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Siempre más por Marbius

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Y escribí este fic porque la canción y la pareja iban como anillo al dedo; yo no lucro de manera alguna.

1.- An empty home.

 

A house that's full of everything we wanted

But it's an empty home, empty home.

5 Seconds of Summer - More

 

El photoshoot había estado programado para empezar a las 10 en punto, pero al mediodía todavía no habían comenzado, y Sirius lamentaba la demora no por el tiempo perdido o el desayuno que ya no podría tener porque debía estar en su mejor apariencia para la cámara, sino para los pobres empleados a quienes su manager había gritado por incompetentes en espacios de cuarto de hora, subiendo cada vez más el volumen de su voz hasta hacerles doler los oídos.

—Walburga no parece estar de buen humor hoy, ¿uh? —Confirmó Regulus con él, y Sirius se encogió de hombros.

—Avísame cuando sí lo esté...

Que dicha fuera la verdad, como Walburga era terrible, pero nada como llamarla Madre y sufrirla también en casa. De hecho, la única razón por la que en los sets fuera necesario llamarla por su nombre era que también fungía como su manager, y ella insistía en mantener sus dos facetas separadas y bien diferenciadas. Así que Walburga ante los reflectores, y Madre en las cuatro paredes de su hogar.

Con exasperación mientras Walburga le gritaba a una de las asistentes porque en su opinión el café sabía peor que calcetines sucios puestos a remojar en sudor, Sirius se pasó las manos por el cabello y a punto estuvo de arruinar el trabajo que la peinadora había hecho con su melena hasta los hombros. Walburga la detestaba, insistía en que el look andrógino que tan bien se vendía con sus dos hijos no era lo que ella quería proyectar, pero más de un fotógrafo había insistido en que era el ideal para seguir consiguiendo contratos y era lo que se llevaba, así que Sirius había podido conservarlo.

—No hagas eso —le riñó Regulus, que al igual que él llevaba el cabello de un modo similar aunque un par de centímetros más corto.

—No puedo evitarlo —masculló Sirius—. Estoy aburrido.

Y la verdad es que nadie podía culparlo. Él no era el único modelo al que se había citado a una hora específica y todavía no pasaba bajo los reflectores y bajo el foco de las cámaras.

En sí, aquella no era una sesión normal. Al menos no al estilo de los trabajos que él y su hermano hacían para ropa y campañas varias, sino que se trataba de un trabajo altruista en donde celebraban las diferencias, promovían la tolerancia, y estaba en contra del bullying, que como decía Walburga “estaba tan de moda” en los medios.

A Sirius no le constaba. Él había dejado la escuela a los 12 años con su primer contrato para una reconocida marca de ropa, y desde entonces sus contactos habían estado más centrados con adolescentes mayores a él y los adultos que los comandaban. La única compañía de su edad (o casi) era Regulus, que había conseguido su propio contrato al año siguiente, y desde entonces eran conocidos como ‘los hermanos Black’ en el medio. El resto eran sólo personas adultas que lo adulaban sin parar, y de quienes no podía esperar un trato menos que regio o Walburga se encargaría de hacerles la vida imposible.

Para el photoshoot del día, los modelos presentes eran más diferentes de los que se verían en una sesión normal. Claro que todos ellos eran bellos a su manera, una campaña de ese calibre no habría funcionado sin un elemento que despertara la empatía, pero Sirius ya había apreciado a un chico con una operación exitosa de labio leporino, una chica con abundante acné que por lo demás podría dedicarse a tiempo completo al modelaje, una pareja con obesidad (bellos y seguros de sí mismos), además de otra más que seguro sumando su peso no llegaban a cifras saludables (etéreos, también hermosos), una chica con alopecia total, un chico con una cicatriz que le cruzaba el rostro de lado a lado...

—Ah —musitó Sirius, que de pronto se sintió sobrecogido por una extraña sensación de vacío.

—¿Qué? —Inquirió Regulus sin apenas moverse los labios, que podía ser su hermano, pero ante todo era su mejor amigo y confidente.

La mirada de Regulus siguió a la de Sirius, y pronto dio con el larguirucho chico que era alto incluso para ser modelo, y que no tenía nada que envidiarle a cualquier otro que se ganara la vida en las pasarelas.

Por Walburga era que sabían que no todos los asistentes a aquella sesión eran modelos de profesión. Para una mayor diversidad, las agencias habían buscado en las calles de Londres en búsqueda de los candidatos idóneos, así que con toda probabilidad el chico de la cicatriz estaba ahí sólo de paso, un par de clics, y después a continuar con su vida diaria.

—Ya veo —dijo Regulus en voz baja—. Es atractivo.

—Cállate, Reg —masculló Sirius, de pronto incómodo—. Saca la cabeza del culo. No es lo que piensas.

Regulus chasqueó la lengua. —Si Walburga te escucha hablar así... Además, ¿cómo sabes lo que pienso?

—Bah —se cruzó Sirius de brazos, pero aunque hundió el mentón, sus ojos no abandonaron al chico de la cicatriz.

—¿Por qué no vas y hablas con él?

—¿Por qué no te callas?

A su lado, Regulus exhaló, y sin más se puso en pie. —Vale, sí tú eres tan cobarde, entonces lo haré yo.

—¡No, Reg, espera! —Intentó detenerlo Sirius, pero antes de que consiguiera ceñir su mano alrededor de la muñeca de su hermano, éste ya estaba fuera de su alcance.

Con el corazón martilleándole más cerca de la garganta que del pecho, Sirius observó a Regulus acercarse a la mesa del buffet donde se podían encontrar varios recipientes de fruta, galletas saladas, hummus, botellas de agua, café y té verde, y también el chico de la cicatriz que parecía indeciso de qué elegir.

Regulus no perdió oportunidad en posicionarse a su lado, y con una naturalidad que a ratos Sirius le envidiaba, establecer una conversación. Sirius los observó un par de minutos, y de pronto el chico de la cicatriz rió con una broma de Regulus y se sirvió en un plato varias rodajas de piña y un poco de sandía cortada en cubos.

Regulus tomó dos tazas con té verde, y señalando con la cabeza en dirección a Sirius, consiguió que el chico de la cicatriz le siguiera.

«Maldito Reg, bastardo...», pensó Sirius, que con todo se mantuvo con la espalda recta, una pierna sobre la otra, ambas manos en su regazo, y el cabello cayéndole de un lado y enmarcándole el rostro en perfecta y estudiada apariencia.

Sirius no era idiota, claro que estaba al tanto que su aspecto era poco menos que magnífico. A sus 15 años (16 en unos cuantos meses más) tenía una carrera en ascenso en el mundo del modelaje y una personalidad moldeada para desenvolverse sin problemas en el medio, pero todo salió por la ventana cuando el chico de la cicatriz le dedicó una sonrisa sincera y al extender la mano para saludarlo, se presentó.

—Hola, Remus Lupin.

—Sirius Orion Black —dijo Sirius su nombre completo y un enorme deseo de invocar a la madre tierra para que se lo tragara entero.

—Oh, ¿dos nombres de estrellas? Genial.

—Mamá... Walburga… Uh…

—Es una tradición familiar —suplió Regulus con facilidad, extendiéndole a Sirius su taza con té y que éste sujetó con ambas manos—. Aunque sospechamos que es una especie de presión para de algún modo alcanzar el cielo.

—Entiendo —asintió Remus—. En casa tampoco podían desperdiciar el apellido Lupin, así que Remus... Y seguro de haber tenido un hermano habría sido llamado Rómulo.

Sirius celebró la broma con una risotada, y quiso su mala suerte que en esos momentos estuviera bebiendo té y se le derramara en las manos y el regazo.

La humillación de su ridículo fue lo peor, especialmente cuando Remus se alejó en grandes zancadas, pero Sirius volvió a respirar aliviado cuando éste volvió y le entregó unas servilletas de papel.

—Ten, pero no te hayas quemado —le ofreció sin atisbo de burla o malicia.

—Gracias —musitó Sirius, que como nunca agradeció que la vestimenta de ese día no fuera ninguna clase de prenda única e irremplazable, sino ropa cotidiana que cualquier adolescente de su edad utilizaría para asistir a la escuela, y por lo tanto cualquier mancha (y la subsecuente factura de tintorería) no le acarrearía problemas.

—¿Vienes con Greyback? —Preguntó Regulus a Remus, y éste asintió—. Lo suponía, eres muy de su tipo.

—¿Su tipo? —Repitió Remus—. ¿A qué te refieres con eso?

—Los modelos que Greyback elige para su agencia tienen puntos en común —dijo Sirius, que había escuchado más de una vez a Walburga comentarlo en voz baja: Jóvenes, pero con edad suficiente para consentir; altos, pero delgados; con bocas llenas y ojos grandes.

En la industria no era ningún secreto que Fenrir Greyback era una especie de depredador, aunque quedaba en constancia que sus colegas no terminaban de catalogarlo así porque no había uso de la fuerza ni de la coerción, sino del maravilloso poder del convencimiento.

Sin falta cada año Greyback se presentaba con su nueva musa, casi siempre un modelo que encajara dentro de sus cánones de belleza, y lo hacía partícipe de cuanto desfile y sesión de fotos fuera posible. Siempre posesivo, siempre excesivamente táctil... Hasta que su protegido entendía lo que se pedía de él o era reemplazado por alguien más.

Sirius no dudaba que la nueva musa de Greyback sería Remus Lupin con sus facciones perfectas a pesar de la cicatriz que le cruzaba el rostro por encima de la nariz. En sí, aquella era una marca regular, con una línea delgada que resplandecía como luna sobre su piel pálida y con la ocasional peca aquí y allá, así que el conjunto resultaba más atractivo que otra cosa.

—Escuché algunos rumores de parte de la maquillista que trabajó conmigo —dijo Remus en voz baja—, pero en realidad no me preocupa. Este trabajo es sólo por hoy. En realidad sólo me interesó el dinero, así que...

—¿Nunca antes habías modelado? —Preguntó Regulus.

—No, nunca. ¿Qué tal ustedes?

—Desde los 4 años —dijo Regulus.

Sirius se encogió de hombros. —Sé que no cuenta, pero oficialmente fui el rostro de una reconocida marca de pañales a los 6 meses...

—Oh, wow. Sin presiones ni nada, ¿eh?

—Para nada. La mayoría de los modelos en esta sala son nuevos —dijo Regulus—. Sirius y yo somos los únicos veteranos por decirlo de alguna manera, y eso porque encajamos a la perfección con el estereotipo que quieren representar para cada uno en la sesión.

—¿Estereotipo?

—Ya sabes, porque nada dice campaña antibullying como conseguir unos cuantos chicos y chicas diferentes pero atractivos y hacer creer que salirse de la norma es lo más cool de la temporada —dijo Sirius, que de antemano sabía los papeles que les tocaban representar a él y a Reg: Andróginos, todo menos heterosexuales, un tanto ambiguos y misteriosos, a lo que se debía aspirar en secreto.

Remus pareció comprender en el acto. —Ya veo.

—No te sorprendas. Para ser una industria en la vanguardia, a veces también puede tener momentos como éste —comentó Regulus, que consultó su reloj con desgana y confirmó que ya iban tarde por casi 3 horas.

—Walburga va a tener un síncope...

—Puedes apostar a que sí.

—Iré a cerciorarme que no esté cometiendo asesinato con alguno de los fotógrafos —dijo Regulus antes de excusarse, y dejó a Sirius y a Remus a solas y a sus anchas.

«Oh, Reg, maldita sabandija», pensó Sirius al percatarse que no era una casualidad que su hermano lo dejara ahí en compañía de Remus, pero no iba a ser él quien desaprovechara una oportunidad.

—Hazme compañía —dijo Sirius, señalando la silla que tenía a su lado—. Todavía no te has comido toda tu fruta.

—Ya, es que... —Remus se sentó—. Lo que en verdad me apetece es una hamburguesa. ¿Cómo soportan los modelos vivir a base de agua y té verde? Antes de una semana estaría comiéndome los dedos.

—Te acostumbras. Es parte de los requisitos para tener tu foto en las revistas.

—¿Y vale la pena?

—El dinero no es malo... —Dijo Sirius con cautela, aunque se guardó bien de decir que por su edad todavía no recibía pagos completos, sino lo que Walburga decidía que era apropiado pagarle tras recibir sus servicios como manager—. Tampoco la ropa gratis, y los obsequios...

—¿De gente como Greyback?

—Bueno... —Sirius metió las manos entre sus muslos—. Si debes de saberlo, Greyback no tiene permitido ir detrás de mí. Al menos no todavía.

—¿No? ¿Y eso?

—No soy mayor de edad.

—Oh. ¿Entonces cuántos años tienes?

—16. Bueno, 15, pero mi cumpleaños se acerca.

—¿El próximo mes?

—Erm, no. Noviembre.

Remus rió entre dientes. —¿Sabes que estamos a febrero, verdad? Eso es más de medio año de distancia. En realidad deberías estar agradecido de tener 15 y no 14. Casi podías haberme confundido, creí que tendrías al menos 18. Tú y Regulus se ven mayores, eso suponiendo que él no lo sea.

—Oh no, Reg es casi un año menor. De octubre, y tiene 14. Es el maquillaje —dijo Sirius, amagando tocarse el rostro y deteniéndose a tiempo o se arruinaría el look que tanto tiempo había costado—. ¿Qué tal tú, cuál es tu edad?

—Erm...

—Sé que debes ser mayor de 18, o de otra manera Greyback no te tendría en su plantilla —dijo Sirius, inclinándose un poco sobre Remus y con el hombro presionándole en el brazo para hacerle hablar—. ¿Y bien?

—19.

—Vale.

—Pero cumpliré 20 el próximo mes.

—Entonces ‘feliz cumpleaños’ por adelantado, ¿no?, suponiendo que no habrá otra oportunidad...

—Probablemente no —dijo Remus—. Este trabajo es demasiado caótico para mi gusto, y aunque Greyback me ofrezca un aumento, creo que tendré que dejarlo ir. Tengo otras cosas por hacer.

—¿Mejores cosas?

—No dije eso. Más bien… Estoy en la Universidad. Apenas estoy en mi segundo año, pero estoy convencido de que es lo mío, ¿sabes? No todos pueden decir eso a mi edad.

—¿Y qué estudias?

—Docencia. El plan es especializarme en humanidades, pero da la casualidad que todavía no me decido por mi área específica. Me gusta la literatura, la historia y los idiomas. Vaya combinación, ¿eh?

—Suena interesante...

—No tienes que forzarte a mentir.

—Oh no, para nada —le aseguró Sirius—. Es sólo que... Dejé la escuela a los 12. Reg también. Y desde entonces tenemos tutores y todo eso para obtener nuestras certificaciones. Había clases que detestaba, como matemáticas. Me atrevería a afirmar que es cierto lo que cuentas los rumores, los modelos tienen aserrín en la cabeza en lugar de un cerebro, pero era la clase favorita de Reg. Yo prefería más artes, aunque Madre habría estado más contenta si ambos nos esforzáramos más en francés, que lo leemos y hablamos sin problemas, pero la gramática es nuestra pata de palo...

—Yo llevo francés. Es parte de mi curriculum, aunque prefiero el alemán.

—Ah, suena mejor que el tonto francés.

—Cada idioma tiene sus pros y contras, ¿no crees?

Sirius asintió, porque era más fácil que explicar el vergonzoso estandarte de Toujours Pur que tenían en casa y que era la causa principal por la que Madre insistiera que sus dos hijos llevaran clases particulares de francés incluso cuando prescindía de otras materias con mayor utilidad.

Porque Regulus seguía sin volver, la sesión todavía iba con retraso, y Remus tenía una conversación amena y no lo trataba como un crío, Sirius se pasó la siguiente hora charlando de todo y nada con su nuevo amigo, y de paso dando pie a que el hormigueo que sentía a la altura del ombligo se fortaleciera con cada minuto que pasaban juntos y sin interrupciones.

Fue así como Remus se abrió con él al contarle que Greyback había dado con él por casualidad en el valet parking en el que éste trabajaba tres noches para complementar sus finanzas. Remus había estado ahí en el momento adecuado para recibir a Greyback, que se había detenido largos segundos a inspeccionarlo y con sus llaves también entregó la tarjeta de su agencia de modelos.

—No creí que fuera cierto, ¿sabes? Lo típico es pensar que se trata de algún timo, o peor, de una agencia de prostitución, pero mi amiga Lily me convenció de al menos cerciorarme de que la página web fuera legítima y bueno... Lo próximo que sé es que necesito dinero para comprar varios libros y Greyback es mi boleto rápido a un trabajo que paga bien por pocas horas.

—¿Entonces esta es tu primera vez oficial frente a las cámaras?

—Y con suerte la última. No creo tener talento para esto. Ya era demasiado tímido de crío cuando me tomaban fotografías, no quiero ni imaginar el resultado de esta sesión, pero Greyback insistió que sería perfecto por... —Remus se llevó una mano al rostro, y con los dedos rozó su cicatriz—. Bueno, porque encajaba a la perfección con la temática. Nadie debería hacerle bullying a un crío por esto, ¿no te parece? Aunque no puedo hablar de mi experiencia en eso.

—No —confirmó Sirius, que se moría de ganas de preguntar cómo se había hecho Remus esa cicatriz pero no reunió el valor y tampoco quería incomodarlo—. Al menos le vas a dar un toque fresco a la campaña. Reg y yo venimos a cumplir viejos papeles de celebrar otras diferencias.

—Debe ser más complicado transmitir eso en una fotografía. Al menos en mi caso las cicatrices son visibles.

—Ya, y... —Sirius se mordió el labio inferior—. ¿Cómo transmites eso, uh? Al menos Reg nunca ha mostrado una inclinación de ese tipo, y en cambio yo...

Sirius calló, a la espera de que Remus lo presionara para seguir, pero éste le dio el tiempo necesario para organizar sus pensamientos.

—¿Conoces el estereotipo de cómo al menos la mitad de los modelos son gays o en algún grado bisexuales?

—Ajá.

—Odio los estereotipos, pero creo que encajo...

Remus le dio unas palmaditas en la pierna. —Si la mitad de los modelos es así, por regla la otra mitad tiene que ser heterosexual, ¿no? Eso también los hace un estereotipo.

—Ya, pero ser heterosexual es normal.

—No, es mayoría, pero no los convierte ni más ni menos normales que al resto.

—No lo había pensado de esa manera...

—Entonces considéralo una tarea —dijo Remus con ligereza—. Puede que te ayude si tienes curiosidad por el tema o estás confundido.

—Sí, profesor Lupin —respondió Sirius con una leve sonrisa en labios, y Remus a su lado retiró la mano de su pierna e hizo entrechocar hombros con él.

Cuál habría sido su reacción verbal quedó en incógnita cuando Regulus volvió a su lado con paso apresurado y le informó a Sirius que Walburga ya había hecho llorar a una de las chicas encargadas del vestuario, y que lo mejor era apartarse de su vista cuanto antes o ellos serían los siguientes.

Sugiriendo salir por una de las puertas de servicio mientras la sesión daba comienzo, Sirius tuvo consigo el poder al conocer aquel edificio y dar con un excelente sitio en donde Regulus, él y Remus se sentaron en una banca de madera a contemplar el estacionamiento.

Por inercia, Sirius sacó de la bolsa de su chaqueta un cigarrillo, pero antes de que pudiera pedirle a Regulus el mechero, Remus lo detuvo.

—No. —Y luego—: Por favor.

Sirius de pronto se sintió mortificado. —Lo siento.

—No, yo lo siento. Es sólo que... Luces mayor. Los dos lo hacen, pero entonces recuerdo su verdadera edad y me siento terrible por no ser el adulto responsable del grupo. Solía ser el prefecto en mi colegio, y estoy tan acostumbrado a imponer reglas en alumnos menores que yo que... La rutina es fuerte.

—No, está bien —dijo Sirius, que se volvió a guardar el cigarrillo—. De cualquier manera, es un hábito asqueroso. Sólo empezamos para molestar a Walburga.

—¿Y funcionó?

—Todavía es reciente —dijo Regulus—, y ha fallado porque Walburga se perfuma demasiado con Chanel no.º5 como para apreciarlo.

—Buen momento para dejarlo —sugirió Remus, que entonces sacó de su propio bolsillo dos chocolates y le tendió uno a cada hermano—. Mi disculpa por cambiar sus planes.

—¿Hacías lo mismo con los alumnos de tu colegio?

—A ellos les daba caramelos de limón. Para mal que el chocolate es caro, así que sólo lo compro para mí y lo regalo en ocasiones especiales.

Con el cosquilleo de su estómago creciendo más y más, Sirius guardó su chocolate en lugar de comerlo, y siguió acosando a Remus con preguntas variadas.

Regulus no interrumpió, y en cambio se dedicó a ver su teléfono para cerciorarse de que Walburga no los estuviera buscando. Nadie mejor que él y Sirius sabían que lo mejor era estar de su buen lado, porque podía mostrarse agresiva y errática si las cosas no salían como ella querían, y antes que protagonizar una bofetada con público por su mal comportamiento, preferían saltar cuando ella lo ordenaba.

Finalmente un mensaje apareció en la pantalla, y era Walburga ordenando que él y Sirius volvieran a la locación porque el photoshoot estaba por empezar.

Llamando la atención de Sirius con un roce apenas en su costado, éste leyó rápido el mensaje y torció el gesto.

—Es hora —anunció para Remus, que sonrió con aprensión.

—Bien... Que pase lo que tenga que pasar.

 

La sesión de aquel día, aunque con retraso, marchó sobre ruedas una vez que se pudieran sobrepasar los contratiempos que la demoraron.

Con dos fotógrafos (pareja profesional y también romántica que trabajaba en dupla), la sesión se dividió en dos grupos: Por un lado los modelos que ya tenían experiencia como Sirius y Regulus, y aquellos otros nuevos que necesitarían primero indicaciones, entre los que se encontró Remus.

Sirius terminó pronto con sus fotografías. Para él el look de adolescente andrógino y misterioso no era nada nuevo, así que cumplió con las indicaciones que se le dieron, agregó un par de poses de su cuenta, y por último agradeció a Dumbledore por su trabajo y se dirigió en línea recta a la mesa del buffet, donde ya una figura alta y delgada que él bien conocía se encontraba ahí.

—Hey —saludó a Remus—. Terminaste pronto.

—¿Es bueno o malo?

—Depende. ¿Grindelwald te llamó ‘cariño’ o ‘maldito idiota’ al darte indicaciones?

Remus carraspeó. —De hecho me llamó ‘tesoro’. Supongo que puedo decir que no salió tan mal como yo me temía...

—No, realmente no. Greyback estará complacido.

—Ya, pero francamente no me importa lo que Greyback tenga que decir. Esto estuvo bien a su manera; el té verde no es tan terrible y la compañía fue agradable, pero el modelaje no es lo mío.

—Ah —musitó Sirius con desencanto, puesto que le habría gustado volver a ver a Remus en alguna otra sesión.

—Al menos me llevaré buenos recuerdos —siguió Remus—. Y cuando los vea a ti o a Regulus en revistas o marquesinas, podré decir que hice dos buenos amigos.

Aquellas palabras le insuflaron a Sirius el valor que necesitaba, y en un todo o nada, se giró hacia Remus y lo miró directo a los ojos:

—¿Podríamos intercambiar números de teléfono? Para no perder el contacto y, uhm, ¿mantener la amistad? —Lo último con una entonación que lo hizo sonar como pregunta, y Sirius se lamentó por su pérdida de arrojo cuando más lo necesitaba.

Por fortuna, Remus no se lo echó en cara, aunque titubeó al hablar.

—Claro, pero Sirius, antes quisiera-...

—¡Sirius! —Lo llamó una voz desde el otro lado de la habitación, y éste contrajo el rostro al conocer a la perfección la entonación de Walburga para hacerle saber que estaba en problemas.

—Uhm, lo siento —se disculpó Sirius antes de dar media vuelta y acudir al llamado de Walburga.

En un rincón y recibiendo una reprimenda mayor por haberse alejado demasiado, Sirius mantuvo la vista en sus zapatos y asintió y dijo “Sí, Walburga” y “No, Walburga” según le era requerido, mientras que por dentro un enorme agujero en el pecho le hacía lamentarse su falta de espina y no ponerle fin a aquellos reproches que invariablemente le hacían sentirse como un crío pequeño en lugar de los 15 años que en realidad tenía.

Fue Regulus quien acudió a su lado para salvarlo cuando por fin terminó sus propias fotografías, y su presencia contribuyó a que Walburga pusiera un fin a su labor de manager y en cambio volviera a su faceta de relaciones públicas.

A Sirius poco le importaba, y con la mirada buscó a Remus sin éxito. No podría haberse ido sin despedirse... ¿O sí?

La desesperación que sentía apareció en su rostro, y fue Regulus quien le puso un alto. —Tranquilo. Todavía falta la foto grupal.

—Ya...

Pero aunque dos horas después el grupo completo se reunió para la fotografía que sería la imagen central de la campaña, Sirius tuvo que conformarse con un papel en el centro mientras que a Remus lo habían mandado a una de las esquinas por ser de los más altos y sólo funcionar para la composición de la imagen de esa manera. En realidad ninguno de ellos tenía estatura promedio, pero Remus sobrepasaba al resto por al menos 10 centímetros, y Sirius calculaba que su estatura se aproximaba a 1.9 metros si no es que un poco más. Que con su figura delgada pero nervuda y facciones de encanto a pesar de su cicatriz, podrían hacer de él un modelo cotizado.

Eso si a Remus le interesara, que como Sirius ya sabía, no era el caso.

La sesión finalizó cerca de las 6, y para entonces del menú completo del buffet sólo quedaban un par de piezas de fruta y dos botellas de agua con el sello roto y vacías a la mitad.

Con Walburga al otro lado de la habitación y dándoles la espalda, Sirius se apartó de la esquina donde ella les había ordenado a él y Regulus permanecer, y se acercó a Remus, que en esos momentos hablaba con una de las chicas participantes y que ostentaba una alopecia severa. Ellos dos conversaban animadamente, y Sirius de pronto ya no se sintió tan decidido a interrumpirlos, así que dio media vuelta y regresó con Regulus, que como siempre, vio a través de él.

—¿Qué, la calva es dura competencia a tu abundante melena?

—Cállate, Reg. Cuando hablas así suenas igual que ella.

Regulus torció la boca. —Lo siento.

—Mmm.

—¿Conseguiste su número?

—No.

—Pero te gusta, ¿no?

—Reg...

Pero su hermano ya había abandonado su lado, y a diferencia de Sirius antes, enfiló directo a Remus e interrumpió sin más preámbulo su conversación para hablar con él un par de minutos y después despedirse sin más.

Hecho un manojo de nervios, Sirius esperó como un caminante en el desierto esas palabras de Regulus que le harían vivir como un buen sorbo de agua.

—No le pedí su número —dijo Regulus, y Sirius hundió los hombros—, pero le di el tuyo.

Sirius hundió todavía más los hombros. —¡Reg!

—Lo anotó. Algo es algo —dijo Regulus, justo en el instante en que Sirius sintió su bolsillo vibrar.

En las notificaciones, sólo apareció un emoji con un ojo cerrado de un número desconocido.

Sirius levantó la vista, y a través de la habitación, Remus le guiñó su propio ojo.

 

El cierre oficial de aquella sesión de fotos incluyó cambiarse de ropas (por una vez, Walburga no insistió en regalías, si acaso porque eran prendas comunes para la imagen casual que la campaña quería demostrar) y que por azar del destino la mampara tras la cual Sirius se encontraba, colindaba con la de Remus.

—Pensé que esta era ropa casual —bufó Remus, que por su estatura había terminado usando una camiseta a la que en la parte posterior le prendieron alfileres para ajustarla a su cuerpo.

El llevar puesta la prenda no había sido el problema, sino retirársela y no acabar todo picoteado o con raspones.

—Te ayudo —se ofreció Sirius, que ya en sus propias ropas, se cruzó de una mampara a otra—, pero antes tendrás que agacharte un poco.

Remus tomó asiento en un banquillo, y Sirius se dedicó a quitarle uno a uno los alfileres con toda la pasma del mundo. ¿Y qué si Walburga se impacientaba? Él sólo quería alargar esos minutos y convertirlos en su propia definición de la eternidad.

Las mangas y la espalda fueron trabajo lento, y Sirius se tomó su tiempo en el área del cuello, con tal suerte que al aflojar del todo la prenda se topó con que la cicatriz del rostro no era la única que Remus tenía en el cuerpo. Sin pensarlo, Sirius tocó la línea que le bajaba por la espalda y se perdía por debajo de la tela.

—Gracias —interrumpió Remus su silencio, y se sacó la camiseta sin pudor alguno.

Sirius observó entonces que la cicatriz bajaba regular por su espalda, paralela a la línea de su columna vertebral y desaparecía incluso más allá de sus pantalones.

—Remus...

—Es grande, lo sé.

—¿T-Todavía te duele?

—No, pero puede llegar a darme comezón cuando la piel se me reseca en invierno. No es nada importante.

Sirius quiso negarlo, pero a sabiendas de que no era su lugar para hacerlo, mejor calló.

—Hey, Sirius... —Lo llamó Remus por encima de su hombro, un mechón de su cabello ondulado cayéndole por la mejilla—. ¿Estás bien?

Sirius quiso sonreír y decir que sí, pero en su lugar se sintió terrible por preguntar.

—¿De qué son? Tus cicatrices...

—Un accidente de automóvil. Cuando era muy pequeño. Fue poco antes de mi quinto cumpleaños, que pasé todavía en el hospital.

—Oh, lo siento tanto.

—¿Por?

—Sólo... lo siento y ya —musitó Sirius.

—En ese caso, gracias —dijo Remus, que se giró un poco más y le sonrió—. No me gusta que nadie sienta lástima por mí.

—No es eso.

—Lo sé.

—Me gustas, Remus —dijo Sirius apenas en un susurro—, y no es por lástima. Creo que eres atractivo, pero también divertido, e interesante, y tantas cosas más...

—Tú también me gustas, Sirius —dijo Remus, y Sirius supo que habría un ‘pero’ por venir—. Pero... Apenas tienes 15 años...

—Pronto serán 16.

—No tan pronto. Y yo cumpliré 20 antes de que eso pase. Así que esto —y movió una mano entre ellos dos— no puede ser por varias razones. ¿Entiendes? Y algunas de ellas podrían meterme en problemas por tu edad.

—¿Y después? —Preguntó Sirius con petulancia, porque se arriesgaba a romper en llanto si no controlaba sus sentimientos—. ¿Qué pasa cuando sea mayor?

—Ya veremos. Hasta entonces podemos ser amigos, ¿ok?

—Oh, Remus...

Si fue la expresión miserable de Sirius o que a pesar de todo Remus sí le correspondía pero estaba siendo adulto por los dos, al final lo que Sirius consiguió fue que Remus tomara su mano y le besara los nudillos. Pero Sirius quiso más, y aprovechando que Remus estaba sentado y él de pie, no hesitó en inclinarse sobre él y besarlo de lleno en los labios.

Remus lo permitió por unos segundos, y después apartó su rostro. —Sirius...

—No es mi primer beso —dijo Sirius en confesión—, pero sí el primero que yo doy...

Remus también tuvo su propia confesión: —Ese honor me halaga, pero Sirius...

—Lo sé, amigos, ¿ok? Está bien.

Y bajo esa promesa, un vínculo nació entre ellos.

 

Sirius mantuvo comunicación esporádica con Remus vía mensajería. A veces le enviaba algún meme, a veces él le respondía con otro. Alguna ocasión intercambiaron música, y Sirius descubrió nuevos artistas, así que le agradeció el gesto recomendándole alguno de los libros que ahora eran sus favoritos y que Remus declaró encontrar muy de su agrado.

La salida al público de la campaña en la que habían trabajado también trajo consigo un intercambio de fotografías, en donde Sirius o Remus posaban cerca de los carteles y hacían una broma tonta, pero sólo duró mientras eran reemplazados por otros diferentes.

El invierno tardío de ese año dio paso a una primavera en la que Remus se quejó bastante de su alergia al polen, y después a un verano que Sirius detestó al tener que pasarlo en Francia para cumplir con algunas campañas que no eran para nada de su predilección. El otoño fue más del agrado de ambos; Remus porque volvió a la escuela, y Sirius porque su cumpleaños se acercaba por fin.

“Te lo dije, ahora tendré 16.”

“Bah, y yo tengo 20. No hay diferencia.”

“Para mí sí.”

Sirius esperó paciente a que Remus contestara de vuelta, y cuando por fin éste lo hizo cambió de tema, preguntándole acerca de Regulus.

Con un resoplido, Sirius escribió: “Bien.” Y después agregó un par más de líneas. Antes que un berrinche porque Remus insistía en sólo ser amigos, estaba dispuesto a conformarse con lo que le ofrecía.

Y con lo que él se sentía capaz de aceptar.

 

Ya estaban llegando a fin de año cuando de regreso de una fiesta a la que habían sido invitados él y Regulus como nuevos rostros de una famosa compañía de perfumes cruzaron el centro de Londres y encontraron en vista central un rostro más que conocido.

—Mira, ¿lo reconoces? Es él —señaló Regulus.

—¿Es Remus? —Preguntó Sirius a nadie en particular.

Pero tenía que ser. Su rostro era imposible de olvidar, y sus cicatrices sólo cerraban ese trato, así que Sirius sacó su móvil y se apresuró a tomar una fotografía antes de dar vuelta en la siguiente esquina y perderla de vista.

Con dedos rápidos, Sirius se la envió a Remus y preguntó: “¿Eres tú?” y en la siguiente línea: “Claro que eres tú. Pero creí que habías dicho que el modelaje no era lo tuyo.”

Remus se demoró en responder casi dos horas. Escribió él que se encontraba en la biblioteca estudiando para sus finales, y después abordó el tema que inquietaba a Sirius.

“Sí, soy yo.”

“?!”

“¿Debo intuir que preguntas por qué y demuestras tu asombro?”

“Creí que el modelaje no era lo tuyo, e insististe tanto que no lo volverías a hacer...”

“Ya, pero Greyback llamó con una oferta que pagaba a la perfección la matrícula del siguiente curso, libros, ropa y también un boleto de tren para visitar a mis padres en Gales, así que...”

“¿Y será un trabajo recurrente o también es una ‘última vez’ como antes?”

Remus se demoró en contestar de vuelta, y Sirius temió que sus palabras le hubieran resultado molestas, pero al final resultó que Remus se había estado preparando una taza de té.

“Ni idea. Esta vez fue diferente a la anterior.

Supongo que tú debes de estar acostumbrado pero para mí todo fue nuevo.

No había ningún otro modelo en la sesión, y resultó más pesado de la que imaginaba.

Posar y mantener mi expresión en cierta manera...

Pero la paga lo compensó y con creces.”

“¿Entonces lo bueno superó lo malo?”

“Me atrevería a decir que sí.”

Sirius contempló la pantalla de su móvil hasta que se apagó, y después escribió su nuevo mensaje:

“Se podría decir que ahora somos colegas de profesión, ¿eh?”

“Sólo por unos meses. Eso si Greyback me quiere de vuelta.”

«Oh, puedes apostar a que sí», pensó Remus, que había buscado la fotografía original de la campaña en la que Remus había participado y la tenía ahora de wallpaper en tu teléfono. Regulus se había burlado de él cuando por casualidad miró el cambio, pero ya que el flechazo que Sirius sentía por Remus no era ningún secreto entre ambos, no se burló más que con una risita. Al menos podía contar con que Regulus le guardara el secreto frente a Madre.

“Será genial si después volvemos a coincidir en algún set.”

“Puedes apostar que sí, pero no creo que suceda.”

“¿Por qué?”

Remus envió un par de emojis, que en suma dejaban bien en claro cuán boba consideraba aquella pregunta.

“Porque Sirius Black (o sea, tú) eres el rostro oficial de varias campañas internacionales y estrella en ascenso. Esta es la tercera semana consecutiva que veo tu rostro en el puesto de revistas que paso cada mañana camino a la universidad. También te he visto en televisión, y tu presencia en internet es masiva.

Yo sólo tengo dos photoshoots en mi curriculum y un ‘manager’ al que le gusta ponerme la mano en el culo cuando hablamos de cerca.”

“Greyback es un indeseable. Si quieres podría darte el número de alguien más para que te represente como es debido.

Nunca he trabajado con Minerva McGonagall, pero su agencia siempre está en búsqueda de nuevos talentos.”

“Gracias, pero no gracias.

Como dije antes, modelar no es mi vocación, sino una manera fácil de sacar dinero a pesar de mis cicatrices. ¿O debería decir que gracias a ella?

¿Te mencioné que Greyback me consiguió algunos photoshoots gracias a mis cicatrices?

No sé qué clase de sesiones sean (al menos espero que no sean fetichistas) pero debo estar agradecido que paguen bien.”

Para Sirius, que conocía bien a la industria y sabía que las ‘imperfecciones’ se transformaban en sellos distintivos si eras lo suficientemente atractivo como para resaltar ante las cámaras, no le quedó duda alguna que Remus podía llegar lejos incluso si no se lo proponía. Bastaría con que Greyback supiera explotar su potencial, y el resto sería pan comido.

“Te irá bien”, le escribió a Remus. “Recuerda mis palabras.”

Porque iban a ser proféticas.

 

A un año de haber conocido a Remus y todavía mantener con éste conversaciones estrictamente por mensajería instantánea, Sirius descubrió que éste tenía una cuenta de Instagram y que se estaba haciendo de una fanbase nada despreciable.

La noticia le llegó por medio de un blog en Tumblr que estaba dedicado a Remus Lupin y que se encargaba de mantener a sus fans al día con sus actividades, así que Sirius no dudó en abrirse para sí mismo una cuenta en la misma plataforma y esperar a que no le estallara en el rostro.

Lo cual por supuesto ocurrió, apenas media hora después.

—Walburga está furiosa contigo —dijo Regulus al ir a su habitación y entrar sin tocar la puerta como era su costumbre.

Tanto daba Regulus por sentado que Sirius sabía el porqué del enojo de su progenitora, tanto como éste intuía que su hermano sabía sus razones.

—Bah.

—Al menos podrías haberte conseguido una cuenta falsa, pero no —se burló Regulus acostándose a su lado en la cama—, tenías que utilizar tu nombre real.

—No le vi sentido a esconderme.

—¿Pero tenías que hacer de Remus la primera cuenta que siguieras? Eso dará de qué hablar. Y ya sabes lo que Walburga piensa de los rumores que...

—Lo sé, Reg, lo sé —bufó Sirius molesto, aunque no con él, sino consigo mismo. Y Walburga.

Sirius todavía tenía conflicto con la doble cara de la industria que les daba cobijo y también los explotaba. Por un lado, ser modelo masculino implicaba que a su edad y con su fisonomía, debía cumplir el rol de ser un chico bonito que despertara en el público la curiosidad y el deseo por partes iguales. A su vez él tenía que cumplir el papel de ser etéreo, casi un secreto, y en donde su sexualidad era tema de especulación.

Walburga no había tenido problemas en agendar para él y Regulus sesiones un tanto subidas de tono con otros modelos en su misma condición, porque según explicaba ella, la controversia era la mejor publicidad a la que podían aspirar para llegar a la cima, y aunque detestaba participar en esos juegos, a Sirius no le había quedado de otra más que concederle la razón cuando los contratos le comenzaron a llover.

Más incluso que Regulus a pesar de la diferencia de edad que lo colocaba a él como el hermano mayor, las facciones de Sirius tendían a ser más finas, casi femeninas, y ello le había grajeado en la industria el dudoso papel de modelo andrógino que todos los fotógrafos y campañas querían para sí ahora que estaba tan en boga.

Faltaría todavía ver qué le deparaban los años venideros. Él y Regulus habían salido de los mismos catálogos infantiles en donde sus rostros angulosos y ojos grises los habían hecho destacar por encima de los otros niños, pero al ir creciendo Regulus había adquirido un toque masculino imposible de disimular, en tanto que Sirius todavía iba y venía entre la barrera de ambos sexos sin decantarse por ninguno.

Tanto como adoraba el dinero que eso les beneficiaba, Walburga también detestaba que las murmuraciones respecto a la sexualidad de Sirius subían y bajaban sin control, y en más de una ocasión había tenido que hacer uso de su influencia y dinero para hacer acallar rumores... Algunos falsos. Algunos otros no del todo...

Al besar a Remus, Sirius no le había mentido al decir que aquel no era su primer beso pero sí el primero que él daba por propia voluntad...

De experiencia propia (y sabía que con Regulus el caso era similar) ya había tenido sus roces con Greyback, y con algunos otros fotógrafos que se creían con el poder para poner sus manos donde no debían cuando Walburga no observaba, o peor todavía, cuando ella estaba presente, y afirmar que en la industria de la moda todo era un toma y daca en el que los participantes sabían su lugar y lo que había que entregar para llegar a los puestos más altos de la jerarquía.

Al crecer, Sirius había tenido una fuerte crisis silenciosa en donde le resultó casi imposible dilucidar si su atracción por su mismo sexo obedecía a la vida que había llevado hasta entonces como modelo, o venía desde nacimiento y ni Walburga tenía poder sobre ello, pero sin una respuesta convincente para sí mismo, había sido Regulus quien lo solucionara por él.

—Si piensas en un chico en términos de romance o placer físico y no en la compensación que obtendrías a cambio... —Había dicho su hermano con mayor madurez de la que el propio Sirius tenía para sí en reservas—. No sé si seas gay, hay matices, pero heterosexual seguro que no eres...

Remus había terminado por ser ese chico del que Regulus hablaba, y aunque con 20 años y ya en su tercer año de universidad difícilmente podía catalogársele de tal, era en esos términos que Sirius pensaba en él.

—Vale, todavía podemos solucionar esto —dijo Regulus, que en tiempo presente y preocupado por la irreflexividad de su hermano con las redes sociales y los rumores que corrían entre las fanbases de modelos, se abrió para sí mismo una cuenta de Instagram y también siguió a Remus.

—¿Qué ganamos con esto? —Preguntó Sirius, que miraba asombrado su móvil y las notificaciones explotarle con cada nuevo seguidor a pesar de no tener ni siquiera una fotografía de perfil.

—Hacer creer a Walburga que esto es por publicidad, y no porque morías de ganas de espiar la cuenta de Remus J. Lupin —dijo Regulus, leyendo completo el nombre de su usuario—. ¿De qué es la J?

—John.

—Oh, supongo que no todos tienen la dicha de más nombres de estrellas de los que son aconsejables para una vida normal.

Sirius sonrió para sí. —Supongo que no, pero igual me gusta. Le sienta bien. Remus John Lupin...

—Ah —exclamó Regulus, que como confidente de Sirius estaba al tanto de sus sentimientos pero le costaba celebrarlos por el miedo que Walburga le infundía y el temor a que la noticia llegara a sus oídos—. Si tú lo dices...

Pero Sirius lo ignoró.

 

Walburga se enfureció tal como predijo Regulus, ¿pero cuándo no lo hacía? Su paciencia era apenas existente, y cuando se trataba de Sirius ella tendía a estallar como gasolina expuesta a la flama, así que éste no se sorprendió cuando Walburga le exigió la contraseña de su nueva cuenta de Instagram e insistió en ser ella quien la administrara.

—Después de todo, soy tu manager —dijo ella durante el desayuno—, y yo sé mejor que nadie lo que es bueno para tu imagen y buena publicidad.

Pese a que en el pasado Sirius había acabado cediendo con cada uno de los designios de Walburga, en el asunto de su cuenta de Instagram puso los pies firmes y no cedió terreno. Ni un ápice.

—Gracias, pero preferiría hacerlo yo.

Con Walburga en la cabecera de la mesa y ambos hermanos a sus lados, fue Regulus quien alzó la vista de su pomelo y le dirigió a Sirius una mirada de advertencia, una que decía: “No la fastidies, o ella nos fastidiará a los dos como castigo” y que Sirius ignoró.

—Seguro tienes en mente una paleta monocroma de blanco y negro con fotografías de mis sesiones, pero yo prefiero una cuenta que parezca mía, espontánea, y en donde yo elija el contenido a compartir.

—Eres modelo, ¿qué más podrías mostrarle al público que eso? —Replicó Walburga, que a diferencia de los magros desayunos de sus hijos, ella disfrutaba de un desayuno completo y abundante en cantidades porque contaba con los genes Black que la mantenían con la misma figura que cuando tenía la edad de sus hijos... Los mismos hijos que igual podrían alimentarse con ella sin que eso afectara su trabajo en las pasarelas, pero que ella se negaba a reconocer...

—Soy más que sólo un modelo, Madre —insistió Sirius, a tiempo para recibir un golpe de cuchara en los nudillos—. ¡Ouch!

—Te lo he dicho antes: Cuando hablemos de trabajo llámame Walburga.

—Pero estamos en casa, nadie más que nosotros...

—No me importa, Sirius. Obedece.

Obedece. La maldita palabreja que Sirius había tolerado desde nacimiento y contra la cual no tenía control ni defensas. Simples 4 sílabas y 7 letras, pero encerraba en su significado el poder que Madre... No, Walburga ejercía sobre él y al cual tenía que someterse.

—Muy bien, Walburga —dijo Sirius, que pese a todo, decidió mantenerse firme—, pero mi Instagram es mío o es de nadie.

Así que Walburga le plantó una bofetada que le tiñó una mejilla de rojo, y la remató con la otra para que no hubiera contraste durante la sesión que tenían planeada para ese día.

Que le había costado caro, pero Sirius se había salido con la suya por primera vez, y esa victoria trajo consigo rebeldía, y deseos de libertad...

También problemas.

 

/*/*/*/* Próximo capítulo: Con comentarios (24-May)/Sin comentarios (07-Jun).

 

Notas finales:

Este fic tendrá 3 capítulos (largos) y estará cargado de angst y asuntos familiares que no acaban bien, así que están advertidas.


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