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The good, the cute and the gangsta por MissWriterZK

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Mei Akatsuki, anteriormente conocida como Alessandra Levy, era una joven universitaria que trabajaba como coctelera por las noches, en apariencia normal. Nada en ella tenía mucho de normal, después de que sus padres fueran asesinados durante el fuego cruzado de la yakuza en una guerra de bandas durante un viaje de negocios en el país del Sol Naciente, una de las mafias decidió adoptar a su pequeña hija.

Una rebelde sin causa de aspecto exótico a los ojos nipones. Una joven alta, de figura exuberante y tez bronceada. Su cabello era muy corto, una parte a máquina y su flequillo, largo; lo llevaba teñido de rojo intenso. Sus ojos eran almendrados, con infinidad de pestañas y unos orbes café intenso. Dueña de un rostro ovalado, labios finos y nariz delicada; pero de facciones marcadas y atractivas, con un lunar sobre su labio y un físico esculpido en entrenamientos al aire libre y gimnasio. Su cuerpo estaba marcado por tatuajes y numerosos piercings.

Residente desde que recordaba de Tokio, apasionada de la cultura, folklore e Historia de ese país. No recordaba a sus padres, había sido criada con la firmeza y flexibilidad del bambú por aquellos mafiosos temidos en el mundo entero; ella había visto la cara oculta de la moneda. Su parte humanitaria, ser la inversión privada que necesitaban las empresas para florecer y resistir al sistema económico capitalista… La única familia que conocía era la yakuza y sería capaz de matar por ellos.

Aquella noche transcurría con normalidad en aquel club nocturno donde todos los tipos de amor estaban permitidos, al igual que se celebraban juegos ilegales como el póker o el blackjack. La policía no podía decir nada porque ellos se encargaban de financiarla, eran independientes de la ley y actuaban como el yin y el yang. Todo lo bueno que hacían tenía una parte oscura y a la inversa. Estaba abrillantando una de sus copas con sumo cuidado y dedicación, al mismo tiempo que daba conversación al hombre tan penoso de la barra y controlaba el juego ilegal. Puede que su legalidad brillara por su ausencia, pero no pensaba aceptar trampas esa noche. Estaban organizando un torneo con un premio mayor a lo habitual y no pensaba dejar pasar nada.

Su genética y descendencia multicultural le venía muy bien para su carrera de Traducción e Interpretación; al igual que para esas situaciones en las que debía escuchar diferentes idiomas. Debido al trauma que le causó la muerte de sus padres, sus recuerdos de su infancia fueron bloqueados, pero seguía recordando todos los idiomas que había aprendido. Tenía ascendencia española, italiana, estadounidense y rusa. Los idiomas que dominaba cuando fue adoptada por los japoneses eran: español, italiano e inglés, solo sabía lo básico del ruso. Fue adoptada con nueve años y ya estaba a punto de graduarse en la universidad.

En aquellos años pudo aprender japonés a la perfección, siguió practicando y perfeccionando el ruso, aprendió Chino y Coreano… Su educación fue de la mejor calidad, no solo recibió clases de idiomas, también de filosofía occidental y oriental, matemáticas, informática, musical, artística y gimnástica. Era una de las mejores bazas de su familia para la mayoría de las situaciones, siendo una amante y experta de las katanas, teniendo una puntería sin igual y una fuerza y velocidad increíbles.

Suspiró, comenzaba a hartarse de escuchar al hombre mascullar sobre su vida amorosa y su escaso éxito con las mujeres. Era un mafioso hispano que no metía lengua en paladar.

«Mierda, necesito otra copa. Soportarlo me está dando dolor de cabeza…» pensó para sí misma, antes de coger su vaso decorado con motivos vegetales y que llevaba su nombre inscrito, para comenzar a darle forma a un bloque de hielo de la mejor calidad para servirse el whisky japonés más caro y exclusivo, dándole un buen trago y saboreando los matices de aquella exquisita bebida.

—Si me disculpa, debo supervisar la competición. Dado que ya ha pagado su consumición, no tiene por qué seguir aquí si no va a consumir más. —Se marchó con paso ligero y su vaso en la mano, avanzando con maestría entre el gentío asfixiante de la pista de baile.

Volteó rápidamente para asegurarse de que su puesto era ocupado como fue acordado en la reunión de la tarde. Siguió hasta las escaleras que llevaban a la zona VIP que podía ser vigilada desde los monitores. Pudo respirar en paz al sentirse mucho más liberada cuando vio que había menos gente y que la mayoría de las chicas ahí presentes eran auténticos bombones.

Pegando otro trago a su whisky, comenzó a flirtear con cada mujer. No solo lo hacía porque las encontraba sumamente atractivas, sino también porque era una parte importante de su trabajo. Si se sentían bien, volverían y eso aseguraría una buena fuente de ingresos. Aprovechando que uno de sus compañeros pasaba por allí con la bandeja, acabó su bebida y la dejó en el lugar exacto para no desequilibrar la carga.

—Preciosa, me encantaría seguir hablando contigo, pero debo trabajar… —susurró a escasos centímetros de sus labios, antes de beber de su copa de Gin-Tonic y robarle un beso electrizante que la dejó sin respiración.

Se alejó con una sonrisa segura y ladeada, le encantaba sentirse poderosa y deseada. Llegó a su objetivo y comenzó a supervisarlo todo, viendo las manos de cada uno de los participantes, su grado de concentración, las apuestas y el público. Todos los participantes eran rostros más que conocidos, a excepción de una joven que nunca había visto por ahí. Encendió uno de sus cigarros mentolados para disfrutar del espectáculo, mientras alejaba a los espectadores a una distancia prudente para no molestar a los jugadores y ella permaneció como supervisora.

Podría arriesgarse a jurar que aquella joven era la mejor jugadora que había visto. Tenía las mejores cartas posibles, una cara de póker increíble, una serenidad y una memoria fotográfica. No podía borrar la sonrisa divertida de su rostro y acabó metida en el juego, ella extrañaba jugar. Siempre fue la mejor en la mafia para ganar los juegos ilegales, hasta el punto de haber sido vetada de todos y cada uno de los torneos y todos los casinos a excepción de los de su propia yakuza.

El tiempo pasó y llegaron a la ronda final, solo quedaban la muchacha y uno de los cabecillas de la mafia rival. No dejaba de dar vueltas alrededor de la mesa, si mal no recordaba, aquel hombre era pésimo en aquel tipo de juegos. La mejora era posible, pero era un cero a la izquierda para todo… Algo le olía mal y estaba dispuesta a descubrir si estaba haciendo trampas.

«Te pillé. Ya decía yo que era imposible que hubieras llegado tan lejos sin ayuda.»

De todas formas, la chica iba a ganar, por lo que decidió esperar a que venciera de forma limpia para atrapar al tramposo. Levantó la mano de la castaña en signo de victoria y le entregó el premio de la noche, un collar exclusivo de plata y turquesas confeccionado a mano por los mejores artesanos.

—Felicidades, señorita. Es usted la ganadora de esta noche. Déjeme ponerle esta pieza de una belleza similar a la suya —coqueteó, tomando su mano y besando su dorso con parsimonia y delicadeza. Con ayuda de sus dedos fríos apartó su cabello anaranjado y abrochó la gargantilla—. Justo como pensé, se ve hermosa y las turquesas hacen que sus orbes verde hielo destaquen aún más.

Mientras ambas conversaban, el tramposo amenazaba con salir airoso y Mei lo atrapó por la muñeca haciendo muestra de su fuerza y velocidad vertiginosa. El hombre intentó sacar su pistola y ella acabó dislocándole la muñeca para impedirlo.

—¿Creías que podrías escapar después de haber estado haciendo trampas todo este tiempo? ¿Sabes lo que significa que hayas amenazado a una rival con un arma? ¿Acaso pretendes iniciar una guerra de bandas? —preguntaba con frialdad y una mirada vacía, al mismo tiempo que lo estampaba contra el muro de gélido mármol— No te hagas el loco, ya sabes lo que toca. O bien me compensas en efectivo o tendré que cortarte el otro meñique —susurró para que solo ellos pudieran escucharlo, haciendo que temblara y tragara saliva.

—Toma todo lo que he ganado esta noche y lo que llevaba encima. ¡No me hagas nada! —Después de haber vaciado sus bolsillos y cartera, salió corriendo.

Ella sonrió, contando la inmensidad de billetes que había conseguido, antes de meterlos en los bolsillos interiores de su americana, regresando del punto ciego para poder ser vista de nuevo. Se acercó a la ganadora con un paso tranquilo y una sonrisa sincera, quería invitarla a una copa para celebrar su victoria.

—Disculpa, tuve que hablar con ese señor. Me di cuenta de que estaba haciendo trampas, pero no quise desacreditarla ni darle la victoria sin que supusiera un reto para usted. Espero que pueda comprenderlo. Para compensarlo, la invito a un chupito de tequila y lo que sea que salga por sus labios.

—No tienes que hacerlo —dijo, con un rubor cubriendo su rostro y que solo le aportaba un mayor crédito. Poder ocultar las emociones cuando eres inestable es mucho más duro.

—Insisto, así podré preguntar el nombre de una señorita tan bella como usted y, quizá, saber por qué está aquí. Relájese, yo la guío.

Rodeó su cintura con sus brazos poderosos y la escoltó delicadamente, como si se tratara de una princesa. Con su ayuda, pudo sortear la muchedumbre que bailaba emocionada y no la soltó hasta que se sentó en uno de los cómodos taburetes de la barra.

—Ya llegamos a nuestro destino. ¿Hay algo que desee la señorita? —habló con una voz juguetona, guiñando uno de sus ojos y observando la rica oferta de bebidas que tenían para servir— Te dije que te invitaría al mejor tequila y a lo que quisieras, aprovecha —dijo, sirviendo dos vasos de tequila, para cortar un limón fresco a la perfección y dejar un salero a su alcance.

—¿Vas a beber conmigo? —preguntó curiosa, al ver el número de vasos frente a ella, recibiendo una sonrisa ladeada como respuesta que hizo que su corazón diera un vuelco.

—Claro que sí, querida… Bebamos por tu victoria magistral en este juego de dudosa legalidad. —Chocó su chupito contra el suyo delicadamente, antes de lamer tortuosamente su mano para echar sal. Tomó la sal y el tequila de un trago, mordiendo la rodaja de limón y dejando solo la delgada corteza.

La pelirroja natural la imitó y eso la hizo sonreír nuevamente. Un poco de líquido se escapó de sus labios y amenazaba con caer y manchar su ropa, justo cuando fue interceptado por el pulgar de la coctelera, quien lamió su dedo para no desperdiciar nada. Fue algo inherente, no pensó, solo actuó… Había veces en las que su actitud de femme fatale salía sin ser requerida.

—Bueno, princesa… ¿Me dirás lo que quieres tomar? ¿Quizá el honor de saber tu auténtico nombre? Soy toda oídos siempre y cuando la otra persona sea una mujer tan interesante como tú —bromeó, sentándose sobre la barra, cruzando sus piernas con sensualidad y girando el cuerpo para verla. No podía dejar de sonreír, leía su lenguaje no verbal sin problema y le encantaba estar poniéndola en una situación comprometida.

—Yo… Ehh… —se aclaró la garganta, como si haciendo eso dejara de ser una máquina de titubeos humana—. Es decir, me llamo Lauren y estoy en Japón durante este curso por la universidad. Es mi primera vez en un concurso y me sorprende haber ganado.

—Lauren, creo que no es el mejor lugar para estrenarse. Esta gente es peligrosa, incluida yo misma. ¿Sabes que con esta acción acabas de entrar en el universo de la mafia japonesa? Has ganado un trofeo perseguido por mafiosos italianos, rusos y chinos, entre otros, sin saberlo. Tu inocencia me asombra, te haré un Martini blanco. Una bebida suave y refinada para una señorita como tú.

—Espera, hace tiempo que me perdí. ¿Estoy en un local, posesión de la yakuza y tú eres una de ellos? —dijo elevando el tono de voz hasta ser callada por uno de los dedos de la rebelde contra su labio. Desconocía qué estaba más frío, si su piel o el anillo de titanio negro y rojo.

—Shhhh, querida, no queremos que se dé cuenta toda esta gente, ¿verdad? Sería una pérdida de dinero que no podrías costearte nunca. Toma, bebe un poco y relájate, está delicioso y lo he hecho justo delante de ti. No hay peligro de envenenamiento, créeme, no es una forma artística de asesinar. El cadáver se hincha y se pone morado, es horrible… Nada placentero a la vista.

La pelirroja calmó sus ganas de gritar con esa información, bebiendo su Martini casi al trago. Si ella no se hubiera revelado, no habría sabido que pertenecía a esa facción. Era una mujer misteriosa y rebelde, pero no diría que malvada.

—Tus ojos y tu posición me dicen que estás haciendo cientos de teorías en tu pobre cabecita para entender todo esto. No tienes que comprender nada, hoy te escoltaré a casa y no vuelvas jamás a meterte en este mundillo, estarás a salvo. Una vez que entras, no puedes salir por mucho que lo intentes. —Mientras hablaba, buscaba con su mirada entre las numerosas cámaras frigoríficas una de sus cervezas favoritas—. ¡Bingo! Encontré el botellín de Asahi que guardé para mí. —Le dio un buen trago, saboreando los diferentes matices y siendo transportada a los lugares en los que habría sido elaborada con lo mejor de lo mejor.

—Parece que disfrutas esa cerveza, ¿tan buena es?

—Oh, mira quién se ha dignado a iniciar una conversación —contestó con sarcasmo—. No puedo convencerte de mis gustos, tendrás que probar por ti misma.

Ella le estaba ofreciendo de su bebida que había escondido, así que dudó si estaría realmente bien beber. Decidió beber después de todo, sabiendo que sería mucho peor rechazarla. No sabía lo que sería capaz de hacerle. Sus ojos se abrieron como platos, era la primera vez que probaba una cerveza no occidental y la diferencia era abismal. Esta era mucho más suave, menos amarga y no por ello menos concentrada.

—Parece que Asahi conquistó otro paladar, nunca falla —susurró, observando el botellín como si se tratara de algo sagrado, antes de besarlo y dejar su carmín negro en el vidrio.

Lauren no pudo evitar soltar una risa ante lo surrealista de la escena y Mei acabó levemente sonrosada, siendo invisible gracias a las luces de neón del club.

—Ignoraré el hecho de que te has reído en mi cara y te llevaré a casa como toda una caballera. Mi turno ha acabado, déjame que termine la cerveza y te escoltaré. Llevas una pieza de joyería por la que muchos matarían, yo tendría cuidado al salir de casa con ella puesta.

«¿Una yakuza se está preocupando por mi bienestar? ¿Estoy en el mundo al revés?»

—Me siento ofendida, ¿pensabas que te dejaría salir sola por ahí y que acabaras muerta en cualquier callejón oscuro?

—¡Deja de leerme como un libro! No me dejarías morir de esa forma al ser poco artística, ¿no?

—Lo siento, preciosa, la psicología es una de mis pasiones. Y te equivocas, que me guste ver un trabajo bien hecho y me desagrade ver cadáveres envenenados no significa que quiera verte muerta en la primera esquina sin iluminación o que quiera verte muerta en una obra de arte. Mi mafia no suele asesinar a nadie, pero no voy a decir nada más. No quiero encadenarte a una vida de la que no puedes escapar, nadie merece eso…

Ambas terminaron sus bebidas, limpió y se fueron. Nuevamente Lauren tenía su cintura rodeada por los brazos de Mei, sabía exactamente qué presión ejercer para aportar seguridad y poder moverla con soltura a su antojo. Llegaron al parking y ella se acercó a una moto deportiva increíble y muy potente, una Kawasaki Ninja. Le iba como anillo al dedo, nunca mejor dicho dada la cantidad de anillos que llevaba.

—Mira hacia arriba, no quiero pillarte piel del cuello con el cierre del casco. Prefiero dejar marcas en la piel con otras cosas… —susurró juguetona, poniéndole un casco deportivo con cuidado. Acto seguido, se puso el suyo y arrancó, poniendo rumbo a la residencia de la chica, una vez que había obtenido la información.

Estaba amaneciendo, ¿cuánto tiempo había pasado dentro de ese local? El sueño comenzó a hacerse notable con el silencio y la calidez del cuerpo de Mei. Se aferró a ella con fuerza, apoyando su cabeza en su fuerte espalda. No sabía por qué se sentía tan segura en una moto que alcanzaba los 300km/h conducida por una chica de la yakuza a la que conocía desde hacía un par de horas.

La motorista se sorprendió al sentir que se recostaba en su espalda, aprovechando la protección del casco para sonreír con timidez y ternura. No solía llevar a nadie en su moto y mucho menos se aferraban de esa manera tan adorable. Prefirió no decir nada ahora que estaba relajada, no sabía si tendría que enfrentarse a alguna persecución, por lo que tenía la pistola preparada para lo que pudiera pasar.

Contaban con la protección del sol, normalmente solían actuar durante la noche. No tardaron demasiado en llegar al destino y ella seguía plácidamente dormida, le daba tanta pena tener que despertarla… Acabó cargándola a caballito como pudo para poder bajarse de la moto y llamar al apartamento correspondiente.

Una de sus compañeras de piso les abrió el portón y descubrió que no tenían ascensor y que tendría que subir cinco plantas con ella encima, no le importó demasiado, sería un excelente ejercicio con peso muerto.

—Buenos días, vuestra compañera estaba algo bebida y tuve que traerla. ¿Os importaría decirme dónde está su habitación? No quiero despertarla —habló con suavidad y una expresión complicada.

Siguió las indicaciones y entró a un cuarto refinado y minimalista. La dejó con absoluta delicadeza sobre el colchón y buscó un par de mantas con las que taparla y que no pasara frío. Se llevó su casco, dejó un vaso con agua y una nota antes de despedirse para siempre. Se acercó para acariciar su cabello ondulado, aproximándose a besar sus labios, para desviarse a su frente.

—Buenas noches… Descansa, princesa. No importa lo buena que estés, robarte un beso mientras duermes no tiene ningún mérito… Espero que nuestros caminos no se vuelvan a cruzar jamás.


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