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No robarás por Majo Walles

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No robarás.

Resumen: Cuando le dijeron a Draco que Harry no estaba disponible para el, no se le ocurrió nada mejor que hacer una locura.

 

 

-.-.-.-.-.-.-.-.-

 

La estúpida recepcioncita le estaba negando la entrada y él no se iba a quedar con los brazos cruzados. Estaba dispuesto a hablar con ese estúpido león y si era necesario, cometería la locura que estaba cruzando hace rato por su cabeza.

-Ya le dije, señor Malfoy -le dijo la mujercita con lentes patéticos, que no paraba de hacerle ojitos desde que llegó- El señor Potter dio ordenes exclusivas de que no le dejara entrar en su oficina.

Draco no dijo nada, simplemente se alejó y se dirigió al ascensor, fijándose muy bien a que distancia quedaba de la oficina de Potter.

Mientras bajaba recordó lo que había llevado a que se comportara de esa manera.

El imbécil se había molestado por que tuvo la osadía de comerse el último trozo de torta que quedaba de su matrimonio.

Hace dos días se habían casado y se supone que ahora tendría que estar en su luna de miel, pero no. Los malditos antojos (producto de los tres meses y medio de embarazo de Harry, cosa que los llevaron a decidir casarse) le habían costado el dormir fuera de la habitación y todo por el puto pastel.

Se detuvo en el piso inferior al de Harry y se dirigió a la oficina que estaba bajo la suya.

Seguramente Harry no lo recordaba o debía creer que él lo había olvidado, pero no. El conocía muy bien esa oficina. Un lugar vació que no era más que una pantalla para ocultar su verdadero propósito… poder llegar fácilmente a la oficina de Harry, vía una escalera en el costado de la ventana.

Draco, enfurruñado por todo lo vivido, se encaramó en la maldita escalera, sin pensar en la cantidad de improperios que había formulado su mente los últimos diez minutos, y con cuidado abrió la trampilla junto al escritorio de Harry.

Lo vio sentado, mirando hacia la ventana y sin poner atención a lo que pasaba a su alrededor.

-Estoy seguro que sería muy fácil eliminarte en este momento.

Harry se exaltó y vio a sus espaldas.

Su esposo estaba parado junto a él y en ese momento sólo se podía fijar en lo sexy que se veía con ese traje muggle ejecutivo.

-¿Qué haces aquí? -interrogó, recordando de repente que se suponía que estaban enojados.

-Harry, sólo era un trozo de pastel -le dijo acercándose- no es para tanto.

-¡¿Qué no es para tanto?! -gritó incrédulo- ¡Me robaste mi pastel!

-Estas exagerando -le dijo abrasándolo-, pero como sé que te gustó tanto, le pedí a mi madre que nos mandara otro pastel.

A Harry le brillaron los ojos enseguida.

Draco sólo negó con la cabeza, mientras descendía a besar los labios de su esposo… todo ese escándalo por un trozo de pastel.

 

.-Fin-.

 

No robarás.

Resumen: Cuando le dijeron a Draco que Harry no estaba disponible para el, no se le ocurrió nada mejor que hacer una locura.

 

 

-.-.-.-.-.-.-.-.-

 

La estúpida recepcioncita le estaba negando la entrada y él no se iba a quedar con los brazos cruzados. Estaba dispuesto a hablar con ese estúpido león y si era necesario, cometería la locura que estaba cruzando hace rato por su cabeza.

-Ya le dije, señor Malfoy -le dijo la mujercita con lentes patéticos, que no paraba de hacerle ojitos desde que llegó- El señor Potter dio ordenes exclusivas de que no le dejara entrar en su oficina.

Draco no dijo nada, simplemente se alejó y se dirigió al ascensor, fijándose muy bien a que distancia quedaba de la oficina de Potter.

Mientras bajaba recordó lo que había llevado a que se comportara de esa manera.

El imbécil se había molestado por que tuvo la osadía de comerse el último trozo de torta que quedaba de su matrimonio.

Hace dos días se habían casado y se supone que ahora tendría que estar en su luna de miel, pero no. Los malditos antojos (producto de los tres meses y medio de embarazo de Harry, cosa que los llevaron a decidir casarse) le habían costado el dormir fuera de la habitación y todo por el puto pastel.

Se detuvo en el piso inferior al de Harry y se dirigió a la oficina que estaba bajo la suya.

Seguramente Harry no lo recordaba o debía creer que él lo había olvidado, pero no. El conocía muy bien esa oficina. Un lugar vació que no era más que una pantalla para ocultar su verdadero propósito… poder llegar fácilmente a la oficina de Harry, vía una escalera en el costado de la ventana.

Draco, enfurruñado por todo lo vivido, se encaramó en la maldita escalera, sin pensar en la cantidad de improperios que había formulado su mente los últimos diez minutos, y con cuidado abrió la trampilla junto al escritorio de Harry.

Lo vio sentado, mirando hacia la ventana y sin poner atención a lo que pasaba a su alrededor.

-Estoy seguro que sería muy fácil eliminarte en este momento.

Harry se exaltó y vio a sus espaldas.

Su esposo estaba parado junto a él y en ese momento sólo se podía fijar en lo sexy que se veía con ese traje muggle ejecutivo.

-¿Qué haces aquí? -interrogó, recordando de repente que se suponía que estaban enojados.

-Harry, sólo era un trozo de pastel -le dijo acercándose- no es para tanto.

-¡¿Qué no es para tanto?! -gritó incrédulo- ¡Me robaste mi pastel!

-Estas exagerando -le dijo abrasándolo-, pero como sé que te gustó tanto, le pedí a mi madre que nos mandara otro pastel.

A Harry le brillaron los ojos enseguida.

Draco sólo negó con la cabeza, mientras descendía a besar los labios de su esposo… todo ese escándalo por un trozo de pastel.

 

.-Fin-.

 


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