Narra Marco
Nos dirigimos a una pequeña isla donde nos informaron que Jinbei estaba peleando con un nuevo pirata llamado Portgas D. Ace.
Cuando llegamos sentí un aroma muy delicioso, que me hizo agua la boca, era obvio que había un omega cerca.
Nuestro padre hablo con el muchacho por el cual vinimos, bueno más que hablar le dio una pequeña golpiza, pero sabía por qué lo hizo.
-Conviértete en mi hijo
-¡Y UNA MIERDA!
El muchacho trato de atacar a nuestro Padre pero callo inconsciente apenas se levantó del suelo
-Marco lleva al mocoso al barco y haz que atiendan sus heridas
-Enseguida Padre
En el momento en que lo tome en mis brazos tuve una extraña sensación en el pecho, mi corazón dio un pequeño vuelco, no sabría describirlo, el muchacho tenía un aroma que me fascinaba, era el omega que sentí cuando llegamos pero preferí ignorar ese sentimiento que me provocaba y llevarlo a la enfermería del barco.
Al llegar lo recosté en la camilla, pero por alguna razón no quería separarme de él, quería que yo fuera el único en poder verlo, no sé qué me pasaba, y creo que fue idea mia pero sentí que se aferraba mi camisa para que no me separara de él, pero solo debo estar imaginando cosas, era un mocoso que apenas vi unos minutos pero sentía que lo conocía de toda la vida.
Cuando llego en médico y lo comenzó a revisar sentí un gran impulso de alejarlo de él, estuve apunto de alejarlo pero volví en mí mismo, nunca fui alguien que se dejaba llevar por los impulsos que me provocaba mi alfa interno.
Preferí salir de la enfermería y concentrarme en otra cosa que no fuera en el mocoso que acababa de llegar, así que me fui a hacer un poco de trabajo que me quedaba.
Mientras que trabajaba no podía parar de pensar en ese lindo omega…dije lindo…aghhh…esto se está poniendo peor y no llevo ni una hora de conocerlo.
Pase mi mano por mi cabello, me levante de mi escritorio y me fui a acostar, tal vez el exceso de trabajo me hace pensar cosas sin sentido, estoy seguro de que mara mañana todos estos pensamientos se abran ido.
Narra Ace.
-Conviértete en mi hijo – ofreciéndome su mano
- ¡Y UNA MIERDA!
Quien carajos se creía ese viejo para decirme eso, luego del golpe que me dio, qué estoy seguro que no hubiera podido darme si no hubiera peliado antes.
Trate de parame para atacarlo pero mi cuerpo cayó al suelo, me había desmayado, pero mi omega interno aún estaba algo consiente.
Sentí unos brazos levantándome del suelo, y no sé porque sentí una seguridad inmensa en ese momento, no quería alejarme de esos brazos.
Dejo mi cuerpo reposado en algo, no quería sepárame de él.
Sentí que alguien revisaba mi cuerpo pero no era la persona que me cargo en sus brazos, no quería que nadie me tocara, solo quería sentir las manos de esa persona.