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Fubuki Shirou conoció a Goenji Shuuya cuando todo su mundo se iba a abajo.
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—¡Shuuya!—exclamó Shirou desde la cama, su sonrisa se acentuó al ver la mata de color crema con mechas azules en las puntas asomándose por la puerta.
—Siento haber llegado tan tarde.—contestó su visitante cerrando la puerta detrás de él, caminó hacia la cama y se sentó en la silla adyacente encarando al joven postrado en la cama.
Shirou dejó de lado su libro poniéndolo en la mesilla y estiró su mano hacia los mechones teñidos, aún sonriendo gentilmente.
—Te quedan horribles.—pensó en voz alta y tenía razón, a Shuuya le quedaba hermoso el pelo cayéndole encima de los hombros pero el muy cabezota tenía que relatarlo con las mechas azules, además de aquellos piercings perforando sus orejas.—De verdad, no me gusta este disfraz tuyo de hombre excéntrico que controla el fútbol.
Su acompañante se carcajeó apartando suavemente la mano de Shirou.
—Tengo que hacerlo.—replicó él acariciando la mejilla de Shirou, este suspiró y cerró los ojos gustoso había pasado mucho tiempo desde que se vieron y él tendía a atesorar todos los momentos que se veían. Además le gustaba que se comportase de forma natural y no como el hombre arrogante y obsesivo que salía en las televisiones, le provocaba náuseas después de todo Shirou conoció a Shuuya desde que eran niños y él fue ingresado al hospital de Inazuma por ser uno de los mejores en la área.
Los labios suaves de Shuuya se posaron en su mejilla fría y él ladeó la cabeza para que sus labios se unieran. No había nada de frenesí o dominación en ello, solo una presión dulce de labios. Shuuya era siempre delicado con él y Shirou se lo agradecía, de verdad que lo hacía él ya había superado aquella etapa de 'No me tengas lástima'.
—He visto el partido del Raimon contra Teikoku.—murmuró en sus labios, echándose un poco hacia atrás. —Y fue intenso ver a Endou-kun y Kidou-kun manejar en equipo.
A él también le hubiese gustado jugar, correr detrás del balón, sentir la adrenalina bombear en sus venas al jugar contra equipos fuertes pero su condición no lo permitiría.Parapléjico. Inconscientemente, su mano se deslizó a sus piernas y él brillo que antes dominaba el color de sus ojos desapareció. El día en el que perdió a sus padres y su hermano gemelo pensó que podría sentirse conectado a ellos a través del fútbol pero su esperanza se hicieron añicos cuando le comunicaron que él jamás volvería a caminar y mucho menos correr.
Era un caso perdido.
Sin embargo, Shuuya aún mantenía sus esperanzas de que algún día podría levantarse a pie si se sometía a una cirugía que costaba no sé cuántos yens pero Shirou se negaba, no quería abusar de la amabilidad de su amante, había hecho tanto por él y Shirou ya no sabía cómo devolverle eso.
—No pienses en eso.—la voz seria de Shuuya le sacó de su trance, Shirou alzó los ojos hacia los de su acompañante y se sorprendió al ver la firmeza y determinación que llameaban en sus orbes castañas.
—Es que no puedo evitarlo, me gusta el fútbol y hubiese dado cualquier cosa para poder volver a jugar.
—Entonces sométete a la operación, tengo dinero tú mejor que nadie sabes que puedo costearla.—intentó convencerlo Shuuya enlazando sus dedos.
Shirou sonrió enternecido negando con la cabeza suavemente, él no sabía cuándo rendirse no tardaba en utilizar cualquier oportunidad que viese para mencionar la operación. Shuuya se preocupaba demasiado por él. Observando sus manos unidas, la sus callosa, morena y podía abarcar sus delicadas y blancas manos. Eran tan diferentes que a veces Shirou se preguntaba como habían llegado hasta aquí.
—Es demasiado tarde para mi ¿no crees?—levantó sus manos unidas llevándosela a los labios depositando un beso en el dorso del moreno. —¡Tampoco es que me quejo por mi situación o algo por el estilo, todos son muy amables conmigo! ¡Sólo que la comida del hospital es muy asquerosa!—exclamó olvidándose por el momento su estado depresivo.
Shuuya le dio una mirada larga, sus ojos hundiéndose en los suyo para asegurarse de que el menor no estaba fingiendo al ver sólo honestidad respiró más tranquilo.
—Tal vez te lleve a comer algún día afuera.—prometió suavizando sus facciones.
El albino asintió con vigor, la tensión que se había acumulado en los brazos de Shuuya deslizándose fuera de su cuerpo. No valía la pena bombardearlo con sus problemas sin sentido, no cuando su amante tenía que jugar el rol del Seitei, pasándose por un controlador del fútbol que no sentía compasión por sus amigos y quería aplastar a sus amigos, aunque no hablase mucho del tema sabía que aquello lo estaba fracturando poco a poco porque estaba actuado lo contrario que era; Ishido Shuji y Goenji Shuuya eran dos personas muy diferentes.
Shirou solo rezaba a que esto terminase pronto.
¡No quería verlo con aquellas mechas horribles y el traje rojo feo!