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Tú, Yo y el Sicario por TidsoptimistMF

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Notas del fanfic:

Esta historia es muy importante para mí, no exagero al decir que vengo escribiendola hace más de tres años, pero recien ahora me di el tiempo para publicarla y que mejor día que el 27 de Noviembre, el cumpleaños de Sexy Chanyeol

Espero que le den una oportunidad y les guste :D

 

ACLARACIONES: Esta historia es fantasía, muchas de las cosas aquí descritas estan alteradas para adaptarse a la historia. Por favor, no confundir con la vida real. Gracias.

Notas del capitulo:

Hola!

Aqui vengo con el primer capitulo! Espero les guste tanto como a mi :)

 

Un avión. Nunca había volado uno.

Esta era mi primera vez y debo decir que nunca, en toda mi vida, me imaginé que mi primer vuelo sería para escapar de un sicario. Un homicida.  

Había imaginado, soñado muchas veces con ir a playas paradisiacas, conocer la isla Jeju, tal vez Japón con su deslumbrante tecnología y mi visita obligada a Akihabara para saciar mi hambre de videojuegos…pero no esto.

Con veintisiete años de edad, yo Byun Baekhyun me encontraba volando de incógnito, disfrazado de mujer (no pregunten el porqué, ya lo sabrán, ahora me da migraña recordarlo), como parte del Programa de Protección de Testigos por haber visto un asesinato.

Un jodido asesinato llevado a cabo por un jodido sicario.

Lo mejor de todo, es que no tenía idea a donde iba.

No quisieron decirlo.

“Lo sabrán cuando lleguen”

Eso es lo que nos habían dicho.

Si, “nos”.

Para mi buena o mala suerte, no había sido el único testigo de aquel asesinato.

No. Esa noche había alguien más conmigo. Park Chanyeol.

Alto, perfecta dentadura por años de ortodoncia o miles de wons gastados en carillas (no sabría decir cuál de las dos opciones era, todo es tan falso en Corea que ya me es difícil diferenciar lo natural), grandes ojos y piel perfecta, todo teñido por su personalidad. Altanera y desagradable. Uno de esos bichos raros que creen que está por sobre ti solo por tener más dinero y posición social, una estupidez si me preguntan, y que hacían de Park Chanyeol un punto más a agregar a mi lista de “Eventos desafortunados y horribles acontecimientos”.

De verdad, hasta ahora me preguntaba porque me levanté esa mañana y no me quedé en mi cama para siempre. Al menos mi vida sería más tranquila y no lo que era ahora.

¡Un maldito dolor de cabeza!

Supongo que en este punto se estarán preguntando qué sucedió, como llegué a esto, pero sobre todo: Cómo me involucré con ese tal Park Chanyeol.

Pues bien, todo comenzó hace unas cuantas hora atrás, para ser más precisos el día de ayer.

 

***

 

Eran las nueve de la noche cuando entré a una cafetería cualquiera en busca de un poco de calor y comida. Había pasado todo el día caminando de un lado a otro en busca de trabajo y me encontraba agotado tanto física como psicológicamente. Mi búsqueda había sido en vano, al parecer nadie tenía ánimos de contratarme y para peor de males, no había comido nada en todo el día para ahorrar algo de dinero.

Necesitaba cuidar mi dinero si es que quería llegar a pagar la renta a fin de mes. Aunque como iban las cosas, tal vez mi mejor opción sería terminar mi arriendo e ir a vivir con algún amigo.

Negué con la cabeza ante aquella posibilidad.

Aún era muy pronto para rendirse y era mejor vivir en el presente. Un presente con un estómago rugiendo de hambre, pies cansados y unas ganas enormes de tirarme al piso y no levantarme nunca más.  

Superando el cansancio y la necesidad de tirarme en el piso de la cafetería (y arriesgar a que el guardia me echara), me sujeté con fuerza a mi dignidad y compré un muffin de zanahoria y nueces para al menos saciar con eso mi hambre. Bien, no lo saciaría, pero al menos callaría mi ruidoso estómago y el dulce siempre iba bien. ¡Viva el azúcar!

Con paso rápido, motivado por la comida entre manos más que otra cosa, fui a sentarme en el primer asiento que vi libre, uno cerca de la ventana. Con regocijo y soltando una exclamación de dicha me acomodé en la silla, el alivio llegando a mi pies cansados. Con las piernas estiradas, mi espalda cómodamente recostada en la silla, abrí el periódico que llevaba bajo el brazo dispuesto a buscar alguna oferta de trabajo que haya pasado por alto. Ya lo había revisado dos veces, pero una tercera no estaba de más.

Llevé el muffin a mi boca despreocupadamente, con un solo mordisco el delicioso sabor a azúcar, mantequilla y especies explotando en mi boca. Me di un momento para saborearlo, de disfrutar ese pequeño momento de bendita felicidad que me había ganado después de todo un día de esfuerzo y…

- Ese es mi puesto

Grave, arrogante y demandante, la voz interrumpió mi momento en el puto paraíso.

¡El único que había tenido en todo el maldito día!

El tipo era hombre muerto. Si tuviera un cuchillo de plástico en mano, juro que se lo hubiera enterrado. En vez de eso tenía mi muffin, pero no lo iba a desperdiciar en eso. No aún.

Con mi muffin en la boca y preparando mi mejor cara de “vete al infierno”, alcé la vista a la persona que me había hablado. Debo admitir que por un segundo me dejé atrapar por su atractivo rostro, sus ojos grandes, su piel blanca y sus labios con la medida justa para dejarse atrapar y besar. Pero pronto todo eso quedó eclipsado por su ceño fruncido y la mueca de desagrado en su boca.

Irritante.

Sin inmutarme ya por su físico y su considerable altura, arqué una ceja ante su comentario y lo inste con la mirada a que volviera a repetir lo que había dicho. Al ver que no captaba la indirecta, terminé de tragar lo que tenía en la boca y lo miré con el mayor desinterés posible .

- Disculpa, ¿Qué dijiste?

-Que estás en mi puesto

De nuevo ese tono prepotente y esa mirada altiva terminaron por sacar lo peor de mí.

Por un segundo realmente deseé enterrarle mi muffin entre los ojos, pero me abstuve.

- Este es un lugar público, no hay “puestos designados”- lo encaré, preocupándome de encasillar las últimas palabras con mis dedos.

Él me miró con el entrecejo fruncido, sus ojos lanzando chispas, claramente enojado por mi respuesta, pero eso era algo que no me importaba. Él era quien había llegado con su actitud de súper estrella, exigiendo un lugar en un recinto que estaba prácticamente vacío. Habían varias mesas desocupadas donde él podía sentarse, todas iguales a estas, pero no, él tenía que elegir justamente esta para venir a molestar. ¡Que se joda!

- Mi chaqueta está en el respaldo de ESA silla donde estas sentado. La dejé ahí antes de ir a comprar. Eso la convierte en MI asiento.

Volteé mi rostro hacia el respaldo y descubrí que efectivamente había una chaqueta negra. Así que eso era lo que me molestaba en la espalda…

Fruncí mi ceño. ¿Qué tipo de subnormal deja su chaqueta en un asiento como si nada? Se la podrían haber robado. ¿Era idiota o qué?

Giré mi cabeza con lentitud, esta vez para analizar más detenidamente al espécimen que tenía al frente. Su ropa de marca, su reloj rolex y su pelo negro bien peinado hacia atrás dejaba en claro que no era del tipo que frecuentaba cafeterías o algún local sencillo. Y su actitud también lo dejaba en claro.

Pero eso no cambió mi actitud en lo más mínimo.

Si quería dejar sus cosas tiradas por toda la tienda como si fuera su casa era cosa suya, pero eso no significaba que automáticamente la tienda pasaba a ser de su propiedad y mucho menos que yo iba a ceder. Además estaba demasiado cómodo para moverme por orden de su majestad. ¡Ni de broma!

Sin inmutarme ni mostrar el infierno ardiendo dentro mí, tomé la chaqueta y se la extendí.

- Aquí tienes, ahora eres libre de escoger donde quieres sentarte. Buena suerte.

La ironía corría por cada palabra acompañada de una sonrisa de autosuficiencia al ver como su atractivo rostro pasaba de asombro a la ira, una arruga formándose en su frente. Supongo que era el típico hijito de papá, que creció con una gran fortuna y que obtuvo un trabajo dentro de la empresa de su padre, donde nadie se atrevía a desafiarlo o negarle lo que él pedía. El tipo de personas que no valían más que una bolsa de cabritas, de esas que puedes masticar sin interés mientras ves una película y botar la mitad de la bolsa al final sin culpa, porque no vale tu tiempo ni tus dientes.

Igual que este sujeto. Sólo que él era ese pedazo de maíz. Ese que se obstina a quedarse atascado entre tus dientes, incomodo, molesto y que no ves la hora de sacarlo.

Pero yo no iba a ceder. Y ya que no estaba de ánimos para hacer de servidumbre (ni tampoco de seguir masticando “cabritas”)  y ceder mi asiento, esperaba que tomara su reluciente chaqueta, se diera por vencido y se marchara de una vez para dejarme terminar mi muffin tranquilo.

- Gracias- masculló, apretando los dientes y estuve casi seguro, que también aguantándose las ganas de tirarme el café caliente en la cara.

Por suerte no lo hizo.  Pero en cambio, tomó la silla frente mío y se sentó, casi desafiándome con la mirada a que me atreviera a decir algo.

¿Es que no me podía dejar en paz?

Tomé aire con profundidad, intentando no alterarme, porque era claro que eso era lo que él buscaba. Y lo había logrado con creces. Sentía que mi sangre hervía y más aún con la petulante sonrisa que me dedicó, como si me hubiera vencido de algún modo.

- Creí decirte que habían muchos puestos libres…

- Si, y elegí este – contestó, siendo ahora él quien sonreía con autosuficiencia mientras tomaba un sorbo de su café.

Quise golpearlo. Juro que quise estrellarle en ese momento el vaso de café en su bien cuidado rostro y hacer que esos dientes perfectos se arruinaran aunque fueran un poco. Pero me contuve.

Tenía que hacerlo. Ya había perdido dos trabajos por dejarme llevar por mi impulsiva personalidad y no quería agregar a la lista el que me echaran de una cafetería. Sería denigrante, sobre todo porque sería como una victoria para ese presumido. Otra más.

- Bien, como quieras.

Tomando de nuevo una bocanada de aire, decidí volver a mi lectura, cualquier cosa era mejor que seguir mirando su rostro y pensar las un y mil formas de hacerlo sufrir. Para mi suerte, él pareció pensar igual y en vez de seguir molestando, sacó su celular y comenzó a revisar algo en él.

El silencio nos inundó. Un poco de paz. Sí, claro. Mi cabeza daba vueltas y vueltas, mi enojo aun bullendo sin querer tranquilizarse, unas buenas mordidas a mi muffin apenas aplacando el volcán en pronta erupción. Mis pies se sacudían inquietos bajos la silla, mis ojos se movían por el diario apenas procesando lo que veían. Pero aun así me obligué a concentrarme, aunque tuviera que leer mil veces la misma palabra, me calmaría.

¡Este era mi momento de descanso y me lo había ganado!

Acomodé mi espalda, crují mi cuello un par de veces y al final volví a cambiar de posición, hasta estirar nuevamente mis piernas, pero estas quedaron a mitad de camino, chocando con algo. O alguien.

Miré por debajo de la mesa, mis sospechas siendo ciertas. Fruncí el ceño por segunda vez, o tercera, quien sabe ya.

- ¿Puedes mover tus piernas?, necesito estirar las mías.

- Lo siento, no puedo. – Fue su respuesta sin siquiera levantar su vista del celular.

- Mira, no es mi culpa que tengas piernas de jirafa, sólo te pido que las hagas a un lado para que yo pueda estirar las mías aunque sea un poco

Mi dientes estaban apretados, el enojo saltando por los poros. En serio, ¡¿Cuál era su maldito problema?!

Sus ojos negros se alzaron finalmente de su pantalla y me miró con una ceja alzada, seguramente indignado por haberlo comparado con una jirafa, aunque a mi parecer la que debería sentirse insultada es la pobre jirafa, un animal tan noble no puede ser comparado con un imbécil como él.

- Lo siento, ya te dije que no puedo. – Volvió a remarcar, haciendo énfasis en cada palabra.

¿Acaso esta era su patética forma para lograr que yo me fuera de ahí?

Bueno, tendría que hacerlo mejor si quería que Byun Baekhyun se moviera de este puesto.

Esto. Era. La. Guerra.

- Bien, como quieras.- respondí, cruzándome de brazos, mi sonrisa apareciendo mientras estiraba sin cuidado mis piernas pasándolas deliberadamente por sobre las suyas, sin importarme cualquier regla de buen comportamiento o ética, una mancha de tierra marcando la perfecta tela oscura.

¿El resultado?

Quitó sus piernas rápido, como si las mías fueran dos brasas calientes o peor, como si fueran la peste o algo parecido. Se levantó aireado, sus manos apoyándose con fuerza sobre la mesa, su rostro acercándose peligrosamente, la distancia acortándose a centímetros, buscando intimidarme. No lo logró.

Podía ser un titán, pero mi carácter era suficiente para hacerle frente a uno.

- ¡¿Se puede saber qué te pasa?! – me espetó en la cara.

- Curioso, lo mismo quería preguntarte a ti- Solté también harto, levantándome, haciéndole frente.

Los dos nos miramos queriendo asesinar al otro. Nuestras respiraciones estaban más que agitadas, la ira bullía a nuestro alrededor y el ambiente estaba tan denso, que ni una motosierra podría haberla cortado.

- Amm..disculpen. ¿Señores?

La suave e indecisa voz, nos hizo salir de nuestra lucha de miradas y enfrentarnos a la chica que nos había interrumpido. La pobre brincó en su lugar al ver que había captado nuestra atención, pero de todas formas se hizo de valor y volvió a hablar.

- L-lamento mucho interrumpirlos, pero ya vamos a cerrar el local. Tengo que pedirles que, por favor, se retiren.

- Bien- pronunciamos al unísono, y sin poder evitarlo cruzamos miradas de odio al notar nuestra sincronización.

Terminando el último bocado que me quedaba de mi muffin, tomé mi diario y me largue de ahí esperando no volver a encontrarme nunca más en mi vida con ese sujeto.

Seúl era una ciudad grande, así que podía tener suerte.

Pero no. Ese día tenía una maldición. O Dios me odiaba. O los dos juntos.

- ¿Se puede saber por qué me sigues?- Mascullé lo bastante alto para que el otro me escuchara, mis pies golpeando el húmedo asfalto.

Llevaba caminando dos cuadras y al voltear hacia atrás había visto su alta figura con su chaqueta negra ya puesta.

- Es una coincidencia. Créeme que si hubiera otro camino, lo tomaría.

Solté una carcajada al escucharlo.

- ¿En serio?, desde mi punto de vista lo dudo…

- ¿Qué quieres decir?

Antes de que me diera cuenta, gracias a sus largas piernas, el maldito me había alcanzado y ahora se encontraba caminando a mi lado como si fuéramos amigos de toda la vida, cuando en realidad éramos dos desconocidos que se odiaban a muerte por un puesto en una cafetería. Ridículo.

- ¿Es en serio?, te sentaste al frente mío sólo por ese ridículo puesto y ahora me dices que cambiarías de trayecto si es que pudieras. ¿No crees que eso es un poco contradictorio?

Por un momento no dijo nada. Por un segundo creí que de nuevo su ira iba hacerse presente, pero en vez de eso sólo obtuve una ceja alzada.

- No cometo un error dos veces, no si puedo evitarlo.

- ¡Aja! Así que aceptas que yo tenía la razón- Le encaré sonriendo triunfante y esta vez sí llegó la ira a la que estaba habituado, su frente frunciéndose, la arruga que conocía apareciendo.

Pero antes de que me fuera a tirar sus argumentos sin sentido y su ira, doble abruptamente por un callejón en un intento de sacármelo de encima. La verdad es que no tenía ganas de escuchar nada más sobre el asunto y quería llegar lo más pronto posible a mi casa a descansar. Un lugar donde no estuviera él.

Pero tan pronto entré en aquel húmedo y oscuro callejón, me arrepentí.

Un disparo.

El sonido sordo rebotando entre las paredes, retumbando en mis oídos con un fuerte eco que zamarreó con fuerza cada parte de mi cuerpo hasta llegar a mis huesos. Tres más le siguieron después de ese.

Con horror, observé como un hombre de mediana estatura, un humano de carne y hueso, caía abruptamente al piso haciendo un sonido sordo, su pecho manchado de sangre, un charco rojo viscoso formándose a su alrededor, sus ojos abiertos por el espanto.

Y su asesino, con una macabra sonrisa adornando su rostro.

Eran cerca de las diez de la noche, pero la luz tenue que venía desde algún sitio me permitió ver en detalle el rostro del homicida y su cara quedó grabada a fuego en mi memoria. Su nariz aguileña, su pálida piel, sus ojeras marcadas, los ojos vacíos y crueles, el gesto torcido en su boca, todo.

Mis oídos comenzaron a pitear cuando el asesino comenzó a voltearse hacía donde yo estaba, esa sonrisa macabra siendo su sentencia de muerte mientras su mano me apuntaba con el arma, listo para callarme a mí también y enviarme al otro mundo.

Mi cuerpo se paralizó por completo, mis extremidades estaban entumecidas, no podía pensar con claridad. Lo único que mi mente decía una y otra vez era que corriera, pero no lograba moverme. Estaba agarrotado de la cabeza a los pies. Hasta respirar se me dificultaba.

Di una última inhalación, sabiendo que ese era mi final, cuando en eso sentí como un brazo me rodeaba y me tiraba hacia el suelo justo un segundo antes que el quinto balazo fuera disparado. Mis oídos resonaron, no podía escuchar más que ese sonido, aun así, no sé cómo fui capaz de levantarme otra vez incentivado por alguien y era tironeado fuera de ese callejón.

Corrí como nunca en mi vida. Mis piernas antes inertes, se movieron automáticamente tras la silueta de la persona que me había salvado, sin mirar ni una vez atrás. No sabía si el asesino nos perseguía o no, yo sólo quería escapar de todo eso y nada más.

No sé por cuánto tiempo corrimos, tampoco si nos dispararon entre medio o si ya estábamos a salvo. Lo único que supe que mis pulmones y ojos ardían, tenía un calambre en un costado y sólo me sentí ligeramente a salvo cuando me subí a un taxi, empujado por mi misterioso salvador.

Recién ahí fui consciente de todo lo sucedido. De lo que había presenciado. De lo que me había escapado.

Las manos me temblaban, todo el cuerpo me temblaba y algo similar a la histeria  me llenaba por dentro y burbujeaba por salir.

- Lo ha matado- pronuncié en algo que pareció entre un susurro y un quejido, como un animal herido que apenas puede hablar.- Lo ha matado, la sangre, los disparos…lo-lo asesinó…

- Si, lo hizo.

Esa voz…

Volví mi rostro y ahí estaba. Con la respiración agitada al igual que yo, el sudor cubriendo su pálida frente y los ojos muy abiertos, estaba el sujeto que me había estado molestando en la cafetería y que ahora le debía la vida por haberme sacado de ese infierno. De no ser por él, sería uno más con el suelo y la basura.

Temblé ante el pensamiento.

- ¿Tú…lo viste?

Él asintió suavemente, como si no diera crédito aún a lo que había presenciado.

Miles de preguntas asaltaron mi mente, empezando por qué ese hombre había sido asesinado en el callejón hasta como ese sujeto, ese gigante que me había parecido tan petulante e idiota en la cafetería y que con gusto le habría enterrado un muffin en su cara, era quien había sido capaz de reaccionar y sacarnos a ambos de tamaño lío. De ser asesinados.

Después de unos minutos en silencio, de respiraciones agitadas, el sudor helado perlando nuestras frentes y el traqueteo del taxi en movimiento, el hombre a mi lado volvió a hablar.

- Debemos ir donde la policía.

Y yo solo asentí, por primera vez de acuerdo.

 

 

 

Notas finales:

jijiji..que les parecio?

Aunque no aparece claramente en el capitulo, supongo que ya se imaginan quien es nuestro querido y gruñon piernas de Jirafa~~...Su nombre se dará a conocer oficialmente en el proximo capitulo ;)

Espero que les haya gustado la historia o por lo menos llamado la atención, el siguiente capitulo lo subire la proxima semana, hasta entonces nos vemos!

No olviden comentar, cada comentario es vida para un autor <3 <3

Besos!


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