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Polos opuestos por Verde Lima

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La televisión suena pero yo llevo más de una hora mirando el reloj como quien no quiere la cosa. Es sábado y a esta hora ya tendría que estar recogiendo mi impoluto uniforme blanco del catering.

 

No he avisado, sé que es una putada para el resto de compañeros que no tienen la culpa de que me gusten siempre los capullos.

 

Pero no voy a ir, llevo toda la semana con la imagen de David y el trabajito oral que le estaba dando el técnico de sonido en la mente.

 

Esta me ataca en los momentos más inesperados, cuando creo que estoy tranquilo, y un fuerte malestar me invade todo el cuerpo.

 

No le he cogido el teléfono a Lucas porque no quiero escuchar su sermón sobre no enamorarme al primer beso, porque tiene razón y soy un imbécil.

 

Miro cualquier cosa en la televisión tratando de distraerme y dejar de controlar la hora, fracaso, fracaso muchísimo.

 

Pero no voy a ir, me digo, no quiero y no tengo necesidad.

 

Tampoco he salido de casa en toda la semana, porque no quiero y tampoco tengo necesidad.

 

Podría ir a fiestas, incluso engancharme al viaje con Lucas, pero no me apetece.

 

Esta enorme casa es testigo de mi drama, este y los anteriores, y nadie tiene porque verme en este estado.

 

Llevo un pijama absurdo, pero es mi favorito, lleno de marcianos de Toy Story. Es infantil, lo sé, pero la casa ha dejado de juzgarme hace mucho, quizás por eso me resisto a marcharme.

 

En cualquier caso, casi solo la habito yo, es más mía por derecho de habitación que de nadie más.

 

Miro la hora de nuevo, se estarán yendo en la furgoneta, ¿qué les tocará hoy? ¿Habrá barra de cócteles? Por curiosidad he estado viendo vídeos en youtube y he aprendido alguno más.

 

Los podría sugerir como recomendación a los indecisos, pero entonces me recuerdo que no voy a ir.

 

Es que no voy a ir, y a nadie le va a importar, esa es la triste realidad. Estoy seguro que hasta a David le va a alegrar, porque es lo que siempre ha esperado y porque así no tendrá que verme la cara de seta cuando decida acostarse con quien le dé la gana.

 

Que lo haga, a mí me da igual, no somos nada, ¿no?

 

Esa es la dichosa lógica, pero yo me acuerdo de nuestro tonteo y de como había otro chupándosela el sábado pasado, y me cuesta, me cuesta mucho.

 

Ha empezado un programa de salseo donde no conozco ni a la mitad de los que van a hablar de sus miserias personales.

 

Apago la televisión, y miro la hora.

 

David habrá empezado a repartir las tareas, ¿qué pensará de mi ausencia?

 

Me desespero yo solo, "si no voy es para no pensar en él, no para no dejar de hacerlo, Borja" me recrimino a mí mismo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuando llego a las oficinas del catering solo pienso en ver a Borja, joder, no somos nada y no paro de pensar en él.

 

¿Por qué tuve que liarme con Kai sabiendo que él podía encontrarnos? ¿Por qué tuve que querer demostrarle de esa manera que entre él y yo no habría nada más?

 

¿Por qué tiene que importarme si es el tipo de persona que siempre he odiado por principios?

 

Pero cuando vamos a irnos y él no aparece, me doy cuenta de que no va a venir.

 

Creo que he colmado el vaso de Borja, y sé, porque me lo ha dicho Marita que sería el último fin de semana que él iba a trabajar en el catering.

 

Me debato entre alegrarme o sentirme como el culo, y así estoy todo el viaje en furgoneta hasta la finca de rigor.

 

Casi estoy esperando verlo allí cuando lleguemos en su dichoso Audi blanco porque ha llegado tarde.

 

Pero no llega, tengo que asignar el trabajo y me falta él. Sé que otro lo puede sustituir, a veces pasa, pero me pesa su ausencia porque sé que es culpa mía, y odio tener la culpa en algo.

 

Vicky me quiere hablar, seguro que para echarme la bronca, pero la evito todo lo que puedo.

 

—¿Qué le has hecho al pijo?—me acusa, también podría estar enfermo quiero defenderme. Pero no puedo, y me jode.

 

—La he cagado—digo dándome con una bandeja en la frente.

 

—Claro que la has cagado...

 

—Oye, Vicky ¿vas a bronquearme únicamente?—me quejo.

 

—Claro... ¿tú te crees que yo soy tonta?

 

Estoy por engancharme en una pelea con ella porque necesito desfogar, pero a fin de cuentas no tiene sentido.

 

—Te he visto como le mirabas, te he visto defenderle, te he visto sonreír como un imbécil.

 

—Soy imbécil.—Voy a darme otro golpe con la bandeja metálica pero ella lo para.

 

—Ve a por él.

 

Pensaba que iba a seguir machacándome, pero esto me deja fuera de combate.

 

—Tenemos que empezar en 15 minutos, no digas tonterías.

 

—Yo me encargo.

 

—No, ya somos uno menos, dos es imposible.—Pero mi mente está calculando cuánto tiempo puedo tardar en llegar a la urbanización de lujo de Borja.

 

—Hemos tenido noches peores, y lo sabes.

 

La miro, a veces me asusta, pero tiene razón, en peores situaciones nos hemos visto y lo hemos sacado.

 

Aún así me parece una irresponsabilidad irme y dejar a mi equipo tirado porque me guste un pijo redomado.

 

Mi cerebro hace cortocircuito, así que es eso, me gusta Borja, de verdad me gusta. ¿No podría ser otra persona? ¿Tenía que ser él?

 

—¿Y tú como sabes que sé dónde puedo encontrarlo?—La miro sorprendido.

 

—Yo sé muchas cosas, cielo—dice ella con cara de listilla—. Corre, soluciónalo, echas uno rápido y te vuelves, y si te lo traes, mejor.

 

Debo admitir que me tienta demasiado, pero lo mismo no me abre ni la puerta; lo mismo no está en casa; lo mismo está en un yate en mitad del Mediterráneo.

 

Puede que esté pensando en eso, pero le planto un beso en los morros y salgo corriendo cogiendo la furgoneta.

 

Mi mente es un revoltijo de ideas, a cada cual mas loca, pero no dejo de pisar el acelerador.

 

Quiero verle, quiero besarle, quiero decirle que me gustó muchísimo estar con él, trabajar con él, que me gusta y no entiendo el porqué. Quizás eso último no debería decirlo así, suena fatal hasta para mí.

 

Cuando llego a la su urbanización, ya se me tensa la mandíbula, y me harto de mí mismo y mis prejuicios.

 

Llego a la puerta de la casa que recuerdo, sí, sigue viéndose descomunal. ¿Cuánta gente puede vivir ahí?

 

Me vale con que esté él, pero ahora que he llegado me quedo sin saber qué hacer, sin saber qué decir.

 

Las luces están encendidas y todas mis inseguridades brillan en ese atardecer.

 

Estoy tan metido en mi drama que cuando escucho un golpe en la ventanilla me pego un susto de cojones.

 

Del otro lado un vigilante de seguridad me mira como si estuviera a punto de cometer un delito.

 

—¿Qué hace aquí parado?—me pregunta el tipo mirando dentro de la furgoneta.

 

Me muerdo la lengua, porque me dan ganas de decirle que por la mierda de sueldo que le pagarán no venga a hacerse el superman conmigo. Pero yo he venido para algo y no es para esto.

 

Rápido, rápido.

 

—Soy de un catering, he venido a traerles lo que han pedido para una fiesta.

 

El tipo me mira como si no se creyera una mierda de lo que digo, pero llevo el esmoquin blanco aún puesto y en la furgoneta aparece el logo de la empresa.

 

—No tenemos constancia de ninguna fiesta.—Este tío va a ponerme las cosas difíciles—Voy a llamar al dueño.

 

Me va a joder, cuando le veo llamar por teléfono. Se aparta y me sudan las manos, no es así como quiero encontrarme con Borja, pero ya no sé me ocurre qué más hacer.

 

Cuando creo que viene para avisarme de que ha llamado a la policía me dice que puedo pasar. Y a mí se me queda la cara de tonto.

 

Me bajo, y el cabrón no deja de mirarme, por suerte tengo bandejas vacías y con tapa que me van a venir de perlas.

 

Al final se va, y dejo la bandeja, cierro la furgoneta y llamo a puerta de entrada, ultramoderna y ultracara.

 

Se abre sin preguntar, obviamente tiene cámara. Me ha visto y me ha dejado entrar, siento esperanzas, y también muchísimos nervios, no soy de ponerme nervioso, la verdad, pero me sudan hasta las orejas.

 

En la puerta que se abre antes de que llame aparece Borja, nada de tupé, nada de vaqueros de marcas que no podría permitirme ni trabajando dos meses.

 

Está en pijama corto lleno de muñequitos como estaría mi hermano pequeño.

 

Y sus ojos, aunque asombrados guardan algo de recelo.

 

No me extraña.

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Un capítulo más y terminamos.

 ^^


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