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El Bosque: El regreso del príncipe. por Keiko Midori 0018

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Notas del capitulo:

Para entender esta historia, se debe leer ''El Bosque: El inicio''.

Han pasado cuatro largos años desde la última vez que el príncipe vio al demonio. Inuyasha siente que debe enfrentarlo y cerrar ese ciclo para poder iniciar otro. Pero, muy en el fondo, aun siente algo de temor al verlo. Fue una horrible experiencia pero quiere superarla y lo hará solo si ve a ese demonio de nuevo. Después de tantos años, había estado pensando en lo que había pasado. Tenía muchas dudas por resolver todavía.

―Majestad.

El príncipe escuchó que lo llamaban y se levantó de su asiento. Estaba en la gran biblioteca, ya que si bien el demonio lo había liberado, sus padres aún temían por su seguridad y le pedían que no volviera a salir. Al principio le parecía una buena idea pero ahora se daba cuenta que era un acto de cobardía el tratar de esconderse de ese traumático suceso. Caminó a la puerta y se encontró con Koga, era su mano derecha y lo consideró al darse cuenta que ese guardia había cumplido su palabra y mantuvo el silencio ordenado a pesar de las circunstancias.

―¿Que ocurre, Koga?.

―Sus majestades lo solicitan en la sala del trono.

―De acuerdo, puedes volver a tus obligaciones.

Dada la orden, el guardia dio una reverencia antes de marcharse. Tras acomodar todo lo que había usado, se dirigió a ver a sus padres. El príncipe no sabía para que solicitaban su presencia pero ya lo averiguaría, aunque ya intuía de qué se trataba. Al llegar los vio hablar y carraspeó levemente llamando su atención

―Madre, Padre ¿A que se debe su llamado?.

―Hijo mío, te veo mucho mejor ahora y eso me alegra.

Fue lo primero que dijo padre y sí, al principio se había vuelto un poco cerrado y esquivo con todo el mundo pero era por el temor a dañarlos y volver a ser esa bestia asesina que alguna vez fue. Se había privado de la compañía de los demás hasta que entendió que esa parte de él ya no volvería

―Tu padre tiene razón querido, nos alegra que hayas vuelto a ser tú.

―En algún momento debía superarlo, ¿Fue a eso para lo que me llamaron?.

―No, ¿Recuerdas que te contamos que le daríamos caza al demonio?.

Claro que recordaba esa charla. Todo ocurrió al transcurrir unos días de su regreso, su padre le hizo saber que le darían caza al demonio para que no volviera a hacerle daño y por más que se negó, su padre hizo caso omiso y mandó a varios soldados al bosque para tratar de capturarlo y asesinarlo.

―Sí. Lo recuerdo, padre.

―Quería informarte que la búsqueda no ha dado resultados. Nuestros mejores hombres han recorrido en su totalidad ese bosque y no han encontrado ni un rastro de él. Tal parece que desapareció.

El príncipe estuvo conversando un rato más con los gobernantes y finalmente, volvió a su habitación. Se dirigía a su balcón para ser exactos, le gustaba sentarse en ese lugar y reflexionar acerca de su vida, lo hacía desde que había regresado al palacio.

«¿Dónde estás? ¿Fuiste solo un triste sueño? ¿Fuiste solo algo imaginario?».

Pensó pero no, no era imaginario. Al descubrir su hombro, aun podía ver esa cicatriz que jamás desaparecería. Era verdad todo lo ocurrido en aquel bosque e incluso, aún recordaba los aullidos de dolor de su amo.

«Aun puedo sentir tu corazón solitario. Aun te puedo oír aullando en la oscuridad, aun puedo sentir tu dolor como si fuera mío. Tan solo quisiera saber... ¿Dónde estás ahora?».

El príncipe suspiró. Así se la pasaba la mayor parte de su tiempo, aún tenía la esperanza de volver a verlo aunque sonara extraño. Nadie volvería con su verdugo, solo él quizá. Por ahora no tenía idea de como volver a verlo, ni siquiera los rastreadores más experimentados habían logrado encontrarlo. Mucho menos él lo encontraría ya que apenas unas veces había recorrido ese bosque y tenía claro que no tendría oportunidad alguna de encontrarlo. Pero, no se iba a rendir con tanta facilidad, él iba a encontrarlo así como era el heredero al trono. Además, debía vengarse de él por haber manchado su honor. Eso era una vil mentira, no se atrevía siquiera a encararlo.

Un suspiro más, siguió admirando ese inmenso bosque que parecía solitario. Siempre que lo hacía las imágenes de esa pesadilla se mostraban en su mente pero negó de inmediato, eso ya no volvería a atormentarlo.

Al día siguiente, el príncipe tomó la decisión de buscar por su cuenta al demonio puesto que los rastreadores descansarían ese día y eso evitaría que lo vieran. Aunque, era obvio que sus padres no le permitirían salir solo, así como lo había hecho hacía años atrás, necesitaría de Koga y procedió a buscarlo pues él ahora entrenaba a los novatos con ayuda de Miroku en el área de entrenamiento.

―Koga necesito hablar contigo.

Esas palabras le era tan familiares al guardia, como si fuera un deja vú. Con la misma desconfianza de hacía ya unos años, Koga se acercó para encarar a su próximo rey.

―¿Que desea, majestad?.

―Iré a la aldea y eres el único en el que confío. Así que, prepárate. Después de notificar a sus majestades, nos iremos.

Al terminar de hablar, el príncipe fue en búsqueda de sus padres y al encontrarlos pidió su aprobación para visitar la aldea. Al principio, se negaron. Finalmente, le otorgaron la aprobación sólo si alguien lo acompañaba y al mencionar el nombre del que le acompañaría, ellos estuvieron de acuerdo. Al haber obtenido el permiso, se fue a buscar al guardia y así pudieron dejar el palacio.

―No es por cuestionar pero... ¿A qué vamos a la aldea?.

La pregunta del guardia de la coleta no fue contestada, el príncipe caminaba sumido en sus pensamientos así que el hombre decidió esperar a llegar a su destino y ver con sus propios ojos lo que ahí harían.

―Koga, puedes ir y pasear por la aldea. Yo iré a atender un asunto, nos veremos aquí al atardecer y recuerda, si le dices a alguien, estás muerto.

Cuando llegaron a la entrada de la aldea, el príncipe emitió su orden y le dio la espalda al guardia para así poder internarse en el bosque. Inuyasha sintió como sostenían su brazo e instintivamente, volteó ante tal acción.

―No. ―Susurró el hombre de la coleta con la mirada en el suelo, todo sin soltar el brazo del príncipe. ―¡No lo dejaré! ¡Hace años ocurrió lo mismo y jamás volvió! ¡Pasé meses culpándome de lo sucedido!.

El grito de impotencia del guardia lo conmovió, pero y aún así, no veía conveniente llevarlo al interior del bosque.

―Pero...

―Lo siento, majestad. Si tan importante es su asunto, lo acompañare y no me importa si al regresar me ejecutan por desobedecer, no dejaré que vuelva a ocurrir.

El guardia se quedó mirándolo fijamente e Inuyasha se dio cuenta que no solo él había estado mal sino también Koga. Recordaba su infancia, cuando ambos eran pequeños eran grandes amigos. A pesar de que Koga fuera mayor, ambos tenían una gran relación hasta que sus padres los separaron pues Koga debía entrenar para ser como su padre y él debía aprender modales para ser un gran rey y con el paso del tiempo, no volvieron a retomar su amistad.

―De acuerdo.

Finalmente accedió. Además, Koga era un gran rastreador y conocía el bosque como la palma de su mano. Con alguien así, sería mucho más fácil lograr su acometido. Ambos caminaron por el bosque hasta que el príncipe se detuvo en seco, había logrado reconocer el lugar.

―Aquí comenzó la pesadilla.

Murmuró bajo y caminó hasta llegar a un viejo árbol, era el mismo árbol en donde el demonio lo había acorralado, donde lo vio por primera vez. No pudo evitar acariciar la corteza con melancolía, cerró sus ojos visualizando esa noche que dio inicio a todo lo malo.

―¿Qué ocurre?.

El azabache estaba algo confundido, él no sabía que había ocurrido. Solo supo de la masacre en contra de los guardias, aunque los reyes dieron la orden de callar a los testigos pues todo debía parecer como si el demonio lo hubiera hecho. Muy pocos sabían la verdad y Koga no era uno de ellos.

―Aquí inició todo.

La respuesta había sido más para sí mismo que para Koga y este no supo interpretarlo, el guardia tenía entendido que el príncipe había sido secuestrado y torturado por ese largo tiempo dando a su consciencia mucho pesar. Después de un rato, decidieron volver ya que no habían encontrado ni un solo rastro y temían que los gobernantes mandaran a todo el ejército a buscarlos.

«Otra vez comienzo, pero tú desapareces. Temo que nuestro futuro juntos no esté al alcance la vista, temo que ya no te volveré a ver... ¿Dónde estás ahora?».

―¿Qué fue lo que pasó en ese bosque? Le conozco lo suficiente como para saber que todo lo que dijeron sus majestades no es nada más que una vil mentira.

Ante la exigencia de Koga, el príncipe le regaló una leve sonrisa. A pesar de los años, su amigo no había cambiado en nada. Por esa razón, le contó casi todo claramente omitiendo la parte de su deshonra.

―Y eso fue lo que pasó. La verdad es que no sé porqué estoy aquí, no sé que busco ni para que lo busco. ―Admitió.

No sabía porque buscaba a aquel demonio, no sabía qué era lo que quería y no sabía si lo que quería era una venganza o un futuro tomando aquella peligrosa mano. A Koga le sorprendió todo, no se lo esperaba. No podía imagina al príncipe siendo una bestia asesina. Pero, al menos eso tenía algo de sentido ya que la incansable búsqueda del demonio parecía no tener fin y bueno, eso explicaba el porque lo querían capturar con tantas ansias.

Al llegar al palacio, ambos se separaron y cada uno tomó rumbo a su respectiva habitación. El atardecer estaba cerca y a Inuyasha le gustaba observarlo desde su balcón y sin poderlo evitar, se sumía en un inmenso mar de recuerdos.

«¿Piensas en mí? Yo si pienso en ti, te busco como un loco más no sé porque. La luna me acompaña y me trae los recuerdos de lo que viví. No entiendo porque el destino nos separó o porque nos unió pero se que debo verte, necesito verte, voy a verte y enfrentar mis temores».

Así estuvo por unas horas, observando con detalle aquel bosque y cuando terminó sus alimentos, la luna ya estaba en el firmamento. El príncipe miró la luna testigo de su pesar, se veía tan lejana y brillante. Al verla recordaba a aquel ser y lo mucho que quería verlo nuevamente. Sin saber porqué o para que, sintió que debía marchar al bosque. Era como un presentimiento, como si algo lo llamara. Tal como lo había hecho años atrás, se escabulló en la oscuridad hasta llegar a la salida y caminó por el bosque cuidando de no ser visto por nadie. Y, sin darse cuenta, ya estaba en el lugar donde todo había empezado. Se acercó al árbol y una voz bastante conocida lo hizo voltear.

―Has vuelto.

Al voltear, se dio cuenta de que era él, el demonio estaba frente a él y no pudo evitar retroceder con temor. A pesar de los años, aún temía y el demonio por su parte, lo observaba. El demonio notó como su príncipe había cambiado, se le veía un poco más maduro aunque conservaba algunas facciones algo infantiles y que tanto recordaba. Quiso acercarse, acariciar aunque fuera tan sólo la cálida mejilla del príncipe pero se contuvo, el príncipe aun le temía y se dio cuenta al ver el leve temblor que presentaba, así que se mantuvo en su sitio para evitar estropear todo por segunda vez.

―Si da un paso, lo destruiré.

Advirtió el príncipe y sacó una pequeña daga de entre sus ropas. Inmediatamente le apuntó con ella al demonio con algo de temor.

La verdad era que el demonio no supo cómo interpretar esa amenaza de parte de su príncipe. No sabía si a eso había ido y admitía que se sentía algo decepcionado más no dijo nada, solo se acercó a él y la daga quedó rozando su pecho. A diferencia de la primera vez, en esta ocasión no portaba su usual armadura.

―Hazlo. Clava tu arma en mi pecho y acaba con mi existencia.

Para el demonio no había nadie más digno que el príncipe para acabar con su vida. Porque en su soledad supo que su existencia sólo dependía de aquel príncipe y su luz. Así que, sin siquiera titubear, pidió morir a manos del príncipe.

―Yo...

El príncipe sintió sus manos temblar y transpirar. No sabía si lo haría, si con eso recuperaría su honor manchado o si eso sería suficiente para su mente atormentada. Después de pensarlo, llegó a una conclusión. No, no lo haría, soltó la daga que cayó al suelo y él se dejó caer de rodillas, solo atino a cubrir su rostro con sus temblorosas manos. Se cuestionó a sí mismo por lo que estuvo a punto de hacer, él ya no era un asesino. 

―No puedo hacerlo.

El demonio escuchó los sollozos del príncipe y acarició su cabeza, estaba tratando de calmarlo. El príncipe se veía tan indefenso como la primera vez que lo vio y sin decir nada, se arrodilló para quedar a su altura y lo abrazó. Aunque, al principio sintió al joven tensarse. Estuvo unos momentos así. Finalmente, el príncipe correspondió su abrazo.

―Tranquilo. Te prometo que eso no volverá a ocurrir nunca más, tenlo por seguro.

El demonio susurró en el oído del príncipe y segundos después, el príncipe se dejó caer en la inconsciencia. Una vez más, la historia se repetía nuevamente. El demonio lo cargó y caminó hacia el palacio sin apartar la mirada del rostro apacible del joven dueño de su frío corazón.

Aún no era tiempo de que estuvieran juntos, el príncipe le temía y debía demostrarle que ya no era un peligro para él. Aunque no sabía cómo, había muchas formas para borrar todo lo que hizo, unas más fraudulentas que las otras pero no haría eso, su príncipe le perdonaría sin trucos, sin engaños y tal vez, le enseñara a amar. Ese sentimiento que solo lo creyó de los humanos. Al llegar a la entrada, evitó ser visto por los guardias y de un saltó llegó al balcón de su príncipe para poder adentrarse en su habitación y recostarlo en la cama, no sin antes darle un suave beso en los labios.

―Aún no es el momento, Inuyasha.

Susurró el demonio en los labios del príncipe y procedió a retirarse de allí. Nadie notó el destello de luz que salió de la habitación del heredero. Al parar en un prado cerca de un lago, el demonio empezó a recordar todo, esa pesadilla que le causó a un joven que nada tenía que ver con el asunto, pero y a pesar de todo, también era parte de ello.

«¿Algún día tendré tu perdón, Inuyasha? ¿Al menos lo merezco? ¿Piensas en mí o eso también te aterra?».

Miles de preguntas se formaban en la mente del demonio pero ya habría respuesta algún día o al menos eso deseaba, tocó sus labios recordando el sabor de su príncipe y sonrió levemente.

«Sé que me perdonaras porque tú no eres una bestia como yo».

...

...

A la mañana siguiente en el palacio, el príncipe despertó de golpe y al revisar a su alrededor, se dio cuenta que era su habitación. Sin duda todo eso se trataba de un deja vú.

«¿Fue solo un sueño o realmente eras tú? Yo trate de herirte pero no pude hacerlo ¿Por qué no pude? Se supone que debo odiarte por mancillar mi cuerpo y honor, por convertirme en un asesino pero... No puedo hacerlo».

El príncipe se levantó y notó en su mesa de noche la daga con la que trato de herir al demonio y la tomó en sus manos con algo de duda.

―No pude hacerlo.

Susurró a la nada y la arrojó a alguna parte de la habitación, no iba a necesitarla nunca más. Como si fuera un fugaz recuerdo, pudo ver la nueva actitud que mostró aquel demonio.

«Tú también cambiaste, ¿No es verdad? No fui el único. Me alegró, me alegro de que ambos cambiáramos ¿Será que así podremos estar juntos? ¿Eso es lo que quiero, lo que queremos? Tal vez. Todos dicen que el tiempo lo cura todo y juntos lo averiguaremos».

Continúa...

 


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