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Polos opuestos por Verde Lima

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—¿No vas a venir?—Es mi amigo pero me está cansando ya.

 

—No, Lucas, no voy a ir.—Qué más quisiera yo que subirme a ese yate y poner rumbo a Ibiza, pero voy a volver al catering. 

 

Ojalá no tuviera que ir, pero solo por joder a mi madre que daba por hecho que iba a volver llorando por ver “lo dura que es la vida real”, me trago mi orgullo y lo que haga falta.

 

¡Qué poca fe tienen en mí! Aunque la verdad es que me estoy arrepintiendo de ser tan orgulloso.

 

—Pues va a ser una fiesta fabulosa—dice Lucas al teléfono como si yo no lo supiera. Hace años que hemos dejado de fingir que voy a pasar las vacaciones en familia, para mi las vacaciones desde hace mucho son juergas que duran semanas. Y esta iba a ser la primera vez que me lo iba a perder.

 

 

Pero lo había decidido, ojalá me pusieran en otro grupo donde no estuviera David. En cualquier caso cuando viera a mi tía iba a tener unas palabras sobre ese jefecillo abusador. Ya no solo por mí, ella tenía que conocer qué tipo de gente trabaja para ella. 

 

Obviamente.

 

Ya me imaginaba como lo ponían de patitas en la calle con todo ese ego más grande que él. 

 

—Pásatelo bien en tu “trabajo”—me dice resignado Lucas, la verdad es que él es la única persona a la que podía llamar amigo. Eran de los pocos que no se habían acercado a mí ni por mi dinero ni por mis padres, en realidad somos vecinos. Él también es hijo único y los veranos eran tan aburridos para Lucas como para mí.

 

—Pásatelo bien—le digo, en realidad va a ser el primer verano que pasemos separados. 

 

 

—Nos vemos.

 

Cuelgo y me quedo mirando el techo. En un par de horas tengo que estar en las oficinas y ya me estoy arrepintiendo.

 

 

 

Cuando llego todo está igual a la semana pasada, la gente se mueve súper rápido y yo me canso solo de verlos.

 

—Borja, cariño.—Casi se me saltan las lágrimas al ver a mi tía, ella sí me tiene cariño, o eso es lo que siempre me ha mostrados cuando nos hemos visto. Pero reconozco que la he visto poquísimas veces en mi vida.

 

 

No se parece en nada a mi madre, Marita no entra en los estándares de belleza de doña Carmen, mi santa madre. Se le nota que le gusta la buena comida y que no está obsesionada con su aspecto.

 

—Tía Marita.—La abrazaría pero la verdad es que me da algo de vergüenza, ya no soy un niño. 

 

Aunque no tengo que pensármelo, porque es ella la que me abraza achuchándome como cuando era pequeño.

 

—¡Qué guapo te has puesto!—me dice mirándome y yo me pongo rojo, siempre me dicen que soy guapo, es algo con lo que ya cuento, pero no por eso soy un vanidoso.

 

—Gracias, tú estás muy bien también—le digo sonriendo contento. Un poquito de cariño después de tantos días solo,  es una bendición.

 

—Yo me he comido a mí misma, ¡pero qué buena estaba!—Se soba la barriga como si estuviera en un anuncio, y la verdad es que me hace gracia—Me alegro que estés aquí, perdóname por no estar el otro día, pero tuvimos una “emergencia” con uno de nuestros chefs.

 

—No te preocupes, no pasa nada.

 

—Pero te dejé con David, no hay nadie en quien confíe más que en él para que aprendas todo estupendamente.—Me he  quedado muerto, pero si era un puto tirano que no me había enseñado nada.

 

 

—Ya, respecto a eso...

 

—La verdad es que a veces tiene mucho carácter, pero es un ejemplo de superación y eso ya sabes que me puede.—Mi tía me saca una cabeza, y ya sé que jamás voy a ser tan alto como ella, así que cuando pasa uno de sus rollizos brazos por mis hombros me siento completamente abrumado.

 

—Su madre trabajó algunos años en mi casa cuando David era muy pequeño, esa mujer echa más horas trabajando que nadie que conozca. Ella sola con tres hijos, y David es igual, un currante.

 

 

Yo estoy por decirle que será todo lo currante que quiera pero se le está subiendo el cargo a la cabeza.

 

No le vendría nada mal una ducha de humildad, y que le pongan en su sitio. Pero mi tía no deja de alabarlo y pintármelo como el nuevo mesías. Así que allí no había nada que hacer. Tendría que ver lo mal que me trataba en persona. 

 

A veces una imagen vale más que mil palabras, ¿verdad?

 

Cuando miro hacia atrás veo a David, mirándonos y su cara me deja claro que no esperaba verme allí. Le sonrió todo contento, 0 mi madre y David, 1 yo. Que te creías que con eso me ibas a echar de aquí ¡listo! Peor me han tratado en el internando y de allí no me fui. 

 

 

Si las miradas mataran, la suya ya lo habría hecho. Desde luego debería ganarse la vida como matón, con esas miraditas llenas de odio.

 

—David, cariño—le saluda mi tía y su cara cambia a una llena de alegría. O es un tremendo actor o realmente le cae bien Marita.—Estaba hablando con mi sobrino de ti, y ya veo que os habéis caído genial.

 

Yo no soy tan buen actor, y mi cara es un cuadro, per solo lo ve David. Y él me mira con intensidad, hasta el punto que prefiero mirar a mi tía.

 

 

—¿Listo para esta boda?—dice ella tan fuera de la tensión entre nosotros, que lo tiene que estar haciendo a posta.

 

—Claro—dice David decidido, claro, como no, este es de los “yo puedo con todo”.

 

—Sí.—Yo tampoco voy a ser menos.

 

Marita nos deja a solas y ya no fingimos.

 

—¿Qué haces aquí?—me dice David en voz baja y pegándose a mí. 

 

—He venido a trabajar.—Puede ser atractivo, pero paso de su rollo. Ya me tiene harto.

 

—Pensé que habrías demostrado a papá que ya pringaste un día... lo tuyo es masoquismo—dijo esto sin terminar de creérselo.

 

—Mira, tú por tu lado y yo por el mío—dije queriendo terminar con ese mal rollo. A eso había ido, a trabajar.

 

—El problema es que tu camino y el mío están unidos

 

—Sí, por el destino... no te fastidia...—la cara de David es horrible, pero mira hacia el fondo y ve que Marita viene hacia nosotros.

 

¡Salvado por mi tía! 

 

Me ahorro su contestación, así que me voy con los demás a por el uniforme y a cargar cosas a la furgoneta.

 

El trayecto hacia la finca es en silencio y la verdad, me da igual. No he ido a hacer amigos, aunque me jode que me den de lado por que David me lo ha puesto difícil.

 

No voy a mentir, es un coñazo, la dinámica es la misma. Recibiendo a gente con una sonrisa y ellos pasando de mi cara. 

 

Luego me voy a la cocina a ver si me dejan hacer algo, pero como me temía David ya ha dado órdenes de que no toque nada. Otra noche más de no hacer nada, pero bueno, me puedo hacer un experto en mirar las musarañas. Hoy me he traído el móvil oculto dentro de la chaqueta. Mato el tiempo en redes sociales y dando vueltas. 

 

Las horas son larguísimas y David es imbécil, tengo dos manos y dos piernas y todos están corriendo de un lado a otro con prisas. 

 

Me ofrezco varias veces cuando los veo muy apurados, pero aunque veo en sus caras que no les vendría mal todos me dicen que no.

 

—Lo mejor que podrías hacer por todos es no venir la semana que viene—me dice una chica.—David no te quiere a ti, y si no vienes nos mandarán a otra persona.

 

Me quedo mirándola sorprendido, si lo sé, pero no me da la gana. 

 

 

Ya casi han acabado con la cena y la barra libre de cócteles se está montando. 

 

Me acerco a curiosear porque me encantan los cócteles, ¡qué pena que no pueda tomarme una piña colada! 

 

Uno de los barman me empuja y le escucho algo indefinido pero claramente lo ha terminado con un “pijo de mierda”.

 

La verdad, estoy deseando que nos manden a la mayoría para casa.

 

 

Andan recogiendo, y cargando cosas en la furgoneta. Y deben estar agotados porque nadie me dice que no cuando cojo cajas con ellos. Eso debe sumar en cualquier cómputo kármico, tiene que hacerlo.

 

Me voy a subir a la furgo pero va llena y luego viene otra y solo iremos unos pocos, me espero porque aunque ellos no lo crear no soy tan capullo como me imaginan y se les ve cansados.

 

Se ve que el momento “carga” me ha granjeado algunas simpatías porque me pasan un cigarrillo mientras esperamos. Fumamos tranquilos cuando vemos salir a David corriendo.

 

—¿Alguien sabe hacer cócteles?—Esa cara no se la he visto antes, de oler mierda un montón pero esa no. Ha pasado algo.

 

Miro a los demás y todos se encogen de hombros.

 

—Beni se ha ido en la otra furgoneta—dice uno. Ese debe ser uno que sabe. 

 

 

—Yo sé—digo casi sabiendo que me va a decir que no. Pero cuando me mira y lo sopesa un rato me quedo alucinando.

 

 

Uy, el karma ha venido a decirle hola a alguien.

 

—Ven.

 

Miro a los demás, ¿ha dicho que vaya? ¿Me va a dejar?

 

—No la cagues—me dice el que me ha regalado el cigarrillo—. David da pocas oportunidades.

 

Le sigo entonces un poco nervioso, sé hacer algunos cócteles, porque a Lucas y a mí nos encantan. Pero la verdad es que no me veo muy profesional, y menos si me mira David.

 

Me lleva a la barra de cócteles que está llena de gente, hay un chico que se ve sobrepasado, no tiene ni idea. Le han pedido un Manhattan y lleva poniendo mojitos como si fuera sordo.

 

—¿Un Manhattan? Enseguida—digo sonriendo y cojo las botellas para hacer la mezcla. 

 

 

Dos horas poniendo cócteles que me acuerdo ni sé como y recomendado otros cuando me piden uno que no tengo ni idea de lo que es.

 

Estoy muerto, pero por una vez en esta noche me siento bien. 

 

—Ve recogiendo, esta barra cierra—me dice David, pero a la gente no se la ve muy contenta. Para mi sorpresa tiene bastante encanto y los engatusa para llevarlos a la barra más simple.

 

Me quedo mirándolo, ese tipo me gusta bastante más que el otro borde que he conocido.

 

Al rato viene a ayudarme. Pero no viene el encantador, sino el borde.

 

—De nada, ¿eh?—digo ya mosqueado, es que ni las gracias puede darme.

 

—Se te paga por trabajar y has trabajado, no te vengas arriba—me dice el muy cretino.

 

—Si no llego a estar, te comes la barra de cócteles, no pasa nada por valorar un trabajo bien realizado, no se te va a caer la lengua ni nada por el estilo.—Meto una botella en una caja más fuerte de lo que debo y casi se rompe. Le miro y me mira.

 

—Está bien—está claudicando—, buen trabajo.—Esta victoria me sabe a miel. Pero se me cae un vaso por la emoción.

 

Me agacho para recogerlo, pero me agarra las manos para que no toque los cristales, ha sido rápido. Y me quedo mirándole, si al menos no fuera tan guapo.

 

No sé si nos hemos quedado enganchados o es que él también piensa que yo soy guapo. Pero diré que no me importa nada estar en esta postura con él. Lo malo es que al parecer a él sí, porque se levanta corriendo soltándome las manos.

 

—Con un herido es suficiente—me dice algo nervioso. Oh Dios mío, ¿le gusto?

 

—Gracias. 

 

Sé ser agradecido, me han educado en los mejores colegios, pero me quedo un buen rato mirándole. Recojo los cristales con una escoba y un recogedor, bastante más seguro, sí.

 

No paro de pensar en el “momento” que hemos tenido. Quizás solo han sido imaginaciones mías, pero le busco con la mirada y le pillo mirándome. No debería pero le sonrió coqueto, no puedo evitarlo, qué quieres.

 

Y la cara se le cambia, ups, el oledor de mierda ha vuelto.

 

Pero el balance de la noche para mí es bastante bueno.

 

Si tenía dudas sobre volver o no, ahora lo tengo claro. 

 

El sábado que viene vuelvo.

 

 

 

 


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