Las nubes recorrían el firmamento apaciblemente, y el olor a césped recién cortado inundaba todos mis sentidos. Hoy era uno de esos días, en los que deseaba únicamente observar esta magnífica escena y despejar mis pensamientos. Pero de alguna forma, al ver las nubes disolviéndose lentamente mientras descubrían un cielo completamente celeste, lo único en lo que podía pensar eran esos orbes de color de cielo que me quitaban el aliento y tanto me confundían. Mientras mi mente divagaba entre mis pensamientos, dejé que el sueño se apoderada de mí y poco a poco me sumí a los brazos de Morfeo.
Dentro de mis sueños empecé a ver esos mismos ojos, y sentía como me observaban y sin querer teñían mis mejillas de un ligero rubor. Lentamente, sentí como sus manos acariciaban mis mejillas y sus labios se acercaban para susurrarme una frase inentendible. Al mismo tiempo, sentía como su aliento sobre mi cuello y su mano apretaba ligeramente la mía, haciéndome sentir electricidad en todo el cuerpo y sacándome lentamente de mi letargo.
Al abrir mis ojos me encontré frente al mismo cielo, pero un poco más oscuro, debí haber dormido al menos un par de horas y ya mismo anochecería. Estaba dispuesto a levantarme cuando sentí que alguien apretaba mi mano, la misma que en mi sueño. Empecé a girar mi cabeza lentamente, terminando frente al objeto de mis deseos y perdiéndome en esa mirada que tanto me atraía. Cada vez que veía esos ojos sentía como si la inmensidad del cielo me atrapara y no tuviera escapatoria, pero una voz me sacó de mi ensimismamiento.
- ¡Por fin despiertas! ¿Tuviste un lindo sueño? - Yo intenté simular mi sorpresa, no esperaba encontrarme con Hyoga, pero sentía como mis mejillas empezaban a arder, y lo único que pude hacer fue desviar mi mirada hacia el cielo.
- ¡Hyoga! No esperaba encontrarte aquí. ¿Cuándo llegaste? - Esto lo dije sin desviar mi mirada del cielo e intentando ocultar mi alteración. En ese momento empecé a sentir como su mano se posaba sobre mi mejilla izquierda y volteaba mi rostro para volver a verlo.
- No hace mucho, la verdad. Cuando llegué te vi durmiendo sobre el pasto y decidí sentarme a tu lado. Te veías tan tranquilo, encantador y deseable, así que decidí recostarme junto a ti. Lo último lo dijo con una voz muy sensual, no podía dejar de ver sus labios y eso no ayudaba a calmar mi turbación. Al escuchar deseable, mis ojos se abrieron en una gran sorpresa y lo único que pude hacer es intentar levantarme y huir. Pero no contaba con sus fuertes brazos acorralándome sobre la hierba y haciendo que regrese a mi posición inicial. Rápidamente vi como nuestros rostros se encontraban frente a frente, y como mis muñecas eran atrapadas por sus manos. Su rostro se acerba al mío, incrementando mi respiración y miedo, me iba a besar. Instintivamente cerré mis ojos y desvié mi rostro hacia un lado. Fue cuando sentí su respiración sobre mi oído y escuche su voz susurrándome.
- Te ves aún más lindo cuando te sonrojas. - Sentí como depositaba un tierno beso en mi cuello.
- Hyo… Hyoga - Moví mi rostro lentamente para quedar uno frente al otro y reencontrar nuestras miradas nuevamente. Ese cielo intenso volvía a atraparme y me convertía en su esclavo nuevamente, estaba a su merced y no podía hacer nada para evitarlo.
- Pequeño Shun, no tengas miedo, no te voy a hacer daño.
- Yo... - No pude terminar la frase ya que sentí como sus labios me besaban lentamente. Esa era la primera vez que alguien me besaba, muchas sensaciones indescriptibles recorrían mi cuerpo. Sentí como mis manos se liberaban y las suyas me tomaban por las mejillas, instintivamente empecé a abrazarlo y atraerlo más hacia mí.
Empecé a sentir como alguien me tomaba de los brazos y me sacudía. - Shun despierta. - Abrí mis ojos con gran sorpresa, para encontrarme con mi hermano, ya había anochecido. Para mi desilusión, averigüé que todo sólo había sido un sueño.
- Por fin despiertas, te estaba buscando. Ya es muy tarde y vas a enfermarte aquí afuera. - Era Ikki, mi hermano, se notaba por su tono de voz que estaba molesto. Él se quitó su chaqueta y me la puso.
- ¿Qué hora es? - Esto lo dije con un bostezo y tallando mi ojo con mi mano derecha.
- Casi diez de la noche. Ven levántate. Volvamos a la mansión.
Cuando llegamos me encontré con todos mis amigos en el recibidor, se veían preocupados.
- Shun, ¿estás bien? - Me preguntó Shiryu, un poco preocupado.
- Sí, de maravilla - Lo dije con una gran sonrisa
- Nos preocupaste, mucho Shun. Hasta organizamos un grupo de búsqueda. - Esto lo dijo Seiya.
- Que bueno que estás bien Shun. - Hyoga me lo dijo con un tono frío, desviando su mirada mientras acariciaba lentamente mi cabeza, para después subir las gradas e ir a su cuarto. Mientras yo me sentía confundido, Hyoga siempre lograba confundirme, no entendía su conducta.
- Bueno Shun, vamos a que tomes un té caliente, estás pálido del frío. - Eso lo dijo mi hermano tomando mi mano y llevándome a la cocina, para prepararme un té.
Cuando terminé mi té me dirigí a mi cuarto, quería estar solo. Me encantaban los mimos de mi hermano, pero a veces llegaba a ser un tanto molesto. A veces sentía que me sobreprotegía mucho, pero como no quería que se sintiera mal, sólo le sonría. Desde la batalla con Hades, había cambiado mucho pero intentaba ocultarlo, en especial a mi hermano. Muchas veces sentía que fingía que todo estaba bien, pero no era así, yo ya no era el mismo.
Cuando llegué a mi cuarto, empecé a ver mi reflejo en el espejo. Habían pasado dos años desde la última batalla. Aún creo que las heridas del alma son las que más tardan en sanarse, y una parte de mí está seguro de que estas nunca sanarán.
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