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Slam Dunk: un gran sueño por HimuraKenji

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Notas del capitulo:

Notas de Autor:

Hola a todos, este es el primer fanfic que escribo. Como verán, trata un poco de la historia de Slam Dunk en sí (que por cierto, sus derechos no me pertenecen), salvo algunas modificaciones que iré haciendo a medida que avance.

Las modificaciones solo incluyen temas más allá de lo que ya vimos en el animé/manga. Es una especie de detrás de las escenas. Además claro de la inclusión de otros personajes que desde este primer capítulo podrán conocer.

Los textos entre guiones (-a-) corresponden a un diálogo en voz alta. Por ejemplo:

- Hola, ¿cómo estás? - preguntó emocionado el muchacho.

Los textos entre comillas dentro de guiones y comillas, además de estar en cursiva (-"a"-)corresponden a un diálogo interno, o mejor dicho un pensamiento del protagonista. Por ejemplo:

"No sé por qué me gusta tanto verlo sonreír así"- pensó mientras contemplaba al otro muchacho enfrente.

Y eso básicamente por ahora. Espero que les guste lo que trato de escribir. Más menos tengo la historia avanzada para largo, por lo que iré subiendo un capítulo a la semana, o incluso dos si se puede

Saludos

Slam Dunk: El gran sueño.

Capítulo 1: Kenji

Lunes 25 de Abril

Swish…

Por fin, una más. El tan ansiado sonido del balón atravesando la red anunció una nueva canasta de 3 puntos. Llevaba ahora 200 intentos, desde distintos ángulos en la zona de tres puntos de la cancha de baloncesto callejero cercana a su casa. Sin embargo, tan solo 15 de esos tiros lograron su cometido de atravesar la red.

Los tiros de 3 puntos seguían siendo su gran debilidad, es por eso que jugar como escolta (o shooting guard) seguía siendo una de sus debilidades. Aun cuando fue considerado el miembro más valioso del equipo de baloncesto de la escuela Secundaria de Shonan, la estrella indiscutida, no lograba constituir una ofensiva realmente estelar por culpa sus fallidos tiros de tres puntos. Aunque no los necesitaba, ya que se las arreglaba con sus otras habilidades para llevar a su equipo hasta la cima, consideraba esta "debilidad" bastante molesta en su objetivo de ser el mejor jugador de Japón.

Triunfo tras triunfo, el equipo de Shonan fue el candidato seguro a ganar el Campeonato de Invierno Interestatal de Baloncesto para Escuelas Secundarias de Kanagawa. El pase hasta la final estuvo previsto para ser disputado contra la Secundaria Tomigaoka, y en aquél entonces ya sabía perfectamente quiénes eran, especialmente al súper jugador Kaede Rukawa, a quién llegó a considerar como su némesis aun cuando no lo conocía en persona. Luego de varias investigaciones de las estadísticas de los distintos partidos disputados por Tomigaoka, había logrado concluir que gracias a las jugadas de Rukawa, se trataba de un jugador bastante asombroso, digno de tener en cuenta. Pero también estuvo seguro de que sus propias habilidades podrían estar a la par, por lo que supo que aquél encuentro sería una competencia bastante reñida…

Pero dicha disputa no tuvo lugar, y desde entonces no había vuelto a tomar un balón entre sus manos… Hasta hoy. Casi había olvidado la textura áspera de la esfera anaranjada, pero no le tomó gran esfuerzo recuperar el ritmo. Driblear, rebotar, lanzar bandejas, encestar clavadas, etc. Todo su potencial seguía allí. Excepto, quizás, los triples. Aunque nunca fueron parte de su talento, por así decirlo.

- Está bien, una vez más – murmuró para sí mismo, a pesar de que estaba solo, listo en su posición boteando el balón.

Eran las 10 de la mañana de un día Lunes. 25 de Abril para ser exactos, y las calles estaban completamente desiertas, todo el mundo en clases, o trabajando en el caso de los adultos. Habían pasado ya tres semanas desde el inicio de un nuevo año escolar, pero no había acudido un solo día.

Shohoku. Esa fue su elección de última hora.

¿De última hora? No estaba tan seguro de eso. De algún modo siempre había considerado que al acabar la secundaria, ingresaría a su periodo de preparatoria en una institución pública. Tenía fe en el sistema público. A pesar de sus excelentes y excepcionales calificaciones sumado a su brillante rendimiento deportivo; a pesar de las muchas ofertas que recibió para unirse al equipo de baloncesto de otras instituciones de prestigio como el Instituto Kainan, Shoyo, Takesato, entre otras; a pesar de todo eso, siempre había considerado a la preparatoria Shohoku como un firme candidato.

Sabía que su equipo de baloncesto era mediocre. Sabía que la calidad de la educación no era la mejor del sistema, pero otro un trasfondo: sus hermanos estudiaron ahí, por lo que de cierto modo sentía una especie de aprecio por Shohoku.

Su madre le había insistido en que la Preparatoria Ryonan sería una mejor opción que tenía excelente reputación, considerando además lo cerca que quedaba del Hospital Clínico Kamakura…

Sacudió su cabeza borrando esos pensamientos. El sol era intenso ya a esa hora de la mañana.

- Ahí va – se tensó, dobló las rodillas y se puso en posición. Sostuvo entre sus manos el balón con sumo cuidado y se preparó. Saltó levemente para luego lanzar con elegancia. El balón voló por los aires describiendo un arco perfecto mientras él aterrizaba en el duro asfalto de la cancha. Siguió la trayectoria de su tiro, expectante… pero rebotó. Una vez más.

201 tiros, apenas 15 canastas. Una estadística horrenda desde todo punto de vista.

- Mierda. Apenas un 15% de aciertos. - calculó inmediatamente mientras caminaba a recoger el balón. – "Estoy bastante lejos de lograrlo" – pensó resentido entre jadeos.

Ya con el balón en la mano, caminó hasta el pequeño banco debajo de un árbol cercano, junto a su bicicleta y su mochila. Metió el balón violentamente en su mochila, visiblemente molesto, mientras sacaba una enorme botella de agua para hidratarse, un sándwich que le había preparado su hermana, y finalmente una libreta con un lápiz.

Tras dar cuenta de un par de sorbos de agua, se derrumbó en la banca y hojeó su libreta listo para anotar las estadísticas del día, pero reparó en algo. Cuatro largos meses… Habían pasado cuatro largos meses desde la última actualización de sus estadísticas. Cuatro meses desde su último partido contra la Secundaria Hatsu. Cuatro meses desde su última victoria aplastante. En esa ocasión había logrado anotar la increíble cifra de 54 puntos para su equipo.

- Shonan v/s Tomigaoka. 15 de Diciembre… Semi final Campeonato de Inverno. – leyó en voz alta el titular de la última página usada de su libreta. Sin embargo, esta no ofrecía ningún dato…

Tachó el titular y escribió debajo a toda prisa, pero con una caligrafía pulcra y bien definida. La caligrafía era uno de sus muchos orgullos de los que presumía.

- Plan de Entrenamiento Personal. Sesión 1 | 25 de Abril |…. – comenzó a escribir mientras recitaba con su suave voz entre bocados de su delicioso sándwich de pavo con lechuga (bastante delicioso), hasta que sonó fuerte y claro su móvil.

- Pffff, y adhohra qhe? – masculló mientras tragaba su último bocado a toda prisa y revolvía en los bolsillos de su pantalón buscando el ruidoso aparato.

- Fujii… - dudó. No sabía si contestar. Ya era la tercera llamada de ella en lo que iba de día. ¿Sería también la tercera vez que rechazaba su llamada? Luego de unos segundos debatiendo si contestar o no, decidió hacerlo – Oi… ¿qué hay? – trató de aparentar desganado, pero sin sonar convincente.

- Ey… por fin atiendes… – la voz de Fujii era bastante suave. Debido tal vez a su timidez.

- Lo siento. – se disculpó, lamentándose. Fujii era su mejor amiga, desde la secundaria. Al escuchar su voz supo que no podría seguir evitándola por más tiempo. Lo cierto es que la extrañaba.

- No te preocupes. Quería saber cómo estás hoy. ¿Estás entrenando?

- ¿Có… cómo lo supiste?

- Tomoe. Esta mañana me mandó un mensaje diciendo que habías cogido el balón y la bicicleta.

- Pffff. Chismosa – se quejó el joven mientras se estiraba en la banca y contemplaba el cielo azul de Kanagawa. No dudaba de las intenciones de su hermana, pero ¿no podía tomarse las cosas con más calma? Mira que avisar de inmediato de sus acciones, sin consultarle nada al respecto.

- No digas eso. Está preocupada por ti. Yo también lo estoy… - silencio.

- …

- …

- Lo siento. – se disculpó él luego de unos segundos de silencio. – Salí esta mañana a dar una vuelta en la bicicleta, y decidí cargar el balón. Ya sabes, por si… por si me... ¿animaba?

- ¿Y qué tal? – preguntó ella expectante. Era una buena noticia.

- Bien. Lo normal. Pensé que sería más duro, ¿sabes? Pero no. Aunque si me que me cansé mucho. Fueron solo 50 minutos, pero estoy muerto… - esto último lo dijo conteniendo a duras penas un bostezo mientras apoyaba su mano libre en su nuca.

- Bueno, es normal. Ha pasado un tiempo dese la última vez que jugaras. – Trató de consolar Fujii, transmitiendo tranquilidad en su apacible tono de voz. – Es normal que te canses, ya verás que pronto recuperarás el ritmo.

- Eso espero, aunque… - dudó si expresar su temor, pero desistió – Gracias, Fujii.

- Tranquilo. – si bien notó su vacilación, decidió no presionar. – Hoy tampoco apareciste…

- Lo siento.

- No puedes seguir faltando. Ya llevas tres semanas de inasistencia. Si sigues así, podrías perder el año. Sabes que…

- No te preocupes, Fujii – interrumpió él. Reconocía que su amiga estaba realmente preocupada. Al igual que su hermana. Él mismo lo estaba. Pero…

- Es que… tú sabes que estás caminando sobre terreno delicado. Si bien Shohoku es una escuela pública, te reprobarán si sigues faltando sin una justificación pertinente.

- Lo sé. – el joven se sentó completamente en la banca. La espalda recta. La libreta sobre sus piernas. Se rascó la cabeza mientras torcía el ceño. –"Necesito un corte de cabello" – pensó mientras revolvía sus hebras castañas con sus largos y pálidos dedos.

- ¿Entonces? – ahora sí, Fujii decidió presionar ante la notoria evasión de su amigo.

- ¿Cómo son ellos? – preguntó él, resuelto y cambiando de tema.

- ¿Ellos?

- Sí. Ellos. El equipo de baloncesto de Shohoku. ¿Sigues yendo a las prácticas con tus nuevas amigas? – no recordaba los nombres de esas amigas, a pesar que Fujii le había hablado de ellas en varias ocasiones. Son dos. Eso sí que lo recordaba bastante bien.

- Ah, ellos. Pues son bastante ruidosos, desordenados y a veces un poco… -dudó, tragando saliva pesadamente.

- ¿A veces….? ¿A veces qué?

- A veces son un poco violentos. Ya sabes. – terminó de confesar, sintiendo que estaba traicionando al equipo de Shohoku por hablar así de ellos. Pero es que en el fondo sabía que era verdad. En tan solo tres semanas había presenciado más peleas y discusiones en el equipo que en toda su vida.

- ¿Violentos? – alarmado, y hasta intrigado, el joven reprimió un segundo bostezo. El cansancio le estaba pasando la cuenta. - ¿Qué quieres decir con eso? ¿Juegan muy duro? ¿Crees que no podré enfrentarlos?

- ¡No! No me refiero a eso. Son violentos fuera de la cancha. Ya sabes. Pelean entre ellos… a golpes. Incluso mordiscos.

- ¿Mordiscos? Jajajajaja – se río de buena gana pensando que su amiga exageraba. - ¿Quiénes peleaban a mordiscos? ¿Ese sujeto con aspecto de Gorila, el hermano de tu amiga? Jajaja – la sola mención e imagen gráfica de eso le hacía desternillarse de la reírse, lo cual agradecía pues hace días que no reía de tan buena gana.

- ¡No! Akagi es un caballero. ¡Y no le digas Gorila, es tu capitán! – reprochó alarmada ante el descaro de su amigo.

- Jejeje. Entonces no entiendo. ¿Quiénes pelean a mordiscos?

- Ese sujeto extraño. El de cabello rojo. Ya te hablé de él. Es un alborotador y da mucho miedo.

- Ahhhhh, ese sujeto, el que no sabe jugar…. Agggggg – esta vez no pudo contener el bostezo. – Lo siento. Lo siento. – se apresuró a disculparse mientras escuchaba la suave y discreta risita de Fujii.

- A veces da miedo, especialmente cuando molesta y persigue a Rukawa. – sonó seria, como si realmente sintiera miedo por ese sujeto de cabello rojo.

- ¿Rukawa? – su radar se encendió. De entre todas las cosas del mundo, le pareció enormemente paradójico que aquél a quien llegó a considerar su gran rival hace unos meses atrás, acabara yendo a la misma preparatoria que él. - ¿Se pelea con Rukawa? ¿Con mordiscos incluidos? Jajajaja no te puedo creer. – aquella descripción no coincidía para nada con la imagen que tenía del muchacho de Tomigaoka en las diversas investigaciones de sus estadísticas y descripciones de juego.

- ¡Tendrías que verlos! – nuevamente se alarmó Fujii, como si la duda de su amigo fuese una grave ofensa.

- Ok ok, te creo – sonrió. A veces consideraba que Fujii era demasiado susceptible.

- Kenji…

- ¿Dime?

- ¿Cuándo vendrás? – retomó Fujii el tema.

- Esto…. – se estiró nuevamente en la banca mientras volvía a contemplar el cielo. La verdad, es que tampoco él lo sabía. Llevaba 3 semanas sin asistir a la Preparatoria. No había ido nunca, de hecho. Este nuevo año escolar estaba partiendo por un mal rumbo y no sabía muy bien por qué. Mal no se sentía. Al menos no físicamente. La práctica de hoy le confirmaba lo evidente. ¿Entonces? ¿Será miedo a lo desconocido? ¿Miedo a enfrentar a un nuevo grupo de personas? Nuevos compañeros de clases, nuevos compañeros de equipo. Un nuevo sistema. Una nueva rutina. Etc.

Descartó esa hipótesis rápidamente. Lo cierto es que nunca fue un muchacho tímido. Por el contrario, se le conocía por ser sumamente amistoso, amable, de trato fácil. Siempre destacó por sobre el resto, ahí donde sea que estuviera. Ya sea por sus asombrosas habilidades físicas en el basquetbol, o su mente rápida e intelecto resuelto, o incluso por su apariencia física. De una manera u otra, siempre destacaba.

¿Entonces qué era lo que lo detenía?

- ¡Fujii! ¡Date prisa, las clases empezarán pronto! – sonó una voz lejana a través del móvil, del lado de Fujii. – Ya voy, Haruko – gritó Fujii.- Esto, Kenji... debo volver a clases. Se acabó el descanso. ¿Te veré mañana, entonces? – expectante.

- Ve Fujii, ve a clases antes que te regañen. Porque no querrás que te regañen jeje – eludió la última pregunta mientras se colocaba de pie y estiraba su cuerpo para sacudir el cansancio, inhalando y así hinchando sus pulmones al llenarlos con el fresco aire del mar cercano. – Hablamos a la noche. – Y sin esperar respuesta, colgó.

"Shohoku…" –

Un pensamiento cruzó su mente mientras recogía la libreta que cayó al suelo al ponerse de pie y la metía dentro de la mochila, junto con el balón y la botella de agua. Sin saber aún por qué, el haberse enterado hace tres semanas por medio de Fujii de que sería compañero de salón y de equipo con nada más y nada menos que Kaede Rukawa, le había motivado un poco más a decidirse de romper ese temor desconocido e ir a clases.

La práctica de hoy sirvió para comprobar que no era temor al baloncesto lo que sentía. No después de 4 meses. No después de aquél fatídico día en que la más grandes de las emociones por haber derrotado rotundamente a Hatsu clasificando para las semifinales se mezcló con la más desoladora de las noticias que pudiera haber recibido a sus 14 años de edad.

Tomó su bicicleta y montó luego de acomodarse la mochila en la espalda. Al ver su reloj de muñeca y comprobar que eran apenas las 10:15 de la mañana de un día Lunes, decidió que era muy pronto para volver a casa y hacer nada. Tomoe seguramente ya se habría marchado a su turno. Medio día. Es todo lo que estaba trabajando desde hace 4 meses por temor a dejarlo solo más del tiempo necesario. Estaría de vuelta a eso de las 3 de la tarde, y no le apetecía estar solo en casa. Eso le daba entonces un lapso de aproximadamente 5 horas para encontrar algo que hacer.

Los deberes ya los había hecho. Si bien llevaba sin ir a clases todo este tiempo, Fujii le mandaba un scan de todos los progresos en las distintas asignaturas y sus respectivos deberes. Sagradamente, cada día. Por lo que ya estaba al corriente con los estudios. Incluso se podía decir que estaba un poco decepcionado al comprobar lo retrasado que estaba Shohoku en muchas de las asignaturas impartidas. La mayor parte de los temas ya los había visto con antelación por lo que no había nada nuevo que estudiar ni aprender.

De pronto, recordó algo…

Emprendió el rumbo en su fiel bicicleta, cortando por las calles que tanto conocía en dirección poniente. Directo hacia la costa hasta dar con la avenida principal que emergía en paralelo a las aguas azulinas de Kanagawa. Luego dobló hacia la derecha y con el sol levemente a su espalda pedaleó con renovadas energías tarareando una conocida canción que sonaba en su cabeza.

xXx

La biblioteca pública de Fujisawa era la más moderna del sector. Construida hace solo un par de años, se erigía majestuosa en el centro de una concurrida avenida, de cara al mar. Sus amplios y azulados ventanales dejaban entrever las diversas y coloridas mesas de estudio dispuestas a lo largo y ancho de sus grandes salones. Todo cristal aludiendo a la libertad y trasparencia del conocimiento, se evidenciaba prácticamente desierta a esas horas de la mañana. Le tomó tan solo 45 minutos llegar, a un ritmo moderado mientras contemplaba gustoso los suaves oleajes del mar, que cuan mantra, le hacía sentir pleno y relajado.

Se había sentido tan bien. Durante el trayecto notó gustoso como su cuerpo no se fatigaba y concluyó cómo en esos últimos días su disposición anímica estaba mejorando poco a poco. Gradualmente. –"Debo cumplir con mi promesa, después de todo". – Pensó mientras contemplaba por última vez el mar antes de girar hacia la derecha y dirigirse hasta la biblioteca, dejando ahora el mar a sus espaldas.

Una de las principales ventajas de la modernidad era sin dudas la inclusión. Señal de eso era el enorme aparcamiento para bicicletas con el que contaba la biblioteca – "A diferencia de la Biblioteca Central de Kanagawa."- recordó con cierto desagrado su última visita al lugar. Aparcó sin problemas y se sumergió en el templo del saber.

Luego de saludar con una leve inclinación a las jóvenes muchachas encargadas del mesón central de recepción (que no debían pasar de los 25 años cada una), notó con cierto agrado para su autoestima cómo éstas parecían cohibidas ante su presencia. Incluso creyó detectar cómo una de ellas se sonrojaba ante su saludo. Ya conocía el lugar, no era la primera vez que venía, por lo que se movió sin problemas. Logró divisar pequeños grupos de visitantes desperdigados por aquí y por allá en las distintas salas mientras caminaba sin prisas hacia la sección de Ciencias Físicas. A medio camino, un estante con folletos de un llamativo color rojo lo entretuvieron durante unos breves segundos, no prestando atención al contenido como al color de estos en sí. Agarró un par de ellos antes de reemprender su camino.

Las coloridas estanterías eran altísimas. Se alzaban por allá hasta los 2,5 metros, calculó. Aún con su nada despreciable estatura de 1,82 metros (muy por sobre el resto de los visitantes), le tomó cierto esfuerzo localizar lo que buscaba.

- La realidad cuántica… Física cuántica: Átomos, Moléculas… Teoremas, Fórmulas y Supuestos… - Iba leyendo los titulares mientras señalaba para sí con su mano la última fila de libros, allá arriba.

- ¡Bingo! Introducción a la Física Cuántica. – por fin encontró lo que buscaba. Intentó coger el libro pero no pudo. Probó a ponerse de puntas usando su máxima extensión posible, pero no conseguía un agarre necesario para extraerlo. Y no parecía haber una escalerilla cerca para encaramarse y ayudarse. – ¡De…mo…nios!- exhaló. Frustrado y de mal humor.

Sin percatarse, en una fracción de segundo se encontró con una enorme mano ajena, seguida de un largo y musculoso brazo que cogía su libro sin problema alguno.

Se volteó rápidamente para encarar al extraño. Para haber conseguido coger el libro sin problemas debía tratarse de alguien bastante alto. Más alto incluso que él. Al girarse por completo se topó con nada más que una reluciente y cálida sonrisa de oreja a oreja. Desvió su vista hacia arriba, pasando por unos brillantes ojos color azul cobalto (algo raro en Japón, pensó) y, más arriba, un aún más extraño peinado en punta que parecía no tener fin.

"Debe ser extranjero, definitivamente no parece japonés" – pensó Kenji mientras cogía suavemente el libro que aquél extraño extendía amablemente ante él.

- Thank you. Thank you so much. – articuló en un perfecto inglés mientras se inclinaba levemente en señal de respeto, tal y como era tradición. Aun cuando el desconocido no parecía una persona mayor en absoluto, pese a su considerable altura que por lo menos le excedía en 10 cm, calculó. A pesar incluso de su ya esfumado mal humor por no ser capaz de alcanzar el libro, no pudo sino corresponder con cortesía a tan gentil y radiante sonrisa.

- ¿Uh? – El extraño puso cara de desconcierto ante el agradecimiento en inglés, mientras llevaba la mano con que había sostenido el libro hacia su nuca y se rascaba suavemente.

"Quizás no es americano. Ni británico." – pensó Kenji ante el evidente desconcierto del otro chico. – "Quizás sea Francés…"- pareció debatir internamente mientras intentaba recordar cómo diablos se dice gracias en francés.

- Oi, ¡Sendoh! ¡Date prisa que ya nos vamos! – Se escuchó un suave grito silenciado a sus espaldas, provocando que el desconocido se voltease a hacia el nuevo intruso.

- Ya voy, Kosh. No se vayan sin mí. – susurró altamente en un perfecto y fluido japonés el alto chico de ojos azul cobalto, respetando las normas de silencio de la biblioteca. Posteriormente se giró para encarar nuevamente a Kenji que lo miraba perplejo. – Good bye. – se inclinó suavemente para luego ofrecer una última y radiante sonrisa antes de desaparecer por donde se había ido el otro chico.

Desconcertado ante lo que acaba de suceder, Kenji apretó el libro contra su pecho y miró en todas direcciones en busca de un sitio. Se acercó a una solitaria mesa y tomó asiento para sumergirse en las páginas de la Física Cuántica. Pronto el extraño chico desapareció de su mente mientras se dejó llevar por las más detalladas explicaciones de la materia. No es que necesitase estudiarlo por cuestiones académicas, ese no era un tema para estudiantes de preparatoria; era simple y mera curiosidad intelectual. Ocio y aburrimiento, si se quiere ir más allá.

Y así, pasó más de una hora estudiando cuidadosamente hasta que consideró que ya era más que suficiente por hoy. Pediría prestado el libro y continuaría en su casa. Marcó la última página leída colocando uno de esos folletos rojos entre medio, y como notó que aún le quedaban dos más, con ellos decidió hacer dos hermosas grullas de papel. Era bastante hábil con las manos. Al terminar, guardó sus cosas y se puso de pie dispuesto a abandonar el lugar.

Cuando llegó al mesón central, se acercó a las chicas de atención que en cuanto notaron su presencia volvieron a sonrojarse y cohibirse por su mera presencia.

- Quiero llevar este, por favor. – solicitó extendiendo el libro en cuestión.

- Esto… esto… -murmuró una de ellas mientras cogía el libro y lo registraba en su computadora, sin despegar su vista un solo momento de Kenji.

- Necesitamos tu credencial. – interrumpió la otra, mientras bajaba un poco la vista cohibida por haber establecido un contacto visual con el joven.

- Oh claro. – Kenji buscó en su mochila- Aquí está.

- ¿Ke-Kenji? – murmuró la chica al coger su credencial. El aludido solo asintió, con una amplia sonrisa en su rostro. Estaba realmente divertido ante la turbación de las muchas. ¿Qué eran? ¿Chiquillas? ¡Pero si le sacaban por lo menos 10 años de diferencia!

- Listo. Puedes llevarlo por una semana.

- Muchas gracias. – Kenji cogió el libro y se inclinó levemente en señal de agradecimiento. Mientras guardaba el libro en su mochila se topó con las dos grullas. Las cogió discretamente entre su mano sin revelarlas aún. - ¿Me podrías decir cuál es el local de comida más cercano? Me muero de hambre, y debo tomar unas pastillas jejeje.

- Ohh, ¿está enfermo? – preguntó preocupada la muchacha de la izquierda.

- No es nada, descuide. Son solo vitaminas. – mintió Kenji y se rascó la cabeza despreocupadamente con su mano libre mientras sonreía.

- Está dos edificios hacia la derecha, en una pequeña casona blanca. – logró señalar la muchacha de la derecha, encandilada con la sonrisa del joven. "Tiene unos ojos realmente hermosos" pensó ella con la respiración entre cortada y un evidente rubor en sus mejillas.

- Oh, muchas gracias – Kenji se volvió a inclinar. – Para Uds., muchas gracias por todo - extendió las grullas dejándolas en el mesón mientras se giraba para ir a comer algo. A medida que avanzaba escuchó los tenues murmullos de las muchachas a su espalda.

Tenía esa costumbre desde que era un niño. Donde sea que fuera, siempre que hallaba un papel, hacía una grulla. Y luego la obsequiaba a quién llamase su atención. Muchachas, niños, niñas, ancianos, a quien sea.

El local de comida era bastante acogedor, y cuando se sentó en una solitaria mesa en un rincón junto a la ventaja que daba al mar, un chico del local se acercó a tomar su pedido.

- Un plato de fideos fríos con cerdo, y agua para beber. Por favor.

- En seguida joven. – se inclinó el mesero luego de tomar nota.

Paseó curiosamente la vista por el local. Estaba un poco pequeño, pero dado que no había mucha gente en él, no era inconveniente. Mientras esperaba su comida, sacó de su mochila un pequeño estuche con sus medicinas y su móvil. Desbloqueó la pantalla de este último y se encontró con un mensaje de Fujii y dos mensajes de su hermana.

Fujii, 10:45 am: Esta tarde iré a la práctica con las chicas. Espero verte mañana (una carita triste con una lagrimita en los ojos).

Tomoe 10:46 am: ¿Estás bien?

- "Pfff, ni que fuera una niña de cristal" - pensó irónicamente Kenji mientras descartaba el mensaje para llegar al segundo. Que había sido enviado hace solo dos minutos

Tomoe 12:35 pm: Hoy llegaré a casa a las 2 de la tarde. Saldré antes. Nos espera una visita, así que procura estar presentable. ¡Nos vemos!

"¿Visita? ¿Quién será?"- se preguntó Kenji, extrañado. Su hermana era su única familia. Ella se había mudado hace poco a casa, puesto que solía vivir en otra ciudad al sur de Japón. Eso implicaba que no tenía muchas amigas por la zona que pudieran visitarla. Obviando la curiosidad, deslizó su dedo a través de los íconos de su móvil hasta abrir Instagram. Hacía meses que no subía ninguna foto.

Se entretuvo recorriendo el mundo virtual mientras seguía esperando su almuerzo. Cuando este por fin llego, se lo comió en silencio, contemplando el hermoso mar. Un par de bocados más tarde procuró tomar su pastilla, como hacía sagradamente cada día. Ya eran las 1 de la tarde con 15 minutos, y dada la distancia hasta su casa supo que llegaría pasado de las 2:00 de la tarde. Y tal vez llegaría para nada presentable como le habían pedido (obviamente todo sudado por el esfuerzo físico de ir en bicicleta).

xXx

El reloj marcaba las 2 de la tarde con 15 monitos cuando Kenji llegó a casa, completamente exhausto, cubierto de sudor. A esa hora el sol estaba más fuerte aún, por lo que tuvo que para llegar casi a tiempo, debió hacer uso de cada reserva de energía disponible en su cuerpo para pedalear lo más rápido posible. Pudo haber tomado un tren que le dejara a tan solo un par de cuadras de distancia, pero los detestaba. Pudo habérselo tomado con calma y llegar más tarde, pero lo descartó ya que de hacerlo sería muy grosero de su parte.

Al atravesar el antejardín de su vivienda familiar de dos plantas, jadeando con esfuerzo a cada paso que daba, notó murmullos al interior del salón. ¡Pero si llegaba apenas 5 minutos atrasado! El visitante debía tener un sentido de la puntualidad demasiado estricto. Caminó sobre el césped rodeando la casa, hasta el patio trasero para aparcar su bicicleta. Consideró la posibilidad de ingresar directo por el ventanal del salón, pero sería demasiado descortés, por no decir de mal gusto al no anunciar su llegada como era debido.

Deshizo el camino a través del césped y se acercó ceremoniosamente a la entrada principal de la vivienda, respirando a conciencia cada bocanada de aire disponible, sosteniendo su mochila con fuerte agarre. No sabía por qué, pero de pronto se sintió nervioso. Con cuidado abrió la puerta e ingresó. Se sacó las zapatillas deportivas y se calzó las cómodas e inmaculadas zapatillas blancas para andar dentro de casa. Dejó su mochila a un costado, apoyada en la perchera del muro, y se anunció, fuerte y claro.

- Estoy en casa - dirigiéndose al salón.

- Jo Jo Jo Jo – alcanzó a escuchar una suave y tranquila risa antes de que cesase toda conversación que sostenía Tomoe con el visitante.

Al aparecer en el umbral del salón distinguió la nítida y ya conocida figura del visitante, sentado en el sofá de cara a él. Cabellos blancos. Gafas circulares, bien ajustadas. Una prominente barriga, aún más marcada al estar sentado…

- Profesor Anzai. – se inclinó educadamente Kenji al reconocer a su nuevo entrenador, aquel con quien no había entrenado aún en tres semanas. Logró ocultar bastante bien su gran sorpresa por ver al profesor en casa.

- Jo Jo Jo, Kenji. Qué alegría me da verte muchacho. – El profesor se puso de pie inclinándose levemente ante el joven, correspondiendo a su saludo.

- Bienvenido, hermano. – al otro lado, sentada en un sofá unipersonal, su hermana lucía radiante con un colorido vestido floreado de verano.

A simple vista, era difícil determinar el lazo entre ambos hermanos. Ella tenía ya 28 años y su aspecto era el típico de una mujer japonesa de su edad: larga y lisa cabellera negra recogida en un elegante moño que dejaba al descubierto su bien constituido y níveo cuello. Piel más bien clara, sedosa y tersa que se lucía en todo esplendor especialmente al llegar a su torso, apenas cubierto por el vestido. Su rostro, delicado y radiante, si reflejaba en parte el parentesco con su hermano; pero sus ojos oscuros como la noche echaban toda similitud por tierra. Al ponerse de pie, Tomoe se irguió recta y orgullosa con su particular estatura de 1,78 metros, algo bastante inusual en una mujer japonesa.

- El profesor Anzai ha venido a visitarte. Ve a asearte, te estaremos esperando con un poco de té helado – indicó, o más bien ordenó a su hermano menor señalando el camino con su brazo extendido.

Kenji se inclinó una vez más en señal de respeto y obediencia, sin pronunciar palabra alguna para luego retirarse al baño de la primera planta. La verdad es que estaba desastroso. Al mirarse en el espejo del baño pudo comprobar que no solo estaba sudado, sino que también parte del polvo del aire se había pegado en su rostro, brazos y cuello producto del sudor mismo.

- Vaya… - se acercó más al espejo para contemplar sus ojos bien de cerca. Los abrió en todo su esplendor y se perdió dentro de sus pupilas. El intenso color azul claro, o más bien... ¿calipso? -"Es difícil de determinar" – pensó al parpadear. Se lavó el rostro lo mejor que pudo disfrutando del vigorizante contacto del agua fresca sobre su acalorado rostro. Se frotó varias veces, más intentando despejar su incertidumbre que remover la suciedad.

Al terminar, volvió a mirarse al espejo – "¿Me habré metido en problemas? ¿Será por eso que el profesor Anzai vino a visitarme?" – pensó al exhalar una bocanada de aire, sintiendo de pronto una extraña presión en su pecho. –"Se tomó la molestia de venir hasta acá, quedando tan lejos de su propia casa… debe ser algo realmente grave." – se sintió doblemente culpable. Por su culpa el anciano y rechoncho profesor tuvo que atravesar media ciudad hasta llegar a casa. ¡Y con el calor que hacía a estas horas!

Se secó delicadamente, decidido a dejar atrás su turbación. Con una mano en el picaporte de la puerta, volvió a mirarse en el espejo por última vez antes de salir -"Sí que necesito un corte de cabello"- pensó al ver su desarreglada melena. Segunda vez en el día que pensaba eso. Debía significar algo, ¿no?

- Ya estoy aquí, hermana. Profesor. – se anunció al entrar en el salón, parado de pie en la entrada, internamente incómodo y sin saber muy bien qué hacer.

- Toma asiento.- señaló su hermana hacia el segundo sofá unitario disponible, justo a su derecha.

Obedeció instantáneamente, con la vista baja y sin atreverse a mirar al profesor de manera directa.

- ¿Té? – preguntó Tomoe, mientras veía a su hermano menor con ambas manos juntas sobre el regazo, claramente intimidado. El aludido solo asintió, en silencio, mientras posaba lentamente levantaba su vista hacia el ventanal. – Ten. Está helado, te hará bien. – extendió gentilmente el vaso repleto de líquido que cogió de la mesa de centro, apenas inclinándose un poco desde su asiento para cogerlo.

Silencio. Todos bebían de sus respectivos refrescos en silencio.

- El profesor ha venido a visitarte, Kenji, porque creo que está preocupado por ti. – irrumpió Tomoe al terminar su refresco, mientras dejaba el vaso ahora vacío una vez más en la mesa de centro. Tan directa como siempre, sin perder tiempo con nimiedades.

Silencio. El aludido solo asintió, bajando nuevamente la vista, ahora hacia el vaso que sostenía entre sus manos. Como se lo temía, estaba en problemas.

- ¿Kenji? – insistió Tomoe, ante el silencio del otro. – ¿No sería prudente, e incluso cortés de tu parte, que le dieras alguna explicación al profesor? Se tomó la molestia de venir hasta acá porque está preocupado.

- Jo jo jo, no te preocupes Tomoe-san. No son necesarias las disculpas. – interrumpió el profesor, apiadándose del joven ante la presión de su hermana.

- Pero para venir hasta acá, Anzai-sensei, para tomarse esa gran molestia, debe ser bastante desconcertante que mi hermano no se digne a darle una explicación. – insistió Tomoe, mirando inquisitivamente a su hermano, que no despegaba un ojo del vaso, cual niño regañado.

- No es una molestia en absoluto, Tomoe-san. Este té está delicioso.

- Muchas gracias Anzai-sensei – inclinó levemente la cabeza en señal de reconocimiento ante el halago.

Silencio, una vez más. Solo se escuchaba el suave sorbido del profesor a su refresco.

- Lo siento mucho, profesor Anzai. – luego de un par de segundos de silencio, que se hicieron eternos para Kenji mientras se debatía internamente, por fin se disculpó. – Lo siento mucho, muchísimo. – Ahora sí levantó la vista, encontrándose con una amplia y generosa sonrisa del profesor. Se desconcertó. La verdad es que no esperaba una sonrisa, se suponía que estaba en problemas, ¿no? Tal vez el profesor había venido para anunciar su expulsión del equipo de baloncesto, puesto que en tres semanas no se había presentado un solo día a las prácticas.

- Esto, profesor… estos días he estado… pues ya verá, un poco… ¿perdido?.. No perdido, no al menos en el sentido de la palabra…. Es solo que, no sabía si… la verdad… - suspiró Kenji, incapaz de articular alguna frase coherente. – Entenderé a la perfección si me expulsa del equipo. No es más que mi culpa y Ud. debe cumplir con su deber. Ya sabe, mantener el orden, las reglas, la disciplina… -soltó de un tirón apresurándose por concluir – "Y justo hoy había retomado mi entrenamiento…demonios."

Lo último lo dijo casi en un lamento, pero perfectamente audible por los demás mientras volvía a bajar la vista a sus manos.

- Jo jo jo, pero que estás diciendo, joven. – río de buena gana el profesor.

¿Se lo estaba imaginando, o lo que escuchó fue al profesor reírse? Desconcertado, Kenji volvió a alzar la vista hasta el profesor. Y lo que vio volvió a desconcertarlo por segunda vez en menos de 5 minutos. El profesor lucía otra gentil y radiante sonrisa.

- Solo he venido a ver cómo has estado. – declaró el profesor. – Además he venido a informarte que el próximo sábado 30 de Abril, a las 10:30 am, tendremos nuestro primer partido de práctica de la temporada. – remató mientras dejaba su vaso, ahora vacío, en la masa de centro.

- ¿Para-práctica? ¿Partido de práctica?

- Sí, así es. En cinco días más, para ser exactos.

Silencio. Tomoe decidió mantenerse al margen mientras paseaba su vista entre Kenji y el profesor Anzai.

- Empezaremos con el entrenamiento especial esta tarde, dentro de poco. Los chicos están bastante entusiasmados… -continuó el profesor Anzai. – Sería estupendo que mañana pudieras unirte al equipo. Ya es hora de que conozcas a tus compañeros, Kenji-kun.

- ¿Ma-mañana? – aún no procesaba bien la información. Hace unos instantes creyó que estaría fuera del equipo. Que aún luego de haber rechazado la invitación de otras escuelas por unirse a Shohoku, sería expulsado. Sin poder jugar baloncesto al menos en esta temporada.

- Sí. Mañana. – pacientemente el profesor confirmó la información. – Las prácticas comienzan a eso de las 16 horas, luego de clases.

- ¿Por qué no hoy, profesor? Falta poco menos de una hora y media para que comience la práctica de hoy. Alcanzaría a llegar y presentarse a sus compañeros. – interrumpió Tomoe, señalando lo que para ella era más lógico. Internamente estaba emocionada. Al fin se presentó la posibilidad de sacar a su hermano de la inercia. Lo cierto es que durante estas tres semanas no había querido presionarlo para que asistiera a la Preparatoria y al club de baloncesto, entendiendo que esta transición era difícil para su hermano dado lo que había pasado hace ya cuatro meses.

- Creo, Tomoe-san, que el joven Kenji necesita descansar. Me parece más sensato que se tome el resto del día para procesar esta información y asumir de que ya es, definitivamente, hora de incorporarse a la Preparatoria Shohoku. – apuntó, sabiamente, el profesor, sin dejar de lado el evidente mandato a modo de ultimátum.

- Kenji… – esta vez Anzai se dirigió directamente al joven – Es hora de retomar tu camino. –sentenció gentilmente, pero de manera inapelable.

- Sí, profesor Anzai. – el joven se puso de pie. Sin saber por qué, de pronto se sintió revigorizado. La pequeña práctica de la mañana le confirmó que estaba en condiciones, que su cuerpo era capaz de reaccionar. No había ni miedo ni trauma al basquetbol. Aquella oscura creencia de que sería incapaz de volver a jugar el deporte que amaba, aquél temor que lo envolvió durante los últimos cuatro meses, se había esfumado con la primera canasta que logró encestar esta mañana.

- Jo jo jo, me alegra oírte tan animado. – Anzai reconoció gustoso la señal de optimismo.

- Los libros… -de pronto recordó Kenji.

- ¿Ya los leíste?- preguntó Anzai.

- Sí, los acabé hace unos días, profesor Anzai. Todos ellos. – confirmó.

- Puedes llevármelos mañana. A decir verdad, Ayako ya los extraña. Jojojo. Claro, no le dije a quién se los había prestado, pero me imagino que está bastante intrigada al respecto. – explicó divertido el profesor.

Kenji, solo puso cara de circunstancias. "¿Ayako?" Sería alguien del equipo. Ayako era un nombre de mujer, y Fujii no le había dicho nada sobre una mujer jugando al baloncesto en Shohoku. Si bien no recordaba el nombre de las amigas con que Fujii solía visitar las prácticas, estaba seguro que ninguna de ellas era Ayako. Un nombre así lo recordaría, de eso estaba segurísimo.

- ¿Ayako? – se atrevió a materializar su duda mientras volvía a tomar asiento, ahora en posición de alerta.

- Sí, Ayako … Nuestra manager. Suele utilizar los libros bastante a menudo. Especialmente el libro reglamentario básico. El otro día me estuvo preguntando por él, ya que quería enseñarlo a Sakuragi-kun para instruirlo en las jugadas básicas – explicó gentilmente Anzai.

- Oh, ya veo. Mañana le llevaré los libros entonces – asintió mientras procesaba la información. "Con que Ayako. Interesante. En Shonan no teníamos nada parecido a un manager. O más bien una manager." – pensó.

- Muchas gracias. ¿Te sirvieron? – preguntó Anzai.

- Muchísimo, profesor Anzai. Si bien ya manejaba muchos de los términos, las jugadas avanzadas y sus diversas aplicaciones fueron enriquecedoras. Siempre es bueno tener distintas perspectivas para aplicar en la cancha. – ahora sí que se entusiasmó. Kenji adoraba discutir sobre diversos temas cada vez que estudiaba o se instruía en algo nuevo.

- Jo jo jo, estupendo. De seguro discutiremos alguna de ellas durante los entrenamientos. – se puso de pie anunciando su partida, ante lo cual Tomoe y Kenji hicieron lo mismo.

- Tomoe-san, muchas gracias por recibirme una vez más en tu dulce hogar. – ésta se inclinó levemente ante la aludida en señal de agradecimiento del profesor.

- No hay de qué, Anzai-sensei. Siempre es un honor recibirlo. – Tomoe correspondió la reverencia.

- Kenji-kun, nos veremos mañana entonces. – se dirigió al joven - El equipo estará emocionado al saber que un nuevo integrante se nos unirá.

- ¿Cómo? ¿Aún no saben de mí? – preguntó alarmado, captando con suspicacia la información entre líneas.

- No, aún no saben – respondió sencillamente el profesor, como si fuera lo más evidente del mundo.

- Pe-pero profesor, yo pensé que ya les habría hablado de mí. – recalcó, aún alarmado. - "¿Entonces, no me están esperando? ¿Me convertiré en un intruso cuando aparezca mañana, sin nadie esperando por mí?" – pensó alarmado. Fujii le había hablado del equipo de Shohoku, pero nunca se le ocurrió preguntar si alguno de ellos lo mencionaba a él, o si más bien ella les había hablado a sus amigas de él.

- Pues no. Técnicamente aún no estás inscrito en el equipo, puesto que aún no llenas el formulario. – Anzai continuó señalando lo evidente.

- El formulario… -repitió mecánicamente.

- Sí, el formulario. Este debe ser llenado y entregado por cada aspirante al equipo durante las primeras 4 semanas de cada periodo escolar. De lo contrario, no podrías integrarte. Son las reglas de la Preparatoria Shohoku, y nosotros debemos obedecerlas. – explicó con más detalle el profesor Anzai.

- Ya veo, entonces solo me quedan 4 días, hasta este viernes, para inscribirme – calculó Kenji. – Llenaré el formulario mañana, profesor Anzai. – esta vez, se inclinó, retomando la despedida del profesor.

- Perfecto. – una leve inclinación de parte de Anzai.

- Lo acompaño, Anzai-sensei – ofreció Tomoe mientras el profesor iniciaba su salida de la casa, caminando hacia la puerta.

Luego de ver al profesor y su hermana desaparecer de su vista, perdiéndose tras el amplio pasillo que daba a la entrada principal de la vivienda, Kenji se derrumbó sobre el sofá, contemplando el enorme patio trasero de su hogar a través del ventanal. –"Shohoku…"

Con la mirada aún fija en el horizonte, no se percató cuando Tomoe se detuvo frente a él.

- Ya se ha ido – mencionó, sacando a Kenji de su trance mientras éste levantaba la vista hacia ella para mirarla a los ojos.- Déjame ver, ven aquí. – Tomoe se inclinó levemente mientras cogía la cara de su hermano entre sus dos manos para alzarla un poco más, quedando así sus miradas frente a frente. Inspeccionó sus pupilas, ahora nítidamente claras en un tono calipso. – Están un poco irritados… te dije que llevaras los anteojos de sol – terminó de inspeccionar, regañando.

Tomoe era médico. La segunda de la familia luego de su madre. Había concluido sus estudios hacía solo tres años y actualmente y desde hace cuatro meses trabajaba atendiendo a pacientes ambulatorios en un hospital cercano a casa, mientras intentaba conseguir una mejor posición para establecerse.

Tomó asiento junto a su hermano.

- ¿Te tomaste la pastilla? – le preguntó mientras cogía suavemente una mano de su hermano. Estaba cálida.

- Sí – respondió escuetamente.- Tomoe… me preguntaba si las pastillas intercederán en mi desempeño físico.

- ¿Lo dices por tu entrenamiento de hoy en la mañana? – preguntó sin responder aún a la pregunta principal.

- Sí. Me sentí un poco más cansado. – confirmó Kenji - No un cansancio habitual por exceso de ejercicios. Ya sabes… - inspiró antes de continuar, intentando explicarse lo mejor posible – Me sentí como si… como si no tuviera energías en absoluto. Ahogado. Pero eso fue al comienzo, ya luego pude retomar y seguir sin problemas. –terminó.

- Bueno, eso es normal. La verdad es que esas pastillas si tienden a provocar cansancio, pero de manera crónica. Una vez que hayas vuelto a la actividad física con regularidad, dejarás de sentir ese cansancio basal del que hablas. – su diagnóstico fue casi literal.

- …

- Entonces… ¿estás listo para mañana? – preguntó Tomoe, por fin retomando el tema de la visita del profesor Anzai.

- Sí. – No lo dudó. Cualquier atisbo de duda que pudo haber albergado, se las guardó. – Pero…

- ¿Pero?

- ¿Puedo ir sólo a la práctica mañana? Me gustaría hacer algo antes, por la mañana. Prometo que será el último día que falte. – Rogó mientras miraba expectante a su hermana mayor, a pesar de que nunca antes le había pedido nada así. No al menos en estas tres semanas. Se había establecido un acuerdo tácito entre ambos de que Kenji acudiría a clases cuando se sintiese listo. Esa era una de las razones por las que tomaba las pastillas que tomaba…

- Por supuesto. – Tomoe no lo dudó ni medio segundo. Sabía que cuando Kenji prometía algo, lo cumplía siempre. Conocía a la perfección el valor que le daba a sus promesas. – Ahora ve, tómate una ducha. Termina de sacarte esa suciedad. – señaló el estado de su hermano - Te estaré esperando en la cocina con una copa de helado de chocolate para que me cuentes cómo te fue esta mañana.

"Chocolate" - se alegró internamente el joven, sin llegar a expresarlo en voz alta, pero por el brillo de sus ojos se notó lo contento que se había puesto ante la mera mención. Era su sabor favorito. Y a pesar que ya tenía 15 años, no podía evitar querer ser mimado en la medida de lo máximo posible, y Tomoe lo sabía.


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