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El Fantasma del Pasado (Cherik) por midhiel

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El Fantasma del Pasado

 

Capítulo Uno

 

Charles Xavier se encontraba en el último recreo antes del timbre de salida de la Academia Excelsior, una de las mejores escuelas de los Estados Unidos. Tenía ocho años y era de contextura tan delgada, que el uniforme de traje gris, camisa blanca y corbata roja, le quedaba holgado. En el lado izquierdo del saco, sobre el corazón, tenía bordado el escudo de la institución, que consistía en un león rugiendo y debajo, un par de manos enlazadas. Una ironía, pensaba el niño, porque el sitio estaba lleno de cobardes y la solidaridad sonaba a palabra hueca allí adentro. Nada que ver con los principios que le inculcaba su padre desde la cuna. Su madre había muerto al traerlo al mundo y vivía solo con su progenitor en la descomunal mansión en Westchester. Tenían poca servidumbre porque su padre prefería la soledad y él en persona se encargaba de llevarlo y buscarlo de la escuela.

 

Charles estaba sentado junto al aljibe que decoraba el centro del patio, leyendo el libro que recién había sacado de la biblioteca escolar, cuando oyó gritos de ayuda y risas groseras. Tenía que tratarse del bravucón de Kurt Marko, torturando otra vez a un alma inocente. Charles no podía soportarlo más. No tenía la contextura de un luchador ni sabía cómo repartir golpes, lo suyo eran los libros y la soledad. Pero sentía que tenía que intervenir y con determinación se levantó y enfiló hacia la escena agresiva.

 

Timothy Johnson, el hijo del delegado británico en Nueva York, estaba despatarrado en el piso pidiendo ayuda. Tenía dos años menos que Charles, mientras que Kurt, de once, estaba erguido encima de infeliz, con el pie apretando su estómago y el puño cerrado amenazador.

 

Un grupo de cinco niños coreaba al agresor, incitándolo a darle la última bofetada.

 

Charles se acercó enojado.

 

-¡Déjalo, Kurt! – exclamó -. Es solo un niño y tú ya no tienes edad para estos juegos.

 

-¡Cállate, Xavier! – replicó Marko y le envió una mirada asesina.

 

Charles le respondió con una gélida y se ubicó junto a Timothy. Con la pierna empujó la de Kurt y se la quitó del estómago del niño. Los demás abuchearon a Xavier y se oyeron risas e insultos, ansiosos porque Marko tomara represalia.

 

-¡Eres un idiota, Xavier! – gritó Kurt y le despachó una bofetada en la mejilla. Charles cayó de espaldas al piso y no tuvo tiempo de levantarse, cuando su agresor volvió a golpearlo -. ¿Por qué te entrometes, estúpido?

 

-¡Porque lastimas a los más débiles, cobarde! – clamó Charles sin amedrentarse y le devolvió el golpe.

 

-¡Yo lastimo a débiles pero tú mataste a tu madre! – replicó Marko, furioso -. ¡Eres un asesino!

 

Charles no lo soportó más y, lleno de furia y odio, se trenzó con Kurt en el patio empedrado. Los niños aplaudían y gritaban con entusiasmo morboso.

 

No tardaron en llegar los celadores para separarlos.

 

-Xavier y Marko – llamó uno con autoridad -. Los dos irán a ver al director de inmediato.

 

Charles miró a Kurt con la cólera chispeando en sus ojos azules. Ese golpeador fanfarrón le provocaba lo que nadie hacía: un sentimiento de rencor e impotencia que le costaba demasiado contener.

 

………….

 

Brian Xavier conducía su Mercedes negro con la vista enfocada en el camino. No tenía chofer porque le parecía innecesario así que él mismo se encargaba de manejar el coche. De a ratos, desviaba la mirada hacia el espejo retrovisor para observar a su hijo, que estaba en el asiento de atrás, con la cabeza gacha y apretándose los puños. Sabía que Charles se sentía humillado y enojado como pocas veces, sin embargo, cuando lo recogió de la oficina del director, el niño no había querido hablarle y seguía sin contarle lo que había pasado. Brian suspiró, él era uno de los científicos especializados en física nuclear más prestigiosos del país, pero le costaba demasiado socializar. El único vínculo importante que había formado en su vida había sido con su esposa Sharon y, cuando esta falleció, lo construyó con su hijo. Pero a medida que pasaba el tiempo se daba cuenta de que Charles se volvía más taciturno y él se desesperaba al no poder ayudarlo. A veces deseaba contarle la verdad de su nacimiento pero luego se contenía, temiendo que Charles lo tomara a mal y esta se transformara en un trauma insuperable. ¿Cómo podía confesarle que Sharon había fallecido por un acto involuntario de él siendo nonato aun? ¿Podría Charles cargar con tremenda culpa? Y, ¿cómo aceptaría el hecho de que aparte de Sharon, había acabado con la vida de alguien más?

 

Ahora el coche atravesaba la campiña y en poco tiempo llegarían a los portones de la mansión.

 

-¿Qué deseas cenar esta noche? – indagó Brian para romper el hielo.

 

Charles recargó la cabeza contra el asiento mullido y la sacudió.

 

-No tengo hambre.

 

-En un par de horas la tendrás.

 

El niño se mordió el labio, se sentía un cobarde pero tenía que decirlo porque ya no soportaba más estar en esa casa tan grande y vacía.

 

-¿Podrías mudarnos y no dormir más en casa? – suplicó -. Al menos por esta noche.

 

-¿Por qué? – cuestionó Brian sorprendido.

 

-Por nada – contestó y bajó la cabeza. No se atrevía a contarle lo que sonaba a desvaríos de un loco. ¿Acaso Charles estaba perdiendo la cordura? No es que no confiara en su padre, sino que temía preocuparlo más.

 

Brian hizo lo que hacía cada vez que le costaba comprender al niño, imaginó qué hubiera hecho su esposa en su lugar. Sharon había sido una mujer comprensiva y le había enseñado a ceder cuando el otro necesitaba ayuda. Quizás, si esta vez cedía, Charles se sentiría mejor.

 

-¿En qué hotel te gustaría hospedarte?

 

Charles alzó la cabeza, asombrado.

 

-¿Lo dices en serio?

 

-Te estoy preguntando en qué hotel te gustaría hospedarte para hacer las reservas por teléfono apenas entre en la casa – comunicó su padre seriamente. Se concentró en el camino porque estaban acercándose a una curva para desviarse hacia la mansión -. Cuando lleguemos, subirás a preparar lo que necesites, ya sabes que tiene que ser un equipaje ligero. Sé rápido y práctico, y no comas nada porque cenaremos en la ciudad en nuestro restaurante favorito. ¿Tienes mucha tarea para mañana?

 

-No – respondió el niño con una sonrisa alegre -. La terminé en el recreo.

 

-Cámbiate y báñate mientras reservo la habitación. Me parece conveniente que preparemos juntos el equipaje.

 

Charles asintió con una sonrisa más amplia. Aunque llevara una existencia solitaria, no sufría de soledad, no con Brian comprendiéndolo y apoyándolo.

 

Pocos minutos más tarde llegaron a la casa y Charles corrió por la escalera bifurcada para cambiarse y asearse. Por el camino recordó que la maleta pequeña que solía usar para los viajes, estaba en la última habitación del ala norte y le provocó un estremecimiento. No quería entrar allí, de toda la casa, era el lugar donde se sentía más intranquilo. No podía sentirse bien cuando en ese espacio percibía a la presencia misteriosa. Pero si iban a pasar la noche en el hotel como había pedido, no le quedaba más opción que visitar esa sala.

 

Juntó valor, más que el que había juntado cuando se plantó frente a Kurt, y se dirigió hacia allí. Al pasar por una de las puertas, oyó a su padre haciendo la reservación y eso le dio aliento. Llegó hasta la habitación y bajó el picaporte. El corazón le latía a todo lo que daba y el sudor le empañaba la frente porque tenía miedo. Entró y una oleada de frío lo hizo tiritar. No era el frío del invierno, no era el frío del encierro, sino un frío sobrenatural. Encendió la luz y corrió a abrir el armario donde guardaba la maleta. La sacó rápido y volteó para salir.

 

“Charles,” era una voz gutural y femenina que repercutía directo en su cabeza. El niño trató de ignorarla. “¡Charles! ¡Responde, asesino!”

 

El niño comenzó a temblar y quiso correr, pero sintió que alguien o algo lo paralizaba.

 

-¡Déjame en paz! – gritó desesperado.

 

“¡Nunca dejaré en paz a mi asesino! ¡Tú lo hiciste! ¡Tú! ¡Te odio!”

 

Charles sintió que lo empujaban y cayó boca abajo en el piso.

 

-¡No! – exclamó. Sufrió otro golpe en la cabeza -. ¡Vete! ¡No sé quién eres pero vete de aquí! ¡Déjame! – sintió una bofetada -. ¡Déjame solo!

 

Brian entró, aturdido con sus gritos. Lo vio en el suelo lastimado y corrió a levantarlo.

 

-¡Charles! ¿Qué te pasa? – preguntó con angustia. Lo alzó y abrazó. El niño soltó en llanto -. ¿Qué ocurrió? ¡Por favor, dímelo!

 

-¡No quiero vivir más aquí! – suplicó el niño llorando -. ¡Es ella! ¡No me deja en paz!

 

Brian sintió ese frío sobrenatural, que escarchó el sudor en sus brazos. También densidad en el ambiente. Le costaba respirar y apretó más a Charles para protegerlo. El niño temblaba y lloraba de frío y miedo.

 

“Vayan al hotel que deseen. Múdense si quieren pero yo no dejaré a Charles”, amenazó la voz ahora en la cabeza de Brian. “No lo libraré hasta cobrarme mi venganza, padre.”

 

-No puede ser – murmuró el hombre y apretó el rostro contra la cabeza del niño trémulo -. Está viva. ¡Ah, Sharon! Si solo estuvieras aquí sabrías qué hacer para defendernos.

 

……………

 

Brian sabía de ciencias pero no de cómo lidiar con un fantasma. Había escuchado hablar de psíquicos y médiums pero con su posición social y en el ambiente científico donde se movía, le parecía absurdo tener que acudir a alguno. Por eso estrechó más su vínculo con Charles para protegerlo pero jamás se atrevió a contarle la verdad. Selló la puerta de la última habitación del ala norte y le impidió a su hijo acercarse a las que estaban cerca. Charles obedeció sin protestar. Al año siguiente, el niño comenzó a desarrollar su telepatía y eso hizo alejarse a la entidad aterradora.

 

Al terminar la primaria, Charles entró en el mejor internado del país por el prestigio académico y para alejarse de la casa, y más adelante se mudó a Oxford para continuar sus estudios universitarios.

 

Brian se trasladó a Washington por razones laborales y Westchester quedó deshabitado por años hasta que Charles trajo a la primera generación de mutantes para que entrenaran en su casa.

 

Después convirtió a la mansión en su propia academia para gente con poderes y se instaló sin miedo a vivir allí. La habitación continuó cerrada y la casa era tan grande que no necesitó utilizar las salas continuas como recámaras para los estudiantes.

 

Charles siguió en contacto con Brian y lo visitaba en Washington a menudo. Era uno de los pocos científicos que defendían la causa de los mutantes pero el hombre, anciano ya, no quiso regresar a la mansión. Temía toparse con el fantasma porque no tenía los poderes de su hijo para defenderse.

 

Años después de destruir a En Sabah Nur, Charles y Erik reiniciaron su relación amorosa a distancia. Mientras que Xavier estaba enfocado en su propia academia y en la defensa política de la causa mutante, Magneto, menos optimista con la humanidad, fundó Genosha en una isla africana y se mudó allí. Se veían a menudo y, a veces, permanecían juntos un fin de semana entero, otras hasta cinco días y si no había complicaciones podían convivir una semana entera. Se amaban los dos pero sus ideales los mantenían en lugares separados. Sin embargo, algo que admiraban los que los conocían era el respeto mutuo que se guardaban.

 

Una mañana, Charles despertó en su dormitorio en Westchester con una sensación extraña, era una mezcla de pesadez y vacío en el pecho. Su intuición mutante le indicaba que había problemas. Bajó por el ascensor y se cercioró de que la mansión estuviera en orden y todos tranquilos. Había comenzado el receso escolar y la mayoría de los jóvenes y de los niños habían regresado a sus casas. Solo algunos pocos huérfanos o pequeños rechazados seguían viviendo allí. Si no había problemas en Westchester, Charles pensó en Erik y bajó rápidamente a conectarse a través de Cerebro. No pudo localizar a Erik porque tenía el casco puesto pero entró en contacto con otros habitantes de la isla. Lo que vio lo dejó sin palabras: Genosha, esa comunidad mutante autónoma y pacífica, estaba destruida. Divisó las edificaciones derrumbadas, la humareda alzándose, la tierra quebrada y el fuego que no se extinguía.

 

Charles se quitó el casco y subió a alertar a Hank para que prepararan el jet y partieran. No sabía por qué pero sentía que era en parte culpa suya. Viajaron él, Hank, Raven, Peter, Jean y Scott. Ororo y Kurt permanecieron en la mansión cuidando de los jóvenes. Cuando la isla se divisó desde las alturas, pudieron distinguir las cortinas de humo en distintas zonas.

 

Charles se echó hacia atrás y cerró los ojos. Soltó un gemido débil.

 

-¿Qué le ocurre? – se asustó Jean, que fue la única que lo escuchó y percibió en su mente.

 

-Nada – mintió Charles y suspiró para calmarse. Sabía que ella no le creería pero le tenía tanto respeto que no iba a cuestionarlo -. Nada, Jean.

 

El telépata acababa de percibir después de tanto tiempo a esa presencia fantasmal, allí, en Genosha, seguramente cobrándose venganza a través de Erik.

 

-¿Qué es lo que pasa, Charles? – Peter se sentó junto a él, preocupado -. ¿Qué sentiste? ¿Sabes quién hizo esto?

 

Charles no sabía cómo explicarle que en Westchester habitaba un fantasma que los había acosado a él y a su padre tiempo atrás y la zona norte de la casa estaba deshabitada para que no molestara más a nadie. Era absurdo aun para ellos, los X-Men, que se habían enfrentado a tantas fuerzas oscuras. En cambio, prefirió tranquilizarlo con otra verdad.

 

-Tu padre está bien, Peter. No pude comunicarme con él porque tiene el casco puesto pero está a salvo.

 

-Te pregunté otra cosa, Charles – insistió Peter pero conocía a su mentor y sabía que no iba a ceder -. De cualquier forma, estamos a punto de averiguarlo, ¿cierto?

 

El jet aterrizó en el centro de la comunidad. El polvo que levantó se mezcló con el humo y tuvieron que aguardar adentro algunos minutos hasta que el sitio se hiciera visible. Cuando Charles bajó por una rampa especial, con Jean conduciendo su silla, se encontró con Erik vestido con un traje negro de pies a cabeza y el casco del mismo tono. Su mirada tenía una mezcla de consternación, bronca e impotencia. Peter corrió a abrazarlo y él apenas lo estrechó, su mirada seguía fija en Charles.

 

Sin decirse nada, Xavier y Magneto se dirigieron a la estructura que anteriormente había sido la vivienda de Erik y ahora consistía en un montón de ruinas. Entraron y sabiendo que nadie los escuchaba, Charles recién dejó traslucir su miedo y dolor.

 

-Lo siento – murmuró el telépata, contrito. Era poco y nada lo que podía decir -. Creo que esto es mi culpa, aunque no pude preverlo. Si es la entidad que pienso que es, fue un secreto guardado en Westchester que yo no sabía que podía volver a manifestarse y tan lejos de casa.

 

-Siempre te estás disculpando, Charles – contestó Erik, frío -. Siempre hay un discurso y a nadie le importa. Ella te nombró, dijo que venía a cobrarse venganza y te llamó asesino.

 

Charles sacudió la cabeza.

 

-Erik, lo siento – repitió -. Esto que pasó.  .  . Realmente no sé de quién se trata .  .  . Mi padre nunca quiso decirme mucho y yo opté por no preguntar, era solo un niño .  .  .

 

-Su nombre es Cassandra Nova – replicó Magneto con calma gélida. Charles sabía que solo por el amor que le tenía, Erik no lo atacaba acusándolo de la destrucción y dolor de su gente -. Dice que tú la mataste, Charles.

 

 

…………….

 

¡Hola! ¿Qué les parece este nuevo fic? ¿Les gustó?

 

Una aclaración: la Academia Excelsior forma parte del universo de DC, es la escuela donde estudiaron Lex Luthor y Oliver Queen y fue mencionada varias veces en la serie Smallville, pero la utilicé con modificaciones para que fuera la de Charles.

 

Prometo que no me retrasaré con los otros pendientes y espero que este les haya entretenido.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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