# Capítulo 9: Aquellas palabras. #
Adam recapacitó y aunque tenía unas ganas locas de golpear a Vicente decidió enfriar su cabeza y anteponer su preocupación a los niños sobre su odio hacia aquel sujeto.
-Tienes razón-. Sonríe más tranquilo-. Ellos no tienen que pasar por eso-. Sigue su camino junto a Daniel y Jonathan, mientras Vicente le grita mil y un groserías además de algunas obsenidades que Adam logró silenciar pegando a los niños a su cuerpo mientras que con cada mano tapaba el oído expuesto de cada uno.
Después de aquella escena, Jonathan y Daniel prefirieron no hacer preguntas al respecto y es que aunque Adam parecía estar bastante tranquilo, podían escuchar su corazón latir rápidamente.
-Vamos por pastel. ¿Les parece?
-Si- responden ambos intentando ocultar su preocupación por él estado de Adam. Y es que temían que el alterarlo más pudiera llegar a tener un desastroso desenlace en su salud.
-¿Les gusta el chocolate?
-¡Si!
Al estar a unos locales de la pastelería se encuentran con una hermosa chica, la cual también iba al mismo lugar.
-¡¿Adam?!
-Alejandra... ¿qué haces aquí?
-Te vi algo desanimado en la mañana-. Sonríe mientras saluda a los niños con la mano y ellos le responden con el mismo gesto-. Por eso pensé que tal vez un pastel te animaría... oye ¿te sientes bien? Te veo pálido.
-Si, estoy bien. Lamento causarte problemas.
-¡Dios~, no! Adam, es un gusto poder hacer algo por ti.
-Gracias. Por cierto ¿me harías un favor?
-Si, dime.
-Lleva a los niños a su casa por favor. Necesito comprar un pastel-. Sonríe débilmente-. Solo puedo confiar en ti para esto.
-¡Si! Yo los llevaré.
-Muchas gracias. Los alcanzo al rato.
-Esta bien-. Responden los tres.
Adam entra a la pastelería de su amigo mientras que Alejandra se acerca a los niños.
-Hola, mucho gusto, me llamo Alejandra.
-Mucho gusto soy Daniel.
-Y yo Jonathan.
-Que lindos nombres-. Acaricia sus cabezas-. Vamos a casa.
-Hola.
-¡Que onda Adam!-. Le saluda un chico de aproximadamente veinte años. Alto, moreno claro, de cabello corto y rostro inexpresivo con voz grave.
-Pus una mala. ¿Me prestas tu baño?
-Nada más déjale abierto. Te ves bien fregado y no quiero que te me desmayes adentro y luego si quiero ir me voy a tener que aguantar hasta que te despiertes.
-No chingues, no estoy tan jodido.
-Tú dirás, pero yo la neta te veo bien mal. Y ya vete que si vomitas acá la fregadera va ser pa' mí porque voy a tener que limpiar. Y recién lo hice.
-Ya, esta bien-. Adam va con desgano al baño-. Por cierto ¿me apartas un pastel grande de chocolate?
-¿Con fresas o sin fresas?
-Con, por favor.
-Sale, ya vete.
-Si. Gracias Pepe.
-No hay pedo.
José sale de su negocio y se acerca a uno de los comerciantes del lugar para pedirle que le eche un ojo a la pastelería.
Mientras tanto Adam se quedó recargado de la puerta del baño sintiendo sus piernas temblar.
-Ese Vicente... es todo un cabrón-. Suspira y se toma del cabello con ambas manos. Se sentía sofocado, mareado y con unas terribles náuseas. Aquellas palabras que había dicho ese hombre retumbaban en su cabeza. ¿Era justo que él fuera feliz? ¿Realmente lo merecía? Simplemente al conocer a Daniel esas preguntas habían dejado de rondar por su mente. Después de tanto tiempo, había logrado dejar atrás su pasado. Uno lleno de culpas, miedos y mucho sufrimiento. Por fin lograba relajarse... por fin era libre. Pero alguien como él no merecía eso. En su mente siempre estaría grabado "culpable" "cobarde" y... "asesino"
-¡Ey! ¡¿Qué te dije de esa puerta?!
-Perdón-. Adam abre y se encuentra con José, quien le entrega un cepillo para dientes y una pasta.
-No querrás ir por la calle matando con tú aliento a vómito ¿o si?
-Gracias. La verdad es que...- gira repentinamente y se dirige al retrete a sacar lo poco que tenía en el estómago-. Si te lo tomo, gracias.
-Bienvenida a casa.
-Ay~ que lindos. Muchas gracias.
-¿Gustas algo de tomar?
-No, descuiden. Estoy bien, no quiero causar molestias.
-No es molestia-. Contesta Daniel-. Eres una invitada. Por cierto ¿sabes qué le gusta tomar a Adam cuando come pastel?
-Café-. Sonríe-. Es su delirio.
-Entonces voy a ir preparándolo. Para que cuando llegue esté calientito.
-Yo ayudo.
-Pero...
-Anda, sino me voy a sentir muy incómoda ¿si?
-De acuerdo... muchas gracias.
-¡Yo voy por los platos y los cubiertos!- menciona Jonathan con una deslumbrante sonrisa.
-¡Bien!
-¿Ustedes también toman café?
-No. Mamá dice que eso no es bueno para los niños.
《Si fuera mi mamá seguro me castiga. Amo el café tanto como lo ama Adam》
-Ya veo... ¿Entonces un chocolate está bien o quizá un té?
-El té esta bien, gracias. Oye.
-¿Si, dime?
-¿Conoces a Adam desde hace mucho?
-Desde hace cinco años.
-Ya veo...
Alejandra quería hacer la misma pregunta, pero como Adam no le había dicho nada al respecto pensó que seguro era un tema difícil de hablar para él. Y no quería abusar de la confianza que le brindó.
De pronto suena el timbre y Daniel sale disparado al escuchar que era su hermano el que estaba del otro lado.
-¡Bienvenido hermano!
-Gracias Dani.
Todos se reúnen en la sala y acompañados de pastel, té y café comienzan una agradable convivencia. Al terminar, los mayores- después de mucho insistir- lavaron los trastes.
-¿Puedo hablar contigo?- Jonathan jala de la playera a Adam para llevarlo a otro lugar.
-Si. ¿Qué pasa?
-Ya no podrás ver a Dani en las tardes.
-Si...- baja la vista-. Me dijo.
-¡Pero esto no es el fin!
-¡¿Eh?!- alza la vista sorprendido.
-El cumpleaños de Dani es la próxima semana. ¡Tienes que venir! Va a haber una fiesta. Y podemos decir que eres el hermano de una compañera, la cual no pudo ir porque se sentía mal. Y así no habrá problemas.
-¿En serio me ayudarías con eso?
-¡Si! Te estoy muy agradecido. Y... se que Dani es importante para ti.
-¡Gracias!- lo abraza fuertemente-. Muchas gracias Jonathan.
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