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Danna por Fullbuster

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- Vamos – susurró por segunda vez.

¡Un susurro! Pero que se escuchaba perfectamente en aquella oscura habitación de su apartamento. Arrodillado frente a ese hombre, con la punta de su miembro golpeando contra su mejilla, él aún dudaba. ¡Nunca antes había hecho algo así!

- ¿Quieres el dinero o no? Ya sabes lo que quiero a cambio – comentó la profunda voz, dejando unos billetes sobre la mesilla del salón.

- Yo no soy… una prostituta – se quejó Deidara con un sonrojo en sus mejillas.

- No lo eres, vas a ser mi Geisha – sonrió Itachi al ver a ese chico vestido con el elegante kimono azul con estampados de flores japonesas.

- Las Geishas no se prostituyen – dejó en claro Deidara – sólo… son artistas, acompañantes que amenizan las veladas, tanto de hombres como de mujeres.

- Cierto, pero con su Danna tienen algunos otros detalles – sonrió Itachi – y yo voy a pagarte mucho dinero, pero si no estás de acuerdo en ser mi Geisha y aceptarme como tu Danna… deberías marcharte.

¡Un gran dilema! Eso es lo que era para Deidara. Odiaba que le vistiera con ese kimono femenino, odiaba tener que llegar a esos extremos y obedecer a su jefe en ese extraño juego perverso que tenía, esa… obsesión con las Geishas, pero necesitaba tanto el dinero y él se bañaba en billetes. No le quedaba más remedio que tragarse su orgullo y complacer los morbosos deseos de ese millonario.

Ya no era que nunca hubiera hecho algo así, es que ni siquiera había tenido tiempo en su vida para novias y mucho menos… se había interesado en hombres. El miembro de su jefe seguía golpeando su mejilla, captando la atención del rubio.

Su vida nunca había sido fácil, hijo primogénito de un soldado americano ya fallecido y una mujer japonesa. Ese cabello rubio tan extraño le había traído siempre de cabeza. Todos le consideraban un extranjero. Con el poco dinero que entraba del trabajo de su madre y pese a haber querido ser todo un artista, acabó dejando su arte abandonado a un simple hobby en su cuarto, dedicando el dinero de su beca universitaria en una carrera más productiva, la informática. Así había empezado a trabajar para la compañía de la millonaria familia Uchiha. ¡Aunque nadie se percataba en él! Estaba recluido siempre en un pequeño cuarto sin apenas ventilación arreglando sus ordenadores.

- Creo que será mejor abandonar este trato – comentó Itachi al ver las caras de asco que ponía ese chico de apenas veinticuatro años.

Con un movimiento de su mano, movió la cinturilla de su pantalón para cubrir su erecto miembro, pero Deidara detuvo su muñeca evitando que lo hiciera.

- ¡No! – susurró desesperado, porque así estaba… desesperado por el dinero. ¡Lo necesitaba con urgencia y los bancos no le daban los préstamos! – yo… seré lo que quiera que sea – anunció finalmente – pero no… no sé mucho sobre Geishas.

- Por eso no te preocupes – sonrió Itachi – tendrás una buena profesora, te lo aseguro, pero a partir de ahora, cuando no estés en la oficina trabajando, impartirás clases de Geisha y servirás a tu Danna. Yo, a cambio, pagaré todos tus gastos.

- Ya te he dicho… que acepto. Estudiaré lo que quieras, haré lo que quieras…

- No has dicho la palabra que más me interesa – sonrió Itachi.

- Sé mi Danna… por favor – suplicó Deidara, todavía agarrando la muñeca de Itachi.

Colocando los dedos de su mano libre bajó la barbilla del rubio, le hizo abrir ligeramente la boca, apoyando la punta de su miembro en el labio inferior del menor.

- Vamos… un par de chupaditas, saca la lengua – sonrió y aunque le costó un poco, Deidara cerró los ojos y sacó tímidamente la punta de su lengua, rozando el glande – vale – se apartó bruscamente Itachi, lo que hizo pensar a Deidara que lo estaba haciendo mal, sobre todo cuando guardó su miembro bajo el pantalón –. Te presentaré a tu profesora.

- Lo siento… puedo mejorar – intentó arreglar la situación.

Sin duda alguna estaba confuso, Itachi le había pedido chupársela, pero ahora, la había guardado y se retiraba. ¡No podía perder su dinero! Su hermano dependía de ello.

- No has hecho nada malo, el trato sigue en pie – le calmó - pero quiero que te conviertas en una auténtica Geisha para mí.

Abrió la puerta de la entrada para dejar ver a una elegante mujer de cabello azulado. Todo su pelo estaba recogido en un moño que parecía haberle llevado horas de peluquería, su rostro completamente maquillado pero de apariencia angelical. Su kimono era oscuro, elegante, refinado y su caminar silencioso.

Accedió al apartamento en silencio y abrió sus profundos ojos para ver a ese chico arrodillado en el suelo, lo que hizo que se girase hacia Itachi dejando escapar de sus finos labios una dura frase en un tono meloso.

- Creí haberte explicado la función de una Geisha.

- Lo siento, Konan – sonrió Itachi – necesitaba saber hasta dónde era capaz de aguantar.

- Te dije que podía traerte de mi Okiya a la Geisha que prefirieses.

- Tengo gustos particulares – ladeó la cabeza hacia Deidara –. ¿Algún problema con que sea un hombre?

- Ninguno – exclamó – pero sí es particular. ¿Sabías que las primeras Geishas eran hombres? Luego desaparecieron, ahora sólo enseñamos a mujeres, pero te advierto una cosa, si lo que buscas es sexo… contrata a una prostituta del barrio rojo, te saldrá más barato – le dio un consejo, aunque sonó a crítica hacia su duro trabajo.

- Quiero una Geisha y tú eres la mejor enseñando este arte. Pagaré mucho a tu Okiya y seré su Danna, pero hazme un favor… investiga si es virgen, te pagaré un extra si lo es – sonrió Itachi nuevamente.

- Señor Uchiha, ya no se hacen las subastas por la virginidad de las que pasan a la edad adulta desde el año cincuenta y dos. Espero entienda lo que significa ser su Danna. ¿O debo explicárselo?

- A mí me quedó muy claro, explíqueselo a él en su clase. Tengo una reunión importante, pero estoy seguro de que lo dejo en muy buenas manos. Mi casa es suya, utilice lo que quiera.

Konan esperó con elegancia a que la puerta se cerrase tras ella y entonces, se acercó con delicadeza hasta Deidara, ofreciéndole la mano para ayudarle a levantarse. Era un chico muy joven, no muy musculoso y con un precioso y exótico cabello rubio de larga melena, realmente sus facciones eran muy femeninas, pero no era eso lo que le interesaba a Konan, sino qué sabía hacer realmente Deidara para llegar a convertirse en el mejor acompañante posible para las reuniones y fiestas de Itachi. Debería aprender a amenizar esas reuniones, a ser el chico al que todos deseasen ver, pero eso no implicaba sexo con su Danna. Debía redactar el contrato si es que ese chico estaba realmente interesado en convertirse en eso.

- No sé mucho sobre Geishas – dejó escapar Deidara – ni lo que él está buscando de mí.

- Te lo intentaré explicar. Tengo que redactar vuestro contrato si realmente estás de acuerdo en esto.

- Vale.

Los dos se sentaron en el sofá, pero Deidara tenía sus ojos fijos en esos palillos que salían del moño de la mujer, con pequeños cascabeles que hacían un ruido casi tranquilizador. Ni siquiera entendía cómo podía salir un ruido tan suave y ameno, pero seguramente sería debido a sus gráciles movimientos. No era en absoluto brusca en ellos, sino que se tomaba su tiempo para todo. Era realmente elegante.

- Las Geishas son artistas que entretienen en las fiestas, las reuniones o en banquetes. Generalmente el aprendizaje comienza a los quince años, pero al parecer Itachi está muy interesado en ti, así que haré un esfuerzo por enseñarte todo lo que necesites saber si decides seguir con esto.

¿Seguir con eso? ¡No tenía otra opción! Los bancos le denegaban préstamos, en su trabajo no ganaba lo suficiente para la operación que necesitaba, no podía optar a un segundo trabajo por finalizar a veces tarde por culpa de las horas extra que le exigían hacer y… el dinero lo había encontrado en ese chico que le pedía convertirse en su Geisha particular cuando no estuviese trabajando. ¿Qué más podía hacer? No había escapatoria.

- Te enseñaré música, canciones tradicionales, el baile japonés, arreglos florales, literatura, poesía y teatro y sobre todo… la ceremonia del té, es la favorita de Itachi y de la mayoría de los presentes en esas fiestas. Todo lo necesario para que entretengas la velada – continuó Konan.

- ¿Y qué hay con el Danna? – preguntó un poco confuso.

- El Danna es el que subvenciona toda la educación de la Geisha, además de proporcionarle ayudas económicas, pero a cambio, la Geisha asistirá siempre a sus banquetes, su Danna será prioritario. Como una Geisha no puede casarse por no disponer de tiempo, el Danna hace la función de un esposo, pero tus servicios con él dependerá del contrato que tengas.

- ¿Tengo que… acostarme con él? – preguntó.

- Si así lo deseas, se pondría en el contrato, debe ser de mutuo acuerdo.

¡No quería! No quería mantener relaciones sexuales con un hombre pero… sabía entonces que la cantidad que Itachi pagaría por él bajaría si se negaba a mantener relaciones. Era una dura decisión.

- ¡Dios mío!

- Aún estás a tiempo de echarte atrás.

- No… no puedo. Necesito ese dinero pero… yo nunca me he acostado con nadie, menos con un hombre.

- Antiguamente, los hombres pujaban para tener el privilegio de desvirgar a las jóvenes aprendices que se convertían en mujeres, luego salió la ley anti prostitución y esa práctica se eliminó, pero… si es de propio acuerdo tuyo, la virginidad… esa primera vez… la pagará muy bien. Sé que es un momento delicado, todas las Geishas que he llevado en mi Okiya han pasado por ello y es un momento traumático para todas pero… se supera y tú tienes ya la ventaja de tener tu propio Danna, ellas tienen que buscarse uno y ganarse ese derecho.

- Sólo será él, ¿verdad?

- Sólo el Danna tiene ese derecho, sí – susurró Konan.

- De acuerdo. Podrá disponer de mi cuerpo.

- Es una sabia decisión. Lo más importante que debes saber entonces a partir de aquí, es que debes siempre guardar las confidencias de tu Danna, jamás podrás contar nada de lo que él te diga o haga, sus secretos serán tus secretos.

- Pero si me ven en público con él para amenizar sus fiestas… ¿No le causaré mala reputación?

- Las Geishas estamos muy bien reconocidas, sobre todo aquí en Kioto. Nadie se alarmaría por hombres o mujeres que contratasen a Geishas. Ahora tenemos mucho que hacer, si vas a pertenecer a mi Okiya, no puedo permitir que seas una deshonra para la casa, trabajarás más duro que los demás, te convertiré en la anfitriona perfecta que Itachi busca. Antes que nada… debo comprobar que realmente eres virgen, si lo eres, mi Okiya ganará mucho dinero contigo y tú… también ganarás mucho – sonrió Konan, aunque aquellas palabras tensaron a Deidara.

***

Caminó por el pasillo algo sonrojado. Sentía como si todo el mundo le observase, pero sólo era una sensación por lo que había vivido en aquel apartamento. Konan realmente había indagado en su virginidad y eso… había sido bochornoso. Sin embargo, enseguida mandó un mensaje, seguramente para su cliente, indicando los resultados de su inspección. Ahora se sentía ultrajado, pero no más de lo que se iba a sentir con Itachi. Acababa de firmar un maldito contrato por la que él prácticamente pasaba a ser su posesión, su juguete para divertirse y entretener a sus invitados. ¡Un mono de circo! Así se sentía.

Tocó a la puerta con los nudillos y al escuchar esa voz infantil, abrió la puerta para encontrarse con la brillante sonrisa de su hermanito. Desde que su madre fue ingresada en un centro de atención veinticuatro horas por su enfermedad mental, Deidara había tenido que ocuparse de todo y no era fácil teniendo que mantener el tratamiento de su madre y el de su hermano. ¡Ni siquiera sabía cómo decirle a Naruto que había perdido la casa por no poder pagarla! Todas sus cosas estaban en un almacén alquilado a bajo coste y él… estaba durmiendo en un mugriento colchón que tiraba al suelo. Si se lo contaba… Naruto se sentiría muy mal por estar en ese hospital consumiendo sus recursos económicos.

- Ey… te veo muy bien hoy – sonrió Deidara, evitando hablarle de cualquier tema relacionado con la mala situación económica –. ¿Qué estás viendo? – preguntó al ver la televisión puesta.

- Un anime – sonrió el adolescente de quince años –. ¿Cómo ha ido el trabajo?

- Genial, como siempre. Es… es un buen trabajo – mintió Deidara.

- ¿Estás programando?

- Todo el día – mintió Deidara, para no decirle que lo único que hacía… era arreglar viejos ordenadores –. ¿Me haces un hueco a tu lado?

- Sí – sonrió Naruto, dejando que su hermano se tumbase a su lado y así poder ver los dos juntos la televisión.


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