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SkyLights por xxEtsuko

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Notas del capitulo:

Inazuma Eleven pertenece a Level-5, si fuera mío las parejas gays estarían 100% confirmadas.
¡Gracias a mi Beta Reader Bumbollazuma!

Este fanfic es totalmente un AU. Los apodos son importantes. Algunas edades no coinciden con las que tendrían que tener algunos personajes respectivamente con los demás, esto está hecho así para que coincidan algunos sucesos, por favor entiéndanlo.

Intentó abrir los ojos, pero parecía que sus parpados pesaban mucho más de lo que deberían, la cabeza le dolía, todo le daba vueltas y la luz era demasiado brillante para él. Con lo que le pareció un gran esfuerzo en ese momento, consiguió alzar sus párpados sólo para ver que estaba en una sala blanca que olía a antisépticos, el sonido de un pitido constante no le hacía ningún favor a su dolor de cabeza. Giró ligeramente la cabeza hacia la derecha, aún bastante desorientado por el ligero mareo que empezaba a sentir; buscó el origen del molesto pitido y se encontró con una máquina que, en aquel momento pudo intuir qué le estaba midiendo las constantes. No había mucho más en aquel lado aparte de la pared blanca y aunque quería arrancar el cable de la máquina que producía aquel maldito pitido infernal, no se sentía con fuerzas para hacerlo. 

Escuchó un ruido a su izquierda, así que esta vez giró su cabeza hacía ese lado, encontrándose a un chico que le miraba fijamente sin moverse, casi esperando a que el otro dijera algo, así que él también se dedicó a observarlo; el chico era pálido y bastante delgado, su cabello no era ni corto ni largo, liso y de un color plateado, los rasgos de su rostro eran algo infantiles; nariz fina y respingona, los labios ni muy delgados ni muy gruesos pero tan pálidos como el resto de su cuerpo, ojos grandes y de un gris oscuro pero de mirada triste. Cuando acabó de observarlo, volvió a girar el rostro mirando al techo esta vez, pues cuanto más consciente era de su alrededor, más notaba el dolor.

Pasaron un par de minutos, en los cuales ninguno de los dos se movió demasiado, quizá el único movimiento fue el del más moreno, haciendo un par de muecas cuando sentía alguna punzada de dolor en su cabeza de vez en cuando, hasta que al final la curiosidad del chico más pálido sobre el otro pudo con él.

- ¿Estás bien? – Preguntó la persona a su lado, con una mirada preocupada. Oh, si tan sólo tuviera algunas fuerzas para girarse a ver esa expresión… Pero le dolían hasta las pestañas. - Estás en un hospital. He oído a las enfermeras que tienes un golpe en la cabeza, así que te han hecho un par de pruebas. No sé cuáles, lo siento.

 ¿Cómo había ido al hospital? No lo recordaba. Lo que si sabía es que tenía un dolor terrible de cabeza y que muy probablemente Desarm iba a torturarlo y matarlo en cuanto se encontraran, que sería pronto… Ya podía ver la expresión enfadada de este, e iba a dolerle incluso más. Pero las palabras del chico a su lado no le dejaron acabar de imaginarse las todas las formas que podría usar Desarm para torturarlo.

- Soy Shirou Fubuki, encantado. ¿Cuál es tu nombre? – Hubo una larga pausa después de que el albino formulara esa pregunta. Este se sintió mal porque tal vez había sido una molestia y el moreno se sintió algo incómodo porque simplemente no le podía dar un nombre, pero no sabía cómo decírselo.

El silencio incómodo entre los dos no acabó hasta que se escuchó el movimiento del pomo de la puerta, dejando paso a un hermoso joven de largo cabello rubio que llegaba hasta sus caderas, grandes ojos castaños con largas pestañas oscuras, facciones finas e incluso algo femeninas, piel suave, tersa y libre de imperfecciones, era esbelto y aunque vestía una simple camisa naranja, unos pantalones ajustados oscuros y unas zapatos negros, parecía un modelo de revista. 

El rubio se dirigió al lado de la camilla del chico de ojos grises de forma confiada y elegante. Cuando llegó al lado de Shirou le miró de forma cariñosa y le sonrió sentándose en el pie de su cama con las piernas cruzadas y este le devolvió la mirada al rubio con una leve sonrisa en su rostro.

- Shirou, ¿Cómo te encuentras hoy?  - La voz del rubio sonó tan cariñosa cómo la forma en que le miraba.

- Estoy bien. – Le contestó manteniendo la leve sonrisa en sus labios y asentando ligeramente la cabeza como una confirmación física. Se sentía a gusto con Terumi y sabía que él quería ayudarlo, lo sentía cómo un amigo y eso hacía que en ocasiones le diera cierto apuro que se preocupara tanto por él.

- No, Shirou, si estuvieras bien no estarías en un hospital. Tienes que empezar a decirle a la gente cómo te sientes realmente o no avanzaremos nada. Dime que por lo menos has comido algo más hoy. – El tono de voz que empleaba el rubio era preocupado y angustiado, y no apartó ni un momento la mirada del otro.

- Lo estoy intentado de verdad, Terumi.

- Es decir que no. – Terumi dejó salir un suspiro, arqueándose hacia delante y posando la mano en su frente para posteriormente pasarla por su cabeza hasta la nuca en un rápido movimiento. Se quedó durante unos instantes, sin mirarlo, sólo desviando su mirada hacía el suelo. Shirou sólo pudo desviar la mirada algo incómodo, como un niño que al que han sorprendido haciendo algo que sabe que está mal, antes de contestar con un hilo de voz.

- No… ¡Pero Someoka me ha obligado a tomarme medio batido! – El tono del de ojos grises fue tan infantil que tanto el rubio como el moreno tuvieron ganas de reírse. Terumi volvió a dirigirle la mirada, mucho más relajado pero sin perder toda esa elegancia que le caracterizaba.

- Bien, espero que mañana puedas soltarte y tomarte uno entero.

- ¡No seas malo! ¡Yo… - El sonido de alguien llamando a la puerta le interrumpió y ambos amigos se giraron al unísono para ver quién era. 

 Ambos se sorprendieron un poco al ver a un hombre alto de unos cincuenta años, moreno, expresión seria, ojos negros, barba canosa y con un aire desaliñado vestido con el uniforme de la policía, incluso podían sentir el olor a tabaco en su uniforme. El ambiente se tensó en el momento en el que el hombre entró en la habitación, este fue directamente hacia la cama donde reposaba el chico de la camilla izquierda, que no dejó de mirar un punto fijo en el techo. Ni siquiera le miró. Hubo un silencio constante e incómodo en la habitación desde que entró, así que el hombre se enderezó y de forma imponente decidió romper aquel silencio. 

- Soy el agente especial Gengoro Onigawara. Tenemos un par de problemas pero primero necesitamos que nos dé un nombre y el número de identificación para el hospital. – No hubo absolutamente ninguna reacción por parte del moreno.

 El agente suspiró y observó al chico; era de estatura media, su piel estaba ligeramente bronceada, ojos de un bonito negro azabache algo rasgados, su largo y claro cabello verde estaba desaliñado en una cola baja que en algún momento debió de ser una cola de caballo, su flequillo desfilado estaba despeinado y pese al desagradable hematoma aún de un morado rojizo que le cubría parte del lado superior izquierdo de su rostro, este parecía bastante joven, no creía ni que fuera mayor de edad.  
 
- Al entrar al hospital le registraron y encontraron restos de substancias ilegales – No era verdad, pero en cuanto en el hospital informaron de un desconocido y leyó la descripción, su intuición le dijo que el chico tenía algo que ver con el caso que investigaba - Así que debemos hacerle un pequeño interrogatorio sobre cómo los ha llegado a tener encima. Si no me da los datos  y colabora con el interrogatorio, me encargaré de descubrirlo todo yo mismo, pero entonces no podré ayudarle y me aseguraré de detenerlo por posesión de sustancias estupefacientes en vía pública. – El hombre sonó mucho más intimidante y serio incluso de lo que parecía, pero seguía sin haber ninguna reacción por parte del menor. El mayor en cuanto vio al joven y la expresión que tenía en su cara lo tuvo claro: Trabajaba para Desarm. Y eso solía significar que no iba a decirle absolutamente nada, los jóvenes que trabajan con aquel sujeto estaban todos prácticamente cortados por el mismo patrón. Lo había visto tantas veces… Chicos jóvenes como aquel e incluso mucho más, los cuales llegó a concluir que tenían muy poco que perder y mucho miedo de aquel tipo. Llevaba nueve años detrás de aquel hombre y nadie hablaba nunca, y los que tenían más que ganar que de perder no sabían nada de él, así que después de todo este tiempo sólo tenía un apodo. 

El rubio se levantó de la cama a paso lento pero con su confianza y elegancia habitual hacía el policía, sacando una acreditación de terapeuta de psicología del hospital, que le mostró justo cuando estuvo delante del mayor mirándole directamente a los ojos, con una mirada seria que no hacía juego con la sonrisa de sus labios. 

-  Disculpe, ese chico acaba de despertar ahora mismo. Creo que aún está un poco aturdido por todo… Y después de ese tipo de trauma seguro que necesita un poco de apoyo, ¿Porque no le deja descansar por hoy? Puede venir mañana después de su terapia. – El rubio se quedó ahí plantado mirándole con una seria expresión plasmada en el rostro hasta que el inspector se sintió incómodo. El agente solo dirigió una mirada seria al rubio, caminó hacia la salida de la habitación y se marchó sin decir nada pues si ese chico trabajaba para Desarm, no le diría nada con la poca presión que podía aportar en un hospital, tampoco podía detenerlo con una acusación falsa y una corazonada por mucho que encajara en un perfil, así que era perder el tiempo quedarse de todas formas.

Una vez que el policía se fue de la sala, Terumi se dirigió al moreno y se acercó a él, quedándose cerca de este con los brazos cruzados.

- Va en serio. Cuando acabe con la terapia de Shirou espero que hables conmigo, creo que la necesitas, o al menos hablar con alguien. – Pues el rubio también tenía alguna sospecha sobre el chico al ver como no se inmutaba ante el interrogatorio de un inspector y de la acusación en sí, este tipo de comportamiento solía ser producto de chicos que vivían en la calle o en malos barrios. Y podía ver que era demasiado joven para no necesitar ningún apoyo, incluso los adultos en ese tipo de ambiente lo necesitaban.

- Puedes hablar con él ahora si quieres – Shirou dirigió su mirada hacia el moreno también – De todas formas mañana vendrá Someoka y voy a tener que escuchar más o menos lo mismo dos veces. – Terumi dirigió la mirada con un rápido movimiento hacia Shirou.

- Eh, eso sólo significa que es un chico listo, ¡Así que deberías hacernos más caso!

Ambos soltaron una pequeña risa, y justo cuando el rubio se iba a girar para continuar su charla con el más moreno, entró una enfermera que parecía bastante apurada y nerviosa.

- Terumi, tenemos una emergencia en pediatría, por favor ven conmigo necesitamos tu ayuda ahora.

- Por supuesto – El de ojos carmesís se dirigió rápidamente, pero antes de cruzar la puerta, se giró velozmente para hablarle al moreno – Espero hablar contigo mañana. – Y sin más desapareció por el pasillo. 

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Shirou abrió los ojos perezosamente al notar una ligera y fría brisa acariciar su rostro y notó que en realidad, estaba helado e incluso tiritando. Él estaba al lado de la ventana, la cual se encontraba abierta, así que se preguntó el cómo no se despertó antes con lo frío que estaba su cuerpo. Se levantó de la cama y cerró la ventana, volviendo prácticamente de un salto a la cama y tapándose las piernas rápidamente con la fina sabana del hospital aún sentado. Era primavera y en realidad la temperatura no era tan fría, así que la calefacción no estaba puesta, lo que provocó que Shirou hiciera una mueca de disgusto que no duró mucho porque notó que alguien le observaba. Girándose a su izquierda, vio a su nuevo compañero de habitación sentado sobre su cama mirándole mientras se desenredaba sus ahora sueltos y largos cabellos verdes. La máquina que le medía las constantes estaba desenchufada y se había quitado los cables que le unían a él. Cuando cruzaron sus miradas el de ojos azabaches cerró sus ojos lentamente y giró un poco la cabeza para centrar su vista hacia la tarea que estaba realizando con su pelo. Shirou se quedó un rato prácticamente embobado mirándolo, pues había algo en el otro que le atraía de una forma extraña, como si quisiera que fuese su amigo pese a que no lo conocía de nada. Y él no solía equivocarse en esas cosas, así que decidió intentar tener una conversación con él de nuevo.

- Perdona si te he despertado, no era mi intención.

- Tranquilo, ya estaba despierto – Le contestó sin mirarlo y siguiendo con lo suyo – He dormido toda la tarde de todas formas.

- Vaya – Shirou tenía una mueca de sorpresa en su rostro – En verdad pensé que no me contestarías nunca.

- “La buena educación conviene para usarla con quien la tiene” – Pese a que Shirou sabía a la perfección que el otro no le estaba prestando atención, no pudo evitar que su rostro mostrase una expresión de duda. ¿Qué tipo de chico usaba refranes hoy en día? Porque él no los conocía, por lo menos no hasta ahora. Mientras su mente hacía esa pregunta, el más moreno que recién había acabado de desenredarse el cabello, lo miró y al ver la extraña expresión que tenía Shirou, se sonrojó ligeramente y levantado un poco los hombros quiso excusarse – Me gustan los refranes.

Shirou no pudo evitar reírse un poco, no por el extraño hecho de que usara y le gustaran los refranes si no por el sonrojo, el gesto y el tono infantil que usó para excusarse, después de verlo tan serio con aquel agente y Terumi se alegró de que en realidad no fuera tan frío y distante. No dijo nada más, pero de repente sintió un escalofrió y todo su cuerpo tembló.

- ¿Tienes frío? – Preguntó, algo extrañado porque la temperatura era bastante buena.

- ¿Tu no? Estoy helado. – Dijo frotándose las manos para obtener algo de calor. Acto seguido vio cómo su compañero se levantó de la cama rápidamente caminando hacia el regulador de la temperatura de la habitación, tocando varios botones intentando averiguar cómo subir la temperatura, imaginó. – Creo que no deberías levantarte ni estar de pie con esa herida en la cabeza…

- Si, probablemente no debería, aunque he caminado un poco antes y no me he mareado ni nada, así que supongo que estoy bien. – Cuando acabó de subir la temperatura  se acercó a cama del otro y se sentó a su lado, con su cuerpo dirigido hacia el cabecero de la cama, la dirección opuesta del que estaba el chico de pelo plateado haciendo que se mirasen frente a frente.  – Dame la mano. 

-¿Qué? – El chico de delante suyo le extendió la suya propia, haciéndole una seña con esta para que acercara su mano a la de él. Lo hizo titubeando un poco, y cuando su mano tocó la contraria, rápidamente fue cubierta por ambas manos del contrario, frotándolas contra la suya y trasmitiéndole una cómoda calidez, eso le incitó a extenderle la otra mano también, obteniendo el mismo trato y la misma calidez y confort en ambas.

- Vaya, sí estás helado. – Shirou esperó un “Eso es porque estás muy delgado” u otro tipo de comentario por el estilo, pero no le dijo nada más.

La luz de la luna que entraba por la ventana iluminaba perfectamente aquel lado de la habitación, así que Shirou pudo ver, por primera vez, todos los rasgos del chico que tenía ahora sentado a su lado y que le miraba a los ojos en aquel instante, él miró los suyos también, tenían una forma rasgada y eran de un negro azabache profundo, observó también el resto de las facciones de su rostro; las cejas eran finas y del mismo verde claro que su pelo y eran parcialmente cubiertas por el flequillo desfilado, nariz pequeña, la forma de sus labios se parecía a la suya propia incluso, ni muy delgados ni muy gruesos, mandíbula estrecha, el pelo liso le llegaba hasta la cintura y le hacia una graciosa ondulación justo en las puntas, el color verde claro le resaltaba el bronceado de la piel y los oscuros ojos que portaba, formando una hermosa combinación. Incluso con el feo y ahora oscuro hematoma en la parte superior derecha de su rostro, el chico parecía bastante joven y agraciado.

- Gracias por esto, eres cálido. – Y no se refirió al calor corporal era más bien a la forma en la que lo miraba y le tocaba las manos, suavemente y con cariño, haciéndole sentir como si fuera un niño de nuevo. Le tenía tan cerca y por primera vez alguien no le inspeccionaba con la mirada, juzgándolo o sintiendo lástima por él. Eso le dio una sensación de confort y comodidad que no tenía desde hace tiempo. 

-Estoy bastante seguro de tener una temperatura normal, creo que más bien tú estás destemplado. Aunque me extraña que con lo frío que estás, no te hayas despertado antes. –El chico no dejó de intentar proporcionar calor a las manos del otro en ningún momento.

- Bueno, soy norteño, estoy acostumbrado al frío. – Miró por un momento al moreno y este dejó salir una carcajada – ¡Oye! ¡No te rías de mí! – Le reprochó, inflando la mejilla derecha en una mueca muy infantil que en realidad combinaba muy bien con el rostro del pálido chico.

- Perdona es que, es muy raro que alguien que vive en la nieve tenga tanto frío en un día con una temperatura tan buena como hoy, sobre todo si no tiene fiebre. 

- Bueno, siento no ser perfecto… - A diferencia de su compañero, él seguía con su mueca infantil, aunque las palabras salieron desde lo más profundo de su ser porqué realmente se sentía culpable no ser perfecto. Escuchó como una pequeña risa salía de los labios de su compañero, de nuevo.

- Ya, bueno, es lo que tienen los seres humanos, no hay forma de que ninguno sea perfecto.

- ¿Entonces no crees que alguien pueda llegar a ser perfecto? 

- Creo que es imposible ser perfecto, sobretodo porque en mi opinión la perfección en una persona es relativa. Para ti alguien amable e infantil puede ser perfecto y maravilloso, y para la persona que tengas al lado un fastidio total. Y también es bastante improbable que te gusten todos los aspectos de una persona, puedes encontrar a una que sea perfecta para ser tu amiga o pareja, pero no creo que puedan llegar a gustarte todos aspectos sobre ella. En fin, es una pérdida de tiempo total intentar controlar lo que piensan o sienten los demás, porque jamás podrás tener control sobre eso, esa es mi opinión personal. ¿Tú quieres ser perfecto?

- Supongo que algo así

- ¿Y para que necesitas ser perfecto? – El moreno esperó una respuesta que él no sabía darle en ese momento. Los orbes negros no dejaban de mirarle, hasta que de repente pareció que otra idea había cruzado en su mente - ¿Para quién? – El más moreno se arrepintió un poco de la pregunta al ver la tristeza reflejada en el pálido rostro de Shirou, quiso disculparse y decirle que lo había preguntado sin pensar, pero este le contesto después de soltar un largo suspiro.

- Para mi padre, supongo. Es decir, mis padres murieron en un accidente de tráfico mientras iban a recogernos a mi hermano y a mí del club de fútbol. Recuerdo que lo último que me dijo esa mañana cuando nos dejó en el colegio fue: “Tu hermano y tú juntos deberíais ser perfectos.” 

- Vaya, así que te gusta el fútbol y eres huérfano, yo que pensé que no podría tener nada en común con un chico que parece tan buena gente. – El moreno sabía que estaba dando demasiada información que no debía, pero parecía que el chico quería hablar con alguien y sintió que si no cambiaba de tema iba a ser algo muy incómodo para ambos - ¿Fuiste a un orfanato o a un centro de re-inserción de menores? 

- A un pequeño orfanato, Atsuya y yo éramos muy pequeños todavía para ir al centro. 

- ¿Era un buen sitio?

- No estaba mal, era pequeño y no éramos muchos. Teníamos sólo a dos personas cuidando de nosotros, pero llegó a ser incluso familiar, aunque el estar con mi hermano ayudó bastante en eso. ¿Y tú?

- Me alegro de que te colocaran en un buen sitio, es difícil encontrar un sitio así. Yo estuve en un centro de re-inserción y era una mierda. – Shirou no pudo ignorar el pasado en la última frase.

- ¿No sigues en el centro? – Preguntó extrañado, no parecía que tuviera edad para haber acabado los estudios siquiera.

- No, me fui hace tiempo…  - Los ojos negros expresaban una tristeza y soledad que conmovió el corazón de Shirou, estuvieron unos minutos así, el de pelo largo con la mirada perdida mientras acariciaba las manos del de pelo gris y el último sin poder apartar la mirada de la triste expresión de su compañero hasta que este suspiró y volviendo a enfocar su mirada en los ojos grises del contrario, sonrió. - Cambiando de tema, ¿En qué posición juegas? Tienes pinta de defensa. – Shirou notó que no quería hablar del tema y él no dijo nada al respecto porque no quería incomodarlo, parecía que se estaba soltando un poco y le gustaba hablar con él. 

- Pues sí, aunque también soy bueno de delantero. Mi hermano solía querer esa posición para él aunque no me importaba porque me gustaban ambas. A ver si adivino… ¿Delantero?

- No, centrocampista. Aunque apreciaría algunos consejos para la defensa, tengo uno en casa pero no puedo enseñarle todo. Aunque es muy bueno con el control del balón para ser tan pequeño.

- ¿Tienes uno en casa…? ¿Cómo un hermano?

- Bueno, no exactamente un hermano… Pero supongo que Masaki es algo así como un familiar. – La mirada del chico cambió totalmente al mencionar a Masaki, realmente era lo más parecido que tuvo nunca a un verdadero familiar. – Aunque no será por mucho tiempo, conmigo no puede quedarse más… - La negra mirada del chico pareció entristecerse con cada palabra que pronunciaba - No puedo seguir protegiéndolo… - Cuando el moreno dejó de hablar, apartó las manos de las del chico más pálido y posó su mano derecha en su mejilla izquierda con un toque suave, que apartó rápidamente – Bueno, creo que tu cuerpo ya está mejor y en la habitación hace calor, así que deberías irte a dormir ya, creo que mencionaste antes que mañana tienes visita. Es tarde… deberías descansar. – Esta vez, Shirou sólo sintió un par de palmaditas en su pierna y vio como el moreno se levantaba y se sentaba de nuevo en su cama. – Buenas noches, Shirou. Descansa.

- Buenas noches. – Le gustaría haber sabido su nombre en aquel momento, pero no se atrevió a preguntar.

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Shirou se despertó al notar como una cálida mano le acariciaba lentamente la cabeza y jugaba calmadamente con su pelo. Abrió los ojos notando al principio que la luz aún era demasiado tenue para deslumbrarlo, así que llevó su vista directamente al autor de las caricias, Ryuugo. Él era alto y atlético, de piel morena, su cabello y cejas eran de un rosado oscuro, ojos pequeños y negros con un bonito lunar bajo el ojo izquierdo, nariz ancha aguileña y finos labios.

-Buenos días, Shirou. – La voz era baja y cariñosa y Shirou sonrió porque en su mente cruzó la idea de que probablemente nadie más sabía que podía llegar a sonar así.

- Buenos días, Ryuugo. – Posó su mano encima de la que le acariciaba y la apartó de su cabeza lentamente para unir sus manos, acariciando con su pulgar la mano del más alto. – No es que no esté feliz de que estés aquí pero, ¿No es muy pronto? ¿Te han dejado pasar las enfermeras?

- Shirou, por favor, ¡Yo soy el gran goleador estrella Ryuugo Someoka! ¿Crees que no sé cómo colarme a verte sin que me pillen? – Ambos soltaron una pequeña risa ante el arrebato de grandeza del más alto y luego, con la misma calma que al principio, este continuó – Y bueno, quería verte un poco antes del entrenamiento matutino. Tampoco sé si podré venir esta tarde, lo siento.

- No importa, sé que estás ocupado. ¿Tenéis algún partido cerca?  

- Es un amistoso, pero he oído que vendrán algunos ojeadores, puede que sea más por el hecho de que es contra la Teikoku Gakuen y probablemente vengan a verlos sólo a ellos pero pienso dejarlos flipados con mi remate ¡Ya verás! No tendrán más remedio que fijarse en mí.

- Serían unos completos idiotas si no se fijasen en un delantero como tú.

- ¿Verdad? 

Shirou miró a Ryuugo con cariño. De verdad pensaba que cualquier persona en el mundo sería idiota al no fijarse en alguien como él. Sí, era muy arisco al principio y puede que por su aspecto diera un poco de miedo, pero se dejaba la piel por su equipo y tenía un afán de superación personal innegable y siempre lo apoyó en todo, incluso se lo llevó con él cuando se separó inevitablemente de su hermano, puede que fuera un poco porque Atsuya le amenazó con que debía cuidarlo ahora que él no podía pero aun así no tenía por qué cuidar de él hasta ese extremo. 

- Bueno, tengo que irme al entreno, envíame un mensaje si necesitas cualquier cosa. –Shirou le soltó la mano que retenía a Someoka en ese momento para dejar que este se levantara después de darle un par de suaves palmadas en su pierna izquierda. 

-Tranquilo, estaré bien, además al contrario de ti a mí las enfermeras me adoran. 

-Ya ya, deja de ligarte a las enfermeras y concéntrate en tu terapia, así podrás ligar con mujeres de todas las profesiones. 

Oh, cómo explicarle que lo que él quería en esos momentos no era ligar con chicas, si no besarle a él. Alejó esa fantasía de su mente para sonreírle y despedirse con un gesto. Cuando el otro dejó la habitación, cerró los ojos recordando el tacto de las caricias y la calidez que le propinó el moreno minutos atrás, relajándose. Sabía que no valía la pena dejar que su mente sucumbiese ante ciertas ideas que seguramente no iban a ocurrir. Puede que lo que le dijo aquel chico fuera cierto y que fuera imposible ser perfecto y controlarlo todo, por mucho que uno se esforzase… Abrió los ojos de repente ante tal pensamiento, pues se había olvidado del su compañero hasta ahora. Se incorporó rápidamente y dirigió su cuerpo al lugar donde debería estar el moreno, pero la cama estaba deshecha y no había nadie. ¿Se había ido? ¿Con ese golpe en la cabeza? Él no era médico pero estaba seguro que eso era peligroso. Escuchó un toque en la puerta y sin cambiar su posición miró hacia allí para ver a una enfermera que traía dos bandejas con el desayuno.

- Buenos días, esto es para vosotros… ¿No debería de haber aquí otro paciente? – Preguntó sorprendida, comprobó la hoja en la que tenía el reparto apuntado para ver si había algún tipo de error en la ficha o ella se había equivocado. 

- Sí… no sé si le lo han llevado a hacerse algunas pruebas más o algo… - Aunque le extrañaba, era demasiado pronto para que ya hubieran venido los médicos y ya le habían hecho un montón de pruebas el día anterior para que tuvieran que hacerle las pruebas los médicos de guardia y tampoco escuchó voces ese día hasta que habló con Someoka.

- Está bien pues dejaré esto en su mesa para cuando vuelva. – Mientras ella estaba poniendo la bandeja en otra mesa, él se levantó y quitó algunos objetos que tenía en la suya dejándola libre. 

- Bien, esta es la tuya. – La enfermera le dejó la bandeja en su mesilla y se fue apurada de la habitación, cerrando la puerta. 

- Gracias. 

Se acercó la mesa móvil a la cama y destapó la bandeja. Bien, ahora empezaba su propia guerra. Empezó picoteando ligeramente las tostadas, intentando no calcular las calorías, aunque era algo automático. Recordó lo que le había dicho el ahora desaparecido compañero de cuarto, no había nadie perfecto y no se pueden controlar todas las cosas. Al principio le pareció que esas palabras eran cómo veneno para él, quien trataba de subyugar su enfermedad a base del control pero de repente tuvo una especie de epifanía: Terumi le había dicho que la obsesión con el control era el problema principal de que sufriera esta enfermedad, así que lo que había estado haciendo hasta ahora era probablemente como intentar apagar un fuego echándole leña.

“No puedes controlarlo todo” Se repitió a sí mismo, una y otra vez mientras hacía un gran esfuerzo para seguir con la mente en blanco mientras comía. Intentó ir lo más rápido que pudo y en unos minutos logró acabarse todo lo que había en la bandeja, que en realidad no era mucho, pero era un avance. Quiso hacer un gesto en señal de victoria, pero le quedaba intentar gestionar la parte en la que se sentía culpable y quería, por lo menos, rebajar la parte de él que deseaba quemar todo lo ingerido. Apartó la mesa de la cama dejándola en una esquina y justo cuando se volvió a sentar en su cama, escuchó un toque en la puerta y esta se abrió ligeramente quedándose entornada.

- Shirou, soy Terumi, ¿Estás desayunando? – Preguntó el rubio prudentemente. Él sabía que en algunos casos, a la gente que sufría anorexia no le gustaba comer en público o que nadie les viese comer, incluso si eran conocidos o familiares y la verdad es que estaba seguro que Shirou era una de esas personas. 

- No, tranquilo he acabado. – El menor vio como Terumi abrió la puerta para ingresar en la habitación. Una vez dentro, cerró la puerta y caminó hasta él, pasando su mirada por la cama vacía en la que debía de estar el chico del día anterior.  

- ¿Se ha ido? – Preguntó mientras seguía acercándose al otro hasta llegar a su lado, sentándose en el borde de la cama.

- Eso creo. No le han llegado a dar los resultados de las pruebas que yo sepa, así que espero que no le pase nada…

- Te ves preocupado ¿Hablaste con él? ¿Se hicieron amigos?

- Hablamos muy poco para decir que nos hicimos amigos pero… Supongo que me hubiera gustado. No me pareció tan mal chico cómo para que la policía viniese preguntando por él y además… - Se quedó en silencio de repente, no sabía muy bien como decirle que le pareció alguien especial sin que fuese malinterpretado.

- ¿…Además? Venga, puedes contarme las cosas tal y como las sientes, me pagan para eso, ¿Sabes? – Terumi esperó que se riera con el comentario pero el otro pareció demasiado absorto en sus pensamientos para hacerlo.

- No sé, me gustó. Es decir, creo que de alguna forma intentó ayudarme, cuidar de mí. Sé que tengo personas a mi alrededor que lo hacen pero… Creo que fue la primera vez que alguien habló conmigo sin verme con lástima o hacer algún comentario sobre mi cuerpo. Por un momento fue como si las cosas estuvieran como antes de esto. Yo sé que a veces es difícil separar la persona de la enfermedad pero… Él me trato como si esta no existiera, ¿Sabes? Fue agradable para mí. 

-¿Eso te hizo recordar cómo te trataba la gente antes, verdad? – Shirou asintió – Me alegro que hablar con ese chico haya sido tan positivo para ti, no creas que no he visto al entrar que es la primera vez que te acabas algo. Y que sepas que estoy orgulloso. – Terumi le sonrió y enseguida fue correspondido con otra sonrisa por parte de Shirou.

- Gracias. Y no es que me esté quejando pero ¿No es muy pronto para que estés aquí? – Había notado el agotamiento y las ojeras que tenía el mayor en el rostro.

- Oh, en realidad es muy tarde. Aún no me he ido a casa, he tenido mucho lío, sólo quería pasarme antes, cómo me han doblado el turno tengo hasta mañana libre así que te tocará hacer la terapia con la chica de guardia. Pero mañana quiero que profundicemos más sobre esta conversación. Ahora necesito un descanso.

- Que descanses.

El rubio se fue casi arrastrando los pies y dejando la puerta entreabierta, así que se levantó para cerrarla, tenía tareas que hacer y el ruido de afuera no le ayudaba en nada. Sí, que estuviera ingresado no significaba que no hiciera nada en todo el día, ya que se iba a saltar un año de formación académica pensó en aprovechar para estudiarse algunos apuntes que amablemente un amigo del Hakuren le enviaba y cursaba la misma carrera que él quería emprender. No llegó a terminarse de leer la primera página que escuchó como la puerta se abría de repente. Un niño de no más de 7 años entró rápidamente y echó un vistazo.

- Aquí tampoco está… - Susurró el niño para él, decepcionado.

- ¿Buscas a alguien? ¿Te has perdido? – Preguntó Shirou, pues pese al bajo tono que había empleado el menor, él pudo escucharlo perfectamente.

- ¡Yo no me he perdido! ¡Él se ha perdido! – Los ojos del pequeño se empezaron a humedecer y Shirou se levantó lo más rápido que pudo para llegar a él. 

- Está bien, está bien.  – Le acarició lentamente la cabeza al niño y uso un tono de voz suave y calmado, en un intento de tranquilizarlo - ¿Quién se ha perdido? ¿Tu mamá? ¿Tu papá? 

Obtuvo como respuesta una pequeña negación con la cabeza. Este se quedó inmóvil intentando no romper en llanto, su pequeño cuerpo estaba tenso, sus claros ojos marrones seguían húmedos, fruncía sus finos labios haciendo una mueca y el pelo azul grisáceo le enmarcaba la cara. La tensión del momento fue abruptamente detenida por el sonido de las tripas del menor. Este se sobresaltó y el más mayor sonrió.

- ¿No has desayunado? ¿Quieres comer algo? – El niño asintió y él le acercó el desayuno que tendría que haber sido para su compañero de cuarto… Aunque supuso que no iba a serlo más. – Bien, come lo que quieras.

Sin decir ni una palabra el menor empezó a comérselo todo velozmente, así que Shirou intentó aprovechar que estaba un poco más indefenso y distraído por la comida para interrogarle un poco.

- ¿Y cuál es tu nombre?

- ¡Masaki! – El niño continuó comiendo felizmente mientras Shirou sólo podía plasmar una expresión de sorpresa total, no podía ser, ¿Verdad?

- ¿Te gusta jugar al fútbol, Masaki? – Al hacerle esa pregunta el menor volteó la cabeza rápidamente para mirarlo, aún con comida en la boca, acabó de masticar antes de contestarle con un brillo en los ojos inocente e ilusionado.

- ¡Sí, me gusta mucho! ¡Algún día seré un gran defensa!  

Notas finales:

¿Qué tal? ¿Les gustó? Ya lo mencioné antes pero hace mucho que no escribo, así que me haría muy feliz un review para saber que os está gustando o si tengo que hacer un cambio de dirección en la historia.
Siempre acepto sugerencias, así que si tienen alguna siempre son bien recibidas.
Puede que en un futuro aparezca algún personaje de Inazuma Eleven Ares.


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