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Y Una Eternidad por AniBecker

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Nueve meses, y una eternidad

—Dai-chan, ¡dime que sí, por favor! —y ahí iba de nuevo. Ya le dolía la cabeza de que la insistente voz de su mejor amiga le taladrase los oídos. Suspiró, por enésima vez.

—A ver, Satsuki, ya te he dicho que no. ¿A qué viene esa loca idea?

—No es una loca idea, Dai-chan, quiero tener un hijo —se cruzó de brazos molesta por tal negativa.

—Y me parece muy bien, adelante con ello, sabes que te apoyo pero, ¿por qué demonios tiene que ser conmigo? Ve a una clínica y ya.

—Es que no quiero tener un hijo de alguien desconocido. Imagínate que esa donación anónima se trata de un violador, o pedófilo, asesino, un adolescente hormonal que quería el dinero para comprarse el último videojuego… ¡yo quiero un hijo de alguien decente! —se horrorizó de sólo pensar qué tipo de personas eran las que dejaban hacer las donaciones mientras tuvieran la edad reglamentaria y no tuvieran ninguna enfermedad.

—¿Qué películas te montas? El tema de las donaciones no es ir a donar y ya, pasan controles y demás —dijo con tranquilidad, mientras seguía ojeando la revista de su quería Mai-chan.

—Por favor, Dai-chan, nunca te he pedido nada, por favor, por favor —suplicó, sentándose en la cama al lado de su amigo y quitándole la revista—. Si lo que temes es tener responsabilidades, no te preocupes, tú serás su padre, pero no tienes que ejercer como tal, los gastos, la crianza, la educación, todo, me encargaría yo.

—En el hipotético caso que termine aceptando esta locura, ¿por qué no te paras a pensar un momento? Aún eres joven, tienes una vida por delante y, aunque ahora no tengas pareja, podría aparecer un alfa con quién quieras compartir tu vida, y te arrepentirías porque querrías que él fuera el único con quién quisieras que fuera todo, entiendes, ¿verdad?

—Dai-chan, no necesito a ningún alfa —dijo con seguridad—, estoy estupendamente bien sin pareja. Tengo treinta años, y no quiero seguir esperando a que un supuesto alfa aparezca y me haga su pareja. ¡Me puedo morir hasta que eso pase! —dramatizó, tumbándose en la cama—. Y tú tampoco tienes pareja, Dai-chan, eres el indicado, venga acepta, no tenemos que acostarnos, sería por inseminación.

—Ya me imagino —arqueó una ceja—, no tendría ninguna intención de acostarme con mi mejor amiga —se giró sobre el colchón y la abrazó—. A ver, ¿te has parado a pensar que ese niño tendría una probabilidad de casi el 100% de ser omega? ¿En serio quisieras un hijo omega?

—¿Y eso qué? A mí no me importaría en absoluto.

—Por no decir que al ser omega, sería bastante difícil poder embarazarte.  

—Es mínimo por método natural, mediante un tratamiento previo y una inseminación, hay mucha oportunidad —corrigió, con seguridad. El moreno hizo un ruidito que su amiga lo tomó como afirmación.

—¿Eso es un sí? —inquirió, esperanzada—. ¡Gracias, Dai-chan! —se tiró encima de él sin parar de agradecerle, haciendo que el omega que se quejara—. ¡Te haré tu comida favorita como agradecimiento!

—¡Hey! No me amenaces, que ya acepté —protestó, temiendo por su salud, ya que los dotes culinarios de su amiga no eran muy buenos, haciendo que la fémina inflara sus mofletes.

Un mes después, ambos fueron a una clínica de maternidad, dónde les informaron de todo el procedimiento a realizar, condiciones e indicaciones a tomar. Para Aomine todo lo que el doctor les explicaba le parecía otro idioma; que si primero una fase de estimulación ovárica, que si después preparación de la muestra de semen e inseminación y soporte de fase lútea hasta la prueba de embarazo…

Lo bueno que la peli rosa sí entendía todo lo explicado. Total, ella era la que iba a realizarse la inseminación, no él. Él sólo servía para la muestra y para darle total apoyo a su amiga.

Después de dicho procedimiento, la chica se encontraba nerviosa, esperando con impaciencia el resultado de la prueba de embarazo.

—¿Qué? ¿Qué dice?

—Espérate, aún no sale —dijo algo fastidiado por la impaciencia de su amiga, aunque tenía que reconocer que él también se encontraba ansioso—. A ver, ya, ya sale. ¿Qué era lo que tenía que salir? —Satsuki revisó el prospecto para asegurarse.

—Dos rayitas positivo, una, negativo —obtuvo un silencio por parte del moreno—. ¿Y bien? ¡Dai-chan, habla! Me pones nerviosa. ¿Qué ha salido?

—Dos rayitas —los ojos rosas se abrieron y brillaron.

—¿En serio? ¿De verdad? ¡A ver! —le arrebató el aparatito para asegurarse ella misma de dicho resultado—. ¡Positivo, es positivo! —se colgó del cuello ajeno con completa felicidad—. ¡Vamos a ser padres! ¡Gracias, gracias Dai-chan!

Aomine sonrió silenciosamente y la abrazó. Se sentía feliz por ella, era su mejor amiga, casi hermana podría decir, y se alegraba porque iba a cumplir su deseo de tener un hijo. Pero, por otro lado, le aterraba. Él también iba a ser padre, y no sabía en dónde se estaba adentrando.

—¿Y ya está? ¿Ahora a esperar nueve meses?

—Ahora hay que ir a la clínica, para que me realicen un examen de sangre, una vez que allí se hayan cerciorado de que de verdad se trata de un positivo, nos mandarán a la consulta de ginecología, y a esperar —explicó emocionada.

Después de agendar una cita a la clínica, y que le realizaran una prueba sanguínea, esta dio el positivo que tanto esperaban que fuera corroborado.

—Efectivamente, está embarazada joven Momoi, sólo me queda darles la enhorabuena —sonrió el doctor, revisando el resultado de los análisis—. Me parece muy sorprendente que, en el primer intento, haya resultado satisfactorio, contando además con que el donador es omega. Ahora, nuestro mejor ginecólogo será quién lleve a partir de ahora sus consultas.

—Muchas gracias por todo, doctor —le fue entregado un papel con instrucciones y con fecha y hora de su futura cita con el nuevo ginecólogo. Ambos jóvenes se levantaron haciendo una pequeña reverencia para agradecerle su trabajo.

—Bien, ¿cuándo tienes la cita? —preguntó Aomine mirando por encima del hombro ajeno, para observar dicho papel.

—Mañana a las doce.

—Vaya, justo a esa hora estoy mañana trabajando —dijo con tristeza—, yo quería acompañarte. Aunque si pido que me cambien el turno…

—No te preocupes, ya te dije que yo me encargaba de todo, tú sólo serías su figura paterna, con respecto a gastos, citas, médicos, educación y responsabilidades, yo era la que se encargaría de todo. Puedo venir sola a las citas, no tienes por qué cambiar tu turno, yo no me molestaré si no me acompañas a mis citas —respondió, con sinceridad sonriéndole.

—Pero me preocupo por ti, prometo que en las demás te acompaño.

—Ya te dije que todo está bien, sin preocupaciones, ¿sí?

—Mañana me cuentas todo lo que te diga el doctor, ¿de acuerdo? —el moreno besó las manos de la omega con cariño, antes de despedirse de ella en la puerta de su casa.

Al día siguiente, Satsuki llamó a Aomine para informarle todo con referente a su cita médica. Había ido estupendamente, le había dado algunas indicaciones nutricionales y unas pautas a seguir. El doctor le pareció muy amable y profesional.

Después, fue a la estación de policía, dónde trabajaba Daiki, para explicarle todo lo que le habían dicho. Al siguiente mes, tendría la próxima cita, que el peli azul dijo que en esta ocasión no faltaría.

Y así fue, a la siguiente cita, ambos fueron para la revisión mensual.  En la sala de espera, la peli rosa se mantenía ansiosa y sonriente, cosa que estaba empezando a desquiciar a Aomine.

—¿Se puede saber qué te pasa? Llevas toda la mañana con esa sonrisa fastidiosa en la cara.

—¿A mí? Nada, ¿me tendría que pasar algo? —sonrió otra vez, ojeando una revista de maternidad.

—Ya sé lo que te pasa, a ti te ha gustado el médico ese, llevas desde la primera cita diciéndome lo atractivo que te pareció.

—¿Gustarme? —soltó una risilla—. A mí no es a quién le gustará —iba a preguntarle que qué juego se traía, pero en seguida fueron llamados a la consulta.

Nada más entrar, el doctor saludó educadamente, respondiéndole el saludo ambos jóvenes. Cuando se fijó mejor, sus orbes azules se cruzaron con unos rubíes brillantes, que lo miraban expectantes.

—Buenos días, Kagami-san, hoy vengo acompañada por mi amigo Dai-chan —presentó la fémina sin dejar de sonreír. Sabía que el moreno se iba a quedar boquiabierto en cuanto lo viera, por eso era que estaba tan ansiosa de ser llamados.

—Encantado, ¿es usted el padre del bebé? —preguntó apartando su mirada para observar unos segundos la pantalla del ordenador, buscando la historia clínica de la mujer.

—Sí lo es, pero no es lo que cree, ¿eh? —habló Momoi con rapidez—. Él es mi mejor amigo, no somos pareja ni nada, sólo se prestó a hacerme el favor se poder ser mamá —explicó al joven doctor, para dejarle claro que su amigo se encontraba libre de responsabilidades y completamente soltero—. Él es omega, como yo.

Aomine seguía sin responder por él mismo, se había quedado mudo en el momento que vio a tan perfecto hombre. Era alto, pelirrojo, con unos rubíes por ojos, con una piel color caramelo y un cuerpo bien formado y musculoso debajo de aquella bata blanca.

—Vaya, qué buen gesto de amistad entonces —dijo esbozando una brillante sonrisa que, si no llega a encontrarse sentado, se hubiera caído redondo al suelo, porque sus piernas flaquearon—. Veamos entonces cómo se encuentra este pequeñín.

Le indicó a Satsuki que se tumbara en la camilla, para encender el aparato y hacerle una ecografía. Les fue mostrando e indicando, observando que todo con respecto al feto y a la mamá estuviera en perfectas condiciones.

—Pues todo está perfecto, el feto se está desarrollando con normalidad y está creciendo bien, no se aprecia ninguna anomalía. Te voy a dar unas pequeñas indicaciones para que todo siga correcto —empezó a escribir en su ordenador—. Pues te veo entonces el siguiente mes, Momoi-san. En caso de que sientas algo extraño, dolor, sangrado o cualquier cosa, te vienes de inmediato, ¿de acuerdo?

—Así será, Kagami-san, muchas gracias por su atención —ella se levantó, y viendo que su amigo no hacía lo mismo, lo tomó del brazo para que también se levantara—. Le vemos el mes siguiente, ¿verdad, Dai-chan?

—Ah… sí, claro, gracias por todo.

—Kagami-san, necesito ir al baño, ya sabe, las náuseas —se llevó una mano a su boca—, me adelanto, perdón por dejarle con la palabra en la boca.

—No se preocupe, es normal los primeros meses de embarazo sentir malestares y náuseas, ¿sabe dónde se encuentra el baño?

—Sí, sí sé dónde se encuentra, gracias, hasta el mes próximo. Dai-chan, despídete como es debido —dicho esto, salió con rapidez de la consulta, para después, sonreír con malicia. No tenía náuseas, ni mucho menos con necesidad de buscar un baño, sólo quería dejarlos por unos segundos a solas, desde que vio al doctor, supo que era completamente el tipo de su amigo.

—Ah… ¿qué es lo que me tiene que dar, doctor? —salió de su ensoñación Daiki.

—Sí, en seguida lo imprimo —la hoja salió por la impresora, y se la extendió—. Aquí tienes, como le dije a Momoi-san, con cualquier cosa, que no dude en volver con rapidez.

—Así será, estaré muy al pendiente de Satsuki —Kagami se fijó en una pulsera que llevaba en su muñeca izquierda, que era de la NBA.

—¿Te gusta el básket? —preguntó emocionado.

—Así es, llevo jugándolo desde niño.

—¡Eso es fabuloso! A mí también me gusta. ¿Qué te parece si quedamos un día para jugar un one on one? —al oír las palabras mágicas, el rostro de Aomine se iluminó.

—Claro que sí, pero quiero que sepa, que yo soy el mejor, acabará mordiendo el polvo.

—Eso lo veremos. ¿Te parece bien quedar el sábado al mediodía en la cancha del parque norte?

—El sábado… —empezó a hacer memoria, rezaba porque no tuviera que trabajar ese día—. Claro, por mí perfecto —Daiki fue hasta la puerta, y Taiga lo acompañó, abriéndosela.

—Nos vemos el sábado, precioso —se despidió de forma sensual, que casi hace que el omega tropezara al salir. Tenía una cita con ese sexy doctor.

—¡Dai-chan! —se sobresaltó con la voz que le dio Momoi a su lado—. ¿Tantas indicaciones te ha dado el doctor para mí para que tardaras tanto en salir? —dijo con una cómplice sonrisa.

—Bueno, me repitió lo mismo que a ti, y me dio esto —le extendió la hoja impresa.

—¿Algo más?

—Que, si sientes algo extraño, que no dudes en venir lo más pronto posible.

—No hablo sobre mí, tonto, sino sobre él y tú —le hizo unas señas con las cejas.

—¿Él y yo? ¿Por qué dices eso? —le dio al botoncito de la llave para abrir el seguro del coche, y le abrió la puerta a la fémina.

—¡Oh, vamos! Te ha gustado el doctorcito, ¿a qué sí? No me digas que no, en cuanto lo vi la otra vez, supe que era tu tipo. Está bien guapo, ¿verdad? —le dio un codazo, cuando éste se sentó en el asiento del piloto.

—No está mal —respondió haciendo una mueca de indiferencia—, se nota que hará deporte o irá al gimnasio.

—¡No me mientas! Si te has quedado colgado en cuanto lo has visto —reía divertida—. ¿Le has pedido su número? ¿O él el tuyo? —este negó, sin apartar su mirada de la carretera.

—El sábado he quedado con él, para jugar básket —soltó de golpe, después de un breve silencio.

—¿Qué? ¿Ya hasta vais a tener vuestra primera cita? ¡Eso es genial, Dai-chan! —se emocionó la peli rosa.

—No es una cita —rectificó, avergonzado—, sólo es para jugar al básket, resulta que a él también le gusta.

—Eso es una cita, Dai-chan. Es una quedada para hacer algo que a ambos os gusta.

—Pues cuando nosotros quedamos para comer, ir de compras, ver algún partido o lo que sea, no se considera una cita, ¿por qué esta también tendría que ser una cita?

—Con nosotros es diferente y lo sabes. Somos mejores amigos, nunca hemos tenido ningún sentimiento romántico por el otro. Pero con él has sentido una atracción, ¿a que sí? ¡Quién calla otorga, Dai-chan!

—Ya, Satsuki, deja de ser escandalosa —protestó sonrojado—. Y compórtate, debes estar tranquila por el embarazo.

—No pasará nada porque me emocione porque mi mejor amigo vaya a tener una cita. ¡Muero porque llegue el sábado y me cuentes todo!

—No pienso contarte nada, no andes de chismosa.

—¡Qué malo eres, Dai-chan!

Durante el resto de la semana estuvo completamente ansioso, deseaba que llegara el sábado, pero también le aterraba. No entendía por qué se encontraba nervioso, si sólo era una quedada para jugar baloncesto. Sólo eso.

Por favor, debía dejar de hacerse ideas equivocadas, seguro que él tenía pareja, o no se sentía atraído por los hombres, o directamente no le gustaba él. Quizá sólo quedó con él para pasar el rato con alguien que amaba tanto el básket. ¿Qué le dijo precioso? Era un alfa, seguro que se lo diría a cuán omega se pusiera en su camino.

Sí, definitivamente, no debía hacerse ilusiones, y mucho menos, ser fácil.

El sábado por fin llegó, y justo en la hora acordada, se encontraba Kagami, con unos pantalones cortos blancos, que resaltaban su bronceada piel, y una camiseta de tirantes roja, que mostraba sus bien trabajados músculos.

—Hey, perdón por el retraso, Kagami-san —se disculpó, soltando su bolsa de deporte en una de las bancas.

—No te preocupes, acabo de llegar también. Y por favor, no me llames tan formalmente, puedes decirme de tú y sólo por Taiga o Kagami. Me llamo Kagami Taiga ¿Cuál es tu nombre completo? Ni si quiera nos presentamos la otra vez.

—Aomine Daiki —se llevó la mano a su nuca, avergonzado.

—¿Qué te parece si empezamos? —cogió entre sus manos la pelota, empezando a botarla. El moreno sonrió.

—Empecemos —sólo con el básket le volvía esa prepotencia y soberbia. Estuvieron bastante tiempo, hasta que, algo cansados, fueron hasta por sus botellas de agua.

—¡No puede ser! Exijo la revancha —dijo el pelirrojo con signos de enfado.

—Cuando quieras, pero que sepas que tendrás el mismo resultado —bebió de su botella, pasándosela después a Taiga.

—Me has pillado por sorpresa, pero la próxima ganaré yo, ya lo verás —respondió con seguridad.

—Lo dudo mucho, ya que, el único que puede vencerme, soy yo mismo —esa frase que siempre lo había caracterizado y siempre utilizaba cuando sabía que no tenía rival en su tan amado deporte—. Nunca he sido derrotado.

—Oh, entonces me encantará ser yo tu primera vez —se acercó al moreno, que se sintió algo cohibido por la cercanía del alfa—. ¿Qué te parece si comemos? Ya es la hora de comer, y me muero de hambre.

—Claro, vamos. ¿Dónde te apetece ir? Pocos sitios nos dejarán entrar así de sudados.

—Propongo el Magi Burger, me encantan las hamburguesas de allí, y podemos tomarlas para llevar, mi apartamento no está muy lejos de esta zona.

—Pensé que los doctores tenían hábitos más saludables que comer comida basura.

—Bueno, tengo hábitos saludables, pero no puedo resistirme de comer esas hamburguesas con queso, son mi debilidad —ambos tomaron sus bolsas deportivas y empezaron a caminar dirección al Burger.

Hicieron su gran pedido de hamburguesas, y después se encaminaron hasta el apartamento del pelirrojo. Una vez allí, y con los estómagos bien llenos, empezaron a hablar de trivialidades.

—Entonces, entre Momoi-san y tú, ¿no hay nada? —preguntó, queriendo asegurarse de que entre ellos, no hubiera ningún tipo de relación.

—Nada más que una gran amistad. Somos amigos de la infancia, nos hemos criado juntos.

—Ya veo… ¿Y cómo decidieron entonces tener un hijo juntos? —era algo que, por más que supiera que no había nada entre ellos, no dejaba de parecerle extraño que quisieran tener un hijo en común.

—Bueno… fue idea de Satsuki. Ella quería ser mamá, y pues me acabó convenciendo. Fue por inseminación —explicó con rapidez—, nunca ha pasado nada entre nosotros y nunca pasará.

—Pero un hijo es una responsabilidad muy grande. ¿Por qué, si ambos sois omega, no habéis esperado a tenerlo con un alfa?

—Ninguno de los dos tenemos pareja, y ella dice que, si sigue esperando a encontrar a una pareja, la edad para ser madre se le terminará pasando, y tampoco quería que su hijo fuera de un donante anónimo. Yo sólo quiero que Satsuki sea feliz y cumpla su deseo, y si para ello tenía que ser yo quién le donara, lo iba a hacer.

—Es muy tierno por tu parte —le sonrió—. Pero… ¿estáis abiertos a tener una futura relación si encuentran una pareja? —el moreno rio.

—Qué fácil suena decir encontrar una pareja, pero qué difícil es encontrarla en verdad.

—Bueno, es cuestión de observar alrededor de uno —se sobresaltó al sentir la mano de Kagami sobre la suya, pero lo que más le puso en tensión fue ver cómo se acercaba peligrosamente a él.

Los labios ajenos se posaron sobre los suyos, en un leve roce, para después ir degustándolos poco a poco, que fue subiéndose de intensidad. Para cuando se dio cuenta, se encontraba acorralado contra la pared, con ese fornido cuerpo apresándolo, mientras la lengua de Taiga inspeccionaba a su antojo su boca.

—Espera, espera… —lo trató de separar, ya que vio en esos rubíes cómo sería su presa si no lo detenía a tiempo—. Esto no está bien.

—¿Por qué no está bien? —preguntó, algo desconcertado. Pensó que todo estaba marchando bien—. Ninguno de los dos tenemos pareja, ¿qué hay de malo hacer esto? —lo tomó de la nuca, para volver a besarlo, pero Daiki lo evitó.

—Si seguimos así, esto irá más allá, y no quiero.

—¿Qué es a lo que tienes miedo, precioso?

—A nada. Pero no quiero que pienses que soy el típico omega que se deja seducir por un alfa, y menos aún en la primera cita. Por favor, Kagami, acabamos de conocernos.

—Está bien, tienes razón —ronroneó, dándole pequeñas caricias—, yo tampoco me acuesto con el primer omega que veo, pero es que tú eres distinto, porque tú eres mi pareja.

—¿Ah? ¿Desde cuándo somos novios?

—¿No te lo había pedido? Mía culpa entonces —lo besó nuevamente—, pensé que ya contaba con eso. ¿Quieres ser mi novio?

—¿No vas demasiado rápido, Bakagami?

—Pero te estoy pidiendo formalmente que seamos pareja. ¿Qué tiene eso de rápido?

—¡Pues que nos acabamos de conocer, idiota!

—¿Eso es un no entonces?

—Eso es un vas demasiado rápido. Apenas nos acabamos de conocer como para que me pidas en nuestra primera cita que seamos novios.

—Bueno… llevas razón, quizá deberíamos tener más citas y saber más cosas sobre el otro —apoyó su mano sobre la mesita de centro, mirándole mientras sonreía—. Podemos empezar a conocernos hoy mismo.

—Me parece bien.

No fue hasta entrada la madrugada que se dieron cuenta de lo tarde que era, por lo que dejaron de hablar y seguir contándose cosas uno del otro. Taiga acompañó en su coche a Daiki hasta su casa, despidiéndose de él con un beso.

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Estaba en una relación. Tenía novio, un alfa. Ya conocía todo sobre él, que venía de América, aunque nació en Japón, allí estudió la carrera de medicina especializándose en ginecología, amaba el básket tanto como él, era hijo único pero tenía una muy buena relación con un amigo que se consideraban hermanos, su padre tenía una importante empresa en Los Ángeles, su cumpleaños era en agosto, igual que él, pero su signo zodiacal era Leo. Amaba las hamburguesas de queso del Magi Burger y era muy buen cocinero.

Él también le contó todo sobre él, como que desde pequeño jugaba al básket, era hijo único también, era oficial de policía, su mejor amiga era Satsuki, él le gustaban las hamburguesas Teriyaki, le gustaba dormir y ojear las revistas de Mai-chan. También nació en agosto, y su signo zodiacal era Virgo.

Sus citas siempre eran las mismas, primero un one on one, después iban a comer o cenar al Magi Burger o el propio Kagami le invitaba a su casa y preparaba la comida, iban al cine, a compras deportivas, ver partidos de básket…

Y luego se veían en las consultas de revisión del embarazo de Satsuki. Ella, en cuanto se enteró de la relación de ellos, no podía estar más feliz. Sabía que en cuanto el moreno viera a Kagami, iba a caer prendado de él, porque era completamente su tipo. Y qué decir del pelirrojo, que no desaprovechó la oportunidad de pedirle ser pareja.

Y ahí estaban en una de sus citas. Después de jugar su típico choque —que siempre ganaba Aomine—, Taiga lo había invitado a cenar en un restaurante, pero primero debían darse una buena ducha y ponerse presentables. Pero…los planes estaban por cambiarse, sobre todo por la genial idea del pelirrojo de ducharse juntos en su casa.

—Kagami… ¿qué es lo que estás haciendo? —cuestionó Daiki al sentir cómo las manos del tigre se posaban en su pecho, y empezaban a viajar por cuán trozo de piel que querían.

—Es que hueles delicioso… —apretó el cuerpo ajeno al suyo, mientras hundía su nariz en el cuello moreno e inspiraba el dulce aroma a canela—. ¿Tu celo está cerca?

—La semana que viene —recordó las fechas de su calendario—, por lo que todavía no deberías poder oler las feromonas, el efecto de los supresores aún están presentes.

—Pues créeme, precioso, tu aroma me vuelve loco —repitió, sin dejar de acariciarlo todo lo que podía.

—Hey, hey, ya, para —intentó retirar aquellas traviesas manos, que estaban empezando a ponerlo caliente.

Pero, ni obtuvo respuesta por parte del otro, ni mucho menos consiguió que dejara su cometido. Siente aquellas traviesas recorrer su cuerpo bajo el chorro de agua caliente. Esas caricias que le estaban haciendo olvidarse en cuestión de segundos en dónde se encontraba.

Fue girado, y un reguero de besos que abarcaban desde su cuello hasta su abdomen. Besos y caricias necesitados que empezaban a quemar, sonrisas, jadeos y gemidos ahogados en la boca ajena.

Caliente, así se sentía, de sólo ver a ese moreno para su propio deleite y disfrute. Ese aroma embriagador que se le quedó grabado en lo más profundo de su cabeza, lo estaba volviendo loco.

Primero molestia y algo de dolor, que dan paso a un placer sofocante, a llevar un ritmo perfecto y compenetrado.

No la esperaban así, pero siendo conscientes de lo que estaban haciendo, se dejaron unir en cuerpo y alma.

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Nervioso y expectante, se sentía igual que Satsuki en su momento. Mira la pantalla del móvil, resopla y se pasa su mano por el cabello. Se levanta, da pequeñas vueltas por la estancia, y vuelve a sentarse.

Revisa nuevamente, ya queda poco. Trona sus dedos con impaciencia. Unos golpecitos hacen que la fémina pase al lugar, que prefiere observarlo en silencio.

Un sonido ensordecedor, por fin. Se levanta de forma mecánica, pero su amiga es más rápida que él. Observa y frunce sus finos labios. Se gira hacia él y suspira, extendiéndole el mayor miedo que podría tener en ese mismo momento.

—¿Y qué harás? —ahí la pregunta en cuestión. No tenía ni tan si quiera en mente llegar a esa situación, y por una vez en su vida, sintió miedo.

—No lo sé —se tomó unos minutos en responder, dejando escapar un sonoro suspiro—. No sé ni por dónde empezar.

—¿Qué tal por el principio? No debe ser tan difícil.

—No lo será para ti.

—¿Cómo reaccionarías tú? —meditó por unos segundos.

—Me quedaría absorto, cuando volviera en sí, mi cerebro trataría de procesar la información, una vez analizada, diría la tan cliché frase de negación no puede ser, para por último, terminar por desmayarme.

—Bien, ya sabes entonces la reacción de Kagamin —¿Kagamin? ¿Desde cuándo acá ese ridículo sobrenombre? —. ¿Temes que no acepte la situación?

—Son sólo tres meses.

—Sí, tres meses son trece semanas de embarazo.

—Esto es serio, Satsuki, no me refiero a un embarazo. Digo que sólo llevo tres meses saliendo con él.

—¿Qué tiene de malo? Estas cosas pasan —respondió con normalidad—. ¿Tienes hambre? Se me antoja helado de pistacho. ¿Tienes helado de pistacho?

—Déjame con tus absurdos antojos, ¿quieres escucharme seriamente? Justo ahora necesito una mente en todo uso de sus facultades, no una que piense únicamente en comer.

—Me debes cumplir mis antojos, y entonces te haré caso.

—Ve a la nevera, has hecho que mi casa parezca un supermercado —refunfuñó, saliendo de la estancia. La peli rosa, feliz con su capricho, se sentó a comerlo con tranquilidad—. ¿Me escuchas ahora?

—Mañana tengo la siguiente revisión, me acompañas, ¿verdad?

—Satsuki, esto es serio, deja de hacer que parezca paranoico. No me cambies de tema.

—Tú me acompañas, listo —la conversación quedó ahí. Su amiga no servía ahora mismo de mucha ayuda, tendría que consultarlo con la almohada, y dudaba que le resultara positiva dicha conversación.

Al día siguiente, ahí se encontraba nuevamente en la sala de espera de la clínica. No había faltado a ninguna revisión del embarazo de Satsuki, sólo a la primera, pero cómo deseaba haber faltado a esta también.

¿En serio? No se sentía preparado. No para dar la cara tan pronto.

Fueron llamados con rapidez y, como en su segunda cita, la omega entró con una espléndida sonrisa en su rostro, que no pasó desapercibida por el pelirrojo, que la recibió con un beso en la mejilla —ya que tenía la suficiente confianza con ella ahora—, y con un tierno beso al moreno.

—Bueno, ¿qué te trae tan contenta?

—Pues porque me siento bastante bien —sonrió nuevamente.

—Vaya, eso es bueno. ¿Alguna molestia en estos días que no te he visto? —pregunta. Debido a que está saliendo con Daiki, es normal que vea a la chica con más frecuencia que las citas médicas.

—Sólo aún algo de náuseas, pero nada grave —le siguió haciendo preguntas, hasta que Momoi no pudo aguantar más—. Kagamin, ¿sabes? Te traigo un regalo.

—¿Un regalo? —Aomine se puso en alerta, levantando una de sus cejas. ¿Por qué tenía un mal presentimiento?

—Así es —empezó a rebuscar en su bolso, hasta que dio con lo que buscaba, extendiéndolo, con un lazo rojo y todo—. ¿Qué te parece?

—¿Qué…?

—¡Satsuki, maldita! ¿Qué demonios haces con eso? ¡Eres una entrometida! —bramó entre molesto y avergonzado.

—¿Sabes que no está bien gritarle a una embarazada? ¡No tienes derecho de gritarme!

—Entonces tú tampoco a mí.

—Dejad de gritar los dos, estamos en una clínica —interrumpió Kagami—. ¿Qué haces con esto y qué me quieres decir?

—Yo no soy la indicada para decirlo —se cruzó de brazos.

—Enseñas lo que no debes y ahora me vienes de digna diciendo que no eres la indicada para decirlo —protestó el moreno.

—Daiki, ¿esto es tuyo? —el pelirrojo se estaba empezando a impacientar por la rabieta de niños pequeños que ambos omega estaban teniendo. Nunca llegaría a entender sus conversaciones sin sentido.

—Cómo se te puede ocurrir tomarlo del cubo de la basura. ¡Eres una marrana! ¿Eso hacen las señoritas? —regañó como si la peli rosa se tratara de su hija.

—Cuando tú no te diste cuenta. Es que Dai-chan, yo tengo la mía de recuerdo, mínimo que Kagamin tuviera esta —se defendió.

—Daiki —su voz sonó firme, seguida de un carraspeo de garganta—. ¿Me explicas?

—Joder, Kagami, ¿eres ginecólogo y aún no sabes qué mierdas significa esto que tengo que explicártelo?

—No seas idiota. ¿Cuándo pensabas decírmelo?

—Pues cuando terminara de procesar la información. ¿Te crees que es fácil para mí enterarme de esto?

—¿Desde cuándo lo sabes?

—Desde ayer, ¿por qué te crees que te digo que aún no termino de procesar la información? Me resulta complicado.

Taiga no respondió, se quedó callado mientras observaba la prueba de embarazo positiva sobre su escritorio, poniendo de esa forma más nervioso a Aomine.

—Estúpido alfa, di algo antes de que me muera de los nervios.

—Pero ¿pensabas decírmelo?

—¡Que sí, pesado! ¡Claro que te lo iba a decir! Sólo que… yo voy a mi ritmo. Ahora dime de una maldita vez qué te parece la noticia, porque juro que… —un fuerte abrazo por parte de Taiga hizo que dejara la frase a la mitad.

—Me acabas de hacer la persona más feliz del mundo.

—¿Te estás quedando conmigo? ¿Es eso cierto? ¿Entonces estás feliz por la noticia?

—¡Sí serás idiota! Claro que sí —empezó a repartirle besos por toda su cara y manos sin parar.

—¿Has oído eso? Vas a tener un hermanito —susurró sonriente mientras se acariciaba su vientre.

—Me encanta mi trabajo, pero el seguimiento de este embarazo será el que más ame seguir —volvió a abrazarlo.

—Kagamin, yo completamente feliz te felicito, pero ¿no se supone que estamos aquí para mi cita mensual?

—Cierto, cierto, perdón, Momoi. Túmbate en la camilla, por favor —la fémina obedeció, siguiendo todas las indicaciones que ya conocía de sobra—. Todo sigue marchando con normalidad y buen desarrollo. Ya has entrado en el segundo trimestre, que será el más tranquilo, pero como siempre, con cualquier cosa que te sientas, me lo tienes que decir de inmediato, ¿de acuerdo?

—Por supuesto, así será —después de volverle a dar algunas indicaciones y explicarle sobre este segundo trimestre, le imprimió como en las revisiones anteriores, la ecografía a cada uno.

—Daiki, sube, tengo que revisarte ahora a ti —el nombrado se tensó, y con algo de vergüenza fue a tumbarse en la camilla, levantándose su camiseta.

Miró atento aquella pantalla, sin dejar de pestañear. Era justamente la misma sensación que cuando veía la de Satsuki. Con una diferencia de meses, iba a ser padre por partida doble, o en este caso madre.

Sintió como el ecógrafo dejaba de desplazarse por su abdomen, por lo que apartó su mirada de la pantalla, observando cómo Kagami se había quedado quieto.

—Eh, Bakagami, ¿no me digas que estás llorando? —se burló al ver cómo sus ojos estaban brillosos, y las primeras lágrimas furtivas caían por sus mejillas. Cosa que no pasó desapercibida por la fémina, que por nada del mundo quiso desperdiciar la oportunidad de inmortalizar ese bello momento con su teléfono.

—Cállate, idiota, tengo derecho a sentirme feliz, ¿no?

—No te imaginaba tan llorica, querido tigre. Más bien, eres un minino llorica —rio porque su pareja se intentaba secar las lágrimas de felicidad que no dejaban de salir de sus ojos.

Después de que Kagami se calmara, y terminara de revisar que todo estuviera completamente correcto, en vez de imprimir dos copias de la ecografía, en esta ocasión imprimió tres, él no se podía quedar sin ella.

Le dijo todas las indicaciones que debía seguir, aunque sabía que el moreno iba a cumplir cada una de ellas, ya que iba a estar completamente pendiente de él a cada momento, al igual que de Satsuki.

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Cinco meses después, consiguió por fin que Aomine se fuera a vivir con él. Aunque dijo que sólo lo hacía porque su apartamento quedaba más cerca de la casa de Satsuki que el suyo.

Ambos embarazos marchaban con total seguridad y tranquilidad. La fémina, frecuentaba últimamente a un chico peli celeste con aura enigmática y tranquila, que era el nuevo residente de Taiga.

Daiki, en más de una ocasión, sintió celos de Kuroko, por no decir que también lo asustaba con sus apariciones fantasmales. Pero no tardó en tomarle cariño y dejarle que empezara una relación con Momoi.

Él no sentía nada amoroso por Satsuki, lo había dejado claro en más de una ocasión, pero mismamente porque la sentía como su hermana —y por no decir la madre de su futuro hijo, uno de ellos—, tenía que cerciorarse que la persona que se le acercara fuera con buenas intenciones.

A Tetsuya no le importó que la omega estuviera esperando un hijo de su mejor amigo, ya que vio cómo el padre del bebé estaba con su médico adjunto, incluso esperando también un hijo de él.

Supo entonces que eran una familia un tanto extraña, pero que a la vez muy unida, y le estaban aceptando formar parte de ella.

El último mes que le quedaba por cumplir a Momoi, por fin se cumplió, y llegó el momento que tanto estaba esperando la peli rosa, pero que a la vez tanto miedo le ocasionaba.

En la sala de espera, se encontraban Kuroko y Aomine muertos de nervios, por no decir que el peli azul se encontraba también molesto por no poder haber entrado al nacimiento de su hijo, pero las palabras de Kagami fueron firmes. Debido a su avanzado embarazo, lo mejor es que esperara fuera, no era conveniente que entrara en el quirófano.

Después de un tiempo que le parecieron horas, Taiga salió para informarle de que ya era oficialmente padre de un niño completamente sano, y que dentro de poco podía verlo tanto a él como a Satsuki.

Y así fue. En la habitación de la fémina, se encontraba embobado mirando al recién llegado al mundo, mientras lo cargaba sentado en el sillón. Era una copia en miniatura de él, exceptuando por el color de su piel.

—¿Qué nombre tenían pensado? —habló Tetsuya, dándole pequeños mimos a la reciente madre, que intentaba no cerrar los ojos por el cansancio que tenía.

—Quiero que se llame Daisuke.

—Oye, Satsuki, no hace falta que le pongas ese nombre, deberías decidir tú qué nombre ponerle.

—Y eso hago, yo estoy decidiendo el nombre. Quiero que se llame así —sonrió, con rostro cansado—, por favor, mírale, es idéntico a ti —Daiki le sonrió de vuelta, agradecido porque su hijo tuviera un nombre parecido al suyo.

—Oye, Satsuki… —habló despacio, para no despertar al bebé—. Dime la verdad… ¿duele?

—Tú no te preocupes por eso —soltó una pequeña risilla, y esa fue toda su contestación. Claro que dolía, pero no le iba a decir eso que sólo haría intranquilizarlo—. Sólo te diré que cuando llegue el momento, lo único que desearás, es tenerlo en tus brazos.  

—Kagami, tú también estarás en mi parto, ¿verdad?

—Sabes de sobra que así será —le dio un beso en la frente—, no me lo pienso perder por nada del mundo.

—Ya sé que estarás dentro, idiota, me refiero que tú serás quién lo traigas al mundo.

—De eso tú serás el encargado, amor. Yo sólo te ayudaré a hacerlo.  Tranquilo, yo me encargaré de todo.

Estuvo todo el tiempo que pudo con su pequeño en brazos, y aunque se sintiera algo pesado y molesto debido a lo pronunciado de su vientre de seis meses, no quería soltarlo por nada del mundo.

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Los meses restantes de embarazo terminaron de pasar con rapidez, y ahora era él el que se encontraba en esa situación.

Mataría a Satsuki, juraba que lo haría. Ella le dijo que no se preocupara. ¿Esto era no preocuparse? Claro que dolía, ¡y como un demonio! También mataría a Kagami, oh, sí, por supuesto que lo haría.

No, que necesitaba el amor de ese bastardo. Quizá no lo mataría, la mejor opción factible que veía era castrarlo. Sí, eso le gustaba más, porque no deseaba pasar por eso otra vez.

—Maldita sea, Bakagami, inyéctame ya algo, ¡no sabes cómo duele!

—Todavía no puedo, no hasta que sea el momento. Aguanta, lo estás haciendo muy bien, ya queda poco —intentó tranquilizarlo.

—Como un demonio, ¿cuándo me piensas meter en el quirófano? ¡Quiero que lo saques ya! —antes de responder, lo revisó.

—Venga, un poco más, ya casi estás —le indicó a las enfermeras que lo llevaran dentro, por fin.

—Prométeme que no le pasará nada, que nacerá bien.

—Te lo prometo, todo va a estar bien —besó su frente, y después sus labios—. Ahora necesito que colabores conmigo, ¿de acuerdo? Vamos, amor, dentro de nada tendremos a nuestro hijo con nosotros. ¿Listo?

Dolía, claro que dolía. Sentía cómo si sus entrañas se desgarraran. Le faltaba el aire, tenía mucho calor, le dolía la cabeza y el sudor no dejaba de correrle por el rostro, al igual que el cuerpo de temblarle.

Último esfuerzo, y lo que todas las madres desean escuchar, el primer llanto de su hijo llegó a sus oídos. Quizá era cierto que Satsuki no le había mentido del todo, porque era cierto que, dejando el dolor a un lado, no veía el momento de que su hijo llegara a la vida y cargarlo por primera vez.

—Gracias —le susurró contra sus labios, a la vez que le entregaba al pequeño, que aún seguía unido a él—. Aquí está nuestro hijo.

—Es… perfecto —repasó y memorizó cada facción de su pequeño rostro—. Se parece a ti, bastardo.

—Es lo mínimo, Daisuke se parece a ti, es justo que nuestro hijo se pareciera a mí.

—Entonces mínimo también que se llame como tú.

—De eso nada. Acepto que se me parezca en el nombre, pero no se llame como yo. Más bien lo dejaría en algo intermedio, como Taisuke.

—¿Por qué Taisuke?

—Porque así también tiene conexión con su hermano, ambos nombres se parecerán —explicó, sonriéndole.

—Me parece perfecto —aceptó otro beso que el pelirrojo le daba—. Y se suponía que íbamos a conocernos solamente por nueve meses.

—Para toda la vida.  

—Una eternidad, me gusta más.

—Sabes que te amo, ¿verdad?

—Lo sé, pero me lo has dicho poco en este momento, repítelo una vez más —lo atrajo a él, para volverse a besar.

Porque lo que iba a ser nueve meses, se convertirían en una eternidad.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Gracias por leer :)


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