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Brothers por knaxzerim

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Notas del fanfic:

Iniciaré esto porque hace años leí un manga precioso y de lo único que recuerdo es el título que le dio el traductor, pensé que quizá haciendo esta adaptación con gran esencia de ese trabajo, alguien se apiade de mi alma y al fin pueda volver a ver el dichoso manga.
Y como me gusta ver el mundo arder, pensé que no había mejores personajes para esto que Joey y Mokuba, así que, si empiezan a ponerse densas, pesadas y demás basura, mejor no entren, no lean, ni siquiera abran el link, así se ahorran un trago amargo y yo continuo con mi trabajo.
Disclaimer: Ni yugioh, ni sus personajes me pertenecen, pertenecen a Kazuki Takahashi y yo solo los tomé prestados un ratito, este trabajo no genera beneficios económicos a su servidora, solo la satisfacción que me brinda su lectura y sus comentarios.
Besos.

Mi querida Marida Agatha Shadiness, me ayudo a bettear los primeros capitulos, así que si después notais algun error, es todo culpa mía.

Que disfruten tanto leer, como lo fue para mí el escribir.

Notas del capitulo:

Kana: hellow Ladyes, alguien aqui nos recuerda? 

Zerim: no tomen en cuenta que la mamam lleva mas de un año en hiatus en sus otras historias, de verdad está jodida de la cabeza 

kana: pero se prometió que no iniciaria un nuevo proyecto sin antes terminarlo, así que buenas noticias, esta historia ya esta acabada, y nuestra manina Agatha, beteo los primeros capis 

zerim: tambien la esta publicando en AO3, así que no se espanten si la ven por allá 

kana; y si al ir leyendo les suena de algo la trama y conocen el manga que inspiró esta historia, no sean malitos, rolenlo.

 

Capítulo 1 Encuentros

Ciudad Dominó 2019

Joey Wheler, en el pasado el tercer mejor duelista de Japón, hoy se encuentra mirando las pantallas gigantes instaladas fuera del centro comercial, donde quedó de encontrarse con sus amigos, luego de al fin lograr coordinar las agendas de todos. Fiel a sus hábitos y al recuerdo de su pasado donde siempre parecía tener hambre, degusta una paleta helada mientras mira la repetición de un campeonato de duelo de monstruos que fuera auspiciada por el gigante tecnológico de la ciudad: Kaiba Corp.

Se sonríe a si mismo mientras en la pantalla hay un acercamiento al rostro de su más grande rival, y en un pasado no muy lejano gran benefactor: Seto Kaiba, el ricachón tuvo tantos problemas y aventuras a lado de él y sus amigos que al final terminó tomándoles cariño. Y aunque no le parecía coherente para nadie: se aseguró que Tea fuera aceptada en la academia de baile, otorgó una beca de excelencia para Yugi a fin de que estudiara Antropología en la Uiversidad de Tokio y, tras el berrinche de que no le ganó nunca al faraón, jamás se le ocurrió retar a Yugi a un duelo público, aunque se rumoraba que, en privado, su mejor amigo le pateaba el trasero de vez en cuando.

Él, que había ingresado a la Universidad Pública de Ciudad Dominó tras un segundo intento, matriculado en Ciencias y Tecnología, descubrió que poseía ciertas habilidades en las computadoras y la robótica, fue por su poca atención a los detalles que fue el último en enterarse que Seto Kaiba era algo así como un ángel guardián para la “pandilla”, siempre en las sombras y siempre al pendiente de todos, quizá el millonario prefería ser un héroe anónimo; o quizá no esperaba que se dieran cuenta, después de todo les tenía en un bajo concepto. Sin embargo, Joey Wheeler nunca fue de aceptar caridades de nadie y al haber tenido el apoyo del CEO para estudiar, hizo lo imposible por ser merecedor de la beca que se le otorgó al ingresar a la universidad.

Al principio como un empecinado idiota pensó en devolver cada centavo al castaño, aunque al acercarse a servicios escolares se enteró que la fundación Kaiba Corp., era la auspiciante y que lo único que le pedían de vuelta era buenas notas, entonces sus ánimos se calmaron. Al saber que se trataba de ayuda dirigida por el mismo Seto Kaiba su compromiso fue aún mayor. Con el pasar de los años dejó de ver al paladín del Dragón Blanco como su enemigo y ciertos sentimientos afloraron en su pecho, al principio pensó que era solo el agradecimiento por todo el apoyo, y también por su ayuda durante las aventuras con sus amigos, hoy, luego de varios años, puede afirmarse a sí mismo que él está perdidamente enamorado del CEO de Kaiba Corp, desde hace tanto tiempo que es impreciso ponerle una fecha.

No se dio cuenta en sus años de adolescente, las hormonas lo tenían vuelto loco, los cambios corporales, los problemas en casa, la cirugía de Serenithy, lo maniacos que querían dominar el mundo, el apocalipsis de vez en cuando antes de la mayoría de edad dejan a cualquiera fuera de su cabeza. Cuando tuvo que elegir carrera se encontró perdido, después de todo él no era particularmente brillante, se consideraba más bien un hombre de acción. Tras la cirugía de su hermana supo que había un campo especial para ingenieros en robótica que ayudaban a la ciencia de la salud, desarrollando materiales y equipos especializados, supo que el desarrollo médico de la robótica tenía mucho más valor que las máquinas de realidad virtual, que en un inicio pensó en crear como retribución a Seto. Ayudó en el desarrollo de proyectos para cirugías nanométricas y en la investigación de nuevos compuestos sintéticos para tratamientos experimentales. Pronto, su beca se convirtió en invitaciones para investigación y algunos protocolos de especialización que le hacían sonrojar de lo mucho que interesaba a algunas empresas.

Tras algunas estadías en los laboratorios de una gran farmacéutica prefirió tomarse un tiempo de relajación. Mientras, preparaba su último semestre en la escuela y se decidía sobre qué hacer con su vida y carrera. Por esa razón y tras algunas complicaciones, se encontraba en ese lugar, al fin de mucho tiempo podría encontrarse con sus amigos y recuperar algo del tiempo perdido.

—Viejo, ¿cuánto tiempo?

La voz de Tristán interrumpió sus cavilaciones; quien con su característico buen humor llegó y le golpeó la espalda con fraternidad. Devolviéndole el gesto con un abrazo le tiró del cuello para frotar su coronilla en un gesto de diversión; su amigo se encontraba completamente engominado, usando un pantalón cargo y botas militares.

— ¿Qué tal el servicio en el ejército?

Cuestionó, al mismo tiempo que trataba de hacerle una llave de lucha, como en su no muy lejana adolescencia. Entre risas y puyas otra voz les hizo levantar la cabeza.

—Ustedes dos nunca cambian.

Comentó Yugi quien llegaba acompañado con Tea y Ducke, los tres usando ropa casual. Yugi con un sencillo pantalón casimir y camisa, casi al igual que Ducke, que complementaba su atuendo con unas gafas opacas y Tea, acorde a su profesión, usaba un vaporoso vestido de gasa. La castaña miró con diversión a sus amigos presentes, Ducke se unió a las bromas de Joey y Tristán;  unos minutos después Ryu Bakura, ahora con el cabello corto hasta las orejas, llegó al sitio acompañado por una jovencita delicada que se despidió de él tras un breve beso en la mejilla, razón por la que el joven mostró su rostro sonrojado por algunos minutos.

Pasaron la tarde charlando y poniéndose al día, teniendo en cuenta que de una u otra forma la vida adulta les consumía más de lo que consideraban, esos instantes robados al tiempo les daban calma y serenidad, de saber que a pesar de los años y la vida, seguían siendo los mismos amigos de siempre. A media tarde todos se despidieron y Joey, con la serenidad que le brindaba compartir con sus amigos, tomó el camino largo a casa. Tras alejarse de su padre y el distrito dónde compartió sus años de adolescente ahora podía dormir tranquilo en un modesto departamento rentado, gracias a su beca en la universidad y algunos trabajos extra que hacia dando clases particulares a estudiantes de nuevo ingreso.

Lo que no esperaba al llegar a su vecindario era encontrarse con toda la calle acordonada, dos o tres autos oscuros sobre la acera y al siempre serio Roland, esperando en la puerta de su edificio. Con un gesto de su ceja cuestionó al guardaespaldas, quien al reconocerle, le extendió una reverencia y con ese tono de voz tan característico le informó lo que estaba pasando.

—Buenas noches, Joven Wheeler, nos tomamos la libertad de visitarle.

Aturdido por la presencia de la mano derecha del CEO de Kaiba Corp, no prestó mucha atención a la forma en cómo se expresó. Sin mayor ceremonia asintió y señaló la puerta de entrada con un gesto.

— ¿Quieres pasar?

Cuestionó al hombretón, que aunque ahora portaba más años sobre sus hombros, conservaba su complexión de luchador.

—El señor Seto desea hablar con usted.

Comentó mientras sostenía la puerta con una de sus manos, el nombre del castaño despertó al rubio de su aturdimiento y con un asentimiento más enérgico dio a entender a su interlocutor que había entendido. 

—Sí, claro, permítame ordenar un poco.

Ingresó a su departamento mirando a todos lados esperando no tener nada comprometedor (como calcetines sucios en el sofá) y asegurándose de colocar los platos de su desayuno lejos de la vista, hizo un gesto a Roland, cuando lo consideró oportuno, para que llamara a su amor platónico; unos segundos después Seto ingresó a su departamento y la visión del empresario le devolvió la imagen de los años de instituto: siempre pulcro, siempre correcto, mantenía la atención de cualquiera en cualquier lugar que entrase. Usando su clásico traje sastre en color azul cielo, cuando ambas miradas se encontraron el aire escapó de sus pulmones; y aunque por dentro se derretía de emoción, logró mantener su lengua dentro de la boca y simular una calma que realmente no sentía.

—Buenas noches, Kaiba.

—Wheeler.

Respondió secamente el empresario mientras escudriñaba su departamento, con ese gesto típico de evaluación que hacían los ricos a quienes no tenían su suerte, un detalle que por el paso del tiempo Joey olvidaba era característico del joven castaño. Aquello le molestó, Joey era consciente que su sitio distaba mucho de la mansión de Seto, pero comparado con el lugar donde había crecido había una gran diferencia. Bufó molesto por la actitud de Seto y se dejó caer en el sofá. Mostró con sarcasmo el otro sillón esperando que Roland no colocara spray desinfectante antes de que Seto colocara las nalgas sobre su asiento.

—Sé que no es una mansión, pero es mío, así que te agradecería te ahorres comentarios idiotas.

—A pesar de los años, no cambias.

El tono de Seto era calmado, pero con ese sutil deje de ironía que siempre caracterizó sus conversaciones, algo turbado por la falta de reacción del castaño Joey optó por ser más abierto de mente y dedicó una mirada a Roland; sabía que el guarda espaldas era tan fiel a Seto como un perro guardián, pero su presencia en una conversación de dos le parecía incomoda.

—Esto es raro, ¿quieren beber algo? Tengo sodas en el refrigerador y leche, personalmente no soy de licores, pero creo que tengo una o dos cervezas por ahí.

—No hace falta Wheeler, en realidad sé que no es convencional que yo haga este tipo de cosas, así que iré al grano.

Comentó Seto tras un ademan con la mano para detener a Joey de buscar las bebidas ofrecidas.

—Bueno, soy todo oídos.

Resolvió con un gesto de conciliación mientras Seto ocultaba su rostro entre sus manos, un gesto que Joey recordaba como de gran concentración y de posibles negociaciones.

—Mokuba ingresará a la universidad este año, tenía que haberlo hecho el año pasado, pero pasó por una etapa de rebeldía y no deja de darme la contra en casi todo, me ayuda en la compañía y mantiene sus responsabilidades en Kaiba Corp, y las ONG´s en las que somos participantes, pero considera que la educación formal para él no es necesaria.

Joey escuchaba todo con atención, si algo sabía acerca de Seto Kaiba era que su vida tenía dos grandes pilares, Kaiba Corp y Mokuba Kaiba; él mismo había entendido la relación de esos dos puesto que Serenithy y él eran unidos a pesar de haber sido separados por sus padres cuando el viejo se había ido por la borda con el trago.

Sin embargo no podía hacerse una idea de un Mokuba que no obedeciera a Seto, después de todo, el Chibi sabía perfectamente por todos los trances que su hermano había pasado para liberarlos del yugo de su padrastro, sin contar que en más de una ocasión perdió el alma, literalmente, por salvar la de su hermano pequeño.

—No entiendo muy bien lo que quieres

—Wheeler, sabes perfectamente que no soy el tipo de persona que expresa emociones. Soy afortunado si llego a entender mis propias reacciones respecto a lo que ocurre a mí alrededor. Mokuba, no tuvo que pasar por ninguna clase de entrenamiento para ser como yo; mi hermano creció de la forma más normal que fui capaz de ofrecerle. Tú y tu pandilla de amigos pueden hacer algo que yo no puedo, y es entender las emociones de mi hermano, de un tiempo acá le dejé a su aire, pensando que quizá yo no podía entenderle por no tener un desarrollo cognitivo adecuado. Sin embargo, no estoy dispuesto a mantener a Mokuba como un crío consentido, puesto que él conoce sus orígenes.  

Las palabras de Seto abrumaron por completo a Joey, el rubio soñaba con poder charlar con Seto de sus problemas y ayudarle a resolverlos, entendía que ambos tenían caracteres tan dispares que quizá aquello les daría un algo que les mantendría unidos. Perdido en sus pensamientos, se distrajo un poco de las palabras de su interlocutor.

—Lo siento, Kaiba, tuve un lapsus, ¿puedes ser un poco más específico acerca de lo que me decías?

—Podrías ser asesor de Mokuba, mientras aprueba los exámenes de admisión.

Aturdido por el ofrecimiento, Joey notó un ligero atisbo de súplica y cansancio en la voz del CEO y aunque en el pasado habría bromeado con ello, en este momento entendía que Seto le necesitaba, y que especialmente, Mokuba parecía también necesitarle. 

— ¿Que podría enseñarle?

—Tiene algunos problemas con el área informática, y también con idiomas, sé que eres muy hábil en ambas y también que das clases privadas a jóvenes de nuevo ingreso cada inicio de ciclo.

Con un levantamiento de ceja Seto entendió que reveló demasiada información.

—Me mantengo informado acerca de todo lo que compete a ustedes, tienen la mala costumbre de invocar males antiguos cada que no les cuido las manos.

Una tenue sonrisa afloró en la comisura de los labios de Seto Kaiba, lo que provocó en Joey un mini infarto, un gesto tan extraño y al mismo tiempo exuberante era atípico del castaño; quizá en esos años no era el único que había cambiado para bien.

—Con gusto, será genial volver a ver al Chibi.

—Ese nombrecito… —Dijo con ironía, el rubio levantó una ceja.

— ¿Qué quieres decir?

—Ya verás. Roland pasará por ti  para llevarte al departamento. No te preocupes Wheeler, cubriré generosamente tus honorarios.

Seto salió del sitio como si fuera el dueño del lugar, y en cierta forma lo era, al menos sí de los pensamientos del rubio. Miró el sillón donde minutos antes estaba sentado y no pudo evitar tomar el lugar del castaño, su cuerpo entero se estremeció al pensar que aquel hombre había estado ocupando ese mismo espacio. La alegría pronto se tornó en amargura al saber que sin importar lo que ocurriera, él seguía siendo un perrito faldero que estaba a las disposiciones del CEO.

Pero a pesar de ello no lamentaba su situación, Kaiba era y seria siempre Kaiba, y si ésta oportunidad de acercarse al castaño le daba pauta para algo más, esperaba con anhelo poder confesarle a Seto lo que llevaba ocultando tantos años.

Seto se encaminó a casa, seguro de que había hecho lo correcto, Mokuba seguramente se enfadaría con él por haber tomado la decisión de contratarle un tutor; pero al saber que se trataba de Joey era probable que su hermano cambiara de actitud, quizá hasta le diera la pauta para entender los cambios de carácter que tuvo en los últimos años. Él recordaba a su hermano preadolescente organizando con ánimo los torneos a su lado, y también gestionando la creación de nuevos parques, centros de vacaciones y recreativos. Notó algunos cambios después de la reunión de la pandilla, un año después de su graduación de la preparatoria. Él se había enterado de la famosa reunión, porque Tea logró pasar todos los filtros de seguridad del edificio Kaiba Corp., para entregarle la invitación.

—Nos gustaría que nos acompañaras, es el aniversario de la partida del faraón y queremos hacerle un homenaje; no puedo asegurarte que no haya prensa, pero sé que es un lugar seguro, solo queremos estar entre las personas que apreciamos a Atem, mientras estuvo con nosotros.

Fueron a un centro vacacional en Kyoto, y como lo dijo la chica, el lugar era bastante íntimo y privado como para que no se preocupara de paparazis, llegó acompañado de sus escoltas de toda la vida, pero al final optó por darles un par de días libres.

Fueron momentos interesantes en los que, por breves instantes, pudo entender lo que era tener un vínculo con alguien. Joey, Yugi y Ryu hicieron un altar al “faraón”, y en su memoria quemaron trozos de papel con sus deseos para el difunto, él había tomado un trozo de papel y anotado su único deseo.

“Desearía que estuvieras aquí”.

Cuando se acercó al trío de poseídos, Joey le miró de una forma extraña y le obsequió un abrazo. Que fue secundado por los otros dos; en otra clase de circunstancias les habría rechazado pero, por alguna razón no lo hizo y permitió que el fuego elevara su plegaria al cielo.

Al otro día acudieron a la playa, jugaron un rato y se permitió relajarse, Mokuba calló entre algunas rocas y terminó raspado en las pantorrillas, Joey, que tenía una vena protectora con cualquiera que midiera menos que él, se ofreció a atender las heridas de su hermano.

Cuando pasó una hora del incidente, dudó de las habilidades de Joseph Wheeler para atender un raspón y optó por poner manos a la obra, cuando llegó a la cabaña que compartía con su hermano, lo encontró en la cama recostado, envuelto en una toalla mirando el techo con mucha atención, y de Wheeler ni sus luces.

Después de aquello Moki cambió de forma paulatina, quizá no se dio cuenta en lo inmediato pero, pudo notarlo cuando al ofrecerle participar en la mesa de consejo de una junta, simplemente, no se presentó. Aunque no se trataba de algo de suma importancia creó distancia entre ellos y al presente, parecía un abismo insalvable. Sin embargo, no era el CEO de una de las empresas más importantes de Japón por nada, y cuando se trataba de su familia, estaba seguro que haría lo imposible por recuperar a su hermanito.

Tras la partida de Seto, Joey trató de recordar el último día en que se habían encontrado, fue durante el aniversario de Atem, cuando Tea, aún enamorada del Faraón los engatusó para honrar la memoria del espíritu, habían pasado la mañana y parte de la tarde disfrutando de la playa. Seto, a pesar de sus típicos modos de aislamiento había optado por mirarles desde la distancia con un bañador estampado con los colores de su Dragón blanco de Ojos Azules, y a pesar de lo que nadie quisiera admitir, Seto tenía una figura imponente.

Joey estaba dispuesto a correr a esconderse en algún sitio, para poder admirar a Seto en su esplendor, tras tanto tiempo sin incidentes, y con la calma que brinda la vida de estudiantes, recién se percataba de lo atractivo que era el empresario, y que a él le gustaría poder tocarle de forma más íntima, y al mismo tiempo darse una bofetada, por estar babeando por el ricachón engreído. Jugando al futbol con los chicos, Mokuba había tropezado con la arena y se había caído sobre unas rocas.

Aunque el moreno ya no era un niño, si era el más joven de todo el grupo, así que optó por ayudarle a levantarse, pero sus pantorrillas estaban bastante lastimadas, con un atisbo de sus ojos pudo notar a Seto tratando de moverse para ayudar a su hermanito, por lo que con un gesto le impidió levantarse y preguntó a Mokuba si deseaba que él le curara.

Con un asentimiento el chico de cabello negro le tomó de la mano y ambos caminaron a las cabañas. Al pasar medio día, Mokuba pensó que sería buena idea tomar una ducha para quitarse toda la arena del cuerpo. Joey consideró que era lo mejor, así que decidió esperar en el área de la habitación mientras buscaba el botiquín. Tras un vistazo en las gavetas del lugar, no encontró nada, pensó que el lugar no contaba con las medidas primarias de control y atención para primeros auxilios.

Miró con algo de recelo las maletas de los hermanos, sabía que ambos dependían de su personal para armarlas, y por lo tanto no sabía si dentro encontraría algo, en un impulso abrió la maleta de Seto. Fue como un instinto, Seto era un paranoico, y estaba seguro que a pesar de que alguien más le hiciera la maleta, él revisaría que dentro se encontrara un kit de supervivencia extrema, una voz dentro de sí mismo le instó, poco a poco, a buscar más y más adentro en una maleta que estaba decorada con un pequeño dragón blanco de ojos azules al frente; a pesar de haber revuelto todas las prendas no pudo encontrar nada, en la parte posterior de la maleta encontró una pequeña bolsa de lona que le pareció una buena candidata, su corazón dio un vuelco cuando al abrirla tuvo en sus manos uno de los calzoncillos de Seto.

La adrenalina que sentía al tocar con sus manos la prenda interior, se comparaba con la que sentía al encontrarse en medio de un duelo, contra Yugi o contra el mismo Seto. Prestó atención a su alrededor y escuchó el agua de la ducha, Mokuba se encontraba tomando un baño y él, como un viejo verde y pervertido, tenía en sus manos la prenda íntima del CEO de Kaiba Corp.

Sin meditarlo mucho (porque no era una de sus grandes cualidades), los llevó a su rostro, cubriendo con el gesto su nariz y boca al mismo tiempo, el aroma del cuerpo de Seto le llenó los sentidos, y casi de inmediato su miembro despertó. El bañador que traía puesto tenía espacio suficiente para aquello, pero él necesitaba más contacto; así que presa de la locura de ese momento se liberó y abrió sus piernas lo suficiente para maniobrar a gusto. Sujetó su base, esperando no ser descubierto, y comenzó a deslizarse poco a poco sobre su eje, cada movimiento acompañado por una inhalación a aquella prenda prohibida, era la primera vez que podía tener un atisbo de la verdadera esencia de Seto y aquello le excitaba aún más; podía notar el aroma del suavizante, pero también el almizcle típico de la zona genital, de solo pensarlo no pudo si no sacar un poco su lengua y lamer la tela que no hace mucho había tocado la piel más privada de aquel a quien comenzaba a amar.

—Seto.

Gimió, no supo si bajo o no pero, no pasó mucho tiempo hasta que dejó correr su simiente sobre su mano; estaba aturdido y confuso después de aquello, puesto que había tomado sin permiso las pertenencias del hombre más paranoico y poderoso de su ciudad, cuando debería estar curando a su hermano menor de sus heridas. Se maldijo y trató de recomponerse, sin embargo, un murmullo del otro lado de la puerta le hizo volver a la realidad, ¿qué estaba haciendo? Soltó la prenda como si estuviera al rojo vivo y buscó del otro lado de la puerta si alguien había llegado, al notar que no había nadie tomó las cosas que había desperdigado en la cama.

El agua de la ducha seguía haciendo ruido pero, él no tenía cara de ver a Mokuba a los ojos; no después de lo que había hecho. Decidió escapar de ese lugar; pensó que más tarde se disculparía con el Chibi, pero no hubo oportunidad de hacerlo. Al llegar la noche uno de los esbirros de Seto llegó a las cabañas y, tras un breve intercambio de palabras, ambos hermanos salieron de la reserva. Mokuba se disculpó por dejarlos y les agradeció la invitación, Seto, como siempre, giró los ojos en clara muestra de superioridad y se elevó en su helicóptero. Después de esa reunión era complicado poder reunirse con sus amigos: la escuela y la vida corrió, hasta llegar al momento en que se encontraba ahora; y aunque quiso buscar a Mokuba después, se sentía avergonzado por haberlo abandonado ese día sin ninguna explicación. 

Temprano en la mañana alistó su ropa más formal y tomó un baño a consciencia, Seto no le dijo a qué hora le buscarían, por lo que se levantó temprano, y casi a la una de la tarde Roland tocó a su puerta. Joey reaccionó molesto a la falta de respeto de la familia Kaiba, pero al final terminó acompañando al perro fiel de los hermanos a donde sea que quisiera llevarle; curiosamente no le llevaron a la vieja mansión Kaiba, llegaron a la zona de negocios de la ciudad, llena de rascacielos y también altos edificios de departamentos de gran lujo.

Roland le llevó a un departamento sencillo, sin embargo, no abrió la puerta con su llave, si no que tocó el timbre como si se tratara de un visitante más.

—Señorito Mokuba, su tutor ha llegado.

“No me interesa, Roland, lárgate y dile a mi hermano que se vaya a la mierda”.

Una respuesta algo atípica del Chibi que recordaba.

— ¿Y qué tal si, en lo que tu hermanote se va tan lejos, tú y yo nos tomamos un café?

Cuestionó al intercomunicador que probablemente tenia incluida una cámara unilateral, ante su pregunta la puerta se abrió de improviso, y un joven de cabello negro le abrió la puerta.

— ¿Joey?

— ¿Chibi?

Ambos estaban sorprendidos por lo que los años habían logrado de cada uno, Joey vestía de forma más sobria y aun así mantenía su chispa de la adolescencia, por otro lado, el menor de los Kaiba era alguien completamente diferente: vestido con ropa de gimnasio, el cabello corto a las orejas y un par de sandalias mostraba su poco interés por las posibles visitas que Seto le había enviado a casa. No obstante, Joey pudo notar que el chico había tomado una ducha y se le notaba avergonzado.

—Señorito Mokuba.

—No te preocupes Roland, creo que nos pondremos al día y luego ya veremos

Comentó el rubio ante el intento del guarda espaldas para llamar la atención del joven amo, Mokuba hizo un gesto para que Joey entrara, cuando así lo hizo le cerró la puerta al viejo Roland y le invitó a tomar asiento.

—Lo siento, no esperaba que el nuevo lame botas de mi hermano fueras tú.

Comentó el moreno mientras se dejaba caer en una silla cerca de la barra del desayuno, el lugar era acogedor, pero no demasiado elegante. Si no lo supiera mejor, adivinaría que Mokuba vivía solo y en un sitio bastante lejos de los lujos que recordaba de sus años de adolescente; el chico caminaba encorvado y se arrebujaba en su sudadera.

—Mokuba, no entiendo esto, ¿por qué hablas así de tu hermano? 

El chico encontró la mirada de su viejo amigo, y el matiz del azul de sus ojos le recordó un poco a la mirada de negocios que Seto usaba la tarde anterior cuando le visitó en su casa.

—Mi hermano debería saber que ya estoy lo suficientemente grandecito como para necesitar niñera, ¿quieres beber algo?

Comentó el joven mientras Joey escudriñaba el sitio, sin saber exactamente qué hacer, le notó nervioso, y le dedicó una sonrisa.

—Tranquilo, si quieres puedo irme, tu hermano me contó que necesitabas ayuda con algunas cosas en la escuela y me pidió que tratara de apoyarte, pero si crees que no la necesitas me retiro y tan amigos como siempre.

— ¿Tú?, ¿Te volviste profesor?

Comentó el joven de cabello negro mientras miraba a Joey algo turbado. Joey bajó un poco los hombros tratando de lograr algo de empatía del joven Kaiba.

—No suenes tan sorprendido, es decir, no es que sea idiota o algo así.

—Disculpa Joey, es que bueno, me intriga bastante que mi hermano recurriera a ti, después de tantos años tratando de controlarme al final se acuerda que les aprecio.

— ¿Crees que es una trampa manipuladora de Seto Kaiba?

—Joey, todo, todo lo que mi hermano haga cerca o lejos de mí es parte de una trampa manipuladora, bueno, al menos eso creo.

El rubio sonrió ante los gestos del joven Kaiba, en realidad le recordaba mucho al pequeño Mokuba que les pedía ayuda para rescatar a su hermano, cuando había caído víctima de los cinco grandes o como la ocasión en que la pandilla de motociclistas del sello de oricalcos les separó.

—Bueno, ¿entonces qué me dices?, ¿crees que pueda ayudarte?

Mokuba le dedicó una sonrisa y tras unos segundos de duda asintió, prefería darle una opción de elegir si deseaba o no recibir ayuda, después de todo, siempre podía buscar otro trabajo. Charlaron un rato de lo que ocurrió en sus vidas luego de separarse, Mokuba había viajado por el mundo, pero contrario a lo que pensaba el rubio, lo hizo solo y usando sus propios medios; cosa que no le agradó en nada al maniático de Seto que usaba todos los medios posibles para rastrear a su hermano.

—Me uní al equipo de investigaciones especiales del ejército británico, sólo para que mi hermano se pusiera histérico.

—no te creo nada, Chibi.

Respondió con una sonrisa, a lo que el moreno se envalentonó y sacó el celular mostrándose a sí mismo usando ropa militar y con cinco o seis sujetos a su lado.

—Imposible.

Exclamó el rubio mientras Mokuba le dejaba mirar su galería de fotografías, pudo intuir al pasarlas que el chico se había inscrito apenas pasó el instituto y, aunque inició siendo algo desgarbado el entrenamiento le benefició bastante.

—Ese entrenamiento te dio un gran físico.

— ¿Verdad?

Respondió sonriendo el más joven e hinchando el pecho; Joey le aceptó la fanfarronada y le devolvió el teléfono.

—Sin embargo, sigues siendo un Chibi.

—Que cruel eres, Joey.

—Vamos; Moky, sigues siendo un chico al que le gusta hacer enojar a sus mayores, en este caso a su hermano mayor, que resulta ser el ser más paranoico de la ciudad, y aparentemente, con un gran problema para entender que ya estás grande.

Comentó con un encogimiento de hombros mientras le sonreía al menor, quien rodó los ojos y dejó que el ambiente se distendiera un poco. 

—Mi hermano debería dejar de meterse en las vidas de las personas y preocuparse por él.

—No te digo que no, pero podrías tomar otra actitud respecto de cómo reaccionas a sus formas, recuerdo que siendo más joven eras más diplomático.

— ¿Diplomático?

—Claro, si no fuera por ti, tu hermano se habría convertido en el monstruo que Gozaburo quería crear, cuando iban con nosotros a las aventuras siempre eras tú quien le pedía tuviera un poco de más consideración con nosotros y que entendiera que no estábamos buscando problemas, simplemente los maniacos, buscaban al faraón.

—Pero cuando nos conocimos, yo también era un hijo de puta.

El joven se encogió un poco sobre sí mismo, haciendo alusión a esa ocasión en que por poco los mata en medio de un “torneo” de juegos que él mismo había organizado para atrapar a Yugi y el faraón.

—Veo que aprendiste otras cosas en el ejército.

Indicó el rubio, ante el uso de las palabras, y cuando el menor levantó el rostro para mirarlo le palmeó la espalda. Envalentonado por la cordialidad de Joey, Mokuba continuó.

—Entiendo tu punto, Joey, la verdad es que no quiero estudiar más, a pesar de que Gozaburo murió cuando era pequeño Seto siempre me tuvo a cargo de tutores y maestros privados, por eso acredité el instituto dos años antes de lo que se supone, no por qué fuera un genio, sino porque sentía que debía hacerlo para ayudar a mi hermano.

Joey entendía ese sentimiento, especialmente después de la partida del faraón, asintió y tomó suavemente uno de los brazos de Mokuba, quien los había dejado caer laxos sobre sus piernas.

—Eso lo puedo entender, pero ¿qué fue lo que ocurrió para que decidieras llevar la contra a tu hermano?

Mokuba se tensó y apartó la mano de Joey, con delicadeza.

—Lo siento, eso no puedo decírtelo. —Dijo mientras se levantaba del asiento y caminaba a lo que, Joey suponía, era la cocina del departamento. —En cambio, puedo ofrecerte algo de tomar.

Volvió a hablar más alegre, el cambio de actitud hacía que Joey se sintiera más en confianza y, extraño a él, decidió no seguir picando piedra sino esperar a que Mokuba decidiera contarle. Pasaron el resto de la tarde charlando, hasta llegaron a una serie de acuerdos. Mokuba, definitivamente, se había convertido en todo un Kaiba, por más que renegara de eso.


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