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La mirada del extraño por Augusto2414

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Notas del capitulo:

Hola a todos. Dejo con ustedes el siguiente capítulo de la historia, la continuación al encuentro de Javier e Ignacio, ahora en el departamento de este último.
Espero sea de su agrado.

Este capítulo está especialmente dedicado a mi querido amigo y compañero de plataforma, Alphonse Zero, en el día de su cumpleaños. Muchas felicidades.
Por favor, visítenlo y lean sus historias, son buenísimas.

XXII
 
El reloj dejaba escuchar su sonido constante y perceptible. La sala era pequeña y estaba apenas decorada, donde unos pocos muebles se esparcían alrededor. Javier aguardaba recostado en el sofá mientras que Ignacio estaba en la cocina. Aunque era tarde, el bartender cumplió su promesa y tras llegar al departamento, se puso manos a la obra para preparar el pisco sour que su amigo y él mismo deseaban beber; comprobando que disponía de todo lo necesario, no pasó mucho para que regresara a la sala en donde Javier parecía estar quedándose dormido. Ignacio dejó la bandejita con las dos copas en la mesita al lado del sofá y se sentó junto a él en un intento por averiguar si seguía despierto.
 
–¿Estás dormido, Javier?
 
–No. ¿Dónde está mi trago? –respondió el chico, girando la cabeza hacia Ignacio.
 
–Aquí, espero que te guste, lo hice bastante rápido –tomó ambas copas y entregó una a Javier, que se la recibió gustoso y antes de decir algo más, éste le dio el primer sorbo a la copa.
 
–Mmm…, delicioso y suficientemente dulce –miró a Ignacio con una expresión de satisfacción–. Gracias por consentirme.
 
–De nada –respondió con una sonrisa y un leve sonrojo. ¿Por qué ese chico le provocaba esas reacciones?, ¿eran sus halagos o era algo más? Bebió también y se volvió a Javier.
 
–Cuéntame, ¿de qué quería hablar?, ¿de qué se trata? –preguntó Javier, retomando la conversación que habían intentado sostener en la barra del local.
 
–Bueno, quería conversar con alguien las cosas que pienso, porque en el restaurant resulta imposible poder hacerlo con alguno de los chicos. Mis opiniones son diferentes e inmediatamente todos me caen encima, diciendo que soy el malo.
 
–Varias veces te he dicho que en parte es culpa tuya por querer fastidiar al resto, y lo que Cristina te dijo hoy ha sido simplemente la comprobación de ello.
 
–No tenía por qué decirme eso en primer lugar –Ignacio desvió la mirada y se cruzó de brazos.
 
–¿Por qué te afecta tanto?, ¿hay algo más personal en este asunto de lo que me estás contando? –Javier puso toda su atención en el chico a su lado. Sentía que, por alguna razón, el tema le afectaba más de lo que quería demostrar–. ¿Te sientes tan solo, Ignacio?
 
–Pensé que lo estaba. Siempre he sido un tipo solitario y antisocial. Las circunstancias que he vivido me han hecho así –Ignacio adoptó un aire más frío al hablar.
 
–Lo que pasó con tus padres no fue tu culpa. Tu decidiste seguir adelante y buscar tu camino sin depender de nadie. Eso es digno de admirarse –Javier jamás había ocultado su fascinación por Ignacio y su fuerza de voluntad, cómo se había recuperado después del doloroso divorcio de sus padres, después de perder la familia perfecta que creía tener. Javier había estado presente durante todo el proceso y conoció en carne propia lo que Ignacio estaba experimentando.
 
–Gracias, gracias por estar aquí conmigo. Sé que no estoy solo porque tu estuviste conmigo en todo momento. Me acompañaste cuando llegué a este departamento y me tranquilizaste cuando pensé que había perdido todo –los ojos de Ignacio se humedecieron y rápidamente se cubrió con la mano para evitar que Javier viera las lágrimas.
 
–No, no te contengas, si quieres llorar, hazlo –Javier dejó su copa de lado y también quitó la suya a Ignacio, para luego con sus manos tomar las del chico que en vano intentaba reprimir el llanto con su rostro enrojecido–. No te contengas, estoy aquí para ti, y seguiré estando aquí porque… yo…
 
–¿Por qué? –Ignacio levantó la vista y se encontró con los ojos nublados de Javier. Parecía como si en cualquier momento estallaría también en llanto.
 
–Olvídalo, no importa… –dijo Javier, ahora bajando la vista, mirando las manos de Ignacio que aun sostenía.
 
–¡No!, claro que importa, ¡dímelo! –Ignacio apretó con fuerza las manos de Javier. Nunca le agradaba que las frases quedaran sin terminar.
 
–Como quieras –Javier respiró profundo y soltó todo de una vez. Ya no tenía sentido ocultarlo–. Ignacio, si he estado aquí contigo durante todo este tiempo es porque… tu…, porque tu… me gustas. Me gustas, ¡me gustas!, más que eso, ¡te quiero!
 
Ignacio abrió los ojos como platos, su corazón se agitó y su cara no podía más con el sonrojo. ¿Qué significaban esas palabras?, ¿es que Javier lo había estado viendo siempre de esa manera?, ¿qué debía hacer frente a esto?, ¿y por qué su corazón se aceleraba de esa manera?, ¿acaso no era Javier su amigo?, ¿por qué estaba pasando esto?
 
–¿Ignacio?, ¡Ignacio! –Javier temió lo peor ante el mortal silencio que su hasta ahora amigo había levantado entre ellos. “¿Por qué no respondes?, ¿qué estás pensando?, ¿qué fue lo que hice?”–. Por favor Ignacio, responde algo, lo que sea. “Pero no me odies, por favor no”.
 
–Javier… –dijo al fin Ignacio–, quédate conmigo… quédate conmigo hasta que sepa la respuesta.
 
… … … … …
 
Un suave toque en el hombro lo trajo de regreso a la realidad. Abrió los ojos con pesar y vio lo que pensó era un déjà vu: sentado a su lado estaba Ignacio y en la mesa junto al sofá las dos copas de pisco sour sobre la bandejita. “¿Había sido un sueño?”
 
–No puedo creer que te quedaras dormido tan rápido, solo tardé unos minutos. ¿Estás muy cansado? –Ignacio tomó una copa y se la ofreció a Javier–. Aquí está lo que me pediste.
 
–Disculpa, no fue mi intención, pero sí, estoy más cansado de lo que creía. He trabajado mucho últimamente –trató de hacer su mejor sonrisa y, sin embargo, resultó inútil. La decepción al descubrir que todo había sido un sueño no pudo ocultarla ni aunque tomase un baño y hubiese dormido luego. Pero Ignacio seguía ahí, a su lado, ofreciéndole el pisco sour que tanto le gustaba. No lo dudó más, recibió la copa y tomó a Ignacio de la mano haciendo que se pusiera de pie junto con él, ante la mirada sorprendida de su amigo–. Brindemos hoy por el mejor pisco sour de la ciudad, y también hoy brindo por ti, Ignacio, la persona más valiosa e importante para mí. ¡Salud!
 
Ignacio guardó silencio mientras Javier hablaba, y no pudo evitar que una sonrisa suave y alegre se dibujara en sus labios. Levantó la copa y tomó la palabra.
 
–También quiero hacer un brindis, y este es por ti, Javier, gracias por soportar a este tonto que no te merece como amigo. Gracias por estar conmigo y apoyarme cada vez que lo necesito. Por ti.
 
–Por nosotros.
 
–Por nosotros. ¡Salud! –respondió Ignacio.
 
Chocaron las copas y las vaciaron en un par de tragos. Acto seguido, Javier dejó a un lado las copas y abrazó sin previo aviso a Ignacio, quien respondió al gesto con un dejo de extrañeza, ignorando la real significación que tenía. “Aunque haya sido un sueño, mis sentimientos por ti son reales”, pensó Javier más aliviado. Ignacio seguía ahí.
 
… … … … …
 
No recordaba haber dormido tan bien. Hacía días que estaba teniendo problemas para conciliar el sueño y el uso recurrente de pastillas le preocupaba. Pero ese día era diferente, no solo porque no tenía que trabajar, sino porque algo en el ambiente había cambiado: un delicioso aroma a huevos revueltos y pan tostado inundaba el pequeño departamento y alcazaba a su nariz en el dormitorio. Un murmullo apenas audible provenía de la cocina. Se levantó de la cama y se asomó por el marco de la puerta: Javier estaba de espaldas, al pendiente de los huevos que se freían sobre la estufa. Parece que el calor de la cocina le motivó a cocinar sin camisa mientras hacía los preparativos del desayuno. Su cabello estaba amarrado en un moño desordenado, dejando caer por los lados algunas mechas claras.
 
–Buenos días –dijo Ignacio, acercándose para ver lo que hacía Javier.
 
–Oh, buenos días. Pensaba en llevar el desayuno a la cama, como aun no despertabas –dijo algo desilusionado y rascándose la nuca.
 
–Está bien, no te debiste molestar. Yo debería haber preparado el desayuno, tú eres mi invitado –Ignacio dio una mirada alrededor. No había nada que pudiera hacer. Todo estaba perfecto, así que solo atinó a preguntar–: ¿Dormiste bien?
 
–Tómalo como un agradecimiento por haberme recibido en tu casa –dijo Javier en lo que se ponía la camisa de dormir que había usado. Depositó la sartén con los huevos sobre la mesa y sirvió jugo en los vasos–. Dormí bien, así que no te preocupes, ese sofá tuyo es más cómodo de lo que parece. Buenos, ¿nos sentamos?, antes de que se enfríe.
 
–Sí, por supuesto, gracias. Pero oye, ¿de dónde sacaste el jugo y el pan?, ahora que lo pienso, no tenía nada aquí para desayunar –observó de repente cuando bebía del vaso.
 
–Así es, me di cuenta de ese detalle, así que salí a comprar mientras estabas durmiendo. Menos mal que tienes ese almacén cerca para comprar todo, porque ni huevos tenías para comer –Javier tomó su vaso y bebió, para luego pasar a comer los huevos recién hechos con pan tostado–. Vamos, pruébalo, quedó muy bueno y eso que lo digo yo. Por cierto, dejé bien cerrado cuando salí, así que tampoco te preocupes por eso.
 
–¿Usaste mis llaves? –preguntó, dando el primer bocado al pan. De verdad estaba bueno–. Está muy rico, gracias.
 
–Naturalmente, no tengo copia de tus llaves, pero gustoso aceptaré que me des una –Javier se entretenía en ver las reacciones de su amigo mientras comía. Esa mañana junto a Ignacio es la que deseaba compartir todas las mañanas.
 
–Dime, ¿hoy no tienes que trabajar? –preguntó Ignacio, acabando su jugo.
 
–No, hoy tengo el día libre, igual que tú. A diferencia de Katerina que debe estar con la jefa supervisando los trabajos de mantenimiento, limpieza y demás, ¿no hacen lo mismo en tu local los días lunes?
 
–Sí, don Julio se ocupa de que todo esté funcionando apropiadamente y además lo ocupa para pensar los cambios en el funcionamiento que, de tanto en tanto, le gusta implementar –Ignacio hizo el ademán de servirse más jugo, pero Javier lo detuvo.
 
–Espera, preparé un poco de café, ¿está bien?
 
–Sí, gracias, pero con leche para mí, sabes que no tomo el café solo –Javier sirvió del oscuro líquido en un par de tazas, para luego buscar en el refrigerador la leche para Ignacio.
 
–Yo necesito sí o sí mi café por las mañanas, de lo contrario no funciono apropiadamente –Javier sirvió la leche a Ignacio y luego bebió de su taza humeante, y tras degustar un momento, soltó un suspiro de alivio–. Ahhh…, nada mejor que un buen café de grano recién preparado.
 
–Si tú lo dices –Ignacio revolvía su café con leche y un poco de azúcar antes de beberlo–. Sólo cuando estoy muy antojado bebo el café solo, de lo contrario, prefiero la leche o el té.
 
–Lo sé, por eso, si alguna vez vas a quedarte a mi departamento, tengo té comprado especialmente para ti.
 
–Muy considerado. Tal vez un día de estos vaya a quedarme –dijo Ignacio, comiendo otra tostada.
 
–Ignacio –hubo un silencio antes de que Javier continuara, cosa que atrajo la atención del otro–, ¿qué vas a hacer hoy?
 
–Nada. Suelo quedarme en casa los lunes. Tal vez ni siquiera me levante, y después que termine este desayuno regresaré a la cama a dormir un poco más. ¿Por qué?
 
–¿Qué te parece si almorzamos juntos hoy?, si quieres, claro, porque si prefieres quedarte a solas y descansar, recogeré todo y me iré –Javier hablaba como un niño que no puede decidirse.
 
–¿Te refieres a salir y comer fuera?
 
–No. Cocinar algo para los dos y almorzar aquí. A eso me refiero.
 
–Mmm…, no es mala idea, pero no creo que tenga suficientes alimentos para preparar un almuerzo.
 
–No es problema, podemos ir al mercado y comprar lo que haga falta. Es más, yo puedo cocinar si tu no quieres hacerlo –Javier se había entusiasmado.
 
–Sí, me agrada la idea, aunque no demasiado lo de levantarme y salir.
 
–Puedo ir yo solo y tú te quedas descansando, no me molesta.
 
–¡Claro que no!, eso sería demasiado. Iré contigo y compraremos lo necesario, ¿de acuerdo?
 
–¡De acuerdo! –Javier sonrió ampliamente y estiró su brazo con la mano empuñada hasta Ignacio, quien cerró los ojos, soltó un suspiro y en un gesto igual, empuñó la mano y la chocó con Javier.
 
–Pero vamos más tarde, aún es temprano y no me quiero levantar, volveré a la cama y terminaré de desayunar allá. Me dio frío aquí –Ignacio tomó en una mano la taza y en la otra las tostadas con huevo, se levantó y salió de la cocina rumbo al dormitorio, pero al ver que Javier se quedaba quieto en su lugar, regresó y le dijo–: ¿qué haces ahí sentado?, acompáñame, ¿o te quieres quedar comiendo solo?
 
–¿En serio? –Javier se lo quedó mirando fijamente. Ignacio no bromeaba.
 
–¡En serio, tonto!, ven y quizá tú también duermas un poco más, mucho más cómodo que anoche. Y rápido, que me estoy entumiendo.
 
–Vale, vale, aquí voy –respondió, tomando su taza para seguir el mismo camino recorrido por Ignacio. Al llegar, este se encontraba ya acostado y cubierto hasta el pecho con las mantas, mientras sujetaba con ambas manos la taza. Cuando vio a Javier parado en la puerta, le hizo un gesto para que se acostara junto a él, dando unas palmaditas en la cama. Javier se tensó un poco antes de obedecer y venciendo sus dudas, se aproximó y se acostó junto a Ignacio, estremeciéndose al sentir la tibieza de la cama… y de su amigo.
 
–Mejor, ¿no? –dijo Ignacio, volteándose a verle y bebiendo el café con leche.
 
–Mucho mejor –respondió Javier, y agregó–, podría dormirme perfectamente aquí contigo.
 
–Si tienes sueño todavía, puedes hacerlo, lo que es yo, quiero dormir por lo menos un par de horas más –dijo Ignacio, dejando la taza vacía encima del velador y tomando la última tostada.
 
Javier se quedó mirando embelesado a Ignacio mientras éste comía, en tanto que se preguntaba si su amigo era o no consiente de lo que decía. “¿Por qué me provocas de esta manera?, ¿acaso tienes idea de la situación en la que me colocas haciéndome esto?, ¿o será que lo estás haciendo a propósito?, no, eso no es posible, ¿o sí?, ¿es realmente una posibilidad?”. Tentado por la curiosidad, Javier dejó también en el velador la taza y se acomodó en la cama cubriéndose con las mantas, de tal manera que pudo apoyar su cabeza sobre el hombro de Ignacio, que inmediatamente dejó de comer para mirarle.
 
–Sí que tienes sueño –dijo Ignacio, acabando la tostada de un solo bocado, sacudiendo las migajas y acomodándose también–. Entonces, a dormir.
 
–¿No te molesta que yo…?
 
–No, estoy cómodo así, ¿y tú? –preguntó Ignacio.
 
–Estoy cómodo, “ni en mis mejores sueños he estado tan cómodo” –respondió al tiempo que pensaba para sí.
 
–Bien. No pondré ninguna alarma así que roguemos despertar a buena hora para ir al mercado, ¿vale?
 
–Vale.
 
No se dijeron nada más. La luz apenas entraba por las cortinas opacas del dormitorio. Antes de sumirse en el sueño, cosas diferentes cruzaban por la mente de ambos chicos.
 
–“Por favor, que esta mañana dure para siempre” –pensaba Javier.
 
–“¿Qué podríamos cocinar para el almuerzo?” –pensaba Ignacio.
Notas finales:

Como siempre, pueden dejar sus opiniones y comentarios sobre el capítulo, me gusta mucho leerlos.
Muchas gracias a todos los que siguen fielmente esta historia. Volveré tan pronto como pueda con la siguiente actualización. Hasta pronto.

El autor.

 

Recuerden que pueden seguirme en la cuenta oficial de Instagram @augusto_2414 LMDE.


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