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Amarte es mi pecado por EvilQueen

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Notas del capitulo:

Hola! Este es mi primer fic acá, así que tenganme paciencia. 

Algunas aclaraciones: 

-Las elección de nacionalidad de Magui es para justificar las canciones en español y para hacerlo más variado.

-Cuando vean alguna palabra escrita en itálica es porqeu Magui está hablando en su lengua materna, es para que no se confunda con el español neutro del fic.

Sin mas que aclarar, espero lo disfruten.

Sarah Magalí Torres Rogers es una joven argentina de 14 años (casi 15, según ella). Su vida se vio en un vuelco dos años atrás, cuando luego de unas vacaciones familiares, sus padres fallecieron en un accidente automovilístico. Afortunadamente ella solo tenía raspones, o eso decía la gente. Pues para ella no hubo peor herida que cuando despertó en una cama de hospital y le dieron la noticia. No tenía familia, era huérfana. Se había perdido el funeral de sus padres por no tener el alta médico y eso le rompía el alma, no haber podido despedirse.

Luego del caos fue a la casa de su abuela paterna, pero con ella las cosas eran difíciles. Nunca quiso a su nieta, la odiaba al igual que odiaba a la difunta madre de la chica, pero por la memoria de su hijo aceptó a la niña en su casa.

Fueron dos meses muy duros para Magalí, por no perder un año de escuela regresó de las vacaciones con el corazón en la mano y muchos cambios de humor, pero con la ayuda de sus compañeros y amigos recobraba su personalidad alegre. Eso era mientras estaba en la escuela, pues en la casa de su abuela la trataban muy mal.

Una tarde, al regreso de sus clases de canto, vio un auto extraño en la puerta, al entrar notó que todas sus cosas estaban en la sala de estar junto con sus maletas ya listas. Junto a su abuela, una señora de traje la miraba y le dedicaba una sonrisa.

--Hola Magui --Le dijo mientras ella la observaba asustada-- Tu abuela ya no puede cuidarte más, es muy anciana. Pero no te preocupes, vendrás con nosotros a una casa hogar.

Los ojos de Magui se cristalizaron. ¿Una casa hogar? No quería esa basura, sabia que en los orfanatos los chicos no la pasaban bien, era una más de esas instituciones gobernados por un estado corrupto. Sí, tenía 12 años, pero no era estúpida, no era una niña, no quería ser solo un numero más en el sistema.

Magui corrió hasta su abuela para rogarle que no la deje, pero esta hizo oidos sordos y su cara de piedra no cambió ni siquiera al ver como se llevaban a la niña ahogada en llanto.

Ya iba en el auto camino a su nueva casa, la asistente social solo la miraba apenada. Era su tarea hacer que los niños tuvieran la familia que merecen, pero los papeles y la burocracia nunca la dejaban.

--Magui… --La llamó haciendo que la chica levantara la mirada-- No me mal entiendas, yo tampoco quiero que vivas los años más difíciles de tu vida en el sistema, te prometo que te encontraré un tutor muy pronto, pero tienes que confiar en mi --Magui solo la miró-- Dime, por favor, ¿hay algún pariente que pueda hacerse responsable de ti?

--Tal vez --Dijo la chica con voz casi inaudible-- Mi tío, Steve Rogers.

 

La asistente social se puso en contacto con el hombre que para su sorpresa vivía en el otro extremo del planeta. Pero pronto se pusieron de acuerdo y movieron cielo y tierra para que esa niña saliera pronto de esa casa.

Dos años después, Magui se encontraba en la clase turista de un avión rumbo a un país que le era extraño. Miró a su lado, Andrea, la asistente social que la había ayudado esos años dormía plácidamente mientras ella no había podido pegar ni un ojo. ¿Y si su tío solo aceptó por compromiso y no podía pedir ayuda luego? ¿y si no podía hacer amigos? ¿Y si la discriminaban por sudaca? Todas esas cosas rondaban su mente. El idioma no le preocupaba, manejaba el inglés tan bien como su lengua materna, pues su madre le había enseñado su idioma a su hija desde muy pequeña. Pero todo lo demás la tenía muy aturdida.

***

Iba junto a su acompañante por las escaleras mecánicas del aeropuerto rumbo a la salida del lugar. Entre el tumulto de gente se le hizo imposible encontrar a su tío, pero él ya las había visto. El hombre alto, rubio y de cuerpo bien tallado se abrió paso entre la gente para buscar a su sobrina.

Al verla le regaló una sonrisa enorme y la abrazó tan fuerte que la chica tuvo que soltar sus maletas para corresponderlo. La había visto un par de veces en esos dos años, pero sabía lo que la joven había sufrido estando sola en el mundo, por ello, se prometió que eso ya no ocurriría más.

Steve saludó y agradeció cordialmente a Andrea por haberlos ayudado en algo tan complicado y por haber cuidado a Magui personalmente. Magui, por su parte, al despedirse de la mujer no pudo evitar llorar y estar abrazada mucho tiempo a ella. Porque la extrañaría, sí, pero también porque tenia miedo.

Magui vio a la mujer alejarse mientras Steve le posaba la mano en el hombro. --Vamos a casa --dijo el mayor.

--Vamos --respondió ella mientras intentaba regalarle una sonrisa a Steve.

Él tomó las maletas de la chica, mientras ella solo llevaba un bolso de mano. Magui se detuvo a observar a su tío, las pocas veces que había ido a Argentina fueron durante el invierno (varano en el norte) que desde la curia le permitían viajar unos días a visitar a su hermana Anna, la madre de Magui. El llevaba zapatos de vestir negros, jeans y una camisa de manga larga azul prendida hasta el cuello. Magui pensó en el calor que debía estar sintiendo, pero entendía que tal vez no le permitían vestirse más informal. No fue hasta entonces que notó el alzacuello que llevaba en el cuello de su camisa. Era la certeza de que aquel hombre era un ordenado al deber de Dios y el rosario de madera que llevaba en el frente de su cuello confirmaba que era sacerdote de la iglesia católica apostólica romana.

En ese momento Magui pensó en su madre, ella le había enseñado que no debía confiar nunca en las instituciones de los hombres pues, al igual que toda la humanidad, estaban corruptas. “Intentan hacer que todos los creamos los pastores que guían a las ovejas, siendo que ellos son tan pecadores como nosotros”, le dijo su madre una vez. Nunca, desde que empezó a comprender más sobre esto entendió como podía ser que de la misma crianza salieran hijos con ideologías tan diferentes. Se preguntó también si sería un problema que un sacerdote tuviera una menor a su tutela, pero entendió que para que eso fuera legal se lo debieron haber permitido sus superiores. Tal vez desde el vaticano, pensó ella. El Papa era su compatriota y tal vez se había apiadado de ella. Soltó una risita al pensar en lo estúpido que sonaba ese argumento.

--¿Qué es tan gracioso? --preguntó Steve en tono risueño contagiado por la gracia de la chica.

--Nada, solo pienso en lo genial que será vivir aquí --mintió ella sabiendo que Steve la regañaría por pensar en el santo padre de esa forma.

***

Magui se pasó el camino a casa durmiendo, estaban solo a unos treinta minutos así que aprovecho el viaje para dormir lo que no había dormido en el avión.  

Llegaron a una casa angosta de dos pisos que Magui identificó enseguida como una típica casa americana según ella. Se esperaba que adentro tuviera una gran chimenea y una escalera con un barandal ancho para poder deslizarse como pasaba en las películas. Al entrar notó que era así como imaginaba y sonrío por eso, estaba entusiasmada mirando cada rincón de la sala cuando la voz de su tío la sacó de sus pensamientos.

--Se supone que un sacerdote vive en la parroquia donde lo asignan, pero a mi me permitieron volver para estar contigo --dijo admirando la cada de la misma forma que lo hacía su sobrina-- Para mí también es raro estar aquí, así que nos adaptaremos juntos --comentó sonriente.

--Tu no vives aquí? --preguntó ella para luego ver que el mayor negaba-- Pensé que esta era tu casa.

--Bueno, técnicamente sí --balbuceó él rascándose la nuca-- es la casa de mi familia, la casa donde crecí, pero… ya solo quedo yo.

Magui lo miró y notó su semblante triste. Su abuela, Sarah, había muero cuando su madre y Steve eran chicos y su abuelo, Joseph, falleció cuando ella tenía un año, y ahora también su madre había fallecido. Entendió que no era la única que sufría allí.

--Bueno, ahora también estas tú. ¡Ven a conocer tu cuarto! --ordenó el cambiando a un tono más alegre.

Steve guio a Magui hasta la planta alta de la casa. Ella pudo distinguir allí el baño a la derecha de las escaleras y a la izquierda de estas un pasillo que llevaba a las tres habitaciones de la casa. Caminó y a su izquierda pudo notar la primera puerta la cual era la habitación de Steve, en frente a esta había una habitación cerrada y al final del pasillo se encontraba la de Magui. Ella entró y no encontró nada fuera de lo estándar. Una cama de una plaza, un pequeño escritorio en el lado izquierdo y en el derecho un mueble de madera oscura que contenía un espejo de cuerpo entero en la puerta. Había espacios vacíos para que ella después la llenara con cosas de su gusto, pero lo que más amó Magui de la habitación fue la gran ventana que daba al frente de la casa.

--Bueno, te dejaré tranquila para que te instales --dijo Steve con una amplia sonrisa-- iré a preparar algo de comer.

Magui asintió, pero le llamó la atención que no le mostrara que había en la habitación cerrada como lo hizo con el resto de la casa. Tal ven tenía un deposito con basura y herramientas, pero igual así no podía contra su curiosidad.

--Tío… --vaciló en lo que obtenía la atención del mayor-- ¿qué hay en la habitación del pasillo que está cerrada?

Steve la miró atónito por unos segundos para luego dar un largo suspiro. Magui se asustó, no entendía que podía haber allí que hiciera que su semblante cambiara tanto. Tal vez es un psicópata y ahí esconder personas pensó ella mientras se le paraba el corazón por un segundo, luego entendió lo absurdo de esa idea y esperó una respuesta razonable.

--Ven --le dijo su tío luego de su largo suspiro.

Steve recorrió el pasillo hasta esa puerta y buscó la llave de esa puerta en el llavero. Cuando se abrió, Magui notó que era una habitación normal. Decorada con tonos rojizos, había cajas con revistas y casets sobre la cama, un escritorio con libros desparramados en el, una mesa con un viejo televisor phillips que según Magui tenía más cola que ella y en las paredes posters de bandas y películas de los años 70 y 80.

--Esta era la habitación de Anna --Magui se sobresaltó al oír el nombre de su madre, estaba parada en su habitación. No podía creerlo-- Está en las mismas condiciones desde que se mudó a Argentina.

Magui miró a su tío, notó que para él era difícil entrar ahí, tal vez él ya había superado la muerte de sus padres, pero la muerte de Anna aún era muy reciente. Tal vez el no se perdonaba estar lejos o tal vez no se perdonaba no haberse despedido. Recordó entonces que ella tampoco se perdonaba no el no despedirse de sus padres, ni siquiera recordaba que era lo último que les había dicho, solo sabía que el destino se los había arrebatado en un suspiro. Sus ojos se cristalizaron mientras observaba la habitación detalle por detalle.

--Puedes quedarte un rato aquí si quieres, iré a hacer de comer --la voz de su tío la volvió a desconcentrar. Ella asintió y luego notó que el se retiraba dejándola sola con los recuerdos de la adolescencia de su madre. Sonrió al pensar en su madre de joven. Sabía que ella tenía solo 20 años cuando se mudó a Argentina con su padre, se habían a los 17 conocido mientras él hacía un intercambio en su escuela. Las notas de su padre dieron para que renovara el intercambió y terminara la escuela en el país, pero al momento de volver a su tierra no quería separarse de su novia así que le prometió que conseguiría estabilidad en Argentina y que cuando la tuviera volvería por ella. Regresó a sus 20 años cuando ya había conseguido trabajo en una empresa de vienes raíces, era un chico muy aplicado y con título en administración, así que no se le dificultó. A pesar de la oposición de su suegro le pidió matrimonio a su madre y ella acepto, lo demás era historia. Para Magui esa historia de amor era maravillosa, siempre los había visto tan enamorados pesar de los problemas de toda pareja, no fue solo un impulso de adolescente como sus abuelos pensaron, lastimas que su abuelo materno no pudo verlo porque falleció tres años después del casamiento.

Magui revisó las cajas de su madre y revolvió los casets. Su sonrisa se agigantó cuando encontró uno de Abba, su madre siempre le cantaba canciones de la banda sueca y se sorprendió más aun cuando notó que era la versión en español, seguro para complacer a papá, pensó ella esbozando una sonrisa. Colocó la cinta en un viejo reproductor, pulsó play y se dispuso a escuchar.

Chiquitita, dime por qué

Tu dolor hoy te encadena

En tus ojos hay

Una sombra de gran pena

Magui suspiró sonoramente al oir las primeras frases de la canción. Su madre siempre se la cantaba cuando estaba triste. Pasó la yema de sus dedos por el reproductor de música como si fuera la voz de su madre la que salía por los parlantes.

No quisiera verte así

Aunque quieras disimularlo

Si es que tan triste estás

¿Para qué quieres callarlo?

Un nudo se comenzó a formar en su garganta y cada vez se le hacía más difícil tragar. Siguió recorriendo la habitación y encontró una pequeña caja de zapatos. Rodeó la cama y subió el volumen, se sentó en la cama dispuesta a ver que contenía esa caja. Lanzó otro suspiro al ver que en ella había fotos de su madre en su juventud.

Chiquitita, dímelo tú

En mi hombro, aquí llorando

Cuenta conmigo ya

Para así seguir andando

Steve estaba en la cocina preparando unos sándwiches para el almuerzo, no se percató de pasar por el mercado así que no podía hacer nada muy elaborado. Se estaba limpiando las manos cuando escuchó una melodía proveniente del piso de arriba. Pudo distinguir la conación a pesar de que la letra esté en español (el cual era muy básico en él) y se le hizo un nudo en la garganta. Dejó lo que estaba haciendo para ir donde su sobrina suponiendo que ella se sentía igual.

Tan segura te conocí

Y ahora tu ala quebrada

Déjamela arreglar, yo la quiero ver curada

El hombre subió rápido las escaleras y entró a la que una vez fue la habitación de su hermana. Tuvo que sostenerse del marco de la puerta cuando la vió, era ella, era Anna. Salió de su sorpresa al notar que no era su hermana, sino su sobrina. Estaba sentada en la con sus piernas enlazadas observando fotografías, ¡Dios!, había jurado ver a Anna, es que estaba sentada de la misma manera que ella lo hacía. Su mente y la sorpresa le habían jugado una mala pasada y ahora su corazón se llevaba la peor parte. Su sobrina pareció percatarse de la presencia de él y levantó la mirada en su dirección. Otra vez su pobre corazón dio un vuelco cuando vio la cara de su sobrina enrojecida y sus ojos inyectados en lágrimas. No lo dudo ni un segundo y fue corriendo a abrazarla, tal vez él también lo necesitaba.

Chiquitita, sabes muy bien

Que las penas vienen y van y desaparecen

Otra vez vas a bailar y serás feliz

Como flores que florecen

Magui aceptó el abrazo de Steve y descargó todo su dolor en su pecho. Hacía tiempo que no lloraba de esa manera tan amarga, su garganta dolía debido a su sonoro sollozo, pero luego notó que no era la única así, su tío lloraba con la misma amargura. Quiso erguirse para verlo, pero le llevó la cabeza contra su pecho, ella entendió se aferró al abrazo de su tío de igual manera, pues también necesitaba ese contacto, pues ambos habían quedado solos en el mundo, ahora se tenían el uno al otro y podían comprender el dolor que sentían. Steve aflojó un poco el abrazo y eso le permitió a Magui volver a erguirse y verlo a los ojos.

Chiquitita, no hay que llorar

Las estrellas brillan por ti allá en lo alto

Steve le regaló una sonrisa triste mientras con sus pulgares le secaba las lágrimas.

--Hemos pasado momentos duros, y no me imagino lo que debió ser para ti encontrarte sola --empezó a decir Steve con la voz casi en un susurro-- eres tan fuerte Magui, tan fuerte. Yo no pude cuando me enteré de que estaba solo, no sé como lo hiciste, te admiro --Magui volvió a sollozar, pero esta vez acompañada con una sonrisa en su rostro-- No te lo digo para que llores, sino para que entiendas tu fortaleza. Vas a llegar muy lejos, Magui --menciono regalándole una sonrisa a la menor-- y ya no estaremos solos, te lo prometo.

Magui volvió a abrazar a su tío, ya no lloraba, pero aun había dolor en ella. Todo lo que había vivido había sido muy fuerte. Pero ya no estaba sola, volvía a tener una familia, algo rota, pero familia al fin.

--Gracias --dijo ella sonriendo.

Steve le devolvió una sonrisa dulce y otra vez se fundieron en un abrazo.

Quiero verte sonreír para compartir

Tu alegría, Chiquitita

Otra vez quiero compartir

Tu alegría, Chiquitita

 

--Bien… --comenzó a decir el mayor después de cortar el abrazo con su sobrina-- tengo una sorpresa para ti, pensaba dártela después del almuerzo, pero… aprovechemos el momento emotivo.

Los ojos de Magui brillaron todo el camino hasta la sala de estar, supuso que Steve le daría la sorpresa allí pero no se imaginaba que era. Su tío la dirigió hacia un mueble que estaba cubierto con una sabana blanca. Lo había visto al entrar, pero no había llamado su atención.

--¿Estás lista? --pregunto Steve para luego ver asentir a su sobrina

Magui lanzo un grito agudo cuando su tío sacó la sabana que cubría su sorpresa. Se trataba de un piano vertical hermoso, de color madera clara reluciente. Pasó delicadamente las manos por la tapa mientras esbozaba una gran sonrisa. Se giró hacia su tío para agradecerle, pero no logró que las palabras le salieran de la boca.

--Sé que tu madre te enseñó a tocarlo --dijo Steve con una sonrisa en su rostro debido a la felicidad de Magui --este era su piano, y lo mandé a arreglar para ti.

--Gracias, no sé si merezco tanto.

--Mereces mucho más, princesa --contestó él haciendo que los ojos de Magui se volvieran a cristalizar de la emoción-- ahora toca algo por favor.

La joven asintió al instante y se colocó delante del instrumento, se sentó para mayor comodidad, levantó la tapa para poder tener acceso a las teclas y colocó un pie en el pedal. Con sumo cariño acarició las teclas del piano, las mismas que había tocado su madre alguna vez, su corazón se llenó de alegría al pensar en eso y amagó a comenzar a tocar. Pero antes de que ejerciera presión para obtener una nota, el sonido del timbre la sobresalto, parecía que alguien llamaba a la puerta.

Notó que su tío bufó antes de dirigirse a atender, se quedaría con las ganas de escucharla al piano un rato más. Magui escuchó la voz de una señora que dedujo era algo mayor, se oía alegre y felicitaba a Steve. Supuso que lo felicitaban por su llegada y su suposición se hizo verdad cuando él la llamó.

--Ella es mi sobrina Magalí --dijo Steve una vez que ella llegó a la puerta.

Magui recibió un fuerte beso en la mejilla de una señora de unos 50 años, no se había equivocado en esos detalles. Era rubia de ojos celestes y llevaba un gran pastel con la palabra “bienvenida” escrita en español lo que ella tomó como un gran gesto.

--Yo soy Rose Watson, soy vecina de tu familia desde hace años --comentó entusiasmada la señora.

--Es un placer, permítame llevo esto a la cocina --dijo Magui tomando el pastel en sus manos.

Lo llevó hasta la cocina y lo dejo en la heladera, no sin antes dar una buena probada a la crema de chocolate, deliciosa, pensó ella mientras se relamía los labios.

Se dispuso a volver a la sala donde Steve había hecho pasar a la Sra Watson, ya estaban charlando muy tendido y ella reentró en la conversación cuando la señora le hablaba sobre los cambios en el barrio, al parecer, Steve no había vivido allí en mucho tiempo.

--Siéntate a mi lado, dulzura --le indicó Rose mientras le hacía un lugar en el sofá-- eres tan igual a tu madre.

Magui no pudo evitar reír, todo el mundo le decía eso, pero nada podía estar más lejos de la verdad. Ella no había heredado ni el cabello rubio de su madre, ni sus ojos claros, ni su altura; todo lo contrario. Había heredado el pelo oscuro y los ojos café de su padre y, además, era bajita como él. Igual si aceptaba que tenía varios gestos y actitudes de ella, Dios, cada día los extrañaba más.

Logró salir de su pensamiento triste y concentrarse en la conversación, pero la verdad era que ya le había perdido el hilo.

--¡Es genial como el vecindario vuelve a crecer! --mencionó Rose con una amplia sonrisa-- Apuesto que no sabes quien también vuelve, Steve.

--¿Quien? --preguntó Steve mostrándose poco interesado, ya que sabía que la señora amaba los chismes.

--Anthony Stark, ¡después de tanto!

Magui notó que el rostro de su tío palideció y su sonrisa se borró al instante que escuchó el nombre. Se lo notaba inquieto, pues tragaba saliva sonoramente y juraba que su respiración se había acelerado.

--Bueno, la realidad es que no vuelve al barrio. Se compró una casa enorme en la zona céntrica del pueblo, parece que planea traer parte de su empresa aquí, pero la buena noticia es que vuelve a sus pagos --comentó la señora entusiasmada.

Magui confirmó sus sospechas, su tío estaba incómodo. Lo supo cuando no respondió nada de lo que la mujer dijo y cunado lo notó sobándose las piernas con nerviosismo. El maldito bichito de la curiosidad volvió a picar a la joven y no pudo controlarlo. Así que por más desubicada que parezca esbozó la pregunta que se ganó que ambas personas le clavaran los ojos.

--¿Quién es Anthony Stark?

Notas finales:

Espero les haya gustado, haganme saber si así fue.

Tambien encuentran este fic en Wattpad, si quieren pasense por allá y siganme o/y dejen sus favs para el fic.

Nos leemos!!


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