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La mirada del extraño por Augusto2414

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Notas del capitulo:

Hola a todos. Dejo con ustedes el siguiente capítulo de la historia.
Espero sea de su agrado.

Recuerden que pueden seguirme en la cuenta oficial de Instagram @augusto_2414 LMDE.

LXXII
 
Cristina llegó a su turno con quince minutos de anticipación. Quería contar con el suficiente tiempo para charlar con sus compañeros acerca de Alejandro y el alta médica. Desafortunadamente, ni Sebastián ni Francisco habían llegado, pero sí Ignacio, que estaba limpiando la barra, y también Ariel, que se había asomado a la sala.
 
—¡Hola, Cristina!, ¿cómo estás? —saludó el ayudante.
 
—Hola, hola, todo bien, preparándome para un día más de trabajo, ¿y tú?
 
—De maravilla, salir por las mañanas a trotar me ha hecho muy bien, tanto para el cuerpo como para el ánimo. Siento que hasta tengo más energías que antes —dijo con un evidente entusiasmo que sorprendió a la chica.
 
—No sabía que te estabas ejercitando.
 
—Es que comencé hace poco, acompaño a Katerina para trotar, aunque es muy estricta, no perdona que falte.
 
—¿Cómo está?, no he hablado con ella desde el día que vino a cubrirnos el turno.
 
—Está bien, su estado físico es envidiable, se conserva mejor que yo —dijo Ariel, soltando una risa—. Parece que yo fuera un anciano al expresarme así.
 
—Verdad que sí, y eso que eres más joven, ¿acaso pasar las mañanas con ella te hizo olvidar ese detalle?
 
—Nada de eso —dijo el ayudante, aunque la personalidad de Katerina le resultaba ciertamente atrayente—. Cambiando de tema, ¿has sabido algo de Alejandro?
 
—Sí, hablé con él durante el fin de semana y espera que le den el alta médica pronto.
 
—¡Qué buena noticia!
 
—Sí que lo es, y está muy esperanzado de que Nicolás también pueda irse a casa.
 
—Me lo imagino, Alejandro estará contando los días y las horas para verlo. ¿Has sabido algo del estado de Nicolás?
 
—Está mejor, aunque lo continúan monitoreando, su condición siempre fue delicada. Lo bueno es que está más animado desde que Ignacio y Javier lo visitaron —dijo Cristina, viendo de reojo al bartender, que estaba tras la barra escuchando en silencio.
 
—Es cierto, Ignacio, no nos has dicho cómo les fue en la visita —dijo Ariel, volviéndose hacia él.
 
—Según lo que me contó Alejandro, fue una larga visita, hasta les llevaron flores de obsequio.
 
—¡Qué bonito gesto!
 
—Era lo apropiado, llevarles un regalo, se habría visto mal llegar con las manos vacías —comenzó a decir Ignacio—. En efecto, la visita se prolongó bastante y pudimos conversar mucho, con Nicolás sobre todo y, como mencionaste, también noté que sus fuerzas regresaron, sin embargo, pienso que, cuando vea a Alejandro, se recuperará por completo.
 
—Estoy de acuerdo, y deberías visitarlos cuando ya estén de regreso en sus casas, parece que les sienta bien verte y a Javier, hablar con ustedes, ¿a qué se deberá? —preguntó Cristina.
 
—Quizá porque son pareja como Alejandro y Nicolás, sienten que hay más cosas en común —sugirió Ariel.
 
—Pero Cristina y Sebastián también son pareja, ¿por qué tendría que ser diferente? —dijo Ignacio sin convencimiento.
 
—Porque no son una pareja “convencional”, comparada con nosotros, digo, para mí también fue sorpresivo que Alejandro tuviera sentimientos por otro chico, pese a conocerlo desde hace tiempo. No me malentiendas, sabía de su orientación, pero es diferente verlo enamorado y con un novio. Incluso cuando él se decidió a hablar conmigo sobre lo que estaba sucediendo, pensó que me ofendería —dijo Cristina.
 
—¿Ofender?, ¿por gustarle otro hombre?, ¡tonterías!, cosas como esas no tienen cabida actualmente, tal vez en algunos adultos, pero no entre nosotros —expresó Ariel—, y si es así como dices, mayor razón para que Alejandro conecte con una pareja ya conformada, cuando Nicolás y él solo están comenzando.
 
—No lo digas de esa forma, Javier y yo también estamos comenzando —repuso Ignacio.
 
—Bueno, pero ustedes se conocían desde antes, es diferentes —puntualizó Cristina.
 
—Ni tanto, solo éramos amigos, luego dimos el paso y ahora somos pareja, pero no creas que ha sido fácil, cambia todo a lo que estábamos acostumbrados, las miradas, las caricias, los besos, las cosas que eran habituales adoptan un carácter diferente, ¿entiendes?
 
—Pero según he visto, se han acostumbrado a esos cambios, te ves más feliz que antes y Javier también cuando estuvo aquí —comentó Ariel, recordando como el peliblanco se deleitó trabajando el día del reemplazo en el local, tanto que irradiaba su luz a los demás.
 
—Lo sé, él está ansioso de que me vaya a vivir con él, creo que eso le daría la mayor alegría —dijo el bartender, sonriendo suavemente.
 
—¿Por qué no aceptas?, estoy casi segura de que tú también quieres ir con él —dijo Cristina, acercándose a la barra de lo más interesada—. ¿Hay algo que te impide tomar la decisión?
 
—Hasta que pueda resolver un tema pendiente en mi vida, no puedo ir con Javier y él lo sabe, todavía no puedo aceptar su propuesta —respondió Ignacio con calma.
 
—¿Qué es eso? —preguntó Ariel.
 
—Un asunto familiar, mis padres.
 
—¡Oh!, ya entiendo.
 
—Disculpen, no quiero hablar más del asunto, baste decir que las cosas van bien entre nosotros, ¿sí?
 
—Sí, por supuesto —dijo Cristina, captando su atención la entrada de Sebastián y Francisco al salón—. ¡Por fin aparecen!, ¿dónde estaban?, ¿por qué tardaron tanto?
 
—Perdona, estábamos ocupados, ¿verdad, Fran? —dijo el recién llegado con un tono travieso.
 
—Sí, pero descuida, seremos más rápidos la próxima vez —respondió el aludido, guiñándole el ojo a la chica.
 
—Sea lo que sea que estén haciendo en su tiempo libre, procuren llegar a la hora, tenía algo que decirles, aunque Ignacio y Ariel tendrán que oírlo de nuevo, en fin.
 
—¿Qué ha sucedido? —preguntó uno.
 
—¿Noticias de mi hermano? —se aventuró el otro.
 
—Alejandro será dado de alta en los próximos días.
 
—¡Excelente!, hay que organizar algo para darle la bienvenida —exclamó Sebastián.
 
—Deberían ir a visitarlo en su casa, pues no creo que pueda regresar al trabajo de inmediato —sugirió Ignacio.
 
—Por supuesto, hablaremos con el jefe y le pediremos permiso, en una de esas llegamos a un arreglo similar al de la otra vez, Javier podría venir y hacerte compañía en nuestra ausencia —dijo Francisco.
 
Ignacio guardó silencio sobre el último punto, solo para no generar más comentarios, si bien internamente le agradaba la idea de compartir turno con su novio.
 
—¿Tanto te gusta la idea que quedaste sin palabras? —insinuó Cristina—. Siendo así, le diremos al jefe que traiga a Javier y no te deje solo con Ariel.
 
—Y hablando de Ariel, también le pediremos que traiga a Katerina, te gustaría, ¿no? —propuso Sebastián.
 
—La verdad es que sí, me gustaría —contestó el ayudante.
 
—Está arreglado, entonces, se lo diremos al jefe, así también, cuando tú quieras ir a visitarlos, no habrá problema con cubrir los turnos, ¿qué te parece? —dijo Cristina muy satisfecha.
 
—Me parece bien, creo que podremos seguir trabajando bajo esta dinámica tan cómoda, cuenta con ello —dijo Ignacio.
 
—Chicos, ahora que estamos todos y ya han cerrado el acuerdo, sugiero que vayamos a nuestras labores, antes de que el jefe nos regañe y ustedes se despidan de cualquier permiso que pensaran solicitar —propuso Ariel, regresando a la cocina.
 
Los demás obedecieron y se retiraron a ocupar sus puestos, listos para recibir a los clientes del día. 
 
… … … … …
 
Al día siguiente, muy temprano, Alejandro fue informado de que le darían el alta y, sin demora, llamó a Cristina para darle la noticia, no obstante que, en menos de lo que cabría esperar, él mismo recibiría otra noticia. De forma excepcional, el médico también dio el alta a Nicolás, con la condición de que siguiera de todos los tratamientos estrictamente, a lo que sus padres, lejos de hacer objeciones, acataron las ordenes al pie de la letra.
 
Apenas hubo tiempo para hablarse mutuamente, pero en medio del ajetreo, quedó lo suficiente para dedicarse unas palabras.
 
—Nico, hola.
 
—Hola, precioso, ¿cómo estás?
 
—Bien, eh… tengo algo de prisa, así que escúchame, por favor.
 
—Puedo notarlo, estás agitado, ¿qué sucedió?
 
—Me dieron el alta, me voy dentro de una hora.
 
—¿De verdad?, también yo.
 
—¿Qué?, ¿lo dices en serio?, ¿cuándo lo supiste?
 
—Esta mañana, fue una sorpresa para mis padres y para mí, aunque tendré que seguir un tratamiento desde casa, era la condición para que me dejara ir. ¿Y tú?, ¿también supiste hoy?
 
—Sí, justamente te llamaba para avisarte, no creo que tenga ocasión de verte antes de que vengan a recogerme.
 
—De haber sabido, te habría llamado antes, no tenía ni idea. ¿Quieres que vaya a tu habitación?, aún falta para que mis padres vengan por mí.
 
—Pero, ¿y estás en condiciones de venir?, no quiero que te esfuerces, podemos esperar a vernos cuando estemos en casa.
 
—¿Seguro?, no sabemos cuánto pasará hasta que podamos vernos de nuevo.
 
—Lo sé, pero más importante es nuestra salud, la tuya más que nada, prefiero esperar.
 
—Sí, tienes razón, me estoy precipitando y es lo que menos necesitamos ahora. Te llamaré más tarde, entonces, cuando ya esté en casa.
 
—Hazlo, por favor, no estaré tranquilo hasta saber que regresaste, ¿me mandarías una foto?
 
—Por supuesto, precioso, las que quieras, y hablaremos por video llamada hasta quedarnos dormidos.
 
—Estoy seguro de que serás el primero en caer rendido.
 
—¡Oye!, haré mi mejor intento para quedarme despierto, si es por ti, me amanezco.
 
—No hace falta, cuando nos veamos de nuevo, estaré feliz de que duermas sobre mi pecho, sé cuanto te gusta. Mi dormilón. Ya debo irme, mis padres llegarán en cualquier momento.
 
—Vale, hablamos más tarde. Cuídate mucho y nos veremos pronto. Te amo, Ale.
 
—Yo también te amo, Nico, y no desesperes, nos veremos pronto.
 
La llamada finalizó en medio de sentimientos encontrados, se sentían tan cerca y tan lejos como nunca.
 
Así, llegó la hora de abandonar el hospital y, sin llegar a verse, Alejandro fue recogido por sus padres e, inesperadamente, por Cristina y Sebastián, quienes pidieron un permiso especial para acompañar al peliclaro a casa. Francisco no fue con ellos solo por no descuidar el trabajo en el local, aunque habría ido encantado de la vida; ya tendría ocasión de ir en compañía de Erika y seguir con atención el proceso de recuperación.
 
Por otra parte, Nicolás, asistido por Adolfo, su madre y un par de muletas, se encaminó hasta el auto de su padre, quien los esperaba en el estacionamiento para llevarlos de regreso, para la alegría de toda la familia.
 
… … … … …
 
—Ya quedaste bien instalado —dijo Cristina, arropando a su amigo en la cama.
 
—Vale, muchas gracias, pero no pretendo quedarme acostado el resto del día, ni tampoco los próximos, me estoy recuperando y tengo que caminar, volver a la normalidad —dijo Alejandro, quien permanecía sentado y recargado contra el respaldo de madera—. Por lo demás, quiero regresar al trabajo, don Julio ha sido demasiado considerado y no quiero abusar prolongando mi ausencia.
 
—Por supuesto, mi hermano, pero vámonos calma, tu recuperación tiene prioridad, el jefe lo entenderá y tendrá la paciencia para aguardar hasta que puedas retomar tus labores. Verás que todo irá bien —le dijo Sebastián, revolviéndole los cabellos.
 
—Vale, vale, hermano, aunque no te niego que quiero volver al local, me la paso bien trabajando con ustedes.
 
—¿Cómo cambian las cosas?, y pensar que en un inicio estabas tan nervioso que apenas si podías llevar el orden de las mesas —comentó Cristina, sentándose a su lado—. De todas formas, Alejandro, no que querías viajar con Nicolás, ¿qué pasó con esa idea?
 
—La mantengo, es solo que no creo que podamos hacerlo en nuestro estado, mis padres no estarán de acuerdo y estoy casi seguro de que los padres de Nicolás tampoco, de modo que pasará un tiempo antes de poder salir —explicó—. Sin embargo, no pierdo las esperanzas de que podamos irnos de la ciudad, tal vez a la playa. Volveré a hablar con Nicolás cuando nos sintamos mejor. Es más, él también será dado de alta hoy.
 
Cristina y Sebastián intercambiaron miradas emocionadas.
 
—¡Excelente!, ¿pudiste hablar con él antes de irte? —preguntó ella.
 
—Sí, por teléfono, y quedamos de volver a hablar más tarde, cuando ya estuviéramos en casa. Pensé que tendría que resignarme a la idea de dejarlo solo en el hospital, pero afortunadamente le dieron el permiso de irse, aunque tendrá que someterse a un régimen estricto si quiere recuperarse.
 
—Seguramente, no puede ir por ahí como si nada hubiera pasado, y tú tampoco, hermano.
 
—¡Oye!, no hace falta que digas eso, sé que debo cuidarme, pero no me quedaré en cama ni encerrado el resto de mi vida, las cosas mejorarán, ya lo verán, pronto nos iremos de fiesta todos juntos otra vez —dijo Alejandro con una amplia sonrisa.
 
En ese momento, Olivia tocó la puerta del dormitorio antes de entrar.
 
—Chicos, ¿se quedarán para el almuerzo? —preguntó.
 
—Sí, tía, nos quedamos, gracias por invitarnos —respondió Cristina.
 
—Es lo menos que puedo hacer, se tomaron la molestia de venir con nosotros para recoger a Alejandro, se los agradezco mucho, además, tienen trabajo más tarde, ¿verdad?
 
—Sí, nos iremos después de comer, Francisco nos cubrió esta mañana, así que nosotros nos encargaremos el resto del día, para que él se vaya a descansar —dijo Sebastián.
 
—Bien, les avisaré cuando esté listo, mientras tanto, que Alejandro no se levante.
 
—Sí, tía, lo mantendremos bien cuidado —dijo Cristina.
 
—Hablan como si no estuviera aquí —repuso el aludido, haciendo un puchero.
 
Olivia sonrió y le dio un beso a su hijo. 
 
—No te pongas así, nos preocupamos porque te queremos, hijo, y da gracias al Cielo por tener unos amigos como ellos, no los encuentras en cualquier parte —dijo.
 
—Lo sé, mamá. Por eso los quiero tanto. Siempre están para mi —dijo, tomándoles las manos a ambos—. Nunca podré agradecerles lo suficiente.
 
—Y seguiremos estando, hermano, cuenta con ello.
 
—Jamás te dejaremos solo. 
 
Olivia se retiró y los dejó continuar con su plática, convencida de que su hijo quedaba en las mejores manos.
 
… … … … …
 
Su dormitorio estaba igual que la última vez que había estado en él. Tal y como estaba cuando lo dejó para salir con Alejandro.
 
Inmediatamente después de llegar, Antonia envío al pelinegro al cuarto, le ordenó que se cambiara de ropa y se acostara, pues no lo quería ver levantado a no ser que fuera necesario. A regañadientes, Nicolás obedeció y, asistido por Adolfo, se puso el pijama limpio y se recostó sobre las mantas, cubriéndose únicamente los pies; con el día tan bonito que hacía afuera, no le agradaba tener que pasarlo encerrado y en cama.
 
—¿Cómo te sientes? —preguntó el menor, abriendo las ventanas de par en par.
 
—Mejor, extrañaba estar aquí, en mi casa. Estoy seguro de que a la noche dormiré como no he podido dormir en el hospital —respondió, estirando brazos y piernas con relajo, respirando la brisa fresca que ingresaba—. ¿Y tú cómo estás?
 
—Bien, después que nos vimos, me sentí más aliviado, concilié el sueño y mi ánimo mejoró.
 
—Me alegra saberlo, ¿vas bien con tus clases?
 
—Sí, ya no me distraigo tanto cuando el profesor de Historia nos está hablando.
 
—¿Tanto te afectó lo que me sucedió?, ¿o será que me estás ocultando algo?
 
—¡No!, ¿por qué piensas eso? —exclamó Adolfo sorprendido, apareciendo al instante en su mente la imagen del rubio.
 
—¿Seguro?, ¿será que hay “alguien” que te distrae?
 
—No, no es eso, estaba preocupado por ti. Eso es todo.
 
—No lo dudo, sin embargo, si estás conociendo a alguien, está bien —le dijo Nicolás, invitándolo a sentarse en la cama—. Sabes que puedes confiar en mí, así como yo confío en ti. 
 
Adolfo se sentó donde su hermano le indicó, pero guardando silencio.
 
—¿Quieres contarme?, no te presionaré si no quieres. 
 
—Discúlpame, no puedo hablarte de eso ahora, ni siquiera estoy seguro de si vale la pena continuar con algo que no amerita la importancia que le estoy dando. Debo enfocarme en cosas concretas, como tú y tu recuperación —respondió, pese a que sintió la necesidad de revelarle la verdad. Que había conocido a Lucas y que estaba interesado en él, pese a no conocer su vida pasada y sí su identidad como el “maniaco encapuchado”. Incluso, si decidía comenzar una relación seria con el rubio, no sabría cómo informarlo a su familia, mucho menos a su hermano—. Hasta que logre aclarar mis ideas, prefiero que te mantengas al margen.
 
—¿Tanto te distrae esa persona?
 
—Ya te dije que no es… ah… olvídalo, “esa persona” me distrae más de lo que estoy dispuesto a admitir. Dejemos esto, ¿sí?, voy a salir por un rato, tus palabras me han dado que pensar. Descansa, Nico. 
 
—Claro, y tu no preocupes a los papás, no te vayas por ahí a beber a lo loco, ¿de acuerdo?
 
—De acuerdo, te lo prometo y, sin importar qué o quién, estaré aquí para ti.
 
Se acercó al mayor, le dio un beso en ambas mejillas y abandonó la habitación para dejarlo a solas. Nicolás, por su parte, se entregó por completo a sus pensamientos. “Adolfo, no hagas promesas que no podrás cumplir. Ahora soy yo, pero mañana será esa persona, tal y como me ocurrió con Alejandro”.
 
… … … … …
 
 «Llamando…»
 
En el silencio de la noche, Alejandro y Nicolás, cada uno desde su cama y con sus computadoras sobre las piernas, aguardaban establecer conexión. Previamente habían intercambiado mensaje para acordar la hora y, después de la cena, se encerraron en sus cuartos y se instalaron para sostener la conversación prometida antes del alta médica.
 
La espera se acabó y los rostros de ambos se reflejaron en las pantallas, y antes de decirse “hola”, espontáneamente pronunciaron las palabras “¿Por qué no hicimos esto antes?”
 
—¿Cómo estás?, ¿cómo estuvo el regreso a casa? —preguntó Nicolás.
 
—Bien, me la he pasado acostado, mi mamá no me dejó levantarme salvo para tomar el té con ellos. Ahora me estoy tomando otra taza, mira —dijo Alejandro, mostrándole la bebida humeante—. ¿Sabes?, Cristina y Sebastián fueron a recogerme en la mañana, acompañaron a mis padres y después se quedaron a almorzar.
 
—Qué bien que hayan ido a recogerte, me imagino que Cristina te cuidó toda la tarde.
 
—Sebastián querrás decir —dijo, soltando una risita.
 
—Tu hermano mayor.
 
—Sí, ya no lo regaño por eso, hasta le digo hermano, cosa que le complace mucho.
 
—Se preocupan tanto por ti.
 
—A veces creo que demasiado, pero no los culpo, nadie se esperaba que nos ocurriera esto —dijo, tocándose la nariz, que aún dolía un poco.
 
—Lo entiendo, eres afortunado de tenerlos —respondió, sonriendo tenuemente—. Y dime, ¿siguen ahí?
 
—No, ya se fueron, después del almuerzo tenían que trabajar, ¿y tú?, ¿cómo estás?, ¿quién fue a recogerte?
 
—Estoy bien, llegué un poco cansado, no creí que me agotaría tanto al subir las escaleras. De todas formas, me anima a ejercitarme y volver al ritmo que tenía antes, no pretenderán que use las muletas para todo. 
 
—No, por supuesto que no.
 
—Y bueno, mis padres fueron a recogerme junto con Adolfo.
 
—¡Oh!, debió de estar muy contento, ¿fue a verte al hospital?
 
—Así es, y sí, tuvimos ocasión de vernos unos días antes, curiosamente fue previo a la visita de Ignacio y Javier.
 
—Ya que lo mencionas, por un momento llegué a pensar que Ignacio había ido a recogerte. Me habría sorprendido.
 
—También me habría sorprendido verlo, pero después pensé que habría sido difícil para él ausentarse del trabajo.
 
—Hay algo que quiero saber.
 
—¿Qué es?
 
—Si bien Adolfo no estaba obligado a visitarme en el hospital, ¿preguntó por mí?, me da curiosidad, ya que Cristina y los chicos suelen preguntar por ti, sea que nos viéramos en el local, sea que hablemos por teléfono.
 
—Qué amables al hacerlo. Y, en el caso de Adolfo, me parece que no ha preguntado por ti, la verdad es que no lo recuerdo, quizá sí ha preguntado a mis padres directamente y por eso no lo sé.
 
—Bueno, está bien, no me importa que no lo haga, es solo que me dio la impresión de que intentaba llevarse mejor conmigo, aunque parece que no termino de agradarle.
 
—No te preocupes por Adolfo, está demasiado ocupado en sus propios asuntos como para prestarnos atención.
 
—¿Qué quieres decir?
 
—Que estoy casi seguro de que ha conocido a alguien durante este último tiempo.
 
—¿De verdad?, ¿te ha mencionado algo al respecto?
 
—No, pero me lo dio a entender, prefiere guardarse los detalles hasta tener claridad. La verdad es que ni siquiera parece estar seguro de los sentimientos que le despierta esta persona. Con todo, creo que es algo serio, Adolfo no es de los que se distrae tan fácil de sus actividades diarias o durante una simple conversación.
 
—Eso es indicio de algo grande, ojalá y tenga suerte como el hermano mayor.
 
—Espero lo mismo, tuve mucha suerte al conocerte y creo que tú también. Ninguno de los dos estaba en plan de iniciar una relación. De hecho, nunca te he preguntado si gustabas de alguien más en ese momento.
 
—No, mi único interés en ese momento era encontrar un trabajo mientras que retomo los estudios, pero de ahí a tener novio, hay un gran salto. Dime, ¿crees que puedas salir a dar un paseo por los alrededores?, me gustaría verte y no sé si sea capaz de aguantar como en el hospital.
 
—Tal vez sí, las muletas no son un impedimento y, en cualquier caso, son mejores que una silla de ruedas, pero no sé si mi padre me autorice, es más estricto que mi madre cuando se trata de la salud, así que no le insistiré demasiado si no consigo su permiso. Tendré que conformarme con paseos aquí en el dormitorio o con caminatas al baño, no quiero que las piernas se debiliten.
 
—Lo entiendo, tienes que ejercitarte, yo estoy haciendo lo mismo, sin muletas eso sí, y sobre lo de salir, mi situación tampoco es diferente a la tuya, no creo que pueda salir pronto, mi madre sería capaz de llamar a los chicos para cuidarme. Incluso más, me han dicho que no me preocupe por el trabajo, que ellos se harán cargo hasta que yo pueda regresar.
 
—Si estuviera en tu lugar, con gusto aceptaría quedarme en casa —dijo Nicolás, riéndose de su propio comentario.
 
—Te creo, eres un perezoso —respondió Alejandro, meneando la cabeza—. ¿Te ha hablado tu jefe?, ¿podría reemplazarte?
 
—Podría, pero le saldrá más caro conseguir a alguien que pueda hacer el mismo trabajo, no se arriesgará, tal vez me pida que siga trabajando desde casa, ya lo he hecho otras veces y está bien para él. En fin. ¿Te irás a dormir después de esto?
 
—Sí, extrañaba tanto mi cama, pero más extraño pasar la noche contigo —dijo Alejandro con un tono meloso.
 
—No me digas eso, me dan unas ganas de salir corriendo para allá.
 
—Incluso si pudiéramos movernos, lo mejor sería que yo fuera a donde estás tu.
 
—Espero que pronto podamos vernos, esa tarde en el hospital me dejó con gusto a poco.
 
—También a mí, pero descuida, lo compensaremos cuando nos volvamos a ver. Por lo pronto, hablemos a través de video llamadas, peor es nada.
 
—Totalmente de acuerdo, aunque, quisiera poder besarte a través de la pantalla.
 
—Lo podemos hacer por esta vez, pero… —dijo, haciendo una mueca de desagrado.
 
—¿Pero? 
 
—La idea no me gusta, besar la pantalla, ¡ya está!, ¡lo dije! —respondió.
 
—¿Eh?, ¿por qué? —exclamó con voz exageradamente infantil.
 
—No le veo el encanto, no sé, me parece absurdo, si igual nos veremos eventualmente.
 
—Y me dices a mi aguafiestas.
 
—Bueno, ¿quieres hacerlo o no?
 
—¡Uy!, salió el Alejandro dominante. Me gusta cuando me hablas así.
 
El chico, sonrojado ante tal comentario, se acercó a la pantalla y Nicolás, casi inmediatamente, hizo lo mismo. Besaron la pantalla donde se proyectaba la imagen del otro y se vieron una última vez.
 
—Buenas noches, mi querido dormilón, recupérate y no hagas tonterías, te amo y quiero tenerte conmigo pronto.
 
—Yo también te amo, precioso, estaré esperando el día en que podamos estar juntos. Que descanses. Buenas noches.
 
La video llamada concluyó, dejando a sus participantes con una sensación extraña de vacío. Se revolvieron entre sus mantas y de no ser por la promesa de verse otra vez, habrían comenzado a llorar. No lo hicieron. 
 
Serían fuertes.
 
… … … … …
 
Antes de quedarse dormido, Nicolás recibió una llamada más. Si bien no la esperaba, tampoco le sorprendía. Después de todo, se trataba de un amigo.
 
—Ignacio, hola.
 
—Hola, Nicolás. Perdón por la hora. ¿Cómo estás?
 
—Descuida, me alegra escucharte. Estoy muy bien, gracias, recién me iba a dormir.
 
—Entiendo, ¿cómo te has sentido hoy?
 
—Bien, hoy regresé a casa, supongo que lo sabías.
 
—Sí, Cristina y Sebastián me contaron cuando llegaron a su turno, fueron a recoger a Alejandro esta mañana y se quedaron con él hasta el almuerzo, supongo que tuvieron tiempo de sobra para conversar. Ahí debieron enterarse de que también te ibas a casa.
 
—Así fue, hablé con Alejandro hace un momento. ¿Pasaste mucho trabajo en el local?
 
—Un poco más de lo habitual, sólo tuvo que venir Katerina para apoyarnos, como Francisco se quedó, no hizo falta llamar a Javier.
 
—¿Y ahora?, ¿estás trabajando?
 
—Estoy en mi descanso, tengo que regresar en un rato más. La verdad es que no quería esperar hasta mañana para hablarte.
 
—Owww…, que lindo eres, gracias por preocuparte.
 
—De nada, espero no te moleste una eventual visita.
 
—Claro que no, estaré encantado de que vengas a la casa, ojalá y Javier pueda acompañarte.
 
—Intentaré que así sea. Nicolás, ya debo irme, descansa bien. Te llamaré mañana para hablar con calma.
 
—Muchas gracias, Ignacio, que tengas una buena noche y saluda a Javier de mi parte.
 
—Lo haré. Buenas noches.
Notas finales:

Como siempre, pueden dejar sus opiniones y comentarios sobre el capítulo, me gusta mucho leerlos.
Muchas gracias a todos los que siguen fielmente esta historia. Volveré tan pronto como pueda con la siguiente actualización. Hasta pronto.

El autor.

Recuerden que pueden seguirme en la cuenta oficial de Instagram @augusto_2414 LMDE.


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