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The Sleeping Boy por Izuspp

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¡Gracias por detenerse a leer! Esto es una pequeña parodia (si se puede decir así), utilizando los personajes de Good Omens en el AU de la Bella Durmiente. Un día simplemente pensé que los personajes quedaban bien en esa historia, así que aquí lo tienen.

Creo que me hubiese quedado un poquitín largo de hacerlo One Shot, por eso decidí publicarlo por partes cortas, serán tres o cuatro partes.

¡Ojalá les guste!

 


 

 

The sleeping boy

I

Hace mucho, mucho tiempo, en el lejano reino de Tadfield, los reyes le dieron la bienvenida a su primogénito: Adam. Un alegre pequeño de rubios rizos y ojos azules, que llegó a brindarle felicidad y dicha a todo el reino.

Los reyes organizaron un gran evento para presentarle el príncipe a las personas más importantes del reino. Una elegante fiesta con música, un enorme banquete y por supuesto; solo la crema y nata de la sociedad fue invitada. Y entre los asistentes, se encontraba Aziraphale, el invitado de honor.

Aziraphale era un hada1 que había velado por la paz y prosperidad del reino de Tadfield, por muchas generaciones. Era quien se encargaba de ayudar a quienes le necesitaran, haciendo uso de sus dones. Aziraphale era bien conocido por los reyes y también su persona de confianza, inclusive acudían a él para pedirle consejo en asuntos importantes y decisiones que se tuvieran que tomar en el reino que, gracias a él, era próspero y pacífico.

En esa ocasión, el hada se había presentado mostrando sus mejores galas: un traje tan blanco que deslumbraba, o tal vez era que en realidad brillaba; al igual que su perfecto calzado de tacón con hebilla dorada. Las mangas de encaje hacían perfecto juego con el pañuelo amarrado alrededor de su cuello y todo el conjunto, combinaba a la perfección con sus rizos rubio platino. Todo el que le veía, simplemente pensaba que era “celestial”. Algunos incluso pensaban que se trataba de un ángel y muy probablemente ese hubiese sido el caso, de no ser por el hermoso par de fulgurantes alas tornasol, que lucía en su espalda; tan transparentes que parecían muy frágiles, pero en realidad tan fuertes, que era capaz de volar por los cielos sin problema.

—¡Sean todos bienvenidos! Es un gusto para nosotros tenerlos aquí. —Saludó el rey alegremente.

—Queridos súbditos, para nosotros es un placer presentar ante ustedes, al príncipe Adam. —Continuó la reina, quien procedió a sacar al bebé de su cuna real, para mostrárselo a la congregación.

Vítores y aplausos, además de elogios, llenaron el salón. Los invitados comenzaron a pasar uno a uno, presentando sus respetos a los reyes, sus obsequios para el niño y de paso, asomándose a la cuna para maravillarse con el angelical rostro de su príncipe. Incluso un rey de otra tierra, les insinuó que el niño sería perfecto para convertirse en esposo de una de sus hijas.

Aziraphale, dejó que se calmaran un poco los ánimos, mientras disfrutaba del banquete real. Amaba la comida como ningún ser humano lo hacía, y le encantaba probar todo tipo de platillos; de ahí que su figura fuera algo rolliza. Cuando todos los invitados hubieron pasado a conocer al príncipe, se limpió la comisura de los labios con su pañuelo de seda, se acomodó los ropajes y se dirigió hacia los reyes.

—¡Aziraphale! Ya nos estábamos preguntando cuándo te pasarías por aquí. Eres el invitado de honor después de todo. —Le saludó el rey.

—Eso me halaga muchísimo, su alteza. —Aziraphale hizo una profunda reverencia ante los reyes y se acercó a la cuna. —¡Oh, es precioso y tan dulce! ¡Qué hermoso querubín! —Sonrió maravillado con el niño.

—Él será el siguiente rey, esperamos que lo bendigas con tu protección como siempre, Aziraphale. —Solicitó la reina humildemente.

—¡Pero por supuesto que sí! Que no les quede lugar a dudas. Además, eso no será todo lo que le daré a este niño.

Con un elegante movimiento de su mano, Aziraphale hizo aparecer su varita mágica. Todo se hubiese visto bastante impresionante, de no haber sido porque esta, cayó de sus manos y cuando se agachó para recogerla, su pantalón se rompió frente a todos los que le estaban observando, causando la inevitable risa de los allí presentes.

—Creo que tendré que dejar las tartas de miel, me temo. —Dijo entre risas nerviosas. Procedió entonces a mover su varita para arreglar su ropa, se aclaró la garganta y se dirigió hacia la cuna del bebé, observándolo con dulzura.

—¿Qué harás, Aziraphale? —Le interrogó la reina intrigada.

—Además de la protección de siempre, tengo la potestad de darle a este niño un don. —Anunció ante los curiosos ojos de los reyes y todos los invitados.

—Es muy amable de tu parte. Te lo agradecemos. —Añadió el rey.

—Adam, ahora te bendigo con este don: serás amado y respetado por todo quien te conozca, todos estarán siempre anuentes escuchar lo que tengas que decir y serás capaz de alegrar a cualquier persona que se cruce en tu camino. —Habiendo dicho esto, movió la varita una vez más y con la fulgurante punta tocó la frente de Adam, haciéndole reír.

Todos en el salón aplaudieron ante un satisfecho y alegre Aziraphale, que no podía estar más contento con su labor de ese día. Sabía que grandes cosas estarían destinadas para ese niño, y por supuesto, estaría a su lado para guiarlo y protegerlo en el camino.

—¡Qué maravilla! ¿Podría ser más perfecto este día? —Exclamó la reina con entusiasmo.

—¡Pero claro que sí! —Se escuchó una voz retumbar en respuesta.

El lugar se llenó de un humo negro, que dificultaba la visión y un olor a azufre inundó el salón. Segundos después, apareció una silueta envuelta en una túnica negra, cuyos ambarinos ojos miraban a los asistentes con disgusto y resentimiento.

—¡Crowley! —Exclamó Aziraphale alarmado. Bien conocía a ese hombre y sabía que solo significaba problemas.

—Pero qué bonita fiesta tienen aquí… —Crowley comenzó a pasearse por el lugar. El humo se disipaba poco a poco, dejando ver su alta y delgada figura a la perfección.

—¿Qué haces aquí, hechicero? — Preguntó el rey envalentonado por la docena de guardias que le cubrían, apuntando a Crowley con sus lanzas.

—¡No hay razón para ponerse así, hombre! —Crowley continuó caminando con su peculiar paso, acercándose peligrosamente a la cuna de Adam. —Vine con la esperanza de que, mi invitación se hubiese perdido en el camino y por ello nunca me llegó. Pero con este recibimiento, veo que no fue así en absoluto.

—No estás invitado a esta fiesta. —Se atrevió a decir el rey, ante su alarmada reina que deseaba darle un puñetazo en ese momento.

Crowley era un malvado hechicero, bien conocido en ese reino y en otros. Tenía probablemente, tanto tiempo como Aziraphale de estar entre los humanos, pero muy al contrario del hada; este se dedicaba a hacer el mal. Embrujaba a las personas, hacía que sus cosechas se secaran, provocaba calamidades. Nada que atentara directamente a la vida, pero sí bastante molesto para los aldeanos.

Aziraphale gastaba bastante de su tiempo, tratando de ayudar a las personas a solucionar los problemas que el hechicero causaba. Y si bien gran parte de las fechorías de Crowley no llegaban a ser catastróficas, Aziraphale lo conocía y sabía de lo que era capaz si lo hacían enojar, cosa en la que el rey se estaba convirtiendo en todo un experto.

—Su alteza… —intervino Aziraphale asustado— no creo que sea prudente dirigirse a él así.

—No te preocupes Aziraphale, tengo a toda la guardia real de mi lado, no hay nada que este hechicero pueda hacernos.

—Cariño, por favor… —la reina intentó calmarle— Lord Crowley, debió de haber algún malentendido. —se dirigió al hechicero en un intento por calmarle— Como usted dice, probablemente la invitación se perdió en el camino. ¿Por qué no se nos une al banquete? Aún hay mucha comida y vino, si gusta acompañarnos.

—¡Oh por favor! Primero el rey me trata como una alimaña indeseable y ahora usted intenta engañarme. ¿Cree que soy estúpido? Es más que evidente que no soy bienvenido en este lugar, ni en ninguno, ¡nunca lo he sido! —Gritó el hechicero ahogado en una cólera, que crecía con cada ofensa que aquellos humanos le hacían.

—Crowley, por favor. ¿Podríamos hablar de esto tú y yo a solas? No hay necesidad de hacer un escándalo. —Rogó Aziraphale, mientras un par de gotas de sudor resbalaban por su sien. La situación era muy tensa, pero él siempre había pensado que se podía razonar con quien fuera. Para él, no había necesidad de una pelea ante ningún conflicto.

—¡Tú y yo no tenemos nada de qué hablar! —Gritó el hechicero. Aziraphale solo había empeorado la situación— Perdiste tu oportunidad hace mucho tiempo… —La última frase, la dijo con un tono de voz más bajo y serio, casi melancólico.

—Lord Crowley, ¿hay algo que podamos hacer para compensarlo? Todo fue un error y…

—¡Oh no tienen que hacer absolutamente nada! —Interrumpió los ruegos de la reina, recuperando su temple y sonriendo maliciosamente en su lugar— A pesar de esta ofensa, encontrarán que soy alguien bastante generoso, así que, yo también le otorgaré algo a este niño.

—Crowley, por favor… —Aziraphale se comía las uñas de los nervios, no le creía capaz de hacerle un daño grave a un bebé, sin embargo, temía lo que pudiese suceder.

El hechicero levantó ambos brazos, un fuerte viento se arremolinó a su alrededor, el olor a azufre se intensificó y sus manos se iluminaron de un color dorado.

—Adam, príncipe de Tadfield, en este momento te otorgo el siguiente don: sí crecerás siendo amado y respetado por todos tus súbditos, todos querrán ser tus amigos. Sin embargo, antes de cumplir los once años serás mordido por un perro. Producto de ello, tú y tu reino caerán en un sueño profundo…

—Oh bueno, eso no es tan grave… —Aziraphale se encogió de hombros, exhalando el aire que había estado reteniendo de la tensión.

—…del cual no podrán despertar. —Añadió Crowley.

La bola de luz que se había acumulado en sus manos, voló directamente hacia la cuna y desapareció al hacer contacto con el niño, que rio por las cosquillas que el encantamiento le causó. El hechicero por su parte, comenzó a reír estrepitosamente, para luego desaparecer de la misma forma en la que había aparecido.

—¡Aziraphale! ¿No puedes hacer algo con tu magia? ¿Deshacer el hechizo? —La reina se lanzó a sus pies, desesperada.

—Me temo mi querida reina, que eso es imposible para mí. —Confesó apenado. —Cada hechizo tiene una única forma de deshacerse y lamentablemente, Crowley no nos la dijo.

—¿Entonces, qué opción nos queda? ¡Debería haber algo que se pueda hacer! —Esta vez preguntó el rey, quien había perdido todo su coraje.

Aziraphale reflexionó por unos instantes y se volteó hacia los exasperados reyes, mirándoles contrariado. Lo que estaba a punto de sugerirles, no les iba a agradar en absoluto…

 

Continuará…


 

La palabra “hada” se utiliza igual para masculino y femenino, como por ejemplo la palabra “hormiga” que no tiene distinción el femenino del masculino.

Les agradezco dejen sus comentarios para ver qué les va pareciendo la historia, sean críticas constructivas o sus opiniones, todo es muy apreciado.

Y si les gustó como escribo, les invito a que pasen a mi perfil en donde encontrarán más fics de Good Omens :)


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