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La mirada del extraño por Augusto2414

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Notas del capitulo:

Hola a todos. Dejo con ustedes el siguiente capítulo de la historia.
Espero sea de su agrado.

XXIII
 
El amor es una cosa extraña. Ni yo sabría cómo definirlo, mucho menos explicarlo. Es algo desconocido, pero que al mismo tiempo trae consigo una serie de otras emociones: para uno la tristeza, para otro el miedo, para otro la duda y para otro la frustración. Aunque sus historias giren en torno al mismo sentimiento, todavía ninguno entiende completamente lo que es en realidad, y los que sí lo conocen pueden ayudar a entender, aun cuando sean diferentes en su forma, como lo son el amor de amigo o el amor de hermano.
 
… … … … …
 
El teléfono sonó a lo lejos. Alejandro se revolvió en su cama. No sabía qué hora era. Pensó que temprano pues apenas se filtraba la luz a través de las cortinas. El teléfono continuaba timbrando mas no quiso contestar, creyendo que sería su madre intentando que se levantara; tal vez ella había olvidado que ese día se quedaría en casa. Volvió a cubrirse con las mantas e intentó dormirse, pero el teléfono sonó una vez más. Molesto, se levantó y tomó el móvil, viendo que no era su madre sino Cristina.
 
–¿Hola?, ¿Alejandro?
 
–Hola, Cristina, ¿cómo estás? –la voz del chico se oía adormilada.
 
–Bien, ¿y tú?, espera, ¿estabas durmiendo?
 
–Sí, y aún tengo sueño, ¿qué hora es?
 
–No te creo que estuvieras durmiendo, son las 13:15 –Cristina estaba sorprendida, no es que ella no durmiera hasta tarde cuando tenía el día libre, pero Alejandro la superaba.
 
–Oh, es tarde ya.
 
–¡Claro que lo es!, por eso te estoy llamando, pensé que podríamos almorzar juntos, con Sebastián y Francisco.
 
–No tengo ganas, la verdad, quiero quedarme en casa hoy. Disculpa –sus palabras adquirieron un tono desanimado.
 
–Es por lo de ayer, ¿verdad?, ¿ocurrió algo entre tú y Nicolás?
 
–…
 
–Lo supuse, ¿quisieras contarme lo que sucedió?
 
–Ahora no. De verdad, no quiero seguir hablando.
 
–Alejandro, no me asustes, ¿estás solo en casa?
 
–No seas tonta, Cristina, no voy a suicidarme ni nada parecido –elevó la voz ante las ocurrencias de su amiga.
 
–Bueno, lo siento, es solo que me preocupas, no me parece que estás bien –Cristina tenía una facilidad para detectar los cambios de ánimo y esta vez no fue la excepción–. Mira, te propongo lo siguiente: ya que no quieres salir, ¿qué te parece si vamos a verte a la casa y almorzamos contigo?
 
–Hmm…, creo que mi mamá ha preparado algo para mí, no hace falta que se molesten en venir.
 
–Aun así, puedo ir y llevar algo para ti. Puedo comprar algunas cosas y cocinar en tu casa. ¿Qué dices? De verdad que no quiero dejarte solo.
 
–Vale, vale, pero Cristina, te diré algo claramente, aunque somos amigos, no quiero que me preguntes más de lo necesario. Hay cosas que aún no voy a decirte, ¿de acuerdo? Lo mismo va para los chicos. No quiero que la conversación se vuelva un interrogatorio.
 
–Prometido. Mi única intención es ayudarte, no hacerte sentir incómodo.
 
–Bien, ¿en cuánto tiempo más vendrás?
 
–Conversaré primero con Sebastián y les preguntaré si pueden venir. Dependiendo de la respuesta, te volveré a llamar. Como mucho, a las 14:00.
 
–Espero tu llamada, entonces. Hablamos luego.
 
–Hablamos luego.
 
Aunque había logrado convencerlo, Cristina no se quedó tranquila. La voz de su amigo se oía débil y cansada. Sin duda algo había ido mal en la cita del día anterior, y si estaba en ella ayudar a Alejandro, lo haría, aun si eso significaba hablar con Nicolás una vez más.
 
… … … … …
 
–Dime, ¿qué vas a hacer hoy?
 
–Iré a casa a almorzar y el resto de la tarde practicaré con la guitarra.
 
–¡Es verdad!, y cuando aprendas tendrás que enseñarme –dijo Sebastián alegremente–, así podré dedicarle canciones a Cristina después.
 
–Tendrás que esperar un poco, aun me falta practicar más –aclaró Francisco.
 
–En fin, ¿un juego más?
 
–Vale, uno más –respondió, levantándose con la raqueta de tenis en la mano, pero antes de que su amigo lo siguiera hacia la cancha, el teléfono de Sebastián sonó.
 
–Es Cristina –el chico respondió a la llamada y habló con la usual voz melosa que encantaba a su novia–: Hola, señorita, ¿a qué debo el honor de su llamada?
 
–Seba, es Alejandro.
 
–¿Mi hermano?, ¿qué le pasó? Ah, no me digas, es ese Nicolás otra vez.
 
–Temo que sí, y pensé que podríamos ir a almorzar con él en su casa, ¿qué te parece? –Cristina sonaba afligida, muy diferente de su tono de voz habitual.
 
–Es una buena idea, así mi hermano estará más acompañado, ¿supiste que pasó con él?
 
–Es lo que quiero averiguar, me preocupa dejarlo solo. Y dile a Francisco que también puede venir.
 
–Está bien, le diré –respondió, viendo como Francisco hacía movimientos con la raqueta–. ¿En dónde nos encontramos?
 
–En el centro de la ciudad. Iremos al supermercado por algunas cosas y después nos vamos a la casa de Alejandro.
 
–De acuerdo, señorita, nos vemos allí. Te quiero. Adiós.
 
–Adiós.
 
–Oye, Fran, cambio de planes –habló tras guardar de nuevo el móvil.
 
–¿Qué pasó?
 
–Cristina dice que nos juntemos con ella y vayamos a almorzar con Alejandro.
 
–Pero qué repentino. Supongo que algo ocurrió, ¿no es así?
 
–Eso parece, pero sabes Fran, esto comienza a molestarme.
 
–¿En qué sentido?, ¿estás celoso de que Cristina pase tanto tiempo con Alejandro? –insinuó Francisco con una mueca burlona.
 
–Para nada, Alejandro es mi amigo y me molesta que ese Nicolás le esté causando problemas. Parece que tendré que intervenir, por el bien de mi hermano, y Cristina debe de estar pensando lo mismo.
 
–No es tu hermano, pero bueno –dijo Francisco, pasando una mano por sus cabellos alborotados–. No hay partido entonces, ¿nos vamos?
 
–Sí, vamos a cambiarnos, necesito una ducha. Hoy me hiciste sudar, ¿acaso estás practicando con alguien más?
 
–Para nada, solo lo hago contigo –respondió Francisco, guiñándole el ojo.
 
–Me alegra saberlo, porque de lo contrario, me haría sentir celoso –dijo Sebastián, rodeando con su brazo a Francisco mientras reía alegremente.
 
… … … … …
 
Había apagado el teléfono antes de dormirse la noche anterior, como hacía de usual cuando quería descansar sin interrupciones, cosa que le garantizaba no ser despertado por alguna llamada de su jefe, y si llamaba, siempre podía excusarse diciendo que estaba ocupado en ese momento. No había soñado nada esa noche y durmió plácidamente hasta que, naturalmente, se despertó en su cuarto frío y espacioso.
 
Nada se oía en la casa pues sus padres estaban en el trabajo. Nicolás se levantó al baño sin siquiera mirar la hora y cuando salió, pudo escuchar levemente unos ronquidos que provenían desde una de las habitaciones. Sin hacer ruido, se acercó hasta la puerta a medio cerrar y echó un vistazo: en un cuarto similar, aunque con una decoración diferente, dormía su hermano Adolfo sobre la cama, muy desordenado, con las mantas esparcidas por todo sitio y él roncando descaradamente. A Nicolás le hizo gracia la escena pues no siempre tenía ocasión de estar en la casa al mismo tiempo que Adolfo; sus horarios eran diferentes y no coincidían, pero había esas extrañas ocasiones en que podían pasar el día juntos en casa, o salir a comer fuera, o lo que se les ocurriera. Lo único malo es que ambos solían dormir mucho cuando se quedaban, levantándose siempre después de las 15:00. Sin hacer más, Nicolás regresó a su habitación y volvió a acostarse, no miró el reloj, aunque este seguía sonando claramente en medio del silencio. Aún tenía sueño así que se cubrió con las sábanas y en poco rato se quedó dormido.
 
… … … … …
 
No supo en qué momento lo hizo, pero se sintió tan bien que quería permanecer así el resto del día –de la vida si pudiera–. Javier se despertó abrazado a Ignacio después de dormir tan bien que olvidó por completo el molesto sofá donde había pasado la noche. “Si tan solo fuera real, si tan solo me correspondieras, cuan feliz sería y cuan feliz haría que fueran nuestras vidas”, pensaba con un semblante nostálgico, y aunque estaba sorprendido y avergonzado, se quedó unos momentos más en la misma postura junto al otro chico, sintiendo como su pecho se movía al compás de su suave respiración. Ignacio no se inmutaba ante el contacto y parecía dormir profundamente.
 
De repente, Ignacio se giró bruscamente en dirección a Javier, quedando sus rostros frente a frente y haciendo que el chico de pelo blanco se separara completamente sonrojado. Ignacio continuó durmiendo, aunque ahora parte de su cabello le cubría la cara. Javier se recostó a su lado y mientras apartaba las hebras oscuras del pálido rostro, se quedó mirándolo con toda atención como si de una obra de arte se tratara.
 
–De verdad no te entiendo, Ignacio, ¿por qué me invitaste a tu cama en primer lugar?, ¿qué pretendes con todo esto? Seremos capaces de mantener la relación que hasta ahora hemos llevado, ¿o será acaso que tu…? –Javier recordó las palabras que el Ignacio del sueño le dijo antes de despertar, “Quédate conmigo hasta que sepa la respuesta”–. ¿Qué respuesta estás esperando, Ignacio?, ¿tienes dudas?, ¿qué sientes por mí?
 
Abrumado por las ideas, Javier volvió su mirada hacia el techo de modo pensativo, con algo de dolor pues no quería hacerse falsas esperanzas con el chico que dormía a su lado, que podía ser tan amable como detestable, tan lindo como odioso. Miró el rostro apacible de Ignacio, acarició su mejilla y como culminación de sus delirios, se acercó hasta sus labios y lo besó suavemente, aunque no lo suficiente, haciendo que Ignacio se removiera y abriera los ojos, encontrándose con los labios del peliblanco sobre los suyos, completamente rojo de la sorpresa. Ignacio se levantó bruscamente y se cubrió la boca con una mano, mientras respiraba agitadamente.
 
–¿Qué… qué fue eso? –preguntó, con una expresión de incomodidad absoluta.
 
–Yo… yo… no lo sé. Perdona… –trató de articular Javier, pero antes de poder decir algo más, Ignacio se alejó en dirección al baño y se encerró allí. Javier solo pudo callarse y cubrirse la cara con ambas manos. “Soy un idiota, es lo que soy. Arruiné todo”.
Notas finales:

Como siempre, pueden dejar sus opiniones y comentarios sobre el capítulo, me gusta mucho leerlos.
Muchas gracias a todos los que siguen fielmente esta historia. Volveré tan pronto como pueda con la siguiente actualización. Hasta pronto.

El autor.

 

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