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Polos opuestos por Verde Lima

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Pensé que saludar a la gente iba a ser un trabajo relativamente fácil, y para ser mi primer día no me parecía mal. 

 

Pero me equivoqué, es una mierda, algunos son tan mal educados que no devuelven ni el saludo.

 

¿Tanto les cuesta? Al menos podrían mirarme, que yo sé que David, el jefecillo, me ha puesto a mí ahí por guapo.

 

Cuando todo el mundo ha entrado y se han tirado a las copas como hienas, he ido a David a preguntarle qué hacer.

 

—Estate quietecito y no hagas nada, no sea que la líes—me dice sin mirarme.

 

—Perdona, ¿esperas que esté seis horas sin hacer nada?—le digo indignado.

 

—Son ocho, y sí, no toques nada. Si alguien te pregunta avisas a algún compañero y no hables con los comensales.

 

—O sea que no hago nada.

 

—Como si alguna vez hicieras algo, niño pijo.—Se va después de decirme eso y no le puedo ni contestar.

 

Este tío tiene un problema con la gente como yo, de buena familia, no por eso soy un pijo como él no deja de repetirme. 

 

¿Sabes qué son 8 horas sin hacer nada? Una puta tortura, me aburro más que una mona y encima nadie habla conmigo. Al final me voy a la cocina, a ver si puedo hacer algo, pero después de que me digan siete veces “Quita, pijo”, “Cuidado, pijo” y “Aparta, pijo” me doy cuenta de que ya tengo mote y de que no van a dejarme hacer nada a menos que David lo diga. 

 

Decido irme a la puerta de servicio, seguro que si David me ve entre los invitados me cae una bronca. Este tío es un perturbado que me tiene manía, pero estoy harto de que me aparten como si fuera tonto y fuera a estropear algo con solo mirarlo.

 

 

No llevo tabaco encima y me muero de ganas por un cigarrillo, no suelo fumar a diario, pero tantas horas sin hacer nada me está devorando por dentro. En la puerta hay unos chicos, van vestidos de calle y me acerco a ellos.

 

—¿Me dais uno?—pregunto educadamente, el gorroneo no es mi fuerte, pero es que de verdad me muero por fumarme uno.

 

 

—Claro, tío, toma—me dice uno bajito, y nada feo, la verdad.

 

Alguien amable después de horas de que me ninguneen. Yo no sé si voy a aguantar otro día así. 

 

 

—¿Estás trabajando con el grupo de David?—me pregunta el mismo chico. Los otros dos se han apartado un poco de nosotros.

 

—Sí...

 

—Es un tío majo.—No sé si habla con ironía, pero mejor no digo nada, no sea que este sea muy amigo del Hitler del Catering y al final tenga lío.

 

—Uhm—dijo sin mojarme ni un pelo mientras inhalo el humo hasta los lugares más recónditos de mis pulmones. 

 

 

Escucho la puerta abriéndose detrás de mí, como si tuviera un sexto sentido, ojos en la  nuca o supiera que mi mala suerte no iba más que a peor sé quien es sin girarme.

 

—¿Escaqueándote?—¿Por qué le caigo tan mal? No hemos hablado casi nada y ya lo he notado con su primera mirada cuando nos conocimos hace horas.

 

No es a la primera persona a la que le caigo mal, pero ¿tan mal tan rápido? Sí.

 

—Solo estaba fumando un segundo—digo, pero ya sé que le importa una mierda. Él también está allí, y no llevo ni cinco minutos.

 

—Para lo que estás haciendo, vete ya a casa—dice encendiéndose él mismo un cigarrillo. No puedo evitar quedarme mirándole encenderlo e inhalar, es un capullo pero el gesto ha sido muy sexy.

 

—Ok.—Tiro la colilla, le doy las gracias al chico con el que se queda hablando David y me reprendo a mí mismo. Ya tuve suficiente con los capullos que me hacían la vida imposible en el colegio como para caer en otro imbécil que disfruta tratándome mal.

 

Veo salir a un grupo de camareros que parece que también se van. Nos montamos en una de las furgonetas del catering. 

 

Algunos hablan animadamente, pero otros están lo suficientemente cansados para estar tan callados como yo. 

 

—¿Qué tal tu primer día, pijito?—A este no lo había visto todavía. Al menos, aunque ha usado el mote que se me ha quedado, no lo ha hecho con desprecio.

 

—Muy aburrido—confieso, y es la verdad.

 

—Ya, me imagino que esto para ti debe ser una mierda.—Está un poco oscuro pero aunque no es muy agraciado de rostro tiene una cara simpática, hace una mueca como de resignación—Pero es un curro como cualquier otro.

 

—Sí—digo, aunque la verdad es que no he trabajado en mi vida, así que no tengo ni idea.

 

Volvemos a quedarnos en silencio, y en el fondo estoy deseando llegar a mi casa, meterme en la cama y no volver a ver a esta gente nunca más en la vida.

 

 

 

 

 

 

—¿Qué te ha hecho ese chaval, David?—me pregunta Kai, mirando como se va Borja. 

 

Kai es uno de los técnicos de sonido con los que trabajamos, y un amante recurrente desde hace un tiempo. Al parecer estaban hablando cuando yo he llegado y me molesta. No es porque esté celoso, sino porque ya me va conociendo más de lo que me gustaría.

 

 

 

—Odio los tipos como él—digo relajándome por primera vez en todo el día.

 

Ya solo quedamos unos pocos, los borrachos son complicados pero ya tenemos experiencia y al final siempre nos dejan buenas propinas. Suelo dejar a la gente que más necesita el dinero para que se lleven un pequeño extra.

 

—Tío, no puedes ser tan generalista.—Kai es un hippie de la vida, que vive de la música y al que todo le parece bien. A veces es bueno estar con gente así, pero hoy no estoy de humor para que nadie me sermonee.

 

—Este “chaval” es el sobrino de Marita, no necesita estar aquí y sus papis ricos habrán pensado que le vendría bien un poco de realidad.—Le doy la última calada a mi cigarrillo—Y yo se la voy a mostrar.

 

 

—Si no te conociera y supiera que eres un buen tipo, diría que te estás regodeando.—También tendía a no tener pelos en la lengua, algo que solía gustarme.

 

 

Pero quizás sí tiene un poco de razón, el pijo no ha protestado desde que ha llegado y le he dejado claro su sitio. Pero no lo quiero en mi equipo, sencillamente, no lo quiero cerca. No se lo voy a reconocer a Kai, pero le tengo envidia. Ya le conocía, le había visto en un evento con el catering. Todo rubio, ebrio y apestando a rico. 

 

Como el resto, nunca prestan atención a los camareros, aunque no era de los peores, su grupito de amigos sí habían sido unos capullos y nos habían dado la noche.

 

De nuevo, él no había hecho nada pero aquel era su mundo, uno al que quiero acceder. Pero al que me va a costar mucho llegar, tengo un plan, tengo un futuro que me estoy construyendo yo solo. Sí, Borja me da envidia, él nació en ese mundo, yo voy a tener que entrar por la puerta de atrás, como ahora.

 

Miro a Kai, no tengo ganas de pensar más en Borja, con suerte no volverá y no tendré que pensar nunca más en él.

 

 

—Tengo 15 minutos—le digo inclinándome hacia él. No hay nada mejor que echar un polvo para dejar de pensar, y por suerte Kai es un polvo cojonudo. 

 

 

Nos vamos a la furgoneta, me tengo que quitar el traje blanco pero obtengo una estupenda recompensa cuando lo tengo amorrado de rodillas a mi polla. 

 

Sin duda es lo mejor de la noche, le agarro del pelo negro y lacio guiándole más rápido, 15 minutos se pasan volando y tengo que volver. Me pasa un condón y se prepara solito, casi puedo sonreír al pensar lo sincronizados que podemos llegar a estar. Pero se empala y la verdad, ya no pienso.

 

No pienso en nada, solo me lo follo. Cuando estoy a punto se correrme mi mente, esa puta traicionara, me juega una mala pasada. 

 

Es la cara de Borja la que veo, es el culo enfundado en el uniforme blanco del pijo lo que parece que estoy agarrando. 

 

Es la sonrisa provocadora y las palabras que dijo esta tarde las que oigo.

 

“—¿No te quedas a ver cómo me queda?"

 

Y me corro pensando en como me lo follaría, en esa furgoneta o en cualquier otro lugar.

 


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