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La mirada del extraño por Augusto2414

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Notas del capitulo:

Hola a todos. Dejo con ustedes el siguiente capítulo de la historia.
Espero sea de su agrado.

La primera confesión.

XLVIII
 
Con el paso de los primeros meses la relación había progresado significativamente, al punto de que, tanto Alejandro como Nicolás, se habían presentado con sus padres, se visitaban con frecuencia y compartían algunas actividades juntos, sobre todo los fines de semana; sin embargo, los problemas se presentaron luego: para los chicos resultaba complicado disimular sus sentimientos y la necesidad de estar en la compañía del otro, intercambiar caricias o incluso besarse, se hacía más fuerte cada vez, y el hecho de tener que fingir ante los adultos que solo eran amigos, representaba un prueba que solo aumentaba en dificultad. 
 
Frente a esta situación, Alejandro recordaba con cierta frecuencia los consejos que sus amigos le dieron esa mañana en el club; solo ellos conocían la verdad tras su relación y pese a que le dijeron que llevaran las cosas con calma, la decisión de anunciar su noviazgo a sus padres era algo que Alejandro y Nicolás no podían ni querían postergar más.
 
–Estoy decidido, hablaré con tus padres –dijo Nicolás. Ese día estaba en la casa de Alejandro, charlando en su cuarto sobre la creciente problemática que se había instalado después de ser presentado con los padres del peliclaro: Alejandro lo había llevado un día de visita y presentado como “aquel amigo” con el que había salido “aquella vez”, y los adultos, Felipe y Olivia, tras darle la bienvenida, almorzaron y charlaron con toda normalidad, quedando al final con una buena impresión del chico, pero cuando su presencia comenzó a hacerse frecuente, surgieron las preguntas al observar los gestos, las miradas y las caricias entre su hijo y el tal Nicolás. Hoy el pelinegro estaba de visita para comer y ahora descansaba recargado sobre el pecho de Alejandro, que oía en silencio a su pareja–. ¿Qué te parece?
 
–Tal vez…, no lo sé, ¿y si a mis padres no les gusta la idea? –Alejandro no estaba convencido.
 
–Es lo mismo que podría decir de los míos, con la diferencia de que para ellos sería más sorpresivo, primero porque jamás llevo gente a la casa y segundo porque jamás he mencionado que me gusta alguien, así que ya puedes imaginarte la cara que pondrán cuando te presente con ellos y les diga que eres mi novio –dijo Nicolás–. Adolfo lo sabe, pero no se arriesgará a decírselo a nuestros padres antes de que yo lo haga, se lo dejé muy en claro cuando hablé con él y está consciente de que no lo perdonaré si comete una imprudencia.
 
Alejandro guardaba silencio otra vez.
 
–Hmmm…, pero… si no te gusta la idea, podemos intentar hablar primero con mis padres. Si doy el primer paso, ¿te animarás a seguirme? Puedo arreglarlo todo para que vengas a comer con nosotros, puedo presentarte con ellos y… –fue interrumpido.
 
–¡Claro que te seguiría!, la verdad es que no me siento cómodo fingiendo que solo somos amigos, y sé que tú tampoco –intervino Alejandro–. Eres otro cuando estamos a solas, bueno, yo también, me siento libre estando aquí en mi cuarto o fuera de casa, pero no frente a mis padres y me preocupa la reacción que puedan tener, ellos son todo para mí y no quiero causarles un disgusto.
 
–No lo será. A pesar de conocerlos hace poco, jamás los he oído expresarse mal de las personas por su orientación, es más, parecen ser muy abiertos de mente –dijo Nicolás dándole ánimos al otro chico–. Siendo honesto, pienso que mis padres debieran preocuparnos más a la hora de confesarles lo nuestro.
 
–¿Estás seguro? –Alejandro se aferró al pelinegro, meditando las palabras que le dijera. Era cierto todo lo dicho acerca de sus padres y, si bien cabía la posibilidad de recibir una felicitación antes que una reprimenda, la sola idea de que se enfadaran lo ponía de los nervios. Nicolás no estaba ajeno a esta cuestión y viendo la inquietud reflejada en los ojos de Alejandro, tomó su mano y entrecruzaron los dedos.
 
–Lo estoy, ya verás como pasaremos por esto juntos, sea cual sea el resultado –sin soltarle la mano, el pelinegro se levantó lo suficiente para alcanzar los labios de su novio, que le recibió con agrado–. Todo irá bien, ¿vale?
 
–Vale –respondió más tranquilo. Pasaron unos momentos antes de que volviera a hablar, y cuando lo hizo, se levantó de la cama, respiró profundo y dijo mirando a Nicolás–: Siendo así, yo iré primero, hoy mismo iremos con mis padres y les diré toda la verdad sobre nuestra relación.
 
–¡Espera, espera!, no tiene por qué ser hoy, podemos pensarlo mejor y fijar un día para hacerlo –dijo Nicolás sentándose al borde de la cama.
 
–No, mientras antes se haga, mejor, y así cuando vayamos con tus padres, yo habré jugado mi parte –dijo y le extendió la mano–. Vamos, hablemos con ellos ahora, ¿sí?
 
–Hmmm... sí, creo que tienes razón –respondió, aceptando la mano que le era ofrecida y poniéndose de pie–. Sí, vayamos ahora, no tiene sentido postergarlo más.
 
Con una sonrisa en el rostro, Alejandro besó fugazmente a Nicolás y, acto seguido, abandonaron la habitación en busca de los adultos: Olivia estaba en el comedor, sentada frente a su computadora, captando su atención la llegada repentina de los chicos.
 
–¿Qué pasa?, ¿Nicolás ya se va?
 
–No, es solo que… queremos hablar con ustedes, ¿dónde está mi papá? –preguntó Alejandro.
 
–Se está afeitando, ya no tarda –respondió la mujer viendo su reloj.
 
–Bueno, lo esperamos –y ambos fueron a sentarse al sofá, en donde permanecieron en silencio bajo la mirada atenta de Olivia. Pasaron unos minutos que se hicieron eternos hasta que el padre apareció en la sala.
 
–¡Estoy listo!, ¿qué tal me veo? –preguntó a su esposa.
 
–Quedaste impecable, querido, hasta te ves más joven –dijo besándole la mejilla, y agregó–: Llegas justo a tiempo, los niños quieren hablar con nosotros.
 
–¿Sí?, ¿y de qué?, espero que no se trate de algo grave –su semblante se volvió serio al oír esto y miró a los chicos, que se habían levantado y se acercaban al matrimonio. Ambos adultos aguardaban expectantes.
 
–¿Y bien?, los escuchamos, ¿qué queríais decirnos? –preguntó Olivia bajando la pantalla de la computadora. Su atención estaba puesta por completa en ellos.
 
–Nosotros…, bueno, yo… tengo algo que decirles… –comenzó a decir Alejandro en medio de pausas nerviosas. No era tan fácil como había pensado, pero sintiendo la mano de Nicolás sostenerle, adoptó una postura más seria y decidida–: Mamá, papá, Nicolás y yo estamos saliendo, somos novios.
 
–¿Qué?
 
–¿Qué dijiste, hijo?
 
–Dije… dije que… estoy saliendo con Nicolás –dijo Alejandro bajando la mirada hasta las manos que permanecían unidas y, como para evidenciar la relación, las elevó hasta que sus padres pudieron verlas de forma clara y evidente. Esto solo aumentó el asombro del matrimonio: la mujer abrió los ojos y se llevó una mano al pecho, mientras que su padre frunció el ceño y su actitud se tornó más severa.
 
–Dime una cosa, ¿es por causa de este chico que estabas actuando tan raro? –preguntó el hombre con seriedad, exigiendo respuestas–, ¡responde, Alejandro!, ¿es verdad que te gusta él?
 
–Sí… sí, me gusta… –respondió.
 
–¡Basta! –exclamó Olivia–, ¡no quiero escuchar más!, y es mejor que este muchacho se vaya.
 
Alejandro y Nicolás se miraron ante la abrupta reacción de la mujer, y comenzaban a sentirse incómodos pues Felipe se paseaba sin parar alrededor de la sala, intentando procesar las palabras de su hijo.
 
–No quiero que se vaya, mamá, no me pidas eso –replicó Alejandro, acercándose a la mujer, pero ella le detuvo con un gesto de su mano, y lucía dolida–, ¿mamá?
 
–¿Por qué no nos dijiste lo que estaba ocurriendo?, ¿acaso no confías en nosotros? –acabó diciendo Olivia.
 
–¡Somos tus padres!, ¡maldita sea!, ¿quién mejor que nosotros para ayudarte con tus problemas?, ¿para aconsejarte y apoyarte? –expresó Felipe, muy molesto, pero con los ojos llorosos–. Sabíamos que algo te estaba ocurriendo, desde ese día que regresaste del Jardín Botánico, algo cambió en tu semblante y lo notamos, pero no dijimos nada en la idea de que nos hablarías en algún momento, y no fue así. Ese fue nuestro error, debimos preguntarte.
 
Nicolás observaba en silencio, pero ya no más, no soportaba la reacción y el trato que los adultos le daban a su novio, sin embargo, no podía dejar de ver reflejados en ellos la figura de sus propios padres y la reacción que podrían tener.
 
–Si me permiten decir algo… –intentó intervenir el pelinegro.
 
–¡Tú no tienes nada que decir aquí, muchacho! –lo hizo callar Felipe.
 
–¡Pero yo estoy involucrado en esto, señor, quieran o no aceptarlo!
 
–¡Que te calles, he dicho! –volvió a decir Felipe, esta vez intentado darle una bofetada. Nicolás no se esperó aquello y solo reaccionó cubriéndose con los brazos.
 
–¡Basta, papá! –intervino Alejandro, pero solo obtuvo un gesto similar por parte del hombre.
 
–¡No me digas lo que tengo que hacer, insolente! –dijo Felipe sujetándolo fuertemente por el brazo–. ¿Por qué, hijo?, ¿por qué no nos dijiste lo que estaba ocurriendo con este muchacho?
 
–¡Ya, ya!, ¡déjalo, querido! –exclamó Olivia, muy alterada, intentando calmar a su esposo y que soltara a su hijo. Alejandro consiguió liberarse, visiblemente afectado y tocándose el brazo adolorido. Nicolás se le acercó de inmediato y sin dudarlo, ante la mirada desconfiada de los adultos.
 
–Alejandro, hijo, ¿querrías… podrías explicarnos qué fue lo que pasó? –dijo Olivia, un poco más calmada, igual que Felipe, ahora sentado y cubriéndose el rostro con las manos, al parecer sollozando. Los chicos intercambiaron miradas y, asintiendo con la cabeza, Nicolás le indicó a Alejandro que fuera con su padre.
 
–Papá, ¿escucharás lo que tengo que decir?
 
–Sí… sí, lo escucharé –respondió, frotándose los ojos.
 
–Bien –Alejandro le extendió la mano a su madre y la invitó a sentarse junto a su esposo, luego hizo un gesto para que Nicolás también se uniera a ellos en la mesa, tomando asiento junto a su novio. Una vez estuvieron los cuatro reunidos, Alejandro dio inicio a la explicación.
 
… … … … …
 
Cuando hubo terminado la conversación, en la que alternaron preguntas y respuestas, motivadas por la impresión que generaba en los adultos la revelación de tantas cosas, a lo que se sumaba, por supuesto, la sorpresa que provocaba la noticia de que su único hijo estaba en una relación… y con otro chico; también interrogaron a Nicolás, acerca de su vida y su familia, y hasta que quedaron satisfechos, volvieron la atención hacia Alejandro. Más calmado que en un principio, el padre tomó la palabra después de tomarse unos minutos para pensar, provocando nerviosismo en la pareja.
 
–Sé que no debí reaccionar como lo hice, pero entiendan que esto no era lo que me esperaba, quiero decir, sabía que algún día mi hijo encontraría a alguien con quien compartir su vida, sin embargo, jamás imaginé que sucediera algo así –hizo una pausa antes de continuar–. Lo que quiero decir es que, pese a lo que el resto diga, tu seguirás siendo nuestro hijo, al que amamos por sobre todas las cosas, y si he reaccionado así, ha sido porque me preocupa tu felicidad y bienestar. Perdona por favor a este viejo, que no logra acostumbrarse a los cambios.
 
Alejandro extendió sus manos hasta tocar las de su padre, y con los ojos llorosos, le dijo: –No tengo nada que perdonarte, papá, te quiero por lo que eres, el viejo que me ha criado con amor y cariño, al que le debo todo lo que soy.
 
Felipe tomó las manos de su hijo y se las sostuvo, antes de levantarse y darle un fuerte abrazo en medio de lágrimas emocionadas.
 
–¿Estás llorando, papá? –preguntó Alejandro, estrechando al hombre contra su pecho.
 
–Sabes que tu padre es sensible, aunque no quiera admitirlo –dijo Olivia levantándose, pero en lugar de abrazar a su hijo, se dirigió a Nicolás–. Escucha, muchacho, lo único que te voy a pedir es que seas bueno con mi hijo, es lo único que tenemos y no quiero saber que le hayas hecho daño. Si están en una relación, espero que se quieran y se respeten, en eso no hay distinción, ¿de acuerdo?
 
–Sí… sí, señora, muchas gracias por permitirme salir con su hijo –dijo haciendo una leve y nerviosa reverencia.
 
–Ya, ya, está bien, no hace falta tanta formalidad, solo espero que demuestren con hechos que su relación es seria, porque no voy a tolerar que esto se preste para juegos, ¿oíste, muchacho?, también tú, Alejandro.
 
–¡Sí, mamá! –dijo este último, abrazándola con una amplia sonrisa, en tanto que Nicolás era estrujado por Felipe, en un inesperado abrazo. Olivia tuvo el mismo gesto con el pelinegro tras separarse de su hijo.
 
Cuando regresaban al cuarto, los chicos estaban aliviados y al mismo tiempo cansados.
 
–¿Ves?, no fue tan terrible como esperaba, bueno, lo fue un poco al principio –dijo Alejandro, dejándose caer pesadamente sobre la cama.
 
–Sí, me asustó bastante su primera reacción –comentó Nicolás, sentándose a su lado–. Ya veremos lo que dirán mis padres.
 
–Lo sabremos, tarde o temprano –dijo volteándose a verle, y notando su semblante, Alejandro le hizo ver a su pareja que se recostara junto a él. Nicolás obedeció y se dejó rodear por los brazos del chico–. Tranquilo, no te angusties pensando en eso, ahora disfrutemos este momento, que es solo para nosotros.
 
Nicolás sonrió y se dejó acariciar por Alejandro, quien lo abrazó con ternura; se pasaron el resto de la tarde compartiendo melosas caricias y besos empalagosos.
Notas finales:

Volveré en breve con la segunda confesión, continuación de este capítulo.


El autor.


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