día, al finalizar las clases la vió llorando desconsoladamente. Se preguntaba si podía hacer algo para animarla o hacerla sonreír. Pero no se le ocurría nada, así que se acercó un poco para ver que era lo que le pasaba y al dar un paso en falso tropezó intentando agarrarse de algo sin éxito por lo que salió rodando hasta los pies de la profesora con una flor en la mano, de aquello en lo que intentaba aferrarse.
-¡Dios mío!- gritó espantada y miró sorprendida al niño quien estaba lleno de rapones y tierra.
El se había expuesto, así que era hora de actuar. Levemente se levantó y quedó de rodillas para extenderle la flor que por accidente arrancó.
-Si le cuentas tus penas a esta flor seguro te escuchará.
-¿Es para mí?
-Si.
-Gracias- la toma, la observa encantada y le sonríe al pequeño. El quedó completamente embelesado al ver nuevamente su sonrisa- ¿Estas bien? Ven, te voy a curar.
-N-n-no. Estoy bien- se sonroja- ¡Muchas gracias!- se echó a correr lo más rápido que pudo dejándola sorprendida.
Al día siguiente volvió a su escondite y vió como ya es costumbre a la profesora con la flor que le había regalado ayer en las manos. ¡Ella sonreía! Entonces si había funcionado de algo sus patitas torpes, pensaba. Era tan bella... y su corazón comenzó a latir con tanta fuerza que sentía en cualquier momento se desprendería de su pecho, así que suspiro fuertemente.
-¿Hay alguien ahí?
《-¡Me descubrió!》
Estaba a punto de marcharse cuando la escuchó hablar.
-¿Eres el niño de ayer? Si es así, sal por favor- el obedeció y se presentó frente a ella- ¿Vienes seguido por aquí?
-Si...
-¿Qué es lo que sueles hacer en este lugar?
-Yo...- no sabía si contarle la verdad, seguro lo odiaría, pero... no quería mentirle así que se decidió por contarle- vengo a verla todos los días.
-¡¿A mí?!
-Si.
-¿Por qué?
-Usted... ¡me gusta!- estaba tan avergonzado que sintió todo su cuerpo hervir.
-Bueno, si es así ya pasará.
-¿Eh?- esas palabras lo habían congelado por completo.
-Si, aún eres un niño, puede que creas que me quieres, pero en realidad sólo es curiosidad. Cuando conozcas a más niñas te darás cuenta que yo no era tan atractiva como pensabas.
-¿Por qué me dice eso?- preguntó a punto de llorar.
-Es mejor que te des cuenta ahora.
-Si, es verdad. Entonces... al menos... al menos... ¿puedo ser su amigo?
-No creo que sea buena i...
-¡Por favor! Sólo eso.
-De acuerdo.
Apartir de ese día ambos se veían siempre en el mismo lugar. Conversaban un poco y luego de algún tiempo se marchaban del lugar. Así estuvieron otro año más y al entrar al siguiente grado escolar, resultó ser su profesora. Nada le daba más felicidad, podía verla más tiempo ¡podía verla casi todo el día! Sin duda moría de alegría. Por otro lado, ella notó lo mucho que había crecido aquél niño. Ahora podía ver lo popular que era entre las niñas y aunque no quisiera admitirlo, era algo que empezaba a molestarle.
-¿Por qué nunca me empareja con niñas para los trabajos en equipo?
-Vaya, no me había dado cuenta- al parecer su subconsciente lo hacía.
-Es... porque- suspira y continúa- aunque sea un poco...- la mira directamente a los ojos- ¿le gusto?
-No, claro que no. Además...
-Si, debo conocer a más chicas de mi edad y quizá... pero, a mí no me gusta nadie como me gusta usted.
-Te lo diré claro para que sepas porque no quiero- mira al cielo y sonríe melancólica- voy a morir.
-¡¿Qué?!
-Mi cuerpo... ya no puede más, voy a morir.
-¿Desde cuando...?
-¿Lo sé? Desde el día en que me viste llorar. Me dieron poco tiempo de vida. Ahora no sé cuánto me queda con exactitud.
-¿Por eso llorabas?
-Si- sonríe tímidamente- sonará tonto y frívolo, pero... deseaba tanto ser amada por un hombre, que me tomara entre sus fuertes brazos y me dijera cuanto me amaba cada día. Yo... nunca pude amar- suelta en llanto y es entonces que siente como es abrazada por detrás- ¿Qué haces?
-No son unos fuertes brazos, pero...- susurra en su oído- la amo.
-¡Claro que no! Para con eso o me voy a enojar.
-Me tiene confianza ¿verdad?
-No es así.
-Entonces ¿por qué me deja acompañarla hasta aquí, su casa?
-¿Ahora me vas a cuestionar?
-No es eso. Sólo quiero que confíe en mis palabras. Si le digo que la amo es porque así es.
Ella lo mira a los ojos y sonríe nerviosa.
-Esto no es correcto- cierra los ojos y acerca su rostro al de él.
-¿Y qué lo es?- corta la distancia y la besa delicadamente.
Una semana después decidieron matar todo miedo, inseguridad e incluso tabú. Ella por fin pudo sentir la calidez de un hombre amándola sin restricciones y él pudo conocer mejor a la mujer que tanto amaba. Para ambos, esa fué su primera y única vez.
-La amo.
-Bien podría ser tu madre.
-Pero a ella no la amo como a usted.
-Ya... veo... oye, nunca me haz dicho por mi nombre.
-Es cierto.
-Dímelo, quiero escucharlo de tus labios.
-Te amo Amelia.
-Y yo a tí- sonríe coqueta-, Damián.
Pero la vida siempre sorprende y poco después la salud de la profesora empeoró. Dejó de ir a clases y el intentó visitarla muchas veces, pero siempre era corrido del lugar. Así estuvo días, semanas e incluso meses. Para ese momento el vientre de Amelia había crecido bastante y poco después se supo el porque. Ella estaba embarazada, sí, el bebé era también de Damián, aunque nadie más que Amelia lo sabía. Fué hasta uno de esos tantos días en que la visitó que la abuela de Alejandra decidió hablar o mejor dicho interrogar a Damián.
-¿Por qué visitas tanto a mi hija?
-Estoy preocupado.
-Eres sólo un alumno. ¿Por qué te tomas tantas molestias?
-¡No es molestia!- respira hondo- no es molestia.
-¿Lo haces porque esta embarazada?
-¿Em... barazada?- sus ojos de pronto se llenaron de ilusión y fué entonces que la señora disipó sus dudas.
-¡¿Fuiste tú quien la embarazo?! ¡Eso es repulsivo! ¡Asqueroso mocoso! ¡Sabía que mi hija era estúpida, pero no creí que tanto!
-¡Su hija no es...!- pero no término la frase y fué abofeteado con brutal fuerza por parte de su suegra, quien lo hizo caer.
-¡Tú cállate! ¡Qué alguien se lo lleve de aquí!
Entran dos hombres que se lo llevan de ahí con violencia mientras seguía escuchando los gritos de la señora.
-¡Nunca te dejaré verla!
《-¿Verla? ¿Entonces es niña?》
Al quedar fuera del lugar recordó una plática que habían tenido antes de ser pareja. Amelia decía que el nombre de Alejandra le gustaba mucho y que si algún día tenía la bendición de ser madre, le daría ese nombre a su hija.
-Alejandra...
Y las cosas de ahí en adelante no fueron mejor. No solo estaba lejos de su hija, sino que también sus padres lo corrieron de la casa por indecente. Todo en la vida comenzó a irle mal. Aún se pregunta cómo es que se solucionaron sus problemas. Eso irónicamente lo había olvidado, pero lo que nunca olvidó fue esa tarde en que vió a una niña de vestido blanco saltar por una ventana. Si, era su hija. Apartir de ese momento todo fué mejor en su vida y sin duda agradeció infinitamente a aquél niño que llevaba arrastrando un colchón viejo. De no ser por él, la historia de su hija quizá habría quedado en más que un brazo roto. Por eso cuando descubrió que Alejandra había metido a Adam a la casa no les reclamó, ni los regañó. El sabía lo difícil que era valerse por si mismo y por supuesto no iba a dejar que el héroe de él y su hija tuviera que pasar por algo así. Por lo que le brindó total apoyo.
Ahora era feliz. Si, claro hubo muchas cosas que le habría encantado disfrutar, como la primer palabra de su hija, así como sus primeros pasos y por supuesto ser una familia junto a su amada Amelia a quien nunca dejó de amar. De la cual por cierto, nunca pudo obtener una foto suya.
-Amelia...


                                        ☆


Después de muchos años, Samantha por fin se atrevió a abrir la caja que contenía los pocos recuerdos que tenía de su primer hijo. La razón de ello fué Santiago. Desde que vió a ese chico en la fiesta de cumpleaños de Daniel le hizo recordar que a estas fechas tendría su misma edad. Y no sólo eso, todo en él le recordaba a su bebito. Su cabello, sus ojos y... no, ella sólo quería reflejar la añoranza de su hijo en alguien más. Su pequeño Adam no volvería, jamás podría volver a verlo. Todo de repente le parecía tan depresivo y lo único que deseaba era tener a ese pequeño entre sus brazos, llenarle de besos y pedirle perdón por no haber cuidado de él como era debido. Si hubieran esperado más... si no se hubiesen dejado llevar.... ¿Cómo fué que empezó todo? ¡Ah, es verdad! Cuando Enrique y ella tenían trece años. Ambos eran compañeros y él le parecía tan atractivo, tan amable, tan inteligente y por supuesto le gustaba muchísimo. Todos los días lo observaba y sin lugar a dudas lo que más le fascinaba de él era su curiosa forma de reír. Hacía un ruido raro con la garganta y al escucharse a sí mismo reía aún más, contagiando a todos a su alrededor.
Un día en el que Samantha salió más tarde por ayudar a uno de los profesores con la feria escolar, vió a Enrique fuera de la escuela, se veía nervioso, quería hablarle, pero no se animaba. Finalmente decidió no acercarse y eso sólo porque lo vió con dos helados de cono en las manos, seguro esperaba a alguien, por lo que pasó de largo.
-¡Sa-Samantha!- grita nervioso al verle pasar.
-¿Me hablas a mí?- se acerca tímidamente a él.
-Si... emh... bueno, hace calor y te quedaste hasta tarde... por eso... por eso... - suspira y extiende violentamente uno de los conos a causa de sus nervios, lo que ocasiona que salga volando una de las bolas del helado directamente a la falda de Samantha- ¡P-perdón! ¡Yo...! Déjame te limpio-. Gira su mochila para tenerla frente a él y término de tirar los helados-. Ay...- mira fijamente al piso donde habían caído y Samantha suelta a reír.
-Eres muy divertido.
-¡¿Eh?!- voltea sorprendido- ¿no estas molesta?
-Para nada- aunque sabía que al llegar a casa seguro la iban a regañar.
-Lo siento, soy un torpe. Todo me sale mal- sonríe radiante-, aunque eso no me desanima. Le seguiré echando ganas.
Samantha de pronto sintió su corazón latir con más fuerza, su sonrisa era tan linda... hasta que comenzó a reír y le contagió también con el acto.
Desde ese día ambos se hicieron los mejores amigos. Cada uno conocía los defectos del otro y eso le gustaba aún más. Así pasaron los días, las semanas y los meses. Hasta que Enrique decidió confesar sus sentimientos.
-¡Me gustas!- se sonroja hasta los oídos y se agacha con rapidez dándole un buen cabezazo a la chica- ¡Samantha! ¡¿Estás bien?!
-Si- sonríe-, descuida. No es nada.
-Soy nocivo para el mundo.
-Sí, pero me gustas tal como eres. Por eso... ¿Quieres ser mi novio?
-¡Si!
-Aunque, ¿te molesta si es a escondidas? Mis padres no me dejan tener novio aún y... 
-Descuida- le toma de los hombros mientras le dedica una cálida sonrisa-, por mí esta bien. Este será nuestro secreto.
-Gracias.
Samantha y Enrique comenzaron a salir, eran muy felices. Hacían todo juntos, o al menos lo intentaban, porque cuando veían a los padres de ella, tenían que separarse para que no la regañaran, eso duró unos años más. Los únicos que sabían de su relación eran unos pocos amigos, entre ellos, los padres de Jonathan.
-Oye... ¿ya lo han hecho Enrique y tú?- pregunta una de las amigas.
-¡¿Qué?! ¡Claro que no! Somos muy jóvenes para...- la mira fijamente- no me digas que...
-Si, la semana pasada.
-Pero apenas tenemos quince años- agrega Samantha yo los cumplí apenas estos días.
-Si, pero... Ay, no me digan que ustedes no han tenido ganas.
-Pues...
La conversación siguió así un rato más hasta que decidieron regresar a sus respectivas casas.
-¿Qué pasa Samantha? Te veo algo distraída- pregunta Enrique mientras caminaban por la calle.
-Estaba platicando con mis amigas y... pues... salió a flote el tema de nuestra primera vez y...
-¡Samantha!- se acerca a los dos jóvenes mientras le lanza una mirada de desprecio al chico.
--¡¿Padre?!
-¡¿Por qué regresas hasta esta hora?!
-Avisé que iba a regresar más tarde- responde con la cabeza agachada.
-¡Inmoral!- le da una fuerte bofetada que la hace caer.
-¡Samantha!- corre Enrique a su lado pero es tomado del brazo por el padre de la chica.
-¡¿Y tú quién demonios eres?!
-Soy...- Samantha niega con la cabeza haciéndole señas para que no dijera que eran novios- su compañero señor.
-¡¿Y qué haces aquí?!
-Vivo cerca, sólo quería acompañar a su hija.
-¡Ya lo hiciste! ¡Ahora largo de aquí!- lo lanza mientras le suelta un puñetazo.
-¡Padre!
-¡Métete a la casa Samantha! ¡Y usted jovencito, largo de aquí!
Enrique tuvo que irse no muy convencido, pero si se quedaba, estaba seguro que le íba a ocasionar muchos problemas a su novia.
Esa noche ambos lloraron por impotencia. Samantha al no poder expresar libremente sus sentimientos hacia la persona que amaba y Enrique al no poder protegerla. Todo era un lío y se empeoró aún más cuando por el impulso de no querer separados terminaron teniendo relaciones sexuales. Solo un día, solo una vez y eso bastó para que en su interior se desarrollara Adam. Pero de eso no se dieron cuenta hasta dos meses después y las primeras en enterarse fueron las amigas.
-¡¿Estas embarazada Samantha?!- pregunta una de las amigas.
-Sí, me siento muy feliz- sonríe- aunque también he de admitir que me siento muy nerviosa. Aún no se lo cuento a Enrique.
-Yo... yo también estoy embarazada. ¡Pero no quiero tenerlo! ¡Maldito mocoso! ¡Se le ocurre venir en el peor momento!
-¿Cómo puedes decir eso?- pregunta sorprendida Samantha-. Es tu hijo. Lo tuviste con la persona que amas ¿no es así?
-Si, pero... ¡aún asi! ¡Yo no lo quiero! ¡No lo quiero!
-¿Por qué no lo abortas?- agrega con naturalidad la madre de Jonathan.
-¿Qué? ¿Cómo le puedes decir eso tan a la ligera?
-Si no lo quiere sólo tiene que interrumpir su embarazo y ya ¿no? ¿Qué tanto drama?
-¡¿Estás escuchando lo que dices?! ¡Lo tuvo por impulso! ¡Ella debió cuidarse!
-Como tú, ¿no?
-Si, lo admito. Lo mío fue torpeza y descuido absoluto. Pero yo si lo quiero. ¡Quiero tener a mi hijo!
-¡¿Estás loca?!- agrega la otra amiga- ¡Tu padre te va a matar! ¡Incluso es más estricto que el mío!
-Lo sé... pero espero pensar en una solución en lo que me crece el vientre. Por eso... también piénsalo con calma ¿si? Por favor.
Pero su amiga fué dominada por el miedo y se ocasionó un aborto en un sitio clandestino. Por desgracia la noticia se supo sólo después de la muerte de ésta en el lugar.


                                        ☆


Enrique estaba dispuesto a ir a su habitación y descansar. Pero al entrar vió a su esposa con los recuerdos de su primer hijo en manos, así que decidió dejarla un rato sola para tener su privacidad. Al ver todo eso, sin duda le había traído tantos viejos recuerdos.
Estaba en secundaria cuando conoció a esa linda niña. Al principio no se animó a acercase porque sabía que solía ser algo torpe y descuidado. Por lo que le daba vergüenza pensar que tal vez ella sentiría lo mismo. Después de todo incluso su familia pensaba así de él, un torpe de buen atractivo que debía de estar agradecido de que su único punto a favor no era ni por él mismo. Pero por fortuna decidió enfrentar su miedo y comenzó a hablarle desde ese día con los helados. Estaba tan nervioso que término metiendo la pata una vez más y sin embargo al ver la sonrisa de Samantha sintió que todo estaba bien. Pero la ganadora fue cuando se confesó, estaba tan rígido por los nervios que cuando se inclinó a causa de la vergüenza le dió un buen cabezazo a Samantha. Se sentía tan mal que estaba a punto de llorar, pero una vez más la sonrisa de aquella niña lo salvó. Y así estuvieron saliendo un tiempo a escondidas de su odioso y loco suegro quien se atrevió a golpear a su hija frente a un "amigo." Ese día sin duda experimento su primer gran frustración en la vida. Realmente no le agradaba ese sujeto, muchas veces se preguntó como tan linda niña podía ser su hija. Y ojalá se hubiese quedado sólo en desagrado. Porque tal como dicen, todo mal  sentimiento atrae sus problemas. Y el miedo que sentía de ser alejado de Samantha término causándole su segunda mayor frustración de la vida... el no poder proteger a su primer hijo.


                                        ☆


José a pesar de tener solo veinte años era ya un hombre responsable de un negocio. La pastelería la había obtenido apenas hace unos meses. Y eso lo hacía sentir por fin en paz, aunque el trabajo era extenuante él se sentía feliz. Sólo deseaba poder haber compartido todo esto con su madre. Aquella mujer de sonrisa débil pero muy cálida a la cuál había amado tanto.
-Madre...
La historia de ellos comenzó cuando en un lejano lugar una pareja vendía a su hija a un viejo pervertido.
-¡Papá! ¡Mamá! ¡Mamá! ¡Por favor!- gritaba horrorizada al tiempo que lloraba la niña de apenas diez años.
-¡Ya cállate pendeja!- le gritaba su padre.
-Lo siento hija- agregaba su madre.
-¡No quiero! ¡Por favor, que alguien me ayude! ¡Se los ruego! ¡Prometo... prometo que me voy a portar bien! Pero... por favor...
-Tranquila belleza, te voy a tratar como toda una reina- besa su mejilla de forma asquerosa.
-¡¿Ya ves?! ¿De qué te quejas chamaca? Te va a ir mejor que a nosotros- continúa su padre.
-Bueno, ya nos vamos. Despídase de sus padres reina- pero no le dió oportunidad de hacerlo y prácticamente la arrastró hasta la salida.
Luego de eso, si su vida era mala, se volvió un infierno. La niña era constantemente abusada. Y si eso era horrible lo hacía aún peor sus asquerosos fetiches. Intentó más de una vez quitarse la vida. Pero todas las veces se las impidió ese viejo. Estaba cansada, se sentía sucia y tenía mucha vergüenza. Todo era tan horrible, apenas era una niña y no conocía los parques de diversiones; tampoco había tenido una muñeca; no conocía las caricaturas ni se divertía leyendo historietas. Jamás pudo tener un tierno amor; tampoco conoció la dulzura del primer beso; jamás sintió felicidad de cruzar palabra con la persona que amaba. No pudo decidir que ropa usar; tampoco que corte de cabello tener. Esa vida no la había querido ella; ella sólo quería ser libre. Pero el tormento duró muchos años más, haciéndola abortar a puros golpes y patadas siendo curada sólo con el tiempo, sin medicamentos ni doctores. Hasta que un día por fin pudo escapar de ahí. Por fortuna ese viejo ya estaba en las últimas y por lo tanto se había vuelto descuidado. Entonces ella aprovechó la oportunidad. Aún sin fuerzas corrió y corrió para no ser atrapada.
-Esta vez sí bebé- acaricia su vientre- no voy a permitir que me quiten a otro de mis hijos-. Nidia sonríe débilmente. Mi... hijo...- comenzó a sentirse mareada y era natural, corrió desenfrenada sin alimento en el estómago.
-¿Se siente bien jovencita?- se acerca a ella una señora ya mayor.
-Solo un poco mareada- le sonríe de manera ingenua.
-Debes tener hambre... y frío. Ten- le extiende su abrigo y le da una bolsa con comida rápida.
-¡¿Pa-para mí?!- le mira incrédula.
-Si hija, ahora es todo tuyo.
-¡Gracias!- la abraza efusiva- ¡Muchas gracias!
-¡Mamá! ¡¿Qué haces ahí?!- se acerca un hombre bien vestido y muy pulcro.
-La jovencita la estaba pasando mal y...
-Ese no es nuestro problema, anda sube al auto ya.
-Ya voy hijo.
-Disculpe señora, no quería causarle problemas.
-Nada de eso- sonríe cálidamente.
-En verdad muchas gracias.
-Fué todo un placer- se marcha del lugar para ir con su hijo.
-¡Por cierto! ¡¿Cuál es su nombre?!
-¡Josefina!- Sube al auto y otra de sus hijas le mira con asco.
-¡¿Mamá, y tú comida?!
-Se la dí a la señorita.
-¡Ay! ¡¿Qué contigo?! Ni pienses que te vamos a comprar más.
-Esta bien, de todas formas no tenía hambre hija- sonríe dulcemente.
-Ajá, como sea. Y no te acerques porque abrazaste a la pulgosa esa. ¡Que asco!
Mientras tanto Nidia la vió marcharse. Ahora ya tenía el nombre para su bebé, si era niña sería Josefina y si era niño sería José, en honor a esa amable mujer.
Pero lo que nadie sabe es que tiempo después esa amable mujer sería la que cuidaría de Adam en su infancia.
El tiempo pasó y después de más sufrimiento Nidia pudo tener a su hijo, todo gracias al trabajo que realizó durante su embarazo. Pero eso sólo alcanzó para el nacimiento de su hijo y el registro porque aún vivían en la calle. Sufriendo la madre de abusos de todo tipo, protegiendo con lo poco que tenía a su amado hijo. Porque por desgracia nadie quería ayudarlos y pocos le daban trabajo por su pequeño, diciendo que un niño daba mucha lata.
-Mamá- le sonreía José con cinco años de edad.
-¿Sí amor?
-¡Te amo!
-Yo también mi bello y hermoso bebé- lo abraza y le sonríe- eres todo mi mundo.
-¡Y tú el mío mamá!
Eran pobres, pero eso no quitaba que se amaran tanto y cada día. Pero por desgracia la salud de Nidia empeoró y finalmente murió.
-Mamá- la mueve un poco- Mamá...- la agita con más fuerza- ¡Mamá! ¡Mamá! ¡Mami!- Pero ella ya no reaccionaba, su cuerpo incluso estaba rígido- ¡Mamá! ¡Mamá! ¡Mamá!- suelta a llorar.
-¡¿Por qué tanto escándalo?!- sale una de las señoras que vivía por los alrededores y se acerca a José.
-¡Mi mamá! ¡Mi mamá no despierta!
-Claro que no si hasta acá se ve que ya estiró la pata.
-¿Estiró la pata?
-¡Que esta muerta! Que ya no va a volver a despertar.
-¡¿Mi-mi-mi mamá?!- se priva por el llanto- No...- se acerca a abrazarla- mami.
-Que escándaloso, ya me voy.
Lamentablemente ellos no tenían a nadie más. Estaba asustado, tenía hambre y no tenía idea de que hacer. Se pasó horas con el cadáver de su querida madre y fué entonces que vió a un perro escarbando para guardar un hueso que supo lo que debía hacer. Para él era importante ese hueso y si lo enterraba era porque lo escondía para protegerlo ¿no? ¡Entonces él haría lo mismo! Amaba a su madre y quería protegerla. Así que buscó un lugar con mucha tierra para poder enterrarla y al hallarlo comenzó a escarbar con las manos. Le llevó varias horas pero finalmente lo logró.
-Descansa mami, yo cuidaré de ti.
Años después mientras pasaba por uno de los callejones para visitar a los perros que se juntaban por ahí vió a una mujer que estaba agarrando a uno de ellos.
-¡¿Qué le haces?!- pregunta José ya con doce años de edad.
-¿Qué dices mocoso?- voltea con cara de pocos amigos la mujer de aproximadamente treinta años- ¿Acaso crees que se cuidan solos, o qué?
-¿De qué hablas?
-Soy veterinaria y cuido de ellos periódicamente.
-¡Nunca la había visto!
-Tal como dices, nunca me habías visto, pero eso no quita que lo hago.
Ella a primera vista daba miedo, salvo la bata parecía más punk que veterinaria... ¿o acaso era una veterinaria punk?
-¿Te vas a quedar ahí parado o mejor me ayudas con ellos?
No muy convencido accedió a hacer lo que le indicaba. Y gracias a su ayuda ella logró terminar más rápido de lo acostumbrado.
-Bien mocoso, te estoy agradecida. Te invito a comer algo. A no ser que tus padres te estén esperando para comer.
-No me esperan.
-Entonces vamos.
A la mujer no le importó el aspecto del chico quien estaba lleno de suciedad. Así que lo trató con naturalidad.
-Pide lo que quieras.
-Solo quiero agua.
-Bien.
-Buenos días- saluda el mesero- ¿Van a querer desayuno o comida corrida?
-Van a ser dos comidas por favor.
-Bien. Para empezar tenemos sopa de letra o consomé.
-Yo solo quiero agua... Gracias.
-Van a ser una sopa y un consomé, además dos refrescos de... ¿De qué te gustaría niño?
-No, yo...- observó de reojo el de cola.
-Bien, que sean dos de cola por favor.
-¿Van a querer el agua también?
-¿De qué tiene?
-Jamaica y Mango.
-De mango por favor.
-De acuerdo, en un rato se los traigo.
-Gracias- observa a José quien se veía débil- Ya pedí y no me gusta que se quede la comida, así que decide, ¿sopa o consomé?
-La sopa por favor.
-De acuerdo. Lo demás se lo dices al jóven cuando regrese a preguntar otra vez ¿si?
-Si, muchas gracias.
-No, la que está agradecida soy yo. Nadie se interesa por los demás y tú ves por ellos.
-No... yo...
-Eres un buen niño- finalmente sonríe, muy a su manera- A todo esto ¿cuál es tu nombre?
-José.
-Yo soy Minerva.
Después de ese día, ella se interesó por saber porque ese niño estaba tan sucio y hambriento así que empezó a seguirlo y descubrió que vivía en la calle.
-¿Qué haces aquí mocoso?
-Aquí vivo.
-Pues ya no, levanta tus cosas.
-¿Eh?
-No me da confianza dejar mi casa sola así que si me ayudas a cuidar de ella en el tiempo en que no estoy, me harías un gran favor.
-Pero.
-Anda vámonos.
Apartir de ese día ambos vivieron juntos. No eran pareja; tampoco madre e hijo; nisiquiera hermanos, eran más bien como dos amigos viviendo en la misma casa. Y luego de un tiempo Minerva tuvo que viajar al extranjero, de eso apenas un año y antes de irse, decidió hacerle un regalo de despedida a José.
-Oye ¿no debería de ser al revés?
-Tú solo camina ¿sí?
-Ya pues.
-Aquí es.
-¿Qué...?
-Querías tener tu propia pastelería ¿no?
-¿Me dices entonces que todo esto es para mí?- dice sin expresión.
-Claro.
-No puedo aceptarlo.
-¿Como por?
-No he invertido nada en él.
-Bien, entonces te dejaré una tarjeta en la casa con lo que fué y en un año y medio que regrese la abrimos para que me pagues todo ¿si?
-Bien, aunque diga lo contrario no me harás caso.
-Así es.
-Gracias Minerva. Buen viaje.
《-Madre...》


                                        ☆


Leonardo ya se sentía bien. Mucho ayudó el que lo fueran a visitar, y es que aunque odiaba admitirlo, él era alguien al que no le gustaba estar sólo. Porque siempre se había sentido así, todos sus compañeros lo trataban mal, lo que el no sabía es que muchos de ellos lo hacían por envidiosos, ya que el era muy popular entre las niñas. Aún recuerda cuando constantemente era golpeado y al regresar a casa sus padres lo cuestionan por ello. A lo que el respondía con cosas como "estaba jugando" o "me caí" e incluso muchas veces lo ocultaba. El no sabía cómo lidiar con ellos. Era sólo un niño y se supone que a esa edad el mundo es mágico ¿no? Entonces, ¿por qué se sentía tan triste? ¿Por qué le pegaban? ¿Por qué lo rechazaban? ¿Por qué...? Pensar que por esa razón y más aún por su amistad con Gustavo (su compañero de trabajo, aquél que invitó a divertirse a Alejandra y a Adam) se convertiría en un chico rebelde. Algo de lo que sin duda se arrepentiría hasta el final de sus días. De no se tan estúpido quizá sus padres estarían vivos y Lidia no tendría que haber quedado huérfana. Y lo peor de todo es que su hermana no lo odiaba, tampoco le echó la culpa. Por eso y por el profundo amor que le tiene, se prometió así mismo protegerla.
-Hola- saluda alegremente una de las enfermeras- vengo a tomarte la presión.
-Muchas gracias.
-Todo bien muchachito guapo.
-Ah...- sonríe incómodo- que bueno.
-Oye, el otro chico guapo que te visita, es tu amigo ¿verdad?
-Si.
-Vaya y...
-¡Ey! si ya terminaste de hacer lo que debías, deja descansar al paciente- le reprende otra de las enfermeras.
-Si~ ya voy- sale de la habitación y se despide de Leonardo.
-Mi amigo- sonríe.
El jamás creyó que algún día podría hacerse amigo de Adam. Nunca fueron cercanos y aunque no le desagradaba simplemente no le daban ganas de hablar con él. ¡Y de lo que se perdió todo este tiempo! Adam era muy divertido, amable y le hacía sentir que todo estaba bien. A sus ojos era genial. Con él, el mundo parecía más amable, era como caerse y sentirse tranquilo al saber que alguien estaría ahí para salvarte.
-Gracias Adam.


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¿Quiénes eran la familia del señor bigotes? Bien, la historia comienza así...
Tener gatos estaba de moda, todos decían "me compraron un gato" o "me gustan tanto los gatos que por eso pedí uno casi recién nacido." Gatos por aquí, gatos por allá. Pero, ¿realmente las personas tenían la paciencia y el cariño para cuidar de uno? Lamentablemente no muchos, y luego de un tiempo, cuando los felinos crecían los abandonaban y no sólo ellos, también a perros, reptiles y tantos otros más como llega la imaginación. La gente no estaba realmente comprometida en cuidarlos, simplemente se dejaban llevar por la moda o por los propios conocidos diciendo "si el lo tiene ¿por qué yo no?" Y así fué la historia de la madre del señor bigotes. Al crecer fue abandonada y cada vez que quería regresar a casa las personas la corrían ya fuera a patadas, con piedras o con agua, siempre lograban echarla. Ella no entendía el porque del comportamiento de su "familia," si ella tanto los amaba ¿acaso ellos no pensaban igual? Por supuesto que no, para ellos sólo era un capricho, alguien a quien jamás cuidaron, alguien a quien jamás amaron. Solo era un gato de tantos. Y al tener que vivir en la calle al poco tiempo quedó preñada. Pero al no tener como alimentarlos, sus crías fueron muriendo a excepción del señor bigotes, quien era entre todos el más apegado a su madre. El la seguía de un lado a otro para no dejarla sola, él realmente amaba a su madre. Deseaba estar siempre a su lado. Pero un mal día llegó a la vida de ellos cuando alguien quien minimizaba la vida de los animales no freno y atropelló a la gatita. Y no sólo él, también la persona que venía atrás. Era tan horrible, su cría no podía hacer nada por ella, los autos seguían y seguían ignorando la agonía de los felinos. Todo parecía no tener fin hasta que una persona finalmente paró y por supuesto los reclamos de los demás automovilistas no se hicieron esperar. Como pudo tomó a ambos gatos y los subió a su auto. La madre ya no vivía, pero eso no evitó que el señor bigotes se aferrara a ella.
-Lo lamento tanto- menciona el señor-. Las personas suelen ser muy crueles si se lo proponen. Pero por favor no odies, no le des ese gusto a los que te hicieron daño. Vive y encuentra una familia que te haga muy feliz. Todos merecemos que nos amen-. Luego de un rato de andar conduciendo, finalmente bajó de su auto con la gata y le hizo señas al otro felino para que lo siguiera-. Aquí descansará tu mamá, es ilegal hacer esto pero... - agacha su cabeza y empieza a escarbar- no tengo dinero para pagarle una cremación o algo por el estilo, perdón. De hecho, este coche es de un amigo así que ya te darás cuenta de lo pobre que ando. Bien, ya esta- se levanta y acaricia al felino- si algún día quieres estar en mi casa, eres bienvenido. El felino pareció ignorarlo y se quedó acostado en donde habían enterrado a su mamá.
Luego de algún tiempo, el felino seguía pegado a ese lugar. No quería abandonar a su mamá. Pero el gusto le duró poco, pues un día un grupo de sujetos alcoholizados y muy drogados, decidió meterse con él y cometieron los peores crímenes en su contra.
Cuando parecía su final... cuando creyó que ya no podría cuidar de su mamá...  llegó Adam a su rescate. Cuidó de él, le dió el amor que tanto necesitaba y al descubrir que su madre estaba ahí, también cuidó de su tumba. Aún a la fecha con todas las cosas que atiende Adam nunca se ha olvidado de ella.
Notas finales: nada más para terminar, no voy a regresar hasta después de unos meses, no se que tantos :) igual y regreso el próximo año.
gracias por leer n.n y espero este año si lleguemos a las 500 historias en el fandom de magi haha sino ya será el próx :) no me rindo con eso

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