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La mirada del extraño por Augusto2414

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Notas del capitulo:

Hola a todos. Dejo con ustedes el siguiente capítulo de la historia.
Espero sea de su agrado.

LIII
 
Después del irritante encuentro con Lucas, Adolfo evitó presentarse otra vez en «la Dama Azul», al menos durante un tiempo, y no porque sintiera miedo de un tipo tan atrevido, él mismo se reconocía como uno, sin embargo, Lucas había adoptado una actitud dominante que le había impresionado de mala manera, pese a su fingida actuación inicial. La sola presencia del rubio en la ciudad no le impediría continuar con sus salidas a todos los sitios que quisiera, pero tendría que ser más discreto con tal de evitar futuros inconvenientes.
 
Una tarde en la que el sol se ocultaba tras las densas nubes oscuras, Adolfo recorría el barrio comercial. Vestía su largo abrigo negro y un suéter de cuello alto en color gris, abrigado con una bufanda que le cubría parte de la boca y su clásico sombrero ancho. Ante el cansancio que le provocó la caminata y no decidiéndose por una tienda que visitar, optó por sentarse en una de las muchas bancas de madera que había frente a las vitrinas de la galería. Pese a la hora y a lo frio del ambiente, muchas personas transitaban por la calle, algunas se detenían frente a los escaparates y otras aguardaban por atención en las mesas que se encontraban en las terrazas exteriores.
 
En medio de esa distracción, pensando que sería bueno comprarse un chocolate caliente tras ver a una chica pasar delante bebiendo uno, que pudo sentir que alguien se sentaba a su lado, y mirándolo de reojo, apenas pudo notar su rostro o cualquier otro rasgo, pues se ocultaban bajo una capucha.
 
–No me ignores, ¿quieres?
 
Adolfo giró la cabeza lentamente y se quedó viendo al rubio como si de una aparición se tratara.
 
–¿Qué ocurre, Adolfo?, ¿estás asustado?, porque ese día en el bar no lo parecías.
 
–Quizá –logró articular, y volvió la cabeza otra vez hacia delante, intentando parecer tranquilo, aunque se le habían erizado los cabellos.
 
–Te dije que no me ignoraras –y soltó una sonora carcajada tras notar que no había conseguido llamar la atención de Adolfo, por el contrario, se mantuvo en una postura estática.
 
–¿Hace cuánto que me estabas siguiendo? –preguntó al cabo de un rato, con una voz que denotaba su desprecio–. ¿No me escuchaste?, te hice una pregunta, ¿hace cuánto me estabas siguiendo?, ¿qué es lo que quieres?
 
–Es lo que estoy tratando de descubrir y, aunque no me creas, lo de ahora es pura casualidad, no he llegado a tanto como para seguir a alguien, pero no te niego que despertaste mi interés –dijo Lucas meneando la cabeza, como si sopesara las palabras que acababa de decir.
 
Adolfo lo miró de reojo. “Todo eso que dices ni tú te lo crees”. Y sin esperar más explicaciones del rubio, se levantó de la banca y se alejó calmadamente, sin mirar atrás. Llegó hasta una esquina y cruzó para tomar la otra calle, continuar su paseo y olvidarse de lo que acababa de ocurrir, pero cuando la curiosidad pudo más, caminó hasta un local con puertas de vidrio, tan pulido que hacían las veces de espejo: allí pudo verlo, a Lucas con su capucha y manos en los bolsillos. “Ahora sí que me estás siguiendo, maldito cínico, ¿qué es lo que quieres de mí?, ¿qué es lo que quieres descubrir?”. Reanudó la marcha, ya no tan tranquilo. “¿Será que te gusto, es eso posible?, ¿o solo te estás divirtiendo a mis costillas?”. Se detuvo y miró atrás: Lucas caminaba a unos cuantos metros de distancia de él sin ningún disimulo y sin ninguna expresión facial, era como si una fuerza invisible lo estuviera guiando. “No me importan tus motivos, voy a usarte para entretenerme, quiero saber hasta dónde eres capaz de llegar si te doy suficiente hilo”. Por un momento, Adolfo recordó a su hermano y cómo este había seguido adelante hasta alcanzar a Alejandro, pero reparó en la diferencia de motivos: Nicolás estaba enamorado, mientras que él no buscaba nada parecido, salvo diversión, ¿y qué había de Lucas?, no importaba, no tenía intenciones de lograr algo con él, ni siquiera le gustaba, por más atractivo que fuera. Volvió a enfocarse en el camino y cruzó otra calle, para luego sentarse de nuevo en otra banca más adelante, en donde esperó a que Lucas llegaras; éste, sabiendo que el pelinegro era consciente de que le estaba siguiendo, caminó en su dirección y se sentó a su lado, genuinamente ansioso.
 
–Entonces, ¿me estás siguiendo o resulta que es pura casualidad? –preguntó Adolfo, apoyando su cabeza sobre una mano, viéndole con una expresión cansada.
 
–Te estoy siguiendo, ahora sí –respondió, cubriéndose mejor los cabellos que asomaban debajo de la capucha, y también porque no quería, ni por asomo, que Adolfo viera su rostro avergonzado–. ¿Quieres beber algo conmigo y charlar un rato?
 
–¿Charlar de qué?
 
–No lo sé…, de ti…, de mi…, descubrir más acerca de nosotros…
 
–No quiero descubrir nada de ti, no después de tu comportamiento en el bar, no siento ganas de saber más, mucho menos de alguien que de un momento a otro se aparece de la nada y comienza a seguirte.
 
–Es que no pude evitarlo, te veías tan deseable esa noche…
 
–Estabas en el mismo plan que yo, solo divertirte, aunque claro, tu sentido de la diversión iba más allá.
 
–Pues a mí no me lo pareció –por primera vez desde que se encontraban se cruzaron sus miradas, y los ojos azules de Lucas brillaron en medio de su rostro, semi cubiertos por sus cabellos–. Antes lucías desanimado y no creas que pasó desapercibido, lo noté, ¿algo te ocurrió, no es así?, ¿alguien te lastimó?
 
–Ese no es tu problema –dijo arrastrando las palabras.
 
–Debes saber que en un sitio como un bar siempre hay ojos que te observan.
 
–¿Cómo los tuyos?  –preguntó con sarcasmo–, dime, ¿a eso te dedicas?, ¿a acosar personas?
 
–Solo aquellas que despiertan mi interés.
 
–Como yo, ¿no?, eso fue lo que me dijiste.
 
–Sí…, al menos eso parece…, debo confirmarlo todavía…
 
La misma respuesta. Adolfo se levantó y siguió caminando, pensando. “Esto es solo un juego”. Llegó hasta la próxima calle y aguardó en el semáforo. Se guardó las manos en los bolsillos, lamentando no haber comprado el chocolate caliente, aunque en realidad era su estómago quien demandaba atención. “Mal momento para tener hambre”. Estaba haciendo más frio que antes y comenzaba a oscurecer. La luz dio verde y cruzó, alejándose del centro, dejando atrás las tiendas que ya encendían sus luces, y a Lucas, estuviera o no siguiéndolo; ahora bien, si el rubio continuaba tras él, sabría hasta qué punto podría llegar en su búsqueda de respuestas, permitiéndole tomar su propio curso de acción.
 
En un arrebato, se echó a correr, sonriendo al ver que Lucas, confundido, apresuraba sus pasos tras él, empezando a correr luego sin el menor disimulo.
 
… … … … …
 
–¡No puedo creer que aceptaras darme una oportunidad y salir conmigo! –dijo Lucas sobándose las manos. Se había quitado la capucha y sus cabellos rubios lucían libres y relucientes–. La otra noche me dejaste con unas ganas de…
 
–De que me acostara contigo. Sí, puedo imaginarlo –lo interrumpió Adolfo, tras quitarse el sombrero y cruzarse de brazos–. Pero no te hagas ilusiones, que así te quedarás hoy también.
 
–Eh…, que directo –dijo Lucas por lo bajo.
 
Después de jugar al gato y al ratón a través de la ciudad durante más del tiempo que estaba dispuesto a admitir, las ganas de comer pudieron más con el pelinegro, entrando en un local de hamburguesas. Buscó una mesa con la mirada y ocupó una situada en un rincón, llamó a la camarera y ordenó que le trajera su favorita; tras retirarse ella, en menos de un segundo, Lucas se sentó frente a él, sin darle tiempo a decir nada, salvo quedarse viendo al chico que parecía agitado.
 
–Por poco y no te encuentro, ese fue un movimiento sorpresivo –dijo, sonriendo animadamente y acariciándose una mejilla que lucía algo amoratada.
 
–¿Eso es…?
 
–Sí, así me dejaste –dijo acercando más el rostro para que Adolfo lo viera claramente–. Ningún otro chico me había golpeado antes, siéntete orgulloso de haber sido el primero.
 
–Debo entender que todos aquellos con los que te involucraste antes, ¿te dijeron que sí? –Adolfo enarcó una ceja con desdén–. Yo no soy de esos, espero que lo sepas, no estoy buscando sexo fácil, solo un rato agradable, bailar en esa ocasión, así que no te creas que voy a ceder solo por tu insistencia.
 
–Eso dependerá de cómo se den las cosas, quizá tú también descubras algo en mí que te atraiga, ¿mis ojos?, ¿o mi cabello? –dijo acariciando uno de sus mechones–. En lo que a mí respecta, tu cuerpo ya me resulta bastante tentador.
 
–Lo único tentador ahora mismo es la hamburguesa que me voy a comer –dijo con una sonrisa fingida. Agradeció a la camarera que trajo su pedido y tras asegurarse de que contenía todos los ingredientes, empezó a comerla.
 
–Vale, cambio de tema –dijo Lucas con resignación–. Si no estás buscando sexo, ¿qué buscas entonces?
 
–¿Estás sordo?, te lo acabo de decir, un rato agradable –Adolfo no levantó la vista.
 
–Y yo también te dije que lucías desanimado cuando te vi –la voz de Lucas se volvió seria, desapareciendo todo rastro de burla–. ¿Qué es lo que quieres olvidar?, o, mejor dicho, ¿a quién?
 
–¿Cómo es que tu…?, ¿cómo puedes suponer eso sin siquiera conocerme?
 
–¿Eh?, lo dije solo por decirlo, pero por tu reacción asumo que tiene que ver con eso, no pensé que acertaría –sonrió infantilmente–. ¿Quieres hablarme más de ello?
 
–¡Yo no he dicho que se trate de eso!, ¡deja de sacar conclusiones por tu cuenta!
 
–Pero tu reacción me da la razón, ¿no crees?
 
–¡Suficiente!, fue un error aceptar esto, antes me como la hamburguesa fría en casa que soportarte un momento más –dijo levantándose del asiento.
 
–¡No!, ¡no te vayas!, por favor… –dijo sosteniéndole del brazo. “¡Mierda!, ¿por qué eres tan complicado?, acabas con mi paciencia, ¡hasta he dicho por favor!”. Quédate y no te molesto más, escoge tú el tema de conversación, si quieres…
 
–¡Vale!, háblame de ti, acosador, ¿cómo puedes hacer eso? –ocupando otra vez su lugar.
 
–No es como si lo hiciera todo el tiempo, ni con cualquiera, pero después de tu rechazo y golpearme, el interés en ti aumentó –comenzó a explicar–, y como no estaba seguro de volver a verte ni de cómo reaccionarías al verme, pensé en seguirte cuando te encontrara. Pero ya ves, hoy nos encontramos de casualidad, así que no hubo necesidad de buscarte. Fue la oportunidad indicada para acercarme.
 
–¿Oportunidad indicada?, sí que eres afortunado al encontrarme el día de hoy, pero ten en cuenta que solo estamos aquí porque me entró hambre, en otras circunstancias jamás te habría aceptado siquiera un trago.
 
Lucas sonrió con satisfacción mientras veía a Adolfo comer.
 
–Lo sé, soy muy afortunado –y aguardando que trajeran las bebidas que él había ordenado, reparó en las manos del pelinegro–. ¿Por qué te pintas las uñas?
 
–Porque me gusta, creo que se ven muy bien en mí, ¿no te parece? –ahora Adolfo era quien extendía una mano para que Lucas la viera más de cerca.
 
–Puede ser –dijo encogiéndose de hombros, indeciso de lo que le parecían las uñas realmente, pues a él no se le habría ocurrido pintárselas–, ¿qué dice tu familia de eso?, ¿les gusta verte así?
 
–A mi hermano siempre le han gustado, él también se las pinta, “de hecho yo se las pintaba”, y mis padres, bueno, estaban molestos al principio, pero ya no le dan importancia.
 
–Así que tienes un hermano, ¿cómo es?, ¿se parece a ti?
 
–Sí, Nicolás, es mayor que yo y sí, se parece a mí, aunque lleva el cabello más largo.
 
–¿Aun más largo que tú?
 
–Sí, ¿te sorprende?
 
–Tu cabello ya es bastante largo en mi opinión.
 
–Ya veo, ¿te parezco extraño?
 
–Un poco, sí, pero eso no te quita lo atractivo…, eh…
 
La misma camarera de antes se acercó con las bebidas, aunque, para disgusto de Adolfo, se trataba de dos cervezas.
 
–No bebo –dijo apartando el vaso.
 
–¿Es en serio?
 
–Sí, no me gusta la cerveza, ¿disculpa? –se dirigió a la camarera–, ¿podrías llevártela y traerme una gaseosa en su lugar, ¡no!, no me traigas nada, ¡me voy!, ¡gracias por nada!
Lucas se quedó tan atónito como la chica que los atendía. Vieron como pagaba por la hamburguesa y se marchaba.
 
–¿Quiere que me lleve esta cerveza? –preguntó ella.
 
–No, no, déjalas aquí, después de esto me harán mucha falta –dijo con fingida amabilidad. “Maldita sea, sí que eres complicado. Tendré que esforzarme más la próxima vez”.
Notas finales:

Como siempre, pueden dejar sus opiniones y comentarios sobre el capítulo, me gusta mucho leerlos.
Muchas gracias a todos los que siguen fielmente esta historia. Volveré tan pronto como pueda con la siguiente actualización. Hasta pronto.

El autor.


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