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El plan perfecto [Boku no Hero Academia] por Neshii

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Notas del fanfic:

Todos los personajes son propiedad de Kohei Horikoshi.

One-shot dedicado a la señorita Kuro Hebihime y a la gran dibujante Pucka Sakata.

No poseo nada, NADA de conocimientos en cuando al maquillaje así que me di la libertad de inventar cada cosa que muy posiblemente esté cometiendo errores garrafales. Lo sé y lo admito xD

En el momento en que se dio cuenta ya era demasiado tarde, y tampoco era como si le diera mucha importancia; resultó todo muy cliché, demasiadas coincidencias. En definitiva no sería él quien terminara con su amistad, porque, eso hacen los amigos cuando uno se le confiesa al otro, ¿o no? Algo tipo «hey, me gustas, salgamos juntos», «lo siento, solo te veo como amigo»; y de ahí a los silencios incómodos, la confianza dañada porque ya no se va a poder hablar de los problemas sin pensar, aunque sea un poco, que tienes una posibilidad de ser más importante que un amigo normal; y a eso se le suman los celos, inseguridades, el dolor de verlo en compañía de otro que tiene eso que tú no tienes y él busca, y que no sabes qué es para poder conseguirlo y él no te lo dice porque asegura que no es algo que se pueda describir, sólo lo siente y ya.

Menuda mierda de relaciones interpersonales, mejor quedarse callado.

—Hey, pelo mierdoso, me gustas, salgamos juntos.

Y más menuda mierda el quedarse callado si sabe muy bien lo que siente por su amigo. Si acepta, perfecto; si le dice que no… vendría pensando que Kirishima es más estúpido de lo que aparenta, mira que rechazarlo.

A Kirishima se le cayó el libro que trataba de entender, cosa difícil con tantas palabras que consideraba ilegales mucho menos aptas para ser memorizadas. Un libro de apoyo lleno de anotaciones que Bakugou muy amablemente le hizo el favor de hacer; daba muchos ánimos el leer al margen de la página algo tipo: «mira imbécil, pon atención a esto», «estas fechas son importantes, idiota», «si no llegas hasta esta página para mañana voy a romperte la cara», y un sin fin de frases motivadoras. Excelente maestro la verdá. Pero el libro no era lo importante ahora sino Kirishima incapaz de articular palabra alguna.

¿Qué podía contestarle en esos casos? ¿Qué era lo que quería? ¿Quería a Bakugou?... En primer lugar… ¡¿Bakugou lo quería a el?!

—¿Te gusto? —Fue lo único que pudo articular. Pensó que Bakugou iba a poner los ojos en blanco y decirle que era un idiota por no entender a la primera si claramente le dijo «me gustas», pero, joder, necesitaba reafirmar esas fuertes declaraciones para que pudieran penetrar bien en su cerebro. No es que Kirishima fuera lento, es que era Bakugou, entienden, Bakugou.

Su corazón, dulce y gentil, que en esos momentos bombeaba adrenalina en lugar de sangre, casi le da un paro al ver que Bakugou desvió la mirada y parecía avergonzado.

—Sí, me gustas, ¿algún problema? —contestó molesto y un tanto reservado.

Y esa fue la gota que derramó el vaso, Kirishima sufrió una apoplejía mental.

El reseteo en su cerebro fue suficiente para empezar a darse cuenta que le gustaba a Bakugou, uno de sus mejores amigos, alguien especial porque, bueno, era Bakugou, él no se abría con las personas, tiende a poner una enorme barrera entre él y los demás; y que con paciencia y perseverancia Kirishima logró encontrar una grieta y colarse. Por eso se sentía especial estando con él, porque sabía que era una amistad sincera y era merecedor de ello.

Quizá se pasó en eso de penetrar a Bakugou, hablando de su corazón, claro está, y sobrepasó la línea de la amistad.

¿Qué debía de responderle? «Claro, salgamos».

El «salgamos» implicaba que a él también le gustaba porque no pensaba ni por equivocación jugar con sus sentimientos, eso estaba descartado en su totalidad. ¿Bakugou le gustaba? Kirishima observó a su amigo quien esperaba una respuesta. Su expresión de pocos amigos le resultaba agradable; la expresión agradable de Bakugou le parecía extraña porque casi nunca la usaba (aquí no cuentan sus shinee y sonrisas psicópatas); y si bien sus shinee y sonrisas psicópatas le parecían un tanto perturbadoras y le daban mucho en qué pensar sobre todo en  las noches cuando va a dormir, entendía perfectamente que venían en el paquete Bakugou, eran parte de su personalidad y conformaban los matices de un todo en su carácter. ¿Eso podía significar que le gustaba? Quizá, en el sentido más estricto de la palabra.

Bien, primera prueba superada.

Pero salir también implicaba que estaba dispuesto a hacer otras cosas que los amigos no hacen (o no la mayoría de los amigos). ¿Sería capaz de besar a Bakugou, por ejemplo? Kirishima puso toda su atención en la boca de su amigo, unos labios normales, nada sensuales como los de una chica con pintalabios. No le producía asco imaginar que se acercaba y tocaba sus labios con los propios, era un acto muy intimo y le daba un poco de temor llegar a ello, pero estaba bien, sin problemas. Imaginar que Bakugou le metía la lengua y luego él se la metía tampoco fue repulsivo… ni excitante, he ahí el problema; no le nacía el hacerlo. ¿Eso significaba que Bakugou no le atraía sexualmente hablando? Lo más seguro. ¿Eso era un impedimento para poder salir con él?

—Yo… —comenzó, estaba resultando mucho más difícil de lo que imaginaba hablar—. No te veo de esa forma, lo siento.

—Idiota, no tienes por qué disculparte —contestó Bakugou de inmediato para seguir con lo que estaba antes de la confesión.

—¡Pero quiero seguir siendo tu amigo!

—¿Ah? Y quién dijo que no lo somos —preguntó de mala manera.

Kirishima no dijo nada más, afirmó con la cabeza y trató de continuar con sus estudios. Ahora el libro lleno de anotaciones maleducadas que siempre le sacaba una sonrisa ya no le parecía tan divertido. ¿Había hecho lo correcto?

 

Salieron de la cafetería donde estaban estudiando después de una tortuosa hora en la que Kirishima no pudo volver a concentrarse, su mente divagaba entre las cosas que sí quería hacer con Bakugou (salir a citas, por supuesto) y el gran problema que sus labios sin chiste representaban.

Por su parte Bakugou, más fastidiado de lo normal al no poder lograr que nada penetrara en la cabeza de Kirishima, intentaba… pues no intentaba nada, él sólo se sentía fastidiado.

Si bien habían quedado que después del estudio irían a comprar unas cosas para preparar su siguiente salida a practicar alpinismo, notar a Kirishima tan distraído le quitó todas las ganas a Bakugou de seguir con el plan. Comenzaban los silencios incómodos en su relación, eso ya lo había previsto, no se arrepentía de haberse confesado.

—Será mejor que regresemos —dijo luego de estar caminando durante varios minutos por la calle, sin rumbo. Kirishima ni siquiera lo escuchó. Exhaló.

Lo siguiente que Kirishima sintió fue un fuerte escozor en la cabeza, espantado se tanteó el cabello.

—Hubiera creído que tu pelo se quemaría —dijo Bakugou muy quitado de la pena, había creado una pequeña explosión con el tierno zape que le propinó a su amigo.

—¡¿Qué te pasa?! —exclamó Kirishima asustado de no poder volverse a peinar como le gustaba.

—Te estás comportando como un idiota, me molesta.

—¿Y por eso intentas quemarme el pelo? Disculpa si estoy raro, pero no puedo sacarme de la cabeza lo que me dijiste, lo último que quiero es lastimarte.

—Parece que necesitas otro golpe para acomodarte las ideas, ya te dije que todo está bien.

—Es que… —«sí me gustas, pero no me apetece besarte» no podía decirle eso, hasta para él sonaba ridículo. Miró los labios de Bakugou, seguían sin ser sensuales.

¿Por qué no le atraían como los de las chicas? No era por el género, o al menos no pensaba que fuera por eso. O sea, pensar en intimar con Bakugou, un abracito por aquí, una caricia por allá, ver más de cerca qué hay ahí donde casi nunca ve(?) eran cosas que se creía capaz de hacer y que le hicieran, pero para llegar a todo eso primero debía de pasar por sus labios, no era su problema ser un romántico empedernido. Y sus labios eran los del problema, demasiado ¿comunes? Como los labios de cientos de millones de personas alrededor del mundo, como los propios; pero no como los sensuales labios de las señoritas que veía en la televisión, en revistas o incluso la calle: labios brillantes y carnosos, humectados y llamativos, labios diseñados para robar suspiros.

¿Cuál era la jodida diferencia?

Como caído del cielo el anuncio de una nueva marca de pintalabios se reproducía en una de las tantas pantallas en la calle. Kirishima notó el color intenso y supo lo que faltaba.

—Espérame aquí —exclamó y salió corriendo antes de que Bakugou pudiera reclamar.

 

».«

 

Kirishima tragó saliva antes de entrar a la tienda, apenas dio un paso adentro y se sintió observado por decenas de miradas curiosas; era una tienda de cosméticos y prácticamente toda la clientela eran mujeres. Sentirse entre tanto estrógeno ponía en jaque su masculinidad. Decidió ignorar las miradas y susurros que escuchaba, caminó por los pasillos tratando de encontrar la sección de pintalabios y se encontró con un mundo nuevo. ¿Cómo era posible que las mujeres necesitaran tantos productos diferentes? Se acercó por pura curiosidad a un estante y leyó unas cuantas etiquetas. Llegó a la conclusión de que ese lugar parecía más un laboratorio que una tienda. Pensó que las mujeres no necesitaban todos esos productos para ser hermosas, solo era requerida su carisma y personalidad, y siguió su camino para comprar el pintalabios que hiciera más sensuales los labios de Bakugou.

Ignoren la ironía.

Al llegar a su destino encontró un par de estantes repletos de labiales de diferentes marcas, formas y colores. Nunca imaginó que esa misión fuera a resultar tan difícil y complicada. ¿Cuál debía de llevar? Todos parecían iguales y a la vez diferentes, las etiquetas prometían resultados muy variados y los catálogos en vez de ayudar empeoraban su confusión.

Cuando se dio cuenta habían pasado más de veinte minutos, revisó el móvil para ver si Bakugou le había mandado algún mensaje, no encontró nada, quizás ahora sí lo había mandado directamente a la mierda, si no se apuraba las cosas podrían empeorar. ¿Y si probaba alguno de los labiales? No era mala idea, pero ¿en quién? No tenía a nadie a su lado y tampoco le hacía gracia pedirle a una desconocida que modelara los colores. Así que se acercó a uno de los tantos espejos que había en la tienda, su color de piel no era muy parecido a la de Bakugou, pero quizá pudiera servir solo para comprobar si el color era mate (palabra aprendida por Kirishima hacía dos minutos), y sobre todo saber qué carajos era mate.

Cogió un tubito de prueba, se acercó al espejo, miró hacia todos lados para constatar que nadie lo veía, y cuando comprobó que media tienda tenía los ojos puestos en él puso manos a la obra. Leyó en la etiqueta del labial el color: rosa palo… ¿Qué era un rosa palo? ¿una rosa con un palo? ¿el color de la rosa más el verde del palo? Ahora iba a tener otra cosa en qué pensar por las noches aparte de los shinee de Bakugou. Pensar en su amigo le recordó que no podía perder más el tiempo, alzó el tubito y esparció el color sobre sus labios. La sensación le resultó extraña y con lo primero que tuvo que pelear fue con las ganas de quitarse el labial, no porque fuera desagradable sino porque su subconsciente sentía que los traía sucios. Pero era solo la sensación porque en la realidad… ¡wow, qué bien lo lucía!

Kirishima sonrió triunfante, tenía un buen gusto para elegir colores, movió la cabeza de un lado a otro para comprobar que en todos los ángulos se veía fa-bu-lo-so, hasta le daban ganas de mandarse besitos, y al pensar en ello se le ocurrió una idea que quería probar, pero para eso necesitaba un color más oscuro. Estudió con cuidado las hileras de labiales hasta hallar un morado intenso, un color uva, regresó mucho más animado al espejo, se quitó con el dorso de la mano el rosa y sobretodo el palo de la boca, y prosiguió a ponerse la uva. Oh sí, DI-VI-NO. Siguiente paso, sacó el libro que usaba Bakugou para hacerle anotaciones, lo abrió en la primera página que estaba en blanco y se dispuso a besarlo, en sí a marcar sus labios como veía que algunas mujeres hacían en las películas; eso siempre le había resultado sugestivo y romántico a la vez, no iba a perder la oportunidad de hacerlo. Después de darse un buen cachondeo con el libro(?) apreció el resultado de su obra: sus labios perfectamente marcados en el fondo blanco parecían recibir con un beso a quien los encontrase. Kirishima se mordió el labio, todo eso le estaba resultando más excitante de lo que hubiera imaginado.

Una de sus misiones de vida estaba cumplida, era hora de terminar con la primordial.

Con mucha más confianza y soltura se paseó por los diversos estantes estudiando a fondo colores y texturas, leía las etiquetas con cuidado y comparaba hasta ingredientes. Todo le seguía resultando complicado y confuso, sin embargo, también era excitante, digo, ¿cuántas veces en la vida se tiene la oportunidad de comprar un labial para Bakugou? El sólo hecho de pensar que Katsuki se iba a poner el labial para él… sobre sus labios ¿qué color sería mejor? ¿uno intenso que contrastara con su piel y ojos?, de solo imaginar su boca abierta raspando con sus dientes sobre el color, sonriendo con suficiencia como suele hacer. O por el contrario usando un color suave, algo pastel, demostrando que aún dentro de su explosivo carácter podía albergar pureza y romanticismo, algo lindo y kawai en una pequeña sonrisa justo antes de besarlo…

Todas las demás clientas que con el tiempo iban aumentando en número se preocuparon al ver a Kirishima babear.

Antes de que una de las vendedoras se acercara a preguntarle si todo estaba bien Kirishima salió del trance que los labios pintados de Bakugou le causaban. Con los ánimos renovados y toda la fortaleza viril y masculina que imaginarse a Bakugou le daba siguió su búsqueda. Hasta que llegó a un apartado que lo hizo babear el doble: labiales de sabores.

«Se pueden comer los pintalabios» pensó aún dudoso, según la etiqueta solo le daba a los labios un ligero aroma y sabor, y no eran tóxicos. No le fue difícil escoger un rojo escarlata con sabor a chocolate, al momento de verlo supo que era ÉL pintalabios.

Sin importar ser el centro de atención de todos los presentes pago con una enorme sonrisa en los labios (y con dinero), salió de la tienda y regresó corriendo a donde había dejado a Bakugou casi una hora antes. Demasiado emocionado no se dio cuenta que seguía robando miradas de todos los transeúntes, quizás la bolsa de color rosa palo, color que al parecer lo perseguía (ya ni hablar del palo), con el logotipo de la tienda era la que llamaba la atención, quizá.

No fue una sorpresa y por lo tanto no lo atribuyó a su mala suerte el saber que Bakugou ya se había ido cuando llegó. Esperando no encontrarlo tan molesto Kirishima lo llamó al móvil mientras regresaba a la Academia. Bakugou ni siquiera se dignó en contestarle. «Debe de estar muy molesto conmigo» pensó. Pero ahora que iba a aceptar ser su pareja ya nada le iba a impedir que hicieran cosas que los amigos normalmente no hacen, con un par de arrumacos bastarían para contentarlo.

Y ahí fue el momento en que a Kirishima se le cayó el mundo. Si bien podía garantizar por escrito que Bakugou estaba molesto quizá también estuviera dolido porque ¿no lo había rechazado ya? Si le dijo claramente que no lo veía como algo más que un amigo y luego desaparecía sin dar explicaciones era lógico que Bakugou creyera que lo rechazó, y de una forma bastante desgraciada a decir verdad. Kirishima necesitaba arreglar las cosas de inmediato, hablar y aclarar las cosas con Bakugou para explicarle que si bien en un principio le costaba imaginar que tenían un contacto más íntimo, ese problema estaba solucionado gracias a un gramo de pintura rojo escarlata con sabor y olor a chocolate y textura mate, aunque aún siguiera sin saber qué era mate. Sí, era su obligación dejar las cosas muy claras.

 

».«

 

Al llegar a la Academia fue directo al cuarte de Bakugou. Comenzaba a resultarle extraño que todo el mundo se le quedara mirando, pero no le dio mayor importancia, sus razones debían de tener y para él en ese momento no le eran importantes. Lo verdaderamente primordial estaba enfurruñado en su habitación.

Tocó la puerta al llegar. Esperaba que al menos no lo ignorase, si tenía que lidiar con sus shinee estaba dispuesto a ello.

—Soy yo, por favor ábreme —pidió realmente preocupado. Casi casi podía ver a Bakugou en la depresión por su culpa; se sentía un desgraciado que no merecía las lágrimas de su amigo(?).

Cuando lo vio abrir la puerta alzó entre ellos la bolsa rosa palo.

—Discúlpame por lo que te dije, no pensé bien las cosas en ese momento y me costaba verte como algo más que un amigo, pero he encontrado una solución para ello… ¡Por favor, acepta este regalo junto a mis sentimientos! —explicó lo más rápido que pudo para no ser interrumpido, casi echaba chispas por los ojos, su determinación como hombre masculino.

—¿Qué mierda traes en la boca? —preguntó Bakugou.

—¿Eh?

Bakugou se hizo a un lado para que pasara. Kirishima muy confundido y un tanto dolido porque le hicieron el feo a su confesión fue directo al espejo… Seguía teniendo el labial color uva puesto, y aunque seguía viéndose fa-bu-lo-so, el hecho de pasear por media ciudad con la boca maquillada nunca fue una de sus metas a cumplir; más rápido que inmediatamente se limpió la boca con el dorso de la otra mano.

—¿Ahora te da por maquillarte? —preguntó Bakugou un tanto en burla y se sentó en la cama para seguir leyendo.

—No, es que… —Kirishima trató de explicar las cosas, pero pensándolo bien las explicaciones sobraban, al menos en ese aspecto—. ¿No estás enfadado?

—Por qué me dejaste a mitad de la calle por una hora sin explicación alguna, ¿tú que crees?

—Lo lamento —contestó bajando la cabeza como niño regañado y a la vez feliz porque Bakugou estaba conversando con él como siempre. Era ahora o nunca—. Te traje esto para que me perdones.

Le tendió la bolsita.

Bakugou la abrió y miró su contenido. Un tic le asomó en el ojo, mientras Kirishima lo veía entusiasmado por imaginárselo maquillado.

—¿Qué puta mierda es esto? —preguntó Bakugou varias octavas más bajo, susurrante, casi como una víbora a punto de clavar los colmillos e inocular su veneno en la yugular de Kirishima. Obviamente los colmillos eran sus manos, el veneno sus explosiones y la yugular de Kirishima la yugular de Kirishima.

—Un pintalabios —dijo como dudando de que Bakugou aceptara el labial de buena manera.

—Te voy a dar una oportunidad de explicarte antes de matarte.

—Pues… —Kirishima comenzó dando un pequeño paso hacia atrás, ¿si se explicaba de todas maneras Bakugou lo iba a matar? Eso había entendido—. Es que… es para ti, para, ya sabes —balbuceó mientras señalaba sus labios. Empezaba a temer por su vida.

—Insinúas que me ponga maquillaje —dijo levantándose. Kirishima retrocedió otro paso.

—Ah… ¿tal vez? —contestó. No estaba seguro si se lo había preguntado, pero era mejor contestar, ya saben, había que aclararlo todo.

—¿Por qué? —preguntó Bakugou mientras se acercaba, ahora era más parecido a un psicópata depredador drogado a full de cafeína. Kirishima empezó a ver toda su vida pasar frente a sus ojos.

—Porque… —¿Por qué? Ah, sí, en algún punto de su inocente imaginación creyó que Bakugou no se iba a molestar si le pedía que se maquillara los labios para hacerlos más sensuales porque le resultaban muy comunes y no lo prendían… ¡¿En qué coño estaba pensando?! Iba a ser víctima de un mega shinee, seguro—. Quiero salir contigo, en verdad lo quiero, pero creí que no sería capaz de besarte, y no es cuestión de que seas hombre o que no me gustes, y pensé que si usabas el pintalabios podía ser una buena forma de lograr desear darte un beso —concluyó cerrando los ojos a la espera del golpe de Bakugou.

Un golpe que nunca llegó.

Kirishima abrió poco a poco los ojos y se sorprendió al ver a Bakugou, su expresión de inminente genocidio había desaparecido, seguía bastante serio, pero también daba la impresión de sentirse dolido.

—Llévate tu estúpido regalo, no lo quiero —dijo y le aventó la bolsa. Kirishima logró cogerla antes de caer al suelo.

—Pero…

Kirishima no entendía nada, prefería mil veces ser víctima de los shinee de Bakugou antes que esa actitud fría, casi como si se estuviera dando por vencido con él. No, así no era Bakugou, le partía el alma verlo de esa forma.

Bakugou por su parte regresó a la cama y a su lectura. No soportó ni medio minuto de ver a Kirishima parado a mitad de su habitación como un idiota.

—Ya lárgate, me molestas —dijo sin importarle ser maleducado, lo normal.

—No —contestó tajantemente.

—¿Qué?

—No me voy a ir.

—Veo que  no aprecias tu vida…

—Entiendo que no quieras usar el pintalabios, eso no fue muy inteligente de mi parte, debí de preguntarte antes si aceptabas algo así, pero… ¡también te dije que me gustas!

—No pensabas besarme si no me ponía esa mierda en los labios —interrumpió.

Kirishima se quedó con la boca abierta, cómo podía protestarle eso si era toditita la verdad. Él mismo llegó a esa conclusión en la primera parte del fic: se podía imaginar haciendo cosas que nada tenían que ver con un beso con Bakugou, pero para llegar a esas cosas tenía que pasar por su boca, y su boca no le parecía atractiva. Era más que obvio que si se lo decía de esa forma Bakugou iba a pensar que no le resultaba atractivo y por ende no le gustaba. Cuando pudo relacionarlo todo fue como su hubiera alcanzado el nirvana de la reflexión(?).

—No es justo si me atacas con argumentos lógicos —dijo después de tocar el nirvana.

—Eres idiota.

Kirishima soltó una larga y muy frustrante exhalación.

—Empecemos otra vez, ¿quieres?

—Me vas a pedir que me ponga eso —señaló la bolsita rosa palo.

—No su tú no quieres —contestó dejando la bolsa en el escritorio.

—Primero te asesino.

Kirishima respondió con una pequeña carcajada. Se acercó a Bakugou y se aventuró a sentarse en la cama, a su lado. En cierta forma se sorprendía que su amigo lo dejara hacer sin reclamos o sin correrlo de su habitación a punta de patadas y explosiones; quizás en verdad estaba dolido por su rechazo y sabía que esa era la oportunidad de arreglar las cosas. Kirishima se puso feliz al imaginar que eso fuera cierto, el que Bakugou se comportara como una persona normal para tratar de arreglar sus diferencias lo conmovía.

—Es verdad que me gustas, y quiero salir contigo. No te lo dije antes porque en verdad me sorprendiste con tu inesperada confesión, jamás creí que me vieras de esa forma, eso me hace muy feliz —sonrió así como él solo sabe hacerlo, un nivel más alto que lo más hermoso del mundo—. Cuando lo supe, pude imaginarme que tú y yo estábamos juntos —la sonrisa fue cambiada por un sonrojo aún más lindo—, ahí fue cuando supe que quería intentarlo porque… en verdad me gustas. Pero por alguna razón que aún ahora no entiendo me cuesta trabajo imaginar que nos besamos —más sonrojo—, y eso es raro porque todo lo demás si puedo imaginarlo y me gustaría intentarlo, claro, sólo si tú quieres, yo no me opongo…

—Kirishima —Bakugou interrumpió el balbuceo—, concéntrate —exigió.

—Sí, está bien. Ah… siempre me han llamado la atención los labios maquillados de las chicas, ¡y no es que te esté comparando con una mujer! Es verdad cuando te dije que no me importa el género, pueden ser los labios de un hombre, ¡eso tampoco significa que voy a ir besando los labios de cualquiera!

—Kirishima.

—¡Cuando te imaginé con los labios pintados fue lo más erótico y masculino que pude haber visto! —concluyó su explicación, volvía a tener esas chispas masculinas destellando en sus ojos.

Si bien en otra instancia o con otra persona Bakugou ya hubiera mandado al cuerno esa explicación y explotado a la persona en cuestión, era Kirishima, joder, su crush, por él estaba dispuesto a soportar las relaciones interpersonales de mierda. No lograba entender del todo esa manía de querer verlo con pintalabios, pero se compensaba con todo lo demás, había sido demasiado kawai para ignorarlo, cómo podía pretender que estaba enojado con él… ¡Diablos, le gustaba Kirishima, podía morir en ese momento de felicidad!

Pero tenía apariencias que mantener.

—Entonces bésame —exigió.

—¿Eh? —Kirishima empezó a sonrojarse aún más conforme la petición de Bakugou se asentaba en su cabeza.

—Me dijiste que también te gusto, demuéstralo y bésame.

—¡No me puedes pedir eso de repente! ¡No estoy listo!

—¿En qué te tienes que preparar?

—No lo sé, pero necesito tiempo para asimilarlo.

—¿Asimilar qué? Sólo son tus labios pegados a los míos.

—¡Pues eso! Que no sólo sean mis labios sino también los tuyos. Apuesto que no le pedirías algo así a una chica.

—Qué mierda estás hablando, no eres una chica, por qué he de tratarte como si lo fueras.

—Por mi pureza, se le llama sensibilidad.

La expresión de incredulidad en Bakugou no tenía precio.

—Olvídalo, haz lo que quieras —dijo a final y regresó a su lectura.

Kirishima no lo notaba especialmente enojado así que intuyó que su integridad estaba a salvo si seguía preguntando.

—¿Estamos bien?

—Sí, hombre, estamos bien. Ahora largo de mi habitación.

—Pensé que estábamos bien.

—Lo estamos, pero en este momento me frustra ver tu cara.

—Lo lamento —contestó dolido.

Bakugou se rascó la cabeza con ambas manos.

—¡Yo te di una oportunidad de que te fueras! —exclamó. De un momento a otro tomó a Kirishima de la camisa y lo jaló hacia él. No sintió resistencia cuando su boca golpeó la de Kirishima durante un par de segundos y lo soltó.

Ambos se quedaron mirando. Kirishima seguía en la misma posición mientras que Bakugou lo observaba con una expresión tan tensa como la cuerda de un arco; al final fue él quien bajó la mirada, toda presión en su gesto siendo abandonada mediante un largo suspiro.

—Al final parece que no te gusto lo suficiente, y no pienso ponerme esa mierda en los labios, así que se acabó.

Bakugou esperaba escuchar alguna réplica o explicación de parte de Kirishima, pero solo hubo silencio, eso lo hacia sentirse peor. Quería levantar la mirada, pero por primera vez en la vida, sentía el miedo, no del resultado en el campo de batalla o de saber que podía perder al no ser lo suficientemente fuerte, nada de eso le daba miedo comparado a encontrar rechazo en los ojos de Kirishima. Podía enfrentar todo, menos eso.

No tuvo el tiempo necesario para encontrar el valor que le hacía falta, alzó la cabeza al sentir que Kirishima se acercaba a él con un gesto que parecía de hambre.

Está vez fue Kirishima quien lo besó.

El muy bastardo que se había comportado como tímida colegiala ahora usaba sus dientes con suavidad para apresar el labio inferior de Bakugou, poner la suficiente presión como para obligarlo a dar un leve siseo y soltar la carne ya mucho más sensible que antes, así cuando pasó su lengua se deleitó con el ligero temblor en Bakugou.

No era suficiente.

Lo recostó en la cama, con movimientos firmes se acomodó entre sus piernas; se removió lo suficiente para encontrar el punto exacto donde descansar su pelvis. Seguía saboreando los labios de Bakugou, bebiendo su aliento, escuchando su propia respiración agitada, ondulando un poco las caderas. La fricción era maravillosa al sentir cada músculo duro y caliente disfrutando de sus atenciones. Mordió y chupó sus labios con saña hasta escuchar los suaves gemidos de Bakugou, quería más, seguía sin ser suficiente. Podía embriagarse de placer con insana facilidad y estaba seguro que eso sólo lo podía lograr con él.

Con algo de esfuerzo se separó un poco, lo suficiente para verlo, su rostro caliente, satisfecho, y sus labios… oh, joder, sus labios hinchados y rojos, mejor que cualquier pintalabios que pudiera existir. Kirishima soltó un jadeo al imaginar esos mismos labios y esa expresión de satisfacción y hambre a la vez alrededor de su miembro, o después de un polvazo con el plus de una respiración muy agitada, el pelo más desordenado y su pecho bañado en…

Kirishima se levantó de golpe rezando para que Bakugou no hubiera sentido su nada disimulada erección. Está bien que mientras lo tenía en la cama debajo de él sintió como ambos miembros comenzaban a despertar, pero mientras Bakugou se quedó a término medio, él casi terminaba de sólo imaginarse las posibilidades que presentaban esos muy carnosos, hinchados y húmedos labios.

—Este… lo siento, bueno, no lo siento, o sí lo siento y quiero sentirlo —parafraseó completamente ruborizado. El que Bakugou se apoyara en sus codos mientras seguía con la misma expresión de querer, ansiar, más de lo que estaban haciendo no lo ayudaban en nada, o bueno, sí lo ayudaban, pero no para lo que quería… a quién engañaba, sí lo quería—. Entonces estamos bien. Necesito irme a mi cuarto —dijo rompiendo con toda la magia del momento. Si se quedaba seguro terminarían con lo que empezaron y aunque la sola idea lo hacia tener orgasmos mentales, tan sólo tenían como un par de minutos de saber y aceptar que ambos se gustaban y prendían, a niveles que no creyó ser posible.

Y no. No. Él como hombre debía de hacer las cosas correctamente; atesoraba la amistad de Bakugou; atesoraba su cuerpo, oh seh, lo atesoraba mucho; y creía firmemente que atesoraría la unión entre ellos que apenas comenzaba. No había necesidad de apresurar las cosas.

Y necesitaba comprar condones y lubricante.

—Bueno, entonces nos vemos mañana en la escuela, o en el desayuno… u hoy en la cena… ¡Nos vemos! —exclamó cerrando los ojos, ¿por qué mierda Bakugou no cerraba las piernas? ¿Es que acaso no notaba que intentaba comportarse como un hombre?

Salió disparado hacia la puerta, la abrió, salió y antes de poder cerrarla Bakugou le habló:

—Ei —Kirishima palideció al escuchar el diminutivo de su nombre, y se le salió el alma al ver que Bakugou se frotaba por encima del pantalón—, me la voy a jalar pensando en ti, ¿harás lo mismo?

RIP Eijiro Kirishima.

 

».«

 

A la mañana siguiente mientras se arreglaba para asistir a clases Bakugou trataba de decidir qué hacer con el pintalabios que Kirishima le compró y dejó en su habitación. Era claro que se rehusaba completamente a usarlo, de ninguna forma, no, no. Pero tampoco podía apartar la vista de él por más de cinco minutos pensando que no era la gran cosa como para no cumplirle ese capricho al cabello mierdoso. Si bien en un principio se sintió dolido al saber que no lograba despertar deseo en Kirishima, con lo que hicieron después, eso ya no resultaba ser un problema. Bakugou sonrió triunfante, no supo de donde sacó el valor para incitar a Kirishima, pero las cosas habían salido tan bien que en definitiva lo haría más seguido.

Y bueno, todo el lío terminó con ellos dos como pareja, las cosas no pudieron resultar mejor. En cierta forma este final feliz ponía en duda su decisión de no usar el labial. Kirishima había pensado mucho en él, en encontrar una solución al hecho de no sentirse atraído, una parte de él quería compensárselo. Cogió el tubito, lo destapó, observó el escandaloso color y percibió un ligero aroma a chocolate, sonrió. Estaba decidido, la próxima anotación en el libro de apoyo de Kirishima sería: «si llegas a entrar en los primero ocho lugares usaré el pintalabios».

Estaba completamente seguro de que Kirishima lo lograría.

Notas finales:

Gracias por leer.


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