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Polos opuestos por Verde Lima

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—En serio, es un buen tío—Es la quinta vez que lo repito, Lucas solo dice—aha—por quinta vez también.

 

No ha vuelto aún, pero nos llamamos casi todos los días. Yo estoy en mi nube con David y la verdad, no tengo ganas de bajarme todavía.

 

Ha sido un año de mierda, y al menos él me está emocionando. Que ya sé que será un polvo y si te he visto no me acuerdo. Pero bueno, mientras tanto lo disfruto y me monto mi película, que para eso es mía.

 

—Borja, yo te quiero.—Ay no, sermón. Pocas veces Lucas se pone serio, poquísimas pero cuando lo hace es un coñazo, peor que mi madre—Pero tienes un gusto pésimo para los tíos. Dime que no te vas a enamorar y dárselo todo como al resto. Por favor.

 

 

Bueno, esa era la idea. Un poco de contención, pero la contención y yo nos llevamos regular.

 

¿Cómo ponerle puertas al mar? 

 

—Borja...

 

—¡Qué sí, qué sí!—yo quería fantasear un poco con mi amigo, pero es un cortarollos, debería buscarme otro.

 

—Te echo de menos—quizás por eso no le cambio—esto sin ti no es lo mismo.

 

A lo mejor en otro momento lo hubiera dejado todo y me hubiera largado con él, pero aparte de que no quería darle la razón a mi madre, tenía motivos aún más importantes para ir todos los sábados a trabajar.

 

—Cuéntame, quiero detalles jugosos.

 

La siguiente es una sucesión de todos los rollos, escándalos y revolcones de todo mi grupo social.

 

Sin embargo, yo solo puedo pensar en uno, en uno que no se me va de la cabeza desde el sábado.

 

 

 o0o

 

Mi madre ha hecho empanadillas y Nacho está dando saltos por la cocina. Mi hermano pequeño es hiperactivo, aunque a mi madre esa palabra le tuerza el morro. 

 

Somos tres, con ella cuatro. Somos muchos, y todos en casa. Ella nos llama su pequeño harem de hombres, pero sé que mi madre hace que no cata un hombre desde hace muchos años.

 

La quiero con toda mi alma, y lo único que quiero es que descanse un poco, coño, que se lo merece. Pero en vez de descansar ha hecho empanadillas porque sabe que Nacho se vuelve loco por ellas. Ojo, que están de puta madre y yo soy el primero que las devoro, pero creo que mejor hubiéramos puesto pizzas congeladas y ella estuviera en el sofá viendo los programas de cotilleos que tanto le gustan.

 

Pero claro, entonces no sería mi madre ni nosotros sus hijos.

 

—Para ya, coño—agarró a Nacho sentándolo en mi regazo y abrazándolo. Es una minicopia mía, y yo lo soy de mi padre. Eso es de lo que me acuerdo, de lo que veo en las fotos y de los ojos de mi madre cuando nos mira con los ojos llorosos.

 

Eso es amor, y ese es el amor que solo entiendo. Ese que te hace serle fiel a un hombre que lleva muerto 10 años, y lo demás son tonterías.

 

 

Desde que me di cuenta de que a mí lo que me iban eran las pollas, he aspirado a encontrar algo así. Quizás no le he puesto mucho empeño, pero es que tengo mucho lío, entre estudiar y trabajar ya me dirás de donde saco tiempo para algo más que un polvo.

 

Pero eso no quita para que pueda echar muchos, y de eso no me privo.

 

El rubito pijo no se me va de la cabeza, porque besa muy bien, y sí, el culo lo tiene durísimo. Sé que es un problema, porque nuestras clases no se tocan ni para darse la mano, pero bueno, un culo es un culo, y a él también se le ve con ganas.

 

Solo espero que no se me vaya luego de las manos, dudo que siga en eso más tiempo del necesario. Sin duda no necesita trabajar en un catering, así que será un trabajo de un verano y un polvo de una vez. Quizás dos, por mi le daba tres.

 

A quién voy a engañar, me lo voy a tirar todas las veces que pueda, y me gusta demasiado la idea.

 

Nacho ha salido corriendo otra vez para hacerle los coros a la empanadillas de mamá. 

 

Agarró una que aún está escurriendo el aceite en el papel de cocina después de freirla.

 

Le meto un bocado y me arde la lengua, pero joder, qué buenas están.

 

 

o0o

 

Cuando llega el sábado me acicalo más todavía, no soy de mucho vello, pero me he pasado la cuchilla por todo mi cuerpo rasurable y estoy más suave que el culo de un bebé.

 

Me subo a mi audi y me voy al catering, me muero por verle, ¿él también tendrá ganas de verme?

 

Espero que sí, que no tenga su lado amargo y haga como que no existo otra vez.

 

Pero no, sí que existo y cuando le veo, me ve. Y me mira, vaya que si me mira, y yo por no ser menos le miro un montón.

 

No me va a dar un beso de tornillo delante de todos, eso lo sé, no soy tonto. Pero cuando me habla, me derrito casi como si lo hubiera hecho.

 

—Borja, ¿te quedas a los cócteles?—Dios, a mi me ha sonado a me gustas más que el pan y te voy a comer enterito después.

 

Yo sonrió y asiento. Ya tenemos una cita, así que estoy un poco nervioso y expectante. 

 

Me gustan sus miradas toda la noche, aunque suene a tópico sus ojos oscuros queman como fuego sobre mi piel. Pero es que soy capaz de sentirlos.

 

Así que cuando voy a por unas botellas que se han quedado en la furgoneta, y lo noto me creo que son sus ojos, pero son sus manos. 

 

 

Me dan la vuelta y me besa, por fin. Llevo una semana esperando eso.

 

—Cuidado, los trajes—me dice cuando busco un sitio para apoyarnos y él me frena. Son jodidamente blancos y yo estoy al rojo. ¿Cuántas horas quedan para que acabemos?

 

—Esta noche te llevo yo a casa—me dice como si me hubiera leído el pensamiento, o es que él está pensando lo mismo.

 

Lo cachondo que estoy hasta que esa promesa se cumple, no solo lo sé yo, los jodido pantalones blancos son una tortura. No veo la hora de quitármelos o que me los quite, mejor.

 

 

 

 

Cuando llegamos a la oficina de mi tía, y nos despedimos del resto no sé cuanto puede una persona aguantar tanta tensión sexual y no estallar.

 

Pero ya os digo yo que poco, porque acabamos en un callejón oscuro haciéndolo en el coche de David.

 

 

De mi coche, con el que he llegado ni me acuerdo, ya iré en taxi mañana, porque no voy a perderme esto ni de broma.

 

Sin pantalones blancos, todo es más fácil. Y muy rápido, en nada nos estamos besando, en nada tiene sus manos dentro de mi pantalón tocándome el cuelo. Se siente tan bien.

 

 

Como estoy sentado a horcajadas sobre él no tengo mucho para maniobrar pero tengo unas ganas de comerle la polla que me están matando, pero algo está claro, ganas nos tenemos los dos que no nos separamos ni para respirar.

 

Yo sé que con los dos dedos que llevo dentro casi casi estoy, y cuando David saca un condón y lo rompe con los dientes yo estoy a punto de caramelo, está condenadamente sexy haciendo eso.

 

Maniobra con su pantalón y cuando noto su carne caliente, hirviente contra mi culo, no puedo evitar frotarme. Se pone el condón y me sonríe.

 

Vale, estoy cachondo a niveles estratoféricos, pero creo que me acabo de enamorar. Pero de verdad, no como creía que lo estaba cuando hablaba con Lucas.

 

Ya sé que suena a cliché, pero me ha atravesado y no ha sido solo con su polla, que por cierto me la ha metido hasta el fondo.

 

Me muevo como puedo, no es que me guste mucho hacerlo en un coche, pero cuando aprieta, aprieta y cómo aprieta.

 

—Dios, Borja, ¡qué culo!—Yo me lo tomo como el halago que es, hace un rato que me la he sacado y trato de masturbarme, pero David me ha quitado la mano y es él el que me toca.

 

Y el gesto me pone tonto, porque aunque parezca mentira mis amantes, incluso novios, han sido una puta mierda demasiadas veces. 

 

 

Le aprieto la polla todo lo que puedo con mi culo, y ya no soy yo el que se mueve es él el que me clava desde abajo sin dejar de tocarme.

 

Me muerdo los labios sin parar de gemir y me corro, me corro como un animal mientras digo su nombre como un niñato enamorado.

 

Estoy en una nube postorgásmica con David clavándose en mí a lo loco, ha sido un buen polvo, muy bueno de verdad. Y me agarra la cara, pienso que quiere besarme pero no, me separa un poco para mirarme. Entre las brumas de mi post, le veo lo loco de deseo que está y le chupo un dedo que tiene demasiado cerca de mi boca. 

 

Se corre mirándome y me encanta que lo haga.

 

Aún le tengo dentro porque me tiene agarrada la cara muy fuerte, y parece que va a decir algo, pero solo me acaricia la mejilla.

 

Parece relajado, muy relajado y yo me dejo mimar, porque las caricias en mi vida brillan por su ausencia.

 

 

Pero me bajo porque allí no puedo estar toda la vida y él se quita el condón.

 

Le miro un poco sin saber qué decir, porque un “me gustas” es como cavar mi propia tumba para el desamor, a mi me llega demasiadas veces demasiado pronto y a ellos no suele llegarles nunca.

 

—Dime la dirección otra vez, que ya ni me acuerdo—me dice David sonriendo.

 

 

En nada estamos de nuevo en marcha y en menos entrando a mi urbanización.

 

 

Pasamos casas y casas, y la sonrisa de David ha desaparecido. Cuando llegamos él mira hacia la propiedad de mis padres y yo me pongo nervioso.

 

—¿Quieres pasar?—Ya hemos echado el polvo prometido, pero yo por mi repetiría. En mi cama, en el sofá o en la piscina. Con tiempo y espacio para explotarlo completamente.

 

Pero a David no parece convencerle.

 

—Mejor, no.—Parece molesto, creí que le había gustado, pero ahora está poniéndose raro.

 

El silencio es espeso y ya me siento incómodo. Este chico tiene cambios de humor que me atacan los nervios, joder, todo había ido tan bien.

 

Pero bueno, tampoco era nuevo. 

 

 

—Bueno, pues hasta el sábado—digo para salir de ese ambiente opresivo—Gracias por traerme, me ha ...—joder ni me mira—me ha gustado mucho.

 

Voy a acercarme a darle un beso, pero me hace un giro de cabeza que me duele, y no por perder el equilibrio.

 

 

Creí que le había gustado, y ahora parece hasta enfadado.

 

Me bajo del coche y le falta tiempo para irse. No debería venirme abajo, pero he tocado el cielo y acabo de darme con el suelo en toda la cara.

 

 

Entro en mi casa, y me voy directo a la cama sin entender nada de nada.

 

 

Notas finales:

Ais mi Borjita que necesidad de cariño tiene el pobre mío.


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