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La luz de tus ojos y lo oscuro de tu corazón por Marbius

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Escrito por amor a la pareja y sin afán de lucro.

1.- We love us.

 

I love the light in your eyes and the dark in your heart

You love our permanent chase and the bite of our bark

We know we're classic together like Egyptian gold

We love us.

5 Seconds of Summer - Valentine

 

No había duda para nadie que Sirius Black y James Potter eran como hermanos, pero oh, ¿Sirius Black y Remus Lupin? Ellos eran algo más, mucho más, que databa desde el momento en que Lily le informara a James que iban a ser padres, y con las prisas de la boda sólo quedaron ellos dos en el piso que compartían

O podía ser que desde la graduación de Hogwarts, cuando Sirius insistió en que el piso que su tío Alphard le heredara era demasiado grande para él solo e invitara a Remus a vivir bajo el mismo techo, y James llegó a vivir con ellos porque su deseo de independencia existía, pero no era total.

O en séptimo cuando tras el banquete de bienvenida se paró en la mesa de Gryffindor y anunció para todos que él y Remus eran un ítem indivisible.

O en sexto cuando la visión de ellos besándose a la vista de cualquiera en cualquier lugar del castillo o los jardines aledaños se convirtió en una rutina más entre los alumnos de otras casas y cursos.

O en quinto cuando los Gryffindor dejaron de reaccionar cuando en la sala común era más que regular ver a Black y a Lupin pasar tiempo en los sillones, tomados de la mano y sin atención que no fuera más que del uno para el otro.

O en cuarto cuando Sirius Black declaró que ya no podía más, terminó con Marlene McKinnon y fue en pos de Remus Lupin, que a su vez dejó a Dorcas Meadowes, y juntos les desearon la mejor de la suerte a las chicas cuando ellas mismas iniciaron un noviazgo esa misma tarde.

O en tercero cuando ya sus amigos cercanos los habían sorprendido más de una vez en la cama del otro y las excusas de “Tenía una pesadilla” y “Sentí frío anoche” no colaban.

O en segundo cuando Sirius recibió una carta de un admirador masculino de cuarto curso que provocó en el siempre sereno Remus un ataque de celos como nunca se vio antes ni después.

O en primero cuando Remus le pidió a Peter cambiar camas, y Sirius hizo lo mismo con James para que así por las noches ellos dos pudieran acostarse de lado y conversar en susurros cuando los otros dos ya se hubieran ido a dormir.

O en la estación de King’s Cross, primero al abordar el Expreso de Hogwarts y examinarse de reojo, una segunda vez al pasar por el vagón del otro, una tercera al elegir asientos contiguos en su paso por el lago, y una última vez cuando después de ser colocado en Gryffindor a pesar del apellido Black, Sirius al menos pidió porque ese chico fuera su compañero de casa y así fue cuando Lupin avanzó con pasos torpes hacia la mesa de rojo y dorado, y con una sonrisa, ocupó el lugar al lado de Sirius.

Hasta ese atrás se remontaba su historia juntos.

 

Remus no albergaba ninguna clase de dudas al pensar en que él y Sirius habrían sido la pareja dorada (Gryffindors hasta la médula incluso en la ausencia del rojo) durante sus años de Hogwarts de no ser porque ambos eran hombres, y en todo caso, ese puesto lo ocuparon James y Lily (otra pareja más de Gryffindor) cuando por fin ella hizo a un lado su animosidad en sexto curso y en séptimo comenzaron a salir oficialmente.

En todo caso, no era un asunto que a Remus le importara siendo que podía afirmar que desde siempre Sirius había sido suyo y él de su novio incluso antes de que pudieran darle un nombre a esos extraños sentimientos que desde el primer momento los hicieron gravitar el uno alrededor del otro.

En sus primeros años en Hogwarts, la definición correcta habría sido de un enamoramiento que no desaparecía conforme transcurrían los cursos y las chicas de su año pasaban por la adolescencia. Ahí donde James y Peter habían hecho intentos con el sexo opuesto, Remus había acudido a Sirius por consejo y éste había correspondido a aquella confianza revelándole que lo encontraba mucho más atractivo que cualquier otro alumno en Hogwarts, ambos sexos incluidos.

Así habían compartido su primer beso, su primer magreo, su primer revolcón en las sábanas, su primer contacto íntimo, y también su primer orgasmo... Una larga lista de primeros que también los convirtió en los primeros de su curso en experimentar con el sexo, puesto que no había espacio para falsos pudores y en cambio tenían por ventaja ser compañeros de dormitorio y tener sus camas separadas apenas por medio metro la una de la otra.

A grandes rasgos, fueron el primer amor el uno del otro, y aunque tuvieron un par de meses en cuarto año en los que acordaron salir con dos chicas de su curso para descubrir si iban en serio o sólo estaban juntos porque la costumbre era más fuerte (cada uno estaba convencido de que no era su caso, pero quería darle al otro la oportunidad de probar cosas y personas nuevas), al final coincidieron, que aunque interesante, el experimento había tenido sus altos y bajos, jamás había sido comparable a lo que juntos habían vivido en el pasado.

Desde entonces habían acordado ser sinceros el uno con el otro, y aunque no todo había sido dicha absoluta entre los dos, habían conseguido llegar a sus años finales de Hogwarts convencidos de que no sólo era un romance escolar y que querían continuar hasta donde la vida se los permitiera.

Que con una guerra mágica en curso y dos bandos divididos, estaban más que dispuestos a ofrecer pelea y por cursi que sonara, luchar por su amor.

 

***

 

So deep, your DNA's being messed with my touch

Can't beat us

So real, fueling the fire until we combust

Can't touch us

5 Seconds of Summer - Valentine

 

La guerra en el mundo mágico se cobró innumerables víctimas. Familias enteras desaparecieron, linajes completos, y también...

—Sirius, tienes que comer algo —le dijo Remus a su novio no por primera vez en la tarde después de que éste recibiera por James la noticia de que sus padres estaban en San Mungo con viruela de dragón y que el pronóstico no era favorable, pero éste denegó con la cabeza.

—No tengo hambre, Moony.

—Pero...

Una segunda lechuza apareció en la ventana de su piso, y por un breve instante de locura, Remus consideró aturdirla con algún hechizo y postergar las noticias que seguro traía, pero Sirius fue más rápido al ponerse en pie y retirarle de la pata la corta nota que Lily le había escrito.

—Oh —musitó Sirius.

Remus leyó por encima de su hombro y sus peores temores se confirmaron:

 

“Querido Padfoot y Moony:

La salud de Mamá Euphemia y Papá Fleamont empeoró en las últimas horas y ambos han muerto sin remedio uno detrás del otro. James está inconsolable y los necesita, yo casi tanto como él. Nuestro único consuelo ha sido que hubo oportunidad de despedirnos y que ambos nos desearon la mejor de las suertes con su próximo nieto o nieta. Papá Fleamont incluso bromeó diciendo que no utilicemos su nombre como...”

 

Un par de tachones con tinta y letras borrosas por lo que cabía suponer que eran lágrimas interrumpieron la lectura hasta casi las líneas finales.

 

“... es imposible llevar a cabo exequias como marca la tradición, pero de igual manera James no quiere ninguna clase de ceremonia. En su lugar organizaremos algo pequeño e íntimo, sólo familia, así que están invitados a visitarnos en la brevedad posible.

Un abrazo, Lily Potter.”

 

—Oh, Merlín —masculló Remus, rodeando a Sirius con un brazo alrededor de la cintura mientras su novio agregaba más lágrimas a la misiva.

Los Potter habían sido como la familia con la que Sirius siempre creció, de manera que James era no sólo el hermano que Regulus jamás había conseguido ser, sino que además, al igual que Lily, eran para él un padre y una madre irremplazables en su vida.

Remus lo sabía, y a sabiendas de que el dolor de Sirius era idéntico al de James en ese asunto, se abstuvo de burdas palabras de consuelo.

En su lugar, dejó a Sirius marcar las pautas y empezar el periodo de duelo.

 

Harry James Potter nació el último día de julio, en un año que había estado marcado por el fallecimiento de varios familiares y amigos, así como también de un periodo de cruenta violencia en el mundo mágico.

Con todo, fue un momento de absoluta felicidad cuando Remus y Sirius se presentaron en el piso de los Potter a conocer al pequeño Harry y a ofrecerles a los contentos padres con sus mejores deseos.

—Es... —Remus se contuvo de emoción, incapaz de discernir un adjetivo que englobara todos aquellos sentimientos que bulleron en su pecho al ver a Lily cansada y con ojeras tras un parto difícil, pero también sonriente, y con un pequeño bulto de abundante cabello negro acunado contra su pecho.

—¿Quieres cargarlo, Sirius? —Ofreció Lily con absoluta confianza—. Es tu ahijado después de todo, y cuanto antes te familiarices con él para cambiarle los pañales, mejor será para todos.

—¿Mi... ahijado? —Repitió Sirius con arrobo, pues había escuchado de James la propuesta muchos meses atrás durante la boda cuando fungió de padrino, pero no había creído que iban en serio siendo que en ese momento todos habían estado ebrios y en un momento de celebración.

—¿De quién más si no? —Inquirió James con idénticas ojeras a las de Lily pero buen humor—. No te ofendas, Moony, también eres como un hermano para mí, pero al menos este primer bebé es de Sirius.

Remus sonrió, en tanto que Lily rezongó, alegando que si James quería más hijos primero tendrían que pasar cinco años y ella recibir muchos regalos de compensación.

Entre tanto, Sirius cogió a Harry en brazos igual que si se tratara de una carga preciosa (en cierto modo, así era, no podía pensar en él de otra manera), y con adoración examinó su rostro regordete y párpados de abundantes pestañas negras con absoluta concentración. Harry tenía el cabello de James, e incluso si apenas era una pelusa, ya se adivinaba que tendría su misma constitución azabache y tendencia a levantarse a la menor provocación.

—Me alegra tanto que vinieran —expresó Lily con cansancio—, porque...

Remus la ayudó a incorporarse de la silla en la que estaba y le sirvió como apoyo mientras ella se acercaba a la ventana y miraba al exterior con anhelo.

—Petunia decidió no venir —suplió James la información—. A Vernon no le pareció adecuado, así que...

—Idiotas —masculló Sirius, que con su pulgar movió la manita de Harry—. No importa, Lils, nos tienes a nosotros.

Lily suspiró. —Supongo que… sí. No pretendo ser malagradecida, pero Tuney... Me habría gustado que ella estuviera aquí —dijo con la voz sobrecogida y ojos llorosos.

James acudió a su lado, y abrazándola con fuerza le murmuró algunas frases de consuelo al oído.

Dispuesto a darles privacidad, Remus se acercó a Sirius, pero comprendió rápido que tendría que hacer lo mismo, puesto que éste estaba absorto en la contemplación de Harry, que había abierto los ojos nebulosos típicos de los recién nacidos y no lloraba.

—Seré quien primero te enseñe a volar en tu escoba, Harry, ya verás... —Decía Sirius, entablando un monólogo con el bebé y convirtiéndose en la perfecta estampa familiar de una vida que Remus quería a su lado incluso si todavía no se atrevía a verbalizarlo.

Pero pronto... quizá después de la guerra.

 

La guerra mágica, por supuesto, se recrudeció tras el nacimiento de Harry y los rumores sin control que pululaban de aquí a allá en la forma de una profecía que prometía acabar con Lord Voldemort y sus terribles seguidores. Ambos bandos se esforzaron por hacerse con ella primero y obtener así ventaja estratégica, pero mientras tanto los planes y las tácticas de siempre se mantuvieron en activo.

Poco antes de la llegada oficial del otoño de ese año, Dumbledore pidió hablar con Remus respecto a sus viajes a las partes desoladas de Gran Bretaña buscando a otros como él y con su condición, y haciendo la petición formal de indagar entre las manadas de hombres lobos cuántos de ellos estarían dispuestos a una alianza con magos y a favor de qué bando. Remus ya había estado fuera por periodos cortos cumpliendo con órdenes similares, pero en general habían sido un par de viajes como ése y nada más. Por lo regular, él pertenecía más bien al grupo de investigación de la Orden del Fénix, trabajando más veces que no detrás de un escritorio o entre los estantes de los libros, y aunque técnicamente lo que Dumbledore le pedía era recabar más información para su causa, en esta ocasión su salida al campo le resultó motivo de aprehensión.

Y no fue el único.

Sirius se mostró molesto cuando Remus volvió a su piso a notificarle su partida y desestimó empacar nada en lo absoluto, pues a donde iba no necesitaba nada más que lo que traía puesto, e incluso ni su varita...

—Dumbledore tiene que estar orate para pedirte eso, Moony —resopló Sirius, que con Remus bebía una taza de té antes de la partida de éste al atardecer—. ¿En verdad espera que te infiltres en los campamentos de hombres lobos así como así?

—Tengo que ir, Padfoot —dijo Remus con más calma de la que en verdad sentía—. Es necesario.

—Pero-...

—Lo hago por Harry —insistió Remus, que desde su nacimiento no tenía un objetivo mayor que ese—. Por su bienestar, para que exista un mundo donde su mera existencia no sea también una sentencia de muerte.

Sirius apretó los labios, pero no se negó más. —¿Puedo al menos dejar en claro cuánto me fastidia que te utilicen como un peón?

—Ya lo has hecho justo ahora.

En silencio, pero con una mano entrelazada por encima de la mesa, bebieron hasta la última gota de su té y después se besaron. Remus guardó de Sirius el sabor a Earl Grey y éste hizo lo mismo con el Chai del que había bebido.

Y por casi dos semanas que estuvo ausente Remus, fue ese el recuerdo palatino que más perduró.

 

Remus volvió a un piso vacío donde el único ruido que le hizo compañía fue el de una llave goteando. Ni siquiera el reloj de la entrada, una antigualla heredada del tío Alphard a Sirius, continuaba marcando la hora. Remus supuso que ante la ausencia de moradores, la casa se había ido quedando sin vida, congelada en un punto hasta que él regresó.

Pero no Sirius.

Sirius tardó todavía más en volver, y lo único a lo que tuvo Remus acceso para consolarse fue una nota garrapateada con prisa en un bloc sobre la cocina, apenas dos líneas:

 

“En una misión. Volveré pronto.

Tuyo, SB.”

 

Que no era ningún consuelo cuando luego de tres días y tres noches de espera Remus empezó a creer lo peor. A temerlo, incluso.

Ni siquiera el consuelo de creer que estaba en buena compañía le quedaba, puesto que desde el nacimiento de Harry y la profecía que lo marcaba como uno de los dos posibles iguales que algún día podrían ponerle un final a la guerra en la que se encontraban le sirvió. James ya no salía a misiones para la Orden, no con una esposa y un hijo de quienes cuidar, así que Sirius acudía a sus propias misiones con otros compañeros, la mayoría de ellos ya caídos en acción, y más veces que no, solo.

El temor más grande de Remus esos días era que Sirius muriera en batalla y que las noticias de su deceso no le llegaran con la premura suficiente. Era una posibilidad. Lo era desde inicios de la guerra con la desaparición de los Stewart.

Jenkins Stewart había sido uno de los suyos. Un Ravenclaw graduado varios años antes que todos ellos y que Dumbledore reclutó por su habilidad para interceptar mensajes secretos a través de los canales de comunicación mágicos, pero que sin más desapareció. Un día no se presentó a la reunión que tenían con la Orden, y tampoco lo hizo en la siguiente ocasión y tampoco en la que le siguió.

Fueron los hermanos Prewett los que acudieron a su refugió, un piso en el Londres muggle que a primer vistazo no tenía huellas de nada, pero que ostentaba el característico olor de magia una vez que abrieron la puerta con un alohomora.

Ahí encontraron a Jenkins Stewart, muerto desde hacía por lo menos una semana y con aspecto de haber sido torturado hasta el final. Un rictus de dolor que había hecho a Gideon Prewett retirarse un fin de semana a casa de su hermana Molly (antes Prewett, ahora Weasley) y olvidarse de la crueldad del mundo con ayuda de sus pequeños sobrinos.

Así que Jenkins Stewart no había sido el primero de su grupo en morir, pero sí la primera muerte que conmocionó a todos por igual, y también la razón de que en esos momentos Remus temiera por la seguridad de Sirius. No en términos de si estaba vivo o muerto porque sobre ello no podía actuar, pero sí acerca de su paradero, y si en caso de ocurrir peor... Si Remus tendría oportunidad de verlo una vez más.

Remus apenas si reaccionó en la madrugada del quinto día de su regreso cuando un audible ¡crack! lo sacó de la duermevela en la que se encontraba en el sofá de la sala.

En un momento dormía, y al siguiente tenía su varita en alto y listo para atacar la figura encapuchada que había conseguido entrar pese a los hechizos que protegían la propiedad.

El desconocido se despojó de su capa con lentitud, y con las manos en alto se presentó ante Remus como Sirius.

O alguien que podía estarse haciendo pasar por Sirius.

Remus lo tenía grabado en la memoria porque ya Emmeline Vance había salido con quemaduras al confundir a un Mortífago como Dorcas Meadowes en el pasado. El descuido habría podido ser fatal de no ser por sus rápidos reflejos, y desde entonces todos en la Orden tenían indicaciones precisas de primero cerciorarse de quien era la otra persona antes de bajar su varita.

—Moony... —Dijo Sirius con cansancio—. ¿Cuál es mi récord de detenciones en una tarde?

—Cuatro, y habrían sido cinco de no ser porque se dio medianoche y McGonagall se compadeció de ti.

—Muy bien. Tu turno. Vamos, ahora dime algo que sólo tú podrías saber. Estoy cansado, demasiado cansado para más...

Sirius pareció tener un leve desvanecimiento y Remus se apresuró a ponerse en pie y sujetarlo entre sus brazos, pero no por ello olvidaron su deber como miembros de la Orden.

Con todo, Remus enterró la nariz en el cuello de Sirius y aspiró hondo en búsqueda de su aroma particular. Ahí, debajo del sudor, el olor a carne quemada y la suciedad acumulada, todavía seguía siendo Sirius. Y Remus lo sabía porque no había todavía ningún hechizo o poción capaz de engañar a sus sentidos lobunos, pero... El deber era el deber.

Excepto que en lugar de hacerle una pregunta que sólo Sirius conociera, Remus en cambio hizo una confesión cargada de todo aquello que bullía en su interior:

—¿Padfoot? —Murmuró contra su cuello, moviendo la cabeza hasta que sus labios rozaron el lóbulo frío de éste.

—¿Mmm?

—Crees que lo sabes, pero... No te acercas siquiera a imaginar cuánto te amo.

—Oh...

—Está bien. No tienes qué responder. que eres tú.

Y tácito quedó entre ambos que habían encontrado su propia clave.

 

Remus volvió a salir a uno de los encargos de Dumbledore a la siguiente luna llena, y a su retorno, Sirius le recibió con la varita en alto.

—¿Cuál es el juguete favorito de Harry? —Preguntó Remus, las manos expuestas para demostrar buena voluntad.

—El móvil con el lobo, la rata, el perro y el ciervo —dijo Sirius con facilidad, repitiendo el orden en el que aparecían en el Mapa del Merodeador.

Remus exhaló. —Bien. Ahora-... —Pero antes de que tuviera oportunidad de finalizar su frase, Sirius ya había reducido la distancia entre ambos en varios zancadas, y lo había rodeado con sus brazos. Fuerte.

Era un fallo al protocolo en donde primero debían de identificarse, pero entonces Sirius imitó las acciones de Remus en su última separación, y acercando los labios a su oído, susurró:

—No, eres tú el que no podrá saber jamás con cuánta profundidad te amo. —Después lo besó.

Y explícito quedó establecido para ambos un ritual de bienvenida.

 

/*/*/*/* Próximo capítulo: Con comentarios (20-may)/Sin comentarios (03-Jun).

Notas finales:

Y empiezo fic nuevo con 5 capítulos que trae unos giros en la trama original que me garantizan la vida feliz de mis personajes favoritos. Ya me dirán qué piensan :)


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